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lunes, 26 de mayo de 2025

🌄 "El Celular Perdido y el Milagro del Taller de Ángeles" 🌟

Érase un jueves 22 de mayo, en un rincón del mundo donde el tiempo se esconde entre la neblina y los suspiros de la tierra. Un lugar remoto y misterioso, llamado Villa de las Bendiciones en Silvania, donde los amaneceres parecen cuadros pintados por la mano de Dios, y el canto de las cigarras rasga la noche como si fueran heraldos de un secreto ancestral.

A las 3:42 am, Kike abrió los ojos con la certeza de que aquel no sería un día cualquiera. Había aceptado la pérdida de su celular, una herramienta vital, pero también un cofre de memorias y trabajo. Sin embargo, la vida le había enseñado que a veces, perder es solo el primer acto de una gran enseñanza.

Kike se levantó, como cada día, con disciplina y fe. Preparó su ritual matutino: tinto, aromática, vasos, panela molida, y mezcladores. A las 5:22 am, partió de la Villa rumbo al hospital, donde cada mañana vendía tintos y tapabocas con una sonrisa que muchos agradecían en silencio.

A las 5:40 am, la jefe de enfermeras, Sandra, lo llamó para que llevara tinto a sus compañeras. Kike trabajó con alegría hasta las 8:30 am. Luego pasó por la plaza donde don Wilson le dio la noticia: aún no había podido localizar al que encontró el celular, su moto seguía en el taller. Kike, con serenidad, cerró ese capítulo en su mente. Lo perdido, perdido estaba.

“Hoy después del recorrido subo a Fusa a reponer la SIM para el celular viejo,” dijo con decisión.

Apresuró su ruta para ahorrar tiempo. Y entonces, en el último punto del recorrido, llegó al taller de motos. Allí se encontró con un muchacho que acababa de regresar de Bogotá, cargado de repuestos y algo más... cargado de destino.

—¿Cómo te fue en Bogotá? —preguntó Kike.

—Bien, gracias a Dios —respondió el joven, con una expresión que ocultaba algo más profundo.

El muchacho lo miró con un brillo extraño en los ojos y le dijo:

—Te tengo dos noticias... una buena y una mala. ¿Por cuál empezamos?

Kike sonrió, ya curtido por la vida:

—Por la mala, la buena siempre amortigua.

El joven respiró hondo:

—La mala es que el rescate cuesta $100.000...

Kike abrió grande los ojos, pero no de preocupación, sino de esperanza:

—¡No importa, mi hermano! Vendí un libro y con la venta de los tintos lo completo.

—¿Y la buena? —preguntó, como quien espera un regalo del universo.

El muchacho abrió lentamente una vitrina, como si revelara un tesoro sagrado. Sacó un celular y se lo mostró:

—La buena es que aquí tienes tu celular... revisa si es el tuyo.

Kike lo tomó entre las manos temblorosas. Era su celular. Era SU celular. Sentía que las lágrimas le querían brotar, pero el alma se le desbordó primero.

—¡Sí, es mío! Gracias, de verdad... dime cuánto más te debo.

—Nada, Kike. El celular es tuyo, como debe ser. El rescate lo asumo yo. En esta empresa nada ajeno se pierde. La persona que lo encontró no actuó bien, y por eso ya no hace parte de nuestro equipo.

—Pues hoy no te cobro los tintos —dijo Kike, conmovido.

—No, hermano —respondió el muchacho—. Ese es tu trabajo, y merece respeto. Te los pago con gusto.

Kike lo abrazó como si abrazara al destino. No era un simple mecánico. Era un ángel con grasa en las manos y luz en el corazón.

Salió del taller rumbo a la Villa de las Bendiciones. Miró al cielo con gratitud. Sentía que Dios le había devuelto más que un celular: le había devuelto la fe en la gente, en los gestos nobles, en los milagros cotidianos.

Aquel día, no hubo viaje a Fusa. Desayunó con Linda, quien se sorprendió al verlo entrar con el celular en la mano. Más tarde, en la plaza, don Wilson y la ingeniera Martha lo felicitaron por su milagro. Le tenían sopa de verdura, ensalada y limonada. Una comida sencilla, pero con sabor a celebración celestial.

Al regresar en la noche, Linda le tenía listo un almuerzo de lenteja, arroz, papa y pollo, acompañado de Kola y Pola. Ese jueves no era uno más. Era el jueves en que lo perdido regresó como un regalo divino.

Kike, con el alma rebosante, se propuso escribirlo todo. Que esta historia no quedara en el olvido, sino que sirviera como prueba de que los milagros existen... y a veces llevan buzos manchados de aceite.

Y al día siguiente, en el Café Zeratema, un nuevo capítulo se escribiría con la llegada de un enigmático profesor.

¿Quién sería ese hombre que el destino le traía?

Esta historia… continuará.

 

domingo, 25 de mayo de 2025

📖 El día que se perdió el celular… y se activó la magia de Villa de las Bendiciones

Era lunes 19 de mayo, en un rincón apartado del mundo donde el tiempo se estira y se encoge a voluntad de la naturaleza. Allí, en medio de un coro incesante de cigarras que cantaban al amanecer y al anochecer, se encontraba Villa de las Bendiciones, un paraíso escondido en Silvania. Eran las 3:42 a.m. cuando Kike, aún somnoliento, despertó. El llamado del deber y la esperanza eran más fuertes que el sueño.


En diez minutos de meditación, recordó un gesto inolvidable: el pasado miércoles 14, Esteban Gaitán había comprado su primer libro y, junto a su socio don Wilson, le habían regalado tres mudas de ropa nueva, unas botas de seguridad y una bata blanca para realzar su imagen mientras vendía tintos. Con gratitud en el alma, Kike se encomendó a Dios, envió pensamientos de amor a su amada Juanpis y a toda la naturaleza que lo rodeaba, y comenzó su rutina de ejercicios, yoga y respiración.

A las 5:04 a.m., partió hacia el Hospital Ismael Silva con sus termos mágicos, cargados de tinto y aromática, y en su mochila llevaba tres ejemplares de su libro “Historias que inspiran la imaginación”. Llegó sobre las 5:30 a.m. y encontró nueve personas en la entrada, incluido su vecino David. Mientras ofrecía tapabocas y tinto, aprovechó para hablar de su libro. En apenas un minuto con diez segundos, dejó sembrado el mensaje. Aunque nadie compró, varios le tomaron fotos al ejemplar. Para Kike, sembrar inspiración era ya una victoria.

Hacia las 8:00 a.m., se encontró en la plaza con don Wilson para cuadrar cuentas. De la nada, apareció un exconcejal de Tibacuy, viejo amigo de don Wilson, quien recibió de regalo un libro firmado por Kike con una dedicatoria que sellaba el encuentro con palabras de esperanza. En ese mismo momento llegó el ingeniero agrónomo Duvan Vargas quién también adquirió otro ejemplar de: "historias que inspiran la imaginación"


Kike continuó su jornada, volvió a casa donde su amada Linda le tenía preparado un desayuno de campeones: huevos revueltos con cebolla y tomate, chocolate caliente y arepas de peto asadas. Luego de un breve descanso, volvió a Silvania con los termos recargados por Linda. En la plaza, don Wilson le ofreció un almuerzo generoso: sopa de verduras, fríjol con arroz, carne, plátano maduro y limonada fresca. Después de una jornada intensa, Kike terminó vendiendo sus últimas bebidas en un taller de motos.

Y fue allí… donde todo cambió.

Recibió una llamada de Claro ofreciendo un equipo nuevo. Kike rechazó amablemente la oferta. Pero sin saberlo, al guardar el celular, lo dejó mal puesto... y desapareció. Más tarde, en casa, mientras esperaba a su amiga Diana Estella y su esposo Jhon que venían a guadañar el jardín, notó que su celular no respondía. Marcó desde el teléfono de Linda… y tras unos timbres, alguien apagó el teléfono. Su corazón dio un vuelco.

