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viernes, 25 de abril de 2025

#Un Encuentro con la Magia de las Letras


 Érase un amanecer de miércoles, 23 de abril, Día del Idioma y del Libro. El sol despertaba con entusiasmo sobre un rincón encantado llamado Villa de las Bendiciones, donde el tiempo parecía detenerse. El canto de los gallos, el trinar del pájaro carpintero sobre un poste de guadua y el susurro del viento entre los árboles componían una sinfonía natural que elevaba el espíritu. A las 6:03 a.m., el viejo reloj marcaba el inicio de un día inolvidable.

Kike se despertó de un sueño apacible. Tenía el presentimiento de que algo especial lo esperaba. Sin embargo, había un reto por delante: su hijo Juanpis, quien solía levantarse a las dos o tres de la tarde. Para que pudieran asistir juntos al Encuentro Literario en Fusagasugá, Kike llevaba días ayudándolo a regular su horario. Le leía cuentos hasta el amanecer, cada noche un poco más temprano, hasta que por fin ese día, logró que se levantara al mediodía.

Con ilusión, Kike dejó lista su camisa azul, su pantalón favorito, y repasó mentalmente lo que diría si le daban la palabra para presentar su libro. También preparó la ropa de Juanpis y un desayuno lleno de amor. Su amiga Karen, cómplice de tantos momentos, ya había cocinado el almuerzo, pero Kike le respondió con ternura:

—Gracias, Karen, tan linda… pero almorzamos con Juanpis cuando regresemos del encuentro.

A las 12:15 en punto, despertó a Juanpis. Para sorpresa de Kike, el niño se levantó con buena disposición, se bañó y desayunó con entusiasmo. El día anterior, Karen y Omar habían planeado regresar a Bogotá, pero tras conversar con Kike, Omar aceptó acompañarlos al evento, y juntos lograron convencer a Karen de quedarse un día más. Ella, no obstante, puso una condición: apenas termine el evento, volvemos a Bogotá.

A la 1:15 p.m. partieron rumbo a la biblioteca pública de Silvania, con las maletas listas. Allí los esperaba la van que los llevaría a Fusagasugá. A las 1:35 p.m., Doña Liliana, jefa de la biblioteca, los recibió con un caluroso abrazo. En el segundo piso dejaron guardadas las maletas, y se reunieron con otros soñadores: el poeta Josué, don Jorge Valdriri, don Gilberto, Damaris Mendoza y Helen Torres. 

A las 2:07 p.m. partieron en la van. Durante el trayecto compartieron emociones, lecturas, anécdotas… y Omar evocaba sus antiguos encuentros literarios en Bogotá. A las 2:30 p.m., llegaron a la imponente biblioteca de Fusagasugá: tres pisos repletos de sabiduría, arte y cultura. Había un salón para niños, esculturas, murales… y lo más llamativo: una rockola cultural.


Juanpis quedó fascinado con los cuentos infantiles y juegos de destreza. En el jardín exterior, frondosas palmas datileras ofrecían sombra y belleza. Kike recordó las tres palmas que había sembrado días atrás en su querido terruño.


Y entonces, la sorpresa del día: una presentación al aire libre de “Cien Años de Soledad”, con más de 40 artistas, entre bailarines y músicos, que dieron vida a Macondo. Aunque sus audífonos estaban dañados, Kike se dejó llevar por la atmósfera. Cada escena, cada tambor, era poesía en movimiento.


A las 3:45 p.m., subieron al tercer piso para un encuentro íntimo con el Club de Lectura de Fusa. Recibieron con cariño a los visitantes de Silvania con pan curazao, bocadillo, manzana y jugo néctar. Comenzaron a leer por párrafos el libro Los Nombres de Felisa, de Juan Gabriel Vásquez. Kike, fascinado, escuchaba atento, sintiendo la magia de cada voz.

Cuando le tocó leer, se desconectó del mundo. Cada palabra salía de su alma. Más tarde, durante la ronda de comentarios, se armó de valor. Recordó a doña Ligia Madagascar y su consejo: “Habla desde el alma”. Tomó aire tres veces, se puso de pie y dijo:


—Soy Jaime Humberto Sanabria, autor de Historias que Inspiran, un libro nacido de mi pasión por la escritura, la reflexión y la vida misma...

