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domingo, 4 de mayo de 2025

#“El Día en que Dios le Habló a Kike”

 

Erase un viernes 2 de mayo de 2025. El amanecer era radiante, como si el sol quisiera contar un secreto en aquel lugar apartado de Colombia donde el tiempo parece detenerse. Villa de las Bendiciones, en Silvania, es un rincón paradisíaco rodeado de naturaleza exuberante. Aves multicolores y diminutos insectos parecían gotas de Dios, entonando un canto celestial a las 5:40 a.m.

Kike despertó de un sueño profundo, miró al horizonte buscando inspiración. Sintió en el pecho un presentimiento revelador: algo debía cambiar de una vez por todas en su forma de ver la vida. Meditó unos minutos sobre las metas que había postergado, sabiendo que sus miedos lo arrastraban como una sombra. Intuía que ese día descubriría qué era lo que le hacía falta para arrancar de raíz esos temores.

Con disciplina, inició su rutina: oración, meditación, yoga, ejercicios de fortalecimiento y lectura en voz alta. Entre sus manos, un libro que había retomado el día anterior: Milagros que se cumplen, de William Thomas Tucker. Lo había leído años atrás, prestado por su amigo Henry Hernández, quien se lo devolvió cuando Kike publicó su primer libro.

El testimonio de Tucker lo atrapó de nuevo. Un hombre común, que en su infancia dejó de creer en Dios, pero que, tras una serie de eventos dolorosos, no sólo recuperó su fe, sino que encontró el camino para recibir milagros. El libro estaba lleno de ejemplos reales, esperanzadores. En él, Kike encontró un espejo de su vida. Comprendió que su pieza faltante era, justamente, la confianza plena en Dios. Él mismo lo decía con claridad: dudaba. Dudaba cuando más debía creer.

Recordó la cita bíblica que resonaba con fuerza esa mañana:

“Tened fe en Dios. Porque de cierto os digo que cualquiera que dijere a este monte: ‘Quítate y échate en el mar’, y no dudare en su corazón, sino creyere que será hecho lo que dice, lo que diga le será hecho.” (Marcos 11:22-25)

A las 10:08 a.m., Kike tomó una decisión: dejar de lado la duda, dejar fluir la vida, permitir que Dios actuara sin obstáculos. Lo más difícil era soltar. Ese era el verdadero milagro.

Juanpis, su pequeño acompañante, se despertó temprano. Kike dudó si salir solo a cobrar unos libros pendientes o llevarlo consigo. Finalmente, decidió no dejarlo solo. A las 10:30 a.m. salieron rumbo a la alcaldía.

Allí, el Dr. Leonardo, director de la Umata, estaba ocupado. Mientras esperaban, Kike subió al tercer piso, donde habló con Yaneth, secretaria del alcalde. Ella, con cariño, le sugirió que llevara a Juanpis al centro Sensoriales para que recibiera terapias, y le dio indicaciones. Bajaron de nuevo a buscar al doctor, pero ya no estaba. Kike sintió una punzada de frustración. ¿Otro obstáculo más?

Respiró profundo. Cerró los ojos. Recordó su compromiso de aceptar las cosas como vinieran.

En la plaza, buscaron a don Wilson para cobrar un producto. Solo encontraron a la ingeniera Martha, quien los recibió con un tinto. Don Wilson también había salido. Kike no lo podía creer. Pero se contuvo. Y entonces, ocurrió lo inesperado.

La ingeniera comenzó a hablarle sobre su hija. Su testimonio era desgarrador y profundamente espiritual. Mientras la escuchaba, los ojos de Kike se humedecieron. Lo que ella relataba parecía sacado del libro de Tucker. Era como si Dios le hablara una vez más. Al final del relato, la ingeniera le propuso un trabajo. Kike dudó. No lo descartó. Lo meditaría. Tal vez era otra señal.

A la 1:15 p.m. llegó don Wilson. Lo saludó con un abrazo cálido. Aunque no pudo entregarle todo el dinero, le adelantó una parte. Kike lo recibió con gratitud.

Apenas salieron de la plaza, se cruzaron con Yaneth nuevamente, quien venía acompañada por una mujer. —Kike, te presento a Paola, directora del Centro Sensoriales— dijo. Se conocieron, conversaron, y acordaron que el martes Juanpis ingresaría al centro. El segundo milagro del día. Inesperado. Perfecto. Fluido.

Luego fueron a comprar víveres, abonaron al banco, y regresaron a casa. Kike pensó en el libro que había enviado al Dr. José Bartolomé en Bogotá. Lo llamó, pero le dijo que no había llegado. Kike revisó el sistema de Servientrega: sí había sido entregado. Llamó a la empresa y le enviaron el soporte al correo. Todo coincidía.

Kike sonrió. Comprendió que la vida no se trata de forzar nada. Los milagros ocurren cuando uno se rinde con fe.

lunes, 31 de marzo de 2025

#El Despertar de Kike y la Profecía del Sueño


 Era un lunes 31 de marzo, una mañana tibia y fresca en un remoto rincón llamado Villa de las Bendiciones, donde el tiempo parecía detenerse. La naturaleza despertaba con un resplandor mágico, los pájaros de colores entonaban un canto celestial y el rocío danzaba sobre las hojas de los árboles. Kike abrió los ojos con una sensación extraña; su corazón latía al ritmo de un sueño que parecía más real que la propia realidad. 

