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viernes, 18 de abril de 2025

#"Los Visitantes del Destino en Villa de las Bendiciones"


 Era un martes 15 de abril, en un rincón escondido del mundo llamado Villa de las Bendiciones, donde el tiempo se toma licencias para detenerse y las mañanas nacen siempre bajo cielos despejados, custodiadas por el canto de los pájaros migratorios. Aquella mañana, las veredas y campos de Silvania respiraban una tregua al invierno, como si la vida entera esperara algo.

Kike despertó de un sueño profundo —uno de esos que dejan ecos en el alma— celebrando en su corazón una visita insólita: Karen Tatiana y su misterioso amigo Omar. No los había visto aún, pero algo dentro de él anunciaba que aquella llegada traería señales, cambios, y quizá… respuestas. El reloj marcaba 5:40 a.m.

Siguiendo su ritual sagrado, Kike se entregó a la meditación, 20 minutos de conversación con el silencio, luego ensayó nueve veces el libreto para el lanzamiento de su primer libro frente al espejo, hasta que las palabras se fundieron con su alma. Como quien convoca los espíritus de sus ancestros, escribió oraciones con la mano izquierda en una hoja blanca, firmó afirmaciones, leyó versículos de la Biblia y terminó “El olor a guayaba” de Gabo, donde se descubrió en las palabras de ese otro soñador, como si fuesen hermanos separados por el tiempo.

La mañana avanzó entre escobas, trapos, y un aire de preparación. Kike sabía que la casa debía estar impecable, como quien limpia no sólo su hogar, sino su espíritu. Tres horas después, todo estaba listo.

A las 3:01 p.m., Karen debía venir ya en camino. Kike la llamó y la sorpresa fue grande:
No, Kike, hasta ahora abordé el bus para irme al terminal —contestó ella.
Kike soltó una carcajada, aliviado de tener tiempo para hacer unas llamadas.

Tres llamadas, tres éxitos. La vida, que es sabia, parecía sonreírle. Entre ellas, Nini confirmó la compra de un ejemplar y Kike escribió con alma la dedicatoria:

"Que nunca se apague en ti la luz de la curiosidad, la fe en los milagros cotidianos y la certeza de que lo mejor de la vida llega disfrazado de pequeñas sorpresas."

A las 3:24 p.m. partió hacia Silvania. En el alto de la Virgen, sonó su teléfono: —Kike, ya vamos en el Altico, en Soacha —anunció Karen.
El tiempo parecía acelerarse. Revisó Google Maps, y ahí estaban, viajando rápido por la carretera como si alguien invisible los empujara. Kike, curioso, decidió esperarlos.

A las 5:16 p.m., la flota se detuvo en Silvania. Los observó descender. Karen, luminosa, y Omar, envuelto en un aura extraña, como un personaje salido de un libro sin final. Se saludaron. Kike les mostró su libro, relatando con pasión su creación, y Omar, sin pensarlo:
¡Te lo compro ya!

Subieron juntos a Villa de las Bendiciones. Karen y Omar se quedarían a pasar la Semana Santa. Pero había algo en el aire, una vibración extraña, como si la villa los estuviera esperando.

Esa noche, ellos salieron a recorrer el pueblo, tomar fotos, comprar víveres. Kike compartió la mesa con Juanpis, disfrutando una sopa de pasta con verduras, arroz, alverja, carne frita y jugo de mango. Era una cena sencilla, pero con sabor a hogar.

A las 8:00 p.m., regresaron con merienda en mano. La casa se llenó de historias, risas, maíz pira, tinto y galletas. Kike narró las peripecias de escribir su primer libro, y entre palabras, algo invisible se movía en los rincones de aquella noche.

Karen y Omar eligieron sus habitaciones, pero nadie sabía aún qué aventuras aguardaban.
¿Qué misterios escondía la visita de aquel amigo desconocido?
¿Qué señales había entrelazado el destino en esa tarde de abril?
¿Serían simples viajeros… o enviados de una fuerza mayor?

…La historia apenas comienza.


Reflexión final:

A veces, las visitas que llegan sin aviso son los mensajeros de los cambios que nuestra alma ha pedido en silencio. La vida, como un buen libro, se encarga de reunir a los personajes cuando el momento es perfecto.

jueves, 3 de abril de 2025

#La carrera de Kike: conquistando Monserrate con el corazón en la mano


Era un sábado 1 de abril de 2017, una mañana gris y húmeda en el barrio Olaya de Bogotá. La ciudad aún dormía bajo una llovizna tenue que susurraba sobre los tejados y humedecía el asfalto. El reloj marcaba las 4:32 a.m. cuando Kike abrió los ojos, sintiendo en el aire la energía de lo inminente. Se encomendó a Dios, meditó en silencio, anotó en su libreta sus objetivos con la precisión de un alquimista y, con cada respiración profunda, llenó sus pulmones de determinación. La montaña lo esperaba, y él no iba a fallarse a sí mismo.

