lunes, 31 de marzo de 2025

#El Despertar de Kike y la Profecía del Sueño


 Era un lunes 31 de marzo, una mañana tibia y fresca en un remoto rincón llamado Villa de las Bendiciones, donde el tiempo parecía detenerse. La naturaleza despertaba con un resplandor mágico, los pájaros de colores entonaban un canto celestial y el rocío danzaba sobre las hojas de los árboles. Kike abrió los ojos con una sensación extraña; su corazón latía al ritmo de un sueño que parecía más real que la propia realidad. 

En su visión onírica, se hallaba conectado con lo divino, comprendiendo que cada instante de la vida es un milagro, una oportunidad para crecer y expandirse. En ese estado, eligió escuchar la voz de su corazón en vez del eco de su mente y su ego. Al despertar, miró el reloj: 5:58 a. m. Se incorporó lentamente, meditó unos instantes sobre la revelación de su sueño y tuvo el presentimiento de que aquel día estaría marcado por acontecimientos inesperados.

Visualizó con claridad la llegada de su amiga María  y su madre Elsa. Sentía en su alma que aquella visita abriría puertas hacia nuevos horizontes. Antes de iniciar su día, realizó un ejercicio de autoobservación: recorrió mentalmente cada parte de su cuerpo, agradeciendo su fortaleza y la energía que fluía en él. Se encomendó a Dios y bebió un vaso de agua pura, nacida de la montaña, como un ritual de renovación.

Con dedicación, limpió la casa durante tres horas, asegurándose de que Villa de las Bendiciones resplandeciera para la llegada de sus invitadas. A las 10:00 a. m., llamó a María para coordinar su viaje desde Bogotá. La voz de María sonaba desanimada: —Está lloviendo mucho aquí, pero estamos alistándonos para partir— dijo, mientras pedía instrucciones para llegar a Silvania.

El tiempo transcurría y la llamada de María no llegaba. Kike se preguntaba si la lluvia habría truncado el viaje. Desayunó, compartió alimento con su fiel compañero Juanpis y, ante la incertidumbre, tomó su mochila, metió un libro por si alguien deseaba comprarlo y partió al pueblo al trote. Se abasteció de algunos víveres para reforzar la despensa, previendo la posible llegada de María y su madre. Cuando regresaba, el teléfono sonó.

—¡Ya llegamos a Silvania! Pero nos bajamos un poco más adelante— avisó María.

Acordaron encontrarse en Choriloco. Cuando se vieron, María le presentó a su madre y juntos decidieron comprar un pollo asado para compartir en Villa de las Bendiciones. La lluvia seguía cayendo, pero el espíritu de la reunión iluminaba el ambiente. A las 3:00 p. m., un mototaxi los llevó hasta la casa. Al llegar, María y Elsa quedaron maravilladas; el lugar era aún más hermoso de lo que imaginaban.

Prepararon la mesa con pollo, papas, plátano frito y gaseosa, mientras Juanpis observaba con curiosidad. Kike, en su papel de anfitrión, preparó café y se enfrascaron en una charla profunda. María lo animó a seguir escribiendo: —Tus palabras inspiran, no puedes dejar de escribir— le dijo con admiración. Al caer la noche, la conversación se tornó aún más amena.

Mientras María veía un programa de naturaleza, Kike comenzó a escribir su segundo blog en la computadora. El sueño lo venció momentáneamente, pero en ese breve descanso, su visión matutina se repitió. De nuevo se vio conectado con la divinidad, recibiendo un mensaje profundo sobre su destino. Cuando abrió los ojos, María lo observaba intrigada.

—¿Estabas orando?— preguntó ella.

—Sí, aunque sentí que había dormido por horas... pero solo fueron quince minutos— respondió Kike con asombro.

María y su madre se retiraron poco después, dejando a Kike sumido en reflexión. Agradeció a Dios por el día y por haber puesto en su camino a alguien que no solo compró su libro, sino que le ayudó a darse cuenta de que su talento era un diamante en bruto, esperando ser pulido.

Pero, ¿qué misterios traería el día siguiente? ¿Qué nuevas revelaciones esperaban en Villa de las Bendiciones?

Esta historia... continuará.

domingo, 30 de marzo de 2025

#Villa de las Bendiciones: Donde la Fantasía y la Realidad Se Entrecruzan

 





El amanecer en Villa de las Bendiciones era un espectáculo celestial. La brisa fresca danzaba entre los árboles, llevando consigo el canto armonioso de los pájaros de mil colores. Era un rincón donde el tiempo parecía suspenderse y la realidad se entrelazaba con la fantasía.

A las 5:13 a.m., Kike despertó de un profundo sueño, aún sintiendo el eco de las palabras que había plasmado la noche anterior en su blog número 172: "El Ritmo del Límite". Aquel escrito lo transportaba a un tiempo de resistencia y pasión, cuando adquirió una trotadora en plena pandemia para calmar la necesidad incesante de movimiento de su cuerpo.

Pero ese día, su llamado era otro. Su piel hormigueaba con la urgencia de sentir la carretera bajo sus pies, de desafiar el alba con cada zancada. Se sentó en la orilla de su cama, respiró hondo y trató de despejar su mente con la meditación. Sin embargo, los pensamientos insistentes se enredaban en su mente como maleza indomable.

Recordó su cita en el Mirador Artístico con don Germán y doña Ligia para grabar el video en el que hablaría de su libro "Historias que Inspiran la Imaginación", pero algo en su interior le decía que no era el momento. La intuición, ese susurro misterioso del alma, le advertía que no debía forzar la jornada. Con respeto y gratitud, escribió un mensaje a doña Ligia:

"Lamento no poder asistir hoy, pero estaré disponible mañana. ¿Podría indicarme a qué hora les conviene? Si no es posible, podemos posponerlo para el próximo fin de semana."

La respuesta llegó con la calidez de una persona que entiende el ritmo del destino:

"Entonces dejémoslo para el sábado a las 4:00 p.m."

Kike sintió alivio. Ese margen de tiempo le permitiría pulir aún más su discurso.

El llamado del camino

Con la mente despejada, inició su rutina: meditación, oración, ejercicios de fortalecimiento y flexibilidad. A las 9:27 a.m., se colocó su camiseta azul, aquella que evocaba una carrera en Bogotá, su pantaloneta cómoda y sus zapatillas minimalistas, ya desgastadas por tantas batallas en el asfalto. Tomó su morral con un libro dentro—por si alguien en el camino lo compraba—y salió con determinación.

Marcó su reloj en cero y emprendió la marcha. El aire matutino llevaba consigo promesas de aventura. A 180 metros de su hogar, giró a la izquierda y se enfrentó a la empinada cuesta de 1.200 metros, un ascenso desafiante que ponía a prueba su resistencia. Con cada paso, sus músculos respondían con fuerza renovada, evocando sus entrenamientos en la legendaria Pared de Bogotá.


El sendero, con su terreno agreste de placas de concreto, zonas verdes y piedras dispersas, le recordaba lo viva que estaba la tierra bajo sus pies. A los 13 minutos, llegó a la cumbre. Desde allí, observó la carretera que ahora se extendía con una amplitud majestuosa, tres carriles por sentido, abrazados por la vegetación exuberante que parecía salida de un cuento de hadas.




Descendió a un ritmo frenético, dejándose llevar por la adrenalina y el bullicio de los vehículos. Un trabajador de ANI captó en video su carrera, inmortalizando la determinación en cada una de sus zancadas.

Entonces, como un susurro venido del viento, surgió en su mente una frase:

"La Abundancia y la Prosperidad me acompañan donde quiera que vaya."

Se la repitió como un mantra, con la certeza de que, a pesar de los desafíos económicos, la vida siempre encontraba maneras de sorprender.

Al llegar a Silvania, compró algunos víveres para el desayuno y el almuerzo. Regresó a casa con una sonrisa, preparado para el siguiente ritual: un delicioso jugo de naranja fresco de su huerto, un desayuno de huevo cocido, chocolate espumoso con leche, pan con mermelada de guayaba—hecha por sus propias manos—y arepa asada.

Aún con el aroma del chocolate en el aire, se sentó frente a la pantalla para ver la misa virtual del Santuario del Divino Niño Jesús de Bogotá. Entre oraciones, pidió a Dios que le otorgara la sabiduría para seguir escribiendo historias que tocaran almas, que transformaran vidas.