En su visión onírica, se hallaba conectado con lo divino, comprendiendo que cada instante de la vida es un milagro, una oportunidad para crecer y expandirse. En ese estado, eligió escuchar la voz de su corazón en vez del eco de su mente y su ego. Al despertar, miró el reloj: 5:58 a. m. Se incorporó lentamente, meditó unos instantes sobre la revelación de su sueño y tuvo el presentimiento de que aquel día estaría marcado por acontecimientos inesperados.

Visualizó con claridad la llegada de su amiga María  y su madre Elsa. Sentía en su alma que aquella visita abriría puertas hacia nuevos horizontes. Antes de iniciar su día, realizó un ejercicio de autoobservación: recorrió mentalmente cada parte de su cuerpo, agradeciendo su fortaleza y la energía que fluía en él. Se encomendó a Dios y bebió un vaso de agua pura, nacida de la montaña, como un ritual de renovación.

Con dedicación, limpió la casa durante tres horas, asegurándose de que Villa de las Bendiciones resplandeciera para la llegada de sus invitadas. A las 10:00 a. m., llamó a María para coordinar su viaje desde Bogotá. La voz de María sonaba desanimada: —Está lloviendo mucho aquí, pero estamos alistándonos para partir— dijo, mientras pedía instrucciones para llegar a Silvania.

El tiempo transcurría y la llamada de María no llegaba. Kike se preguntaba si la lluvia habría truncado el viaje. Desayunó, compartió alimento con su fiel compañero Juanpis y, ante la incertidumbre, tomó su mochila, metió un libro por si alguien deseaba comprarlo y partió al pueblo al trote. Se abasteció de algunos víveres para reforzar la despensa, previendo la posible llegada de María y su madre. Cuando regresaba, el teléfono sonó.

—¡Ya llegamos a Silvania! Pero nos bajamos un poco más adelante— avisó María.

Acordaron encontrarse en Choriloco. Cuando se vieron, María le presentó a su madre y juntos decidieron comprar un pollo asado para compartir en Villa de las Bendiciones. La lluvia seguía cayendo, pero el espíritu de la reunión iluminaba el ambiente. A las 3:00 p. m., un mototaxi los llevó hasta la casa. Al llegar, María y Elsa quedaron maravilladas; el lugar era aún más hermoso de lo que imaginaban.

Prepararon la mesa con pollo, papas, plátano frito y gaseosa, mientras Juanpis observaba con curiosidad. Kike, en su papel de anfitrión, preparó café y se enfrascaron en una charla profunda. María lo animó a seguir escribiendo: —Tus palabras inspiran, no puedes dejar de escribir— le dijo con admiración. Al caer la noche, la conversación se tornó aún más amena.

Mientras María veía un programa de naturaleza, Kike comenzó a escribir su segundo blog en la computadora. El sueño lo venció momentáneamente, pero en ese breve descanso, su visión matutina se repitió. De nuevo se vio conectado con la divinidad, recibiendo un mensaje profundo sobre su destino. Cuando abrió los ojos, María lo observaba intrigada.

—¿Estabas orando?— preguntó ella.

—Sí, aunque sentí que había dormido por horas... pero solo fueron quince minutos— respondió Kike con asombro.

María y su madre se retiraron poco después, dejando a Kike sumido en reflexión. Agradeció a Dios por el día y por haber puesto en su camino a alguien que no solo compró su libro, sino que le ayudó a darse cuenta de que su talento era un diamante en bruto, esperando ser pulido.

Pero, ¿qué misterios traería el día siguiente? ¿Qué nuevas revelaciones esperaban en Villa de las Bendiciones?

Esta historia... continuará.

lunes, 24 de marzo de 2025

#"El Misterio de la Bendición Invisible"


 En la serena y tibia mañana del viernes 21 de marzo, en Villa de las Bendiciones, dónde el tiempo parecía detenerse. La naturaleza danzaba al compás del canto celestial de los pájaros de colores, mientras Kike despertaba exactamente a las 6:21 a. m. Aún resonaban en su mente las palabras que había escrito cinco horas atrás en su blog: Martes de Encuentros y Despedidas: Un Viaje de Voluntad y Destino.

Kike se levantó, meditó y dejó que los recuerdos del día anterior lo envolvieran. El jueves había trotado hasta Silvania para hacer unas compras. Como era su costumbre, entró en la iglesia a orar y encomendarse a Dios. Recordó a un actor norteamericano que solía experimentar una paz profunda al ingresar a un templo. Kike se ubicó frente a la imagen de María Auxiliadora y cerró los ojos. La iglesia estaba vacía; era el momento perfecto para sumergirse en el silencio infinito.


Tras nueve minutos de introspección, el sonido de unos pasos irrumpió la quietud. Un leve escalofrío recorrió su espalda cuando vio al padre Argelino aparecer de la nada. Con respeto, se acercó y le pidió su bendición. Al recibirla, una oleada de paz lo envolvió. El padre lo miró con curiosidad y Kike sintió el impulso de contarle sobre su libro. El sacerdote lo escuchó con atención y lo felicitó por su valentía. Kike, entusiasmado, compartió con él una oración nacida de su inspiración:

"Gracias, Dios mío, por darme sabiduría e inteligencia para escribir con acierto historias que inspiran al mundo; donde expreso la verdad de mi alma con claridad y convicción, inspirando a los demás".