Corrió al taller de motos, pero nadie había visto nada. Volvió a casa, inquieto. Más que el aparato, le preocupaba su información personal, contactos, fotos, cuentas bancarias… Esa noche, oró con el alma abierta: “Señor, acepto la pérdida del celular, pero por favor, que nadie use la información que guarda mi alma digital.”

Al día siguiente, martes 20, despertó a las 2:34 a.m.. Inició su rutina con el corazón encogido. Al revisar desde su computador, encontró algo inesperado: un video nuevo en su cuenta de Google Fotos. ¡Quien tenía su celular se había grabado sin saber que estaba conectado a su nube! Kike tomó capturas con el teléfono de Linda. El rostro del que se encontró su celular quedó sellado en su memoria.

Esa mañana, llegó tarde al hospital. La vigilante le pidió que se ubicara al frente, cruzando la calle. El nuevo sitio olía a orines. Kike lo notó justo cuando un cliente se le acercaba. Sintió una mezcla de vergüenza y dignidad. Así son las pruebas: te retan hasta en lo invisible.

A las 8:00 a.m., se reunió nuevamente con don Wilson y le mostró el video. Don Wilson, sorprendido, lo miró a los ojos y dijo con firmeza:

—A este tipo yo lo conozco, dame un tiempo… voy a hacer que te devuelvan ese celular.

Ese día, la esperanza volvió a florecer en el alma de Kike. Don Wilson le recomendó reportar el número cuanto antes para proteger su información.

Al día siguiente, se llevaría a cabo el encuentro literario del “Club de Lectura de Silvania”… pero esta vez, en la misma Villa de las Bendiciones.

¿Recuperará Kike su celular antes del encuentro?
¿Será que el rostro grabado será la clave para resolver este pequeño gran misterio?

🌀 La historia continúa... y la magia apenas comienza.

 

viernes, 14 de marzo de 2025

#El vuelo de los sueños y los libros


 El amanecer del 12 de marzo en Villa de las Bendiciones tenía un aire mágico. Allí, donde el tiempo parecía detenerse, la brisa matutina acariciaba los árboles frondosos y un jardín en flor se estremecía con el canto celestial de los pájaros de colores. Era un lugar donde la naturaleza danzaba con el silencio del alba, preparando el escenario para un día inolvidable.

A las 5:40 a. m., Kike despertó de un sueño profundo. Consciente de que la pereza quería envolverlo, meditó en voz alta, repitiendo afirmaciones que llenaban su corazón de determinación. Dio gracias por un nuevo día, recorrió con la mente cada rincón de su cuerpo y se levantó con renovada energía. Se asomó por la ventana y miró al cielo como quien busca respuestas en el infinito. Pidió inspiración divina para escribir con acierto y tocar corazones con su pluma. Después, se sumergió en su rutina diaria de escritura y lectura, como quien afila su espada antes de la batalla.

A las 10:17 a. m., el teléfono sonó. Al otro lado de la línea, la voz de Jorge Iván, su buen amigo de Medellín, vibraba de emoción:

—¡Hombre, Kike, te felicito! ¡Eres grande! Envié anoche la descripción de tu libro a algunos amigos y me inspiraste. Quiero cuatro ejemplares de "Historias que inspiran la imaginación", uno para mí y tres para regalar. Más adelante pediré más.

El corazón de Kike latió acelerado. No solo por la venta, sino porque en aquel instante sintió que su sueño tomaba vuelo. Con voz entrecortada por la emoción, respondió:

—Gracias, don Jorge Iván. Hoy mismo te los despacho. Y, por cierto, en un capítulo del libro escribí una historia en honor a tu hermano William. Recuerdo que gracias a él cumplí un sueño de niño: volar en avión.

Los recuerdos invadieron la mente de Kike como un torrente imparable. Aquel día, hace 34 años, cuando subió al avión con destino a Cali, todo se sintió irreal. La aeronave, majestuosa y poderosa, se preparaba para despegar. Sus motores rugieron, liberando una energía contenida. Lentamente, el avión cobró velocidad hasta elevarse, dejando atrás la ciudad que se volvía pequeña bajo sus pies. Las nubes, como algodones flotantes, se extendían ante sus ojos. Era como si estuviera dentro de uno de sus sueños infantiles, donde volaba libre en un cielo sin límites. Las lágrimas rodaron por su rostro. Aquella media hora de vuelo fue una eternidad llena de asombro.

—Sí, hombre Kike —dijo Jorge Iván con un dejo de nostalgia—. William te quería mucho, hablaba siempre de ti.

Esa tarde, Kike envió los cuatro libros a Medellín. En uno de ellos, dedicó unas palabras en honor a William:

Don Jorge Iván, tu apoyo y amistad son invaluables. En estas páginas guardo también un recuerdo especial para tu hermano William, quien confió en mí y me dio alas para cumplir un sueño. Que este libro sea un faro de inspiración, recordándonos que los sueños se logran con perseverancia y fe.

Además, envió ejemplares a otros grandes amigos. A Luz Marina y su esposo, atletas de alma inquebrantable, les dedicó palabras de admiración. A Matilde, cariñosamente llamada "Maticas", le expresó gratitud por su fortaleza y amor por el deporte. Y a don José Baudilio, líder del Club CHASQUIS, le reconoció su incansable labor en el atletismo.

Aquella noche, desde las 7:00 p. m. hasta la medianoche, Kike escribió su blog titulado El Martes de las Coincidencias. A las 12:12 a. m., la primera persona en recibirlo fue Linda. Al día siguiente, lo compartiría con sus amigos.

Se acostó con el alma llena de gratitud. Había vendido siete libros en un solo día, pero más allá del número, sentía que cada ejemplar llevaba un pedazo de su historia, de sus sueños y de su esencia. Recordó a Gabriel García Márquez, quien narraba que escribió Cien años de soledad con las uñas, y se vio reflejado en él. Kike persistiría, porque la vida le estaba demostrando que, cuando los sueños se escriben con pasión, tarde o temprano, encuentran alas para volar.

martes, 4 de marzo de 2025

#Don Wilson y el Secreto del Arroyo


 En una fresca y apacible mañana del lunes 3 de marzo, la finca El Arroyo, ubicada en Yayata Bajo, sector Las Palmas, despertaba entre susurros de la naturaleza. A las 5:30 a. m., don Wilson, viñero y guardián de aquella casa rodeada de una exuberante vegetación, se levantó como cada día. Antes de que el sol rompiera su indecisión entre la lluvia y el amanecer, ofreció una plegaria al cielo, agradeciendo por los encuentros y amistades que enriquecerían su jornada. Repitió su mantra con voz serena:

“Hoy es un día espectacular, estoy brillando, creciendo, expandiéndome, llenando mi vida a un siguiente nivel.”

Como parte de su ritual, bebió un vaso de agua cristalina, nacida de las entrañas de la montaña. Luego, un baño frío lo despertó por completo. Pero el verdadero encanto de la mañana residía en la preparación de su mágico tinto: café recién molido mezclado con un toque de cannabis, ortiga y un dulzor natural de miel de abejas y jarabe de propóleo. Con el primer sorbo, su espíritu se armonizaba con el canto de los pájaros y el susurro del viento entre los árboles.

A las 7:00 a. m., don Wilson partió hacia la oficina central de la UMATA, en la Alcaldía de Silvania, para entregar su informe al Dr. Leonardo Carrillo, su jefe inmediato. El tema del día: la entrega de insumos del Proyecto de Seguridad Alimentaria "Semillas de Esperanza". En la reunión, repasaron estrategias para fortalecer la autosuficiencia de los campesinos y destacaron el respaldo del alcalde José Ricardo Pulido Garzón y su equipo.