El hogar, un templo sagrado

Por la tarde, con el sol bañando de oro las montañas, Kike tomó la escoba y la fregona con la misma pasión con la que empuñaba la pluma. Su hogar, Villa de las Bendiciones, debía estar impecable, pues era más que un refugio: era un templo donde la fantasía y la realidad se abrazaban en un mismo soplo de vida.

¿Y qué le deparaba la próxima semana? Marzo agonizaba, dando paso a un incierto y maravilloso abril. La historia de Kike aún tenía muchos capítulos por escribirse…

Querido lector, sé parte de esta historia

Si alguna vez has sentido que necesitas un impulso para seguir adelante, este libro es para ti. A través de relatos llenos de aventura, magia y reflexión, te recordaré que cada día es una oportunidad para crecer y evolucionar.

📖 "Historias que Inspiran la Imaginación" está disponible en ebook, físico, bajo demanda y audiolibro, en todos los idiomas y a nivel mundial.


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sábado, 29 de marzo de 2025

#El Ritmo del Límite


Era una mañana gélida, un domingo 28 de marzo de 2021, cuando el alba apenas se asomaba en el horizonte del barrio Olaya. La penumbra danzaba entre los rincones del pequeño gimnasio de su casa, mientras el aire cargado de esfuerzo y metal se filtraba en sus pulmones. Afuera, el mundo despertaba con una lluvia tenue que golpeaba el vidrio de la ventana, acompañada por el trino melancólico de un par de pájaros ocultos entre los árboles.

Kike, con su camiseta azul marino empapada de sueños y su short negro gastado por incontables batallas, se detuvo ante la trotadora. Era una bestia de acero y circuitos, aguardando con impaciencia, como un viejo amigo que desafía en silencio. El panel digital brilló como un ojo omnisciente y susurró en su mente: “¿Hasta dónde llegarás hoy?”

Un pitido agudo rasgó la quietud cuando Kike encendió la máquina. Inició con un trote de 8 km/h, un ritmo acompasado, casi hipnótico. Tap-tap-tap. Sus pies descalzos golpeaban la cinta con una cadencia precisa, despertando cada fibra de su ser. Su respiración se sincronizaba con el murmullo de la lluvia, mientras su corazón marcaba el tempo de un ritual ancestral.

Pasados cinco minutos, la ambición se encendió en su pecho. Presionó el botón y la trotadora rugió en respuesta: 11 km/h. Sus piernas se alargaron en un ritmo decidido, los músculos vibraban con cada impacto. Tap-tap-tap. La realidad comenzaba a desvanecerse, convirtiéndose en un torbellino de velocidad y sensaciones. En su mente, la lluvia ya no caía afuera, sino dentro de él, purificándolo, fundiéndose con su sudor, transformándolo en algo más que un simple corredor.

El desafío le susurró al oído. “Más rápido.” Kike obedeció. Subió a 13 km/h. La trotadora tembló bajo su dominio, mientras sus zancadas se convertían en latidos de un corazón mecánico. ¡Tac-tac-tac! El aire se espesó a su alrededor. Su respiración era un vendaval, su mirada, un filo cortando la bruma. El universo se redujo a la cinta en movimiento y al eco de su propio esfuerzo.

Pero Kike no quería detenerse. Se atrevió a cruzar el umbral. 15 km/h. La trotadora rugió como una fiera despierta. Sus piernas se volvieron alas, desafiando la gravedad, desafiando los límites humanos. ¡Tac-tac-tac! Cada paso era un salto al abismo, una apuesta ciega a la resistencia del alma. El sudor ardía en sus ojos, distorsionando la realidad, fundiéndola con su delirio.

De pronto, una sombra cruzó su mente. Un presentimiento, una advertencia. Su corazón golpeaba su pecho como un tambor de guerra. “Solo un minuto más”, se prometió. Pero el tiempo se dilató, convirtiéndose en una eternidad comprimida en el estruendo de sus pasos. La trotadora vibraba al límite del colapso, como si también luchara por seguir en pie.

Y entonces, el fin llegó.

Con una exhalación temblorosa, Kike bajó la velocidad. 10 km/h. 5 km/h. 3 km/h. El mundo regresó poco a poco, deslizándose de la nebulosa de velocidad. Sus piernas temblaban, su pecho subía y bajaba con furia domada. La trotadora emitió un último pitido, como un adios solemne.

Kike se dobló sobre sus rodillas. El sudor caía al suelo, formando pequeñas constelaciones de esfuerzo. Cerró los ojos y sonrió. Había cruzado el umbral. Había tocado el límite y regresado con vida. Afuera, la lluvia seguía cayendo, pero dentro de él, un sol incandescente iluminaba su ser.

Se irguió, tomando un sorbo del elíxir de su victoria: agua Blu con Biocros, Optimus y Ego Life. Sintiendo el renacer de cada célula en su cuerpo, susurró al universo:

“Gracias, gracias, gracias... Muchísimas gracias, Dios, por otra jornada más de entrenamiento”. 

El Libro Que Despertó Al mundo Kike no se le pasaba en sus pensamientos ni en su imaginación que cuatro años después sería escritor de "Historias que inspiran la imaginación" y estuviera contando este relato. ¿Cuestión del destino? La vida encierra misterios, que a veces se mezclan con la realidad.

 

viernes, 28 de marzo de 2025

#El Libro Que Despertó Al Mundo

Era un viernes 28 de marzo en Villa de las Bendiciones, una mañana fresca y tibia, donde el tiempo parecía detenerse. El sol, disfrazado de esplendor, se ocultaba tras nubes preñadas de lluvia. El canto de las aves coloreaba el aire con melodías celestiales, mientras Kike despertaba de un sueño profundo. Eran las 5:40 a.m. Desde su lecho observó el cielo infinito, que se debatía entre la luz y la tormenta. Cerró los ojos unos instantes más, permitiendo que su subconsciente terminara de descargar los resquicios de la noche, renovando su energía.

Revisó su celular, no tanto para ver la hora, sino para reafirmar la afirmación que había repetido por veinte días al despertar: una frase que cerraba con un "gracias" y un "sí" definitivo, como si estuviera reprogramando su destino. Agradeció a Dios por su salud inquebrantable, por su fortaleza física y mental, y por cada persona que había comprado su libro. Sonrió al recordar su reto del martes: vender tres ejemplares el miércoles. Superó la meta con cuatro ventas y, más aún, sembró nuevas oportunidades para la semana siguiente.

Cada lector era una historia en sí mismo, y Kike las revivió en su mente. Su entrañable amigo Edgar Beltrán, compañero de incontables entrenamientos y carreras, recibía su ejemplar con una dedicatoria que exaltaba su disciplina. María, antigua socia en Omnilife, compró el libro para su hijo José Yamid, estudiante de la Universidad Nacional y aspirante a escritor. Nicolás, seguidor fiel de sus blogs, adquirió su ejemplar con la promesa de compartirlo con Sharon Dayana, una emprendedora admirable. Y Wilfer, quien emergió de las cenizas del desplazamiento para construir un emporio de arepas, también se sumó a la lista de lectores.

El jueves, el destino le sonrió nuevamente. Jairo, un lector selecto, no dudó en comprar su ejemplar. Kike lo sorprendió con una dedicatoria especial, consciente de que su amigo apreciaba la literatura de Vargas Llosa y García Márquez. Era un honor que un lector tan exigente se adentrara en sus relatos.

Aquella mañana de viernes, Kike se encomendó a Dios y se dispuso a desbrozar la maleza de su casa y la huerta comunal. Domingo, su vecino, le ofreció ayuda junto a un amigo, pero antes era necesario cambiar la cuchilla de la guadaña. Kike hizo dos viajes al pueblo para asegurarse de que todo estuviera en condiciones. Justo cuando iban a comenzar, la lluvia irrumpió sin previo aviso, postergando la tarea. Domingo partió a Bogotá con su compañero, prometiendo regresar el martes para ayudarle.

Kike no perdió el tiempo. Llamó a viejos amigos, ofreciéndoles su libro. Descubrió que su red de contactos era mucho más extensa de lo que imaginaba. Varios se mostraron interesados en adquirir un ejemplar en los próximos días.

Por la tarde, cocinó un almuerzo digno de un festín: sopa de pasta con pierna de pollo, papa y yuca, acompañado de arroz, plátano y un jugo refrescante de guatila. Compartir la comida con su hijo Juanpis le brindó un instante de paz y gratitud.

