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domingo, 30 de marzo de 2025

#Villa de las Bendiciones: Donde la Fantasía y la Realidad Se Entrecruzan

 





El amanecer en Villa de las Bendiciones era un espectáculo celestial. La brisa fresca danzaba entre los árboles, llevando consigo el canto armonioso de los pájaros de mil colores. Era un rincón donde el tiempo parecía suspenderse y la realidad se entrelazaba con la fantasía.

A las 5:13 a.m., Kike despertó de un profundo sueño, aún sintiendo el eco de las palabras que había plasmado la noche anterior en su blog número 172: "El Ritmo del Límite". Aquel escrito lo transportaba a un tiempo de resistencia y pasión, cuando adquirió una trotadora en plena pandemia para calmar la necesidad incesante de movimiento de su cuerpo.

Pero ese día, su llamado era otro. Su piel hormigueaba con la urgencia de sentir la carretera bajo sus pies, de desafiar el alba con cada zancada. Se sentó en la orilla de su cama, respiró hondo y trató de despejar su mente con la meditación. Sin embargo, los pensamientos insistentes se enredaban en su mente como maleza indomable.

Recordó su cita en el Mirador Artístico con don Germán y doña Ligia para grabar el video en el que hablaría de su libro "Historias que Inspiran la Imaginación", pero algo en su interior le decía que no era el momento. La intuición, ese susurro misterioso del alma, le advertía que no debía forzar la jornada. Con respeto y gratitud, escribió un mensaje a doña Ligia:

"Lamento no poder asistir hoy, pero estaré disponible mañana. ¿Podría indicarme a qué hora les conviene? Si no es posible, podemos posponerlo para el próximo fin de semana."

La respuesta llegó con la calidez de una persona que entiende el ritmo del destino:

"Entonces dejémoslo para el sábado a las 4:00 p.m."

Kike sintió alivio. Ese margen de tiempo le permitiría pulir aún más su discurso.

El llamado del camino

Con la mente despejada, inició su rutina: meditación, oración, ejercicios de fortalecimiento y flexibilidad. A las 9:27 a.m., se colocó su camiseta azul, aquella que evocaba una carrera en Bogotá, su pantaloneta cómoda y sus zapatillas minimalistas, ya desgastadas por tantas batallas en el asfalto. Tomó su morral con un libro dentro—por si alguien en el camino lo compraba—y salió con determinación.

Marcó su reloj en cero y emprendió la marcha. El aire matutino llevaba consigo promesas de aventura. A 180 metros de su hogar, giró a la izquierda y se enfrentó a la empinada cuesta de 1.200 metros, un ascenso desafiante que ponía a prueba su resistencia. Con cada paso, sus músculos respondían con fuerza renovada, evocando sus entrenamientos en la legendaria Pared de Bogotá.


El sendero, con su terreno agreste de placas de concreto, zonas verdes y piedras dispersas, le recordaba lo viva que estaba la tierra bajo sus pies. A los 13 minutos, llegó a la cumbre. Desde allí, observó la carretera que ahora se extendía con una amplitud majestuosa, tres carriles por sentido, abrazados por la vegetación exuberante que parecía salida de un cuento de hadas.




Descendió a un ritmo frenético, dejándose llevar por la adrenalina y el bullicio de los vehículos. Un trabajador de ANI captó en video su carrera, inmortalizando la determinación en cada una de sus zancadas.

Entonces, como un susurro venido del viento, surgió en su mente una frase:

"La Abundancia y la Prosperidad me acompañan donde quiera que vaya."

Se la repitió como un mantra, con la certeza de que, a pesar de los desafíos económicos, la vida siempre encontraba maneras de sorprender.

Al llegar a Silvania, compró algunos víveres para el desayuno y el almuerzo. Regresó a casa con una sonrisa, preparado para el siguiente ritual: un delicioso jugo de naranja fresco de su huerto, un desayuno de huevo cocido, chocolate espumoso con leche, pan con mermelada de guayaba—hecha por sus propias manos—y arepa asada.

Aún con el aroma del chocolate en el aire, se sentó frente a la pantalla para ver la misa virtual del Santuario del Divino Niño Jesús de Bogotá. Entre oraciones, pidió a Dios que le otorgara la sabiduría para seguir escribiendo historias que tocaran almas, que transformaran vidas.