Su uniforme del Club ADES era su armadura. Bebiendo su Biocros y Egolife como si fueran el elixir de los guerreros ancestrales, Kike se preparó para la batalla. A las 5:15 a.m., con la ciudad todavía sumida en sombras, cruzó el umbral de su hogar. No había buses ni autos en su ecuación; solo sus piernas, su corazón y el asfalto mojado. La Caracas se extendía ante él como un río negro y solitario. Con cada zancada, dejaba atrás el eco de su propio aliento. Pasó el Parque Tercer Milenio, se internó en La Candelaria y surgió en la Quinta de Bolívar como un espectro de la madrugada. Cuando llegó a la entrada del cerro a las 5:45 a.m., sus compañeros apenas comenzaban a calentar.


El sendero peatonal de Monserrate se alzaba imponente: 2.350 metros de ascenso, 1.605 escalones que parecían esculpidos por los dioses para probar la voluntad de los hombres. Sus compañeros partieron cinco minutos antes, convencidos de que su ventaja les garantizaría la supremacía. Pero ellos no conocían el fuego que ardía en el alma de Kike.

Con el primer paso, sintió el llamado de la montaña. La adrenalina rugió en sus venas, cada escalón se convirtió en un latido, cada inhalación en un mantra de guerra. La llovizna y el sudor se entremezclaban en su piel mientras sus piernas devoraban la piedra antigua del camino. Sus compañeros emergieron en su visión como sombras jadeantes, guerreros cansados que aún peleaban su propia batalla. Kike los alcanzó, los dejó atrás uno a uno, su determinación transformada en viento.


Los últimos 500 metros fueron una revelación. El dolor ardía en sus músculos, su corazón tamborileaba con fuerza brutal, pero su mente estaba clara como el alba. La cima lo llamaba. No había dudas, no había cansancio, solo la inexorable certeza de su victoria. Y entonces, tras 25 minutos y 20 segundos de pura entrega, Kike cruzó la meta.

Solo.

Primero.

Victorioso.

Bogotá, envuelta en la niebla matinal, se extendía ante él como un reino conquistado. Sus compañeros, aún escalando, lo miraban con una mezcla de asombro y respeto. Había borrado los cinco minutos de ventaja, desafiado el tiempo y se había encontrado a sí mismo en cada paso.

Correr Monserrate no es solo un reto físico; es un pacto con la montaña, una danza entre el cuerpo y el espíritu. Y ese día, Kike no solo conquistó la cumbre. Se conquistó a sí mismo.

 

jueves, 20 de febrero de 2025

#El Misterio de los Diez Minutos Perdidos


 Era una mañana cálida en Villa de las Bendiciones, donde el tiempo parecía detenerse. Marcaban las 5:58 a.m. y el sonido celestial de la naturaleza despertaba a Kike. Los pájaros de colores revoloteaban y picoteaban su ventana mientras los primeros rayos del sol se filtraban por las cortinas. Había dormido poco, apenas cuatro horas, pero sentía una energía especial. Hoy era un día importante: tenía una cita con el alcalde Ricardo Pulido para discutir unos cursos del SENA y algunos asuntos personales.


A las 7:32 a.m., bien presentado con pantalón café y camisa de rayas, Kike salió rumbo a la alcaldía. Caminó despacio, absorbiendo cada instante del paisaje matutino. Al llegar a las 7:40 a.m., se encontró con su amigo Wilson, quien lo recibió con alegría. Se dirigieron a la oficina de Wilson, donde compartieron un tinto bien cargado, propio de la región. Entre sorbos y risas, hablaron sobre las entregas de insumos, semillas y plantas que se realizarían a las familias capacitadas a final de año.

Mientras esperaba a la Dra. Olga Romero, Kike intentó agendar su cita con el alcalde, pero la secretaria le informó que no estaría en la oficina hoy. Estaba organizando la celebración de los 90 años de Silvania. Kike lo comprendió de inmediato; habría que esperar unos días más.

Cuando finalmente llegó la Dra. Olga, junto con "el Paisita", discutieron el itinerario de la celebración y el reinado. Kike, sin embargo, no podría asistir; sus compromisos en Villa de las Bendiciones lo reclamaban. Al salir de la alcaldía, Wilson lo presentó con entusiasmo: "Paisa, este es Kike, el escritor y poeta de Silvania". Compartieron otro tinto en un puesto de jugos, riendo y conversando sobre la entrega de insumos el lunes, cuando Kike escribiría un blog sobre el evento.

Terminada la charla, Kike se dirigió a hacer unas compras para su almuerzo. En su recorrido, observaba todo a su alrededor, concentrado en el presente, hasta que se topó con la iglesia. Sintiendo un llamado interno, entró. En el silencio del templo, una única persona oraba en un rincón. Se arrodilló frente a la imagen de María Auxiliadora y cerró los ojos. Con toda su alma, le pidió a Dios que pusiera el momento adecuado para su entrevista con el alcalde y le agradeció por la sabiduría e inspiración para escribir historias que transformaban vidas.


