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miércoles, 4 de diciembre de 2024

#Maryi y el Vuelo del Colibrí

En Bogotá, Maryi sentía que la soledad era como un colibrí revoloteando en su pecho: inquieto, hermoso, pero incompleto. A pesar de su fortaleza, ansiaba compañía, y en medio de esa sensación, un hombre que conoció por las redes sociales se convirtió en su esperanza. Después de meses de mensajes y promesas, finalmente decidieron conocerse en persona. Él llegó desde Alpujarra, Tolima, trayendo consigo la posibilidad de un amor que se había gestado en palabras y sueños compartidos.

Desde el primer instante en que lo vio, Maryi sintió un aleteo en su interior, como si el colibrí en su pecho encontrara dirección. Salieron a comer juntos, y ese mismo día, ella lo llevó a conocer a sus padres. Quería que ellos también vieran en él lo que ella percibía: alguien digno de confianza. Sus hijos, como si también sintieran esa conexión mágica, lo aceptaron de inmediato. Al día siguiente, se despidieron de Bogotá y viajaron juntos a Alpujarra, donde él trabajaba como maestro de obra blanca.

En ese rincón del Tolima, Maryi encontró un nuevo rol: cocinaba para los trabajadores mientras él seguía su labor. Todo parecía fluir con la armonía de un colibrí en pleno vuelo. Pero las cosas cambiaron con la llegada de su suegra, quien desde el principio no la aceptó. Las tensiones se volvieron insostenibles, y Maryi decidió regresar a Bogotá, al refugio de su madre. Quedó a la espera de que él, fiel a sus promesas, la alcanzara. Y así fue: a los 15 días, él llegó, y juntos celebraron una Navidad en familia, llenos de gratitud.

Sin embargo, la estabilidad duró poco. Regresaron a Bogotá, donde él consiguió un trabajo temporal en una empresa de flores. Durante dos meses, lograron mantenerse a flote, pero cuando el contrato terminó, la realidad los empujó a tomar decisiones difíciles. Él partió a Ibagué para trabajar con su padre, mientras Maryi y los niños permanecían en Bogotá. La distancia se convirtió en una prueba más, y cuando su hermana ofreció recibirlos, Maryi y sus hijos viajaron para reencontrarse con él.

Aunque al principio todo parecía volver a su cauce, la convivencia con más familiares trajo conflictos. Decidieron regresar a casa de su madre, buscando un nuevo comienzo. Fue entonces cuando, a través de las redes sociales, encontraron una oportunidad en una finca en el Valle del Cauca. Allí, el vuelo del colibrí parecía haberlos llevado a un paraíso. Pero el aislamiento y las exigencias de la finca comenzaron a pesar. La soledad enfrió su relación, y las discusiones los llevaron a separarse.

Maryi volvió con sus hijos a Bogotá, mientras él se quedó en la finca. Pero como el colibrí que siempre regresa al néctar de la flor, el amor entre ellos pudo más. Una semana después, retomaron su historia, esta vez en Armenia, donde una tía les abrió las puertas de su hogar. Allí, en un humilde refugio, prometieron no rendirse y construir, una vez más, su historia juntos.

Y así, como un colibrí que sigue buscando flores en los caminos más difíciles, Maryi y su pareja emprendieron un nuevo vuelo hacia la esperanza.

Esta historia continuará...

 

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