Sus palabras fluían como un río claro, espontáneas y profundas. Habló de sus vivencias, de sus sueños, del poder de la inspiración. El público lo escuchaba en silencio reverente… y al terminar, estallaron los aplausos. Luego, compartió una breve reseña de su vida, desde su infancia hasta su llegada a Silvania. Su testimonio tocó corazones. Sintió cómo la energía positiva de sus palabras se esparcía como una ola.

Muchos asistentes pidieron su contacto para adquirir su libro. Kike, emocionado, cerró los ojos y agradeció a la Divina Providencia por aquel instante. A las 6:00 p.m. terminó el encuentro, con fotos, abrazos y promesas de volver.

En el regreso, Omar propuso quedarse una noche más en Villa de las Bendiciones. Kike aceptó con alegría. Sentían que ese lugar tenía un embrujo sereno, una paz envolvente que los retenía dulcemente.

Ya en casa, reforzaron el almuerzo, charlaron hasta medianoche y se desearon una feliz noche. A la mañana siguiente, Kike acompañó a Karen y Omar a tomar la flota rumbo a Bogotá. Los despidió con nostalgia, mientras la neblina cubría las montañas.

Antes de partir, Omar le dejó un papel doblado que decía:

Gracias, Kike, por mencionarme en tus historias, que en verdad llenan el alma de esperanza y optimismo. Hoy, siendo el último día de esta travesía en Silvania, me voy satisfecho por haberme encontrado con seres como tú: un artista fiel a sus ideales, cuyas palabras expresan de manera auténtica su luz interior…

Kike guardó el papel junto a su corazón, sabiendo que aquella jornada quedaría para siempre grabada en su alma… y también en su próximo blog.

viernes, 28 de marzo de 2025

#El Libro Que Despertó Al Mundo

Era un viernes 28 de marzo en Villa de las Bendiciones, una mañana fresca y tibia, donde el tiempo parecía detenerse. El sol, disfrazado de esplendor, se ocultaba tras nubes preñadas de lluvia. El canto de las aves coloreaba el aire con melodías celestiales, mientras Kike despertaba de un sueño profundo. Eran las 5:40 a.m. Desde su lecho observó el cielo infinito, que se debatía entre la luz y la tormenta. Cerró los ojos unos instantes más, permitiendo que su subconsciente terminara de descargar los resquicios de la noche, renovando su energía.

Revisó su celular, no tanto para ver la hora, sino para reafirmar la afirmación que había repetido por veinte días al despertar: una frase que cerraba con un "gracias" y un "sí" definitivo, como si estuviera reprogramando su destino. Agradeció a Dios por su salud inquebrantable, por su fortaleza física y mental, y por cada persona que había comprado su libro. Sonrió al recordar su reto del martes: vender tres ejemplares el miércoles. Superó la meta con cuatro ventas y, más aún, sembró nuevas oportunidades para la semana siguiente.

Cada lector era una historia en sí mismo, y Kike las revivió en su mente. Su entrañable amigo Edgar Beltrán, compañero de incontables entrenamientos y carreras, recibía su ejemplar con una dedicatoria que exaltaba su disciplina. María, antigua socia en Omnilife, compró el libro para su hijo José Yamid, estudiante de la Universidad Nacional y aspirante a escritor. Nicolás, seguidor fiel de sus blogs, adquirió su ejemplar con la promesa de compartirlo con Sharon Dayana, una emprendedora admirable. Y Wilfer, quien emergió de las cenizas del desplazamiento para construir un emporio de arepas, también se sumó a la lista de lectores.

El jueves, el destino le sonrió nuevamente. Jairo, un lector selecto, no dudó en comprar su ejemplar. Kike lo sorprendió con una dedicatoria especial, consciente de que su amigo apreciaba la literatura de Vargas Llosa y García Márquez. Era un honor que un lector tan exigente se adentrara en sus relatos.