El padre, conmovido, le aseguró: "Vas a llegar muy lejos, Kike. Conserva esa humildad y fe inquebrantable. Dios está a tu lado".

Kike salió de la iglesia lleno de energía, pero al recordar que no se había tomado una foto con el sacerdote, volvió sobre sus pasos. Al entrar de nuevo, sintió un nudo en la garganta: el padre Argelino había desaparecido. Como si nunca hubiese estado allí. Aturdido, decidió tomar una foto junto a la imagen de María Auxiliadora. Algo en su corazón le decía que esa bendición misteriosa lo acompañaría siempre.

La mañana continuó con buenas noticias. Llamó a su hermano para coordinar el envío de su libro, y sorprendentemente, varios amigos se comunicaron con él para felicitarlo por su nueva publicación. Su amigo de Medellín incluso le envió un audio informándole que ya había recibido los cuatro ejemplares. Todo fluía de manera inexplicable. A pesar de los momentos difíciles, sintió con certeza que Dios estaba con él.

Aquella tarde, Kike recibió cinco colinos de parte de doña Nelly, presidenta de la junta, enviados por don Wilson. Tres de ellos los plantaría en su casa y dos en la huerta comunal, como muestra de gratitud hacia sus vecinos que lo apoyaban en su travesía literaria.

La soledad reinaba en la Villa de las Bendiciones, pues su vecino Carlos Vera y su familia habían partido de viaje. Sin embargo, la calma pronto sería interrumpida. En los siguientes dos días, el destino le tenía preparadas grandes sorpresas a Kike.

¿Qué misterios lo aguardarían el sábado y el domingo?...

Esta historia continuará.

Tras nueve minutos de introspección, el sonido de unos pasos irrumpió la quietud. Un leve escalofrío recorrió su espalda cuando vio al padre Argelino aparecer de la nada. Con respeto, se acercó y le pidió su bendición. Al recibirla, una oleada de paz lo envolvió. El padre lo miró con curiosidad y Kike sintió el impulso de contarle sobre su libro. El sacerdote lo escuchó con atención y lo felicitó por su valentía. Kike, entusiasmado, compartió con él una oración nacida de su inspiración:

"Gracias, Dios mío, por darme sabiduría e inteligencia para escribir con acierto historias que inspiran al mundo; donde expreso la verdad de mi alma con claridad y convicción, inspirando a los demás".

El padre, conmovido, le aseguró: "Vas a llegar muy lejos, Kike. Conserva esa humildad y fe inquebrantable. Dios está a tu lado".

Kike salió de la iglesia lleno de energía, pero al recordar que no se había tomado una foto con el sacerdote, volvió sobre sus pasos. Al entrar de nuevo, sintió un nudo en la garganta: el padre Argelino había desaparecido. Como si nunca hubiese estado allí. Aturdido, decidió tomar una foto junto a la imagen de María Auxiliadora. Algo en su corazón le decía que esa bendición misteriosa lo acompañaría siempre.

La mañana continuó con buenas noticias. Llamó a su hermano para coordinar el envío de su libro, y sorprendentemente, varios amigos se comunicaron con él para felicitarlo por su nueva publicación. Su amigo de Medellín incluso le envió un audio informándole que ya había recibido los cuatro ejemplares. Todo fluía de manera inexplicable. A pesar de los momentos difíciles, sintió con certeza que Dios estaba con él.

Aquella tarde, Kike recibió cinco colinos de parte de doña Nelly, presidenta de la junta, enviados por don Wilson. Tres de ellos los plantaría en su casa y dos en la huerta comunal, como muestra de gratitud hacia sus vecinos que lo apoyaban en su travesía literaria.

La soledad reinaba en la Villa de las Bendiciones, pues su vecino Carlos Vera y su familia habían partido de viaje. Sin embargo, la calma pronto sería interrumpida. En los siguientes dos días, el destino le tenía preparadas grandes sorpresas a Kike.

¿Qué misterios lo aguardarían el sábado y el domingo?...

Esta historia continuará.

miércoles, 26 de febrero de 2025

#"El Camino del Escritor: Un Día en la Gobernación"

 

Era la madrugada del 25 de febrero, cuando el canto de los gallos rompió el silencio de la noche, anunciando el nacimiento de un nuevo día. A las 4:41 a.m., en medio de la brisa fresca y el resplandor de un amanecer dorado, Kike despertó sintiendo una energía vibrante recorrer su cuerpo. Hoy no era un día cualquiera: tenía una cita con el gobernador de Cundinamarca en Bogotá, un encuentro que prometía abrir nuevas puertas en su camino como escritor.

Tras una breve rutina de meditación y oración, Kike revisó su maleta con esmero. Llevaba consigo algunos ejemplares de su libro, dos esferos y su libreta de apuntes, listos para capturar cualquier anécdota. También guardó una bolsa con avena y un huevo cocido, por si el hambre lo sorprendía en el camino. Su atuendo estaba preparado desde la noche anterior: traje impecable, camisa bien planchada, corbata en su lugar y zapatos lustrados hasta brillar.


