Mostrando las entradas con la etiqueta señal. Mostrar todas las entradas
Mostrando las entradas con la etiqueta señal. Mostrar todas las entradas

domingo, 4 de mayo de 2025

#“El Día en que Dios le Habló a Kike”

 

Erase un viernes 2 de mayo de 2025. El amanecer era radiante, como si el sol quisiera contar un secreto en aquel lugar apartado de Colombia donde el tiempo parece detenerse. Villa de las Bendiciones, en Silvania, es un rincón paradisíaco rodeado de naturaleza exuberante. Aves multicolores y diminutos insectos parecían gotas de Dios, entonando un canto celestial a las 5:40 a.m.

Kike despertó de un sueño profundo, miró al horizonte buscando inspiración. Sintió en el pecho un presentimiento revelador: algo debía cambiar de una vez por todas en su forma de ver la vida. Meditó unos minutos sobre las metas que había postergado, sabiendo que sus miedos lo arrastraban como una sombra. Intuía que ese día descubriría qué era lo que le hacía falta para arrancar de raíz esos temores.

Con disciplina, inició su rutina: oración, meditación, yoga, ejercicios de fortalecimiento y lectura en voz alta. Entre sus manos, un libro que había retomado el día anterior: Milagros que se cumplen, de William Thomas Tucker. Lo había leído años atrás, prestado por su amigo Henry Hernández, quien se lo devolvió cuando Kike publicó su primer libro.

El testimonio de Tucker lo atrapó de nuevo. Un hombre común, que en su infancia dejó de creer en Dios, pero que, tras una serie de eventos dolorosos, no sólo recuperó su fe, sino que encontró el camino para recibir milagros. El libro estaba lleno de ejemplos reales, esperanzadores. En él, Kike encontró un espejo de su vida. Comprendió que su pieza faltante era, justamente, la confianza plena en Dios. Él mismo lo decía con claridad: dudaba. Dudaba cuando más debía creer.

Recordó la cita bíblica que resonaba con fuerza esa mañana:

“Tened fe en Dios. Porque de cierto os digo que cualquiera que dijere a este monte: ‘Quítate y échate en el mar’, y no dudare en su corazón, sino creyere que será hecho lo que dice, lo que diga le será hecho.” (Marcos 11:22-25)

A las 10:08 a.m., Kike tomó una decisión: dejar de lado la duda, dejar fluir la vida, permitir que Dios actuara sin obstáculos. Lo más difícil era soltar. Ese era el verdadero milagro.

Juanpis, su pequeño acompañante, se despertó temprano. Kike dudó si salir solo a cobrar unos libros pendientes o llevarlo consigo. Finalmente, decidió no dejarlo solo. A las 10:30 a.m. salieron rumbo a la alcaldía.

Allí, el Dr. Leonardo, director de la Umata, estaba ocupado. Mientras esperaban, Kike subió al tercer piso, donde habló con Yaneth, secretaria del alcalde. Ella, con cariño, le sugirió que llevara a Juanpis al centro Sensoriales para que recibiera terapias, y le dio indicaciones. Bajaron de nuevo a buscar al doctor, pero ya no estaba. Kike sintió una punzada de frustración. ¿Otro obstáculo más?

Respiró profundo. Cerró los ojos. Recordó su compromiso de aceptar las cosas como vinieran.

En la plaza, buscaron a don Wilson para cobrar un producto. Solo encontraron a la ingeniera Martha, quien los recibió con un tinto. Don Wilson también había salido. Kike no lo podía creer. Pero se contuvo. Y entonces, ocurrió lo inesperado.

La ingeniera comenzó a hablarle sobre su hija. Su testimonio era desgarrador y profundamente espiritual. Mientras la escuchaba, los ojos de Kike se humedecieron. Lo que ella relataba parecía sacado del libro de Tucker. Era como si Dios le hablara una vez más. Al final del relato, la ingeniera le propuso un trabajo. Kike dudó. No lo descartó. Lo meditaría. Tal vez era otra señal.

A la 1:15 p.m. llegó don Wilson. Lo saludó con un abrazo cálido. Aunque no pudo entregarle todo el dinero, le adelantó una parte. Kike lo recibió con gratitud.

Apenas salieron de la plaza, se cruzaron con Yaneth nuevamente, quien venía acompañada por una mujer. —Kike, te presento a Paola, directora del Centro Sensoriales— dijo. Se conocieron, conversaron, y acordaron que el martes Juanpis ingresaría al centro. El segundo milagro del día. Inesperado. Perfecto. Fluido.