Aquella mañana de viernes, Kike se encomendó a Dios y se dispuso a desbrozar la maleza de su casa y la huerta comunal. Domingo, su vecino, le ofreció ayuda junto a un amigo, pero antes era necesario cambiar la cuchilla de la guadaña. Kike hizo dos viajes al pueblo para asegurarse de que todo estuviera en condiciones. Justo cuando iban a comenzar, la lluvia irrumpió sin previo aviso, postergando la tarea. Domingo partió a Bogotá con su compañero, prometiendo regresar el martes para ayudarle.

Kike no perdió el tiempo. Llamó a viejos amigos, ofreciéndoles su libro. Descubrió que su red de contactos era mucho más extensa de lo que imaginaba. Varios se mostraron interesados en adquirir un ejemplar en los próximos días.

Por la tarde, cocinó un almuerzo digno de un festín: sopa de pasta con pierna de pollo, papa y yuca, acompañado de arroz, plátano y un jugo refrescante de guatila. Compartir la comida con su hijo Juanpis le brindó un instante de paz y gratitud.

El reto del sábado era claro: comenzar a editar el video promocional de su libro en el Mirador Artístico, con la ayuda de Ligia y su esposo Germán. Kike sentía que era el momento de llevar su obra al mundo. Contaba con el apoyo incondicional de amigos que promovían su trabajo en redes sociales y en el extranjero: Celmira en San José del Guaviare, Consuelo en Nueva York, Ricardo Salamanca a través de su hija en Francia y Carlos Mayorga en Europa y Estados Unidos.

Sin embargo, Kike sabía que la tarea de hacer que su libro resonara en el mundo era suya y de nadie más. En un mercado saturado de historias, destacar era un desafío titánico. ¿Lo lograría?

...Esta historia, continuará.

Querido lector, te invito a sumergirte en relatos que te harán soñar, reflexionar y encontrar inspiración en lo cotidiano. Cada historia que comparto está impregnada de enseñanzas basadas en experiencias, sueños y momentos que han marcado mi camino. Si alguna vez has sentido que necesitas un impulso para seguir adelante, este libro es para ti.


Plataformas dónde encuentras mi libro‼️‼️🦉🎼😇🙏

Te llevaré a través de relatos emocionantes que te ayudarán a ver la vida desde una nueva perspectiva, recordándote que cada día es una oportunidad para crecer y evolucionar.

Te comparto la carátula del libro y el enlace de Google donde encontrarás las plataformas en las que puedes adquirirlo en cualquiera de sus cuatro formatos. Agradezco tu apoyo, pues esta es mi única fuente de ingreso y mi misión en el mundo: escribir con sabiduría e inteligencia, inspirando a través de mis palabras.

¡Gracias por ser parte de esta aventura literaria!



 

sábado, 8 de febrero de 2025

# "El Viaje de Kike: Un Día de Encuentros y Destinos"


 Era un jueves 6 de febrero, cuando el sol amaneció entonando su cántico de luz sobre Silvania, tierra de promisión e inspiración. En el parador Choriloco, el aire matinal olía a café fresco y a historias por escribirse. Kike se despidió de Linda con un abrazo cálido. Ella partió hacia la oficina de Interapidisimo de Silvania para enviar dos libros a sus amigos Yaneth Rivera y Gonzalo Jiménez, mientras él abordaba una van del Expreso Bolivariano rumbo a Bogotá.

Kike se sintió lleno de energía, como si la jornada le prometiera sorpresas y enseñanzas. Abrió su ejemplar de "Tónico para el Alma" de Osho y, entre sus páginas, encontró ejercicios de meditación que parecían escritos para él en ese preciso instante. El viaje transcurrió en un parpadeo, y cuando el reloj marcó las 9:40 a. m., ya había llegado a Soacha. En el centro comercial Gran Plaza, se hizo de unas gafas para lectura antes de continuar su travesía en Transmilenio hasta la estación Santander. Desde allí, un transbordo en SITP lo llevó al barrio Olaya, donde esperaba obtener respuestas sobre la presentación de su libro en las ferias de Bogotá. Sin embargo, la jefa de la biblioteca, atrapada en la bruma de la burocracia, no pudo darle información clara. Sabía que, si quería que su sueño se hiciera realidad, tendría que mover influencias y abrirse camino por su cuenta.

