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martes, 24 de diciembre de 2024

#Huella de Esperanza en Loma Alta


 Era una mañana luminosa, el 17 de diciembre. El reloj marcaba las 6:00 a.m., y Silvania despertaba abrazada por un sol dorado que parecía bendecir con su calor cada rincón del municipio. Las aves, en un espectáculo celestial, llenaban el aire con sus cantos armoniosos, como si estuvieran componiendo un himno para celebrar el nuevo día. En las veredas cercanas, los campesinos forjadores del campo se preparaban para un día más de arduo trabajo, con la esperanza grabada en cada surco de tierra.

En la oficina de la UMATA, don Wilson García y la ingeniera Martha Poveda compartían un café oscuro, de aroma profundo, mientras escuchaban las palabras del director, el Dr. Leonardo Carrillo. La conversación giraba en torno a una misión importante: visitar la vereda Loma Alta, a 13 kilómetros de distancia. Lo que antes era un sendero intransitable ahora había sido transformado en una carretera digna gracias a la visión del alcalde, el Dr. Ricardo Pulido.

A las 9:00 a.m., los ingenieros emprendieron su viaje en una motocicleta, enfrentándose a un ascenso que serpenteaba entre montañas. A medida que avanzaban, parecían adentrarse en un cuadro vivo: potreros de un verde intenso, árboles majestuosos que narraban historias de tiempos pasados, cultivos de café, mora y tomate de árbol que prometían frutos dulces. Cada curva del camino era un recordatorio de la conexión entre la naturaleza y la humanidad.

Don Wilson y la ingeniera Martha, llegaron a las 9:55 a.m a 150 mts antes del salón comunal, a la casa de donde don Miguel Antonio González y su esposa Alba les ofrecieron un tinto cálido, lleno del alma de la región. Poco a poco, los integrantes del proyecto comunitario comenzaron a llegar: Janneth Baquero y Juan Manuel Ramos, líderes comprometidos; Lorena Pinzón, maestra de lombricultura; Antonio Gaitán, el avicultor generoso; Lizandro Morales, protector de suelos; Stella Sánchez, la soñadora con tierras nuevas. Y así, hasta que 35 personas llenaron el salón, cada una con una chispa de entusiasmo en sus ojos.

La reunión comenzó con palabras de aliento y sabiduría. Don Wilson felicitó a los asistentes por su dedicación y les recordó que 2025 sería un año de revolución en sus vidas: un tiempo para la unión, la producción y el renacer de sus veredas. La ingeniera Martha añadió un mensaje de esperanza, destacando la resiliencia y el amor con los que enfrentaban cada desafío.

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Cuando el reloj marcó la 1:00 p.m., la reunión culminó con un festín: un delicioso ajiaco campesino cocinado con leña, acompañado de masato en la casa de Miguel Antonio y su esposa Alba. Las risas y las historias se mezclaron en el aire, creando un momento que quedaría grabado en los corazones de todos los presentes.





Don Wilson y la ingeniera Martha se despidieron con prisa, pues la madre de Wilson celebraba su cumpleaños ese día. Mientras la motocicleta se alejaba, dejando una estela de polvo en el sendero, los miembros de "Productores Casa Verde" quedaron reflexionando sobre las lecciones aprendidas y las semillas de esperanza plantadas en sus corazones.

Esa tarde, mientras la comunidad compartía un asado, alguien señaló hacia el horizonte. La figura de don Wilson y Martha desaparecía entre las montañas, pero su legado de esfuerzo y dedicación permanecía. En Loma Alta, un rincón olvidado, la esperanza había echado raíces.

Y así, el trabajo incansable de líderes como el alcalde Dr. Ricardo Pulido, el Dr. Leonardo Carrillo y el equipo de la UMATA nos recuerda que las pequeñas acciones tienen el poder de transformar vidas y sembrar el futuro de una nación.

viernes, 22 de noviembre de 2024

#Semillas de Esperanza que Comienzan a Hacerse Realidad

 

Era una tarde esplendorosa de noviembre, con un viento tibio que acariciaba la piel y parecía susurrar secretos del universo. A las 2:00 p.m., Jaimito, un soñador con alma de escritor, se preparaba para asistir a un evento en el sector de Santa Rita. La ocasión: la entrega de un vivero como parte del "Plan Semilla Nativa," impulsado por el visionario don Wilson, un líder comunitario comprometido con el bienestar rural.

