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domingo, 25 de mayo de 2025

📖 El día que se perdió el celular… y se activó la magia de Villa de las Bendiciones

Era lunes 19 de mayo, en un rincón apartado del mundo donde el tiempo se estira y se encoge a voluntad de la naturaleza. Allí, en medio de un coro incesante de cigarras que cantaban al amanecer y al anochecer, se encontraba Villa de las Bendiciones, un paraíso escondido en Silvania. Eran las 3:42 a.m. cuando Kike, aún somnoliento, despertó. El llamado del deber y la esperanza eran más fuertes que el sueño.


En diez minutos de meditación, recordó un gesto inolvidable: el pasado miércoles 14, Esteban Gaitán había comprado su primer libro y, junto a su socio don Wilson, le habían regalado tres mudas de ropa nueva, unas botas de seguridad y una bata blanca para realzar su imagen mientras vendía tintos. Con gratitud en el alma, Kike se encomendó a Dios, envió pensamientos de amor a su amada Juanpis y a toda la naturaleza que lo rodeaba, y comenzó su rutina de ejercicios, yoga y respiración.

A las 5:04 a.m., partió hacia el Hospital Ismael Silva con sus termos mágicos, cargados de tinto y aromática, y en su mochila llevaba tres ejemplares de su libro “Historias que inspiran la imaginación”. Llegó sobre las 5:30 a.m. y encontró nueve personas en la entrada, incluido su vecino David. Mientras ofrecía tapabocas y tinto, aprovechó para hablar de su libro. En apenas un minuto con diez segundos, dejó sembrado el mensaje. Aunque nadie compró, varios le tomaron fotos al ejemplar. Para Kike, sembrar inspiración era ya una victoria.

Hacia las 8:00 a.m., se encontró en la plaza con don Wilson para cuadrar cuentas. De la nada, apareció un exconcejal de Tibacuy, viejo amigo de don Wilson, quien recibió de regalo un libro firmado por Kike con una dedicatoria que sellaba el encuentro con palabras de esperanza. En ese mismo momento llegó el ingeniero agrónomo Duvan Vargas quién también adquirió otro ejemplar de: "historias que inspiran la imaginación"


Kike continuó su jornada, volvió a casa donde su amada Linda le tenía preparado un desayuno de campeones: huevos revueltos con cebolla y tomate, chocolate caliente y arepas de peto asadas. Luego de un breve descanso, volvió a Silvania con los termos recargados por Linda. En la plaza, don Wilson le ofreció un almuerzo generoso: sopa de verduras, fríjol con arroz, carne, plátano maduro y limonada fresca. Después de una jornada intensa, Kike terminó vendiendo sus últimas bebidas en un taller de motos.

Y fue allí… donde todo cambió.

Recibió una llamada de Claro ofreciendo un equipo nuevo. Kike rechazó amablemente la oferta. Pero sin saberlo, al guardar el celular, lo dejó mal puesto... y desapareció. Más tarde, en casa, mientras esperaba a su amiga Diana Estella y su esposo Jhon que venían a guadañar el jardín, notó que su celular no respondía. Marcó desde el teléfono de Linda… y tras unos timbres, alguien apagó el teléfono. Su corazón dio un vuelco.

Corrió al taller de motos, pero nadie había visto nada. Volvió a casa, inquieto. Más que el aparato, le preocupaba su información personal, contactos, fotos, cuentas bancarias… Esa noche, oró con el alma abierta: “Señor, acepto la pérdida del celular, pero por favor, que nadie use la información que guarda mi alma digital.”

Al día siguiente, martes 20, despertó a las 2:34 a.m.. Inició su rutina con el corazón encogido. Al revisar desde su computador, encontró algo inesperado: un video nuevo en su cuenta de Google Fotos. ¡Quien tenía su celular se había grabado sin saber que estaba conectado a su nube! Kike tomó capturas con el teléfono de Linda. El rostro del que se encontró su celular quedó sellado en su memoria.

Esa mañana, llegó tarde al hospital. La vigilante le pidió que se ubicara al frente, cruzando la calle. El nuevo sitio olía a orines. Kike lo notó justo cuando un cliente se le acercaba. Sintió una mezcla de vergüenza y dignidad. Así son las pruebas: te retan hasta en lo invisible.

A las 8:00 a.m., se reunió nuevamente con don Wilson y le mostró el video. Don Wilson, sorprendido, lo miró a los ojos y dijo con firmeza:

—A este tipo yo lo conozco, dame un tiempo… voy a hacer que te devuelvan ese celular.

Ese día, la esperanza volvió a florecer en el alma de Kike. Don Wilson le recomendó reportar el número cuanto antes para proteger su información.

Al día siguiente, se llevaría a cabo el encuentro literario del “Club de Lectura de Silvania”… pero esta vez, en la misma Villa de las Bendiciones.

¿Recuperará Kike su celular antes del encuentro?
¿Será que el rostro grabado será la clave para resolver este pequeño gran misterio?

🌀 La historia continúa... y la magia apenas comienza.

