Era un miércoles 2 de abril, en una tibia mañana de invierno en la Villa de las Bendiciones, donde el tiempo parece estirarse como si jugara a esconderse entre los suspiros del viento. El canto de los pájaros de colores, el eco de unos perros en la distancia, y el anuncio solemne de los gallos componían una sinfonía natural que sólo puede escucharse en Silvania, cuando el alma está atenta.
Kike, tras una noche breve e intensa, abría lentamente los ojos. Juanpis, su pequeño cómplice nocturno, había desbordado energía hasta las 2:45 a.m., y fue tanto el ímpetu del niño que contagió al padre. En un intento por domar el insomnio, Kike comenzó a leerle cuentos de fábula. Pero el destino le jugó una travesura poética: fue Kike quien cayó dormido primero, vencido por el encanto de sus propias palabras.
A las 5:04 a.m., despertó en la mecedora, los sueños aún revoloteando en sus pestañas. Juanpis dormía apenas, como si hubiese ganado la batalla de la vigilia. Kike se arrastró hasta la habitación, maltratado por el desvelo, y se tumbó boca arriba para meditar. Sin querer, Morfeo lo arrulló una vez más.
A las 6:48 a.m., Kike se debatía entre el dulce calor de las cobijas y el llamado del presente. Respiró hondo, como si con cada exhalación pudiera atrapar el instante. Tenía un compromiso literario esa tarde: un encuentro con lectores voraces y un poeta de nombre Josué, en la biblioteca municipal, bajo la sabia dirección de doña Liliana.
Como en un ritual sagrado, Kike inició su rutina diaria: meditación, oración, escritura, lectura. Leyó un fragmento de El olor de la guayaba, de Gabo, y con ello sintió que algo en su interior se activaba. Luego, hizo ejercicio, preparó el desayuno de Juanpis, dejó adelantado el almuerzo, y realizó llamadas para ofrecer su libro. La mayoría aceptó encantada, pidiendo más información y detalles para recibirlo pronto.
Partió a las 2:16 p.m. rumbo a la biblioteca. Llegó puntual, como lo hacen los que tienen un propósito claro.
Doña Liliana abrió la sesión con unas diapositivas llenas de frases luminosas:
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“La poesía es un arma cargada de futuro” —Gabriel Celaya
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“La poesía no quiere adeptos, quiere amantes” —Federico García Lorca
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“La poesía es siempre un acto de paz” —Pablo Neruda
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“La poesía está más allá de la inteligencia” —Jorge Luis Borges
Fueron diez frases en total, como diez puertas hacia mundos paralelos.
Luego entregó a cada asistente una ficha bibliográfica, con un marco fosforescente, como si brillara con una misión secreta. Debían escribir una frase desde su propia esencia, alusiva a la poesía. Kike recordó que tenía muchas en su diario, pero quiso dejar que la inspiración eligiera por él.
Al notar cierto murmullo incómodo, doña Liliana propuso cambiar de salón. El nuevo espacio era más sereno, lejos del rugido de los carros. Allí, Josué recitó dos poemas que estremecieron las paredes:
“Los Heraldos Negros” de César Vallejo,
y un poema profundo de Porfirio Barba Jacob.
Las palabras golpeaban como presagios. Cada asistente compartió su interpretación, pero fue Kike quien dejó a todos en silencio, cuando habló de los mundos paralelos que había experimentado y cómo había tocado, aunque fuese con los dedos del alma, otros planos de la existencia. Contó tres experiencias personales que generaron tanto admiración como desconcierto.
Al finalizar el encuentro, cuando los participantes se tomaban fotos para el recuerdo, Kike propuso un reto audaz: les pidió a sus compañeros que hicieran un borrador del video respondiendo a una sola pregunta:
¿Por qué es importante leer su libro “Historias que inspiran la imaginación”?
La idea fue acogida con entusiasmo. Esa misma noche, Kike subió el video a su canal de YouTube:
🎥https://www.youtube.com/@jaimelescritor2025
El encuentro cerró con fotos y abrazos. La poesía había sembrado semillas invisibles.
Ya en casa, Juanpis lo esperaba con hambre y ternura. Kike, ya todo un alquimista de la cocina, le sirvió una sopa de pasta con pollo, arroz con verduras, papa salada, carne de cerdo asada, lentejas, maíz pira y un jugo de tomate de árbol, fresco del árbol materno de Silvania.
Esa noche, Kike redactó el libreto para el video de su libro Historias que Inspiran la Imaginación. A las 7:00 p.m., se sentó a meditar. El mantra brotó con fuerza:
“Gracias Dios mío, por darme sabiduría e inteligencia para escribir con acierto historias que inspiran al mundo.”
El sueño lo venció como un regalo divino. A las 11:00 p.m., despertó. Juanpis aún veía videos en YouTube, riendo a carcajadas. Y Kike, entre la vigilia y la inspiración, escribió su blog hasta las 4:32 a.m.
Durmió tres horas más, pues al amanecer tenía una cita con el Alcalde.
Y el sábado lo esperaba una misión aún más grande: grabar el video de su libro en el Mirador Artístico, desde donde —dicen— las ideas pueden volar hasta tocar las estrellas.
¿Qué le dirá el Alcalde a Kike?
¿Qué revelación traerá el Mirador?
Esta historia… apenas comienza.