Unos minutos después, el hombre que estaba orando se acercó y Kike le pidió que le tomara una foto junto a la imagen de la Virgen. Se la tomó, se despidieron y Kike quedó solo en la iglesia. Miró su reloj: 10:32 a.m. Cerró los ojos y, de repente, una luz lo envolvió. No pensaba en nada, solo sentía una paz indescriptible. Cuando abrió los ojos, miró nuevamente su reloj: 10:42 a.m. ¡Habían pasado diez minutos que parecieron apenas unos segundos! Durante ese tiempo, nadie había entrado ni salido. Se encomendó una vez más y salió del templo con el corazón acelerado.

Recordó entonces la historia de un famoso actor norteamericano que tuvo una experiencia similar en una iglesia y que, a partir de ese momento, su vida cambió para siempre. Kike sintió que algo grande estaba por sucederle.

Al regresar a Villa de las Bendiciones, revisó su celular. Un mensaje de su amiga Luz Dary lo esperaba:

"Hola, don Jaime. Escribo para felicitarlo por descubrir ese don de la escritura y para agradecerle por permitirnos disfrutar de una buena lectura. En la sencillez está la elegancia de la vida. Historias sencillas, pero transformadoras. Solo me resta agradecer por tan hermoso libro".

Kike sintió un nudo en la garganta. No podía creer el impacto que su libro estaba teniendo en los demás. Sentía que su sueño de inspirar y transformar corazones en el mundo estaba tomando forma. Su libro sería pronto un best seller, lo presentía en cada mensaje de gratitud que recibía.

Con el alma llena de gratitud, preparó su almuerzo: arroz con verduras, alverja sudada con pollo y jugo de guatila cruda con cáscara, hielo, azúcar y medio limón. Le sorprendió que el sabor se asemejara al kiwi. Y, como si fuera poco, logró hacer una mermelada de guayaba natural con frutas casi maduras que tenía en la nevera.

Después, investigó sobre el silencio en las iglesias y encontró algo revelador:

"Experimentar el silencio en una iglesia católica puede ser una forma de acercarse a Dios y encontrar una unión con Él. El silencio ayuda a concentrar la mente y a orar. Es una condición necesaria para escuchar la voz de Dios y encontrar una nueva energía".

Kike comprendió que esos diez minutos en la iglesia no fueron casualidad. Había vivido un instante sagrado, un mensaje divino que aún no terminaba de descifrar. Su historia, apenas comenzaba...

Esta historia continuará...

domingo, 16 de febrero de 2025

#"El Desafío de Kike y los Ecos del Tiempo"


 Era un amanecer de 16 de febrero en Villa de las Bendiciones, un lugar donde el tiempo parecía detenerse. La oscuridad aún cubría el cielo cuando los gallos entonaban su canto y el ladrido insistente de una perrita cercana rompía el silencio de la madrugada, como si estuviera anunciando el inicio de una nueva aventura.

Kike despertó con una energía inusual, como si una fuerza invisible lo impulsara a transformar lo vivido el día anterior. La jornada del 15 de febrero había sido intensa: había trotado 13 kilómetros hasta Fusa con determinación, pero también con inquietudes en su mente. La noche anterior estuvo llena de pensamientos, y ahora, con un nuevo amanecer, decidió enfocarse en el presente y darle un giro positivo a todo.

El 15 de febrero, apenas había avanzado 200 metros en su recorrido cuando su celular vibró. Era un mensajero desde Bogotá con un encargo inesperado: la entrega de su tarjeta débito actualizada. Kike explicó que ya no vivía en la dirección indicada, y el mensajero le sugirió dejarla con un vecino. Sin embargo, al no hallar a nadie disponible, el mensajero tomó una decisión propia y dejó la tarjeta en una óptica con una persona desconocida para Kike.

El resto del recorrido hasta Fusa estuvo marcado por la inquietud. Aquel detalle insignificante de la tarjeta, que en otro momento hubiera pasado desapercibido, ahora pesaba en su mente como un presagio de algo más grande. En su plan del día, tenía previsto aprenderse un libreto para un video, pero la concentración le eludía. Al llegar a Fusa, hizo algunos pagos, pero uno de ellos no pudo completarlo: el lugar cerraba a las 12 y él llegó siete minutos tarde. Con una mezcla de frustración y resignación, compró algunos víveres y los cargó en su mochila para el regreso.

