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domingo, 17 de agosto de 2025

#"El despertar del Polímata"


 Érase un domingo 18 de agosto, en un rincón enigmático y paradisíaco donde la naturaleza parecía inventarse a sí misma. Un lugar de plantas florecidas, lluvias repentinas y montañas tranquilas: Villa de las Bendiciones. Allí el tiempo se detenía, los pájaros carpinteros martillaban con sus picos la guadua como si fueran relojes ancestrales, y las aves de mil colores revoloteaban dibujando en el aire un paraíso tropical.

A las 4:50 de la mañana, Kike despertó de un profundo sueño. Antes de abrir los ojos, recordó una frase que la noche anterior lo había acompañado como un eco persistente:
“Hay un poder infinito dentro de mí.”

No sabía por qué esa afirmación lo había perseguido hasta dormirlo, pero al despertar, lo primero que hizo fue orar. Se encomendó a la Divina Providencia, pidiendo que sus palabras y escritos tuvieran el poder de inspirar, transformar y sanar, y agradeció el don de la sabiduría para escribir historias que motivaran al mundo. Como cada día, pidió ser 1% mejor que ayer, y 1% mejor mañana que hoy.

Tras activar sus siete chakras, bajó a preparar tintos y aromáticas para vender en el pueblo. Mientras hervía el agua, encendió su celular y al abrir YouTube, lo primero que apareció fue un video con la afirmación que lo había acompañado en sueños: “Hay un poder infinito dentro de mí”. La repetían 108 veces. Kike lo tomó como señal, lo escuchó mientras hacía sus ejercicios y luego meditó agradeciendo la vida, recordando con gratitud a Edwin Quevedo, quien días atrás había comprado un ejemplar de su libro para regalárselo a su esposa Keren Valbuena, una destacada médica veterinaria apasionada por la avicultura. La dedicatoria escrita de puño y letra por Kike llevaba un mensaje de admiración y de inspiración.

En su meditación, Kike también recordó que el día anterior se había levantado a las 3:37 a.m. para leer. En dos horas y media devoró 108 páginas de Vivir para contarla de Gabriel García Márquez. Quedó fascinado con la descripción de aquel viaje periodístico al Chocó: la avioneta de carga con fuselaje roto, los pasajeros cubriéndose la cabeza con periódicos para protegerse de la lluvia, y la tensión de volar en medio de una tormenta para aterrizar en el río. Esa forma de narrar, de convertir la adversidad en literatura, lo inspiraba.

Ese domingo, con sus termos en mano, salió a recorrer el pueblo. Aunque el sesgo del negativismo quiso atraparlo —pocas ventas, cansancio, desánimo—, Kike cambió el chip. Decidió vender con entusiasmo y actitud. Para él, cada tinto vendido era una bendición. Al final no solo le fue bien, sino que regresó a casa con el corazón ligero. Linda lo sorprendió con un delicioso desayuno y, después de organizar su contabilidad, dedicó un rato a leer sobre El Método Polímata.

Allí comprendió algo revelador: él mismo estaba recorriendo ese camino. Recordó su reciente discurso en el Concejo de Silvania, donde había presentado su primer libro Historias que Inspiran la Imaginación. Al inicio los nervios lo hicieron sudar, pero a medida que hablaba, su voz se fue llenando de fuerza poética. Al terminar, fue ovacionado. Ese día vendió tres libros y descubrió una habilidad oculta: la de orador.

Esa tarde Kike entendió que era un polímata en formación: alguien que no se conforma con lo aprendido, que cae y se levanta, que convierte cada error en un escalón. Descubrió que la verdadera riqueza no estaba en acumular conocimientos, sino en aplicarlos con disciplina y creatividad. Como decía Steve Jobs: “La creatividad es solo conectar puntos.”

Reflexionó sobre cómo antes se quejaba de no tener tiempo. Ahora sabía que el problema no era el tiempo, sino las distracciones. La clave era la disciplina: no cuánto sabes, sino qué haces con lo que sabes. Aprendió que ser un polímata no significa saberlo todo, sino nunca dejar de aprender, tener la valentía de explorar lo desconocido y la humildad de aceptar los errores como parte del camino.

Recordó entonces las palabras de Carl Jung:
“Lo que niegas te somete, lo que aceptas te transforma.”

Ese domingo, en medio de pájaros de colores y lluvias repentinas, Kike descubrió su don oculto: la mentalidad polímata, la certeza de que con el 1% de mejora diaria, en un año sería un 37% mejor. Sonrió, convencido de que la vida es un viaje de aprendizaje sin fin.

Y mientras caía una llovizna ligera sobre Villa de las Bendiciones, pensó que tal vez Dios lo había puesto en ese lugar mágico para recordarle que cada día es una oportunidad de crear, crecer y renacer.

…Esta historia continuará.


📌 Aprendizaje:
El verdadero poder no está afuera, sino dentro de nosotros. El camino del polímata nos recuerda que no se trata de saberlo todo, sino de mantener la mente abierta, la disciplina viva y la humildad intacta. Cada error es un paso hacia adelante, cada día una nueva oportunidad de mejorar un 1%.

domingo, 10 de agosto de 2025

#El Jueves en que la Montaña Despertó🌄✨ (Crónica de un día donde la fe y la magia se encontraron en el mismo camino)


 En un rincón apartado de Colombia llamado Silvania, donde las madrugadas despiertan los sentidos y acarician el alma, amanecía un jueves 7 de agosto distinto, casi sagrado. En Villa de las Bendiciones, el tiempo parecía suspenderse, envuelto en una naturaleza exuberante que respiraba vida y misterio.

El cielo, aún oscuro, comenzaba a pintarse con un lienzo de tonos índigo que se diluían en pinceladas anaranjadas y rosadas. Nubes blancas flotaban como suspiros del amanecer, mientras una brisa fresca susurraba entre los árboles, llevando el aroma húmedo de la tierra y el dulce perfume de las flores silvestres.

La orquesta de la naturaleza afinaba sus instrumentos: pájaros de mil colores entonaban trinos que se mezclaban con el murmullo de un riachuelo y el canto lejano de un gallo. El viento danzaba entre las hojas y el primer rayo de sol encendía diamantes de rocío sobre la hierba. Aquella no era solo una madrugada: era un abrazo de la creación, donde el corazón parecía latir al mismo compás que la tierra.

Marcaban las 5:58 a. m. cuando Kike despertó, todavía con el eco de un sueño que lo había dejado inquieto. En él, caminaba por senderos de placa huella y piedra, hasta encontrarse con un hombre que le resultaba vagamente familiar, como una sombra del pasado. El desconocido lo miró fijo a los ojos y le dijo:

—Kike, qué alegría volver a verte. ¿No me reconoces?… Te aseguro que vas a llegar muy lejos.