A las 8:19 a. m., Kike llegó para apoyarlo en la logística de la entrega de insumos y en la documentación del evento para su blog. A las 8:56 a. m., llegaron a la plaza de mercado, donde los integrantes de los 18 grupos y veredas comenzaban a reunirse. En una sala privada, don Wilson, junto con la ingeniera Martha Poveda y su equipo, organizó la distribución de abono orgánico y semillas de frijol y maíz. Cada uno tenía una función clara: las chicas elaboraban los listados, otros entregaban bultos de abono, y Kike repartía semillas por libra y kilo. A las 9:00 a. m., don Wilson entregó las fichas por grupos, agilizando el proceso.

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A las 10:00 a. m., la llegada del alcalde y su comitiva marcó el inicio oficial del evento. En su discurso, recordó las dificultades del año 2024 y cómo, a pesar de los desafíos, lograron sobreponerse. Mencionó que la ampliación del tercer carril, fue peor que la pandemia pasada por las grietas en las viviendas cercanas a la obra, pero también celebró el éxito en la gestión de las pólizas con la concesión Vía 40. Concluyó destacando el impacto positivo de la UMATA en la capacitación de las veredas y la importancia de la entrega de insumos.

El alcalde entregó 18 reconocimientos a líderes destacados, entre ellos la Dra. Olga Romero. La alegría en sus rostros reflejaba el valor de su esfuerzo. Luego, se unió por una hora a la entrega de insumos, compartiendo palabras de aliento con los beneficiarios.

La jornada fue intensa. Desde la mañana hasta las 6:30 p. m., don Wilson, el Dr. Leonardo, la ingeniera Martha y Kike trabajaron sin descanso, sin siquiera un respiro para almorzar. Al finalizar, don Wilson llamó a Kike y, con un gesto sincero, le hizo un regalo como muestra de gratitud. Kike, conmovido por aquel reconocimiento, lo aceptó con humildad y se despidió.

Don Wilson y el Dr. Leonardo permanecieron en la plaza, delineando el plan del día siguiente. Cuando el reloj marcó las 8:19 p. m., don Wilson emprendió el camino de regreso a su hogar, con el corazón rebosante de satisfacción. Bajo el manto estrellado de la noche, su silueta se fundió con el sendero de la montaña, como si la naturaleza misma le abriera paso a su descanso merecido.

lunes, 3 de marzo de 2025

El Umbral de los Sueños: El Nacimiento de 'Historias que Inspiran la Imaginación'


 Era un viernes 16 de agosto de 2024 en Villa de las Bendiciones, un lugar donde el tiempo parecía detenerse. A las 3:30 a. m., Kike despertó de un sueño que trascendía su manera de ver la vida. Durante varias noches había visto a un amigo en un mundo paralelo, un lugar donde todo era posible. En sus sueños, aquel amigo lo guiaba hacia una puerta misteriosa. Al mirar atrás, Kike veía nubes blancas flotando en un cielo infinito; al abrir la puerta, un paisaje de ensueño aparecía ante él: una playa de arena dorada con palmeras danzantes y un amanecer que iluminaba el horizonte con colores imposibles.

Sin embargo, esa noche el sueño fue distinto. Su amigo estaba atrapado en un laberinto impenetrable, una prisión custodiada por fuerzas invisibles de la que nadie había escapado jamás. Kike, sintiendo en su corazón que debía ayudarlo, ideó una estrategia ingeniosa y logró liberarlo. Su amigo lo abrazó con gratitud infinita, pero pronto el miedo se apoderó de Kike: las cámaras de seguridad habían registrado su acto. El peligro de ser descubierto lo hizo sentir el latido acelerado de su corazón.

Entonces, sucedió lo inesperado. Una mujer que monitoreaba las cámaras decidió borrar la evidencia. Kike se preguntó quién era esa extraña aliada y por qué lo había ayudado. Antes de que pudiera obtener respuestas, despertó. Su amigo había desaparecido, pero la sensación de que ese ser no pertenecía a este mundo persistía en su mente.

Aún intrigado, Kike salió a entrenar por los senderos de Villa de las Bendiciones. El canto de las aves acompañaba sus zancadas, y mientras corría, se observaba a sí mismo en cada movimiento. Hizo un circuito de siete kilómetros, pero su mente no podía despegarse del sueño. Al regresar a casa, decidió escribirlo para encontrarle sentido. Investigando su significado, encontró una interpretación reveladora: "Soñar con abrir una puerta a otra dimensión podría significar que estás a punto de tener nuevas oportunidades, culminar etapas o despedirte de personas importantes."

Aquello resonó en su interior. Recordó que en noches anteriores había soñado con una puerta grisácea resplandeciente que lo conducía a una playa al amanecer. Decidió plasmarlo todo en un documento y lo guardó, sin saber que aquel gesto marcaría el inicio de algo grande.

En la tarde, mientras organizaba unas cajas que le había traído don Ricardo desde Bogotá, encontró viejos diarios. Entre esas páginas estaban sus memorias, sus metas, sus pensamientos y reflexiones. Fue en ese instante cuando una chispa se encendió en su interior. ¡Podía convertir todo eso en un libro!

Sin pensarlo demasiado, escribió una carta de motivación para sí mismo, comprometiéndose a transcribir sus recuerdos en documentos. Así nació su pasión por la escritura. Desde aquel día, Kike fue constante, escribiendo sin descanso. A finales de septiembre, al revisar su trabajo, descubrió que ya tenía más de treinta historias. Fue entonces cuando se le ocurrió estructurarlas en un blog y, posteriormente, en un libro. Publicó su primer blog y, poco a poco, fue extendiéndolos en capítulos numerados.

El destino le envió una señal. Al navegar por Facebook, comenzó a recibir anuncios de editoriales. Uno de ellos, LETRAME, llamó especialmente su atención por su enfoque en apoyar a los autores. Movido por la intuición, envió un manuscrito de dieciocho capítulos. Días después, recibió la respuesta que cambiaría su vida:


INFORME DE VALORACIÓN: "Historias que Inspiran la Imaginación"

Buena obra y apta para editar, con estructura sólida y redacción cuidada. Lenguaje evocador y poético, con una narrativa que sumerge al lector en un mundo de sueños y realidades entrelazadas. El tono inspirador y reflexivo invita a la introspección, mientras que la riqueza en la descripción de valores humanos otorga profundidad a la obra.

Recomendamos su publicación.


Kike no podía creerlo. Aquel 16 de agosto marcó el inicio de un sueño, y a finales de septiembre su libro ya había sido aprobado por la editora. Su esfuerzo y dedicación habían dado frutos, convirtiendo su inspiración en una obra que pronto vería la luz.

Pero ¿qué sucedería en los meses siguientes con la edición y publicación de su primer libro? Esa es una historia que continuará...


Reflexión: A veces, los sueños no son solo imágenes fugaces de la mente dormida, sino mensajes que nos guían hacia nuestro destino. Kike descubrió que la clave no estaba en buscar respuestas fuera, sino en escribir su propia historia. Y así, sin buscarlo, encontró su pasión y su propósito.

¡El inicio de un sueño siempre comienza con una pluma y un corazón dispuesto a escribirlo!

viernes, 28 de febrero de 2025

#El Sendero del Destino: Un 27 de Febrero Inolvidable


 El amanecer del 27 de febrero se desplegaba con un velo de serenidad, mientras el reloj marcaba las 5:58 a. m. Kike despertó con la determinación de un guerrero, con la meta clara de vender al menos dos o tres libros en el día. Su jornada comenzó con su ritual habitual: meditación, oración, yoga y la escritura de una carta de automotivación. A las 10:00 a. m., tras completar su rutina de ejercicios —flexiones, abdominales y movimientos articulares—, apagó la estufa donde preparaba el desayuno y se dispuso a salir con paso firme, con la determinación palpitando en su pecho. Vestía su pantaloneta, camiseta y zapatillas minimalistas, como un corredor preparado para un desafío más grande que él mismo.