Durante el trayecto de vuelta, un pensamiento cruzó su mente: todo en la vida sucede por algo. Aprovechó el viaje para enviar un libro a su amiga maratonista Adriana Mora y, al llegar nuevamente a Villa de las Bendiciones, la preocupación por su tarjeta lo asaltó de nuevo. Buscó respuestas llamando a sus amigos del barrio Olaya, pero ninguno contestó. Finalmente, con ayuda de Google Maps, encontró el número de una óptica donde su amigo Nelson le confirmó que la tarjeta estaba segura. Solo entonces pudo respirar aliviado.

Esa noche, el cansancio lo venció. Se dio un baño de agua fría y se sumergió en la lectura de Tónico para el alma de Osho. Antes de dormir, recordó una frase que había leído en la Biblia, en el libro de Oseas:

"Solo el enamorado comprende el desamor y solo el que ama entiende los caminos incomprensibles del amor. Nada tienen los hombres tan poderoso como este don, que lleva en sí la semilla de la inmortalidad y la capacidad de destruir la amargura y la soledad. A pesar de las traiciones, solo el amor basta."

Esas palabras resonaron en su interior con la fuerza de una revelación. No podía seguir atrapado en la incertidumbre del ayer; debía vivir el presente con plenitud. Se durmió con esa convicción.

Al día siguiente, 16 de febrero, el sol iluminó su ventana con una calidez especial. Despertó con una nueva actitud y decidió enfocarse en el aquí y el ahora. Recordó con nostalgia aquel sábado 15 de febrero de 2020, cuando entrenaba con su Club Atlético Máster ADES. Se vio a sí mismo junto a sus amigos Wilson Bermúdez y Yaneth Rivera, una pareja de atletas que representaban el verdadero espíritu de la disciplina. Lo que más lo impresionaba de ellos era su travesía por Colombia en una bicicleta tándem, una proeza única en el mundo. Esperaba con ansias que Yaneth le enviara su versión de la historia para compartirla e inspirar a otros.

Ese día, su entrenadora Diana los guió en una sesión intensa. Calentamiento con trote suave, ejercicios clave de técnica de carrera y, finalmente, el plato fuerte: tres vueltas a la pista del Parque Simón Bolívar, intercalando piques de 100 metros con trotes suaves. Durante el entrenamiento, Kike y Wilson fueron adelantándose del grupo, desafiándose mutuamente con miradas felinas, midiendo quién resistía más en cada pique. Fue un duelo entre hermanos, una batalla sin palabras donde la pasión por correr era el verdadero lenguaje. Al final, llegaron casi al mismo tiempo, agotados pero felices, y se abrazaron con la satisfacción de haber dado lo mejor de sí.

En ese instante, Kike entendió algo profundo: el pasado no es solo un baúl de recuerdos, sino un refugio al que recurrimos para encontrar fuerza en los momentos difíciles. Los recuerdos felices, como los de aquel entrenamiento, tienen el poder de revitalizar el alma y retardar el envejecimiento prematuro. Son anclas que nos sostienen cuando la mente se tambalea en la incertidumbre. Así, Kike reafirmó su decisión: la vida debe vivirse con intensidad, sin permitir que los pensamientos negativos lo arrastren. Porque, al final del día, cada experiencia es una historia, y cada historia es un paso más en la senda de la vida.

lunes, 30 de diciembre de 2024

#"El Caballo de Luz y los Sueños que Traspasan Fronteras"


 En el tenue amanecer del 30 de diciembre, los cielos sobre Villa de las Bendiciones se teñían con una tímida pincelada anaranjada. Las aves iniciaban su canto mientras un carpintero de plumas rojas y negras picoteaba con fervor un poste de guadua, como si marcara con su ritmo el compás de algo extraordinario. Eran las 5:40 de la mañana, y la temperatura de 18 grados envolvía el ambiente con la suavidad de un abrazo.

Kike despertó de un sueño profundo, de esos que no se olvidan. Había viajado a un mundo más allá de la imaginación, un vasto campo de girasoles y cultivos, donde un labriego cabalgaba sobre un caballo café con un brillo casi celestial, como si estuviera hecho de luz misma. Kike flotaba en el aire, invisible, contemplando aquella escena mágica. El labriego llevaba una sonrisa tan amplia que parecía contener los secretos del universo. Todo vibraba con una energía que Kike jamás había sentido: un equilibrio perfecto entre lo terrenal y lo divino.

Al despertar, intentó regresar a ese mundo extraordinario, pero la realidad le reclamaba. Entonces, meditó, dio gracias a la Divina Providencia y al universo, sintiendo que aquel sueño llevaba un mensaje oculto, un presagio de algo magnífico que estaba por venir.

El día anterior, mientras veía la misa virtual del Santuario de 20 de Julio en YouTube, Kike había notado algo peculiar en los rostros de los asistentes. Cada mirada reflejaba esperanza, un anhelo de transformación. Esa conexión con lo divino llenó a Kike de paz y lo inspiró profundamente.