Confiando en los vínculos forjados en el tiempo, visitó primero a doña Nohorita, una amiga de años que lo recibió con un abrazo fraterno. Junto a su esposo, Jesús Rincón, le expresaron su alegría por su nuevo libro. Mientras atendía a sus clientes, doña Nohorita habló con orgullo de la magia de Kike para transformar historias en enseñanzas. No dudó en comprarle un ejemplar y Kike le dedicó unas líneas llenas de gratitud:

"A mi entrañable amiga Nohora Rodríguez y su esposo Jesús Rincón, Porque las verdaderas historias no solo se leen, sino que también se sienten, se viven y se comparten..."

Con el corazón ligero y el espíritu enérgico, se dirigió a la óptica de doña Yesni, quien junto a sus hijas Eliana, Catherine e Ivanna, lo recibieron con un cálido abrazo. Entre recuerdos y risas, recordaron los tiempos en que ellas frecuentaban el corresponsal bancario de Kike. Conmovida por la pasión del escritor, Yesni adquirió otro libro, y Kike le dejó una dedicatoria impregnada de inspiración:

"Para mi querida amiga Yesni y sus maravillosas hijas... Que cada historia en este libro encienda en ustedes la chispa de la imaginación y les recuerde que los sueños siempre están al alcance de quien se atreve a creer en ellos..."

Más tarde, en el bullicioso mercado del barrio, saludó a su amiga Ingrid, una emprendedora incansable, quien prometió llamarlo pronto para adquirir su obra. Luego, visitó a Luz Dary Contreras y su esposo Nelson, amigos que, en los momentos difíciles, le habían tendido una mano. Sin dudarlo, ellos también compraron su libro, y Kike les escribió:

"A mis grandes amigos Nelson Aguilera y Luz Dary Contreras, Porque en el camino de la vida y del atletismo, no solo se necesitan fuerzas en las piernas, sino también en el alma..."

Con la satisfacción de haber compartido su mensaje con tres familias más, Kike visitó a sus suegros, donde su cuñada Edith lo sorprendía con un delicioso almuerzo. Entre anécdotas y afecto, le hicieron sentir que su viaje había valido la pena. Su sobrino Miller, en un gesto desinteresado, lo acercó a la estación Centenario, donde abordó un Transmilenio de regreso a Soacha. Desde allí, una flota lo llevó de vuelta a Silvania.

Mientras el autobús surcaba la carretera, Kike meditaba y agradecía. Había sembrado semillas de esperanza y cambio, y sentía en su corazón que lo mejor estaba por llegar.

miércoles, 22 de enero de 2025

#Kike visita sus orígenes: la montaña, la casa de su abuelo y donde conoció a Linda


 Eran las 9:46 de la mañana del 21 de enero, una mañana tibia y soleada con una temperatura de 24 grados en el parador Los Carreteros, en Silvania. Kike, con una mezcla de nostalgia y emoción, abordó un colectivo de la empresa Taxis Verdes que lo llevaría a Soacha, donde realizaría unas diligencias antes de dirigirse a la ciudad de Bogotá. Su destino final era la casa de don Ricardo Salamanca, quien junto a su esposa Dora Vanegas y su hijo Samuel lo esperaban para recibir un ejemplar de su libro: “Historias que inspiran la imaginación”.

El recuerdo de la llamada de don Ricardo en diciembre pasado le arrancó una sonrisa. Con voz entusiasta, su amigo le había dicho: "Te felicito por tu primer libro, pero por favor aparta el primero para mí, lo quiero comprar". Aquella tarde, Kike disfrutó de un almuerzo en una pescadería del barrio Olaya, donde compartieron un delicioso sancocho de pescado, arroz de coco, róbalo, ensalada y limonada. Entre risas y anécdotas, entregó el libro con una dedicatoria especial y su autógrafo, sintiéndose profundamente agradecido por el gesto de sus amigos y que al día siguiente kike les envió un escrito de agradecimiento.