El hombre siguió su camino y, cuando Kike volteó, ya no estaba. Solo quedaban los caminos recorridos, envueltos en un silencio extraño. Despertó a las 3:27 a. m., inquieto por el significado de aquel encuentro.

Mientras meditaba, recordó que el día anterior había vivido un momento trascendental: exponer su libro ante el Honorable Concejo de Silvania.

Ese miércoles, antes de salir a vender tintos en el hospital, había pulido su discurso. Las ventas de los días previos habían sido buenas, presagio de algo mayor. A las 8:10 a. m. llegó a la plaza, donde lo esperaban don Wilson y la ingeniera Martha. Sacó su traje azul impecable y la corbata. Don Wilson, notando el polvo en sus zapatos, se inclinó para lustrarlos y, con cariño, lo ayudó a acomodar su cabello, disimulando las huellas del tiempo.

Kike dejó su carrito mágico en la plaza y, con paso firme, se dirigió al concejo. La secretaria, Laura Contreras, lo recibió y el presidente, Dr. Jairo Alberto Leal, incluyó su intervención como el cuarto punto del día. La espera fue larga, pero paciente. 



Cuando llegó su turno, la voz de Kike empezó algo temblorosa, pero pronto se volvió clara, fuerte y llena de alma. Presentó su libro Historias que Inspiran la Imaginación, relatando cómo cada página había nacido en esa tierra y cómo, gracias a la venta de tintos y al apoyo de personas generosas, había logrado hacerlo realidad. 


La sala se llenó de aplausos. Carlos Domínguez y Laura registraban el momento en fotos y videos. La concejal Diana Triana le compró un ejemplar y recibió una dedicatoria única. Los concejales prometieron difundir la obra. 



Al día siguiente, 8 de agosto, Kike volvió, esta vez con nueve ejemplares en su mochila y un traje color café brillante. Entró junto al concejal Carlos Domínguez, desayunó con los miembros del concejo y dedicó libros a los concejales Holman Gerney Ruiz Delgado y Manuel Guillermo Pardo López. Luego, juntos, salieron a presenciar el desfile escolar por las calles de Silvania.

Esa tarde, tras vender tintos y aromáticas, volvió a casa, preparó el almuerzo, leyó y escribió la crónica del día: "El Lunes en que la Montaña Susurró su Secreto".

Esa noche, antes de dormir, volvió a su mente la imagen del hombre del sueño, mirándolo con ojos que parecían saber más de lo que decían:

—Vas a llegar muy lejos…

Y Kike se preguntó qué nuevas aventuras del diario vivir lo estaban esperando detrás de la próxima curva del camino.

…Esta historia continuará.

jueves, 7 de agosto de 2025

#"El Lunes en que la Montaña Susurró su Secreto" (Crónica de un día donde la fe y la magia se encontraron en el mismo camino)


 

Erase un lunes 4 de agosto cuando el amanecer, caprichoso, decidió dormirse un poco más sobre los cerros de un rincón oculto de Colombia: Villa de las Bendiciones.
Aquel lugar donde la neblina no solo cubre los cafetales, sino que parece guardar secretos antiguos en sus pliegues; donde las quebradas conversan con las piedras, las cigarras cantan como si no conocieran el silencio, y los perros ladran a presencias que solo ellos pueden ver.
Aunque la autopista Panamericana ha partido la montaña en dos, todavía en el alma del pueblo se siente un pulso invisible: el misterio de lo ancestral, la magia de lo simple.

Eran las 3:33 de la madrugada —hora que algunos llaman portal y otros casualidad— cuando Kike abrió los ojos. Se encomendó a Dios y agradeció por sus 35 años de casado con su amada Linda. Envió un pensamiento de amor a ella, a su hijo Juanpis, y a todos aquellos que, sin saberlo, eran parte de su bendición diaria: los que compraban sus tintos, los que algún día tendrían su libro Historias que Inspiran la Imaginación, los que le regalaban una sonrisa en la calle.
A todos les deseó lo mismo: que hoy les fuera un 1% mejor que ayer y mañana un 1% mejor que hoy.

Linda y Juanpis estaban lejos, en Bogotá. A Kike le correspondía aquel día enfrentar el frío, la llovizna y la soledad, armado solo con su carrito —su “carrito mágico”— y la certeza de que todo lo que ocurre tiene un propósito.
A las 5:31 am comenzó a rodar por el camino de placa huella, mientras recordaba que el domingo había leído tres horas continuas y escrito dos nuevos blogs. La montaña lo recibía con su aliento fresco, como si lo empujara suavemente hacia adelante.

Llegó al hospital a las 5:58 am. La fila era larga, unas cincuenta personas. Se colocó el tapabocas y, como si fuera parte de su misión, convenció a varios de usarlo también. Algunos, agradecidos, le compraron tintos, aromáticas y pericos para espantar el frío.
Ese día, las ventas parecían tener un compás propio, como si una mano invisible guiara cada moneda hacia él.
"El que resiste, persiste", se repetía, mientras sentía que algo extraordinario se estaba gestando.

A las 8:15 am, agradeció a la Divina Providencia por el récord alcanzado y se dirigió a la plaza para reunirse con su socio, don Wilson. Cargaron termos, cuadraron cuentas, y Kike continuó su recorrido hasta regresar a Villa de las Bendiciones a las 11:52 am. Preparó su desayuno —una sopa de pasta con pechuga criolla— y descansó exactamente 27 minutos. 


La tarde trajo la segunda parte de la historia. A las 3:33 pm, volvió a salir. Al pasar frente a la alcaldía, la coincidencia —o el destino— lo puso frente a la concejal Diana Triana, quien cumplió su promesa de comprar su libro. En ese instante apareció el presidente del concejo, Dr. Jairo Alberto Leal.
Kike, con la serenidad que solo da la fe, le habló de su obra. El doctor, como si ya lo hubiera estado esperando, percibió su humildad y ordenó a la secretaria, Laura Contreras, agendarlo para el día miércoles.

Por dentro, Kike sintió que la montaña misma le sonreía. Esa era su oportunidad de oro. Al contárselo a don Wilson y a la ingeniera Martha, lo felicitaron y le dieron consejos para presentarse impecable.

La noche llegó con cansancio y gratitud. Ese aniversario número 35 con Linda había sido un desfile de sorpresas invisibles: un récord de ventas, un nuevo libro vendido, y la invitación para presentarlo ante el concejo. Solo le faltó el abrazo de su esposa para completar la escena.

En casa, bajo el agua fría de la montaña, pensó en lo curioso de las horas: 3:33 am, 11:52 am, 3:33 pm… como si fueran marcas en un mapa secreto que él aún no entendía.
Cenó, compartió sus blogs y leyó comentarios de desconocidos: uno lo felicitaba por el cierre de Richi y el Balón que Susurraba Sueños; otro, quizá poeta o escritor, lo aplaudía por la tensión y el ritmo de Kike, el Vendedor de Café.