Al mediodía, recordó un pendiente: un video promocional de su primer libro, enviado por la editorial LETRAME. Tras varios intentos fallidos días atrás, ese día logró subirlo a YouTube con éxito. Pero el sistema le ofreció algo inusual: la opción de programar un lanzamiento. Decidió fijarlo para las 8:00 p.m., compartiendo la noticia con sus amigos por WhatsApp.

Mientras esperaba, Kike se sumergió en sus rituales: escribir, meditar y agradecer. Cuando faltaban solo cinco minutos para el lanzamiento, llamó a Linda, su fiel compañera, para vivir juntos ese instante. La cuenta regresiva comenzó: 5, 4, 3, 2, 1...

El silencio fue abrumador. Nada sucedió. Pero, de repente, una cuenta regresiva mágica de YouTube comenzó: tres minutos cargados de emoción y expectativa. Al llegar a cero, el video emergió como un rayo de luz, mostrando este mensaje:

"En una región apartada de Colombia, donde el tiempo parece detenerse, se encuentra Silvania, un municipio de Cundinamarca. Allí, en un rincón mágico llamado 'Villa de las Bendiciones', rodeado de naturaleza exuberante y paisajes de ensueño, Jaime Humberto Sanabria nos invita a navegar en un mundo donde la realidad y la fantasía se mezclan. Con amaneceres que despiertan sueños y atardeceres que guardan secretos, cada narración conmueve e inspira, llevando al lector a imaginar y descubrir el poder transformador de creer en sí mismo."

Historias que inspiran la imaginación Mi primer libro: video promocional Editorial LETRAME

En ese momento, Kike sintió que el universo entero conspiraba para que su mensaje trascendiera fronteras. Aquella noche, bajo un cielo estrellado, se encomendó nuevamente a la Divina Providencia, agradecido y lleno de esperanza. Supo, con una certeza indescriptible, que sus palabras inspirarían a miles, tal vez millones, a creer en sus sueños.

La historia de Kike nos recuerda que los sueños no conocen límites y que el verdadero poder de la mente humana yace en su capacidad de imaginar y crear. Allí, donde la fe y la perseverancia se encuentran, lo imposible deja de serlo y las fronteras se desvanecen.

sábado, 14 de diciembre de 2024

# "El Amanecer de los Sueños"


Eran las 1:35 a.m. de un sábado de diciembre, cuando el amanecer susurraba suavemente entre las sombras de la noche. Afuera, el cantar de los grillos componía una sinfonía que se entrelazaba con el silencio cálido de una madrugada iluminada por una luna llena, brillante como un faro perdido en la oscuridad. Dentro de su habitación, Kike terminaba de ajustar los últimos detalles de un blog y de subir unos videos que publicaría más tarde. Exhausto pero satisfecho, se preparaba para descansar cuando algo llamó su atención.

Sobre su escritorio descansaba un ejemplar de su primer libro: Historias que inspiran la imaginación, enviado desde España tres días atrás. La portada, ligeramente desgastada, brillaba con la luz plateada que entraba por la ventana. Sin pensarlo mucho, Kike lo tomó entre sus manos y comenzó a hojearlo. A medida que sus ojos recorrían las páginas, una sensación indescriptible lo envolvió. Al principio era incredulidad, preguntándose si él mismo había escrito aquellas palabras que ahora parecían cobrar vida propia.

Entonces, una oleada de luz suave y cálida surgió desde su interior, llenándolo de una paz profunda. Las palabras del libro parecían brillar en el papel, y de pronto Kike sintió como si fuera transportado a otra dimensión. Las letras se transformaban en caminos luminosos, y cada párrafo se convertía en una nube blanca y satinada que flotaba en un cielo azul infinito. La realidad parecía desvanecerse mientras navegaba por paisajes oníricos, donde la fantasía y la magia lo envolvían. Su corazón latía con fuerza, no de miedo, sino de una emoción que apenas podía comprender.

Cuando regresó a sí mismo, miró el reloj: eran las 2:34 a.m. El sueño había desaparecido por completo, pero su alma estaba serena. Cerró el libro con cuidado y lo contempló, como quien observa la belleza de un amanecer por primera vez. Fue una experiencia mágica que supo que nunca olvidaría. Decidió subir al balcón para despejar su mente. El cielo estrellado se desplegaba ante él como un tapiz de misterios infinitos. Levantó los brazos al cielo, orando y dando gracias a Dios por los milagros inesperados de la vida.

Recordó entonces a su amigo, aquel que había aparecido unas horas antes con un gesto que le había salvado en un momento complicado. Para Kike, esa persona era un enviado, un ángel disfrazado de ser humano. Las coincidencias de la noche parecían tener un propósito divino, una conexión invisible que entretejía los hilos de la vida.

Volvió a su habitación para descansar, aunque el sueño se resistía a venir. Cerró los ojos y comenzó a repetir su mantra: gracias, gracias, gracias. Poco a poco, su mente se calmó, pero justo cuando empezaba a sumergirse en el mundo de los sueños, algo extraordinario ocurrió.