Con un cronómetro en cero, Kike arrancó con potencia. A pocos metros, unos vecinos caminaban por el sendero y, al escuchar su paso decidido, voltearon a verlo y se hicieron a un lado. —¡Buenos días, vecinos! ¡Les deseo un excelente día! ¡Bendiciones! —exclamó Kike con voz enérgica. Ellos lo observaron con asombro, viendo cómo se alejaba como una sombra veloz entre la brisa matinal.

Al doblar a la derecha, inició un ascenso imponente, una prueba exigente que para muchos sería un obstáculo, pero para Kike era un reto más en su camino. Subió sin titubear, superando cada metro con un ritmo fuerte y constante. Los vecinos que lo veían pasar lo saludaban con admiración, como si presenciaran el ascenso de un héroe anónimo. Finalmente, tras una escalada desafiante, coronó la cima, alcanzando la Carretera Central en un tiempo de 12:18.



Sin perder el ritmo, descendió vertiginosamente dos kilómetros hasta el parador Choriloco. A su paso, los trabajadores de la ampliación de la vía lo saludaban con respeto, reconociendo en él una fuerza de voluntad inquebrantable. La bajada fue un juego de movimientos entre zigzags y pendientes pronunciadas, hasta llegar a Villa de las Bendiciones en 36:18. Allí, realizó sus estiramientos, se hidrató y comió un banano, listo para el siguiente desafío del día.

Luego, Kike tomó su teléfono y se conectó con viejos amigos del atletismo en Bogotá. Llamó a Carlos Rodríguez, un atleta legendario del Bosque de San Carlos, quien, pese a los años, mantenía su disciplina y espíritu guerrero intactos. Luego contactó a Estanislao, un fondista comprometido con la formación de nuevas generaciones de corredores. Siguió con Humberto Palacios, que entrenaba incansablemente 100 kilómetros a la semana con la mira puesta en la maratón de Cali. También conversó con Mercedes, una corredora inquebrantable, y con Felisa, una atleta de alto rendimiento que acumulaba podios como un alquimista recolectando oro.

—Tú te fuiste de Bogotá y el grupo se dispersó —le confesó Felisa con nostalgia. —¡Cuando el gato se va, los ratones hacen fiesta! —respondió Kike con una carcajada, provocando la risa de su amiga.

Finalmente, llamó a doña Guillermina, una antigua vecina que ahora vivía en Viotá con su esposo, don José, quien, para alivio de Kike, se encontraba mejor de salud. Antes de colgar, envió un mensaje de cumpleaños a su amiga Carmencita Moreno y compartió con todos ellos el enlace de su libro Historias que Inspiran la Imaginación, disponible en varios formatos e idiomas. Todos prometieron apoyarlo, emocionados de ver cómo su amigo se abría camino en el mundo de la literatura. Uno de ellos incluso le dijo: —Tú serás el mejor escritor de todos los tiempos. Esa frase resonó en su mente como una profecía. ¿Podría ser cierto?

Más tarde, Kike recalentó el almuerzo del día anterior: frijoles con cebollas cabezonas enteras y un toque de zucchini amarillo, rico en minerales y vitaminas. Lo acompañó con arroz integral con verduras, papa salada, carne de cerdo frita y jugo de zanahoria. Cada bocado le pareció un banquete celestial. En ese instante, comprendió que la magia no solo estaba en los grandes logros, sino en la capacidad de apreciar los pequeños placeres de la vida.

La noche cayó sobre el 27 de febrero, y Kike, envuelto en gratitud, miró al cielo y agradeció a la Divina Providencia por un día incierto pero maravilloso. Se acostó con el corazón liviano, sabiendo que nuevas aventuras lo esperarían al día siguiente.

Esta historia… continuará.

domingo, 9 de febrero de 2025

#Bendición en la Cima: Un Mensaje del Cielo


 Era un domingo 9 de febrero, a las 6:00 p.m., cuando la noche comenzaba a envolver Villa de las Bendiciones en su manto estrellado. Kike, tras un día sumergido en la lectura de "Gabo periodista" y en la escritura de algunas reflexiones, sintió una extraña presencia. Desde la mañana, una energía invisible lo rodeaba, observándolo en silencio, como si un mensaje celestial estuviera a punto de revelarse. De pronto, un recuerdo lo golpeó con la fuerza de un relámpago: había sentido esa misma presencia un domingo 14 de enero de 2018, en una mañana nublada y fría en la Plaza de Bolívar, en Bogotá.

Aquel día, a las 7:00 a.m., Kike se encontraba puntual en un desafío con sus amigos del Club ADES. Hilba Prada, Luz Marina Fresno, Gladys Luna, Belén Cagua, Campo Elías, Olga, Humberto Palacios y su eterno rival y amigo de infancia, Julio César Trejos, estaban listos para una prueba de resistencia: escalar el Cerro de Guadalupe desde la Plaza de Bolívar. El recorrido sería desafiante, un ascenso implacable que los llevaría por la calle 9 hasta el barrio Egipto, luego por la carretera vía a Choachí, y finalmente, por un sendero empinado de casi dos kilómetros hasta las puertas del santuario.

El aire frío mordía la piel, y cada zancada era un reto contra la gravedad. El sudor caía como lluvia en los rostros de los corredores, pero Kike, sintiendo la fuerza de algo más grande que él mismo, se sobrepuso al cansancio. Con un tiempo de 1:19:54 y una distancia exacta de 12 km, fue el primero en coronar la cima. En ese instante, se sintió como un ciclista conquistando una etapa del Tour de Francia. Su corazón latía con la intensidad de un tambor de guerra.

Mientras recuperaba el aliento, un grupo de monjas descendía sonriente desde el santuario. Sus hábitos blancos brillaban con una luz etérea, y Kike, sintiéndose envuelto en una sensación de paz inexplicable, les pidió la bendición. Una idea lo asaltó de repente: debía tomarse una foto con ellas. En aquel instante, una emoción electrizante lo recorrió de pies a cabeza. Sentía que esos seres de blancas vestiduras eran ángeles disfrazados de monjas, mensajeras de algo divino. Un escalofrío le recorrió la espalda. ¿Acaso ese encuentro tenía un significado oculto?

Hoy, 9 de febrero, esa misma presencia lo observaba de nuevo. Algún mensaje se cernía sobre él, invisible pero palpable. Mientras escribía este blog, su amigo Deiby le envió un video de la remodelación de su antigua casa. La alegría invadió a Kike al ver cómo Deiby la había modernizado tal como él mismo hubiera querido hacerlo. Con el corazón latiendo de emoción, le escribió un mensaje:

Hola Deiby,

Quiero expresarte mis más sinceras felicitaciones. Has logrado hacer brillar esa casa de una manera admirable. Tu esfuerzo y dedicación son verdaderamente inspiradores. Dios siga bendiciéndote y guiando cada paso de tu camino. Eres un ejemplo a seguir y mereces todo el éxito del mundo.

Un afectuoso abrazo y mis mejores bendiciones para ti y tu linda familia.

De vuelta a sus recuerdos, Kike revivió aquel momento en Guadalupe. Después de la foto con las monjas, sus amigos del Club ADES llegaron a la cima. Julio César, su eterno rival y compañero de carreras, lo felicitó con una sonrisa cómplice. Entraron a la iglesia, oraron en silencio y, tras inmortalizar la hazaña en fotografías, descendieron en colectivo hasta el centro de la ciudad.

