La noche del lunes 24 de marzo en Villa de las Bendiciones era tibia y serena. El cielo despejado revelaba con nitidez las estrellas de Orión, como testigos silenciosos de lo que estaba por suceder. Kike meditaba sobre los tres días del puente festivo, cuando la villa se vaciaba porque sus habitantes viajaban a otras ciudades. Su vecino Carlos Vera y su familia se habían marchado el viernes, dejando un aire de soledad flotando en el ambiente. Pero esa soledad no duraría mucho.
La llegada inesperada de don Ricardo Sáenz transformó por completo la atmósfera de Villa de las Bendiciones. Aquel hombre, dueño de una casa de descanso pegada a la villa, apareció como un presagio. Kike lo divisó a las 10:00 a. m. y, guiado por una extraña intuición, se acercó sigilosamente. Nunca había tenido la oportunidad de conocerlo a fondo, pero sintió el impulso de hablarle sobre su libro.
Don Ricardo, con una sonrisa amable, lo recibió en su casa "La Perla" y le ofreció un tinto caliente. Mientras el aroma del café llenaba el aire, Kike se presentó con entusiasmo:
—Soy Jaime Humberto Sanabria, autor de Historias que Inspiran, un libro nacido de mi pasión por la escritura, la reflexión y la vida misma. A través de estas páginas, invito al lector a sumergirse en relatos que lo harán soñar, reflexionar y encontrar la inspiración en lo cotidiano...
Don Ricardo lo interrumpió sorprendido:
—Uyy, Kike, eso suena inspirador y poético. Te lo compro.
El vínculo entre ambos se selló en ese instante. Hablaron sobre la noble labor de don Ricardo, quien diseñaba dotaciones para los bomberos. Como muestra de gratitud, Kike le firmó una dedicatoria en su libro:
Ricardo, gran amigo y vecino en Villa de las Bendiciones, admiro profundamente tu labor en el diseño de implementos y dotaciones para el cuerpo de bomberos. Tu trabajo, aunque muchas veces silencioso, es fundamental para la seguridad y bienestar de la sociedad en momentos críticos.
Aquel día, Kike también envió por mensajería un ejemplar de su libro a su hermano Eduardo y a su cuñada Luz Marina en Bogotá. La conexión entre los sucesos tomaba un carácter casi profético.
Al día siguiente, Kike y don Ricardo cumplieron con la tarea de sembrar cinco colinos de banano: tres para Villa de las Bendiciones y dos para la huerta comunal. Don Ricardo, con su experiencia, le sugirió también plantar tres palmas en un punto estratégico, cerca del camino pavimentado que dividía la casa. Kike aceptó el consejo y, con paciencia, abrió los tres huecos, les agregó abono y tierra orgánica, y sembró las palmas justo antes del anochecer.
Con la satisfacción del trabajo cumplido, cenó con Juanpis y, al caer la noche, sintió un escalofrío inexplicable. Alzó la vista al cielo y se quedó pasmado. Las tres palmas que acababa de plantar parecían apuntar directamente a las tres estrellas de Orión, reflejando un enigma oculto en la noche despejada.
Una ola de frío recorrió su espalda. Recordó la antigua leyenda egipcia sobre las tres pirámides de Giza, construidas en alineación con esas mismas estrellas. Investigó al respecto y descubrió que, según los egipcios, aquellas estrellas representaban el descanso del alma de Osiris, el dios de la resurrección y el juicio de los difuntos.
Kike se sintió atrapado en un vínculo mágico con el universo. Tres días festivos, tres colinos sembrados, tres palmas creciendo firmes y apuntando al cielo, tres estrellas iluminando la noche... ¿Casualidad o destino?
A la medianoche del lunes 24 de marzo, Kike se sentó a escribir en su blog. Tituló su relato El Misterio de la Bendición Invisible. Aún no sabía qué secretos ocultaba aquel tríptico de coincidencias, pero algo le decía que era solo el comienzo.