Antes de continuar su viaje, Kike visitó a viejos conocidos del Olaya: doña Jessmin, doña Luisa, don Edwin y doña Yosmary. Luego, abordó un SITP hacia el barrio San José Sur Oriental, donde su corazón latía con fuerza al acercarse a la casa de su infancia. Aquella humilde morada rodeada de frondosa naturaleza había sido testigo de sus primeros sueños, de las historias que su abuelo y tío le contaban sobre sus antepasados y de los juegos interminables bajo el cielo despejado. Hoy, la casa era un moderno edificio de tres pisos, rodeado de nuevas construcciones que ocultaban la vista de la majestuosa Serranía del Zuque, su musa de la niñez.

Con cada paso que daba, Kike sentía como si el tiempo se plegara sobre sí mismo, mezclando pasado y presente en un torbellino de emociones. Las risas de su niñez parecían susurrar entre los muros, y el aroma del viejo fogón de su abuelo aún impregnaba el aire. Su corazón se estremeció cuando recordó la tarde en la que descubrió un viejo baúl lleno de cartas de su abuelo, quien siempre le hablaba de un tesoro escondido en la montaña. ¿Sería verdad o solo una historia más de su imaginación infantil?

El destino lo guió al salón comunal del mismo barrio, donde conoció a Linda, su amada esposa, en una tarde de 1990. Revivió en su mente aquel primer encuentro cargado de timidez y magia, un momento que cambiaría su vida para siempre. Luego, visitó fugazmente a sus suegros, quienes lo sorprendieron con un generoso mercado y los sabios consejos de su suegra, cuyo amor y ternura lo hicieron sentir como un hijo más. Con el corazón rebosante de gratitud, Kike partió nuevamente hacia Villa de las Bendiciones, en Silvania, donde Linda y su hijo Juanpis lo esperaban ansiosos. Durante el trayecto, aprovechó el tiempo para escribir y reflexionar sobre su jornada.

Al día siguiente, Kike envió un emotivo mensaje de agradecimiento a su suegra y cuñada:

"Querida suegra,

Muchas gracias por el generoso mercado que nos obsequiaste ayer. Tu detalle nos llenó de alegría y gratitud. También agradezco sinceramente los sabios consejos que me diste. Los tendré muy en cuenta y los valoro mucho.

Me conmueve especialmente tu preocupación por mi hijo Juanpis. Tu amor y cuidado hacia él significan mucho para mí. Que Dios te multiplique tu bondad y generosidad.

Y querida Edith, mi cuñada,

Gracias por las deliciosas arepas que me obsequiaste. Sé que las preparas con mucho esmero y amor, y eso las hace aún más especiales.

Con gratitud y cariño, Kike, el mejor escritor."

Esta historia nos enseña que cultivar la gratitud nos libera de muchas ataduras interiores y que visitar los lugares donde vivimos una niñez inolvidable tiene múltiples beneficios, como:

  1. Reconexión emocional: Revivir recuerdos felices genera bienestar y gratitud, fortaleciendo nuestra identidad y sentido de pertenencia.

  2. Sanación personal: Ayuda a cerrar ciclos y sanar heridas del pasado, permitiendo reflexionar sobre el crecimiento personal.

  3. Renovación de la inspiración: Redescubrir esos lugares despierta la creatividad y fomenta la apreciación de las pequeñas cosas.

  4. Fortalecimiento de relaciones: Compartir experiencias con seres queridos refuerza los lazos afectivos.

  5. Reducción del estrés y ansiedad: Regresar a entornos familiares proporciona tranquilidad y seguridad.

  6. Valoración del presente: Comparar el ayer con el hoy nos ayuda a apreciar los logros y a visualizar nuevas metas.

  7. Exploración cultural y social: Permite ver cómo han cambiado esos lugares con el tiempo y conectar con las personas que formaron parte de nuestra infancia.

