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viernes, 21 de marzo de 2025

#Martes de Encuentros y Despedidas: Un Viaje de Voluntad y Destino


 El martes 18 de marzo amaneció con un velo gris sobre Santa María del Rincón en Soacha. Eran las 6:21 a. m., y el aire estaba impregnado de una tensión palpable. La nación entera parecía sumida en un murmullo de incertidumbre debido al día cívico nacional. Las noticias alimentaban el temor colectivo, convirtiéndolo en un monstruo insaciable. Pero Kike no estaba dispuesto a ser devorado por ese pánico inducido. Con la determinación de un gladiador, erguía su escudo de fortaleza interior y se aferraba a la certeza de que Dios caminaba a su lado.

Desde hacía meses, Kike había dejado de consumir noticias. Solo leía los titulares una vez al día y luego apagaba el televisor. Se negaba a ser una marioneta del miedo. Aquella mañana, sus retos eran claros: visitar a doña Yorly, comprar materiales para su escritura en el centro de Bogotá y, finalmente, viajar con Juanpis a Silvania.

Después de su rutina matutina, Linda le sirvió un desayuno preparado con amor: chocolate caliente, huevos revueltos, calentado, pan y un tinto bien cargado. La energía estaba lista para enfrentar la jornada. Sin embargo, a las 9:00 a. m., su plan de ir al centro de Bogotá se desmoronó. Las marchas pacíficas y un accidente en Bosa colapsaron la movilidad en Transmilenio. Kike, sin inmutarse, reajustó su itinerario y salió a visitar a doña Yorly.

En el Éxito, agradeció el apoyo financiero que había recibido durante los últimos cuatro años, sintiendo la satisfacción de estar a pocos meses de liquidar su préstamo. Luego, pasó por Interrapidísimo para enviar un Biocros a Yaneth Rivera, su aliada en el camino del bienestar.

Al llegar a la panadería de doña Yorly, Anita, su hija, lo recibió con sorpresa y un abrazo cálido. Le ofreció un tinto con pandebono mientras hablaban de su hija Taly y los mellizos. La nostalgia los envolvió al recordar los tiempos en que Anita y Taly eran inseparables, como uña y mugre. Pero el verdadero giro del encuentro ocurrió cuando Kike reveló su nuevo libro. Don Luis y doña Yorly quedaron maravillados, y sin dudarlo, adquirieron un ejemplar. Kike, conmovido, les escribió una dedicatoria:

"Queridos amigos, su dedicación y esfuerzo de 38 años en la panadería son un verdadero ejemplo de constancia y pasión. Admiro profundamente su emprendimiento, construido con trabajo honesto y amor por lo que hacen. Que este libro los inspire a seguir creciendo y dejando huella con su labor."

La tarde avanzó entre risas, anécdotas y la invitación de Kike a Villa de las Bendiciones. Un torrencial aguacero los sorprendió, como si el cielo quisiera bendecir aquel instante con su danza líquida. A la 1:00 p. m., Kike se despidió con otro abrazo sincero y regresó a casa, donde su esposa Linda y su hija Taly lo esperaban con un festín casero: sopa de menudencias, arroz, carne asada, papas, verduras y jugo de piña.

Antes de sentarse a comer, recordó que su cuñada Yadira le había pedido un ejemplar del libro. Se lo entregó con otra dedicatoria:


"Yadira, gran emprendedora en el transporte de carga, tu determinación y esfuerzo son un ejemplo a seguir. Has demostrado que con valentía y visión se pueden conquistar grandes caminos. Que este libro te inspire a seguir creciendo y alcanzando nuevas metas. Con admiración, Kike."

Para su sorpresa, poco después llegaron Edward, Natalia y su hija, quienes, al enterarse de su libro, adquirieron un ejemplar también. Kike les escribió con la misma emoción:


"Edward, Natalia e hija, grandes emprendedores en el transporte de carga, su determinación y esfuerzo son un ejemplo a seguir. Han demostrado que con valentía y visión se pueden conquistar grandes caminos. Que este libro los inspire a seguir creciendo y alcanzando nuevas metas."

Entre charlas y fotos, hicieron un simulacro de presentación del libro, una especie de ensayo de lo que Kike soñaba hacer a gran escala: llevar su obra al mundo. Su meta era vender al menos un libro ese día, y había vendido tres. Una señal inequívoca de que estaba en el camino correcto.

A las 4:14 p. m., con la maleta lista y Juanpis a su lado, Kike se despidió de Linda, Taly, sus mellizos, Yadira, Edwin, Natalia e hija. Salieron a la autopista y abordaron una flota con destino a Armenia, con la intención de bajarse en Silvania. Pero el destino aún tenía más pruebas para él. Las manifestaciones en Bogotá ralentizaron el tráfico, atrapándolos en un trancón. Kike aprovechó el tiempo para meditar. A pesar del cansancio, encontró en la demora un momento de conexión consigo mismo.

Finalmente, llegaron a Silvania a las 7:00 p. m., bajo una llovizna fina que Kike interpretó como una bendición de bienvenida. Juanpis sonreía al volver a casa, mientras Kike sentía en su cuerpo el peso de la jornada. Pero su espíritu vibraba con la satisfacción del deber cumplido.

Aquella noche, antes de dormir, escribió el blog y lo publicó a la 1:00 a. m. Agradeció a Dios por el día y pidió fuerza para afrontar un nuevo reto: cuidar de Juanpis mientras Linda permanecía en Bogotá con Taly y los mellizos. Al día siguiente, su desafío sería trotar hasta Fusagasugá para asistir a una capacitación con la UMATA.