Una luz brillante llenó la habitación. Era tan intensa que Kike tuvo que entreabrir los ojos. Frente a él, dos figuras luminosas emergieron del aire, rodeadas por un resplandor que pulsaba como el latido de un corazón. Antes de que pudiera reaccionar, sintió que una fuerza invisible lo envolvía y lo arrastraba hacia un portal que había aparecido en medio de la habitación. Kike se vio transportado a un lugar donde el tiempo y el espacio parecían haber desaparecido.

Había un silencio absoluto, una quietud que llenaba cada rincón de su ser. Los paisajes que lo rodeaban eran de una belleza indescriptible: campos dorados que parecían hechos de luz líquida, ríos que fluían hacia un horizonte interminable, y cielos que cambiaban de color como un arcoíris eterno. La paz que sentía en su interior era infinita, como si hubiera encontrado el verdadero hogar de su alma.

Mientras exploraba este mundo mágico, se encontró con una voz que parecía provenir de todas partes y de ninguna al mismo tiempo. "Kike", dijo suavemente, "todo lo que necesitas para alcanzar tus sueños está dentro de ti. Confía en el poder de tu imaginación y en la fuerza de tu gratitud". Estas palabras resonaron profundamente en su ser, y Kike sintió como si una chispa divina encendiera una llama en su interior.

Cuando finalmente despertó, eran las 5:40 a.m. Sus párpados se abrieron lentamente para recibir la luz tenue del amanecer. El cielo estaba pintado de naranjas y rosados, anunciando un día lleno de promesas y esperanza. Kike permaneció acostado por unos momentos, reflexionando sobre lo vivido. Sabía que aquello había sido mucho más que un sueño; había sido una experiencia que lo transformaría para siempre.

Esta historia nos deja dos grandes enseñanzas. Primero, que la gratitud es una fuerza poderosa que conecta nuestras almas con los milagros cotidianos de la vida. Y segundo, que la felicidad que buscamos fuera siempre ha estado dentro de nosotros, como una llama incandescente de paz y quietud que solo espera ser descubierta.

Así como Kike, todos tenemos el poder de trascender nuestros límites y encontrar la magia en lo cotidiano. Al hacerlo, descubrimos que somos parte de algo más grande, un todo lleno de propósito y significado. La clave está en confiar, agradecer y permitirnos soñar en grande, porque en esos sueños yace la esencia de quienes realmente somos.

miércoles, 11 de diciembre de 2024

# El Camino del Escritor: La Caja de los Sueños

Eran las 18:09 cuando el cielo de Silvania se encendía con un atardecer de fuego. Kike, en su acogedora casa de campo, escribía con esmero sus afirmaciones positivas bajo la luz dorada que se filtraba por las cortinas. Afuera, el aire olía a tierra fresca tras una jornada en el huerto, donde había cavado tres huecos para sembrar plantas de plátano.

De repente, el celular interrumpió la calma. Al otro lado de la línea, una voz cortés le anunció que un paquete aguardaba por él. "¿Será posible?" pensó Kike. Recordaba que la editora Letrame en España le habían prometido enviar 15 libros, los primeros ejemplares de su obra publicada: Historias que Inspiran la Imaginación: Relatos mágicos que conectan sueños y realidad.

La emoción lo invadió. Se calzó apresurado unas zapatillas, un bluyín y una camiseta. Con el corazón latiendo al compás de sus pasos, salió corriendo hacia la Virgen, un punto de encuentro a 600 metros de su casa. Pero el destino tenía otros planes: a 200 metros de su destino, el celular volvió a sonar. Entre el nerviosismo y el movimiento, Kike perdió la llamada.

Devolvió el llamado y escuchó la voz del mensajero impaciente:
—Estoy esperándolo.
—¡Estoy cerca! ¡Espéreme! —respondió Kike, acelerando el paso.

El puente peatonal estaba en demolición, bloqueando el camino. Con determinación, Kike improvisó una ruta: subió por una pendiente rocosa, esquivó un camión y cruzó la carretera con precisión milimétrica para evitar una moto que rugía a toda velocidad. Finalmente, dobló por un atajo y allí, en una esquina, divisó al mensajero con la caja en sus manos.

Al recibirla, su corazón latía como tambor. Firmó el comprobante y, con manos temblorosas, abrió la caja justo allí, bajo el cielo que comenzaba a teñirse de azul profundo. Los libros estaban ahí. Sus libros. La emoción lo desbordó, y al mostrar uno al mensajero, dijo con lágrimas en los ojos:
—Hoy soy el hombre más feliz del mundo. Este es mi primer libro: Historias que Inspiran la Imaginación.

El mensajero sonrió con sinceridad.
—Lo felicito de corazón. Estoy seguro de que este es solo el comienzo de algo grande.