Revisitar esos sitios es una excelente manera de reconectar con uno mismo y recargar energías para seguir adelante con una visión renovada.

lunes, 30 de diciembre de 2024

#NELO: LA TARDE EN SILVANIA

Era una tarde apacible en Silvania. El sol se filtraba suavemente entre las ramas de los árboles, cuyas hojas, como vestidos frondosos, bailaban al compás de una brisa juguetona. En la ladera, los pájaros emergían de sus nidos alcolchonados, entonando melodías que parecían estar destinadas a un solo espectador. Nelo, con los ojos cerrados y el corazón abierto, sentía que aquellas canciones eran para él, como si la naturaleza entera le ofreciera una serenata exclusiva.

Mientras los trinos resonaban, Nelo recordó un versículo de Mateo:
"Mira las aves del cielo que no siembran, ni siegan, ni recogen en graneros; y vuestro Padre celestial las alimenta. ¿No valéis vosotros mucho más que ellas?"
Ese pensamiento lo llenó de felicidad, y una sonrisa iluminó su rostro mientras continuaba su camino, disfrutando del abrazo de la brisa que parecía susurrarle secretos antiguos.

EL ENCUENTRO EN ZERATENA

Al llegar al pueblo, los sonidos de trompetas y risas infantiles llenaron el aire. Era la cabalgata de los niños, quienes montaban caballos de madera con la alegría propia de la infancia. Nelo observaba la escena con ternura, contagiándose de la felicidad que irradiaban aquellos pequeños.

De repente, el cielo cambió su semblante. Nubes grises se desplegaron y, como si el universo quisiera dar una limpieza ceremonial, comenzó a llover. Las calles se bañaron en una lluvia transparente que dejó todo impecable, un espectáculo que Nelo contempló con calma, mientras pensaba en su cita con kike 

El tiempo pasó, y justo cuando la lluvia cesó, Kike llegó, sonriente y lleno de energía. Se dirigieron a Zeratena, un café acogedor donde las palabras parecían tener vida propia. Allí, entre sorbos de café y el calor de las historias compartidas, los dos amigos exploraron anécdotas, fotografías y recuerdos que trazaban las líneas de sus vidas.

EL PODER DE LAS CONEXIONES

Nelo presentó a dos amigas, Laura y Stefany, quienes escucharon con atención a Kike, un hombre cuya sabiduría y pasión por la literatura irradiaban en cada palabra. El grupo intercambió ideas, reímos y planeamos futuros encuentros literarios, donde los libros serían la excusa perfecta para conectar corazones y mentes.

Al final, Nelo reflexionó sobre el encuentro:
"Kike no solo es un hombre respetuoso, sino un maestro que sabe escuchar, inspirar y elevar el ánimo. Este encuentro me recordó que cada momento de la vida es una oportunidad para aprender, agradecer y crecer."

Antes de despedirse, Kike le dejó una reflexión que Nelo llevaría consigo siempre:
"La verdadera riqueza no está en lo que posees, sino en lo que compartes. Las palabras, las historias y el tiempo son tesoros que multiplican su valor cuando los das a otros."

UN MENSAJE PARA EL ALMA

De regreso a casa, mientras las estrellas comenzaban a aparecer en el cielo, Nelo pensó en lo bendecido que era. Ese día había sido una sinfonía de emociones, una danza entre la naturaleza, la amistad y las palabras. Agradeció a Dios por los encuentros que nutren el alma y fortalecen el espíritu, y entendió que la vida, como los trinos de las aves, está llena de regalos inesperados para quienes saben escuchar.

jueves, 19 de diciembre de 2024

#"Música, Letras y Magia en el Mirador Artístico en Silvania"


 Érase, un atardecer, lunes 16 de diciembre en Silvania, donde la tarde irradiaba un sol dorado que pintaba el cielo con pinceladas de nostalgia y promesas. Un tráfico pesado, como si el tiempo mismo se resistiera a avanzar, frenaba el camino de doña Ligia Marina Másmela y su esposo Germán Pinzón Pineda, quienes se dirigían con ansias al Mirador Artístico de Silvania. El lugar, una joya entre montañas, parecía tener el don de detener la rutina y abrir portales a mundos de inspiración.