A las 5:49 a.m., partió de su casa en dirección a la residencia de la Dra. Olga Romero. El trayecto era de dos kilómetros por senderos, y al recorrer los primeros 800 metros, llegó a la orilla del río. El sonido del agua rugiendo con fuerza tras la lluvia del día anterior le evocó antiguas historias, como si el río susurrara secretos de tiempos pasados. Avanzó a paso firme, disfrutando del horizonte teñido de colores cálidos hasta llegar a su destino a las 6:12 a.m.

Pocos minutos después, partieron en la furgoneta de Don Jaime. Hicieron una breve parada en Soacha, donde el frío de la mañana se hacía sentir con intensidad. Para combatirlo, Don Jaime les invitó a unas arepas rellenas con huevo, un manjar que Kike saboreó con nostalgia. Mientras el calor del desayuno disipaba el frío, continuaron su camino recogiendo a más pasajeros. Entre ellos, Miguel González, un hombre de la Vereda Loma Alta que, al reconocer a Kike, exclamó con entusiasmo:

—¡Qué alegría conocerlo! En Silvania hablan de usted, dicen que sus historias inspiran y trascienden fronteras.

Kike, sorprendido y emocionado, le preguntó qué comentaba la gente. Miguel, con un brillo en los ojos, respondió:

—Que escribes con el alma y que tu libro es una joya. ¿Cómo puedo conseguirlo?

Sin dudarlo, Kike le compartió el enlace donde podía encontrar su libro y le envió el acceso a sus blogs. Así transcurrió el trayecto entre risas, anécdotas y sueños compartidos hasta que llegaron a la Gobernación de Cundinamarca a las 9:36 a.m.

Frente a la imponente edificación, se despidieron de Don Jaime y, al ingresar, fueron recibidos con sonrisas amables. Subieron a la oficina del gobernador, pero la secretaria les informó que el Dr. Jorge Emilio Rey Ángel había tenido que ausentarse por una reunión urgente. La noticia trajo un instante de desilusión, pero la secretaria les devolvió la esperanza con sus palabras:

—No se preocupen, el gobernador dejó instrucciones para que su delegado, su mano derecha, los atienda.

Uno a uno fueron recibidos. La Dra. Olga expuso su lucha por los derechos humanos y la ayuda a las familias vulnerables. Luego fue el turno de Kike, quien habló con pasión sobre su libro "Historias que inspiran la imaginación" y expresó su deseo de colaborar con el departamento a través de su talento como escritor y creador de contenido.

El delegado, con una energía contagiosa, respondió entusiasmado:

—¡Gente como usted es la que necesita Cundinamarca! Lo escalonaré para darle prioridad.

Tomó una foto del libro y prometió hacer todo lo posible para apoyarlo. Mientras los demás eran atendidos, Kike, la Dra. Olga y el Paisa recorrieron las oficinas de la Gobernación. A medida que avanzaban, los funcionarios los saludaban con sonrisas genuinas, como si el aire mismo de aquel lugar estuviera impregnado de calidez y bienvenida.

Al mediodía, la Dra. Olga los invitó a almorzar, pero Kike declinó con gratitud.

—Prefiero aprovechar el tiempo para visitar a mi hija Taly en el hospital.

Se despidieron entre abrazos y risas. Kike tomó el Transmilenio y luego un SITP para dirigirse a casa de sus suegros, donde recogió una estufa que había dejado el sábado. Allí lo recibieron con alegría y un almuerzo casero de espaguetis, verduras, papa y alitas fritas, acompañado de un refrescante jugo de maracuyá.

Mientras comía, recibió una llamada de su cuñada Luisa, quien le informó que no podía visitar a Taly porque no había agua en el hospital y se habían restringido las visitas. En su lugar, hicieron una videollamada. Al ver la mejoría en el rostro de su hija, Kike sintió un alivio profundo. Conversaron animadamente y, entre bromas y risas, su cuñado Tino logró arrancarle una carcajada a Taly.

A las 3:30 p.m., emprendió el regreso a Silvania. Durante el largo trayecto en Transmilenio y luego en una van, aprovechó para meditar. Finalmente, a las 7:02 p.m., llegó a su hogar en Villa de las Bendiciones. Al entrar, lo recibió el embriagador aroma del caballero de la noche que florecía en su jardín, como un símbolo de bienvenida.

Escribió en su diario, repasando los acontecimientos de aquel día incierto, pero lleno de aprendizajes y encuentros mágicos. Antes de dormir, recibió un mensaje de su amigo Víctor, quien le comunicó que ya tenía en sus manos su libro en Bogotá. Quedaron de hablar al día siguiente.

Kike cerró los ojos, agradeció a Dios por cada instante vivido y rogó por la pronta recuperación de su hija Taly. Mientras el sueño lo envolvía, sintió que la historia aún no terminaba...

