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lunes, 26 de mayo de 2025

🌄 "El Celular Perdido y el Milagro del Taller de Ángeles" 🌟

Érase un jueves 22 de mayo, en un rincón del mundo donde el tiempo se esconde entre la neblina y los suspiros de la tierra. Un lugar remoto y misterioso, llamado Villa de las Bendiciones en Silvania, donde los amaneceres parecen cuadros pintados por la mano de Dios, y el canto de las cigarras rasga la noche como si fueran heraldos de un secreto ancestral.

A las 3:42 am, Kike abrió los ojos con la certeza de que aquel no sería un día cualquiera. Había aceptado la pérdida de su celular, una herramienta vital, pero también un cofre de memorias y trabajo. Sin embargo, la vida le había enseñado que a veces, perder es solo el primer acto de una gran enseñanza.

Kike se levantó, como cada día, con disciplina y fe. Preparó su ritual matutino: tinto, aromática, vasos, panela molida, y mezcladores. A las 5:22 am, partió de la Villa rumbo al hospital, donde cada mañana vendía tintos y tapabocas con una sonrisa que muchos agradecían en silencio.

A las 5:40 am, la jefe de enfermeras, Sandra, lo llamó para que llevara tinto a sus compañeras. Kike trabajó con alegría hasta las 8:30 am. Luego pasó por la plaza donde don Wilson le dio la noticia: aún no había podido localizar al que encontró el celular, su moto seguía en el taller. Kike, con serenidad, cerró ese capítulo en su mente. Lo perdido, perdido estaba.

“Hoy después del recorrido subo a Fusa a reponer la SIM para el celular viejo,” dijo con decisión.

Apresuró su ruta para ahorrar tiempo. Y entonces, en el último punto del recorrido, llegó al taller de motos. Allí se encontró con un muchacho que acababa de regresar de Bogotá, cargado de repuestos y algo más... cargado de destino.

—¿Cómo te fue en Bogotá? —preguntó Kike.

—Bien, gracias a Dios —respondió el joven, con una expresión que ocultaba algo más profundo.

El muchacho lo miró con un brillo extraño en los ojos y le dijo:

—Te tengo dos noticias... una buena y una mala. ¿Por cuál empezamos?

Kike sonrió, ya curtido por la vida:

—Por la mala, la buena siempre amortigua.

El joven respiró hondo:

—La mala es que el rescate cuesta $100.000...

Kike abrió grande los ojos, pero no de preocupación, sino de esperanza:

—¡No importa, mi hermano! Vendí un libro y con la venta de los tintos lo completo.

—¿Y la buena? —preguntó, como quien espera un regalo del universo.

El muchacho abrió lentamente una vitrina, como si revelara un tesoro sagrado. Sacó un celular y se lo mostró:

—La buena es que aquí tienes tu celular... revisa si es el tuyo.

Kike lo tomó entre las manos temblorosas. Era su celular. Era SU celular. Sentía que las lágrimas le querían brotar, pero el alma se le desbordó primero.

—¡Sí, es mío! Gracias, de verdad... dime cuánto más te debo.

—Nada, Kike. El celular es tuyo, como debe ser. El rescate lo asumo yo. En esta empresa nada ajeno se pierde. La persona que lo encontró no actuó bien, y por eso ya no hace parte de nuestro equipo.

—Pues hoy no te cobro los tintos —dijo Kike, conmovido.

—No, hermano —respondió el muchacho—. Ese es tu trabajo, y merece respeto. Te los pago con gusto.

Kike lo abrazó como si abrazara al destino. No era un simple mecánico. Era un ángel con grasa en las manos y luz en el corazón.

Salió del taller rumbo a la Villa de las Bendiciones. Miró al cielo con gratitud. Sentía que Dios le había devuelto más que un celular: le había devuelto la fe en la gente, en los gestos nobles, en los milagros cotidianos.

Aquel día, no hubo viaje a Fusa. Desayunó con Linda, quien se sorprendió al verlo entrar con el celular en la mano. Más tarde, en la plaza, don Wilson y la ingeniera Martha lo felicitaron por su milagro. Le tenían sopa de verdura, ensalada y limonada. Una comida sencilla, pero con sabor a celebración celestial.

Al regresar en la noche, Linda le tenía listo un almuerzo de lenteja, arroz, papa y pollo, acompañado de Kola y Pola. Ese jueves no era uno más. Era el jueves en que lo perdido regresó como un regalo divino.

Kike, con el alma rebosante, se propuso escribirlo todo. Que esta historia no quedara en el olvido, sino que sirviera como prueba de que los milagros existen... y a veces llevan buzos manchados de aceite.

Y al día siguiente, en el Café Zeratema, un nuevo capítulo se escribiría con la llegada de un enigmático profesor.

¿Quién sería ese hombre que el destino le traía?

Esta historia… continuará.

 

jueves, 3 de abril de 2025

#El Despertar de Kike y la Profecía del Sueño


 Era un martes 2 de abril, en una tibia mañana de invierno en Villa de las Bendiciones, donde el tiempo parecía detenerse. El canto de los pájaros de colores, el ladrido de los perros y el sonido de los gallos componían una sinfonía mágica en Silvania. El reloj marcaba las 6:13 a.m. cuando Kike despertó tras pocas horas de sueño. Se había acostado a las 2:45 a.m., absorto en la tarea de ayudar a su amiga Maticas con un resumen de Juan Salvador Gaviota. No dudó en hacerlo, pues su talento para crear contenido le impulsaba, además de que quería cumplir la promesa hecha a doña María: escribir un blog sobre su visita a Villa de las Bendiciones.