El hogar, un templo sagrado

Por la tarde, con el sol bañando de oro las montañas, Kike tomó la escoba y la fregona con la misma pasión con la que empuñaba la pluma. Su hogar, Villa de las Bendiciones, debía estar impecable, pues era más que un refugio: era un templo donde la fantasía y la realidad se abrazaban en un mismo soplo de vida.

¿Y qué le deparaba la próxima semana? Marzo agonizaba, dando paso a un incierto y maravilloso abril. La historia de Kike aún tenía muchos capítulos por escribirse…

Querido lector, sé parte de esta historia

Si alguna vez has sentido que necesitas un impulso para seguir adelante, este libro es para ti. A través de relatos llenos de aventura, magia y reflexión, te recordaré que cada día es una oportunidad para crecer y evolucionar.

📖 "Historias que Inspiran la Imaginación" está disponible en ebook, físico, bajo demanda y audiolibro, en todos los idiomas y a nivel mundial.


Aquí te comparto la carátula y el enlace donde puedes elegir la plataforma que prefieras: https://www.google.com/search?q=Historias+que+inspiran+la+imaginación+Jaime+Humberto+Sanabria

Gracias, gracias, gracias. 🙏✨📚


viernes, 28 de marzo de 2025

#El Libro Que Despertó Al Mundo

Era un viernes 28 de marzo en Villa de las Bendiciones, una mañana fresca y tibia, donde el tiempo parecía detenerse. El sol, disfrazado de esplendor, se ocultaba tras nubes preñadas de lluvia. El canto de las aves coloreaba el aire con melodías celestiales, mientras Kike despertaba de un sueño profundo. Eran las 5:40 a.m. Desde su lecho observó el cielo infinito, que se debatía entre la luz y la tormenta. Cerró los ojos unos instantes más, permitiendo que su subconsciente terminara de descargar los resquicios de la noche, renovando su energía.

Revisó su celular, no tanto para ver la hora, sino para reafirmar la afirmación que había repetido por veinte días al despertar: una frase que cerraba con un "gracias" y un "sí" definitivo, como si estuviera reprogramando su destino. Agradeció a Dios por su salud inquebrantable, por su fortaleza física y mental, y por cada persona que había comprado su libro. Sonrió al recordar su reto del martes: vender tres ejemplares el miércoles. Superó la meta con cuatro ventas y, más aún, sembró nuevas oportunidades para la semana siguiente.

Cada lector era una historia en sí mismo, y Kike las revivió en su mente. Su entrañable amigo Edgar Beltrán, compañero de incontables entrenamientos y carreras, recibía su ejemplar con una dedicatoria que exaltaba su disciplina. María, antigua socia en Omnilife, compró el libro para su hijo José Yamid, estudiante de la Universidad Nacional y aspirante a escritor. Nicolás, seguidor fiel de sus blogs, adquirió su ejemplar con la promesa de compartirlo con Sharon Dayana, una emprendedora admirable. Y Wilfer, quien emergió de las cenizas del desplazamiento para construir un emporio de arepas, también se sumó a la lista de lectores.

El jueves, el destino le sonrió nuevamente. Jairo, un lector selecto, no dudó en comprar su ejemplar. Kike lo sorprendió con una dedicatoria especial, consciente de que su amigo apreciaba la literatura de Vargas Llosa y García Márquez. Era un honor que un lector tan exigente se adentrara en sus relatos.

Aquella mañana de viernes, Kike se encomendó a Dios y se dispuso a desbrozar la maleza de su casa y la huerta comunal. Domingo, su vecino, le ofreció ayuda junto a un amigo, pero antes era necesario cambiar la cuchilla de la guadaña. Kike hizo dos viajes al pueblo para asegurarse de que todo estuviera en condiciones. Justo cuando iban a comenzar, la lluvia irrumpió sin previo aviso, postergando la tarea. Domingo partió a Bogotá con su compañero, prometiendo regresar el martes para ayudarle.

Kike no perdió el tiempo. Llamó a viejos amigos, ofreciéndoles su libro. Descubrió que su red de contactos era mucho más extensa de lo que imaginaba. Varios se mostraron interesados en adquirir un ejemplar en los próximos días.