El reto del sábado era claro: comenzar a editar el video promocional de su libro en el Mirador Artístico, con la ayuda de Ligia y su esposo Germán. Kike sentía que era el momento de llevar su obra al mundo. Contaba con el apoyo incondicional de amigos que promovían su trabajo en redes sociales y en el extranjero: Celmira en San José del Guaviare, Consuelo en Nueva York, Ricardo Salamanca a través de su hija en Francia y Carlos Mayorga en Europa y Estados Unidos.

Sin embargo, Kike sabía que la tarea de hacer que su libro resonara en el mundo era suya y de nadie más. En un mercado saturado de historias, destacar era un desafío titánico. ¿Lo lograría?

...Esta historia, continuará.

Querido lector, te invito a sumergirte en relatos que te harán soñar, reflexionar y encontrar inspiración en lo cotidiano. Cada historia que comparto está impregnada de enseñanzas basadas en experiencias, sueños y momentos que han marcado mi camino. Si alguna vez has sentido que necesitas un impulso para seguir adelante, este libro es para ti.


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Te llevaré a través de relatos emocionantes que te ayudarán a ver la vida desde una nueva perspectiva, recordándote que cada día es una oportunidad para crecer y evolucionar.

Te comparto la carátula del libro y el enlace de Google donde encontrarás las plataformas en las que puedes adquirirlo en cualquiera de sus cuatro formatos. Agradezco tu apoyo, pues esta es mi única fuente de ingreso y mi misión en el mundo: escribir con sabiduría e inteligencia, inspirando a través de mis palabras.

¡Gracias por ser parte de esta aventura literaria!



 

jueves, 27 de marzo de 2025

#"Kike y la Clave de la Polaridad"


 Era un martes 25 de marzo. El reloj marcaba las 6:13 a. m. en Villa de las Bendiciones, un lugar donde el tiempo parecía suspenderse en un susurro eterno. A pesar del invierno, el sol matizaba el amanecer con tonos dorados, transformando la brisa fría en un aliento cálido.

Kike, con la mente aún enredada en los hilos del sueño, asomó por la ventana y fijó la mirada en las tres palmeras que había plantado el domingo. Había algo en su postura, en la forma en que se mecían con el viento, que le generaba un presentimiento inexplicable. No imaginaba que aquel día transformaría su vida.

Como todo ser humano, inició su rutina tras un puente festivo con cierta pereza. Sin embargo, algo dentro de él resonaba con una inquietud que no lograba descifrar. Se sumergió en sus hábitos matutinos: más de una hora de lectura lo transportó al mundo de Gabo, quien en sus relatos periodísticos le enseñó la importancia de narrar con el alma, sin depender de una grabadora mecánica. "Las noticias quedan incompletas cuando el periodista no escucha de verdad", reflexionó Kike. La idea de dedicarse al periodismo ya no le parecía descabellada.

Aquella mañana, llamó a varios amigos, pero notó en sus voces un tono de desgano, quizá secuela del feriado. Sintiendo una punzada de tristeza, se autoobservó y se percató de que algo en su interior no encajaba. Una sombra invisible lo envolvía sin motivo aparente. Solo en la tarde descubriría la razón.

Desayunó, regó las plantas, lavó la ropa, preparó el desayuno para Juanpis y salió a comprar víveres. Al regresar, Juanpis ya había desayunado. Kike le cocinó el almuerzo, escribió en su diario y plasmó un blog titulado "El Misterio de la Bendición Invisible". Mientras redactaba, comprendió que la historia fluía con una conexión mágica con las palmeras que había sembrado. Sentía que su escritura estaba evolucionando.

Por la tarde, recordó una lección de su maestro Pablo Arango sobre la polarización y la transmutación emocional según el Kybalion. Reflexionó sobre el vaivén de sus emociones y cómo podía evitar ser su esclavo. "Quien domine la polaridad podrá transformar su miedo en valentía, su tristeza en alegría", pensó. Comprendió que todo se trataba de grados: el éxito y el fracaso, el amor y el odio, el frío y el calor, todos eran manifestaciones de la misma energía en diferentes extremos.

Decidió poner en práctica un anclaje de PNL para transmutar su estado emocional. Se concentró, visualizó la alegría, realizó tres respiraciones profundas y cerró el puño con fuerza, activando un gesto de confianza. Sentía que dominando este principio podría ayudar a otros a iluminar sus propios abismos.

Plataformas dónde se encuentra: "Historias que inspiran la imaginación"‼️‼️🦉🎼

Esa noche, antes de dormir, dio gracias por el aprendizaje del día y se fijó un reto: vender tres libros de su primer obra: "Historias que inspiran al imaginación" al día siguiente, aplicando las enseñanzas del Kybalion. Si lograba controlar su interior, transformaría su realidad.

¿Lo conseguirá?

...Esta historia continuará.

martes, 25 de marzo de 2025

#El Misterio de la Bendición Invisible


 La noche del lunes 24 de marzo en Villa de las Bendiciones era tibia y serena. El cielo despejado revelaba con nitidez las estrellas de Orión, como testigos silenciosos de lo que estaba por suceder. Kike meditaba sobre los tres días del puente festivo, cuando la villa se vaciaba porque sus habitantes viajaban a otras ciudades. Su vecino Carlos Vera y su familia se habían marchado el viernes, dejando un aire de soledad flotando en el ambiente. Pero esa soledad no duraría mucho.

La llegada inesperada de don Ricardo Sáenz transformó por completo la atmósfera de Villa de las Bendiciones. Aquel hombre, dueño de una casa de descanso pegada a la villa, apareció como un presagio. Kike lo divisó a las 10:00 a. m. y, guiado por una extraña intuición, se acercó sigilosamente. Nunca había tenido la oportunidad de conocerlo a fondo, pero sintió el impulso de hablarle sobre su libro.

Don Ricardo, con una sonrisa amable, lo recibió en su casa "La Perla" y le ofreció un tinto caliente. Mientras el aroma del café llenaba el aire, Kike se presentó con entusiasmo:

—Soy Jaime Humberto Sanabria, autor de Historias que Inspiran, un libro nacido de mi pasión por la escritura, la reflexión y la vida misma. A través de estas páginas, invito al lector a sumergirse en relatos que lo harán soñar, reflexionar y encontrar la inspiración en lo cotidiano...

Don Ricardo lo interrumpió sorprendido:

—Uyy, Kike, eso suena inspirador y poético. Te lo compro.

El vínculo entre ambos se selló en ese instante. Hablaron sobre la noble labor de don Ricardo, quien diseñaba dotaciones para los bomberos. Como muestra de gratitud, Kike le firmó una dedicatoria en su libro:

Ricardo, gran amigo y vecino en Villa de las Bendiciones, admiro profundamente tu labor en el diseño de implementos y dotaciones para el cuerpo de bomberos. Tu trabajo, aunque muchas veces silencioso, es fundamental para la seguridad y bienestar de la sociedad en momentos críticos.

Aquel día, Kike también envió por mensajería un ejemplar de su libro a su hermano Eduardo y a su cuñada Luz Marina en Bogotá. La conexión entre los sucesos tomaba un carácter casi profético.


Al día siguiente, Kike y don Ricardo cumplieron con la tarea de sembrar cinco colinos de banano: tres para Villa de las Bendiciones y dos para la huerta comunal. Don Ricardo, con su experiencia, le sugirió también plantar tres palmas en un punto estratégico, cerca del camino pavimentado que dividía la casa. Kike aceptó el consejo y, con paciencia, abrió los tres huecos, les agregó abono y tierra orgánica, y sembró las palmas justo antes del anochecer.

Con la satisfacción del trabajo cumplido, cenó con Juanpis y, al caer la noche, sintió un escalofrío inexplicable. Alzó la vista al cielo y se quedó pasmado. Las tres palmas que acababa de plantar parecían apuntar directamente a las tres estrellas de Orión, reflejando un enigma oculto en la noche despejada.

Una ola de frío recorrió su espalda. Recordó la antigua leyenda egipcia sobre las tres pirámides de Giza, construidas en alineación con esas mismas estrellas. Investigó al respecto y descubrió que, según los egipcios, aquellas estrellas representaban el descanso del alma de Osiris, el dios de la resurrección y el juicio de los difuntos.

Kike se sintió atrapado en un vínculo mágico con el universo. Tres días festivos, tres colinos sembrados, tres palmas creciendo firmes y apuntando al cielo, tres estrellas iluminando la noche... ¿Casualidad o destino?