Luego fueron a comprar víveres, abonaron al banco, y regresaron a casa. Kike pensó en el libro que había enviado al Dr. José Bartolomé en Bogotá. Lo llamó, pero le dijo que no había llegado. Kike revisó el sistema de Servientrega: sí había sido entregado. Llamó a la empresa y le enviaron el soporte al correo. Todo coincidía.

Kike sonrió. Comprendió que la vida no se trata de forzar nada. Los milagros ocurren cuando uno se rinde con fe.

jueves, 3 de octubre de 2024

El Encuentro de 30 Segundos que Cambió una Vida


                                                                                                                                                                                                                                                        El 15 de marzo de 1985, a las 1:15 p.m., Sergio vivió un instante que marcaría el resto de su vida. Caminaba de regreso a su oficina después de un almuerzo placentero en una tarde soleada de Bogotá, cruzando tranquilamente la Calle 85 con la Avenida 15. El semáforo en verde lo animaba a seguir, pero algo en el horizonte captó su atención: un auto elegante, con el volante al lado derecho, algo poco común en la ciudad, que se detuvo justo a su lado.

La curiosidad de Sergio lo llevó a levantar la mirada, y lo que vio lo dejó sin palabras. Allí, tras el volante, estaba nada menos que Gabriel García Márquez, el Premio Nobel de Literatura de 1982. La sorpresa fue tan abrumadora que el tiempo pareció detenerse. Por unos segundos, que para Sergio se sintieron como una eternidad, sus ojos se cruzaron con los del famoso escritor. Gabo lo miró de forma serena, casi adivinando los pensamientos de Sergio. Fue un instante mágico, un encuentro silencioso que le dejó una profunda sensación de paz y bienestar.

El semáforo cambió, y el auto de Gabo arrancó lentamente, perdiéndose entre el tráfico. Sergio, atónito, se quedó inmóvil viendo cómo se alejaba, lamentando no haber tenido el valor de pedirle un autógrafo o siquiera saludarlo. Aún más, ese día había olvidado en casa el libro que estaba leyendo: El coronel no tiene quien le escriba. "¡Hubiera sido perfecto para un autógrafo!", pensó, lleno de una nostalgia que lo acompañaría por muchos años.

Sin embargo, la vida siguió su curso. Sergio, inmerso en sus ocupaciones diarias, dejó la lectura a un lado por un buen tiempo. Pasaron los años, y a los 50 años, una chispa interna lo impulsó a hacer algo diferente. Sentía que era el momento de transformar su vida. Decidió retomar la lectura, esta vez con un propósito firme. Tres meses después, el hábito de leer ya era parte esencial de su día a día. Cada libro que leía lo hacía sentir más conectado consigo mismo.

A los 57 años, la escritura se sumó a su rutina. Comenzó a escribir un diario en hojas en blanco, con el fin de mejorar su caligrafía, pero también para expresar sus pensamientos y vivencias. Esta costumbre lo hizo diferente al resto, en un mundo donde todos parecían estar pegados a sus celulares, mientras Sergio disfrutaba de la tranquilidad de un buen libro en cualquier rincón. Sus hábitos fueron ampliándose, añadiendo disciplinas como el atletismo, yoga, y natación, siempre buscando superarse.

Finalmente, a los 60 años, recordó ese encuentro fugaz con Gabriel García Márquez y lo interpretó como una señal que lo había guiado a lo largo de su vida. Ese instante había plantado una semilla en su corazón, y ahora, Sergio tomó la decisión de convertirse en escritor. Si aquel hombre que admiraba tanto lo había mirado de forma tan significativa, quizás era una señal de que también él tenía algo que contar al mundo.

La historia de Sergio nos enseña que, a veces, un solo momento es suficiente para inspirarnos a cambiar el rumbo de nuestra vida. Con autodisciplina, determinación y el valor de pensar de manera diferente, podemos alcanzar lo que antes parecía imposible. Aquellos 30 segundos con Gabo se convirtieron en el motor que impulsó a Sergio a descubrir su verdadera vocación, recordándonos que cada encuentro, por breve que sea, puede esconder un universo de posibilidades.

"Seguidores"

🌙 El Misterio de los Tres Encuentros

  Érase un miércoles 27 de agosto, cuando el alba emergía sobre una tierra humedecida por el rocío. La alameda dorada, hacia la curva de sen...