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martes, 28 de enero de 2025

#"El Destino de los Corredores"


 El sol de la tarde caía como un incendio dorado sobre Villa de las Bendiciones aquel domingo 22 de diciembre. El aire ardiente cargaba el murmullo de los árboles y el canto de las chicharras, como si el tiempo se resistiera a avanzar. Eran las 3:00 p.m. y Kike aguardaba con ansias la visita de su viejo amigo Ferchito y su esposa Rocío. Había despertado con la sensación extraña de haber estado en un mundo paralelo, soñando con un amanecer místico, tal como lo había contado en su blog: #"El Secreto del Amanecer: Cuando los Sueños Tocan el Alma"

A las 3:19 p.m., un mensaje de WhatsApp iluminó su teléfono. Era Ferchito, anunciando que venía en camino, pero solo. Una leve sombra de tristeza cubrió el corazón de Kike; esperaba a ambos para compartir la tarde y cantar la novena, pero comprendió que la vida a veces tomaba rumbos inesperados. Hacia las 4:00 p.m., otro mensaje llegó: "Estoy en el parador Choriloco". Poco después, el sonido de un motor y unas pisadas firmes sobre la tierra seca anunciaron su llegada. Linda y Kike lo recibieron con un abrazo cargado de historias no dichas y el aroma inconfundible del tinto recién preparado con arepa de queso.

El verdadero motivo de la visita se reveló en cuanto Ferchito sacó de su mochila un billete y lo extendió hacia Kike. Quedía claro: quería comprar su libro, "Historias que Inspiran la Imaginación". Lo que no esperaba era encontrarse a sí mismo en sus páginas. Sus ojos recorrieron el prólogo y se detuvieron en un capítulo dedicado a él, donde su historia como atleta era narrada con la intensidad de las zancadas en una carrera sin fin.

Las horas se desvanecieron entre anécdotas y recuerdos. Hablaron del Club Correcaminos, donde se conocieron en la Media Maratón de Bogotá y de cómo el destino los reunió nuevamente en el Club Master ADES. Sus conversaciones evocaron nombres grabados en su corazón: Rodolfo, Humberto, Carmencita, Jhonny, Hilba, Yaneth, Wilson, Julio César, Daissy, Víctor, Miguel, el Zancudo, Olga, Campo Elías... un ejército de almas afines, unidos por la pasión por correr.

La memoria los transportó a un 4 de agosto reciente, cuando juntos se enfrentaron a una carrera ecológica en Fusa. Aquel día, el viento y la tierra fueron testigos de su victoria. Ferchito y Kike subieron al podio como campeones en sus categorías, mientras Rocío, con lágrimas en los ojos, inmortalizaba el momento con su cámara y su corazón. La alegría del triunfo tenía un sabor agridulce: más allá de las medallas y los aplausos, lo que verdaderamente importaba era la hermandad que los unía.

Ferchito, con la pasión de un amigo leal, había estado pendiente del libro de Kike desde sus primeras palabras hasta su edición final. Cuando finalmente el sueño se materializó y Kike regresó a Silvania el 22 de junio, Ferchito fue el primero en felicitarlo. La distancia entre sus ciudades se había acortado, pero sus almas nunca estuvieron separadas.

La tarde avanzó entre el aroma del jugo de guayaba y las galletas con mermelada que Linda había preparado con amor. A las 5:30 p.m., llegó la hora de despedirse. Ferchito sujetó el libro firmado con una dedicatoria especial, lo abrazó con fuerza y se perdió en el horizonte camino a Fusa, dejando atrás una estela de amistad imborrable.

Desde el umbral, Kike y Linda lo vieron alejarse, sintiendo cómo el atardecer pintaba de tonos anaranjados la memoria de un día irrepetible. En ese instante, supieron que la vida es una carrera donde la nobleza, la lealtad y la resiliencia son el verdadero premio. Y que las amistades genuinas son como los buenos corredores: siempre regresan, siempre están ahí, corriendo a tu lado en cada kilómetro de la vida.

sábado, 18 de enero de 2025

#"Un Encuentro en Villa de las Bendiciones"

Era un 17 de enero. Amanecía en el barrio Montebello, en Bogotá. El reloj marcaba las 5:00 a.m., y la ciudad despertaba bajo un manto de frescura con 11 grados que prometían un día soleado. Jane abrió los ojos, sintiendo una chispa de emoción mientras miraba a George, su esposo, aún medio dormido. "Hoy será un día especial", pensó, esbozando una sonrisa.