Esta historia continuará...La noche del lunes 24 de marzo en Villa de las Bendiciones era tibia y serena. El cielo despejado revelaba con nitidez las estrellas de Orión, como testigos silenciosos de lo que estaba por suceder. Kike meditaba sobre los tres días del puente festivo, cuando la villa se vaciaba porque sus habitantes viajaban a otras ciudades. Su vecino Carlos Vera y su familia se habían marchado el viernes, dejando un aire de soledad flotando en el ambiente. Pero esa soledad no duraría mucho.
La llegada inesperada de don Ricardo Sáenz transformó por completo la atmósfera de Villa de las Bendiciones. Aquel hombre, dueño de una casa de descanso pegada a la villa, apareció como un presagio. Kike lo divisó a las 10:00 a. m. y, guiado por una extraña intuición, se acercó sigilosamente. Nunca había tenido la oportunidad de conocerlo a fondo, pero sintió el impulso de hablarle sobre su libro.
Don Ricardo, con una sonrisa amable, lo recibió en su casa "La Perla" y le ofreció un tinto caliente. Mientras el aroma del café llenaba el aire, Kike se presentó con entusiasmo:
—Soy Jaime Humberto Sanabria, autor de Historias que Inspiran, un libro nacido de mi pasión por la escritura, la reflexión y la vida misma. A través de estas páginas, invito al lector a sumergirse en relatos que lo harán soñar, reflexionar y encontrar la inspiración en lo cotidiano...
Don Ricardo lo interrumpió sorprendido:
—Uyy, Kike, eso suena inspirador y poético. Te lo compro.
El vínculo entre ambos se selló en ese instante. Hablaron sobre la noble labor de don Ricardo, quien diseñaba dotaciones para los bomberos. Como muestra de gratitud, Kike le firmó una dedicatoria en su libro:
Ricardo, gran amigo y vecino en Villa de las Bendiciones, admiro profundamente tu labor en el diseño de implementos y dotaciones para el cuerpo de bomberos. Tu trabajo, aunque muchas veces silencioso, es fundamental para la seguridad y bienestar de la sociedad en momentos críticos.
Aquel día, Kike también envió por mensajería un ejemplar de su libro a su hermano Eduardo y a su cuñada Luz Marina en Bogotá. La conexión entre los sucesos tomaba un carácter casi profético.
Al día siguiente, Kike y don Ricardo cumplieron con la tarea de sembrar cinco colinos de banano: tres para Villa de las Bendiciones y dos para la huerta comunal. Don Ricardo, con su experiencia, le sugirió también plantar tres palmas en un punto estratégico, cerca del camino pavimentado que dividía la casa. Kike aceptó el consejo y, con paciencia, abrió los tres huecos, les agregó abono y tierra orgánica, y sembró las palmas justo antes del anochecer.
Con la satisfacción del trabajo cumplido, cenó con Juanpis y, al caer la noche, sintió un escalofrío inexplicable. Alzó la vista al cielo y se quedó pasmado. Las tres palmas que acababa de plantar parecían apuntar directamente a las tres estrellas de Orión, reflejando un enigma oculto en la noche despejada.
Una ola de frío recorrió su espalda. Recordó la antigua leyenda egipcia sobre las tres pirámides de Giza, construidas en alineación con esas mismas estrellas. Investigó al respecto y descubrió que, según los egipcios, aquellas estrellas representaban el descanso del alma de Osiris, el dios de la resurrección y el juicio de los difuntos.
Kike se sintió atrapado en un vínculo mágico con el universo. Tres días festivos, tres colinos sembrados, tres palmas creciendo firmes y apuntando al cielo, tres estrellas iluminando la noche... ¿Casualidad o destino?
A la medianoche del lunes 24 de marzo, Kike se sentó a escribir en su blog. Tituló su relato El Misterio de la Bendición Invisible. Aún no sabía qué secretos ocultaba aquel tríptico de coincidencias, pero algo le decía que era solo el comienzo.
Esta historia continuará...
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