Esta historia, continuará.

jueves, 20 de febrero de 2025

#El Misterio de los Diez Minutos Perdidos


 Era una mañana cálida en Villa de las Bendiciones, donde el tiempo parecía detenerse. Marcaban las 5:58 a.m. y el sonido celestial de la naturaleza despertaba a Kike. Los pájaros de colores revoloteaban y picoteaban su ventana mientras los primeros rayos del sol se filtraban por las cortinas. Había dormido poco, apenas cuatro horas, pero sentía una energía especial. Hoy era un día importante: tenía una cita con el alcalde Ricardo Pulido para discutir unos cursos del SENA y algunos asuntos personales.


A las 7:32 a.m., bien presentado con pantalón café y camisa de rayas, Kike salió rumbo a la alcaldía. Caminó despacio, absorbiendo cada instante del paisaje matutino. Al llegar a las 7:40 a.m., se encontró con su amigo Wilson, quien lo recibió con alegría. Se dirigieron a la oficina de Wilson, donde compartieron un tinto bien cargado, propio de la región. Entre sorbos y risas, hablaron sobre las entregas de insumos, semillas y plantas que se realizarían a las familias capacitadas a final de año.

Mientras esperaba a la Dra. Olga Romero, Kike intentó agendar su cita con el alcalde, pero la secretaria le informó que no estaría en la oficina hoy. Estaba organizando la celebración de los 90 años de Silvania. Kike lo comprendió de inmediato; habría que esperar unos días más.

Cuando finalmente llegó la Dra. Olga, junto con "el Paisita", discutieron el itinerario de la celebración y el reinado. Kike, sin embargo, no podría asistir; sus compromisos en Villa de las Bendiciones lo reclamaban. Al salir de la alcaldía, Wilson lo presentó con entusiasmo: "Paisa, este es Kike, el escritor y poeta de Silvania". Compartieron otro tinto en un puesto de jugos, riendo y conversando sobre la entrega de insumos el lunes, cuando Kike escribiría un blog sobre el evento.

Terminada la charla, Kike se dirigió a hacer unas compras para su almuerzo. En su recorrido, observaba todo a su alrededor, concentrado en el presente, hasta que se topó con la iglesia. Sintiendo un llamado interno, entró. En el silencio del templo, una única persona oraba en un rincón. Se arrodilló frente a la imagen de María Auxiliadora y cerró los ojos. Con toda su alma, le pidió a Dios que pusiera el momento adecuado para su entrevista con el alcalde y le agradeció por la sabiduría e inspiración para escribir historias que transformaban vidas.


Unos minutos después, el hombre que estaba orando se acercó y Kike le pidió que le tomara una foto junto a la imagen de la Virgen. Se la tomó, se despidieron y Kike quedó solo en la iglesia. Miró su reloj: 10:32 a.m. Cerró los ojos y, de repente, una luz lo envolvió. No pensaba en nada, solo sentía una paz indescriptible. Cuando abrió los ojos, miró nuevamente su reloj: 10:42 a.m. ¡Habían pasado diez minutos que parecieron apenas unos segundos! Durante ese tiempo, nadie había entrado ni salido. Se encomendó una vez más y salió del templo con el corazón acelerado.

Recordó entonces la historia de un famoso actor norteamericano que tuvo una experiencia similar en una iglesia y que, a partir de ese momento, su vida cambió para siempre. Kike sintió que algo grande estaba por sucederle.

Al regresar a Villa de las Bendiciones, revisó su celular. Un mensaje de su amiga Luz Dary lo esperaba:

"Hola, don Jaime. Escribo para felicitarlo por descubrir ese don de la escritura y para agradecerle por permitirnos disfrutar de una buena lectura. En la sencillez está la elegancia de la vida. Historias sencillas, pero transformadoras. Solo me resta agradecer por tan hermoso libro".

Kike sintió un nudo en la garganta. No podía creer el impacto que su libro estaba teniendo en los demás. Sentía que su sueño de inspirar y transformar corazones en el mundo estaba tomando forma. Su libro sería pronto un best seller, lo presentía en cada mensaje de gratitud que recibía.

Con el alma llena de gratitud, preparó su almuerzo: arroz con verduras, alverja sudada con pollo y jugo de guatila cruda con cáscara, hielo, azúcar y medio limón. Le sorprendió que el sabor se asemejara al kiwi. Y, como si fuera poco, logró hacer una mermelada de guayaba natural con frutas casi maduras que tenía en la nevera.

Después, investigó sobre el silencio en las iglesias y encontró algo revelador:

"Experimentar el silencio en una iglesia católica puede ser una forma de acercarse a Dios y encontrar una unión con Él. El silencio ayuda a concentrar la mente y a orar. Es una condición necesaria para escuchar la voz de Dios y encontrar una nueva energía".

Kike comprendió que esos diez minutos en la iglesia no fueron casualidad. Había vivido un instante sagrado, un mensaje divino que aún no terminaba de descifrar. Su historia, apenas comenzaba...

Esta historia continuará...

domingo, 19 de enero de 2025

#El Camino de Kike: Una Aventura de Superación y Magia

En una mañana serena, de un sábado, 18 de enero, a las 5:13 a.m., en Villa de las Bendiciones, un lugar donde el tiempo parece detenerse, Kike despertó de un apacible sueño. Como cada día, comenzó su ritual matutino con profunda devoción: meditó, dio gracias por todo lo que la vida le brindaba, visualizó sus objetivos y se auto observó, conectándose con cada parte de su cuerpo. Luego, con el corazón henchido de gratitud, elevó una oración sincera:

—Gracias, Dios mío, por darme sabiduría e inteligencia para escribir con acierto historias que inspiren al mundo, porque, ¿quién, sino Tú, inspiran a un mundo tan maravilloso?