El lugar de encuentro era la casa de una gran líder de la región. Sin embargo, Jaimito estaba intrigado por una figura que parecía envolver la reunión en un halo de misterio: la doctora Olga Romero. Don Wilson había hablado de ella días atrás, destacando su compromiso con las causas sociales y su labor a través de la Fundación.

Jaimito decidió faltar a la capacitación en el Punto Digital de Silvania para no perderse este evento único, donde tendría la oportunidad de aprender más sobre el proyecto y su impacto. Sin embargo, al llegar al sector, no encontraba el lugar exacto de la reunión. Perdido, llamó a don Wilson, quien, demostrando su disposición para ayudar, fue a recogerlo en su moto.

Al llegar, lo recibió con un salpicón de frutas tropicales, un gesto que reflejaba la calidez y generosidad de la región. Entre los asistentes estaban el paisa Gerardo Soler, un campesino luchador con una sonrisa indomable; el ingeniero agrónomo Alberto Vargas, quien aportaba su conocimiento técnico; la señora Blanca Urrego, disfrutando de un almuerzo; y el señor Alfonso Aguirre, otro líder comunitario. Todos esperaban ansiosos la llegada de la doctora Olga.

Quince minutos después, apareció la doctora Olga con un gesto de bienvenida: un almuerzo lleno de sabores autóctonos y un salpicón para Jaimito. Ambos se reconocieron al instante; se habían visto fugazmente en una feria de emprendedores meses atrás. Fue entonces cuando comenzó una conexión especial. La doctora quedó encantada al descubrir que aquel "escritor fantasma" cuya prosa poética había leído en varias ocasiones no era otro que Jaimito.

Durante la reunión, Jaimito escuchó fascinado cómo la doctora Olga narraba la creación de su fundación, inspirada en un sueño que interpretó como un mensaje divino. Desde entonces, su misión ha sido trabajar incansablemente por los más vulnerables: los niños, las mujeres en riesgo, y los ancianos olvidados.

El evento también fue una oportunidad para planificar el crecimiento del "Plan Semilla Nativa." Don Wilson, con una sonrisa de satisfacción, dio la bienvenida a Jaimito como parte del equipo, confiándole liderar el vivero “Semillas de Esperanza” desde su propia casa. Además, la doctora Olga le asignó la tarea de crear un grupo de WhatsApp para fortalecer la comunicación y coordinar futuras reuniones.

Entre conversaciones llenas de sueños y propuestas, la doctora compartió experiencias que conmovieron a todos. Narró cómo había rechazado beneficios económicos de ciertas entidades, optando en cambio por pedir mercados para las familias necesitadas. Para ella, cada "gracias" que recibía era un regalo de Dios, una semilla de esperanza que florecía en el corazón de quienes tocaba.

El día culminó con la celebración conjunta de los cumpleaños de don Wilson y la doctora Olga. La torta de tres cremas con fresas y un vino de cosecha 2018 aportado por don Wilson llenaron el ambiente de alegría. También hubo aguardiente elaborado con hierbas medicinales, preparado por el paisa Gerardo, y cervezas bien frías, cortesía del esposo de la doctora. Las risas, las fotos y los brindis hicieron de la noche un recuerdo imborrable.

https://youtu.be/o8ybalQH6fk?si=Vq0qa4NC8z5sMGI0




La reunión terminó a las 8:00 p.m., pues al día siguiente la doctora Olga y don Wilson madrugarían para representar las necesidades de la región en una reunión con el gobernador de Cundinamarca.

Esta historia nos enseña que los sueños se cumplen cuando confiamos en el universo y actuamos con determinación. También nos recuerda que el verdadero liderazgo no busca beneficio propio, sino el bienestar de los demás. En el camino de la vida, las semillas de esperanza siempre encuentran un terreno fértil donde florecer.

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