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miércoles, 19 de marzo de 2025

#El Lunes Mágico de Kike: Encuentros, Lluvia y Libros


 Era un lunes 17 de marzo, y el reloj marcaba las 6:13 a.m. en Santa María del Rincón, Soacha. El cielo amanecía encapotado, como si estuviera tramando una historia de aquellas que solo el destino se atreve a escribir. A lo lejos, el bullicio de la ciudad despertaba con la rutina: el murmullo de la gente saliendo de sus casas, los primeros motores rugiendo y el caos inevitable en la estación San Mateo del Transmilenio, donde ingresar era toda una odisea.

Kike despertó con un plan claro: vender tres ejemplares de su libro. Sabía exactamente a quién debía encontrar ese día: Fernando, director del IDR de Soacha; don Julio y doña Dora. Pero antes, su ritual matutino era inquebrantable: lectura, escritura, meditación y oración. Luego, un desayuno preparado con amor por su amada Linda: tinto humeante, pan crujiente, calentado del día anterior y huevos revueltos. Con energía y determinación, se despidó a las 10:00 a.m. y echó a andar.

Apenas avanzó 400 metros cuando la llovizna comenzó a caer, primero como una caricia y luego con más intensidad. A paso ligero, Kike se cruzó con un viejo amigo, Wilmar, a quien no veía desde hacía 25 años. La nostalgia eclipsó la incomodidad de la lluvia mientras recordaban cómo Wilmar solía comprar en el negocio que Kike tenía en Soacha. Wilmar compartió su ambicioso proyecto de crear una enciclopedia sobre la construcción, y Kike, con su talento de redactor, no dudó en ofrecerle su ayuda. Se despidieron bajo la lluvia, que ya caía con fuerza.

Con determinación, Kike llegó al Instituto de Recreación y Deporte de Soacha. Fernando, sumido en una reunión, lo notó desde lejos y le hizo una seña: "Sígueme, siéntate, ya te atiendo". Desde su silla, Kike observaba la forma en que Fernando dirigía la reunión, su estilo pintoresco, su humor que hacía reír hasta al más serio. Al terminar, recordaron sus tiempos de atletas, cuando Fernando destacaba en el salto de vallas y Kike no perdía oportunidad de bromear con él. Entre risas y recuerdos, Fernando, aún dudando pero con una sonrisa, terminó comprando un ejemplar. Kike le dedicó el libro con palabras llenas de gratitud y admiración. Al final, se tomaron una foto y Fernando, con su toque humorístico, exclamó: "¡Te estás aprovechando de mi imagen como director del IDR!". Ambos soltaron una carcajada y se despidieron.


El viaje continuó hasta la plaza, donde buscaba a una amiga, pero no la encontró. En su lugar, se topó con don Luis Hernández, un visionario en el negocio de compra y venta de estanterías. Llevaban 15 años sin verse, y el reencuentro estuvo lleno de alegría. Don Luis, entre clientes y pedidos, compró un libro y recibió una dedicatoria cargada de reconocimiento y aprecio. Compartieron anécdotas sobre gastronomía y cocinaron con palabras recuerdos de platos inventados en su juventud. Antes de despedirse, don Luis lo sorprendió con un almuerzo abundante: sopa de cebada, arroz con fríjol, ensalada, cubio, carne y un refrescante jugo de piña. Kike, maravillado por la astucia de don Luis para los negocios, se marchó con el corazón lleno y el estómago también.

La siguiente parada fue la casa de doña Dora. Pero un problema se interponía: tres casas idénticas en la misma calle. Mientras intentaba descifrar cuál era la correcta, una figura conocida emergió del pasado. "¡Don Casallas!", exclamó Kike, sorprendido. No se veían desde hacía más de 15 años. Don Casallas, emocionado, le confesó que lo había visto días atrás en la Séptima, pero su saludo había quedado sin respuesta. "Perdóname, don Casallas, he perdido parte de la audición", explicó Kike. Con una sonrisa comprensiva, el mecánico industrial decidió comprarle un ejemplar. "¡No jodas, eres tú el autor?", exclamó sorprendido. "¡Claro que sí!", respondió Kike con el corazón latiendo de emoción. Después de una dedicatoria sentida, se despidieron con la promesa de una foto con su esposa y el libro en mano.


Finalmente, Kike llegó a la casa correcta y fue recibido con un cariñoso abrazo por doña Dora. Entre arepa, huevo y tinto, le habló de su libro. Doña Dora, sin dudarlo, lo compró. Recordaron a don Luis, su esposo fallecido, y Kike le escribió unas líneas llenas de respeto y gratitud. La jornada había sido intensa, pero aún había una última parada: el centro comercial Mercurio. Era hora de cambiar el celular de Linda. Tras hacer el trámite, Kike regresó con su hija Taly y le contó a Linda todas las aventuras del día. Con una sonrisa, le entregó el nuevo teléfono. Ella, emocionada, lo recibió con un beso y un abrazo.

Esa noche, Kike se acostó agradeciendo a la Divina Providencia y a Dios por haber estado a su lado en cada encuentro, en cada abrazo, en cada libro vendido. Mañana lo esperaba un nuevo día, nuevas aventuras y el reto de vender otro libro. ¿Qué le depararía el destino al visitar a Yorly y viajar al centro de Bogotá?