Kike se acostó. El sueño lo venció rápido, como si la montaña, satisfecha, lo acunara.
Pero la pregunta quedó flotando en la neblina de Villa de las Bendiciones:
¿Repetiría la hazaña en ventas?
¿Conquistarían sus palabras al honorable concejo?

…Esta historia continuará.

domingo, 3 de agosto de 2025

# "Kike, el Vendedor de Café"

La vida a veces nos habla en silencio, pero otras veces... lo hace a gritos desde los sueños.”

Era un sábado 2 de agosto en una región apartada de Colombia, donde el tiempo parece quedarse dormido entre las montañas verdes y húmedas de Silvania, un rincón del mundo donde la realidad convive con lo invisible, y lo cotidiano se llena de magia. Allí, en una casita enclavada entre árboles frutales y pájaros madrugadores, Kike despertó a las 4:14 a. m., alterado por un sueño que le dejó el alma sacudida.

En su visión onírica, Kike caminaba por una calle de su pueblo, empujando su fiel carro de tintos, como cada mañana. Todo parecía normal hasta que al pasar frente a una construcción, observó varios andamios inestables. Algo lo impulsó a detenerse, sacar su termo de tinto, colocarlo sobre una silla... y seguir caminando unos pasos.

Pero en ese instante, el viento cambió.

Kike miró hacia atrás y, con el corazón encogido, recordó que había dejado el termo. Se dio la vuelta para recogerlo, pero antes de poder regresar, los andamios comenzaron a derrumbarse. El tiempo se detuvo. Todo cayó en cámara lenta, como si el universo le estuviera dando una segunda oportunidad. Vio el termo estallar en mil pedazos justo donde había estado segundos antes… Y en ese momento, se despertó.

Jadeando, sudando, con el corazón galopando en su pecho. Pero estaba bien. Vivo.

Se quedó unos minutos en silencio, mirando el techo, sintiendo una mezcla de frustración, gratitud y claridad. “Se rompió el termo… pero yo estoy vivo”, se dijo en voz baja. Y entonces lo entendió: la vida vale más que mil termos.

Respiró hondo. Se levantó. Dijo su oración a la Divina Providencia, envió pensamientos de amor a Linda, a Juanpis —que celebraban un cumpleaños en Bogotá— y a los clientes que, sin saberlo, serían parte de su jornada.

Kike encendió el fogón, comenzó a preparar tintos, aromáticas, sus nuevos productos: carajillo, perico, milo, chocolate, cacao… Todo con la dedicación de un alquimista del café. Hizo sus ejercicios, escribió sus oraciones, y a las 9:00 a. m., salió a recorrer Silvania con el alma ligera.


En la plaza, don Wilson —un cliente fiel y mentor literario— le renovó su apoyo para el nuevo libro y hasta le recargó el termo con café fresco. Kike siguió su recorrido, ofreciendo sonrisas y bebida caliente. A eso de la 1:08 p. m., regresó a Villa de las Bendiciones para alistarse para la segunda jornada. Ese día, el desayuno fue tardío pero sabroso.sonrisas, 

En la tarde, una coincidencia hermosa: se encontró con una compañera del club de lectura de Silvania, quien le presentó a su hija Ángela. Entre sorbos de carajillo, hablaron sobre su próximo libro, sobre sueños y sobre lo real que puede llegar a ser lo que imaginamos.

Cayó la noche. A las 7:02 p. m., la jornada terminó con ventas que superaron las expectativas. Sobre las 8:00 p. m., ya estaba de vuelta en casa. Preparó su almuerzo, lo terminó casi a las 9:00 p. m., comió, reposó con un tinto doble… y se fue a dormir, dándole gracias a Dios por la vida, por los aprendizajes ocultos y por un sueño que, aunque inquietante, le salvó el alma.

Antes de dormir, pensó en su siguiente reto: leer durante tres horas seguidas y escribir la historia de su amigo Richi: “Richi y el Balón que Susurraba Sueños”.

Se preguntó si lo lograría…

La historia continúa.


🎇 Enseñanza final:

“No todo lo que se rompe es una pérdida. A veces, los pedazos que se salvan son los que más valen.”
Jaime Humberto Sanabria

 

domingo, 13 de julio de 2025

#"El Tintico Mágico y la Profecía del 1%"

Érase un martes 8 de julio en un lugar apartado de Colombia, donde el tiempo parece detenerse y donde nada extraordinario es imposible. Ese lugar, que parece sacado de un sueño, se llama Villa de las Bendiciones, en Silvania.

Marcaban las 1:08 a. m. cuando Kike despertó sobresaltado de un sueño profundo. En su mente retumbaba una frase como un eco sagrado:
—Hoy seré 1% mejor que ayer... y mañana seré 1% mejor que hoy.
Aunque solo había dormido tres horas —se había acostado exactamente a las 10:08 p. m.— sentía que había descansado una eternidad. Intentó conciliar el sueño de nuevo, pero los pensamientos lo arrastraban como un río desbordado. Entonces, comprendió que debía ponerse en acción.

Bajó a la sala en silencio y, como si lo guiara una fuerza invisible, se sumergió durante hora y media en la lectura. “¿Qué mejor libro que ‘Vivir para contarla’ de Gabriel García Márquez?”, pensó mientras pasaba las páginas. En ese viaje literario, se reencontró con los pasajes no lineales de la vida del Nobel colombiano, desde su infancia en Aracataca hasta su viaje a Ginebra en 1955, reconociendo en sus líneas la fuerza de una vocación irrenunciable.

Cuando el reloj marcó las 2:34 a. m., el sueño volvió a envolverlo. Descansó hasta las 4:05 a. m., momento en el que se levantó a preparar tintos y aromáticas. Luego, hizo yoga y ejercicios de fortalecimiento; cargar los termos, que pesaban alrededor de 7 kilos, era para él una prueba física y espiritual. Soñaba con un vehículo especial que le permitiera transportar sus productos, y estaba convencido de que ese “carro mágico” llegaría al día siguiente desde Bogotá.

A las 5:31 a. m. partió rumbo al Hospital Ismael Silva. Su misión: vender tapabocas, tintos, aromáticas, almojábanas, corazones de chocolate, maní y huevos cocidos. Kike estaba comprometido con recuperar la inversión de la edición de su primer libro, Historias que Inspiran la Imaginación, a través de la venta de tintos. Agradecía a la Divina Providencia por haberle puesto en el camino a don Wilson, su socio y apoyo en el emprendimiento, con quien podía sostener su hogar y cumplir con sus obligaciones.

Terminó su jornada en el hospital hacia las 9:00 a. m. Luego pasó a la plaza a recargar los termos y comenzó su recorrido por las calles de Silvania. Fue entonces cuando ocurrió el inesperado encuentro que marcaría el día.