Como cada mañana, realizó su rutina de meditación, oración y escritura. A las 8:46 a.m. bajó a la sala, donde doña María y su madre conversaban. Se saludaron y Kike, con su gesto hospitalario, preparó un tinto con pan tajado y mermelada casera de guayaba, hecha por sus propias manos.

Fue entonces cuando la conversación tomó un giro inesperado.

—Kike, anoche Juanpis estuvo inquieto —dijo su madre con un dejo de preocupación en la voz—. No paraba de deambular por los corredores.

—Encendía y apagaba las luces una y otra vez —añadió doña María—. A veces se oía su voz como la de un bebé, otras como un niño... y en algunos momentos, como un adulto. Era como si estuviera jugando con alguien que no podíamos ver.

Kike sintió un escalofrío recorrerle la espalda. No había notado nada; el sueño lo había vencido por completo. Pero aquellas palabras, pronunciadas con inquietud, avivaron en él una vieja angustia.

Sabía que la condición de Juanpis iba más allá de lo comprensible para muchos. Desde los tres años le habían diagnosticado autismo, una realidad que Kike había aceptado con amor y determinación. Sin embargo, la falta de recursos le había impedido brindarle la atención que realmente necesitaba.

—Kike, no pierdas la fe —dijo doña María con ternura—. Hay un camino para Juanpis, y ese camino se abrirá.

El joven escritor sintió un nudo en la garganta. En su interior, una certeza tomó forma: su libro debía resonar en el mundo. Era la llave para darle a Juanpis la vida que merecía. Sabía que aún no había alcanzado el impacto que deseaba, pero contaba con amigos que creían en él. Y eso, de alguna manera, era también una luz de esperanza.

Kike, queriendo expresar su gratitud, preparó un chocolate caliente con pan tajado y huevos criollos cocidos. Mientras servía, doña María le extendió un billete.

—Quiero un ejemplar de tu libro para mi hijo. Y otro para mí —dijo con una sonrisa cálida.

Conmovido, Kike tomó su pluma y, con letra firme, escribió una dedicatoria:

María, amiga entrañable que llevo en mi corazón, admiro profundamente tu espíritu emprendedor y tu capacidad inagotable de crear belleza a través de tus artesanías. Eres una fuente de inspiración, una mente creativa que transforma ideas en piezas únicas. Que este libro te motive a seguir explorando tu talento, a soñar en grande y a continuar dejando huella con tu arte.

Con el sol de la tarde iluminando sus rostros, doña María y su madre partieron rumbo a Bogotá. Kike las acompañó hasta la flota Cootransfusa, despidiéndose con gratitud. Sentía nostalgia por su partida, pero también una renovada determinación. Aquellas palabras de aliento habían encendido una chispa en su corazón.

Aquella noche, antes de dormir, Kike dejó el primer borrador de su próximo blog, inspirado en un recuerdo memorable del 1 de abril de 2017. También tomó una decisión: a partir de ese día, velaría porque Juanpis se durmiera primero, aunque ello significara pasar noches enteras en vela.

Al día siguiente, Kike tendría un encuentro literario con lectores voraces y un poeta llamado Josué. ¿Qué planes le aguardaban? ¿Qué aventuras le deparaba el destino a este héroe de carne y hueso, que expresaba la verdad de su alma con claridad y convicción?

Esta historia, continuará...

domingo, 9 de marzo de 2025

#El Misterio de los Sueños y la Providencia, primera parte


 Era un miércoles 5 de marzo. El reloj marcaba las 5:40 a. m. en una mañana tranquila y fresca, con un cielo pincelado de nubes grises y blancas. El canto de los gallos, el aleteo de las aves migratorias a lo lejos, el ladrido de los perros y la melodía incesante de los pájaros componían una sinfonía natural que anunciaba un nuevo día en Villa de las Bendiciones, un lugar donde el tiempo parecía detenerse.

Kike despertó de dos sueños. El primero, a medianoche, lo había dejado inquieto. Soñó que caminaba por un sendero con un niño de la mano derecha, mientras en la izquierda llevaba una camándula que siempre lo acompañaba, una herramienta poderosa de su fe. Pero de repente, el niño le dijo algo que lo ofendió. Sin pensarlo, Kike se dejó llevar por el impulso, se descontroló y le propinó un latigazo con la camándula en su pequeña mano derecha. El niño gritó de dolor.

Despertó sobresaltado. Un ardor intenso quemaba su propia mano derecha. Encendió la luz y la examinó. No había marca alguna, pero el dolor persistía. Miró hacia la mesita de noche y vio su camándula. Era la misma del sueño. Instintivamente, la tomó y la envolvió en su mano. En ese instante, el ardor desapareció.

Se quedó pensativo. ¿Había castigado a su niño interior? ¿Se habría liberado de alguna carga del pasado? Respiró hondo, meditó y volvió a dormirse.