Esta historia continuará...

lunes, 10 de marzo de 2025

#El Misterio de los Libros y la Providencia segunda parte

 

Era un domingo 9 de marzo de 2025, una mañana tibia y un día radiante. El cielo azul se extendía con algodones blancos de nubes, y a lo lejos resonaba el rítmico golpeteo de un pájaro carpintero sobre un poste de guadua. La naturaleza despertaba con una sinfonía celestial: trinos de aves de mil colores revoloteaban en la frondosa vegetación, buscando alimento en la abundancia que la tierra generosa les ofrecía sin límites. El reloj marcaba las 5:40 a.m. en Villa de las Bendiciones.

Kike despertó renovado, con una energía vibrante que le permitía estar 99% concentrado en cada acto. Como era su costumbre, bebió un vaso de agua pura, nacida de la montaña, sintiendo cada sorbo hidratar sus células y revitalizar su cuerpo. Luego, realizó su ritual matutino: meditación, oración, yoga, escritura y una hora de lectura. A las 10:00 a.m., fortaleció su cuerpo con ejercicios y disfrutó un desayuno simple pero sustancioso: chocolate en leche, arepas caseras, huevos cocidos y un jugo de naranja recién exprimido de su huerta.

A media mañana, escribió su blog titulado "El Misterio de los Sueños y la Providencia", una tarea que le llevó cuatro horas. Mientras sus frijoles se cocinaban a fuego lento en la olla arrocera, con cebolla cabezona, sal, zanahoria y calabaza, Kike sintonizó la misa del Santuario del 20 de Julio en diferido. En el sermón, el padre Ever habló sobre la importancia de hacer las cosas con el corazón y expresar la fe con claridad, palabras que resonaron en Kike, quien sentía desde hace días una presencia divina guiando sus pasos.

Al mediodía, con los frijoles listos, preparó arroz con verduras, papas fritas y pierna de cerdo en pequeña porción. Todo acompañado con un jugo de guanábana, endulzado sutilmente para conservar su sabor natural. Luego, escribió en su diario, redactó una carta de motivación para sí mismo y cerró la tarde con un café cargado, galletas y mermelada.

Pero el verdadero misterio de ese día no estaba en su rutina, sino en los eventos que se habían desatado los días anteriores. Durante jueves, viernes y sábado, Kike había logrado despachar tres libros diarios a distintas partes de la gélida capital y otras regiones del país. Era un número exacto, un patrón que se repetía con mística precisión.

El miércoles, al despertar, había pedido en sus oraciones a la Divina Providencia que iluminara su camino para vender su inventario de libros, financiado por un subsidio de España. Sabía que la responsabilidad de comercializarlos era solo suya, pero en cuanto terminó su plegaria, una oleada de inspiración lo invadió. Se propuso vender tres libros diarios en días hábiles, y al día siguiente, los clientes comenzaron a aparecer como si el universo hubiera conspirado para cumplir su petición.

El jueves, viajaron tres libros por medio de Interrapidisimo el primer libro viajó hasta San José del Guaviare, dirigido a su amiga Celmira, una emprendedora apasionada del mundo de la belleza y el cuidado personal. Su dedicatoria rezaba:

A Celmira Trochez: Mujer emprendedora, apasionada y de espíritu guerrero, cuyo esfuerzo en el mundo de los productos de cuidado personal y belleza es digno de admiración. Tu confianza en mí y en mi trabajo, así como tu apoyo incondicional al adquirir mi libro, me llenan de gratitud y motivación. Que tu camino siga lleno de éxitos y bendiciones.

Con aprecio y gratitud,
Jaime Humberto Sanabria

El segundo libro viajó a Bogotá, a su antiguo cliente del corresponsal Bancolombia, Alejandro, un empresario textil y seguidor fiel de su blog:

A Alejandro Restrepo, su esposa e hijos: Un verdadero ejemplo de emprendimiento y dedicación en la fabricación y comercialización de camisas. Me honra contar con su apoyo, y deseo que este libro sea una fuente de inspiración en su camino. Que el éxito y la prosperidad sigan acompañando su vida y su empresa.

Con gratitud y aprecio,
Jaime Humberto Sanabria

Un tercer ejemplar partió hacia Gachetá, destinado a su amiga Yovana Mateus, una atleta del club ADES, quien aún lidiaba con la ausencia de su esposo fallecido:

A Yovana Mateus, en honor a Camilo Ramírez (Q.E.P.D.): Mujer admirable, atleta incansable y de espíritu guerrero, cuyo ejemplo inspira a chicos y grandes en la disciplina del atletismo. Que este libro sea un tributo a tu esfuerzo y una fuente de inspiración en tu camino.

Cuando llegó el jueves, Kike ya había vendido sus primeros tres libros. Pero, ¿quiénes serían las personas que el destino pondría en su camino para los días viernes y sábado?

Había algo misterioso en la forma en que todo se alineaba. ¿Era simple casualidad o un mensaje divino? La conexión entre Kike, la Providencia y el universo se hacía cada vez más evidente. Mientras meditaba recordó el día viernes y sábado Sabía que esta historia...

...Continuaría.

 

Con respeto y admiración,
Jaime Humberto Sanabria





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