Se levantó con renovada energía y se asomó por la ventana. Un cielo insondable e infinito se desplegaba ante sus ojos, un lienzo de estrellas centelleantes que parecían susurrarle secretos ancestrales. Inspirado por la majestuosidad del universo, decidió afrontar un nuevo desafío: repetir la hazaña de hace dos días, trotar hasta Fusagasugá para realizar un pago adelantado y regresar trotando a casa.

Tras su rutina de yoga y una sesión de escritura en hojas en blanco, donde trazó sus metas del día, realizó ejercicios de fortalecimiento. Se vistió con su pantaloneta y camiseta favorita, se hidrató y comió un banano para energía. Guardó una botella de agua y otro banano en su mochila. A las 8:30 a.m., se despidió de su querida esposa, Linda, con una sonrisa y salió con determinación, iniciando su cronómetro desde cero.

El camino lo llevó a la carretera principal de la vía Sumapaz, también conocida como la vía 40. La naturaleza exuberante lo acompañaba, un mar de verdes colinas y el aroma fresco de la mañana impregnaba el aire. Los restaurantes a la orilla del camino bullían de actividad, sus empleados hacían señales a los autos para que se detuvieran a desayunar. Kike, corriendo en sentido contrario al tráfico, recibía los saludos y palabras de aliento de los ciclistas que regresaban de Fusa, con quienes compartía el amor por el desafío.

El sol, ya en lo alto, derramaba su luz dorada, calentando suavemente la carretera. Kike avanzaba con paso firme, superando los ascensos exigentes con determinación. Cada kilómetro era una batalla contra sí mismo, una conversación interna de esfuerzo y motivación.

Finalmente, llegó a Fusagasugá. Tras completar su diligencia, se sentó por un momento, bebido de su botella de agua y comió su banano. Respiró profundamente y, sin perder tiempo, inició el viaje de regreso. Mientras corría, observaba los buses intermunicipales que pasaban a toda velocidad con letreros luminosos que mostraban destinos como Pasto, Cali, Pitalito, Florencia, Armenia e Ibagué. Cada nombre evocaba en su mente la idea de viajes, leyendas y nuevas aventuras por vivir.

Cuando el pueblo de Silvania finalmente apareció en el horizonte, Kike sintió una oleada de satisfacción. Hizo unas compras rápidas en el mercado y, al llegar a casa, detuvo su cronómetro. Más de tres horas de recorrido y 26 kilómetros de esfuerzo quedaron registrados. Alzó los brazos al cielo, agradecido por el reto cumplido, por su cuerpo fuerte y por la oportunidad de disfrutar del viaje.

Esta aventura nos recuerda que las cosas más simples de la vida, las que a menudo pasamos por alto, están llenas de belleza. Cada instante, cada paso, es una oportunidad para observar, apreciar y disfrutar con nuestros cinco sentidos. Y en la rutina, en la repetición, también reside la magia de la vida.

Kike demostró que la perseverancia y el amor por los pequeños detalles pueden transformar un simple recorrido en una historia digna de ser contada.

 

viernes, 3 de enero de 2025

#El Milagro de Año Nuevo en Villa de las Bendiciones


 Eran las 9:17 de la mañana de un 31 de diciembre radiante, con un sol dorado acariciando los campos que rodeaban Silvania. Un cielo azul pincelado con nubes naranja en varias tonalidades parecía anunciar que ese día tendría algo especial. Kike, inspirado por la serenidad del entorno, escribía en su blog mientras los pájaros ofrecían un concierto matutino. El aroma del café recién hecho impregnaba el aire, cuando su celular interrumpió el momento.

Era doña Yosmary, una vieja amiga desde Bogotá.
—¡Buenos días, doña Yosmary! Qué milagro escucharla. ¿En qué le puedo ayudar?
—Voy camino a Fusagasugá con mis hijos y mi nieta, y me encantaría pasar a saludarlo y conocer su casa. También necesito un hotel cercano, ¿puede recomendarme alguno?

Kike prometió investigar y llamó a varios amigos dueños de hoteles. Todos le dieron la misma respuesta: "Estamos copados por la temporada". Al comentarlo con su esposa Linda, ella, con su serenidad característica, le aconsejó esperar. "Deja que todo fluya", dijo mientras ofrecía una sonrisa que parecía contener un secreto que aún ni Kike comprendía.

Pasaron las horas hasta que, a las 3:06, Yosmary volvió a llamar:
—Kike, estamos a punto de llegar a Silvania.

Kike salió al encuentro con entusiasmo. A pocos metros, los vio por primera vez en mucho tiempo: Yosmary, sus hijos Daniel y Andrea, y la pequeña Valeria. Sin embargo, algo en ellos parecía diferente. Había un aire crepuscular en su semblante, como si cargaran un peso invisible.