El segundo sueño fue completamente distinto. Se vio caminando por un sendero infinito de nubes blancas. A medida que avanzaba, una paz inmensa lo envolvía y su cuerpo comenzaba a irradiar luz. Despertó sintiendo una energía desconocida. Se observó en el espejo, se saludó y notó un brillo especial en sus ojos. Se repitió en voz baja:

"Me remito a observar mis pensamientos sin identificarme con ellos."

Sin darse cuenta, empezó a recitar el libreto del video que haría para convencer al mundo de la importancia de leer su libro: "Historias que Inspiran la Imaginación". Lo repitió tres veces. Ya se lo sabía de memoria.

Siguió su rutina diaria: lectura, escritura, yoga, meditación. Preparó su desayuno con productos de su huerta: jugo de naranja, huevos cocidos, chocolate y arepas recién asadas. Luego, arregló su jardín, eliminó las hojas secas y lavó la ropa.

A las 11:42 a. m., llamó a Luz Marina, una antigua compañera de la inmobiliaria. Ella elogió sus blogs y le confesó que estaba intrigada por su libro.

Por la tarde, a las 4:43 p. m., conversó con Carlos Velásquez, un emprendedor del campo, defensor de la fumigación natural. Hablaron sobre la entrega de semillas y abono de la UMATA. Carlos le aseguró que pronto compraría su libro.

A las 4:59 p. m., Kike marcó el número de Celmira, una amiga que conoció en una feria artesanal, cultural y agropecuaria en Silvania. Para su sorpresa, Celmira ya seguía su blog y lo leía a diario. Cuando Kike le habló de su libro, ella lo felicitó con entusiasmo.

—Si quieres, te lo llevo mañana a Silvania —le propuso Kike.

—Ya no vivo en Silvania —respondió ella—. Me mudé a San José del Guaviare.

—No hay problema. Te lo envío mañana mismo. Confío en ti.

Celmira quedó encantada y le pidió una foto de la portada para compartirla en su estado de WhatsApp. Minutos después, Kike recibió una notificación: Celmira le había consignado el valor del libro sin que él se lo hubiera enviado aún.

Estupefacto, sintió una oleada de emoción. La Providencia actuaba de maneras misteriosas.

Le envió a Celmira un video y el enlace donde podía encontrar su libro en varios formatos. Había vendido su primer ejemplar de la semana. Su meta era vender tres libros diarios, y ya había logrado el primero.

Aquella noche, Kike se acostó con una sensación de gratitud. Sus sueños le habían liberado de algo profundo, y ahora la vida le estaba mostrando el poder de la fe y la confianza.

¿Lograría vender los otros dos libros al día siguiente?

Esta historia continuará…

jueves, 20 de febrero de 2025

#El Misterio de los Diez Minutos Perdidos


 Era una mañana cálida en Villa de las Bendiciones, donde el tiempo parecía detenerse. Marcaban las 5:58 a.m. y el sonido celestial de la naturaleza despertaba a Kike. Los pájaros de colores revoloteaban y picoteaban su ventana mientras los primeros rayos del sol se filtraban por las cortinas. Había dormido poco, apenas cuatro horas, pero sentía una energía especial. Hoy era un día importante: tenía una cita con el alcalde Ricardo Pulido para discutir unos cursos del SENA y algunos asuntos personales.


A las 7:32 a.m., bien presentado con pantalón café y camisa de rayas, Kike salió rumbo a la alcaldía. Caminó despacio, absorbiendo cada instante del paisaje matutino. Al llegar a las 7:40 a.m., se encontró con su amigo Wilson, quien lo recibió con alegría. Se dirigieron a la oficina de Wilson, donde compartieron un tinto bien cargado, propio de la región. Entre sorbos y risas, hablaron sobre las entregas de insumos, semillas y plantas que se realizarían a las familias capacitadas a final de año.

Mientras esperaba a la Dra. Olga Romero, Kike intentó agendar su cita con el alcalde, pero la secretaria le informó que no estaría en la oficina hoy. Estaba organizando la celebración de los 90 años de Silvania. Kike lo comprendió de inmediato; habría que esperar unos días más.

Cuando finalmente llegó la Dra. Olga, junto con "el Paisita", discutieron el itinerario de la celebración y el reinado. Kike, sin embargo, no podría asistir; sus compromisos en Villa de las Bendiciones lo reclamaban. Al salir de la alcaldía, Wilson lo presentó con entusiasmo: "Paisa, este es Kike, el escritor y poeta de Silvania". Compartieron otro tinto en un puesto de jugos, riendo y conversando sobre la entrega de insumos el lunes, cuando Kike escribiría un blog sobre el evento.

Terminada la charla, Kike se dirigió a hacer unas compras para su almuerzo. En su recorrido, observaba todo a su alrededor, concentrado en el presente, hasta que se topó con la iglesia. Sintiendo un llamado interno, entró. En el silencio del templo, una única persona oraba en un rincón. Se arrodilló frente a la imagen de María Auxiliadora y cerró los ojos. Con toda su alma, le pidió a Dios que pusiera el momento adecuado para su entrevista con el alcalde y le agradeció por la sabiduría e inspiración para escribir historias que transformaban vidas.