Por la tarde, cocinó un almuerzo digno de un festín: sopa de pasta con pierna de pollo, papa y yuca, acompañado de arroz, plátano y un jugo refrescante de guatila. Compartir la comida con su hijo Juanpis le brindó un instante de paz y gratitud.

El reto del sábado era claro: comenzar a editar el video promocional de su libro en el Mirador Artístico, con la ayuda de Ligia y su esposo Germán. Kike sentía que era el momento de llevar su obra al mundo. Contaba con el apoyo incondicional de amigos que promovían su trabajo en redes sociales y en el extranjero: Celmira en San José del Guaviare, Consuelo en Nueva York, Ricardo Salamanca a través de su hija en Francia y Carlos Mayorga en Europa y Estados Unidos.

Sin embargo, Kike sabía que la tarea de hacer que su libro resonara en el mundo era suya y de nadie más. En un mercado saturado de historias, destacar era un desafío titánico. ¿Lo lograría?

...Esta historia, continuará.

Querido lector, te invito a sumergirte en relatos que te harán soñar, reflexionar y encontrar inspiración en lo cotidiano. Cada historia que comparto está impregnada de enseñanzas basadas en experiencias, sueños y momentos que han marcado mi camino. Si alguna vez has sentido que necesitas un impulso para seguir adelante, este libro es para ti.


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Te llevaré a través de relatos emocionantes que te ayudarán a ver la vida desde una nueva perspectiva, recordándote que cada día es una oportunidad para crecer y evolucionar.

Te comparto la carátula del libro y el enlace de Google donde encontrarás las plataformas en las que puedes adquirirlo en cualquiera de sus cuatro formatos. Agradezco tu apoyo, pues esta es mi única fuente de ingreso y mi misión en el mundo: escribir con sabiduría e inteligencia, inspirando a través de mis palabras.

¡Gracias por ser parte de esta aventura literaria!



 

martes, 18 de febrero de 2025

#Érase un 17 de febrero en Villa de las Bendiciones: Dónde el tiempo parece detenerse


  La mañana despertó con un velo de misterio. Un resplandor tenue se filtraba entre la bruma matutina, y en el horizonte, aves migratorias trazaban su destino en el cielo. Eran las 5:49 a.m. cuando Kike se levantó con la certeza de que aquel día le deparaba dos retos importantes. Su rutina de yoga, meditación, escritura y ejercicios transcurrió con disciplina, dejando pendiente la lectura. Con energía renovada, se alistó con su pantaloneta bermuda, camiseta, zapatillas minimalistas y su mochila, donde llevaba una botella con agua de la montaña, bananos para hidratarse en el camino y dos ejemplares de su libro, por si encontraba a un buen samaritano dispuesto a comprar uno.

A las 9:00 a.m., listo para partir, puso su cronómetro en cero y comenzó a trotar con un ritmo moderado por la carretera del Sumapaz, vía 40 o autopista Bogotá-Girardot. Mientras avanzaba, llevaba consigo el guion para el video promocional que la editora LETRAME en España le había solicitado. La idea de grabar un video de un minuto y medio le erizaba la piel, pero se propuso aprenderse la mayor parte del texto mientras corría. Protegido por un acetato transparente en caso de lluvia, iba repitiendo frases hasta memorizarlas. Cuando llegó a Fusa, después de 13 kilómetros, ya había aprendido dos de los cinco párrafos.

El tiempo apremiaba. Tras completar su primera diligencia, notó que la segunda oficina cerraba a las 12:00 p.m. y el reloj marcaba las 11:53 a.m. El cielo se tornó amenazante, y Kike, sin impermeable, se preocupó. Un hombre que notó su inquietud le cedió el turno con amabilidad. Kike agradeció en silencio y, con una oración, esperó pacientemente. Lo atendieron justo a tiempo, permitiéndole correr apresurado hacia su próxima parada. En la carrera, su mochila se soltó, pero no podía detenerse a ajustarla. Finalmente, llegó a la oficina con dos minutos de sobra.