Cuando llegaron a la casa, Linda los recibió con su calidez habitual, sirviéndoles un tinto aromático de la región acompañado de arepas. Pero el silencio persistía, un silencio que no era incómodo, sino lleno de misterio. Algo se gestaba en el aire, como si el universo tuviera un mensaje oculto para todos.

Finalmente, Kike rompió el hielo:
—¿Están bien? ¿Pasa algo?

Fue entonces cuando Yosmary confesó la verdad: habían sido víctimas de una estafa. Habían reservado un hotel inexistente en Chinauta, pagando una suma considerable por adelantado. Cuando Andrea intentó confirmar los detalles esa mañana, el supuesto encargado había desactivado su celular, dejándolos a la deriva.

—No sabíamos qué hacer —dijo Andrea con voz quebrada—. Pensamos que esta noche la pasaríamos quién sabe donde.

Sin pensarlo dos veces, Kike y Linda les ofrecieron quedarse en su casa. En ese instante, los ojos de los invitados recuperaron un brillo perdido, como si una luz divina les hubiera devuelto la esperanza.

Esa noche, alrededor de la mesa, compartieron historias y reflexiones. Andrea narró cómo había planeado viajar a la Feria de Cali, pero una enfermedad repentina lo impidió, y ahora, de forma inesperada, se encontraba en Villa de las Bendiciones.

Kike también reflexionó en silencio: un año atrás, jamás habría imaginado vivir en esa casa paradisíaca, rodeado de naturaleza y escribiendo su primer libro. Todo parecía responder a un orden divino, a un plan mayor que ellos apenas comenzaban a comprender.

A la medianoche, mientras los fuegos artificiales iluminaban el cielo, Kike observó a su familia y amigos reunidos. Sintió que ese momento encapsulaba una enseñanza profunda: la vida siempre tiene giros inesperados, y lo que parece un contratiempo puede convertirse en una bendición.

Al día siguiente, después de explorar los encantos de Silvania, sus invitados partieron rumbo a Bogotá, agradecidos y llenos de nuevas energías. Antes de partir, doña Yosmary le compró a Kike un ejemplar de Historias que inspiran la imaginación, donde Kike le plasmó una dedicatoria a ella, sus hijos y su nieta. Justo cuando se despidieron, llegaron Carmencita y Jhonny, dos amigos entrañables, como si el universo tuviera más sorpresas reservadas para ese mágico comienzo de año 2025.

Esta historia continuara.........


Reflexión:

Esta historia nos recuerda que la vida está llena de giros inesperados y sincronías perfectas. A veces, lo que parece un contratiempo es en realidad una bendición disfrazada. Nos enseña la importancia de la resiliencia, la generosidad y la fe en que todo ocurre en el momento preciso, según el orden divino que Dios y el cosmos han dispuesto para nosotros.

Y tú, lector, ¿qué mensaje oculto crees que tiene este final de año para ti?

miércoles, 11 de diciembre de 2024

# El Camino del Escritor: La Caja de los Sueños

Eran las 18:09 cuando el cielo de Silvania se encendía con un atardecer de fuego. Kike, en su acogedora casa de campo, escribía con esmero sus afirmaciones positivas bajo la luz dorada que se filtraba por las cortinas. Afuera, el aire olía a tierra fresca tras una jornada en el huerto, donde había cavado tres huecos para sembrar plantas de plátano.

De repente, el celular interrumpió la calma. Al otro lado de la línea, una voz cortés le anunció que un paquete aguardaba por él. "¿Será posible?" pensó Kike. Recordaba que la editora Letrame en España le habían prometido enviar 15 libros, los primeros ejemplares de su obra publicada: Historias que Inspiran la Imaginación: Relatos mágicos que conectan sueños y realidad.

La emoción lo invadió. Se calzó apresurado unas zapatillas, un bluyín y una camiseta. Con el corazón latiendo al compás de sus pasos, salió corriendo hacia la Virgen, un punto de encuentro a 600 metros de su casa. Pero el destino tenía otros planes: a 200 metros de su destino, el celular volvió a sonar. Entre el nerviosismo y el movimiento, Kike perdió la llamada.

Devolvió el llamado y escuchó la voz del mensajero impaciente:
—Estoy esperándolo.
—¡Estoy cerca! ¡Espéreme! —respondió Kike, acelerando el paso.

El puente peatonal estaba en demolición, bloqueando el camino. Con determinación, Kike improvisó una ruta: subió por una pendiente rocosa, esquivó un camión y cruzó la carretera con precisión milimétrica para evitar una moto que rugía a toda velocidad. Finalmente, dobló por un atajo y allí, en una esquina, divisó al mensajero con la caja en sus manos.

Al recibirla, su corazón latía como tambor. Firmó el comprobante y, con manos temblorosas, abrió la caja justo allí, bajo el cielo que comenzaba a teñirse de azul profundo. Los libros estaban ahí. Sus libros. La emoción lo desbordó, y al mostrar uno al mensajero, dijo con lágrimas en los ojos:
—Hoy soy el hombre más feliz del mundo. Este es mi primer libro: Historias que Inspiran la Imaginación.

El mensajero sonrió con sinceridad.
—Lo felicito de corazón. Estoy seguro de que este es solo el comienzo de algo grande.