Unos minutos después, el hombre que estaba orando se acercó y Kike le pidió que le tomara una foto junto a la imagen de la Virgen. Se la tomó, se despidieron y Kike quedó solo en la iglesia. Miró su reloj: 10:32 a.m. Cerró los ojos y, de repente, una luz lo envolvió. No pensaba en nada, solo sentía una paz indescriptible. Cuando abrió los ojos, miró nuevamente su reloj: 10:42 a.m. ¡Habían pasado diez minutos que parecieron apenas unos segundos! Durante ese tiempo, nadie había entrado ni salido. Se encomendó una vez más y salió del templo con el corazón acelerado.

Recordó entonces la historia de un famoso actor norteamericano que tuvo una experiencia similar en una iglesia y que, a partir de ese momento, su vida cambió para siempre. Kike sintió que algo grande estaba por sucederle.

Al regresar a Villa de las Bendiciones, revisó su celular. Un mensaje de su amiga Luz Dary lo esperaba:

"Hola, don Jaime. Escribo para felicitarlo por descubrir ese don de la escritura y para agradecerle por permitirnos disfrutar de una buena lectura. En la sencillez está la elegancia de la vida. Historias sencillas, pero transformadoras. Solo me resta agradecer por tan hermoso libro".

Kike sintió un nudo en la garganta. No podía creer el impacto que su libro estaba teniendo en los demás. Sentía que su sueño de inspirar y transformar corazones en el mundo estaba tomando forma. Su libro sería pronto un best seller, lo presentía en cada mensaje de gratitud que recibía.

Con el alma llena de gratitud, preparó su almuerzo: arroz con verduras, alverja sudada con pollo y jugo de guatila cruda con cáscara, hielo, azúcar y medio limón. Le sorprendió que el sabor se asemejara al kiwi. Y, como si fuera poco, logró hacer una mermelada de guayaba natural con frutas casi maduras que tenía en la nevera.

Después, investigó sobre el silencio en las iglesias y encontró algo revelador:

"Experimentar el silencio en una iglesia católica puede ser una forma de acercarse a Dios y encontrar una unión con Él. El silencio ayuda a concentrar la mente y a orar. Es una condición necesaria para escuchar la voz de Dios y encontrar una nueva energía".

Kike comprendió que esos diez minutos en la iglesia no fueron casualidad. Había vivido un instante sagrado, un mensaje divino que aún no terminaba de descifrar. Su historia, apenas comenzaba...

Esta historia continuará...

viernes, 14 de febrero de 2025

#✨ "El Libro que Susurró al Alma: El Mensaje de un Nuevo Amanecer" ✨


 La mañana del 13 de febrero amaneció nublada, envuelta en un aire de misterio y expectativa. Kike despertó después de un sueño profundo y apacible, con la sensación de haber viajado a un mundo desconocido mientras dormía. Miró la hora: 5:40 a.m. Aún con los ojos entrecerrados, recordó que a las 2:58 a.m. había despertado brevemente, sintiendo una energía envolvente, casi mística, que lo acompañaba en la quietud de la noche. En lugar de luchar contra el insomnio, cerró los ojos y dejó que la meditación lo guiara de vuelta al sueño.

Tenía muchas cosas en mente, pero una de ellas le preocupaba en especial: el arreglo de la luz. Para su fortuna, don José, un buen vecino, le había conseguido un electricista que solucionó el problema en menos de cinco minutos. Con esa tarea resuelta, Kike se sumergió en su rutina diaria de entrenamiento y disciplina. Dos horas de ejercicio, mente enfocada y un objetivo claro: escribir.

Desde el día anterior tenía dos blogs en mente y sabía que debía plasmarlos con la misma pasión con la que vivía cada instante. A las 11:00 a.m., tras cumplir con los quehaceres del hogar, se sentó a escribir el primero: "El Salto de Fe de Kike". A las 2:00 p.m. ya lo tenía listo y sintió una satisfacción serena al ver su historia cobrar vida.

Fue entonces cuando el destino comenzó a susurrarle al oído. Su teléfono sonó, y al contestar, escuchó la voz entusiasta de su tocayo Jaime Triana:

—Tocayito, quiero comprarte el libro. ¡Resérvame un ejemplar!

Kike sonrió.

—Tocayito, con gusto te lo separo. Si quieres, te hago la dedicatoria a ti y a tu compañera. Ni más faltaba, hermano. ¡Un abrazo y bendiciones!

Minutos después, otro mensaje llegó. Era de su amiga Mireya, atleta del Olaya en Bogotá, pasándole la dirección para que le enviara su ejemplar.

—Con gusto, mi campeona, mañana mismo te lo envío —respondió Kike, sintiendo que cada venta no era solo un libro más entregado, sino una semilla sembrada en el corazón de alguien que apreciaba su esencia.

La tarde avanzó, y Kike se dedicó a escribir su segundo blog: "El Susurro del Destino: Kike y la Promesa del Nuevo Amanecer". Mientras las palabras fluían, se tomó un descanso para preparar su almuerzo. Arroz con verduras, ensalada de remolacha y zanahoria, papas y una sardina bañada en salsa de tomate. Para acompañarlo, un jugo fresco de zanahoria recién sacada de su huerta. Todo tenía un sentido, todo se alineaba con su propósito de vida.