Aquella fue una aventura inolvidable, un encuentro con lo divino que Kike nunca olvidaría. Hoy, al sentir de nuevo aquella presencia mística, comprendió que todo estaba conectado. El pasado y el presente se entrelazaban en un susurro celestial, recordándole que la voz del alma es el puente hacia lo divino. En el silencio de la noche, con la pluma en la mano y el calor de su brazo escribiendo, Kike supo que vivía en el aquí y el ahora. Y que, escuchando con atención, podía descifrar los mensajes del cielo.

sábado, 8 de febrero de 2025

# "El Viaje de Kike: Un Día de Encuentros y Destinos"


 Era un jueves 6 de febrero, cuando el sol amaneció entonando su cántico de luz sobre Silvania, tierra de promisión e inspiración. En el parador Choriloco, el aire matinal olía a café fresco y a historias por escribirse. Kike se despidió de Linda con un abrazo cálido. Ella partió hacia la oficina de Interapidisimo de Silvania para enviar dos libros a sus amigos Yaneth Rivera y Gonzalo Jiménez, mientras él abordaba una van del Expreso Bolivariano rumbo a Bogotá.

Kike se sintió lleno de energía, como si la jornada le prometiera sorpresas y enseñanzas. Abrió su ejemplar de "Tónico para el Alma" de Osho y, entre sus páginas, encontró ejercicios de meditación que parecían escritos para él en ese preciso instante. El viaje transcurrió en un parpadeo, y cuando el reloj marcó las 9:40 a. m., ya había llegado a Soacha. En el centro comercial Gran Plaza, se hizo de unas gafas para lectura antes de continuar su travesía en Transmilenio hasta la estación Santander. Desde allí, un transbordo en SITP lo llevó al barrio Olaya, donde esperaba obtener respuestas sobre la presentación de su libro en las ferias de Bogotá. Sin embargo, la jefa de la biblioteca, atrapada en la bruma de la burocracia, no pudo darle información clara. Sabía que, si quería que su sueño se hiciera realidad, tendría que mover influencias y abrirse camino por su cuenta.

Confiando en los vínculos forjados en el tiempo, visitó primero a doña Nohorita, una amiga de años que lo recibió con un abrazo fraterno. Junto a su esposo, Jesús Rincón, le expresaron su alegría por su nuevo libro. Mientras atendía a sus clientes, doña Nohorita habló con orgullo de la magia de Kike para transformar historias en enseñanzas. No dudó en comprarle un ejemplar y Kike le dedicó unas líneas llenas de gratitud:

"A mi entrañable amiga Nohora Rodríguez y su esposo Jesús Rincón, Porque las verdaderas historias no solo se leen, sino que también se sienten, se viven y se comparten..."

Con el corazón ligero y el espíritu enérgico, se dirigió a la óptica de doña Yesni, quien junto a sus hijas Eliana, Catherine e Ivanna, lo recibieron con un cálido abrazo. Entre recuerdos y risas, recordaron los tiempos en que ellas frecuentaban el corresponsal bancario de Kike. Conmovida por la pasión del escritor, Yesni adquirió otro libro, y Kike le dejó una dedicatoria impregnada de inspiración:

"Para mi querida amiga Yesni y sus maravillosas hijas... Que cada historia en este libro encienda en ustedes la chispa de la imaginación y les recuerde que los sueños siempre están al alcance de quien se atreve a creer en ellos..."

Más tarde, en el bullicioso mercado del barrio, saludó a su amiga Ingrid, una emprendedora incansable, quien prometió llamarlo pronto para adquirir su obra. Luego, visitó a Luz Dary Contreras y su esposo Nelson, amigos que, en los momentos difíciles, le habían tendido una mano. Sin dudarlo, ellos también compraron su libro, y Kike les escribió:

"A mis grandes amigos Nelson Aguilera y Luz Dary Contreras, Porque en el camino de la vida y del atletismo, no solo se necesitan fuerzas en las piernas, sino también en el alma..."

Con la satisfacción de haber compartido su mensaje con tres familias más, Kike visitó a sus suegros, donde su cuñada Edith lo sorprendía con un delicioso almuerzo. Entre anécdotas y afecto, le hicieron sentir que su viaje había valido la pena. Su sobrino Miller, en un gesto desinteresado, lo acercó a la estación Centenario, donde abordó un Transmilenio de regreso a Soacha. Desde allí, una flota lo llevó de vuelta a Silvania.

Mientras el autobús surcaba la carretera, Kike meditaba y agradecía. Había sembrado semillas de esperanza y cambio, y sentía en su corazón que lo mejor estaba por llegar.

domingo, 19 de enero de 2025

#El Camino de Kike: Una Aventura de Superación y Magia

En una mañana serena, de un sábado, 18 de enero, a las 5:13 a.m., en Villa de las Bendiciones, un lugar donde el tiempo parece detenerse, Kike despertó de un apacible sueño. Como cada día, comenzó su ritual matutino con profunda devoción: meditó, dio gracias por todo lo que la vida le brindaba, visualizó sus objetivos y se auto observó, conectándose con cada parte de su cuerpo. Luego, con el corazón henchido de gratitud, elevó una oración sincera:

—Gracias, Dios mío, por darme sabiduría e inteligencia para escribir con acierto historias que inspiren al mundo, porque, ¿quién, sino Tú, inspiran a un mundo tan maravilloso?

Se levantó con renovada energía y se asomó por la ventana. Un cielo insondable e infinito se desplegaba ante sus ojos, un lienzo de estrellas centelleantes que parecían susurrarle secretos ancestrales. Inspirado por la majestuosidad del universo, decidió afrontar un nuevo desafío: repetir la hazaña de hace dos días, trotar hasta Fusagasugá para realizar un pago adelantado y regresar trotando a casa.

Tras su rutina de yoga y una sesión de escritura en hojas en blanco, donde trazó sus metas del día, realizó ejercicios de fortalecimiento. Se vistió con su pantaloneta y camiseta favorita, se hidrató y comió un banano para energía. Guardó una botella de agua y otro banano en su mochila. A las 8:30 a.m., se despidió de su querida esposa, Linda, con una sonrisa y salió con determinación, iniciando su cronómetro desde cero.

El camino lo llevó a la carretera principal de la vía Sumapaz, también conocida como la vía 40. La naturaleza exuberante lo acompañaba, un mar de verdes colinas y el aroma fresco de la mañana impregnaba el aire. Los restaurantes a la orilla del camino bullían de actividad, sus empleados hacían señales a los autos para que se detuvieran a desayunar. Kike, corriendo en sentido contrario al tráfico, recibía los saludos y palabras de aliento de los ciclistas que regresaban de Fusa, con quienes compartía el amor por el desafío.

El sol, ya en lo alto, derramaba su luz dorada, calentando suavemente la carretera. Kike avanzaba con paso firme, superando los ascensos exigentes con determinación. Cada kilómetro era una batalla contra sí mismo, una conversación interna de esfuerzo y motivación.

Finalmente, llegó a Fusagasugá. Tras completar su diligencia, se sentó por un momento, bebido de su botella de agua y comió su banano. Respiró profundamente y, sin perder tiempo, inició el viaje de regreso. Mientras corría, observaba los buses intermunicipales que pasaban a toda velocidad con letreros luminosos que mostraban destinos como Pasto, Cali, Pitalito, Florencia, Armenia e Ibagué. Cada nombre evocaba en su mente la idea de viajes, leyendas y nuevas aventuras por vivir.

Cuando el pueblo de Silvania finalmente apareció en el horizonte, Kike sintió una oleada de satisfacción. Hizo unas compras rápidas en el mercado y, al llegar a casa, detuvo su cronómetro. Más de tres horas de recorrido y 26 kilómetros de esfuerzo quedaron registrados. Alzó los brazos al cielo, agradecido por el reto cumplido, por su cuerpo fuerte y por la oportunidad de disfrutar del viaje.

Esta aventura nos recuerda que las cosas más simples de la vida, las que a menudo pasamos por alto, están llenas de belleza. Cada instante, cada paso, es una oportunidad para observar, apreciar y disfrutar con nuestros cinco sentidos. Y en la rutina, en la repetición, también reside la magia de la vida.

