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martes, 18 de febrero de 2025

#Érase un 17 de febrero en Villa de las Bendiciones: Dónde el tiempo parece detenerse


  La mañana despertó con un velo de misterio. Un resplandor tenue se filtraba entre la bruma matutina, y en el horizonte, aves migratorias trazaban su destino en el cielo. Eran las 5:49 a.m. cuando Kike se levantó con la certeza de que aquel día le deparaba dos retos importantes. Su rutina de yoga, meditación, escritura y ejercicios transcurrió con disciplina, dejando pendiente la lectura. Con energía renovada, se alistó con su pantaloneta bermuda, camiseta, zapatillas minimalistas y su mochila, donde llevaba una botella con agua de la montaña, bananos para hidratarse en el camino y dos ejemplares de su libro, por si encontraba a un buen samaritano dispuesto a comprar uno.

A las 9:00 a.m., listo para partir, puso su cronómetro en cero y comenzó a trotar con un ritmo moderado por la carretera del Sumapaz, vía 40 o autopista Bogotá-Girardot. Mientras avanzaba, llevaba consigo el guion para el video promocional que la editora LETRAME en España le había solicitado. La idea de grabar un video de un minuto y medio le erizaba la piel, pero se propuso aprenderse la mayor parte del texto mientras corría. Protegido por un acetato transparente en caso de lluvia, iba repitiendo frases hasta memorizarlas. Cuando llegó a Fusa, después de 13 kilómetros, ya había aprendido dos de los cinco párrafos.

El tiempo apremiaba. Tras completar su primera diligencia, notó que la segunda oficina cerraba a las 12:00 p.m. y el reloj marcaba las 11:53 a.m. El cielo se tornó amenazante, y Kike, sin impermeable, se preocupó. Un hombre que notó su inquietud le cedió el turno con amabilidad. Kike agradeció en silencio y, con una oración, esperó pacientemente. Lo atendieron justo a tiempo, permitiéndole correr apresurado hacia su próxima parada. En la carrera, su mochila se soltó, pero no podía detenerse a ajustarla. Finalmente, llegó a la oficina con dos minutos de sobra.

Allí lo esperaba una sorpresa. Entre las personas en la sala de espera, reconoció a Luis, un viejo conocido con quien había tenido diferencias en el pasado. Con un gesto de respeto, Kike lo saludó. Luis, tras un breve silencio, preguntó por su ocupación. Al enterarse de que Kike era escritor, le compró uno de sus libros sin dudarlo. Kike, conmovido, le ofreció una dedicatoria, pero Luis declinó, pues pensaba regalárselo a alguien que amaba la lectura. Luego, mirándolo a los ojos, le dijo con sinceridad:

—Eres un gran ser humano y mereces lo mejor de este mundo. Muy pronto sabrás de mí y te compensaré. Me conmueve tu nobleza. Desde hoy, rogaré por ti para que te vaya bien en todo lo que te propongas. Gracias, millones de gracias.

Kike se despidió sin poder procesar completamente lo ocurrido. ¡Qué extraño era el destino! En cuestión de minutos, alguien con quien había tenido un conflicto en el pasado ahora le pedía perdón y le ofrecía palabras de bendición. Intentó escribir sobre ello, pero Luis le pidió que esperara: “Cuando haya sanado mi herida, te avisaré para que me hagas un blog. Por ahora, deja así…”

Kike regresó trotando a Silvania. Durante el camino, la lluvia lo sorprendía por momentos, pero no le molestaba. Seguía repasando los párrafos del guion, avanzando con cada kilómetro. Llegó a casa cerca de las 3:00 p.m., justo veinte minutos antes de que una tormenta se desatara con fuerza. Tras estirar, preparó un almuerzo nutritivo: ensalada roja de remolacha con zanahoria, arroz integral, papa, carne frita de cerdo y un jugo de remolacha cruda con cáscara, que, para su sorpresa, sabía a zanahoria.

La jornada terminó con tres horas dedicadas a su blog y una hora de lectura de Gabo antes de dormir. A medianoche, mientras daba gracias por aquel día, no podía dejar de pensar en el misterioso reencuentro con Luis. ¿Era simple casualidad, o Villa de las Bendiciones ocultaba secretos aún por descubrir? Tal vez, el destino tenía más historias que contar…

Esta historia continuará...

jueves, 3 de octubre de 2024

"De la Pantalla a la Meta: Cómo Gerardo Cumplió su Sueño Atlético"

En una tranquila mañana de domingo del año 2001, Gerardo, un joven de 35 años, realizaba sus labores cotidianas como cualquier otro día. Cansado por la rutina, decidió tomarse un pequeño descanso y encendió el único televisor que tenía en casa, un viejo aparato blanco y negro. Al sintonizar el Canal Caracol, se encontró con una transmisión que cambiaría su vida para siempre: la famosa Media Maratón de Bogotá (MMB).