Cuando cayó la noche y estaba a punto de publicar su blog, un mensaje inesperado iluminó su pantalla. Era su gran amigo y cómplice literario, Óscar. Juntos habían compartido incontables tertulias en Bogotá, intercambiando libros de crecimiento personal y literatura clásica. Recordaba aquellas tardes en su negocio, donde conversaban sobre intelecto, sueños y los misterios del universo.

Pero esta vez, Óscar no solo escribía: también enviaba una foto. En ella, junto a su esposa e hijos, sostenía con orgullo el libro "Historias que Inspiran la Imaginación". La imagen transmitía una magia especial. Kike pudo ver el brillo en los ojos de la familia de Óscar, como si el libro les estuviera susurrando secretos, como si en sus páginas guardara un mensaje que solo ellos podían descifrar.

Junto a la foto, Óscar escribió:

"Mi maestro escritor, un cordial saludo de mi familia. Mil gracias por la mención."

Pero eso no fue todo. Óscar continuó con palabras que tocaron el alma de Kike:

"Mi gran amigo y literato de la más alta disciplina, hoy me llegó el libro de su autoría y es una joya invaluable.
Le daría un mensaje inspirador al mundo si se anima a lanzar su propio contenido por plataforma de podcast, le compartiría a la humanidad un contenido excelso de su conocimiento y riqueza literaria. Un gran abrazo."

Kike sintió un escalofrío recorrer su espalda. Era como si el universo le estuviera enviando señales, empujándolo hacia un nuevo camino que aún no había considerado. Respiró profundo y respondió con el corazón:

"Mi querido amigo Óscar, tus palabras son un verdadero tesoro para mí. Saber que el libro ha llegado a tus manos y que lo valoras de esa manera es un regalo invaluable.
Tu apoyo y confianza en mi trabajo me impulsan a seguir compartiendo mi pasión por la escritura. Me emociona la idea del podcast, y créeme que lo consideraré seriamente. Si algún día me animo, será un honor contar con un oyente y amigo como tú. Un fuerte abrazo y gracias por tu inspiración constante."

Óscar cerró la conversación con un mensaje que selló el momento:

"Hoy mismo comienzo a leerlo."

Esa noche, Kike cerró los ojos con una sensación indescriptible. Había terminado de leer "Tónico para el Alma" de Osho, y sintió que, de alguna manera, el libro había hablado directamente a su espíritu. Desde hacía unos días, sentía una energía envolviéndolo, como si una presencia divina estuviera a su lado, disipando sus miedos y transformándolos en luz.

El destino tenía un plan para él, y él estaba listo para escucharlo.

domingo, 19 de enero de 2025

#El Camino de Kike: Una Aventura de Superación y Magia

En una mañana serena, de un sábado, 18 de enero, a las 5:13 a.m., en Villa de las Bendiciones, un lugar donde el tiempo parece detenerse, Kike despertó de un apacible sueño. Como cada día, comenzó su ritual matutino con profunda devoción: meditó, dio gracias por todo lo que la vida le brindaba, visualizó sus objetivos y se auto observó, conectándose con cada parte de su cuerpo. Luego, con el corazón henchido de gratitud, elevó una oración sincera:

—Gracias, Dios mío, por darme sabiduría e inteligencia para escribir con acierto historias que inspiren al mundo, porque, ¿quién, sino Tú, inspiran a un mundo tan maravilloso?

Se levantó con renovada energía y se asomó por la ventana. Un cielo insondable e infinito se desplegaba ante sus ojos, un lienzo de estrellas centelleantes que parecían susurrarle secretos ancestrales. Inspirado por la majestuosidad del universo, decidió afrontar un nuevo desafío: repetir la hazaña de hace dos días, trotar hasta Fusagasugá para realizar un pago adelantado y regresar trotando a casa.

Tras su rutina de yoga y una sesión de escritura en hojas en blanco, donde trazó sus metas del día, realizó ejercicios de fortalecimiento. Se vistió con su pantaloneta y camiseta favorita, se hidrató y comió un banano para energía. Guardó una botella de agua y otro banano en su mochila. A las 8:30 a.m., se despidió de su querida esposa, Linda, con una sonrisa y salió con determinación, iniciando su cronómetro desde cero.

El camino lo llevó a la carretera principal de la vía Sumapaz, también conocida como la vía 40. La naturaleza exuberante lo acompañaba, un mar de verdes colinas y el aroma fresco de la mañana impregnaba el aire. Los restaurantes a la orilla del camino bullían de actividad, sus empleados hacían señales a los autos para que se detuvieran a desayunar. Kike, corriendo en sentido contrario al tráfico, recibía los saludos y palabras de aliento de los ciclistas que regresaban de Fusa, con quienes compartía el amor por el desafío.

El sol, ya en lo alto, derramaba su luz dorada, calentando suavemente la carretera. Kike avanzaba con paso firme, superando los ascensos exigentes con determinación. Cada kilómetro era una batalla contra sí mismo, una conversación interna de esfuerzo y motivación.

