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jueves, 27 de marzo de 2025

#"Kike y la Clave de la Polaridad"


 Era un martes 25 de marzo. El reloj marcaba las 6:13 a. m. en Villa de las Bendiciones, un lugar donde el tiempo parecía suspenderse en un susurro eterno. A pesar del invierno, el sol matizaba el amanecer con tonos dorados, transformando la brisa fría en un aliento cálido.

Kike, con la mente aún enredada en los hilos del sueño, asomó por la ventana y fijó la mirada en las tres palmeras que había plantado el domingo. Había algo en su postura, en la forma en que se mecían con el viento, que le generaba un presentimiento inexplicable. No imaginaba que aquel día transformaría su vida.

Como todo ser humano, inició su rutina tras un puente festivo con cierta pereza. Sin embargo, algo dentro de él resonaba con una inquietud que no lograba descifrar. Se sumergió en sus hábitos matutinos: más de una hora de lectura lo transportó al mundo de Gabo, quien en sus relatos periodísticos le enseñó la importancia de narrar con el alma, sin depender de una grabadora mecánica. "Las noticias quedan incompletas cuando el periodista no escucha de verdad", reflexionó Kike. La idea de dedicarse al periodismo ya no le parecía descabellada.

Aquella mañana, llamó a varios amigos, pero notó en sus voces un tono de desgano, quizá secuela del feriado. Sintiendo una punzada de tristeza, se autoobservó y se percató de que algo en su interior no encajaba. Una sombra invisible lo envolvía sin motivo aparente. Solo en la tarde descubriría la razón.

Desayunó, regó las plantas, lavó la ropa, preparó el desayuno para Juanpis y salió a comprar víveres. Al regresar, Juanpis ya había desayunado. Kike le cocinó el almuerzo, escribió en su diario y plasmó un blog titulado "El Misterio de la Bendición Invisible". Mientras redactaba, comprendió que la historia fluía con una conexión mágica con las palmeras que había sembrado. Sentía que su escritura estaba evolucionando.

Por la tarde, recordó una lección de su maestro Pablo Arango sobre la polarización y la transmutación emocional según el Kybalion. Reflexionó sobre el vaivén de sus emociones y cómo podía evitar ser su esclavo. "Quien domine la polaridad podrá transformar su miedo en valentía, su tristeza en alegría", pensó. Comprendió que todo se trataba de grados: el éxito y el fracaso, el amor y el odio, el frío y el calor, todos eran manifestaciones de la misma energía en diferentes extremos.

Decidió poner en práctica un anclaje de PNL para transmutar su estado emocional. Se concentró, visualizó la alegría, realizó tres respiraciones profundas y cerró el puño con fuerza, activando un gesto de confianza. Sentía que dominando este principio podría ayudar a otros a iluminar sus propios abismos.

Plataformas dónde se encuentra: "Historias que inspiran la imaginación"‼️‼️🦉🎼

Esa noche, antes de dormir, dio gracias por el aprendizaje del día y se fijó un reto: vender tres libros de su primer obra: "Historias que inspiran al imaginación" al día siguiente, aplicando las enseñanzas del Kybalion. Si lograba controlar su interior, transformaría su realidad.

¿Lo conseguirá?

...Esta historia continuará.

lunes, 25 de noviembre de 2024

#63 días de soledad: La metamorfosis espiritual de Kike


 En una región donde la naturaleza canta con hojas danzantes y el aire está impregnado del aroma a esperanza, un día comenzó con lloviznas delicadas que parecían bendiciones cayendo del cielo. Silvania, con su espíritu de paz y armonía, despertaba entre el canto de aves migratorias y el susurro de los campos cuidados por manos campesinas. Allí, a tan solo 600 metros del centro, Kike abrió los ojos a las 3:33 a.m., envuelto en el abrazo de un silencio profundo.

Ese amanecer no era uno más en su vida, sino un momento de introspección que marcaba el final de un viaje interno. Habían pasado 63 días desde que su esposa e hijo partieron para atender una delicada operación de su suegra en Bogotá. En ese tiempo, Kike, rodeado de una naturaleza vibrante, se sumergió en una transformación espiritual. Como cada día, inició con oraciones dedicadas al Creador, seguido por ejercicios de meditación que alineaban sus siete chakras, abriendo puertas hacia su yo interior.

Al salir al patio, el rocío en las flores brillaba como pequeños espejos del amanecer, y los colores parecían susurrar secretos de la tierra. El canto de los pájaros era un concierto que, junto al murmullo del viento, componía una sinfonía mágica. Inspirado por esa serenidad, Kike comenzó su rutina de ejercicios y se dispuso a embellecer su hogar, preparándolo para recibir a su amada familia.

En la cocina, las manos de Kike trabajaron con esmero: chocolate espumoso hecho con leche fresca, cuajada de una finca vecina, arepas rellenas traídas por su amigo Deiby, y huevos de gallinas criadas con amor por la vecina Claudia. Todo se preparaba con dedicación, como un símbolo de la gratitud y el amor que había cultivado en esos días de soledad.

Mientras esperaba la llamada para recoger a su familia, se entregó a la reflexión. Esos 63 días, que al principio fueron duros como el hierro, se transformaron en oro puro. Kike recordó los primeros días en los que el vacío de la ausencia lo empujaba a buscar frenéticamente oportunidades laborales. Fue entonces cuando, guiado por su instinto, se capacitó en trabajos remotos, destacando en History Marketing. Aunque las oportunidades tardaron en materializarse, decidió enfocar su energía en terminar su primer libro. A finales de septiembre, envió su manuscrito a una editorial en España y comenzó a trabajar en su segunda obra, motivado por las palabras alentadoras de los editores.