Kike demostró que la perseverancia y el amor por los pequeños detalles pueden transformar un simple recorrido en una historia digna de ser contada.

 

jueves, 16 de enero de 2025

#53.40 Kms por 200 libros


 Era la mañana de un radiante miércoles 15 de enero. El sol, como un diamante en el cielo, iluminaba Villa de las Bendiciones, un lugar donde el tiempo parecía detenerse y la naturaleza cantaba su coro celestial. Kike, de pie junto al umbral de su casa, se preparaba para un desafío monumental. El aroma de las flores silvestres lo rodeaba, mientras Linda, su esposa, le daba un beso de despedida y la bendición, mientras los primeros rayos del sol pintaban el cielo con tonalidades doradas.


Con su reloj marcando cero y una mochila ligera en la espalda, Kike salió trotando hacia Fusagasugá, donde lo esperaba un destino prometedor. Al avanzar por la carretera, se encontró con el espectáculo de las palmeras que bordeaban la autopista. Altas, majestuosas, sus hojas danzaban con el viento, y Kike, mirando hacia lo alto, buscaba inspiración en su grandeza. En ese momento, imaginó tres palmeras similares adornando su hogar, como símbolos de fortaleza, sueños y esperanza.

Los kilómetros transcurrieron entre el canto de las aves, los murmullos de los trabajadores ampliando la vía y los suspiros de un hombre decidido. Al llegar al Banco W, su amiga Eliana le ofreció una oportunidad que iluminó su corazón: un subsidio, para comprar 200 libros subsidiados desde España, ejemplares que llevarían su obra "Historias que Inspiran la Imaginación" a las manos de sus lectores.

Aunque el desembolso se haría al día siguiente, Kike regresó a casa confiado en la Divina Providencia y completó 26.22 kilómetros en total. Pero el desafío no terminaba ahí. Al amanecer del día siguiente, con un cielo nublado que parecía envolver el mundo en un abrazo tranquilo, Kike volvió a emprender el recorrido. Recordó a su viejo entrenador, que siempre le decía: "Lo mejor para el cansancio es entrenar más."

En cada paso, Kike sentía la adrenalina impulsarlo. Su mente se llenaba de pensamientos sobre las personas que creían en él: amigos, familiares y los fieles lectores de sus blogs. Recordó a aquellas amigas que, en momentos de tristeza o frustración, le confesaron que leer sus blogs actuaba como un bálsamo para el alma. "Es como un hechizo," le decían, "tus palabras nos dan fuerzas para seguir adelante." Kike sonrió al pensar en el poder de sus relatos y en cómo su libro podría amplificar esa magia, llevando esperanza y motivación a más personas.

De vuelta en el banco, Eliana lo recibió con una cálida sonrisa. Tras diligenciar los formularios, el gerente quedó cautivado por la noble causa de Kike y la fuerza de sus palabras, prometiendo apoyar el proyecto. Algunos compañeros de Eliana se comprometieron a comprar el libro en cuanto llegara. Kike sintió que su misión no solo era posible, sino que ya estaba comenzando a cambiar vidas.

El recorrido de regreso fue un tributo a la victoria. Hizo una pausa en Silvania para beber agua de la montaña y comer un banano del huerto comunal, mientras contemplaba la belleza de los paisajes que lo rodeaban. Cada paso era una afirmación de su fe y una celebración de la vida.

Al llegar a Villa de las Bendiciones, Linda lo recibió con un abrazo y un jugo de guayaba frío. Esa tarde, Kike reflexionó sobre su hazaña: 53.40 kilómetros en dos días, impulsados por un sueño y sostenidos por un ejército de personas que creían en él.

Ese día comprendió que su libro no sería solo un logro personal, sino una herramienta para transformar vidas. Sus relatos, como lo hacían en sus blogs, serían un refugio para quienes buscaban inspiración, un recordatorio de que dentro de cada uno hay un guerrero capaz de enfrentar las mayores adversidades.

"Historias que Inspiran la Imaginación" no sería solo un libro, sino un puente hacia el cambio, una chispa para encender corazones y una guía para aquellos que sueñan con un mundo mejor.

Y así, Kike reafirmó una verdad simple pero poderosa: los sueños más grandes no se recorren en soledad; son los corazones unidos los que construyen los caminos hacia ellos.

viernes, 10 de enero de 2025

#"Sueños de Colores: La Tangara Mensajera"


 Era la madrugada del 10 de enero, a las 5:40 a.m., cuando Kike despertó en Villa de las Bendiciones, un rincón paradisíaco rodeado por la majestuosa naturaleza de Silvania. El día prometía un calor abrasador, mientras las aves danzaban en el cielo al ritmo de un nuevo amanecer. Pero Kike no quería abandonar su sueño. Había sido un sueño distinto, tan vívido y lleno de simbolismo que aún resonaba en su alma como una melodía celestial.

En aquel mundo onírico, una mujer celestial de belleza indescriptible se presentó ante él. Su figura no era física, sino una entidad de luz que portaba un corazón de cristal azulado. Dentro de ese corazón se reflejaba un cielo propio, vibrante y sin límites. De él emanaba una energía de colores brillantes como un arco iris, que se derramaba sobre Villa de las Bendiciones, creando una burbuja de protección y armonía. En el aire flotaban cantos gregorianos, dulces e infinitos, que llenaban el espacio de una calma tan profunda que el tiempo y el espacio parecían haberse detenido.

Sin embargo, la magia se interrumpió. Kike despertó, aún con la sensación de aquel corazón resplandeciente y aquella mujer luminosa en su mente. El llamado del día era ineludible.

Tras su rutina de meditación, oración y ejercicios, Kike disfrutó de un desayuno preparado con amor por su esposa Linda: huevos revueltos, pan tostado, avena, y jugo de naranjas frescas de su huerto. Con el aroma del café aún presente, decidió leer "La Nostalgia de las Almendras Amargas" de Gabriel García Márquez, un préstamo reciente de la biblioteca pública.

Mientras estaba inmerso en el tercer capítulo, una tangara de colores vibrantes apareció en la ventana de la sala. Contra toda expectativa, el ave no huyó al sentir su presencia. Parecía observarlo con una curiosidad casi humana, como si tratara de transmitirle un mensaje. Fascinado, Kike tomó su celular y grabó un video. Durante un minuto, el ave permaneció ahí, inmóvil, como una mensajera de otros mundos. Luego, desplegó sus alas y desapareció en el horizonte.


Fue entonces cuando el recuerdo del sueño regresó. La tangara, con sus plumas que parecían reflejar un arco iris, había despertado algo en su interior. ¿Qué quería comunicarle? Aunque no lograba descifrar el mensaje, una profunda paz lo invadió. Sintió que, a pesar de los retos que se avecinaban, algo bueno estaba por suceder.


La jornada continuó con una fluidez inesperada. Kike resolvió asuntos pendientes, avanzó en sus lecturas y enfrentó sus pensamientos con la confianza renovada de quien ha recibido un mensaje divino. Con fe y gratitud, dejó sus preocupaciones en manos de Dios y del universo, convencido de que la clave para superar los miedos y las dudas está en la meditación, la autoobservación y la fe inquebrantable.

Al final del día, Kike comprendió que aquella tangara, como el sueño que le precedió, le había recordado una verdad esencial: la fuerza para vencer los mayores obstáculos reside dentro de nosotros mismos. Cada amanecer es una oportunidad para comenzar de nuevo, para escuchar las melodías de la vida y para recordar que, así como la tangara, todos llevamos un mensaje de esperanza y transformación que espera ser descubierto. Nunca dejes de soñar ni de confiar en el poder que reside dentro de ti.

domingo, 5 de enero de 2025

#Noche de Ensueño de Nelo


 Era un viernes 3 de enero, cuando el reloj marcaba las 6:00 a.m. en la finca: Semillas de Amor, sector La Guaca, en la vereda Panamá Alto, en Silvania. Nelo, una mujer cuya mirada reflejaba calma y profundidad, despertó con el suave murmullo de la naturaleza. El rocío de la mañana decoraba las hojas y un delicioso aroma a café recién preparado llenaba el aire. Desde la ventana de su habitación, contemplaba un amanecer celestial. El cielo, pintado en tonos de azul y naranja, parecía un lienzo divino que le susurraba al alma.