Al llegar al local de don Carlos Domínguez —quien es un gran emprendedor de un almacén de mascotas donde bañan perros y venden productos veterinarios— Kike notó, como siempre, ese amor incondicional hacia los animales. Carlos ya le había abonado la mitad del valor de un ejemplar del libro, y Kike había prometido entregárselo al día siguiente. Pero esta vez, Carlos lo recibió con una sonrisa brillante y una propuesta inesperada:

Te consigné el restante del libro. ¿Me lo puedes traer esta tarde con dedicatoria y autógrafo para mí y mi hija Salomé?
¡Con gusto, don Carlos! —respondió Kike, emocionado—. ¿Cuál es tu emprendimiento actual?
Soy zootecnista y concejal de Silvania —dijo con orgullo—. Y me encantaría tomarnos una foto con el libro y grabarte un video.

Kike, algo sorprendido, replicó:

Hoy estoy de ropa de trabajo, no venía preparado.
No importa, Kike. Así, tal como eres, está perfecto. Quiero mostrarle al mundo que el escritor también es un guerrero de las calles. Subiré las fotos y el video este fin de semana a mis redes sociales. Quiero que Silvania, Colombia y el mundo te conozcan. Que todos te apoyen comprando tu libro y tus productos. Tú lo mereces.




Y así fue. Grabaron el video. Kike expuso su libro, contó qué lo había inspirado a escribirlo, cuánto tiempo llevaba viviendo en Silvania y cómo había nacido la idea del 1% mejor cada día. Don Carlos escuchaba con atención, con los ojos brillantes.

Después del encuentro, Kike continuó su ruta, volvió a Villa de las Bendiciones y allí lo esperaba Linda con un desayuno lleno de amor. Mientras tomaba el primer sorbo de tinto, escribió con dedicación la siguiente dedicatoria:

Dedicatoria especial para Carlos Domínguez y su hija Salomé

Con gratitud sincera y profundo aprecio, dedico estas palabras a ti, Carlos Domínguez, gran amigo, ser humano inigualable y ejemplo de compromiso con el bienestar de los demás.

Destacado zootecnista, cuya admirable labor en favor de los animales es digna de respeto, y concejal del municipio de Silvania, donde tu vocación de servicio se refleja en cada acción orientada al progreso de nuestra comunidad.

Gracias por apoyar mi camino como escritor adquiriendo un ejemplar de mi primera obra, Historias que Inspiran la Imaginación, y por difundirlo con generosidad en tus redes sociales. Ese gesto habla de tu grandeza y de tu constante disposición a apoyar los sueños de quienes te rodean.

Que este libro sea una fuente de inspiración para ti y para tu querida hija Salomé, recordándoles que, con voluntad y pasión, siempre podemos ser un 1% mejores cada día.

Con admiración y afecto,
Jaime Humberto Sanabria
Villa de las Bendiciones, Silvania – Colombia
Julio 2025

Aquella tarde, Kike entregó el libro a don Carlos con alegría. Terminó su jornada vendiendo tintos por las calles de Silvania hasta las 7:02 p. m. Exhausto pero satisfecho, regresó a casa, almorzó tarde y se dio una merecida ducha fría. Mientras el agua corría por su cuerpo, pensaba:
“Hoy Dios me puso otro ángel en el camino.”

Ese ángel se llamaba Carlos Domínguez, un concejal honesto e influyente que había decidido hacer resonar el mensaje de su primer libro y abrirle el camino para el segundo.

Pero quedaban aún preguntas flotando en el aire de Silvania como hojas al viento:

¿Se cumplirían las expectativas de Kike con el nuevo carro mágico que llegaría desde Bogotá?
¿Lograría duplicar sus ventas y sumar nuevos productos como el carajillo artesanal?
¿Publicaría don Carlos las fotos y el video aquel fin de semana, haciendo viral el mensaje?

Esta historia continuará...

 

domingo, 6 de julio de 2025

#"Los Tres Sueños de Kike: Crónicas de un Alma en Aventura"


 Érase un domingo 6 de julio, en un lugar apartado y paradisíaco donde el tiempo parece detenerse, llamado Villa de las Bendiciones. Allí, en medio de montañas y neblina tibia, Kike despertaba después de un sueño profundo de siete horas. Aquella mañana no sería como cualquier otra: tres sueños poderosos habían tocado su alma.

El primero de ellos lo llevó a un viaje íntimo por su propia vida. En el sueño, Kike se veía a sí mismo respondiendo tres encuestas: una como niño, otra como adolescente y otra como adulto. Con cada respuesta, revivía emociones dormidas, cicatrices invisibles y aprendizajes que lo habían forjado. Al final, comprendió con asombro que era el mismo ser en todas las etapas, con un mismo corazón y una sola esencia.

Despertó de pronto, miró el reloj: 3:33 a. m.. Esa hora mágica lo sorprendió. Se volvió a dormir.

Esta vez, su alma fue transportada a un mundo extraño, donde todo era posible. Se encontró caminando por una ladera empinada, cuando divisó a lo lejos una figura que le apuntaba... ¡con piedras! A medida que se acercaba, Kike reconoció al agresor: era alguien que lo detestaba profundamente. Sin embargo, Kike, sereno y firme, le envió un mensaje mental:
"Dios te bendiga."

El atacante levantó la mano y lanzó una piedra con furia, pero en ese instante, un atajo se abrió mágicamente en el sendero. Kike lo aprovechó y siguió avanzando. Las piedras caían cerca, pero su agilidad, guiada por una fuerza superior, lo protegía. Aquella persecución se convirtió en una epopeya, una escena digna de la mitología. El valle se abría ante él como un escenario místico donde el bien y el mal se enfrentaban, y Kike, como héroe silencioso, salía victorioso.

Despertó nuevamente: 4:41 a. m.. Miró el techo con el corazón palpitante. Era domingo. Volvió a cerrar los ojos, dispuesto a recordar y conectar aún más con su interior.

Entonces, emergió en una metrópoli parecida a Bogotá. Veía una vía extensa, llena de obras, escombros y obstáculos. Kike sentía que sus fuerzas lo abandonaban, pero algo dentro de él —su espíritu indomable— lo impulsaba a seguir. Paso a paso, con dificultad al principio, comenzó a superar cada barrera. Cuanto más avanzaba, más difícil era el trayecto… y sin embargo, más fácil se le hacía cruzar.
Sentía que llevaba una armadura invisible, hecha de fe y gracia divina.

Despertó por tercera vez: 5:40 a. m.. Los tres sueños estaban frescos en su memoria. Se incorporó, oró profundamente y se encomendó a Dios, convencido de que aquel domingo sería un 1% mejor que el anterior. Esta práctica de superación diaria ya era parte de su esencia, su camino hacia la mejor versión de sí mismo.