El evento despertó algo profundo en él. En su época de bachillerato, Gerardo había sentido una fuerte atracción por el atletismo, pero nunca tuvo la oportunidad de seguir ese camino. Aquella transmisión le trajo a la mente viejos recuerdos, pero no pasó de ser una simple chispa de nostalgia, algo que no parecía tener un impacto inmediato en su vida.

Sin embargo, el destino tenía otros planes para él. Un año después, en otro domingo rutinario, Gerardo volvió a encender el televisor, una vez más en blanco y negro, y coincidencialmente el Canal Caracol transmitía nuevamente la Media Maratón de Bogotá de 2002. Esta vez, el impacto fue mayor, algo se removió dentro de él. Al ver a miles de corredores enfrentarse a la carrera, sintió un deseo profundo de ser parte de esa experiencia. En su mente, ya no solo observaba la carrera; se visualizaba participando en ella, corriendo junto a los demás atletas, y sintió que ese sueño era algo más que una simple fantasía.

Motivado por esa visión, Gerardo decidió averiguar todo lo que necesitaba para participar en la próxima edición de la MMB. Supo que la carrera se realizaba anualmente, a finales de julio o comienzos de agosto, y que era necesario pagar una inscripción para participar. La información lo emocionó tanto que decidió tomar la iniciativa de prepararse para la edición de 2003. Consiguió unos tenis, una camiseta y una pantaloneta, y, sin ningún tipo de asesoría o guía, comenzó a entrenar por su cuenta en abril de 2003, justo después de Semana Santa.

Sus entrenamientos, aunque esporádicos, no pasaban de los 6 o 7 kilómetros dos veces por semana, pero Gerardo era constante. Se levantaba temprano por las mañanas o corría por las noches después del trabajo. Aunque no tenía mucha experiencia en distancias largas, su motivación lo mantenía firme. Visualizaba constantemente el día de la carrera, imaginándose corriendo al lado de los grandes atletas keniatas, con la multitud aplaudiendo en las calles. Ese sueño lo hacía seguir adelante.

A principios de mayo, Gerardo se inscribió oficialmente en la MMB, pagando la suma de 20,000 pesos en una entidad bancaria. Para él, ese fue el primer paso concreto hacia la realización de su sueño. La emoción de participar en un evento tan grande era indescriptible. Sabía que aún no estaba totalmente preparado físicamente, pero la fuerza de su voluntad era mucho más fuerte que cualquier limitación.

Finalmente, llegó el esperado domingo de julio de 2003. Gerardo madrugó más de lo habitual para no llegar tarde al evento, pero ese día algo inesperado ocurrió: amaneció lloviendo. La situación hizo que los nervios aumentaran, pero la determinación de Gerardo era más fuerte. Con entusiasmo y coraje, se preparó: se bañó, desayunó, se puso sus tenis, la pantaloneta y la camiseta que le habían dado en el "kit del atleta", y salió rumbo a la Plaza de Bolívar, el punto de partida de la carrera.

La plaza estaba repleta de corredores, más de 30,000 personas aguardaban con emoción. A las 10:00 de la mañana, bajo una lluvia incesante, se dio el disparo de salida. Gerardo comenzó su travesía, corriendo en medio de la multitud. Los primeros kilómetros fueron una lucha por encontrar espacio entre empujones y pisotones, pero el entusiasmo no lo abandonaba.

Al llegar al kilómetro 10, el cansancio comenzó a hacer mella. Gerardo, sin mucha preparación, tuvo que caminar en varias ocasiones. Sin embargo, nunca se rindió. Sabía que cruzar esa meta era una cuestión de voluntad y perseverancia, y al final, lo logró. Con un tiempo de 1:59:50, Gerardo cruzó la línea de meta extenuado, pero con una satisfacción inmensa. Su sueño de correr en la MMB se había cumplido.

A partir de ese día, Gerardo no dejó de correr. Repitió su participación en varias ediciones de la MMB y comenzó a competir en otras ciudades de Colombia, como Medellín y Cali. Con el tiempo, no solo se convirtió en un apasionado del atletismo, sino que también se adentró en la práctica de otros deportes como el yoga y la natación.


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Reflexión Final:

La historia de Gerardo nos muestra que a veces, los sueños más grandes comienzan con pequeñas coincidencias. Ver una carrera en televisión fue suficiente para encender una llama en su corazón que lo llevó a correr su primera media maratón. A pesar de no estar completamente preparado, su visualización, disciplina y constancia fueron más fuertes que cualquier obstáculo físico.

Esta historia nos enseña que no importa cuán grande sea el reto, si mantenemos nuestra visión clara y trabajamos con constancia y disciplina, podemos lograr lo que parecía imposible. Tal como Gerardo, que convirtió una inspiración en acción, tú también puedes transformar tus sueños en realidad con determinación y resiliencia.

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