Mientras sostenía su taza de tinto, Nelo recordó un sueño que la había envuelto durante la noche. Cerró los ojos por un momento, y su mente la transportó de nuevo a aquel mundo etéreo que aún palpitaba en su corazón.

En el sueño, Nelo estaba recostada sobre una colina cubierta de hierba suave, bajo un cielo que comenzaba a vestirse con los colores de un atardecer de su amada Silvania. Los rayos del sol se filtraban entre los árboles, proyectando luces doradas sobre el paisaje. Fue entonces cuando un joven apareció a lo lejos. Su andar era pausado, casi como si flotara, y sus ojos tenían una intensidad que hipnotizaba.

El joven, de cabellos ondulados y rostro sereno, llevaba puesta una túnica blanca que parecía reflejar la luz del crepúsculo. Al llegar a un altar improvisado bajo un viejo árbol, inclinó la cabeza y, con las manos juntas, murmuró una oración. Nelo, que lo observaba escondida tras un mechón de su cabello, sintió cómo el corazón le latía con fuerza. Su presencia irradiaba paz y, al mismo tiempo, despertaba una emoción inexplicable en su interior.

Cuando el joven la miró directamente, fue como si el tiempo se detuviera. Sus ojos, llenos de amor y misterio, le hablaban sin palabras. Él colocó una mano sobre su corazón y, con una sonrisa que parecía contener siglos de sabiduría, comenzó a desvanecerse, dejando tras de sí un destello fugaz, como una estrella atravesando el firmamento.

Con el corazón lleno de melancolía, Nelo regresó a su casa, caminando entre árboles que susurraban su nombre al viento. Cada hoja que caía parecía contar una historia, cada rama se mecía como si quisiera abrazarla. Al llegar, encontró los árboles frutales cubiertos de aves con plumajes tan vibrantes como el arco iris. Los pájaros trinaban en un concierto de melodías, cada uno aportando una nota única, pero en perfecta armonía.

Nelo contempló aquel espectáculo con lágrimas en los ojos. Recordó cómo había sembrado esas semillas años atrás, llenándolas de amor y esperanza. Ahora, esos árboles no solo daban frutos, sino que también eran un refugio de alegría y vida.

Mientras escuchaba las canciones de las aves, sintió que su tristeza por la partida del joven comenzaba a desvanecerse. Cada trino era un bálsamo para su corazón, cada danza de las aves un recordatorio de la belleza de la vida. Fue entonces cuando comprendió que la presencia del joven no había sido un adiós, sino un mensaje.

Los sueños continuaron. En ellos, personas desconocidas visitaban a Nelo, susurrándole palabras de gratitud y amor. Le recordaban su bondad, su generosidad y cómo su luz interior tocaba las vidas de quienes la rodeaban. Nelo se sintió transportada, como si flotara en un vaivén de melodías celestiales que resonaban en cada rincón de su ser.

Al despertar, con una sonrisa iluminando su rostro, Nelo llegó a una conclusión:

"El amor espiritual es la conexión más pura, una sinfonía que une almas y trasciende incluso los sueños, transformando la soledad en unidad y la tristeza en esperanza."

Ese día, bajo el mismo cielo que había contemplado en su sueño, Nelo decidió vivir con más intensidad, con más amor y gratitud. Y cada vez que el viento susurraba entre los árboles, sabía que aquel ángel seguía cerca, cuidándola y recordándole que los sueños tienen el poder de transformar realidades.

viernes, 20 de diciembre de 2024

#"Sharit Zapata: La Voz que Iluminó el Corazón de América"


 Sharit Nicoll Zapata Rincón, conocida en el mundo artístico como "Sharit Zapata, La Voz Estelar de América", nació un luminoso 3 de enero de 2007 en Bogotá, Colombia. Aquella fecha no solo marcó el inicio de una vida llena de música y sueños, sino que coincidió con una peculiar celebración: el Día de las Cerezas Cubiertas de Chocolate, una ocasión en la que los amantes de este dulce se reúnen para degustarlo o crear sus propias versiones.

El origen exacto de esta tradición es incierto, pero se cree que surgió como iniciativa de chocolateros apasionados, buscando dar un toque especial al inicio del año. Para la familia Zapata Rincón, el 3 de enero ya era inolvidable, pero Adriana, la madre de Sharit, siempre decía entre risas: "Mi hija nació para endulzar los corazones como las cerezas cubiertas de chocolate".

Desde pequeña, Sharit mostró un don excepcional. Con apenas cinco años, su voz resonaba en el humilde barrio Portal de Cali como un eco de esperanza. En casa, su madre Adriana la encontraba cantando frente al computador mientras imitaba a sus ídolos: Rocío Dúrcal, Vicente Fernández, Arelys Henao y otros grandes. Su micrófono podía ser una cuchara, un lápiz o incluso un ramito de flores que recogía en la calle. Pero lo más asombroso no eran solo sus interpretaciones, sino cómo parecía que las canciones cobraban vida a través de ella.

Un día, mientras cantaba "Amor Eterno" en el patio, las vecinas juraron haber visto cómo las flores del jardín se inclinaban hacia la niña, como si la naturaleza misma quisiera escucharla. Este rumor, que se extendió rápidamente, atrajo la atención de organizadores de eventos que, por casualidad, buscaban talento para un homenaje a las mujeres en el barrio.

Fue entonces cuando el destino tocó a la puerta de Sharit. Con tan solo siete años, aceptó su primera invitación a cantar en público. Su madre, llena de nervios, temía que su hija pudiera sentirse abrumada frente al público y a un grupo de mariachis que la acompañarían sin ensayo previo. Pero Sharit, con una serenidad que parecía heredada de siglos pasados, subió al escenario.

Esa noche, su voz no solo llenó el salón; pareció elevar los corazones de todos los presentes. "Es como si el alma de una artista legendaria habitara en ella", murmuró uno de los asistentes. Su interpretación fue tan conmovedora que, según cuentan, incluso el cielo de Bogotá se despejó para dejar entrar un rayo de luz que iluminó a Sharit en el momento exacto en que alcanzó la última nota de la canción.

Después de ese evento, Sharit se convirtió en una pequeña estrella local. La rectora de su colegio, Mery Alcira Jiménez, reconoció su talento y le brindó oportunidades para presentarse en eventos escolares, incluyendo el Festival de la Familia. Allí, frente a un público masivo, Sharit no solo cantó, sino que sembró sueños en los corazones de quienes la escucharon.

Pero no todo fue fácil en el camino de Sharit. El barrio donde creció enfrentaba desafíos, y no faltaron las veces en que el ruido de los conflictos exteriores intentaba opacar su canto. Sin embargo, la joven siempre tuvo a tres seguidores incondicionales: su madre Adriana, su abuela Mercedes y su tío Alberto. Ellos no solo la apoyaban, sino que la protegían con un amor tan grande que Sharit sentía que, mientras ellos estuvieran a su lado, ninguna tormenta podría apagar su luz.

Un día, mientras ensayaba para un nuevo evento, recibió un regalo inesperado de su abuela: un collar con un pequeño colibrí dorado. "Este colibrí simboliza la libertad, la fuerza y la magia que llevas dentro, mi niña", le dijo Mercedes. Desde entonces, Sharit no se separó de aquel amuleto, que parecía brillar cada vez que ella cantaba, como si también fuera parte de su destino.