Esa misma mañana, tras su rutina de ejercicios de fortalecimiento, yoga y activación de los siete chakras, preparó sus tintos y aromáticas con dedicación. Le subió un tinto a Linda, su vecina, y le relató con emoción los tres sueños. Le confesó su deseo de escribir un blog sobre ellos al caer la tarde.

Salió a Silvania con alegría en el corazón, visitando a sus clientes, llevando consigo no solo café, sino palabras, sonrisas, y pedazos de su historia. Regresó a casa pasada la una de la tarde, justo a tiempo para atender la visita de Don David, su vecino, a quien le ayudó con una reparación de plomería. Luego almorzó, descansó media hora y, fiel a su promesa, escribió su blog con el alma encendida.


Ese día recordó con gratitud a personas que habían creído en su proyecto durante el mes de junio. Pensó en Fernanda, gran emprendedora del lavado de autos y motos, y también enfermera, quien adquirió su libro sin dudarlo. En James, el ingeniero agrónomo, conocido como "La Leyenda", que también le apoyó con entusiasmo. A Anderson Chavarro, amigo y destacado emprendedor en el arte de la comercialización de carnes en Silvania y autor de la frase: "Primero se debe de planear el motivo de la acción que se piensa ejecutar y se debe estar consiente de las consecuencias al momento de actuar"
Rememoró también al amigo de Don Wilson, a la señora que esperaba en urgencias del hospital Ismael Silva y a su hijo, quien, en plena exposición, salió del consultorio, escuchó con atención a Kike y, maravillado, le pidió abrir el libro. Al hojearlo, le dijo con firmeza:
Te lo compro ya.
Kike le hizo una dedicatoria especial y se despidieron con una sonrisa compartida.

Kike sabía que no solo vendía libros o aromáticas… sembraba inspiración en cada contacto humano. Aquel domingo, como tantos otros, Kike tuvo mucho que contar, y aún más por vivir.

¿Qué nuevas aventuras le esperaban en aquella nueva semana?

...Esta historia continuará.

domingo, 29 de junio de 2025

✨#"El Abrazo del Tiempo: Un Encuentro que Ilumina el Alma"


 Era un 3 de junio, y el amanecer en Villa de las Bendiciones se desplegaba como un lienzo celestial. El sol, aún tímido tras las montañas, parecía querer contar un secreto ancestral. En ese rincón encantado de Silvania, donde el tiempo parece detenerse, las aves multicolores y diminutos insectos danzaban como gotas de Dios, entonando un canto sagrado a las 3:40 de la mañana.

Kike despertó de un sueño profundo con el presentimiento de que aquel día traería algo especial. Se levantó sereno, realizó su rutina sagrada: ejercicios, meditación y yoga. Luego preparó sus tintos y aromáticas, los elixires mágicos que lo acompañaban a diario. Se hidrató con gratitud y partió a las 5:04 am hacia el Hospital Ismael Silva de Silvania, donde cada mañana compartía no solo productos como tapabocas, tintos y aromáticas, sino también palabras de ánimo a quienes esperaban una cita médica o un examen de laboratorio.

Hasta las 8:10 am cumplió su misión matutina. Luego pasó donde don Wilson a cuadrar cuentas del día anterior. A las 9:36 am comenzó su recorrido por las arterias comerciales de Silvania: talleres de motos, carnicerías, supermercados, almacenes... Allí lo esperaban sus clientes habituales, quienes reconocían el toque especial de sus tintos y el alma sanadora de sus aromáticas, preparadas por Linda en Villa de las Bendiciones, con una fusión sagrada de yerbabuena, albahaca y homero.

A las 11:34 am, tras culminar su ruta en el punto de encuentro con los muchachos de las motos, regresó a casa, dejó sus termos mágicos, se despidió de Linda y partió rumbo a Bogotá en un Expreso Bolivariano al mediodía.

Durante el trayecto, Kike cerró los ojos y meditó. En ese instante, como un destello de intuición, recordó llamar a Don Octavio Botero, un viejo amigo y gran emprendedor de la cacharrería en el corazón de Bogotá.

—¡Hola Don Octavio! Le hablo para contarle que voy rumbo a Bogotá —dijo Kike con voz vibrante.

—¡Kike! ¡Qué alegría saber de ti! ¿Cuántos libros llevas? —respondió Don Octavio con sorpresa.

—Llevo tres ejemplares —contestó Kike.

—Perfecto, te apoyo con dos. Te espero en el almacén a las 2:30 pm —dijo con decisión.

—Gracias Don Octavio, le haré una dedicatoria muy especial —prometió Kike, con el alma encendida.

Al llegar a Soacha, Kike visitó a doña Yorly, una fiel lectora que ya había adquirido su obra meses atrás. Luego pasó a comprar productos de Omnilife y se dirigió en Transmilenio hasta la estación San José, desde donde caminaría a su destino: la mítica cacharrería El Rayo, un templo del emprendimiento en Bogotá, fundado hace 33 años.

Allí, en medio de cajas, estanterías y memorias, lo recibió William, antiguo empleado y testigo del legado de Don Octavio. Conversaron sobre el libro, sobre los días pasados y las esperanzas renovadas. De pronto, bajó por las escaleras Don Octavio, quien interrumpió una importante junta directiva para abrazar al viejo amigo que no veía desde 1997.

El tiempo pareció detenerse mientras se fundían en un abrazo que borró décadas. Kike recordaba los días en que le había colaborado con trámites notariales y asesorías, y Don Octavio evocaba su confianza en aquel joven honesto que hoy llegaba como escritor.

Kike lo felicitó por su evolución: más de tres almacenes, más de 30 empleados, y una reputación impecable. Luego le entregó una dedicatoria escrita desde el alma:


Dedicatoria especial para Don Octavio Botero, su esposa e hijos

Con profundo aprecio y admiración, dedico estas palabras a usted, Don Octavio, entrañable amigo y destacado comerciante del mundo de la cacharrería y papelería; fundador visionario de la tradicional Cacharrería El Rayo, que desde hace 33 años ha iluminado con su servicio y compromiso el corazón de su comunidad.

Gracias por su valioso apoyo al adquirir dos ejemplares de mi primera obra, Historias que Inspiran la Imaginación. Su gesto no solo impulsa mi camino como escritor, sino que también me confirma que la amistad sincera y el respaldo genuino siguen siendo pilares fundamentales para crecer.

Que este libro sea una chispa más que alimente su luz interior y la de su hermosa familia, y que siga cosechando éxitos, como lo ha hecho durante toda una vida de esfuerzo y dedicación.

Gracias por creer en mí y por valorar este humilde emprendimiento literario.

