Érase un miércoles 27 de agosto, cuando el alba emergía sobre una tierra humedecida por el rocío. La alameda dorada, hacia la curva de senderos en Villa de las Bendiciones, se desplegaba como un lienzo celestial. La Luna creciente cóncava, aún oculta entre las montañas, parecía guardar un secreto ancestral, como si vigilara desde lo alto lo que estaba por suceder.
En aquel rincón encantado de Silvania, donde el tiempo se detiene, las aves multicolores y diminutos insectos danzaban como destellos de otro mundo, entonando un canto sagrado a las 2:07 de la madrugada. Algo invisible se movía en el aire, un presagio.
Kike despertó inquieto, con la sensación de que ese día traería algo especial. Recordó el lunes pasado, cuando perdió sus tapabocas y Linda los halló intactos a la orilla del camino. ¿Casualidad? ¿O un gesto silencioso del universo que le hablaba en pequeños símbolos de honestidad y destino?
Con calma, siguió su rutina: ejercicios, meditación, yoga. Preparó tintos y aromáticas, y mientras terminaba por tercera vez el audiolibro Reprogramar la mente, anotaba frases que parecían cobrar vida, como si fueran mensajes cifrados. Una idea lo sacudió: “Tu mente es un universo en expansión…”
A las 5:31 a.m., partió hacia el Hospital Ismael Silva. Allí, entre tapabocas, tintos y palabras de ánimo, todo parecía normal… hasta que a la salida, en la plaza, notó a una periodista filmando. La doctora Olga lo presentó: era también escritora. Kike, con cierta timidez, le mostró su libro. Ella aceptó leerlo. En ese instante, Kike sintió un estremecimiento: el primero de tres encuentros que no parecían fruto del azar.
Horas después, al subir con su carro de tintos por las calles, encontró a dos hombres frente a la estatua de Ismael Silva. Les ofreció tomarles una foto, luego tintos, y finalmente les habló de su libro. Carlos López, guarda de seguridad, con aspiraciones a nuevas alternativas de trabajo; y Gustavo Salazar, policía retirado y futuro abogado en curso, quedaron intrigados. Gustavo le prometió presentarlo ante el alcalde de Fusagasugá. El segundo encuentro. Otra promesa que parecía salida de un guion oculto.
Más tarde, en el Alto de la Virgen, don Andrés —el mismo que meses atrás le ayudó a recuperar su celular— lo presentó a dos visitantes de Bogotá. Entre ellos, María Mercedes, conferencista de la Cámara de Comercio, lo reconoció y declaró en voz firme:
—Él es un gran escritor y poeta de Silvania.
Las palabras resonaron como una profecía. Kike mostró su libro y pactaron volver a encontrarse. El tercer encuentro. La confirmación de que algo se estaba tejiendo.
Ese día continuó con un almuerzo en casa de la doctora Olga y, al anochecer, con su regreso a Villa de las Bendiciones. La brisa le susurraba en el camino y el aroma del caballero de la noche impregnaba el aire, como si la naturaleza misma quisiera hablarle. Al llegar, Linda y Juanpis lo esperaban con la cena familiar, pero Kike no podía sacarse de la mente la pregunta:
¿Por qué ese miércoles le habían ocurrido tres encuentros tan decisivos?
En lo profundo de su corazón, supo que no era simple coincidencia. El universo le estaba mostrando señales, piezas de un misterio que apenas comenzaba a revelarse. Una certeza lo atravesó: lo que venía después sería aún más grande… y quizá más desafiante.
Esa noche, mientras cerraba los ojos, la frase del audiolibro volvió como un eco inquietante:
✨ “Tu mente es un universo en expansión y tú eres el creador de cada estrella que brilla en ella.”
Pero en ese silencio nocturno, Kike sintió que había estrellas que no brillaban por azar, sino porque estaban llamándolo hacia un destino oculto.
…Esta historia continuará.
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