Finalmente, llegó a Fusagasugá. Tras completar su diligencia, se sentó por un momento, bebido de su botella de agua y comió su banano. Respiró profundamente y, sin perder tiempo, inició el viaje de regreso. Mientras corría, observaba los buses intermunicipales que pasaban a toda velocidad con letreros luminosos que mostraban destinos como Pasto, Cali, Pitalito, Florencia, Armenia e Ibagué. Cada nombre evocaba en su mente la idea de viajes, leyendas y nuevas aventuras por vivir.

Cuando el pueblo de Silvania finalmente apareció en el horizonte, Kike sintió una oleada de satisfacción. Hizo unas compras rápidas en el mercado y, al llegar a casa, detuvo su cronómetro. Más de tres horas de recorrido y 26 kilómetros de esfuerzo quedaron registrados. Alzó los brazos al cielo, agradecido por el reto cumplido, por su cuerpo fuerte y por la oportunidad de disfrutar del viaje.

Esta aventura nos recuerda que las cosas más simples de la vida, las que a menudo pasamos por alto, están llenas de belleza. Cada instante, cada paso, es una oportunidad para observar, apreciar y disfrutar con nuestros cinco sentidos. Y en la rutina, en la repetición, también reside la magia de la vida.

Kike demostró que la perseverancia y el amor por los pequeños detalles pueden transformar un simple recorrido en una historia digna de ser contada.

 

viernes, 3 de enero de 2025

#El Milagro de Año Nuevo en Villa de las Bendiciones


 Eran las 9:17 de la mañana de un 31 de diciembre radiante, con un sol dorado acariciando los campos que rodeaban Silvania. Un cielo azul pincelado con nubes naranja en varias tonalidades parecía anunciar que ese día tendría algo especial. Kike, inspirado por la serenidad del entorno, escribía en su blog mientras los pájaros ofrecían un concierto matutino. El aroma del café recién hecho impregnaba el aire, cuando su celular interrumpió el momento.

Era doña Yosmary, una vieja amiga desde Bogotá.
—¡Buenos días, doña Yosmary! Qué milagro escucharla. ¿En qué le puedo ayudar?
—Voy camino a Fusagasugá con mis hijos y mi nieta, y me encantaría pasar a saludarlo y conocer su casa. También necesito un hotel cercano, ¿puede recomendarme alguno?

Kike prometió investigar y llamó a varios amigos dueños de hoteles. Todos le dieron la misma respuesta: "Estamos copados por la temporada". Al comentarlo con su esposa Linda, ella, con su serenidad característica, le aconsejó esperar. "Deja que todo fluya", dijo mientras ofrecía una sonrisa que parecía contener un secreto que aún ni Kike comprendía.

Pasaron las horas hasta que, a las 3:06, Yosmary volvió a llamar:
—Kike, estamos a punto de llegar a Silvania.

Kike salió al encuentro con entusiasmo. A pocos metros, los vio por primera vez en mucho tiempo: Yosmary, sus hijos Daniel y Andrea, y la pequeña Valeria. Sin embargo, algo en ellos parecía diferente. Había un aire crepuscular en su semblante, como si cargaran un peso invisible.

Cuando llegaron a la casa, Linda los recibió con su calidez habitual, sirviéndoles un tinto aromático de la región acompañado de arepas. Pero el silencio persistía, un silencio que no era incómodo, sino lleno de misterio. Algo se gestaba en el aire, como si el universo tuviera un mensaje oculto para todos.

Finalmente, Kike rompió el hielo:
—¿Están bien? ¿Pasa algo?

Fue entonces cuando Yosmary confesó la verdad: habían sido víctimas de una estafa. Habían reservado un hotel inexistente en Chinauta, pagando una suma considerable por adelantado. Cuando Andrea intentó confirmar los detalles esa mañana, el supuesto encargado había desactivado su celular, dejándolos a la deriva.

—No sabíamos qué hacer —dijo Andrea con voz quebrada—. Pensamos que esta noche la pasaríamos quién sabe donde.

Sin pensarlo dos veces, Kike y Linda les ofrecieron quedarse en su casa. En ese instante, los ojos de los invitados recuperaron un brillo perdido, como si una luz divina les hubiera devuelto la esperanza.

Esa noche, alrededor de la mesa, compartieron historias y reflexiones. Andrea narró cómo había planeado viajar a la Feria de Cali, pero una enfermedad repentina lo impidió, y ahora, de forma inesperada, se encontraba en Villa de las Bendiciones.

Kike también reflexionó en silencio: un año atrás, jamás habría imaginado vivir en esa casa paradisíaca, rodeado de naturaleza y escribiendo su primer libro. Todo parecía responder a un orden divino, a un plan mayor que ellos apenas comenzaban a comprender.

A la medianoche, mientras los fuegos artificiales iluminaban el cielo, Kike observó a su familia y amigos reunidos. Sintió que ese momento encapsulaba una enseñanza profunda: la vida siempre tiene giros inesperados, y lo que parece un contratiempo puede convertirse en una bendición.

Al día siguiente, después de explorar los encantos de Silvania, sus invitados partieron rumbo a Bogotá, agradecidos y llenos de nuevas energías. Antes de partir, doña Yosmary le compró a Kike un ejemplar de Historias que inspiran la imaginación, donde Kike le plasmó una dedicatoria a ella, sus hijos y su nieta. Justo cuando se despidieron, llegaron Carmencita y Jhonny, dos amigos entrañables, como si el universo tuviera más sorpresas reservadas para ese mágico comienzo de año 2025.

