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domingo, 16 de febrero de 2025

#"El Desafío de Kike y los Ecos del Tiempo"


 Era un amanecer de 16 de febrero en Villa de las Bendiciones, un lugar donde el tiempo parecía detenerse. La oscuridad aún cubría el cielo cuando los gallos entonaban su canto y el ladrido insistente de una perrita cercana rompía el silencio de la madrugada, como si estuviera anunciando el inicio de una nueva aventura.

Kike despertó con una energía inusual, como si una fuerza invisible lo impulsara a transformar lo vivido el día anterior. La jornada del 15 de febrero había sido intensa: había trotado 13 kilómetros hasta Fusa con determinación, pero también con inquietudes en su mente. La noche anterior estuvo llena de pensamientos, y ahora, con un nuevo amanecer, decidió enfocarse en el presente y darle un giro positivo a todo.

El 15 de febrero, apenas había avanzado 200 metros en su recorrido cuando su celular vibró. Era un mensajero desde Bogotá con un encargo inesperado: la entrega de su tarjeta débito actualizada. Kike explicó que ya no vivía en la dirección indicada, y el mensajero le sugirió dejarla con un vecino. Sin embargo, al no hallar a nadie disponible, el mensajero tomó una decisión propia y dejó la tarjeta en una óptica con una persona desconocida para Kike.

El resto del recorrido hasta Fusa estuvo marcado por la inquietud. Aquel detalle insignificante de la tarjeta, que en otro momento hubiera pasado desapercibido, ahora pesaba en su mente como un presagio de algo más grande. En su plan del día, tenía previsto aprenderse un libreto para un video, pero la concentración le eludía. Al llegar a Fusa, hizo algunos pagos, pero uno de ellos no pudo completarlo: el lugar cerraba a las 12 y él llegó siete minutos tarde. Con una mezcla de frustración y resignación, compró algunos víveres y los cargó en su mochila para el regreso.

Durante el trayecto de vuelta, un pensamiento cruzó su mente: todo en la vida sucede por algo. Aprovechó el viaje para enviar un libro a su amiga maratonista Adriana Mora y, al llegar nuevamente a Villa de las Bendiciones, la preocupación por su tarjeta lo asaltó de nuevo. Buscó respuestas llamando a sus amigos del barrio Olaya, pero ninguno contestó. Finalmente, con ayuda de Google Maps, encontró el número de una óptica donde su amigo Nelson le confirmó que la tarjeta estaba segura. Solo entonces pudo respirar aliviado.

Esa noche, el cansancio lo venció. Se dio un baño de agua fría y se sumergió en la lectura de Tónico para el alma de Osho. Antes de dormir, recordó una frase que había leído en la Biblia, en el libro de Oseas:

"Solo el enamorado comprende el desamor y solo el que ama entiende los caminos incomprensibles del amor. Nada tienen los hombres tan poderoso como este don, que lleva en sí la semilla de la inmortalidad y la capacidad de destruir la amargura y la soledad. A pesar de las traiciones, solo el amor basta."

Esas palabras resonaron en su interior con la fuerza de una revelación. No podía seguir atrapado en la incertidumbre del ayer; debía vivir el presente con plenitud. Se durmió con esa convicción.

Al día siguiente, 16 de febrero, el sol iluminó su ventana con una calidez especial. Despertó con una nueva actitud y decidió enfocarse en el aquí y el ahora. Recordó con nostalgia aquel sábado 15 de febrero de 2020, cuando entrenaba con su Club Atlético Máster ADES. Se vio a sí mismo junto a sus amigos Wilson Bermúdez y Yaneth Rivera, una pareja de atletas que representaban el verdadero espíritu de la disciplina. Lo que más lo impresionaba de ellos era su travesía por Colombia en una bicicleta tándem, una proeza única en el mundo. Esperaba con ansias que Yaneth le enviara su versión de la historia para compartirla e inspirar a otros.

Ese día, su entrenadora Diana los guió en una sesión intensa. Calentamiento con trote suave, ejercicios clave de técnica de carrera y, finalmente, el plato fuerte: tres vueltas a la pista del Parque Simón Bolívar, intercalando piques de 100 metros con trotes suaves. Durante el entrenamiento, Kike y Wilson fueron adelantándose del grupo, desafiándose mutuamente con miradas felinas, midiendo quién resistía más en cada pique. Fue un duelo entre hermanos, una batalla sin palabras donde la pasión por correr era el verdadero lenguaje. Al final, llegaron casi al mismo tiempo, agotados pero felices, y se abrazaron con la satisfacción de haber dado lo mejor de sí.

En ese instante, Kike entendió algo profundo: el pasado no es solo un baúl de recuerdos, sino un refugio al que recurrimos para encontrar fuerza en los momentos difíciles. Los recuerdos felices, como los de aquel entrenamiento, tienen el poder de revitalizar el alma y retardar el envejecimiento prematuro. Son anclas que nos sostienen cuando la mente se tambalea en la incertidumbre. Así, Kike reafirmó su decisión: la vida debe vivirse con intensidad, sin permitir que los pensamientos negativos lo arrastren. Porque, al final del día, cada experiencia es una historia, y cada historia es un paso más en la senda de la vida.

jueves, 3 de octubre de 2024

"De la Pantalla a la Meta: Cómo Gerardo Cumplió su Sueño Atlético"

En una tranquila mañana de domingo del año 2001, Gerardo, un joven de 35 años, realizaba sus labores cotidianas como cualquier otro día. Cansado por la rutina, decidió tomarse un pequeño descanso y encendió el único televisor que tenía en casa, un viejo aparato blanco y negro. Al sintonizar el Canal Caracol, se encontró con una transmisión que cambiaría su vida para siempre: la famosa Media Maratón de Bogotá (MMB).