De regreso a casa, Kike encontró a un vecino curioso, don Gabriel, quien no pudo evitar preguntar por su felicidad evidente.
—Escribí mi primer libro, ¡y aquí está! —le respondió, mostrando uno de los ejemplares con orgullo.

Gabriel lo felicitó y prometió visitarlo para saber más sobre la obra. Luego, un paisita conocido le ofreció llevarlo en su campero. Durante el trayecto, Kike compartió brevemente de qué trataba su libro, despertando el interés del conductor, quien prometió buscarlo pronto.

Ya en casa, Kike entró sigilosamente para sorprender a Linda, su compañera de vida. Dejó la caja en un rincón, sacó un ejemplar y, al verla bajar las escaleras, le pidió que cerrara los ojos.
—Ahora ábrelos.

Linda contempló el libro y sonrió con los ojos iluminados. Kike, aún sobrecogido, intentó compartir la noticia con su amigo Wilson, pero algo lo detuvo. Necesitaba procesar este momento en silencio. Hizo yoga, meditó y escribió en su diario, dejando que las emociones fluyeran. Luego, alzó una taza de café junto a Linda, brindando por el futuro.

Esa noche, Kike reafirmó un propósito que había rondado su mente: escribir sería su misión, su forma de transformar el mundo y de agradecerle a Dios y al Universo por haber orquestado sus sueños.

En la soledad de Silvania, rodeado de naturaleza y de personas sencillas, Kike había descubierto su genio literario. Había vivido momentos difíciles, pero con fe en Dios y en sí mismo, logró lo imposible. Ahora, con su segundo sueño cumplido, dejó el tercero en manos del destino, confiado en que el Universo conspiraría a su favor una vez más.

 

martes, 3 de diciembre de 2024

#Un Amanecer con Kike: Entre Temores y Triunfos

 

Eran las 3:42 am en un paraíso tropical llamado Silvania cuando Kike abrió los ojos. La penumbra de la madrugada envolvía su habitación como un manto de calma, y el silencio era interrumpido solo por el leve zumbido de su celular. Al desbloquearlo, notó un mensaje de un diseñador gráfico en España. El mensaje le pedía crear una frase para el Bookplay de una obra.

Kike no se apresuró. Guardó el celular con la serenidad de quien confía en el flujo de la vida. Sabía que las grandes ideas nacen en momentos de conexión interior. Se incorporó y comenzó su ritual diario: meditación profunda, respiraciones conscientes y visualización de sus metas. Mientras agradecía al Universo, recordó una enseñanza recibida el día anterior durante una conferencia en el Ácora de Bogotá.

El consultor César Sánchez había citado al chef peruano Gastón Acurio:
"El cocinero que no divulga sus recetas está condenado a desaparecer."

Esa frase resonó en Kike como un eco poderoso. Reflexionó sobre su significado y decidió que, algún día, él también compartiría su camino y evolución personal con quienes lo rodeaban. Este compromiso no era solo con el mundo, sino consigo mismo. Sabía que, aunque le quedaba un largo trecho por recorrer, poseía la determinación y la disciplina necesarias para alcanzar sus sueños.

Tras su meditación, Kike se sentó en su escritorio y comenzó a trabajar en la frase solicitada. Su mente divagaba entre ideas, mientras su corazón buscaba el mensaje perfecto. Después de hora y media de esfuerzo creativo, finalmente dio con las palabras precisas: una combinación de inspiración y autenticidad que cristalizó la esencia de la obra que le habían encargado.

Sin embargo, el día no transcurría sin desafíos. Cerca de las 11:00 am, mientras disfrutaba de su desayuno, un sentimiento oscuro le invadió el pecho. Una situación dolorosa con un ser querido retumbó en su interior como un eco cruel. Era un dolor agudo, como si una piedra dura se alojara en su corazón, acompañado por la punzada invisible de la decepción.

Por un instante, Kike sintió que iba a rendirse. Se recostó en su cama, buscando refugio en el silencio de su mente. Pero en lugar de hundirse en la desesperación, recurrió nuevamente a su práctica. Cerró los ojos, respiró profundamente y dirigió su atención al dolor, como si lo observase desde la distancia. Visualizó aquella piedra que lentamente se desmoronaba y el puñal que, con cada exhalación, se retiraba suavemente de su pecho.

Con renovado alivio, Kike dejó ir la situación. Confió en que Dios y el Universo se encargarían de equilibrar aquello que estaba fuera de su control. Se levantó con determinación, prometiéndose monitorear sus emociones y cuidar su equilibrio interno.

Esta experiencia no solo le permitió superar su momento de debilidad, sino que también reafirmó su compromiso con el autoconocimiento. Cada día, Kike se nutría de disciplina, aprendizajes y congruencia, recordándose que las dificultades no son más que escalones hacia un crecimiento mayor.