Esta historia continuara.........


Reflexión:

Esta historia nos recuerda que la vida está llena de giros inesperados y sincronías perfectas. A veces, lo que parece un contratiempo es en realidad una bendición disfrazada. Nos enseña la importancia de la resiliencia, la generosidad y la fe en que todo ocurre en el momento preciso, según el orden divino que Dios y el cosmos han dispuesto para nosotros.

Y tú, lector, ¿qué mensaje oculto crees que tiene este final de año para ti?

viernes, 20 de diciembre de 2024

#"Sharit Zapata: La Voz que Iluminó el Corazón de América"


 Sharit Nicoll Zapata Rincón, conocida en el mundo artístico como "Sharit Zapata, La Voz Estelar de América", nació un luminoso 3 de enero de 2007 en Bogotá, Colombia. Aquella fecha no solo marcó el inicio de una vida llena de música y sueños, sino que coincidió con una peculiar celebración: el Día de las Cerezas Cubiertas de Chocolate, una ocasión en la que los amantes de este dulce se reúnen para degustarlo o crear sus propias versiones.

El origen exacto de esta tradición es incierto, pero se cree que surgió como iniciativa de chocolateros apasionados, buscando dar un toque especial al inicio del año. Para la familia Zapata Rincón, el 3 de enero ya era inolvidable, pero Adriana, la madre de Sharit, siempre decía entre risas: "Mi hija nació para endulzar los corazones como las cerezas cubiertas de chocolate".

Desde pequeña, Sharit mostró un don excepcional. Con apenas cinco años, su voz resonaba en el humilde barrio Portal de Cali como un eco de esperanza. En casa, su madre Adriana la encontraba cantando frente al computador mientras imitaba a sus ídolos: Rocío Dúrcal, Vicente Fernández, Arelys Henao y otros grandes. Su micrófono podía ser una cuchara, un lápiz o incluso un ramito de flores que recogía en la calle. Pero lo más asombroso no eran solo sus interpretaciones, sino cómo parecía que las canciones cobraban vida a través de ella.

Un día, mientras cantaba "Amor Eterno" en el patio, las vecinas juraron haber visto cómo las flores del jardín se inclinaban hacia la niña, como si la naturaleza misma quisiera escucharla. Este rumor, que se extendió rápidamente, atrajo la atención de organizadores de eventos que, por casualidad, buscaban talento para un homenaje a las mujeres en el barrio.

Fue entonces cuando el destino tocó a la puerta de Sharit. Con tan solo siete años, aceptó su primera invitación a cantar en público. Su madre, llena de nervios, temía que su hija pudiera sentirse abrumada frente al público y a un grupo de mariachis que la acompañarían sin ensayo previo. Pero Sharit, con una serenidad que parecía heredada de siglos pasados, subió al escenario.

Esa noche, su voz no solo llenó el salón; pareció elevar los corazones de todos los presentes. "Es como si el alma de una artista legendaria habitara en ella", murmuró uno de los asistentes. Su interpretación fue tan conmovedora que, según cuentan, incluso el cielo de Bogotá se despejó para dejar entrar un rayo de luz que iluminó a Sharit en el momento exacto en que alcanzó la última nota de la canción.

Después de ese evento, Sharit se convirtió en una pequeña estrella local. La rectora de su colegio, Mery Alcira Jiménez, reconoció su talento y le brindó oportunidades para presentarse en eventos escolares, incluyendo el Festival de la Familia. Allí, frente a un público masivo, Sharit no solo cantó, sino que sembró sueños en los corazones de quienes la escucharon.

Pero no todo fue fácil en el camino de Sharit. El barrio donde creció enfrentaba desafíos, y no faltaron las veces en que el ruido de los conflictos exteriores intentaba opacar su canto. Sin embargo, la joven siempre tuvo a tres seguidores incondicionales: su madre Adriana, su abuela Mercedes y su tío Alberto. Ellos no solo la apoyaban, sino que la protegían con un amor tan grande que Sharit sentía que, mientras ellos estuvieran a su lado, ninguna tormenta podría apagar su luz.

Un día, mientras ensayaba para un nuevo evento, recibió un regalo inesperado de su abuela: un collar con un pequeño colibrí dorado. "Este colibrí simboliza la libertad, la fuerza y la magia que llevas dentro, mi niña", le dijo Mercedes. Desde entonces, Sharit no se separó de aquel amuleto, que parecía brillar cada vez que ella cantaba, como si también fuera parte de su destino.

Con el tiempo, las oportunidades crecieron. Cada escenario parecía un peldaño hacia un sueño más grande. Pero también aparecieron desafíos, como la competencia, la presión y las tentaciones de un mundo que no siempre era justo. Sin embargo, Sharit siempre recordó las palabras de su abuela: "Tu voz no es solo tuya, es un regalo para iluminar a quienes te escuchen".



Hoy, Sharit Zapata se encuentra en la antesala de un nuevo capítulo en su vida. Una invitación para presentarse en un importante festival internacional podría ser el trampolín que la lleve a conquistar América. Pero también enfrenta una decisión difícil, pues sabe que alcanzar sus sueños puede requerir sacrificios que podrían cambiar su vida para siempre.