Con bendiciones, respeto y aprecio sincero,
Jaime Humberto Sanabria
Villa de las Bendiciones, Silvania – Colombia
Junio 03 de 2025


No hubo tiempo para largas charlas. Don Octavio debía regresar a su reunión con empresarios y directivos. Pero para Kike, ese breve reencuentro fue un destello de eternidad, una lección viva: el tiempo no borra los lazos verdaderos, los fortalece.

Con algunas compras bajo el brazo, emprendió el regreso a Villa de las Bendiciones. Llegó sobre las 7:02 pm. Allí lo esperaba Linda con su sonrisa cálida y una aromática humeante.

Esa noche, al cerrar los ojos, Kike agradeció por el día vivido, por la amistad revivida y por la magia del reencuentro. Sintió que ese día era un susurro de la vida, recordándole que revivir momentos felices no solo nutre el alma, sino que también le da sentido al presente.

Porque cada encuentro verdadero es una chispa que enciende el corazón.


🌟 Esta historia continuará...

La siguiente aventura llevará a Kike al encuentro con una gran emprendedora y profesional de la salud en Silvania.
¿Qué otros misterios y enseñanzas le deparará la vida cotidiana?

lunes, 2 de junio de 2025

# “El Tinto del Destino y la Providencia”


 Era un viernes 23 de mayo, en un rincón encantado del mundo donde el tiempo se esconde entre la neblina de los suspiros de la tierra: Villa de las Bendiciones, Silvania, un lugar donde los amaneceres parecen cuadros pintados por la mano de Dios, y el canto de las cigarras rompe la noche como un eco de secretos antiguos.

A las 3:42 de la madrugada, Kike abrió los ojos con una certeza extraña: ese no sería un día cualquiera. A pesar de no saber qué le esperaba, confiaba. La vida le había enseñado, con pruebas tan duras como la pérdida de su celular, que todo lo que se suelta con fe, regresa con bendición. Desde entonces, había forjado dentro de sí una fe inquebrantable, esa que nace de tocar fondo y descubrir que siempre hay una mano invisible sosteniéndote.

Se levantó como de costumbre, con la disciplina de un alma guerrera: oración, meditación, ejercicios de fortalecimiento mientras cargaba el celular de Juanpis, todo acompañado del aroma del tinto y una aromática que preparaba con amor para su jornada de ventas. A las 5:10 a.m., vestido con su mejor presentación, salió rumbo al Hospital Ismael Silva. Ese día, sus tintos volaron como bendiciones líquidas: fue una mañana de ventas exitosas y de espíritus conectados.

A las ocho, en la plaza central, se reunió con su socio Wilson García y la ingeniera Marta Poveda. Don Wilson le ofreció unos huevos cocidos y un tinto con sabor a hermandad. Conversaron sobre metas, sueños y caminos por recorrer. Inspirado, Kike continuó su recorrido: famas, veterinarias, supermercados... su nombre empezaba a sonar entre los comerciantes como el del hombre del tinto que llevaba esperanza en cada sorbo.

A las 11:35 a.m., volvió a su hogar en Villa de las Bendiciones, donde Linda, su compañera y guardiana del amor, lo esperaba con un desayuno celestial: changua con huevo, arepa cocida, chocolate espumoso. Tras descansar un poco, ella le preparó de nuevo los termos con ese elixir que solo él sabía convertir en caricia para el alma.


A las 2:30 p.m., retomó su ruta. Pensaba ir a Fusa, pero una voz interior lo hizo quedarse. El universo tenía otros planes. Su recorrido fue más sereno, como si algo estuviera por revelarse. A las 4:23 p.m., cuando subía con sus termos casi vacíos, se cruzó con el profesor Robinson, quien bajaba en mototaxi conversando precisamente... ¡sobre él y su libro!

—¡Sorpresas te da la vida! —pensó Kike al escuchar su nombre desde el mototaxi.

El profesor lo llamó:

¡Kike! Véndeme dos tintos... y dime, ¿llevas ejemplares de tu libro “Historias que Inspiran la Imaginación”?

Con una sonrisa de asombro y gratitud, Kike respondió:

¡Claro que sí, profe! Aquí los tengo.

Véndeme uno, por favor, y hazme una dedicatoria mientras saboreo este tinto.

Kike, sentado en el andén, escribió de corazón unas palabras al maestro mientras este y su conductor disfrutaban la infusión aromática. Tan delicioso les pareció el tinto, que el profesor pidió otro.

—Este tinto está hecho con amor, profe —dijo Kike—. Lleva canela, clavo, anís… y una pizca de fe.

Compartieron un pasabocas, una conversación y una foto con el libro. El conductor, emocionado, le dijo:

Este es el tinto que Silvania merece. Te felicito, Kike. ¡Siempre que te vea, te compro!

Así, Kike sumó un nuevo cliente y una nueva historia. Luego, pasó por el taller de sus amigos Andrés y Juan, quienes, como por arte de magia, le habían recuperado su celular perdido. ¡Todo estaba regresando a su lugar!

Regresó a su hogar al caer la noche. Linda lo esperaba con un almuerzo digno de reyes: fríjoles, plátano maduro, papa salada, carne de cerdo asada y un jugo de tomate de árbol que sabía a cielo. Mientras comían, compartieron las anécdotas de la semana y celebraron los pequeños milagros que la vida, y la fe, les seguían regalando.

Kike descansó un rato. Cuando abrió los ojos, ya era medianoche. Se acostó tranquilo, con una sonrisa de gratitud. En su corazón, la Divina Providencia había vuelto a tocar su puerta: había recuperado su celular… y vendido un libro que, quizás, cambiaría más vidas de las que él imaginaba.

Y aún más le esperaba…

Tenía una cita con el alcalde el jueves 29 de mayo, para presentarle una propuesta que llevaba meses preparando.

Y el viernes siguiente, una llamada sorpresiva desde Soacha cambiaría su rumbo.

¿Quién lo llamaría?
¿Qué propuesta llevaría al alcalde?
¿Qué nuevas bendiciones tejería el destino para Kike?

…Esta historia continuará…

lunes, 26 de mayo de 2025

🌄 "El Celular Perdido y el Milagro del Taller de Ángeles" 🌟

Érase un jueves 22 de mayo, en un rincón del mundo donde el tiempo se esconde entre la neblina y los suspiros de la tierra. Un lugar remoto y misterioso, llamado Villa de las Bendiciones en Silvania, donde los amaneceres parecen cuadros pintados por la mano de Dios, y el canto de las cigarras rasga la noche como si fueran heraldos de un secreto ancestral.

A las 3:42 am, Kike abrió los ojos con la certeza de que aquel no sería un día cualquiera. Había aceptado la pérdida de su celular, una herramienta vital, pero también un cofre de memorias y trabajo. Sin embargo, la vida le había enseñado que a veces, perder es solo el primer acto de una gran enseñanza.