El evento despertó algo profundo en él. En su época de bachillerato, Gerardo había sentido una fuerte atracción por el atletismo, pero nunca tuvo la oportunidad de seguir ese camino. Aquella transmisión le trajo a la mente viejos recuerdos, pero no pasó de ser una simple chispa de nostalgia, algo que no parecía tener un impacto inmediato en su vida.

Sin embargo, el destino tenía otros planes para él. Un año después, en otro domingo rutinario, Gerardo volvió a encender el televisor, una vez más en blanco y negro, y coincidencialmente el Canal Caracol transmitía nuevamente la Media Maratón de Bogotá de 2002. Esta vez, el impacto fue mayor, algo se removió dentro de él. Al ver a miles de corredores enfrentarse a la carrera, sintió un deseo profundo de ser parte de esa experiencia. En su mente, ya no solo observaba la carrera; se visualizaba participando en ella, corriendo junto a los demás atletas, y sintió que ese sueño era algo más que una simple fantasía.

Motivado por esa visión, Gerardo decidió averiguar todo lo que necesitaba para participar en la próxima edición de la MMB. Supo que la carrera se realizaba anualmente, a finales de julio o comienzos de agosto, y que era necesario pagar una inscripción para participar. La información lo emocionó tanto que decidió tomar la iniciativa de prepararse para la edición de 2003. Consiguió unos tenis, una camiseta y una pantaloneta, y, sin ningún tipo de asesoría o guía, comenzó a entrenar por su cuenta en abril de 2003, justo después de Semana Santa.

Sus entrenamientos, aunque esporádicos, no pasaban de los 6 o 7 kilómetros dos veces por semana, pero Gerardo era constante. Se levantaba temprano por las mañanas o corría por las noches después del trabajo. Aunque no tenía mucha experiencia en distancias largas, su motivación lo mantenía firme. Visualizaba constantemente el día de la carrera, imaginándose corriendo al lado de los grandes atletas keniatas, con la multitud aplaudiendo en las calles. Ese sueño lo hacía seguir adelante.

A principios de mayo, Gerardo se inscribió oficialmente en la MMB, pagando la suma de 20,000 pesos en una entidad bancaria. Para él, ese fue el primer paso concreto hacia la realización de su sueño. La emoción de participar en un evento tan grande era indescriptible. Sabía que aún no estaba totalmente preparado físicamente, pero la fuerza de su voluntad era mucho más fuerte que cualquier limitación.

Finalmente, llegó el esperado domingo de julio de 2003. Gerardo madrugó más de lo habitual para no llegar tarde al evento, pero ese día algo inesperado ocurrió: amaneció lloviendo. La situación hizo que los nervios aumentaran, pero la determinación de Gerardo era más fuerte. Con entusiasmo y coraje, se preparó: se bañó, desayunó, se puso sus tenis, la pantaloneta y la camiseta que le habían dado en el "kit del atleta", y salió rumbo a la Plaza de Bolívar, el punto de partida de la carrera.

La plaza estaba repleta de corredores, más de 30,000 personas aguardaban con emoción. A las 10:00 de la mañana, bajo una lluvia incesante, se dio el disparo de salida. Gerardo comenzó su travesía, corriendo en medio de la multitud. Los primeros kilómetros fueron una lucha por encontrar espacio entre empujones y pisotones, pero el entusiasmo no lo abandonaba.

Al llegar al kilómetro 10, el cansancio comenzó a hacer mella. Gerardo, sin mucha preparación, tuvo que caminar en varias ocasiones. Sin embargo, nunca se rindió. Sabía que cruzar esa meta era una cuestión de voluntad y perseverancia, y al final, lo logró. Con un tiempo de 1:59:50, Gerardo cruzó la línea de meta extenuado, pero con una satisfacción inmensa. Su sueño de correr en la MMB se había cumplido.

A partir de ese día, Gerardo no dejó de correr. Repitió su participación en varias ediciones de la MMB y comenzó a competir en otras ciudades de Colombia, como Medellín y Cali. Con el tiempo, no solo se convirtió en un apasionado del atletismo, sino que también se adentró en la práctica de otros deportes como el yoga y la natación.


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Reflexión Final:

La historia de Gerardo nos muestra que a veces, los sueños más grandes comienzan con pequeñas coincidencias. Ver una carrera en televisión fue suficiente para encender una llama en su corazón que lo llevó a correr su primera media maratón. A pesar de no estar completamente preparado, su visualización, disciplina y constancia fueron más fuertes que cualquier obstáculo físico.

Esta historia nos enseña que no importa cuán grande sea el reto, si mantenemos nuestra visión clara y trabajamos con constancia y disciplina, podemos lograr lo que parecía imposible. Tal como Gerardo, que convirtió una inspiración en acción, tú también puedes transformar tus sueños en realidad con determinación y resiliencia.

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