A la medianoche del lunes 24 de marzo, Kike se sentó a escribir en su blog. Tituló su relato El Misterio de la Bendición Invisible. Aún no sabía qué secretos ocultaba aquel tríptico de coincidencias, pero algo le decía que era solo el comienzo.

Esta historia continuará...La noche del lunes 24 de marzo en Villa de las Bendiciones era tibia y serena. El cielo despejado revelaba con nitidez las estrellas de Orión, como testigos silenciosos de lo que estaba por suceder. Kike meditaba sobre los tres días del puente festivo, cuando la villa se vaciaba porque sus habitantes viajaban a otras ciudades. Su vecino Carlos Vera y su familia se habían marchado el viernes, dejando un aire de soledad flotando en el ambiente. Pero esa soledad no duraría mucho.

La llegada inesperada de don Ricardo Sáenz transformó por completo la atmósfera de Villa de las Bendiciones. Aquel hombre, dueño de una casa de descanso pegada a la villa, apareció como un presagio. Kike lo divisó a las 10:00 a. m. y, guiado por una extraña intuición, se acercó sigilosamente. Nunca había tenido la oportunidad de conocerlo a fondo, pero sintió el impulso de hablarle sobre su libro.

Don Ricardo, con una sonrisa amable, lo recibió en su casa "La Perla" y le ofreció un tinto caliente. Mientras el aroma del café llenaba el aire, Kike se presentó con entusiasmo: 


—Soy Jaime Humberto Sanabria, autor de Historias que Inspiran, un libro nacido de mi pasión por la escritura, la reflexión y la vida misma. A través de estas páginas, invito al lector a sumergirse en relatos que lo harán soñar, reflexionar y encontrar la inspiración en lo cotidiano...

Don Ricardo lo interrumpió sorprendido:

—Uyy, Kike, eso suena inspirador y poético. Te lo compro.

El vínculo entre ambos se selló en ese instante. Hablaron sobre la noble labor de don Ricardo, quien diseñaba dotaciones para los bomberos. Como muestra de gratitud, Kike le firmó una dedicatoria en su libro:

Ricardo, gran amigo y vecino en Villa de las Bendiciones, admiro profundamente tu labor en el diseño de implementos y dotaciones para el cuerpo de bomberos. Tu trabajo, aunque muchas veces silencioso, es fundamental para la seguridad y bienestar de la sociedad en momentos críticos.

Aquel día, Kike también envió por mensajería un ejemplar de su libro a su hermano Eduardo y a su cuñada Luz Marina en Bogotá. La conexión entre los sucesos tomaba un carácter casi profético.

Al día siguiente, Kike y don Ricardo cumplieron con la tarea de sembrar cinco colinos de banano: tres para Villa de las Bendiciones y dos para la huerta comunal. Don Ricardo, con su experiencia, le sugirió también plantar tres palmas en un punto estratégico, cerca del camino pavimentado que dividía la casa. Kike aceptó el consejo y, con paciencia, abrió los tres huecos, les agregó abono y tierra orgánica, y sembró las palmas justo antes del anochecer.

Con la satisfacción del trabajo cumplido, cenó con Juanpis y, al caer la noche, sintió un escalofrío inexplicable. Alzó la vista al cielo y se quedó pasmado. Las tres palmas que acababa de plantar parecían apuntar directamente a las tres estrellas de Orión, reflejando un enigma oculto en la noche despejada.

Una ola de frío recorrió su espalda. Recordó la antigua leyenda egipcia sobre las tres pirámides de Giza, construidas en alineación con esas mismas estrellas. Investigó al respecto y descubrió que, según los egipcios, aquellas estrellas representaban el descanso del alma de Osiris, el dios de la resurrección y el juicio de los difuntos.

Kike se sintió atrapado en un vínculo mágico con el universo. Tres días festivos, tres colinos sembrados, tres palmas creciendo firmes y apuntando al cielo, tres estrellas iluminando la noche... ¿Casualidad o destino?

A la medianoche del lunes 24 de marzo, Kike se sentó a escribir en su blog. Tituló su relato El Misterio de la Bendición Invisible. Aún no sabía qué secretos ocultaba aquel tríptico de coincidencias, pero algo le decía que era solo el comienzo.

Esta historia continuará...

lunes, 24 de marzo de 2025

#"El Misterio de la Bendición Invisible"


 En la serena y tibia mañana del viernes 21 de marzo, en Villa de las Bendiciones, dónde el tiempo parecía detenerse. La naturaleza danzaba al compás del canto celestial de los pájaros de colores, mientras Kike despertaba exactamente a las 6:21 a. m. Aún resonaban en su mente las palabras que había escrito cinco horas atrás en su blog: Martes de Encuentros y Despedidas: Un Viaje de Voluntad y Destino.

Kike se levantó, meditó y dejó que los recuerdos del día anterior lo envolvieran. El jueves había trotado hasta Silvania para hacer unas compras. Como era su costumbre, entró en la iglesia a orar y encomendarse a Dios. Recordó a un actor norteamericano que solía experimentar una paz profunda al ingresar a un templo. Kike se ubicó frente a la imagen de María Auxiliadora y cerró los ojos. La iglesia estaba vacía; era el momento perfecto para sumergirse en el silencio infinito.


Tras nueve minutos de introspección, el sonido de unos pasos irrumpió la quietud. Un leve escalofrío recorrió su espalda cuando vio al padre Argelino aparecer de la nada. Con respeto, se acercó y le pidió su bendición. Al recibirla, una oleada de paz lo envolvió. El padre lo miró con curiosidad y Kike sintió el impulso de contarle sobre su libro. El sacerdote lo escuchó con atención y lo felicitó por su valentía. Kike, entusiasmado, compartió con él una oración nacida de su inspiración:

"Gracias, Dios mío, por darme sabiduría e inteligencia para escribir con acierto historias que inspiran al mundo; donde expreso la verdad de mi alma con claridad y convicción, inspirando a los demás".

El padre, conmovido, le aseguró: "Vas a llegar muy lejos, Kike. Conserva esa humildad y fe inquebrantable. Dios está a tu lado".

Kike salió de la iglesia lleno de energía, pero al recordar que no se había tomado una foto con el sacerdote, volvió sobre sus pasos. Al entrar de nuevo, sintió un nudo en la garganta: el padre Argelino había desaparecido. Como si nunca hubiese estado allí. Aturdido, decidió tomar una foto junto a la imagen de María Auxiliadora. Algo en su corazón le decía que esa bendición misteriosa lo acompañaría siempre.

La mañana continuó con buenas noticias. Llamó a su hermano para coordinar el envío de su libro, y sorprendentemente, varios amigos se comunicaron con él para felicitarlo por su nueva publicación. Su amigo de Medellín incluso le envió un audio informándole que ya había recibido los cuatro ejemplares. Todo fluía de manera inexplicable. A pesar de los momentos difíciles, sintió con certeza que Dios estaba con él.

Aquella tarde, Kike recibió cinco colinos de parte de doña Nelly, presidenta de la junta, enviados por don Wilson. Tres de ellos los plantaría en su casa y dos en la huerta comunal, como muestra de gratitud hacia sus vecinos que lo apoyaban en su travesía literaria.

La soledad reinaba en la Villa de las Bendiciones, pues su vecino Carlos Vera y su familia habían partido de viaje. Sin embargo, la calma pronto sería interrumpida. En los siguientes dos días, el destino le tenía preparadas grandes sorpresas a Kike.

¿Qué misterios lo aguardarían el sábado y el domingo?...

Esta historia continuará.

Tras nueve minutos de introspección, el sonido de unos pasos irrumpió la quietud. Un leve escalofrío recorrió su espalda cuando vio al padre Argelino aparecer de la nada. Con respeto, se acercó y le pidió su bendición. Al recibirla, una oleada de paz lo envolvió. El padre lo miró con curiosidad y Kike sintió el impulso de contarle sobre su libro. El sacerdote lo escuchó con atención y lo felicitó por su valentía. Kike, entusiasmado, compartió con él una oración nacida de su inspiración:

"Gracias, Dios mío, por darme sabiduría e inteligencia para escribir con acierto historias que inspiran al mundo; donde expreso la verdad de mi alma con claridad y convicción, inspirando a los demás".

El padre, conmovido, le aseguró: "Vas a llegar muy lejos, Kike. Conserva esa humildad y fe inquebrantable. Dios está a tu lado".