La noche anterior, a las 7:09 p.m., Jane había llamado a Kike para avisarle de su visita al día siguiente. "Kike, vamos a bajar mañana a visitarte", le dijo con entusiasmo. "Vendremos con George y papá; queremos sorprenderlo en el camino." La voz de Jane transmitía emoción, y aunque Kike estaba agotado por las jornadas previas, respondió con alegría. "¡Los espero con ansias!", contestó, sintiendo cómo el anuncio iluminaba su noche.

A la mañana siguiente, Jane y George habían planeado una sorpresa adicional para Alfonso, su padre, quien dormía en la habitación contigua. Además del descanso en el Club de la Policía en Melgar, pasarían primero por Villa de las Bendiciones, donde vivía Kike.

La familia partió a las 5:45 a.m. en un vehículo que parecía guiado por el destino. La carretera estaba envuelta en una neblina tenue, y cada curva del camino parecía susurrar promesas de reencuentro.

En Villa de las Bendiciones, Kike ya estaba despierto desde las 4:32 a.m., con el corazón lleno de expectativa. Aunque la llamada de Jane había despejado la incertidumbre, algo en su interior le decía que este encuentro sería único. A pesar del cansancio acumulado de haber recorrido 53 kilómetros en los días anteriores, se levantó con energía renovada.

Comenzó su rutina habitual: oración, meditación, yoga, y lectura, mientras un gallo cantaba anunciando el amanecer. Todo parecía estar cargado de un simbolismo especial. Cuando el reloj marcó las 8:30 a.m., Kike salió hacia la alcaldía para reunirse con un cliente, pero algo lo detenía en el aire: una sensación de que algo grande estaba por suceder.

Al cruzar un puente, su teléfono sonó. Era Jane. "Estamos aquí, justo al final del puente", dijo ella con voz emocionada. Kike detuvo el auto y, al mirar hacia el horizonte, vio cómo el coche de su hermana se acercaba. Todo parecía estar en cámara lenta. Al abrir la puerta trasera y ver a su padre, un torrente de emociones lo invadió.

—¡Qué alegría, papá! —dijo Kike con lágrimas en los ojos mientras abrazaba a Alfonso, a quien no veía desde hacía más de cinco años.
—Hijo, ¡qué felicidad verte de nuevo! —respondió Alfonso, con la voz quebrada por la emoción.

El encuentro fue como si el tiempo se detuviera, rodeado por un aura cálida que parecía provenir del cielo mismo.

Juntos fueron a la alcaldía, realizaron algunas compras en Silvania, y luego se dirigieron a Villa de las Bendiciones. Allí, Linda los recibió con un café humeante que emanaba un aroma inconfundible de la región. En la mesa los esperaban jugos de naranja recién exprimidos, huevos criollos y chocolate caliente, un banquete que sabía a hogar.

Mientras compartían, recordaron anécdotas de su infancia, como las noches en las que Alfonso llegaba tarde, un poco tomado, y preparaba huevos revueltos que comía con Kike en la intimidad de la madrugada. La casa parecía llena de ecos del pasado, risas y lágrimas.

Jane, emocionada, compró a Kike un ejemplar de su libro "Historias que Inspiran la Imaginación". Kike lo firmó con una dedicatoria que quedó grabada en el corazón de su hermana:

"Para mi querida hermana,
Eres un pilar fundamental en mi vida, un faro que ilumina con tu amor, fortaleza y bondad. Este libro, que nace del corazón, lleva en sus páginas un pedacito de los valores y las enseñanzas que hemos compartido. Gracias por ser mi inspiración y por recordarme que los sueños se logran cuando se alimentan con dedicación y fe.
Con todo mi cariño,
Kike."

El reloj marcaba el mediodía cuando Jane, George y Alfonso se despidieron para continuar su camino hacia Melgar. Kike y Linda los vieron alejarse, conmovidos por el rastro de amor que dejaban atrás. El sol brillaba intensamente sobre Villa de las Bendiciones, un lugar donde los recuerdos y los lazos familiares eran el verdadero tesoro.

Moraleja: Los momentos compartidos con nuestros seres queridos son joyas que el tiempo no puede borrar. Cultivar el amor, la lealtad y la bondad es el mayor legado que podemos dejar. 

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