Allí lo esperaba una sorpresa. Entre las personas en la sala de espera, reconoció a Luis, un viejo conocido con quien había tenido diferencias en el pasado. Con un gesto de respeto, Kike lo saludó. Luis, tras un breve silencio, preguntó por su ocupación. Al enterarse de que Kike era escritor, le compró uno de sus libros sin dudarlo. Kike, conmovido, le ofreció una dedicatoria, pero Luis declinó, pues pensaba regalárselo a alguien que amaba la lectura. Luego, mirándolo a los ojos, le dijo con sinceridad:

—Eres un gran ser humano y mereces lo mejor de este mundo. Muy pronto sabrás de mí y te compensaré. Me conmueve tu nobleza. Desde hoy, rogaré por ti para que te vaya bien en todo lo que te propongas. Gracias, millones de gracias.

Kike se despidió sin poder procesar completamente lo ocurrido. ¡Qué extraño era el destino! En cuestión de minutos, alguien con quien había tenido un conflicto en el pasado ahora le pedía perdón y le ofrecía palabras de bendición. Intentó escribir sobre ello, pero Luis le pidió que esperara: “Cuando haya sanado mi herida, te avisaré para que me hagas un blog. Por ahora, deja así…”

Kike regresó trotando a Silvania. Durante el camino, la lluvia lo sorprendía por momentos, pero no le molestaba. Seguía repasando los párrafos del guion, avanzando con cada kilómetro. Llegó a casa cerca de las 3:00 p.m., justo veinte minutos antes de que una tormenta se desatara con fuerza. Tras estirar, preparó un almuerzo nutritivo: ensalada roja de remolacha con zanahoria, arroz integral, papa, carne frita de cerdo y un jugo de remolacha cruda con cáscara, que, para su sorpresa, sabía a zanahoria.

La jornada terminó con tres horas dedicadas a su blog y una hora de lectura de Gabo antes de dormir. A medianoche, mientras daba gracias por aquel día, no podía dejar de pensar en el misterioso reencuentro con Luis. ¿Era simple casualidad, o Villa de las Bendiciones ocultaba secretos aún por descubrir? Tal vez, el destino tenía más historias que contar…

Esta historia continuará...

miércoles, 25 de diciembre de 2024

#El Mantra de la Gratitud: La Transformación de Kike

 

Era el 25 de diciembre, exactamente a las 12:24 a.m., cuando el eco de los últimos estallidos de pólvora se apagó, dando paso a un amanecer sereno en Villa de las Bendiciones, Silvania. El aire estaba impregnado de una paz casi mágica, como si la noche misma se inclinara en gratitud por la llegada de la Navidad.

Kike, un soñador empedernido, se encontraba en su rincón favorito, reflexionando. Durante el mes de diciembre, su vida había cambiado drásticamente. Había conocido a personas extraordinarias, almas que parecían haberse cruzado en su camino como piezas predestinadas de un gran rompecabezas. Estas conexiones no eran casualidad; Kike lo sabía, y en su corazón rebosaba gratitud.

Entre estas personas estaba don Wilson García, un hombre cuya generosidad y nobleza parecían sacadas de un cuento. Kike lo había conocido en una feria artesanal en julio, donde Linda, su esposa, había inscrito su pequeño emprendimiento. Aquella feria, con su bullicio y colores, marcó el inicio de una amistad peculiar y profunda.

Don Wilson recorría los puestos, haciendo pequeñas compras en cada uno como si quisiera inyectar esperanza en los corazones de los emprendedores. Cuando llegó al puesto de Kike y Linda, su sonrisa cálida bastó para crear un puente de empatía. Fue entonces cuando Kike, con su curiosidad característica, le preguntó:

—¿Y usted por qué es así?

Desconcertado, don Wilson respondió:

—¿Así cómo?

—Tan generoso. Apoya a los emprendedores como si fueran su familia. Eso es algo único en este mundo.

La conversación sembró la semilla de una amistad que se fortalecería con el tiempo. Días después, en una reunión agropecuaria, don Wilson presentó a los vecinos el concepto del rescate de semillas ancestrales. Kike, que siempre había sido un hombre de ciudad, descubrió en esas palabras un amor inesperado por el campo. Fue un momento de epifanía, como si las raíces de la tierra lo llamaran a ser parte de algo más grande.