 

jueves, 24 de abril de 2025


 

El domingo 20 de abril amaneció envuelto en un silencio místico, en un rincón del mundo donde el tiempo parece detenerse: Villa de las Bendiciones, en Silvania. La lluvia del día anterior había purificado el aire, y las hojas de los guayacanes brillaban como si la madrugada las hubiera pulido una a una con amor.

Kike se levantó con el alma liviana. Aunque había dormido poco, su corazón ardía como antorcha olímpica. El día anterior había sido la culminación de un sueño largamente acariciado. Y sin embargo, lo intuía: esa página de vida aún no estaba del todo escrita.

A las 8:30 a.m., después de su rutina de meditación y lectura, recibió un mensaje inesperado.

Era Nelo, una amiga entrañable con mirada de sabia y alma de caminante. Le escribió:

“Kike, me enteré que ha sido un éxito total tu libro. ¿Puedo verte hoy? Me encantaría comprar un ejemplar.”

Kike sonrió. No solo por saber que otro libro encontraría su destino, sino porque sentía que ese encuentro traía consigo algo más grande. Acordaron verse a la 1:30 p.m. en el Café Zeratema, su segundo hogar literario.

Kike se retrasó cinco minutos, atendiendo la visita de Karen y Omar, mientras Nelo llegó puntual, con una blusa roja y pantalón negro. Una combinación de colores que, aunque opuestos, evocaban elegancia, pasión, poder y misterio. Se abrazaron como lo hacen quienes se entienden más allá de las palabras.

Se sentaron junto a la ventana, donde la luz del sol entraba como una caricia. Kike sacó un ejemplar nuevo de su morral y se lo entregó con gratitud. Nelo lo recibió como quien recibe una reliquia.

“Este libro tiene energía”, dijo. “No es un libro común. Aquí hay algo más… ¿Lo escribiste desde el dolor, cierto?”

Kike asintió. No hizo falta explicar. Nelo lo comprendía todo. Hablaron de los capítulos, de los personajes que parecían salidos de la vida misma, de los mensajes escondidos entre líneas como tesoros esperando ser descubiertos.

Nelo pidió una malteada. Kike, una crema con fresas. Y entonces, le escribió una dedicatoria que había reservado solo para ella desde hacía semanas:


Para Nelo,

que en la mañana de la vida siembra semillas de amor,
y en cada paso deja huellas de luz.
Este libro y sus historias nacen con el deseo de inspirarte a ser siempre tu mejor versión,
a cultivar en tu corazón la fe, la bondad y la valentía que te hacen única.
Que cada palabra aquí escrita te recuerde que el verdadero crecimiento viene de dentro,
y que los pequeños actos de amor pueden transformar tu mundo y el de quienes te rodean.
Gracias por ser parte de este camino.


En ese instante, llegaron Karen y Omar al café. Ordenaron un tinto suave con jengibre. A cada sorbo, las ideas fluían como ríos nuevos. Nelo compartió su emprendimiento de jabones artesanales hechos con ingredientes naturales. Omar y Karen, encantados, le compraron uno cada uno. Kike ofreció su apoyo para conectarla con más clientes. Se contaron sueños y risas, se tejieron puentes.

Y entonces surgió un plan inesperado: una tertulia literaria. Un espacio donde los lectores pudieran compartir lo que sintieron al leer el libro, lo que sanaron, lo que revivieron.

“No se trata solo de vender libros”, dijo Nelo. “Se trata de despertar almas dormidas. Y eso, amigo, tú lo estás logrando.”

Se tomaron fotos para el recuerdo y se despidieron con una promesa en el aire: volver a encontrarse pronto, con más amigos, más historias, más vida.

Más tarde, ya en casa, Kike, Karen y Omar compraron víveres y cruzaron el sendero interior hacia la vivienda. Mientras Karen y Omar se sentaban en el sofá, Kike notó algo inusual en el pasillo que conduce a la habitación de Juanpis. En el suelo, en una posición curiosa, se encontraba un escarabajo verdoso. Un escarabajo almizclero.


Kike lo levantó con cuidado. Le tomaron fotos y más tarde investigó su significado espiritual:
"En la mitología egipcia, el escarabajo representa al dios Jepri, símbolo del renacimiento y la transformación eterna. Su nombre significa ‘el que llega a ser por sí mismo’."

Un escalofrío suave le recorrió la espalda. La sincronía era demasiado precisa para ser casualidad.

Esa noche, Omar compró una botella de aguardiente amarillo. Compartieron hasta la medianoche. Kike solo aceptó dos copas. Tenía una intuición que le pedía mantenerse sobrio.

Se fue a la cama pensando en la propuesta de Liliana, jefa de la biblioteca de Silvania, quien lo había invitado a un encuentro literario en Fusagasugá el miércoles. Aún no sabía si podría ir. Algo lo ataba al presente, a sus invitados, a los caminos que aún no terminaban de revelarse.

¿Qué le impedía decir que sí a ese encuentro literario?
¿Seguirán Karen y Omar en Villa de las Bendiciones hasta el martes?
¿Y qué otras señales le esperan a Kike en esta historia aún en construcción?

Esta historia continuará.

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