Kike se levantó, como cada día, con disciplina y fe. Preparó su ritual matutino: tinto, aromática, vasos, panela molida, y mezcladores. A las 5:22 am, partió de la Villa rumbo al hospital, donde cada mañana vendía tintos y tapabocas con una sonrisa que muchos agradecían en silencio.

A las 5:40 am, la jefe de enfermeras, Sandra, lo llamó para que llevara tinto a sus compañeras. Kike trabajó con alegría hasta las 8:30 am. Luego pasó por la plaza donde don Wilson le dio la noticia: aún no había podido localizar al que encontró el celular, su moto seguía en el taller. Kike, con serenidad, cerró ese capítulo en su mente. Lo perdido, perdido estaba.

“Hoy después del recorrido subo a Fusa a reponer la SIM para el celular viejo,” dijo con decisión.

Apresuró su ruta para ahorrar tiempo. Y entonces, en el último punto del recorrido, llegó al taller de motos. Allí se encontró con un muchacho que acababa de regresar de Bogotá, cargado de repuestos y algo más... cargado de destino.

—¿Cómo te fue en Bogotá? —preguntó Kike.

—Bien, gracias a Dios —respondió el joven, con una expresión que ocultaba algo más profundo.

El muchacho lo miró con un brillo extraño en los ojos y le dijo:

—Te tengo dos noticias... una buena y una mala. ¿Por cuál empezamos?

Kike sonrió, ya curtido por la vida:

—Por la mala, la buena siempre amortigua.

El joven respiró hondo:

—La mala es que el rescate cuesta $100.000...

Kike abrió grande los ojos, pero no de preocupación, sino de esperanza:

—¡No importa, mi hermano! Vendí un libro y con la venta de los tintos lo completo.

—¿Y la buena? —preguntó, como quien espera un regalo del universo.

El muchacho abrió lentamente una vitrina, como si revelara un tesoro sagrado. Sacó un celular y se lo mostró:

—La buena es que aquí tienes tu celular... revisa si es el tuyo.

Kike lo tomó entre las manos temblorosas. Era su celular. Era SU celular. Sentía que las lágrimas le querían brotar, pero el alma se le desbordó primero.

—¡Sí, es mío! Gracias, de verdad... dime cuánto más te debo.

—Nada, Kike. El celular es tuyo, como debe ser. El rescate lo asumo yo. En esta empresa nada ajeno se pierde. La persona que lo encontró no actuó bien, y por eso ya no hace parte de nuestro equipo.

—Pues hoy no te cobro los tintos —dijo Kike, conmovido.

—No, hermano —respondió el muchacho—. Ese es tu trabajo, y merece respeto. Te los pago con gusto.

Kike lo abrazó como si abrazara al destino. No era un simple mecánico. Era un ángel con grasa en las manos y luz en el corazón.

Salió del taller rumbo a la Villa de las Bendiciones. Miró al cielo con gratitud. Sentía que Dios le había devuelto más que un celular: le había devuelto la fe en la gente, en los gestos nobles, en los milagros cotidianos.

Aquel día, no hubo viaje a Fusa. Desayunó con Linda, quien se sorprendió al verlo entrar con el celular en la mano. Más tarde, en la plaza, don Wilson y la ingeniera Martha lo felicitaron por su milagro. Le tenían sopa de verdura, ensalada y limonada. Una comida sencilla, pero con sabor a celebración celestial.

Al regresar en la noche, Linda le tenía listo un almuerzo de lenteja, arroz, papa y pollo, acompañado de Kola y Pola. Ese jueves no era uno más. Era el jueves en que lo perdido regresó como un regalo divino.

Kike, con el alma rebosante, se propuso escribirlo todo. Que esta historia no quedara en el olvido, sino que sirviera como prueba de que los milagros existen... y a veces llevan buzos manchados de aceite.

Y al día siguiente, en el Café Zeratema, un nuevo capítulo se escribiría con la llegada de un enigmático profesor.

¿Quién sería ese hombre que el destino le traía?

Esta historia… continuará.

 

domingo, 25 de mayo de 2025

🌧️✨ Crónica de un Encuentro Literario en Villa de las Bendiciones Una Siembra de Palabras y un Misterio Sin Resolver – Parte 2

Un miércoles que huele a sancocho, libros y destino

Érase un miércoles 21 de mayo, en un rincón apartado del mundo donde el tiempo se estira y se encoge a voluntad de la naturaleza. Allí, entre montañas que susurran secretos y un coro incesante de cigarras que entonan al alba y al anochecer, se encontraba Villa de las Bendiciones, un paraíso escondido en Silvania.

Marcaban exactamente las 3:33 de la madrugada cuando Kike despertó de un sueño profundo. Como si una fuerza superior le susurrara al oído, comenzó a proyectar mentalmente una película: la visita de sus compañeros literatos, pactada para las 11:00 a.m., en su humilde pero acogedor refugio.

Cumplió con su rutina de cada día, y a las 5:05 a.m. ya iba rumbo al hospital para su labor de vender tintos, armado únicamente con su termo mágico... y sin celular. Aquella ausencia, en una era donde todo se conecta por pantallas, lo desconectaba del mundo y sus compinches de letras. Fue entonces cuando Linda, su compañera fiel, le prestó su teléfono para coordinar la llegada de los invitados.

A las 8:00 a.m., después de su jornada matinal, pasó donde don Wilson a entregar el reporte del día anterior y luego hizo un recorrido veloz, casi como un viento que sabe a dónde va. En ese torbellino de diligencias, llegó al taller de motos, donde mostró un video del misterioso hallazgo de su celular perdido. El joven mecánico le dio un rayo de esperanza: pasara en la tarde, quizá habría buenas noticias. Kike sintió que el universo aún no cerraba del todo ese capítulo.

A las 10:45 a.m. llegó a casa para alistar los últimos detalles junto a Linda. A las 11:15, una llamada al celular de Linda anunció la llegada de sus ilustres invitados. Kike salió a recibirlos, con una sonrisa amplia a pesar de la lluvia que truncó la caminata planeada. A su lado, doña Liliana, jefa de la biblioteca municipal; el reconocido escritor Dr. Ramiro Aguilar; el poeta Josué Carvajal; don Jorge Valdiri, doña Damaris Mendoza y tres docentes amantes de las letras: Aura, Myriam y Estella, junto a otros amigos de corazón noble y espíritu lector.


Traían consigo presas de pollo criollo, papa, arroz y verduras. Tras leer en voz alta pasajes del libro Mitos y Leyendas de Colombia, intercambiar ideas y revivir tradiciones, se dio paso al sagrado acto de compartir el sancocho de pollo, preparado con amor por las invitadas. Kike se conmovió cuando vio a doña Liliana sirviendo primero a su hijo Juanpis, un gesto de cariño que jamás olvidará. 