Con el tiempo, las oportunidades crecieron. Cada escenario parecía un peldaño hacia un sueño más grande. Pero también aparecieron desafíos, como la competencia, la presión y las tentaciones de un mundo que no siempre era justo. Sin embargo, Sharit siempre recordó las palabras de su abuela: "Tu voz no es solo tuya, es un regalo para iluminar a quienes te escuchen".



Hoy, Sharit Zapata se encuentra en la antesala de un nuevo capítulo en su vida. Una invitación para presentarse en un importante festival internacional podría ser el trampolín que la lleve a conquistar América. Pero también enfrenta una decisión difícil, pues sabe que alcanzar sus sueños puede requerir sacrificios que podrían cambiar su vida para siempre.

Esta historia continuará...

martes, 10 de diciembre de 2024

#"La Abundancia del Corazón"


                                         Era, un lunes 9 de diciembre, cuando el amanecer tímido comenzó a asomarse por la ventana de la casa de Kike, pintando con luces doradas los tejados y las montañas de Silvania. Kike despertó lleno de propósito, como cada día. Ese lunes tenía una misión especial: viajar a Bogotá para recoger una sorpresa que sus suegros habían preparado con cariño.

Tras realizar su rutina matinal —tres horas dedicadas a la oración, meditación, yoga, lectura, escritura y ejercicios de fortalecimiento— Kike disfrutó de un desayuno preparado por Linda, su querida esposa, que siempre le regalaba una sonrisa antes de partir. A las 7:30 a.m., con el corazón ligero y una mochila cargada de sueños, Kike se despidió de Linda y emprendió el viaje.

El camino a Bogotá estaba marcado por un denso trancón debido a las obras en la vía Sumapaz, pero Kike, lejos de impacientarse, aprovechó el momento. Deteniéndose en el parador Choriloco, encontró un banco de madera, donde el susurro del viento y el aroma de café recién hecho le invitaron a sumergirse en su libro favorito. “El tiempo perdido nunca es un tiempo perdido si lo llenamos de aprendizaje”, reflexionó mientras las páginas avanzaban.

Cuando el tráfico se despejó, Kike abordó la flota y el recorrido hacia Bogotá fluyó con inesperada rapidez. A las 10:08 a.m., llegó al municipio de Soacha. Allí, su día se transformó en una aventura de encuentros y aprendizajes. Visitó dos centros comerciales, donde logró completar dos diligencias importantes, mientras otras dos le dejaron enseñanzas: a veces, no todo lo que deseamos es lo que más nos conviene.

Luego vino la parte más cálida de la jornada: las visitas a sus amigos en el barrio Olaya de Bogotá. Esneider le pidió productos de Omnilife, don Ricardo lo invitó a almorzar pero tuvo que cancelar por un compromiso de último minuto, y Yormarly, junto a su hermano, le expresaron su deseo de visitar su casa en Silvania. En cada encuentro, Kike dejó y recibió algo valioso: palabras de ánimo, proyectos compartidos y sonrisas sinceras.

Finalmente, Kike llegó a casa de sus suegros en el barrio San José. Allí lo esperaba un banquete que hablaba de amor: gallina asada, plátano frito, verdura, arepa y una gaseosa que endulzó el momento. Era una visita corta, pues al día siguiente Kike tenía una reunión importante en la Alcaldía, pero bastó para crear recuerdos inolvidables. Entonces, llegó la gran sorpresa: sus suegros, con humildad y generosidad, le entregaron un abundante mercado de víveres y frutas. Aunque las bolsas pesaban considerablemente, Kike no conocía límites en su espíritu. “El amor pesa más que cualquier carga”, pensó mientras agradecía el gesto.

De regreso a Silvania, ya con el crepúsculo envolviendo el paisaje, Kike se cruzó con Miriam Moreno, una atleta y amiga. Conversaron sobre proyectos y sueños para el 2025, dejando en el aire la promesa de seguir construyendo juntos.

A las 7:00 p.m., Kike llegó a casa. Linda lo esperaba en la carretera, y juntos cargaron las bolsas hasta llenar la nevera y la alacena. Entre risas y palabras de gratitud, Kike sintió una revelación profunda: la verdadera abundancia no está en lo material, sino en el corazón generoso que da sin esperar nada a cambio.

Aquella noche, mientras el silencio caía sobre Silvania, Kike comprendió que su viaje no solo había sido una aventura, sino una lección de vida. Los gestos de sus suegros, las palabras de sus amigos y la presencia de Linda reafirmaron que la felicidad se multiplica cuando se comparte.

domingo, 1 de diciembre de 2024

#El Vuelo de Maryi: Una Historia de Resiliencia y Esperanza

El colibrí se detuvo frente a la ventana de Maryi esa mañana, sus alas vibrando con un ritmo casi hipnótico. Maryi sonrió, aunque su rostro cargaba el peso de días enteros llenos de incertidumbre. Quizá el colibrí era un presagio, un recordatorio de que incluso las alas más pequeñas pueden cruzar los cielos más amplios.

Maryi recordó el inicio de su travesía, aquella noche en la que recogió los pocos pedazos de su vida después de separarse del padre de sus hijos. Sin muchas opciones, tocó la puerta de su tía, quien la acogió con calidez, pero también con límites. Maryi, consciente de no querer ser una carga, decidió que era hora de buscar otro refugio. Su abuelo, un hombre amable que vivía en Villavicencio, la recibió con brazos abiertos. Sin embargo, allí también la incomodidad de depender de otros la llevó a dar el salto más audaz de su vida: partir hacia Bogotá.

Subió al bus con el corazón lleno de miedo, pero también de esperanza. No llevaba nada más que el pasaje y una pequeña maleta, donde la ropa de sus hijos compartía espacio con las pocas pertenencias que le quedaban. Cuando llegó a Bogotá, la gran ciudad parecía susurrarle desafíos al oído. Una noche en un hotel prestado se convirtió en semanas de incertidumbre, rebotando de un lugar a otro sin un hogar fijo. Cada noche cerraba los ojos deseando estabilidad, un rincón seguro para ella y sus pequeños.

Finalmente, después de un mes de incesante lucha, Maryi reunió lo suficiente para alquilar una pequeña pieza. Aquel espacio, aunque humilde, se convirtió en su santuario. Era su pequeño universo, donde sus hijos podían dormir tranquilos. Con esfuerzo logró inscribirlos en el jardín infantil. “Por lo menos allí tendrán comida,” pensaba Maryi mientras apretaba los dientes para ignorar el hambre que la acompañaba casi a diario. Su estómago vacío no importaba tanto como las sonrisas de sus hijos al salir del jardín, con sus mochilas llenas de dibujos y sueños.

Pasaron cuatro meses. Cuatro meses de lucha diaria, de sacrificios. Cada madrugada, cuando la ciudad apenas despertaba, Maryi salía a la calle con una nevera llena de yogurt que ella misma había preparado la noche anterior. Caminaba incansable, ofreciendo su producto con la dulzura que solo una madre desesperada podía proyectar. Algunos días las ventas eran buenas; otros, la tristeza la invadía al regresar con varios tarros sin vender.

Pero nunca flaqueó. Ni una sola vez. Sus hijos eran su fuerza, su motor, su razón para no rendirse. Cada pequeño logro, cada risa, cada abrazo de sus pequeños le recordaba que, aunque su camino estaba lleno de espinas, también había flores que recogía en el trayecto.

Maryi sabía que la lucha aún no terminaba. Cada día traía nuevos retos, pero también nuevas oportunidades. El colibrí volvió a aparecer en su ventana, como un símbolo de esperanza. Ella lo miró, dejando que su vuelo errático le inspirara. Porque, como el colibrí, Maryi había aprendido a mantenerse en el aire, incluso en las tormentas.

Continuará…


 

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