Kike salió de la iglesia lleno de energía, pero al recordar que no se había tomado una foto con el sacerdote, volvió sobre sus pasos. Al entrar de nuevo, sintió un nudo en la garganta: el padre Argelino había desaparecido. Como si nunca hubiese estado allí. Aturdido, decidió tomar una foto junto a la imagen de María Auxiliadora. Algo en su corazón le decía que esa bendición misteriosa lo acompañaría siempre.

La mañana continuó con buenas noticias. Llamó a su hermano para coordinar el envío de su libro, y sorprendentemente, varios amigos se comunicaron con él para felicitarlo por su nueva publicación. Su amigo de Medellín incluso le envió un audio informándole que ya había recibido los cuatro ejemplares. Todo fluía de manera inexplicable. A pesar de los momentos difíciles, sintió con certeza que Dios estaba con él.

Aquella tarde, Kike recibió cinco colinos de parte de doña Nelly, presidenta de la junta, enviados por don Wilson. Tres de ellos los plantaría en su casa y dos en la huerta comunal, como muestra de gratitud hacia sus vecinos que lo apoyaban en su travesía literaria.

La soledad reinaba en la Villa de las Bendiciones, pues su vecino Carlos Vera y su familia habían partido de viaje. Sin embargo, la calma pronto sería interrumpida. En los siguientes dos días, el destino le tenía preparadas grandes sorpresas a Kike.

¿Qué misterios lo aguardarían el sábado y el domingo?...

Esta historia continuará.

#El Sueño de Kike y el Camino del Destino


 El amanecer del miércoles 19 de marzo irrumpió con una frescura invernal en Villa de las Bendiciones. A lo lejos, el canto melodioso de la tángara real, de un azul resplandeciente, flotaba entre los árboles, acompañado por el revoloteo de aves multicolores. En este rincón donde el tiempo parece detenerse, el reloj marcaba las 5:58 a. m. cuando Kike despertó de un sueño apacible.

En su mente aún vibraban las imágenes de un sueño que había tenido el domingo: se veía a sí mismo llegando a Villa de las Bendiciones en una camioneta de alta gama, una máquina fuera de este mundo, que irradiaba una energía cósmica. Intrigado, Kike decidió investigar su significado y encontró que soñar con conducir un auto puede simbolizar el control sobre la vida, la independencia, la seguridad y la autoconfianza.

Ese miércoles Kike tenía dos retos. El primero: asistir a una reunión de la UMATA en Fusagasugá a las 8:30 a. m. Con el tiempo justo, meditó por unos minutos, dejó preparado el desayuno para su hijo Juanpis y alistó su mochila con una camiseta, pantaloneta, agua y cuatro libros de su primera obra: Historias que Inspiran la Imaginación. Saldría a las 6:57 a. m., trotando por la vía Sumapaz, en un desafiante recorrido de más de 12 kilómetros.

Mientras avanzaba con paso firme, la carretera parecía transformarse ante sus ojos. La vía, antes rústica y serpenteante, tomaba la apariencia de una autopista moderna, extendiéndose imponente bajo el cielo matutino. El paisaje lo envolvía en un espectáculo de verdes y dorados, y por momentos se veía reflejado en los autos que pasaban a toda velocidad. En su mente, volvía a revivir su sueño, conduciendo aquella camioneta que parecía no pertenecer a este mundo.


A las 8:28 a. m., Kike llegó justo a tiempo para la reunión. Lo recibieron con un café caliente antes de dar inicio a la capacitación sobre el Manejo de Viveros y Establecimiento de Plantaciones Forestales. Durante cuatro horas, los participantes discutieron sobre el envase de semillas, la protección de los suelos y la importancia de los viveros en la conservación del medio ambiente.

Al final, los líderes ambientales le cedieron la palabra a Kike. A pesar de la prisa por regresar a casa, habló brevemente sobre su libro, captando el interés de los asistentes, quienes anotaron su contacto y tomaron fotografías de la obra.

A la 12:42 p. m., la reunión llegó a su fin y Kike se dispuso a tomar un colectivo para volver a casa y preparar el almuerzo de Juanpis. Sin embargo, la coordinadora del evento, con un gesto inesperado, le entregó un almuerzo adicional para su hijo. Agradecido, Kike sintió que el destino lo guiaba con pequeñas señales.

Tras compartir su comida con John, su amigo de la avícola, salió con premura y abordó un colectivo rumbo a Silvania. A la 1:44 p. m., llegó a Villa de las Bendiciones con el corazón latiendo de anticipación. Al entrar, encontró a Juanpis tranquilo, absorto en sus juegos, sin haber probado el desayuno. Se había acostado la noche anterior a las 2:00 a. m., lo que explicaba su tardanza en despertar.

Mientras Linda, desde Soacha, le enviaba mensajes preguntando por su hijo, Kike procuraba mantenerse sereno. Esa tarde compartió el almuerzo con Juanpis y, al caer la noche, escribió su blog titulado El Lunes Mágico de Kike: Encuentros, Lluvia y Libros. Luego, leyó tres cuentos a su hijo antes de acostarse, sintiéndose satisfecho por haber cumplido con su jornada.

Se acostaron juntos, a las 2:00 a. m., cerrando un día lleno de aventuras, encuentros y misteriosas coincidencias. ¿Qué nuevas sorpresas le depararía el destino en los próximos tres días previos al puente festivo?

...Esta historia continuará.

viernes, 21 de marzo de 2025

#Martes de Encuentros y Despedidas: Un Viaje de Voluntad y Destino


 El martes 18 de marzo amaneció con un velo gris sobre Santa María del Rincón en Soacha. Eran las 6:21 a. m., y el aire estaba impregnado de una tensión palpable. La nación entera parecía sumida en un murmullo de incertidumbre debido al día cívico nacional. Las noticias alimentaban el temor colectivo, convirtiéndolo en un monstruo insaciable. Pero Kike no estaba dispuesto a ser devorado por ese pánico inducido. Con la determinación de un gladiador, erguía su escudo de fortaleza interior y se aferraba a la certeza de que Dios caminaba a su lado.

Desde hacía meses, Kike había dejado de consumir noticias. Solo leía los titulares una vez al día y luego apagaba el televisor. Se negaba a ser una marioneta del miedo. Aquella mañana, sus retos eran claros: visitar a doña Yorly, comprar materiales para su escritura en el centro de Bogotá y, finalmente, viajar con Juanpis a Silvania.

Después de su rutina matutina, Linda le sirvió un desayuno preparado con amor: chocolate caliente, huevos revueltos, calentado, pan y un tinto bien cargado. La energía estaba lista para enfrentar la jornada. Sin embargo, a las 9:00 a. m., su plan de ir al centro de Bogotá se desmoronó. Las marchas pacíficas y un accidente en Bosa colapsaron la movilidad en Transmilenio. Kike, sin inmutarse, reajustó su itinerario y salió a visitar a doña Yorly.

En el Éxito, agradeció el apoyo financiero que había recibido durante los últimos cuatro años, sintiendo la satisfacción de estar a pocos meses de liquidar su préstamo. Luego, pasó por Interrapidísimo para enviar un Biocros a Yaneth Rivera, su aliada en el camino del bienestar.

Al llegar a la panadería de doña Yorly, Anita, su hija, lo recibió con sorpresa y un abrazo cálido. Le ofreció un tinto con pandebono mientras hablaban de su hija Taly y los mellizos. La nostalgia los envolvió al recordar los tiempos en que Anita y Taly eran inseparables, como uña y mugre. Pero el verdadero giro del encuentro ocurrió cuando Kike reveló su nuevo libro. Don Luis y doña Yorly quedaron maravillados, y sin dudarlo, adquirieron un ejemplar. Kike, conmovido, les escribió una dedicatoria:

"Queridos amigos, su dedicación y esfuerzo de 38 años en la panadería son un verdadero ejemplo de constancia y pasión. Admiro profundamente su emprendimiento, construido con trabajo honesto y amor por lo que hacen. Que este libro los inspire a seguir creciendo y dejando huella con su labor."

La tarde avanzó entre risas, anécdotas y la invitación de Kike a Villa de las Bendiciones. Un torrencial aguacero los sorprendió, como si el cielo quisiera bendecir aquel instante con su danza líquida. A la 1:00 p. m., Kike se despidió con otro abrazo sincero y regresó a casa, donde su esposa Linda y su hija Taly lo esperaban con un festín casero: sopa de menudencias, arroz, carne asada, papas, verduras y jugo de piña.

