Era un lunes 3 de marzo. El reloj marcaba las 5:40 a.m. en Villa de las Bendiciones, un lugar donde el tiempo parecía detenerse en un tibio amanecer, al compás del canto de los pájaros de colores, que ofrecían un concierto digno de inspirar a cualquier poeta. Kike, asomado por la ventana, contemplaba el horizonte como buscando inspiración. Para él, aquel día representaba un desafío triple: recoger anécdotas para un reportaje sobre la entrega de insumos agropecuarios a los campesinos beneficiarios del programa de la UMATA, colaborar voluntariamente con el ingeniero Wilson García y la ingeniera Martha Poveda en la distribución de los insumos, y finalmente, terminar su blog: El Umbral de los Sueños: El Nacimiento de 'Historias que Inspiran la Imaginación', donde narraba la historia de su primer libro.
Aquel lunes, Kike realizó su acostumbrada rutina, aunque el tiempo no le alcanzó para los ejercicios de fortalecimiento. Aún persistía la neuralgia que lo aquejaba desde el sábado, tras salir de la reunión en el Mirador Artístico. Le preocupaba que el dolor interfiriera en su ayuda a don Wilson, pero su espíritu batallador lo impulsaba a continuar. Salió de casa a las 7:47 a.m. con la idea de desayunar más tarde. En el camino se encontró con don Alfredo Contreras y su esposa, Olga Lucía Poveda, quienes, al saber de su destino, le ofrecieron llevarlo en su camioneta hasta la alcaldía.
Al llegar, Kike subió al segundo piso y encontró a don Wilson, quien lo recibió con un abrazo fraterno antes de partir en su moto rumbo a la plaza. Kike recorrió los 500 metros a pie, sintiendo que algo en su cuerpo no marchaba con la misma energía de siempre. Sin embargo, su voluntad lo mantenía firme. Al llegar a la plaza, la emoción lo invadió al ver a los campesinos y líderes esperando con ilusión la entrega de insumos. Saludó a la ingeniera Martha, al director de la UMATA, Dr. Leonardo Carrillo, y al equipo de colaboradores. Wilson comenzó a entregar 18 fichas a cada líder, donde se destacaba la Dra. Olga Romero, defensora de las personas vulnerables a través de su Fundación: Ayúdanos a Ayudar a Colombia.
La entrega comenzó con un acto protocolario encabezado por el alcalde José Ricardo Pulido Garzón y su equipo. Kike transmitió el evento en vivo por Facebook, donde fue visto por 242 personas. La jornada avanzó y Kike se encargó de entregar las semillas, hasta que un imprevisto surgió: le pidieron trasladar 10 bultos de abono. Con la molestia en su espalda, supo que la tarea sería ardua. Justo cuando se preguntaba cómo llevaría los cinco bultos restantes, apareció doña Martha Torres, fiel seguidora de su blog y su libro. Con una sonrisa solidaria, le ofreció llevarlos en su camioneta. Kike sintió una profunda gratitud y, en ese instante, el dolor que lo aquejaba desapareció. Un escalofrío recorrió su cuerpo. ¿Sería una simple coincidencia o un mensaje divino?
La lluvia sorprendió la jornada sobre las 3:00 p.m., pero los campesinos, indiferentes al aguacero, seguían cargando sus insumos con determinación. Hacia las 6:30 p.m., un 80% de los insumos ya habían sido entregados. Nadie había tenido tiempo de almorzar, y don Wilson, desde su generosidad habitual, pidió sándwiches para todos. Kike, quien había soportado la jornada con un sobre de Biocros en su mochila, sintió el alivio de la comida compartida. Al final del día, don Wilson le ofreció una retribución inesperada, un gesto que Kike recibió con humildad y gratitud. En ese momento recordó los días en que acompañaba a don Wilson en las clausuras en las veredas y le decía: "Cuánto desearía trabajar directamente con la alcaldía de Silvania, ayudando en esta noble labor de orientar al labriego". A lo que don Wilson, con su entusiasmo característico, respondía: "Kike, tú ya trabajas con la alcaldía, pero gratis, porque con cada blog que escribes, inspiras al mundo sobre la vida en el campo".
Aquella noche, a pesar del cansancio, preparó su cena con pasta, arroz y sardinas, acompañados de jugo de zanahoria. Un café recargado le dio el impulso final para terminar su blog. Al recostarse, sintió su cuerpo agotado pero satisfecho. Volvió a recordar el instante en que doña Martha se ofreció a ayudarlo y cómo, en ese preciso momento, desapareció su neuralgia. Miró al techo y susurró: "¿Por qué a veces dudo de que Dios está siempre a mi lado?". Aquel lunes 3 de marzo le dejó una enseñanza: vivir en estado de gracia es un reto constante, pero cada día trae sus propias señales.
…Esta historia continuará…