Con el paso de los meses, la relación entre ambos se transformó en un intercambio de aprendizajes. Kike comenzó a escribir blogs inspirados en su entorno y en las historias de la gente que lo rodeaba. Aunque don Wilson dudó al principio del potencial de Kike como escritor, pronto quedó cautivado por la profundidad de sus relatos.

Lo que don Wilson no sabía era que Kike había encontrado su brújula espiritual en la lectura diaria de la Biblia y en los libros de autores como Deepak Chopra, Lain Garcia Calvo, Eckhar Tolle, Pablo Arango y varios escritores. Estas obras no solo le enseñaron la importancia de la gratitud, sino que también encendieron en su corazón un sueño: si la humanidad practicara la gratitud, el mundo podría transformarse en un lugar más pacífico y compasivo. 

El 2 de octubre, Kike alcanzó un hito que parecía imposible: terminó de escribir su primer libro. Don Wilson, conmovido por la pasión y dedicación de su amigo, lo integró al equipo de la UTAMA, donde Kike ofrecía sus escritos sin pedir nada a cambio. Aunque enfrentaba dificultades financieras, Kike nunca cobró por su trabajo. Para él, escribir era un acto de gratitud y un puente hacia sus sueños.

Esa noche, mientras las estrellas iluminaban el cielo de Villa de las Bendiciones, Kike cerró los ojos y pronunció su mantra:

—Gracias.

Agradeció por las personas que habían llegado a su vida, por las lecciones aprendidas, y por el don de escribir historias que inspiran. Sabía que la Divina Providencia siempre recompensa a quienes actúan con amor y fe.

Esta historia nos enseña que la gratitud no solo transforma nuestras vidas, sino que también tiene el poder de tocar los corazones de quienes nos rodean y, tal vez, cambiar el destino del mundo.

viernes, 25 de octubre de 2024

El Poder de la Gratitud y el Aquí y el Ahora


 Era el 24 de octubre, cuando la aurora apenas asomaba en el horizonte, con un tono rosado que teñía el cielo sobre el tranquilo pueblo de Silvania. Kike despertó a las 4:30 a.m., como cada mañana. Al abrir los ojos, sintió la frescura de la madrugada, el suave susurro del viento que parecía traer consigo el aroma del rocío recién caído sobre la hierba. Se levantó en silencio, dejando que el frescor del suelo le recordara que estaba aquí, vivo y listo para un nuevo día.

Su primer impulso fue revisar el celular. Con el corazón palpitante, buscó una respuesta de Letrame, la editorial reconocida que se encargaría de su primer libro. La emoción lo embargaba; el día anterior le habían enviado una selección de imágenes con derechos de autor, y de las tres que había escogido, una sería la portada de su libro. Kike respiró profundamente mientras abría el correo, sintiendo la expectativa vibrar en sus venas, y en la pantalla solo halló un formulario para enviar su dirección de envío. Cerró los ojos por un momento, sintiendo una ligera punzada de desilusión, pero pronto se repitió, casi en un susurro: "Gracias, gracias, gracias".

Aquel ritual de gratitud lo ayudaba a anclar sus emociones y a volver al momento presente. Sentado en su habitación en penumbra, se envolvió en su manta de meditación, sintiendo el suave roce de la tela en su piel. Cerró los ojos y se concentró en su respiración, dejando que su mente se sumergiera en su propio ser, recorriendo mentalmente los siete chakras. Cada inhalación parecía llenar de luz cada rincón de su cuerpo; cada exhalación, una suave liberación de sus pensamientos, disolviéndose en la calma.

El reloj marcaba las 6:00 a.m. cuando Kike bajó con una sonrisa, una paz profunda iluminando su rostro. La energía matutina lo envolvía, como si el propio universo susurrara al viento: “Todo está bien”. Con una calma indescriptible, prendió su computador, abrió el correo y, sin prisas, llenó el formulario para la dirección en la oficina de correos de Silvania para que le llegarán los libros a esa dirección. En Madrid, España. Eran las 1:00 p.m. allá. Decidió esperar pacientemente, recordando que el director de la editorial, Luis Muñoz, le había advertido que la respuesta podría tardar días o semanas. Aun así, cada pocos minutos volvía a revisar el correo, aunque, finalmente, a las 10:00 a.m., decidió desistir. En España ya era la hora de cierre.