Antes de sentarse a comer, recordó que su cuñada Yadira le había pedido un ejemplar del libro. Se lo entregó con otra dedicatoria:


"Yadira, gran emprendedora en el transporte de carga, tu determinación y esfuerzo son un ejemplo a seguir. Has demostrado que con valentía y visión se pueden conquistar grandes caminos. Que este libro te inspire a seguir creciendo y alcanzando nuevas metas. Con admiración, Kike."

Para su sorpresa, poco después llegaron Edward, Natalia y su hija, quienes, al enterarse de su libro, adquirieron un ejemplar también. Kike les escribió con la misma emoción:


"Edward, Natalia e hija, grandes emprendedores en el transporte de carga, su determinación y esfuerzo son un ejemplo a seguir. Han demostrado que con valentía y visión se pueden conquistar grandes caminos. Que este libro los inspire a seguir creciendo y alcanzando nuevas metas."

Entre charlas y fotos, hicieron un simulacro de presentación del libro, una especie de ensayo de lo que Kike soñaba hacer a gran escala: llevar su obra al mundo. Su meta era vender al menos un libro ese día, y había vendido tres. Una señal inequívoca de que estaba en el camino correcto.

A las 4:14 p. m., con la maleta lista y Juanpis a su lado, Kike se despidió de Linda, Taly, sus mellizos, Yadira, Edwin, Natalia e hija. Salieron a la autopista y abordaron una flota con destino a Armenia, con la intención de bajarse en Silvania. Pero el destino aún tenía más pruebas para él. Las manifestaciones en Bogotá ralentizaron el tráfico, atrapándolos en un trancón. Kike aprovechó el tiempo para meditar. A pesar del cansancio, encontró en la demora un momento de conexión consigo mismo.

Finalmente, llegaron a Silvania a las 7:00 p. m., bajo una llovizna fina que Kike interpretó como una bendición de bienvenida. Juanpis sonreía al volver a casa, mientras Kike sentía en su cuerpo el peso de la jornada. Pero su espíritu vibraba con la satisfacción del deber cumplido.

Aquella noche, antes de dormir, escribió el blog y lo publicó a la 1:00 a. m. Agradeció a Dios por el día y pidió fuerza para afrontar un nuevo reto: cuidar de Juanpis mientras Linda permanecía en Bogotá con Taly y los mellizos. Al día siguiente, su desafío sería trotar hasta Fusagasugá para asistir a una capacitación con la UMATA.

¿Qué nuevas aventuras le esperaban a Kike en Villa de las Bendiciones? ¿Cómo sería la experiencia de cuidar a Juanpis en solitario?

Esta historia continuará…

miércoles, 19 de marzo de 2025

#El Lunes Mágico de Kike: Encuentros, Lluvia y Libros


 Era un lunes 17 de marzo, y el reloj marcaba las 6:13 a.m. en Santa María del Rincón, Soacha. El cielo amanecía encapotado, como si estuviera tramando una historia de aquellas que solo el destino se atreve a escribir. A lo lejos, el bullicio de la ciudad despertaba con la rutina: el murmullo de la gente saliendo de sus casas, los primeros motores rugiendo y el caos inevitable en la estación San Mateo del Transmilenio, donde ingresar era toda una odisea.

Kike despertó con un plan claro: vender tres ejemplares de su libro. Sabía exactamente a quién debía encontrar ese día: Fernando, director del IDR de Soacha; don Julio y doña Dora. Pero antes, su ritual matutino era inquebrantable: lectura, escritura, meditación y oración. Luego, un desayuno preparado con amor por su amada Linda: tinto humeante, pan crujiente, calentado del día anterior y huevos revueltos. Con energía y determinación, se despidó a las 10:00 a.m. y echó a andar.

Apenas avanzó 400 metros cuando la llovizna comenzó a caer, primero como una caricia y luego con más intensidad. A paso ligero, Kike se cruzó con un viejo amigo, Wilmar, a quien no veía desde hacía 25 años. La nostalgia eclipsó la incomodidad de la lluvia mientras recordaban cómo Wilmar solía comprar en el negocio que Kike tenía en Soacha. Wilmar compartió su ambicioso proyecto de crear una enciclopedia sobre la construcción, y Kike, con su talento de redactor, no dudó en ofrecerle su ayuda. Se despidieron bajo la lluvia, que ya caía con fuerza.

Con determinación, Kike llegó al Instituto de Recreación y Deporte de Soacha. Fernando, sumido en una reunión, lo notó desde lejos y le hizo una seña: "Sígueme, siéntate, ya te atiendo". Desde su silla, Kike observaba la forma en que Fernando dirigía la reunión, su estilo pintoresco, su humor que hacía reír hasta al más serio. Al terminar, recordaron sus tiempos de atletas, cuando Fernando destacaba en el salto de vallas y Kike no perdía oportunidad de bromear con él. Entre risas y recuerdos, Fernando, aún dudando pero con una sonrisa, terminó comprando un ejemplar. Kike le dedicó el libro con palabras llenas de gratitud y admiración. Al final, se tomaron una foto y Fernando, con su toque humorístico, exclamó: "¡Te estás aprovechando de mi imagen como director del IDR!". Ambos soltaron una carcajada y se despidieron.


El viaje continuó hasta la plaza, donde buscaba a una amiga, pero no la encontró. En su lugar, se topó con don Luis Hernández, un visionario en el negocio de compra y venta de estanterías. Llevaban 15 años sin verse, y el reencuentro estuvo lleno de alegría. Don Luis, entre clientes y pedidos, compró un libro y recibió una dedicatoria cargada de reconocimiento y aprecio. Compartieron anécdotas sobre gastronomía y cocinaron con palabras recuerdos de platos inventados en su juventud. Antes de despedirse, don Luis lo sorprendió con un almuerzo abundante: sopa de cebada, arroz con fríjol, ensalada, cubio, carne y un refrescante jugo de piña. Kike, maravillado por la astucia de don Luis para los negocios, se marchó con el corazón lleno y el estómago también.

La siguiente parada fue la casa de doña Dora. Pero un problema se interponía: tres casas idénticas en la misma calle. Mientras intentaba descifrar cuál era la correcta, una figura conocida emergió del pasado. "¡Don Casallas!", exclamó Kike, sorprendido. No se veían desde hacía más de 15 años. Don Casallas, emocionado, le confesó que lo había visto días atrás en la Séptima, pero su saludo había quedado sin respuesta. "Perdóname, don Casallas, he perdido parte de la audición", explicó Kike. Con una sonrisa comprensiva, el mecánico industrial decidió comprarle un ejemplar. "¡No jodas, eres tú el autor?", exclamó sorprendido. "¡Claro que sí!", respondió Kike con el corazón latiendo de emoción. Después de una dedicatoria sentida, se despidieron con la promesa de una foto con su esposa y el libro en mano.


Finalmente, Kike llegó a la casa correcta y fue recibido con un cariñoso abrazo por doña Dora. Entre arepa, huevo y tinto, le habló de su libro. Doña Dora, sin dudarlo, lo compró. Recordaron a don Luis, su esposo fallecido, y Kike le escribió unas líneas llenas de respeto y gratitud. La jornada había sido intensa, pero aún había una última parada: el centro comercial Mercurio. Era hora de cambiar el celular de Linda. Tras hacer el trámite, Kike regresó con su hija Taly y le contó a Linda todas las aventuras del día. Con una sonrisa, le entregó el nuevo teléfono. Ella, emocionada, lo recibió con un beso y un abrazo.

Esa noche, Kike se acostó agradeciendo a la Divina Providencia y a Dios por haber estado a su lado en cada encuentro, en cada abrazo, en cada libro vendido. Mañana lo esperaba un nuevo día, nuevas aventuras y el reto de vender otro libro. ¿Qué le depararía el destino al visitar a Yorly y viajar al centro de Bogotá?

Esta historia continuará...

martes, 18 de marzo de 2025

#Domingo de Encuentros y Despedidas


 Era un domingo 16 de marzo, con el alba teñida de un azul profundo salpicado de nubes como pinceladas divinas en el cielo de Santa María del Rincón, en Soacha. La brisa matutina llevaba consigo susurros de historias olvidadas, y el aire tenía un aroma a lluvia lejana, presagio de un día inolvidable. El reloj marcaba las 6:30 a. m. cuando Kike despertó de una noche en vela. Un extraño sueño había rondado su mente: una bicicleta que volaba sobre las calles de Soacha, dejando un rastro de luz dorada. La imagen de su bicicleta playera, que su amigo Deiby le había dejado frente a la urbanización la noche anterior a las 10:44 p. m., flotaba en su mente como una premonición.