El mes de octubre lo encontró inmerso en las palabras de gigantes literarios como Gabriel García Márquez y Pablo Neruda, cuyas obras sacaba de la Biblioteca Pública de Silvania. Allí, construyó una amistad con doña Liliana, quien no solo le prestaba libros sino también su tiempo para escuchar las anécdotas y pensamientos de Kike. Complementó sus días con lecturas de la Biblia, cuyas enseñanzas le guiaron a encontrar sentido en su soledad. Cada página escrita, cada pensamiento plasmado en su diario, fue un paso hacia una conexión más profunda con su esencia.

Al llegar noviembre, Kike se dio cuenta de que había transformado su percepción de la soledad. Lo que comenzó como un período de incertidumbre se convirtió en una oportunidad para reinventarse. No solo se había reconciliado con el aislamiento, sino que lo había abrazado como un compañero que le mostró las cumbres de la autocomprensión. Su creatividad floreció, su espíritu se fortaleció y su propósito se aclaró. Ahora entendía que las adversidades son solo peldaños hacia la iluminación.

A las 2:00 p.m., el momento esperado llegó. Kike salió al encuentro de su esposa e hijo, llevando consigo no solo la alegría del reencuentro, sino también el regalo de un espíritu renovado. La transformación de esos 63 días no solo impactaría su vida, sino que inspiraría a quienes lo rodeaban y leían sus palabras.

Enseñanza final:
La historia de Kike nos recuerda que la soledad, lejos de ser un enemigo, puede ser un maestro silencioso que nos guía hacia el encuentro con nuestra esencia. En ella descubrimos que las verdaderas respuestas están en nuestro interior, y que cada paso hacia la autocomprensión es un acto de valentía. Así como Kike superó sus desafíos, nosotros también podemos romper los paradigmas y descubrir que la mayor compañía es la que habita en nuestro corazón. La transformación comienza cuando abrazamos nuestra propia luz.

jueves, 3 de octubre de 2024

El Encuentro de 30 Segundos que Cambió una Vida


                                                                                                                                                                                                                                                        El 15 de marzo de 1985, a las 1:15 p.m., Sergio vivió un instante que marcaría el resto de su vida. Caminaba de regreso a su oficina después de un almuerzo placentero en una tarde soleada de Bogotá, cruzando tranquilamente la Calle 85 con la Avenida 15. El semáforo en verde lo animaba a seguir, pero algo en el horizonte captó su atención: un auto elegante, con el volante al lado derecho, algo poco común en la ciudad, que se detuvo justo a su lado.

La curiosidad de Sergio lo llevó a levantar la mirada, y lo que vio lo dejó sin palabras. Allí, tras el volante, estaba nada menos que Gabriel García Márquez, el Premio Nobel de Literatura de 1982. La sorpresa fue tan abrumadora que el tiempo pareció detenerse. Por unos segundos, que para Sergio se sintieron como una eternidad, sus ojos se cruzaron con los del famoso escritor. Gabo lo miró de forma serena, casi adivinando los pensamientos de Sergio. Fue un instante mágico, un encuentro silencioso que le dejó una profunda sensación de paz y bienestar.

El semáforo cambió, y el auto de Gabo arrancó lentamente, perdiéndose entre el tráfico. Sergio, atónito, se quedó inmóvil viendo cómo se alejaba, lamentando no haber tenido el valor de pedirle un autógrafo o siquiera saludarlo. Aún más, ese día había olvidado en casa el libro que estaba leyendo: El coronel no tiene quien le escriba. "¡Hubiera sido perfecto para un autógrafo!", pensó, lleno de una nostalgia que lo acompañaría por muchos años.

Sin embargo, la vida siguió su curso. Sergio, inmerso en sus ocupaciones diarias, dejó la lectura a un lado por un buen tiempo. Pasaron los años, y a los 50 años, una chispa interna lo impulsó a hacer algo diferente. Sentía que era el momento de transformar su vida. Decidió retomar la lectura, esta vez con un propósito firme. Tres meses después, el hábito de leer ya era parte esencial de su día a día. Cada libro que leía lo hacía sentir más conectado consigo mismo.

A los 57 años, la escritura se sumó a su rutina. Comenzó a escribir un diario en hojas en blanco, con el fin de mejorar su caligrafía, pero también para expresar sus pensamientos y vivencias. Esta costumbre lo hizo diferente al resto, en un mundo donde todos parecían estar pegados a sus celulares, mientras Sergio disfrutaba de la tranquilidad de un buen libro en cualquier rincón. Sus hábitos fueron ampliándose, añadiendo disciplinas como el atletismo, yoga, y natación, siempre buscando superarse.

Finalmente, a los 60 años, recordó ese encuentro fugaz con Gabriel García Márquez y lo interpretó como una señal que lo había guiado a lo largo de su vida. Ese instante había plantado una semilla en su corazón, y ahora, Sergio tomó la decisión de convertirse en escritor. Si aquel hombre que admiraba tanto lo había mirado de forma tan significativa, quizás era una señal de que también él tenía algo que contar al mundo.

La historia de Sergio nos enseña que, a veces, un solo momento es suficiente para inspirarnos a cambiar el rumbo de nuestra vida. Con autodisciplina, determinación y el valor de pensar de manera diferente, podemos alcanzar lo que antes parecía imposible. Aquellos 30 segundos con Gabo se convirtieron en el motor que impulsó a Sergio a descubrir su verdadera vocación, recordándonos que cada encuentro, por breve que sea, puede esconder un universo de posibilidades.

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🌙 El Misterio de los Tres Encuentros

  Érase un miércoles 27 de agosto, cuando el alba emergía sobre una tierra humedecida por el rocío. La alameda dorada, hacia la curva de sen...