De regreso a casa, Kike encontró a un vecino curioso, don Gabriel, quien no pudo evitar preguntar por su felicidad evidente.
—Escribí mi primer libro, ¡y aquí está! —le respondió, mostrando uno de los ejemplares con orgullo.

Gabriel lo felicitó y prometió visitarlo para saber más sobre la obra. Luego, un paisita conocido le ofreció llevarlo en su campero. Durante el trayecto, Kike compartió brevemente de qué trataba su libro, despertando el interés del conductor, quien prometió buscarlo pronto.

Ya en casa, Kike entró sigilosamente para sorprender a Linda, su compañera de vida. Dejó la caja en un rincón, sacó un ejemplar y, al verla bajar las escaleras, le pidió que cerrara los ojos.
—Ahora ábrelos.

Linda contempló el libro y sonrió con los ojos iluminados. Kike, aún sobrecogido, intentó compartir la noticia con su amigo Wilson, pero algo lo detuvo. Necesitaba procesar este momento en silencio. Hizo yoga, meditó y escribió en su diario, dejando que las emociones fluyeran. Luego, alzó una taza de café junto a Linda, brindando por el futuro.

Esa noche, Kike reafirmó un propósito que había rondado su mente: escribir sería su misión, su forma de transformar el mundo y de agradecerle a Dios y al Universo por haber orquestado sus sueños.

En la soledad de Silvania, rodeado de naturaleza y de personas sencillas, Kike había descubierto su genio literario. Había vivido momentos difíciles, pero con fe en Dios y en sí mismo, logró lo imposible. Ahora, con su segundo sueño cumplido, dejó el tercero en manos del destino, confiado en que el Universo conspiraría a su favor una vez más.

 

domingo, 8 de diciembre de 2024

#El Camino a la Aguadita: Una Aventura entre Sueños y Realidades


Eran las 8:37 de la mañana, de un 8 de diciembre, cuando el sol tímido luchaba por abrirse paso entre las nubes que aún susurraban la melodía de las lluvias nocturnas. El aire, impregnado de frescura, envolvía los cerros cercanos a Silvania. Entre este paraíso natural, Kike, un hombre de espíritu inquieto y mirada soñadora, se preparaba para emprender un recorrido desconocido. La curiosidad que nació aquel viernes, mientras don Wilson lo llevaba en moto hacia la finca El Pedrero, lo había inquietado durante días. Algo en esa ruta le susurraba secretos que debía descubrir.

Con su fiel mochila al hombro y la aplicación de rutas encendida, Kike se despidió de Linda prometiéndole que, si la lluvia lo sorprendía, regresaría. Pero algo en su corazón le decía que ese día, un 8 de diciembre, sería diferente. Encomendándose a Dios, inició su camino.

El sendero estaba lleno de vida. Flores brillaban como joyas entre la vegetación húmeda, y el rugido de los ríos resonaba con una fuerza casi mística. Kike avanzaba, capturando con su celular cada momento mágico, como si quisiera eternizar la conexión entre su alma y la naturaleza.

En medio de su trayecto, un pensamiento lo asaltó: un sueño que había intentado interpretar desde las primeras horas de la madrugada. Aunque los detalles eran borrosos, había una idea clara que resonaba en su mente: "Todo tiene un porqué." Inspirado por la biografía de Steve Jobs que leyó meses atrás, Kike reflexionó sobre cómo la vida, en su aparente caos, tenía un orden perfecto.

Hace un año, ni siquiera imaginaba vivir en la casa de sus sueños en Silvania. Ahora, cada paso que daba por ese sendero desconocido simbolizaba los caminos que Dios y el universo le habían abierto. A lo largo del recorrido, se sorprendió recordando los mensajes de aliento que recibía de personas impactadas por sus escritos, tanto en redes sociales como en WhatsApp. Sus palabras resonaban, tocaban corazones y despertaban esperanzas.

La lluvia, que comenzó como una leve llovizna, lo acompañó como un susurro constante mientras se adentraba hacia lo desconocido. Al llegar a La Aguadita, el paisaje lo dejó sin aliento: colinas verdes, casas humildes llenas de calidez y una iglesia que parecía custodiar los secretos del lugar. Allí, Kike oró con gratitud, sintiendo que ese punto en su recorrido marcaba un antes y un después en su vida.

De regreso, una equivocación lo desvió del camino planeado, llevándolo a una quebrada escondida, donde aguas cristalinas danzaban bajo la luz que se filtraba entre los árboles. Grabó un video y, sonriendo, se dijo: "Si no me hubiera perdido, jamás habría descubierto este rincón mágico." Nuevamente, el mensaje del día se hizo presente: "Todo tiene un porqué."

Cuando llegó a casa, el reloj marcaba el final de una jornada inolvidable. Con 26.22 kilómetros recorridos, Kike no solo había conquistado un nuevo sendero, sino también su alma. Su corazón se llenó de gratitud por los dones que Dios le había otorgado, especialmente el de escribir con una prosa que transformaba vivencias simples en mensajes de esperanza para otros.

Esa aventura fue un recordatorio de que los sueños son como mapas que nos guían hacia destinos inesperados, y que confiar en Dios y en el universo siempre nos lleva al lugar donde debemos estar.

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