En vez de rendirse al sueño, se sumergió en su rutina matutina: meditó hasta escuchar su propia respiración como un eco en la eternidad, hizo yoga hasta sentir que flotaba, escribió hasta que la tinta se convirtió en fuego, y ejercitó su cuerpo con la convicción de un guerrero preparándose para la batalla. Sus tres misiones del día eran claras: visitar a sus amigos don Julio, su esposa Beatriz y sus hijos; luego pasar donde don Luis Hernández; y finalmente, entregar la bicicleta a su nueva dueña, Tatiana. Todo esto antes de reunirse con Linda y Juanes en casa de sus suegros.

Linda, con su amor habitual, le preparó un desayuno digno de un semidiós: chocolate caliente, huevos revueltos con un toque de magia y pan recién horneado que despedía un aroma celestial. Con energía renovada, Kike se vistió con su indumentaria de atleta y salió a trotar por la ciclovía de Soacha, decidido a cumplir su agenda. En su trayecto, se encontró con doña Elvira, una mujer de ojos centenarios y voz de brisa nocturna. Al hablarle de su libro, sintió que algo en su mirada cambiaba, como si recordara algo que nunca había leído. Prometió comprar un ejemplar, y Kike sintió que el destino se había alineado.

Al llegar a la casa de don Julio, se encontró con Henry, su hijo, quien venía de entrenar. El reencuentro fue emotivo; se abrazaron con la fuerza de quienes saben que el tiempo es solo un capricho del universo. Don Julio y Beatriz lo recibieron con la calidez de siempre y, entre onces y charlas, Kike les narró con pasión cómo llegó a escribir su primer libro. Firo, la mascota de la familia, se acercó a él con una familiaridad inusual, como si Kike trajera consigo un secreto que solo los animales pueden percibir. Beatriz, sorprendida, comentó que el perro solía ladrar a los desconocidos. Aquella conexión instantánea confirmó que Kike ya era parte de la familia. Antes de irse, les entregó un libro con una dedicatoria especial para don Julio, resaltando su disciplina como árbitro de fútbol y su ejemplo de integridad.

El reloj avanzaba implacable. Kike miró su pulsera digital: 1:30 p. m. Tendría que posponer su visita a don Luis para el día siguiente. A las 2:25 p. m. salió rumbo al barrio Teusaquillo, recorriendo casi 18 kilómetros en bicicleta. En el camino, cruzó puentes y peatonales, deslizándose con la agilidad de un alquimista sobre su escoba encantada. Había algo poético en aquella despedida con su bicicleta, como si se despidiera de un viejo amigo que guardaba mil secretos en su estructura de metal y caucho. A las 4:05 p. m., llegó al punto de encuentro y llamó a Tatiana. Al ver a la mujer que la acompañaba, Kike pensó que era su madre, pero algo en su mirada le hizo dudar. Había un misterio en su expresión, un enigma que no estaba dispuesto a resolver en ese momento.

La transacción transcurrió con una mezcla de nostalgia y alegría. Tatiana, encantada con la bicicleta, sugirió grabar un video de la entrega. Kike aprovechó para ensayar un guion de un minuto sobre su libro. Tras algunas tomas y fotos, la conexión entre ellos se fortaleció, y Tatiana prometió contactarlo para adquirir un ejemplar.

Eran las 5:15 p. m. cuando Kike se despidió. Subió a un bus del SITP hasta el centro y luego tomó un Transmilenio rumbo al 20 de Julio, desde donde abordó un alimentador que lo llevó a casa de sus suegros. Linda y Juanes lo esperaban con sonrisas cómplices. Agotado pero satisfecho, Kike se dirigió directamente a la cocina. Su estómago rugía tras la maratónica jornada de trote y ciclismo. Una generosa picada de carne, rellena, ensalada y maíz pira con gaseosa fría lo aguardaba, como un festín de reyes después de una épica batalla.

La noche cayó, y tras compartir regalos y mercado para su hija Taly y sus nietos mellizos, emprendieron el regreso a Soacha. Mientras el autobús se deslizaba por la carretera iluminada por faroles intermitentes, Kike sintió que algo grande estaba por venir. Tal vez era el cansancio, tal vez el destino.

Esa noche, Kike durmió profundamente. Al día siguiente, un nuevo reto lo aguardaba: vender tres libros a sus antiguos vecinos y amigos.

¿Lo lograría?

...Esta historia continuará.

sábado, 15 de marzo de 2025

#El Amanecer de un Jueves 13 en Villa de las Bendiciones


 El sol apenas asomaba sus primeros destellos tras un cielo nublado cuando Kike despertó con la sensación de haber viajado a un mundo paralelo. Eran las 6:03 a.m., y la brisa templada de 22 grados abrazaba con suavidad el paisaje de Villa de las Bendiciones. Aún con los vestigios de su sueño flotando en su mente, Kike se incorporó con energía, consciente de que el día le deparaba retos y misterios por descubrir. Realizó, su acostumbrada rutina diaria de meditación, lectura y escritura durante tres horas y media.

Su primera misión del día fue dedicarse a su gran pasión: comercializar sus libros. Dedicó parte de la mañana a preparar un envío especial para su amigo William Lozano, quien le había solicitado un ejemplar para regalárselo a su esposa. Con esmero, Kike escribió una dedicatoria con tinta negra sobre una página de papel de algúdon:

"*Para Sonia Milena, gran lectora,

En nombre de tu esposo William, quien te obsequia este libro con el aprecio y amistad que nos une desde hace años. William me ha expresado con emoción su pasión por la lectura y su deseo de apoyarme en la difusión de esta obra.

A través de estas páginas, te invito a sumergirte en relatos que harán soñar, reflexionar y encontrar la inspiración en lo cotidiano. Que cada historia te acompañe y te motive, así como la lectura ha sido una fuente inagotable de conocimiento y disfrute para ti.*"

Kike cerró el sobre con la satisfacción de quien deposita un tesoro en las manos correctas. Pasado el mediodía, salió a realizar el envío y, en el trayecto, su mente vagó hacia un pensamiento recurrente: hace un mes había sido bendecido con la llegada de sus nietos mellizos. Pronto, los visitaría.

Pero el día aún guardaba una prueba para él. A las 3:00 p.m., Kike se propuso encontrar la fundación LEVI, un lugar dedicado al cuidado de ancianos. En un intento previo, la dirección se había convertido en un acertijo sin respuesta. Sin embargo, esta vez, trotó con determinación hasta dar con una vieja casona de muros desgastados y un jardín de girasoles mustios. Golpeó la puerta, y fue recibido por una mirada anciana y profunda. Segundos después, aparecieron don Marcos y el pastor Jorge Mancipe, quienes le abrieron el paso al recinto.

Allí, el aire pesaba con los suspiros de las almas que aguardaban recuerdos. Los ancianos, con miradas extraviadas en el tiempo, se aferraban a la presencia de Kike, como si con ello pudieran evitar desvanecerse en el olvido. Mientras la directora, doña Consuelo, atendía a un representante de la alcaldía para gestionar más alimentos, Kike observaba con el corazón encogido aquella comunidad de soledades compartidas. Al poco tiempo, fue invitado a una merienda de tinto y arroz de leche, mientras exponía su propuesta: organizar un "Banquete del Millón" para recaudar fondos, prometiendo donar el 10% de las ventas de su libro a la fundación.

El entusiasmo encendió las pupilas de doña Consuelo y don Marcos. Al despedirse, Kike sintió que cada apretón de manos era un ruego silencioso por no ser olvidado.

De vuelta en casa, la luna ya se alzaba sobre Villa de las Bendiciones. Preparó su cena: lentejas con arroz, papa salada, carne de cerdo asada y jugo de guatila con azúcar y gotas de limón, un sabor cercano al kiwi. A las 7:30 p.m., con energía renovada, comenzó a escribir en su blog: "Salomé y el Secreto de la Tierra Viva", la historia de una niña prodigio que amaba la naturaleza y cuyo padre defendía el uso de abonos orgánicos para proteger el suelo.