Kike suspiró, recordándose que cada cosa tiene su tiempo. Mientras esperaba una respuesta, tenía una cita importante con el alcalde a las 8:00 a.m. para una oportunidad de trabajo. Buscó su mejor traje, solo para notar que estaba percudido. No se desanimó y, en cambio, eligió un elegante blue jean y una camisa blanca con negro que un amigo de Bogotá le había regalado. Se sentía cómodo y seguro; su atuendo reflejaba su esencia y autenticidad.

Sin embargo, al llegar, la secretaria le informó que el alcalde no estaría disponible hasta la próxima semana. A pesar del pequeño nudo en su pecho, Kike sonrió, repitiéndose internamente: "Gracias, gracias, gracias…". Mientras caminaba de regreso, su corazón se llenó de gratitud, y el peso de la decepción se disolvió en cada paso que daba. "Todo a su tiempo", pensó, sintiendo que aquella jornada aún tenía mucho por ofrecerle.

Ya en casa, recibió una notificación para unirse a una capacitación de Inversión, Ahorro y Financiamiento. Durante la sesión, Kike participó con entusiasmo, presentándose como escritor y compartiendo sus ideas, sus metas y su misión en este mundo. Al terminar, con una sonrisa, se preparó un desayuno sencillo pero reconfortante: huevos cocidos, pan fresco y un chocolate caliente, hecho con leche de una granja cercana. El olor dulce y cálido del chocolate llenó la cocina, recordándole la bondad de las cosas simples y su conexión con la tierra y la vida.

Después del desayuno, se sumergió en la lectura de "El coronel no tiene quien le escriba" de Gabriel García Márquez, deleitándose con cada palabra y enriqueciendo su vocabulario. A las 2:00 p.m., se dirigió puntual a una capacitación en el Punto Digital de su comunidad. El camino de regreso lo recorrió en silencio, dejando que la naturaleza lo envolviera en una melodía de sonidos y colores. A su alrededor, los frondosos árboles se mecían suavemente, y el canto de los pájaros se mezclaba con el delicado aleteo de mariposas que parecían acompañarlo en su trayecto, mientras él repetía en su mente su mantra: “Gracias”.

Al regresar a casa, su refugio sagrado, se sintió en paz, como si aquella soledad que antes le pesaba fuera ahora una amiga que le enseñaba el arte de la paciencia y el autoconocimiento. Luego de ordenar y limpiar, se sentó a escribirle a su confidente y amigo, Manuel. Compartieron detalles sobre el progreso de su libro, intercambiando mensajes llenos de entusiasmo y apoyo. Era un momento de conexión que le recordó el valor de la amistad y el aliento de quienes creen en sus sueños.

Antes de dormir, practicó yoga y, al terminar, se acostó con la confianza de que, al día siguiente, el universo seguiría guiando sus pasos. A las 5:13 a.m. del día siguiente, en lugar de revisar su correo inmediatamente, Kike dedicó su primera hora al silencio, a su meditación y a agradecer cada respiración, cada segundo. No había prisa; sabía que las respuestas llegarían cuando fuera el momento adecuado.

Esta historia de Kike nos recuerda la importancia de vivir plenamente el ahora, de encontrar serenidad en la paciencia y de confiar en el fluir natural de la vida. Nos inspira a observarnos, a manejar nuestras emociones con sabiduría y a entender que, en cada respiración, en cada paso, podemos encontrar un mundo de paz y gratitud.

miércoles, 23 de octubre de 2024

El Misterio del 21 de Octubre: La Soledad como Camino a la Iluminación

Érase Octubre en la paradisíaca ciudad de Silvania, conocida por su frondosa naturaleza, paz y tranquilidad. A una altitud media de 1470 metros sobre el nivel del mar y con un clima primaveral similar al de Medellín, Silvania se había convertido en el refugio de Kike, un hombre que parecía tener un talento legendario, como si los dioses del Olimpo le hubieran otorgado el don de convertir en realidad sus ideas.