Doña Ligia y Germán iban con un propósito especial: encontrarse con Kike, el escritor local cuya obra, "Historias que inspiran la imaginación", había despertado su curiosidad. A las 2:55 p.m., conscientes de que el tiempo se escurría, llamaron a Kike para disculparse por el retraso. La voz de Kike, serena como el murmullo de un río, les respondió:
—Tranquila, doña Ligia. Aquí los espero, sin prisa.

Mientras tanto, el Mirador los aguardaba como un anfitrión discreto, desplegando ante Kike su paisaje de colinas y susurros de viento. Sentado en un rincón, con los ojos cerrados y el corazón en paz, meditaba. El aroma del café recién molido flotaba en el aire, como si la tarde misma quisiera ser testigo del encuentro.

A las 3:18 p.m., el sonido de un motor interrumpió el silencio. Doña Ligia y Germán llegaron al lugar. Al bajar del vehículo, el viento juguetón desordenó sus cabellos mientras sus sonrisas encendían el ambiente. Al acercarse a Kike, ambos lo saludaron con la calidez de viejos conocidos, rememorando el primer encuentro en unas capacitaciones meses atrás.

—Kike, déjame presentarte oficialmente a mi esposo Germán —dijo doña Ligia con orgullo—. Los dos somos músicos, enamorados de la cultura y la educación.

Durante las siguientes dos horas, la magia se tejió en cada palabra. Germán compartió historias de su niñez en Chipa Viejo, evocando su ascenso desde un pequeño pueblo hasta dirigir óperas y zarzuelas en escenarios internacionales. Su voz, acompañada de gestos precisos, parecía arrancar suspiros al paisaje que los rodeaba.

Doña Ligia, por su parte, iluminó la conversación con anécdotas de sus clases de pedagogía infantil, música y danza. Su pasión vibraba en cada palabra, mientras Germán amenizaba con chistes y recuerdos.

Kike, observándolos con admiración, habló de su amor por la escritura, de cómo las páginas de los libros lo guiaron en su juventud y lo llevaron a dar vida a historias que buscaban transformar al lector.
—Escribir es como meditar —confesó Kike—. Encuentras un lugar donde el tiempo no existe y la imaginación es libre de volar.

Cuando Germán sacó los instrumentos, la atmósfera se llenó de notas que parecían bailar entre las montañas. Interpretaron canciones del maestro José Jacinto Monroy, y cada acorde resonó como un eco de las raíces colombianas.

"Que tiene tu mirada" con: Germán Pinzón Pineda y Ligia Marina Másmela Compositor Jacinto Monroy

"Colombia es amor". Con: Germán Pinzón Pineda y Ligia Marina Másmela Compositor Jacinto Monroy

El tinto, servido con esmero, parecía más dulce bajo la influencia de las melodías y las risas compartidas. Fue entonces cuando doña Ligia tomó entre sus manos el libro de Kike, quien le dedicó unas palabras que parecían extraídas del alma misma de Silvania:
"Para doña Ligia, cuya vida es una sinfonía de aprendizaje y arte. Que estas historias sean una inspiración más en su camino."

Al despedirse, doña Ligia y Germán extendieron una invitación para un evento cultural en el mismo mirador, donde poetas, músicos y pintores se reunirían para compartir su arte.

Al día siguiente, un mensaje de doña Ligia llegó al teléfono de Kike:
—Kike, tu libro es un viaje. Cada página me transporta a lugares donde los colores, los olores y los sabores cobran vida. Gracias por compartir tu mundo.

Así, entre música, palabras y montañas, nació una amistad que prometía inspirar a todos los que se cruzaran con su historia.

martes, 17 de diciembre de 2024

#"La Magia de Yayata y el Legado del Vergel"


 Era una mañana vibrante de un 16 de diciembre. El reloj marcaba las 11:16 a.m. en la finca El Vergel, un rincón paradisíaco de la vereda Yayata. La vegetación espesa parecía tener vida propia, susurrando historias al viento mientras los frutales se mecían como si dieran la bienvenida a quienes estaban por llegar. En medio de este entorno mágico, don Cristóbal Hernández, nacido en Ráquira, ultimaba los detalles para la esperada reunión clausura del programa “Yayata Centro Agroecológico”, liderado por Wilson García, ingeniero de la UTAMA.