Cuando la 1:00 a.m. marcó el final de su jornada, Kike cerró los ojos con una satisfacción inexplicable. En su mente aún danzaban las miradas de los abuelos de la fundación, acompañadas por un pensamiento: mañana seré un 1% mejor.

viernes, 14 de marzo de 2025

#El vuelo de los sueños y los libros


 El amanecer del 12 de marzo en Villa de las Bendiciones tenía un aire mágico. Allí, donde el tiempo parecía detenerse, la brisa matutina acariciaba los árboles frondosos y un jardín en flor se estremecía con el canto celestial de los pájaros de colores. Era un lugar donde la naturaleza danzaba con el silencio del alba, preparando el escenario para un día inolvidable.

A las 5:40 a. m., Kike despertó de un sueño profundo. Consciente de que la pereza quería envolverlo, meditó en voz alta, repitiendo afirmaciones que llenaban su corazón de determinación. Dio gracias por un nuevo día, recorrió con la mente cada rincón de su cuerpo y se levantó con renovada energía. Se asomó por la ventana y miró al cielo como quien busca respuestas en el infinito. Pidió inspiración divina para escribir con acierto y tocar corazones con su pluma. Después, se sumergió en su rutina diaria de escritura y lectura, como quien afila su espada antes de la batalla.

A las 10:17 a. m., el teléfono sonó. Al otro lado de la línea, la voz de Jorge Iván, su buen amigo de Medellín, vibraba de emoción:

—¡Hombre, Kike, te felicito! ¡Eres grande! Envié anoche la descripción de tu libro a algunos amigos y me inspiraste. Quiero cuatro ejemplares de "Historias que inspiran la imaginación", uno para mí y tres para regalar. Más adelante pediré más.

El corazón de Kike latió acelerado. No solo por la venta, sino porque en aquel instante sintió que su sueño tomaba vuelo. Con voz entrecortada por la emoción, respondió:

—Gracias, don Jorge Iván. Hoy mismo te los despacho. Y, por cierto, en un capítulo del libro escribí una historia en honor a tu hermano William. Recuerdo que gracias a él cumplí un sueño de niño: volar en avión.

Los recuerdos invadieron la mente de Kike como un torrente imparable. Aquel día, hace 34 años, cuando subió al avión con destino a Cali, todo se sintió irreal. La aeronave, majestuosa y poderosa, se preparaba para despegar. Sus motores rugieron, liberando una energía contenida. Lentamente, el avión cobró velocidad hasta elevarse, dejando atrás la ciudad que se volvía pequeña bajo sus pies. Las nubes, como algodones flotantes, se extendían ante sus ojos. Era como si estuviera dentro de uno de sus sueños infantiles, donde volaba libre en un cielo sin límites. Las lágrimas rodaron por su rostro. Aquella media hora de vuelo fue una eternidad llena de asombro.

—Sí, hombre Kike —dijo Jorge Iván con un dejo de nostalgia—. William te quería mucho, hablaba siempre de ti.

Esa tarde, Kike envió los cuatro libros a Medellín. En uno de ellos, dedicó unas palabras en honor a William:

Don Jorge Iván, tu apoyo y amistad son invaluables. En estas páginas guardo también un recuerdo especial para tu hermano William, quien confió en mí y me dio alas para cumplir un sueño. Que este libro sea un faro de inspiración, recordándonos que los sueños se logran con perseverancia y fe.

Además, envió ejemplares a otros grandes amigos. A Luz Marina y su esposo, atletas de alma inquebrantable, les dedicó palabras de admiración. A Matilde, cariñosamente llamada "Maticas", le expresó gratitud por su fortaleza y amor por el deporte. Y a don José Baudilio, líder del Club CHASQUIS, le reconoció su incansable labor en el atletismo.

Aquella noche, desde las 7:00 p. m. hasta la medianoche, Kike escribió su blog titulado El Martes de las Coincidencias. A las 12:12 a. m., la primera persona en recibirlo fue Linda. Al día siguiente, lo compartiría con sus amigos.

Se acostó con el alma llena de gratitud. Había vendido siete libros en un solo día, pero más allá del número, sentía que cada ejemplar llevaba un pedazo de su historia, de sus sueños y de su esencia. Recordó a Gabriel García Márquez, quien narraba que escribió Cien años de soledad con las uñas, y se vio reflejado en él. Kike persistiría, porque la vida le estaba demostrando que, cuando los sueños se escriben con pasión, tarde o temprano, encuentran alas para volar.

jueves, 13 de marzo de 2025

#Salomé y el Secreto de la Tierra Viva


 El sol despuntaba con un resplandor dorado en la finca La Unión, derramando su luz sobre las verdes colinas de Subia Alta en Silvania. Era un miércoles temprano de marzo, el aire fresco llevaba consigo el aroma de la tierra mojada por el rocío y el canto de los gallos se elevaba como una sinfonía anunciando el inicio del día.

A las 5:15 a. m., Carlos Velásquez, un hombre curtido por el trabajo del campo, se desperezaba en su humilde cabaña de madera. Como cada mañana, se levantó con el primer canto del gallo, se paró frente al espejo de su habitación y, con el pecho erguido, recitó su afirmación diaria:


—Buenos días, mi nombre es Carlos Velásquez. Soy un agricultor que ha consagrado su vida a la tierra, trabajando con abonos orgánicos y bacterias naturales para sanar los suelos y preservar el medio ambiente. La tierra nos da la vida, y yo he de cuidarla. Que este día traiga abundancia, salud y alegría a mi hogar y proteja a mi pequeña Salomé.

Con ese ritual concluido, bajó a la cocina, donde su madre, doña Cármen Sierra, ya le había servido un humeante caldo de papa con costilla, acompañado de arepa asada y un chocolate espumoso. Se sentó en la mesa de madera, desgastada por los años y las historias contadas en cada comida. Pero lo que realmente lo reconfortaba era ver a la pequeña Salomé, de cuatro años, que reía mientras revolvía su chocolate con la cucharita, haciendo dibujos efímeros en la espuma.

—Papá Carlos, anoche los conejitos me hablaron —dijo de repente la niña, con una chispa de entusiasmo en sus ojitos oscuros.

Carlos esbozó una sonrisa. Se inclinó y le revolvió el cabello con ternura.

—Ajá, mi niña. ¿Y qué te dijeron esta vez?

—Que la tierra está enfermita —susurró ella, con su vocecita de brisa—. Dicen que la gente la lastima con sus venenos.

Carlos sintió un escalofrío recorrerle la espalda. ¡Cuánto entendía esa niña! Si tan solo el mundo la escuchara...


Salomé saltó de su silla y salió corriendo al gallinero, donde la esperaban sus amigas aladas. Mientras ella alimentaba a las gallinas y jugaba con los conejos, Carlos comenzó su rutina de ordeño, sintiendo la satisfacción de producir leche sin químicos, respetando la naturaleza como se debía.

La mañana transcurrió con la misma armonía de siempre: el camión recolector de leche pasó por la finca a las 7:30 a. m., doña Cármen sirvió un almuerzo abundante al mediodía y, por la tarde, Salomé se encargó de regar las plantas y cuidar a los conejitos. Pero esa noche algo fue diferente. La niña no se quedó dormida de inmediato.

A las 8:30 p. m., cuando Carlos terminaba su revisión nocturna de la finca, la llamó para que se fuera a la cama, pero ella estaba inmóvil en medio del huerto de aguacates, sus deditos hundidos en la tierra.

—Salomé, mi niña, ¡es tarde! —le llamó con dulzura, pero ella no respondió.

Con un nudo en la garganta, se acercó. La vio con los ojitos cerrados, las manos temblando sobre el suelo húmedo.

—¡Salomé! ¡Despierta!

Ella abrió los ojos de golpe y sonrió, como si regresara de un sueño profundo.

—Papá, la tierra me habló —dijo en un susurro, como si le confiara un gran secreto—. Me contó que está llorando. ¿Tú la escuchas, papá?

Carlos sintió que algo grande estaba sucediendo. Besó la frente de la niña, la alzó en sus brazos y se perdió con ella en la tibia noche de La Unión.

La niña que hablaba con los animales y sentía el dolor de la tierra dormía en sus brazos. Carlos, con los ojos clavados en la luna, comprendió en ese instante que su misión en la tierra era otra: su legado no sería solo salvar los suelos, sino cuidar y guiar a su hija del alma, la niña prodigio que entendía el lenguaje de la naturaleza.

Aquella noche, la brisa trajo susurros de árboles y ríos. Salomé, en sueños, respondió con una voz tan dulce que hasta los luceros parecieron inclinarse para escuchar.

Y en la finca La Unión, la tierra viva, agradecida, comenzó a sanar.

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