Kike llevaba seis meses viviendo en Silvania con su esposa, Natalia, y su hijo, Pablo. Habían dejado atrás la frenética vida de Bogotá y Soacha, que él describía como "junglas de cemento", lugares que le habían traído más tormento que paz. Pero todo cambió un 21 de Octubre, cuando la madre de Natalia cayó gravemente enferma en Bogotá, obligándola a regresar a la ciudad con su hijo, dejando a Kike solo en Silvania, sin trabajo y con apenas dinero suficiente para sobrevivir.

Al principio, Kike sentía que se estaba volviendo loco en su soledad. Los primeros días fueron oscuros y sombríos, sus pensamientos parecían atraparlo, llevándolo al borde de la desesperación. Sin embargo, una chispa de inspiración surgió tras ver algunos videos de Lain Calvo García en: "Eres imparable", en los que se hablaba del poder de la soledad como herramienta de transformación interior y de Pablo Arango, con sus enseñanzas en "Notas del Aprendiz", le enseñó la importancia de aprender constantemente, de nunca rendirse y de buscar siempre la excelencia en todo lo que hacía.

Sin trabajo y con demasiado tiempo libre, Kike decidió aprovechar la oportunidad para formarse. Realizó cursos virtuales, obteniendo certificados en "Redacción de Contenidos" e "History Marketing". Pero su auténtica pasión despertó cuando una empresa extranjera le ofreció un contrato para escribir 100 páginas de historias de fantasía y misterio. Sin embargo, las ideas no fluían, y la presión lo consumía. En un abrir y cerrar de ojos, la empresa canceló el contrato, dejándolo una vez más en la incertidumbre.

Desesperado pero decidido a no rendirse, Kike buscó inspiración en cuadernos viejos de tareas escolares de su hija, manuscrito qué escribía años atrás donde hablaba de valores humanos. Comenzó a reconstruir y a darles un toque mágico, trabajando obsesivamente durante tres días, transcribiendo cada palabra al computador. Se sumergió en su escritura, alimentando su creatividad con la lectura voraz de la obra de Gabriel García Márquez, devorando un libro por semana.

La escritura se convirtió en su obsesión. A lo largo de un mes, logró armar un manuscrito de 150 páginas, transformando su soledad en una especie de fiebre creativa. Inspirado por un video sobre el poder de la gratitud, decidió escribirse una carta a sí mismo como automotivación, reafirmando su compromiso con su nuevo propósito.

El 21 de Octubre, una fecha que marcaría su vida para siempre, Kike enfrentó un momento de crisis. Sentía que sus pensamientos oscuros lo rodeaban, como si una pesadilla intentara apoderarse de él. Sin embargo, recordó una enseñanza sobre la gratitud de Jesús que había visto en uno de los videos de Lain Calvo. Ese día, salió a correr por los senderos que bordeaban su casa, entre valles y montañas, tratando de despejar su mente. Durante su carrera, comenzó a repetir mentalmente la palabra "gracias" como una especie de mantra, rechazando los pensamientos que lo ataban al pasado.

Kilómetro tras kilómetro, Kike agradecía por todo lo que le venía a la mente: por los bancos que le prestaron dinero, por las personas que alguna vez lo hirieron, por los recuerdos de su infancia y juventud. Fue un proceso liberador, como si cada "gracias" limpiara su alma de impurezas acumuladas. Al regresar a casa, sintió que había cruzado un umbral, que su pasado tormentoso había quedado atrás, y que un Kike renovado, fortalecido y agradecido se había alzado de las sombras.

Ese 21 de Octubre fue el día en que Kike terminó fue el inicio de su transformación y ese día cuando llegó de entrenar le comunicaron que su obra estaba lista para imprimir que faltaba elaborar la carátula del libro y hacer el índice, dos semanas atrás había enviado su manuscrito de 48 capítulos y que envió con nerviosismo a la editorial Letrame en España, una de las más exigentes para editar y reconocidas del mundo para editar. Contra todo pronóstico, su obra fue aceptada para su publicación, algo que él sólo podía atribuir a una especie de intervención divina.

Ese día quedó grabado en su memoria como el inicio de una nueva etapa, donde la soledad dejó de ser su enemiga para convertirse en su mejor aliada. Kike descubrió que, a veces, la verdadera transformación solo ocurre cuando enfrentamos nuestros demonios más oscuros y aprendemos a agradecer incluso por aquello que nos duele.

 

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