Lecciones para la Vida

La historia de Kike nos enseña que el autoconocimiento y la disciplina son nuestras mejores herramientas para enfrentar los temores. Según la ciencia, prácticas como la meditación y la autoobservación activan el sistema nervioso parasimpático, reduciendo el estrés y promoviendo una mayor claridad mental. Además, el aprendizaje continuo y la búsqueda de mentores nos brindan el faro que ilumina el camino hacia nuestras metas.

Cada obstáculo es una oportunidad para crecer, y cada desafío, una invitación a confiar en el poder del Universo. Así, como Kike, todos podemos enfrentarnos a las tormentas internas y emerger más fuertes, con un corazón dispuesto a compartir nuestras "recetas" con el mundo.

martes, 26 de noviembre de 2024

El Renacer de Kike y Linda


Era una tarde tibia, 26 de noviembre, en un paraíso tropical donde el tiempo parecía detenerse. La casa, escondida entre un mar de verdes colinas a 600 metros de Silvania, se alzaba como un refugio de ensueño. La llovizna, suave y susurrante, acariciaba la tierra con gotas de rocío que brillaban como diamantes bajo la luz perezosa de la tarde. En ese rincón mágico, Kike saboreaba un tinto aromático que Linda, su compañera de vida, había preparado con esmero. Era un café impregnado de amor, como si cada sorbo tuviera el poder de contar historias.

Linda había regresado seis días atrás, tras una ausencia de dos meses en Bogotá. Durante ese tiempo, Kike había convivido con una soledad transformadora, como un peregrino que encuentra en el silencio la respuesta a preguntas que jamás supo que tenía. En esas semanas de introspección, Kike había descubierto un espacio sagrado dentro de sí mismo. Allí, en la calma de la soledad, se había fortalecido espiritualmente. Pero ahora, con Linda de vuelta, sentía que la vida misma florecía a su alrededor. El amor entre ambos renacía, como un río que encuentra un cauce nuevo pero más profundo, más vivo.



La naturaleza, testigo silenciosa de su historia, parecía celebrar este reencuentro. En su jardín, el caballero de la noche, un árbol que Kike había podado semanas atrás tras verlo marchitarse, comenzó a resurgir. Sus ramas desnudas ahora albergaban brotes tiernos que prometían flores fragantes bajo el manto de la noche. Tres pequeñas plantas de tomate se alzaban con nueve frutos vibrantes, como pequeñas ofrendas de la tierra. Incluso las flores, que parecían haber abandonado su rincón, reaparecieron llenando el aire de colores y aromas. Era como si el Universo, en un acto de complicidad, les enviara señales de un renacimiento más grande: el de su amor.

Aquel 26 de noviembre, Kike tuvo un sueño. Tres historias hermosas danzaban en su mente mientras dormía, pero al despertar, las palabras se habían desvanecido como niebla al amanecer. Aunque no recordaba los detalles, sentía que el sueño llevaba un mensaje. Sus libretas y esferos, siempre presentes junto a su cama, aguardaban su inspiración. Pero ese día, el mensaje parecía habitar no en las palabras, sino en los signos a su alrededor.

Antes de partir hacia su curso en el Punto Digital, Kike mostró a Linda el milagro que había ocurrido en el jardín. Ambos quedaron maravillados, como niños frente a un misterio. Se abrazaron bajo el manto de aquella tarde, sintiendo que algo grande se gestaba en sus vidas. El Universo, en su lenguaje místico, parecía decirles que estaban alineados con su propósito.

En el curso, Kike respondió con humildad y picardía a las preguntas sobre sus escritos. La profesora, atenta y apasionada, guió a sus alumnos en el arte de las herramientas digitales, desgranando secretos que parecían trucos de magia para quienes comenzaban. Al salir, Kike hizo una parada en la biblioteca pública de Silvania. Allí devolvió un libro de cuentos de Gabriel García Márquez y tomó prestado La nostalgia de las almendras amargas. En su camino a casa, repetía su mantra de gratitud, como si cada paso lo acercara más a su destino espiritual.

Cuando llegó, Linda lo recibió con un banquete digno de un rey. La sopa de verduras era una oda a la vida misma, seguida por un plato principal que combinaba arroz integral, frijoles de pepa negra, plátano frito y sardinas. Todo estaba coronado con un jugo de mango que destilaba la dulzura del trópico. En esa comida, preparada con amor, Kike encontró no solo sustento, sino un recordatorio de que las cosas más simples son las más valiosas.

Ese día, entre coincidencias y señales, Kike comprendió una gran verdad: las ausencias, cuando se viven con sabiduría, no separan, sino que fortalecen. Linda y él eran prueba viva de que el amor puede florecer después de la tormenta, como un jardín que renace más fuerte tras el paso de la lluvia. En el silencio de la soledad, Kike había aprendido a convivir consigo mismo, y ahora, en la complicidad del reencuentro, sabía que juntos podían crear un mundo mejor.


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