¿Qué nuevas aventuras le esperaban a Kike en Villa de las Bendiciones? ¿Cómo sería la experiencia de cuidar a Juanpis en solitario?

Esta historia continuará…

miércoles, 19 de marzo de 2025

#El Lunes Mágico de Kike: Encuentros, Lluvia y Libros


 Era un lunes 17 de marzo, y el reloj marcaba las 6:13 a.m. en Santa María del Rincón, Soacha. El cielo amanecía encapotado, como si estuviera tramando una historia de aquellas que solo el destino se atreve a escribir. A lo lejos, el bullicio de la ciudad despertaba con la rutina: el murmullo de la gente saliendo de sus casas, los primeros motores rugiendo y el caos inevitable en la estación San Mateo del Transmilenio, donde ingresar era toda una odisea.

Kike despertó con un plan claro: vender tres ejemplares de su libro. Sabía exactamente a quién debía encontrar ese día: Fernando, director del IDR de Soacha; don Julio y doña Dora. Pero antes, su ritual matutino era inquebrantable: lectura, escritura, meditación y oración. Luego, un desayuno preparado con amor por su amada Linda: tinto humeante, pan crujiente, calentado del día anterior y huevos revueltos. Con energía y determinación, se despidó a las 10:00 a.m. y echó a andar.

Apenas avanzó 400 metros cuando la llovizna comenzó a caer, primero como una caricia y luego con más intensidad. A paso ligero, Kike se cruzó con un viejo amigo, Wilmar, a quien no veía desde hacía 25 años. La nostalgia eclipsó la incomodidad de la lluvia mientras recordaban cómo Wilmar solía comprar en el negocio que Kike tenía en Soacha. Wilmar compartió su ambicioso proyecto de crear una enciclopedia sobre la construcción, y Kike, con su talento de redactor, no dudó en ofrecerle su ayuda. Se despidieron bajo la lluvia, que ya caía con fuerza.

Con determinación, Kike llegó al Instituto de Recreación y Deporte de Soacha. Fernando, sumido en una reunión, lo notó desde lejos y le hizo una seña: "Sígueme, siéntate, ya te atiendo". Desde su silla, Kike observaba la forma en que Fernando dirigía la reunión, su estilo pintoresco, su humor que hacía reír hasta al más serio. Al terminar, recordaron sus tiempos de atletas, cuando Fernando destacaba en el salto de vallas y Kike no perdía oportunidad de bromear con él. Entre risas y recuerdos, Fernando, aún dudando pero con una sonrisa, terminó comprando un ejemplar. Kike le dedicó el libro con palabras llenas de gratitud y admiración. Al final, se tomaron una foto y Fernando, con su toque humorístico, exclamó: "¡Te estás aprovechando de mi imagen como director del IDR!". Ambos soltaron una carcajada y se despidieron.


El viaje continuó hasta la plaza, donde buscaba a una amiga, pero no la encontró. En su lugar, se topó con don Luis Hernández, un visionario en el negocio de compra y venta de estanterías. Llevaban 15 años sin verse, y el reencuentro estuvo lleno de alegría. Don Luis, entre clientes y pedidos, compró un libro y recibió una dedicatoria cargada de reconocimiento y aprecio. Compartieron anécdotas sobre gastronomía y cocinaron con palabras recuerdos de platos inventados en su juventud. Antes de despedirse, don Luis lo sorprendió con un almuerzo abundante: sopa de cebada, arroz con fríjol, ensalada, cubio, carne y un refrescante jugo de piña. Kike, maravillado por la astucia de don Luis para los negocios, se marchó con el corazón lleno y el estómago también.

La siguiente parada fue la casa de doña Dora. Pero un problema se interponía: tres casas idénticas en la misma calle. Mientras intentaba descifrar cuál era la correcta, una figura conocida emergió del pasado. "¡Don Casallas!", exclamó Kike, sorprendido. No se veían desde hacía más de 15 años. Don Casallas, emocionado, le confesó que lo había visto días atrás en la Séptima, pero su saludo había quedado sin respuesta. "Perdóname, don Casallas, he perdido parte de la audición", explicó Kike. Con una sonrisa comprensiva, el mecánico industrial decidió comprarle un ejemplar. "¡No jodas, eres tú el autor?", exclamó sorprendido. "¡Claro que sí!", respondió Kike con el corazón latiendo de emoción. Después de una dedicatoria sentida, se despidieron con la promesa de una foto con su esposa y el libro en mano.


Finalmente, Kike llegó a la casa correcta y fue recibido con un cariñoso abrazo por doña Dora. Entre arepa, huevo y tinto, le habló de su libro. Doña Dora, sin dudarlo, lo compró. Recordaron a don Luis, su esposo fallecido, y Kike le escribió unas líneas llenas de respeto y gratitud. La jornada había sido intensa, pero aún había una última parada: el centro comercial Mercurio. Era hora de cambiar el celular de Linda. Tras hacer el trámite, Kike regresó con su hija Taly y le contó a Linda todas las aventuras del día. Con una sonrisa, le entregó el nuevo teléfono. Ella, emocionada, lo recibió con un beso y un abrazo.

Esa noche, Kike se acostó agradeciendo a la Divina Providencia y a Dios por haber estado a su lado en cada encuentro, en cada abrazo, en cada libro vendido. Mañana lo esperaba un nuevo día, nuevas aventuras y el reto de vender otro libro. ¿Qué le depararía el destino al visitar a Yorly y viajar al centro de Bogotá?

Esta historia continuará...

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