Esta historia continuará...

sábado, 14 de diciembre de 2024

# "El Amanecer de los Sueños"


Eran las 1:35 a.m. de un sábado de diciembre, cuando el amanecer susurraba suavemente entre las sombras de la noche. Afuera, el cantar de los grillos componía una sinfonía que se entrelazaba con el silencio cálido de una madrugada iluminada por una luna llena, brillante como un faro perdido en la oscuridad. Dentro de su habitación, Kike terminaba de ajustar los últimos detalles de un blog y de subir unos videos que publicaría más tarde. Exhausto pero satisfecho, se preparaba para descansar cuando algo llamó su atención.

Sobre su escritorio descansaba un ejemplar de su primer libro: Historias que inspiran la imaginación, enviado desde España tres días atrás. La portada, ligeramente desgastada, brillaba con la luz plateada que entraba por la ventana. Sin pensarlo mucho, Kike lo tomó entre sus manos y comenzó a hojearlo. A medida que sus ojos recorrían las páginas, una sensación indescriptible lo envolvió. Al principio era incredulidad, preguntándose si él mismo había escrito aquellas palabras que ahora parecían cobrar vida propia.

Entonces, una oleada de luz suave y cálida surgió desde su interior, llenándolo de una paz profunda. Las palabras del libro parecían brillar en el papel, y de pronto Kike sintió como si fuera transportado a otra dimensión. Las letras se transformaban en caminos luminosos, y cada párrafo se convertía en una nube blanca y satinada que flotaba en un cielo azul infinito. La realidad parecía desvanecerse mientras navegaba por paisajes oníricos, donde la fantasía y la magia lo envolvían. Su corazón latía con fuerza, no de miedo, sino de una emoción que apenas podía comprender.

Cuando regresó a sí mismo, miró el reloj: eran las 2:34 a.m. El sueño había desaparecido por completo, pero su alma estaba serena. Cerró el libro con cuidado y lo contempló, como quien observa la belleza de un amanecer por primera vez. Fue una experiencia mágica que supo que nunca olvidaría. Decidió subir al balcón para despejar su mente. El cielo estrellado se desplegaba ante él como un tapiz de misterios infinitos. Levantó los brazos al cielo, orando y dando gracias a Dios por los milagros inesperados de la vida.

Recordó entonces a su amigo, aquel que había aparecido unas horas antes con un gesto que le había salvado en un momento complicado. Para Kike, esa persona era un enviado, un ángel disfrazado de ser humano. Las coincidencias de la noche parecían tener un propósito divino, una conexión invisible que entretejía los hilos de la vida.

Volvió a su habitación para descansar, aunque el sueño se resistía a venir. Cerró los ojos y comenzó a repetir su mantra: gracias, gracias, gracias. Poco a poco, su mente se calmó, pero justo cuando empezaba a sumergirse en el mundo de los sueños, algo extraordinario ocurrió.

Una luz brillante llenó la habitación. Era tan intensa que Kike tuvo que entreabrir los ojos. Frente a él, dos figuras luminosas emergieron del aire, rodeadas por un resplandor que pulsaba como el latido de un corazón. Antes de que pudiera reaccionar, sintió que una fuerza invisible lo envolvía y lo arrastraba hacia un portal que había aparecido en medio de la habitación. Kike se vio transportado a un lugar donde el tiempo y el espacio parecían haber desaparecido.

Había un silencio absoluto, una quietud que llenaba cada rincón de su ser. Los paisajes que lo rodeaban eran de una belleza indescriptible: campos dorados que parecían hechos de luz líquida, ríos que fluían hacia un horizonte interminable, y cielos que cambiaban de color como un arcoíris eterno. La paz que sentía en su interior era infinita, como si hubiera encontrado el verdadero hogar de su alma.

Mientras exploraba este mundo mágico, se encontró con una voz que parecía provenir de todas partes y de ninguna al mismo tiempo. "Kike", dijo suavemente, "todo lo que necesitas para alcanzar tus sueños está dentro de ti. Confía en el poder de tu imaginación y en la fuerza de tu gratitud". Estas palabras resonaron profundamente en su ser, y Kike sintió como si una chispa divina encendiera una llama en su interior.

Cuando finalmente despertó, eran las 5:40 a.m. Sus párpados se abrieron lentamente para recibir la luz tenue del amanecer. El cielo estaba pintado de naranjas y rosados, anunciando un día lleno de promesas y esperanza. Kike permaneció acostado por unos momentos, reflexionando sobre lo vivido. Sabía que aquello había sido mucho más que un sueño; había sido una experiencia que lo transformaría para siempre.

Esta historia nos deja dos grandes enseñanzas. Primero, que la gratitud es una fuerza poderosa que conecta nuestras almas con los milagros cotidianos de la vida. Y segundo, que la felicidad que buscamos fuera siempre ha estado dentro de nosotros, como una llama incandescente de paz y quietud que solo espera ser descubierta.

Así como Kike, todos tenemos el poder de trascender nuestros límites y encontrar la magia en lo cotidiano. Al hacerlo, descubrimos que somos parte de algo más grande, un todo lleno de propósito y significado. La clave está en confiar, agradecer y permitirnos soñar en grande, porque en esos sueños yace la esencia de quienes realmente somos.

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