Don Cristóbal, con su característico entusiasmo, adobaba una deliciosa carne que sería el centro de un banquete acompañado de plátano, papa y yuca, cocidos en un horno de leña que parecía tener el poder de infundir amor en cada bocado. A su lado, don Wilson, el ingeniero Dubán y una vecina de la región aportaban sus manos y corazones al festín que sellaría un año de esfuerzo y aprendizajes.

Mientras los dueños de las fincas vecinas comenzaban a llegar, trayendo consigo relatos de cosechas y lecciones aprendidas, apareció Kike, el escritor de Silvania. Con su cuaderno en mano, Kike tenía un objetivo claro: capturar la esencia de cada historia narrada, porque sabía que cada palabra sería un eco para las generaciones futuras.

Don Cristóbal, mientras compartía su experiencia, recordó cómo llegó hace cinco años desde Bogotá, animado por un amigo a comprar un casalote. Lo transformó, con esfuerzo y dedicación, en la finca El Vergel, su refugio y orgullo. "No sabía nada del campo", confesó, "pero gracias a don Wilson aprendí sobre lombricultura y la siembra de colinos. Ahora la tierra me habla, y yo he aprendido a escucharla".

Doña Sandra, con su hija a su lado, también compartió su historia. Procedente de Bogotá, había llegado a Silvania cuatro años atrás. Desde el primer día se conectó profundamente con la naturaleza que la rodeaba. Su lema, “Cultivar con amor”, se convirtió en su norte, y con la guía de don Wilson transformó su forma de vivir, aprendiendo a convertir desechos orgánicos en nutrientes para la tierra. No solo cambió su vida, sino que también se convirtió en una profesora para la comunidad, enseñando a los niños sobre la importancia de reciclar y proteger el planeta.

La reunión tomó un cariz solemne cuando don Wilson se dirigió a los asistentes. Agradeció su compromiso durante el año y los animó a seguir creyendo en el poder del trabajo conjunto. “Pensar diferente y sembrar con amor es lo que nos hará recoger frutos que cambien nuestro futuro”, dijo, mientras hacía el lanzamiento oficial del libro “Historias que Inspiran la Imaginación” de Jaime Humberto Sanabria, una obra que al final de cada capítulo dejaba una enseñanza y huella de motivación al lector.

La ingeniera Martha Poveda tomó la palabra para felicitar a los asistentes. Luego, con la precisión de quien sabe que cada semilla cuenta, elaboró un listado para distribuir libras de semillas entre los presentes. El ingeniero Dubán, por su parte, habló de la importancia de la comida limpia y de sembrar lo que se consume, compartiendo cómo había creado su propio huerto gracias a las enseñanzas del Centro Agroecológico.

Cultivos con amor

Cultivos con amor 2

Cultivos con amor 3

Cultivos con amor 4

Cultivos con amor 5

Cultivos con amor 6

Cultivos con amor 7

Cultivos con amor 8

Cultivos con amor 9

Cultivos con amor 10

Un viaje al Vergel

Un viaje al Vergel 2

Cuando los invitados comenzaron a narrar sus propias experiencias, el aire se llenó de una magia indescriptible. Sus relatos, cargados de esperanza y transformación, parecían dar vida a la vereda Yayata. Era como si el suelo mismo, alimentado por el amor y el esfuerzo de aquellos campesinos, respirara agradecido por la nueva conciencia que germinaba en cada corazón.







El asado, preparado con esmero por don Cristóbal, se convirtió en el cierre perfecto para una jornada inolvidable. Entre risas, abrazos y el sonido del viento acariciando las copas de los árboles, la reunión llegó a su fin. Pero el mensaje quedó grabado en cada alma: el verdadero cambio comienza cuando decidimos cuidar lo que nos rodea, con constancia y pasión.

Así, en la vereda Yayata, se selló un pacto no solo con la tierra, sino con el futuro. Un mensaje que, sin duda, resonaría durante generaciones, recordando a todos que el que siembra con amor, recoge los frutos más dulces.



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