Al finalizar el encuentro literario, cuando ya los abrazos y las sonrisas marcaban el cierre de una jornada inolvidable, ocurrió un gesto que dejó una huella profunda en el corazón de Kike: las profesoras Aura, Myriam y Estella Sánchez adquirieron un ejemplar de su libro. No fue simplemente una compra, sino un acto de reconocimiento y aprecio por su trabajo silencioso y constante como escritor. Verlas sostener su obra fue, para Kike, como contemplar el florecimiento de una semilla sembrada con amor, paciencia y fe en el poder de las palabras. Mientras tanto, el misterio del celular perdido seguía rondando como una sombra discreta entre las páginas de aquel día mágico, dejando al lector con una pregunta inevitable: ¿aparecerá?

El encuentro fue un éxito total, de esos que se graban en la memoria como los buenos libros.

Ya en la tarde, Kike regresó a su recorrido con el termo mágico lleno de esperanza… y café. Al pasar por el taller, el joven le confesó que entre los nueve clientes del día anterior no parecía estar el culpable de haber tomado el celular. Solo quedaba una última esperanza: un amigo del otro almacén, que se encontraba en Bogotá comprando repuestos. Kike, resignado, aceptó que el destino le pedía soltar. “Capítulo cerrado”, pensó.

Esa noche, al llegar a casa, Linda preguntó por el celular. Kike, con serenidad, respondió que no había noticias. Y al mirar el cielo oscuro, lleno de luciérnagas que titilaban como señales del más allá, comprendió que lo mejor era desprenderse. Quizá más adelante llegaría un celular que realmente mereciera. Mientras tanto, dejaba todo en manos de la Divina Providencia.

¿Y al día siguiente?

Tenía pensado trabajar hasta el mediodía y luego ir a Fusa a reponer la SIM para un viejo celular. Pero en su interior, una pregunta latía como un tambor de esperanza:

¿Aparecería su celular? ¿Le daría el muchacho del otro almacén alguna pista, algún milagro en forma de mensaje inesperado?

Esta historia continuará...

 

📖 El día que se perdió el celular… y se activó la magia de Villa de las Bendiciones

Era lunes 19 de mayo, en un rincón apartado del mundo donde el tiempo se estira y se encoge a voluntad de la naturaleza. Allí, en medio de un coro incesante de cigarras que cantaban al amanecer y al anochecer, se encontraba Villa de las Bendiciones, un paraíso escondido en Silvania. Eran las 3:42 a.m. cuando Kike, aún somnoliento, despertó. El llamado del deber y la esperanza eran más fuertes que el sueño.


En diez minutos de meditación, recordó un gesto inolvidable: el pasado miércoles 14, Esteban Gaitán había comprado su primer libro y, junto a su socio don Wilson, le habían regalado tres mudas de ropa nueva, unas botas de seguridad y una bata blanca para realzar su imagen mientras vendía tintos. Con gratitud en el alma, Kike se encomendó a Dios, envió pensamientos de amor a su amada Juanpis y a toda la naturaleza que lo rodeaba, y comenzó su rutina de ejercicios, yoga y respiración.

A las 5:04 a.m., partió hacia el Hospital Ismael Silva con sus termos mágicos, cargados de tinto y aromática, y en su mochila llevaba tres ejemplares de su libro “Historias que inspiran la imaginación”. Llegó sobre las 5:30 a.m. y encontró nueve personas en la entrada, incluido su vecino David. Mientras ofrecía tapabocas y tinto, aprovechó para hablar de su libro. En apenas un minuto con diez segundos, dejó sembrado el mensaje. Aunque nadie compró, varios le tomaron fotos al ejemplar. Para Kike, sembrar inspiración era ya una victoria.

Hacia las 8:00 a.m., se encontró en la plaza con don Wilson para cuadrar cuentas. De la nada, apareció un exconcejal de Tibacuy, viejo amigo de don Wilson, quien recibió de regalo un libro firmado por Kike con una dedicatoria que sellaba el encuentro con palabras de esperanza. En ese mismo momento llegó el ingeniero agrónomo Duvan Vargas quién también adquirió otro ejemplar de: "historias que inspiran la imaginación"


Kike continuó su jornada, volvió a casa donde su amada Linda le tenía preparado un desayuno de campeones: huevos revueltos con cebolla y tomate, chocolate caliente y arepas de peto asadas. Luego de un breve descanso, volvió a Silvania con los termos recargados por Linda. En la plaza, don Wilson le ofreció un almuerzo generoso: sopa de verduras, fríjol con arroz, carne, plátano maduro y limonada fresca. Después de una jornada intensa, Kike terminó vendiendo sus últimas bebidas en un taller de motos.

Y fue allí… donde todo cambió.

Recibió una llamada de Claro ofreciendo un equipo nuevo. Kike rechazó amablemente la oferta. Pero sin saberlo, al guardar el celular, lo dejó mal puesto... y desapareció. Más tarde, en casa, mientras esperaba a su amiga Diana Estella y su esposo Jhon que venían a guadañar el jardín, notó que su celular no respondía. Marcó desde el teléfono de Linda… y tras unos timbres, alguien apagó el teléfono. Su corazón dio un vuelco.

Corrió al taller de motos, pero nadie había visto nada. Volvió a casa, inquieto. Más que el aparato, le preocupaba su información personal, contactos, fotos, cuentas bancarias… Esa noche, oró con el alma abierta: “Señor, acepto la pérdida del celular, pero por favor, que nadie use la información que guarda mi alma digital.”

Al día siguiente, martes 20, despertó a las 2:34 a.m.. Inició su rutina con el corazón encogido. Al revisar desde su computador, encontró algo inesperado: un video nuevo en su cuenta de Google Fotos. ¡Quien tenía su celular se había grabado sin saber que estaba conectado a su nube! Kike tomó capturas con el teléfono de Linda. El rostro del que se encontró su celular quedó sellado en su memoria.

Esa mañana, llegó tarde al hospital. La vigilante le pidió que se ubicara al frente, cruzando la calle. El nuevo sitio olía a orines. Kike lo notó justo cuando un cliente se le acercaba. Sintió una mezcla de vergüenza y dignidad. Así son las pruebas: te retan hasta en lo invisible.

A las 8:00 a.m., se reunió nuevamente con don Wilson y le mostró el video. Don Wilson, sorprendido, lo miró a los ojos y dijo con firmeza:

—A este tipo yo lo conozco, dame un tiempo… voy a hacer que te devuelvan ese celular.

Ese día, la esperanza volvió a florecer en el alma de Kike. Don Wilson le recomendó reportar el número cuanto antes para proteger su información.

Al día siguiente, se llevaría a cabo el encuentro literario del “Club de Lectura de Silvania”… pero esta vez, en la misma Villa de las Bendiciones.

¿Recuperará Kike su celular antes del encuentro?
¿Será que el rostro grabado será la clave para resolver este pequeño gran misterio?

🌀 La historia continúa... y la magia apenas comienza.

 

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