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viernes, 7 de febrero de 2025

#"Kike y la Carrera Mágica del Destino"


 Era una mañana gris de lunes festivo, el 10 de junio del 2024, en la cancha auxiliar del estadio del Olaya, en Bogotá. A las 6:00 a. m., la ciudad aún parecía dormida bajo un cielo encapotado, amenazante de lluvia. Pero Kike, con su férrea disciplina, ya estaba en movimiento desde las 4:00 a. m. Su rutina matutina estaba completa: meditación, oración, yoga y escritura. Como cada día, se dirigió a la cancha sintética del Olaya, a solo dos cuadras de su casa, para entregarse a su entrenamiento.

Pidió a la vigilancia que le habilitara la cancha y, tras el permiso, ingresó con la determinación de siempre. Comenzó con ejercicios de fuerza y movilidad articular. Luego, emprendió un fondo progresivo de una hora y media. Cada vuelta de la cancha medía 320 metros, y al final completaría 65 giros. Para muchos, era una locura. Para Kike, era su forma de vida.

Corría descalzo, sintiendo cada milímetro del césped sintético en la planta de sus pies. Mientras avanzaba, repetía afirmaciones positivas, una diferente en cada vuelta. Su mente iba más allá de la monotonía, convirtiendo cada paso en una meditación en movimiento. Sin embargo, un pensamiento lo golpeó: pronto partiría a Silvania. En menos de un mes, su vida daría un giro de 360 grados. La incertidumbre lo invadió por un instante, pero se aferró a su fe. Le entregó sus temores a Dios y al universo y siguió corriendo.

En su mente desfilaban rostros familiares. Extrañaría a sus amigos de entrenamiento, aquellos que admiraban su disciplina. Recordó a don Juan Carlos Blanco, el taxista amable que trotaba a un ritmo suave y siempre se asombraba de la resistencia de Kike. También a Diego Rincón, su esposa Lina Morales y su cuñada, quienes con esfuerzo combinaban su vida laboral con el atletismo. Ellos admiraban su estilo de correr descalzo, aunque con escepticismo. Kike siempre les recomendaba probarlo, convencido de sus beneficios para la salud y la conexión con la tierra.

También recordaba a Luz Dary Contreras, don Nelson Aguilera, Wilfredo Castro, Myriam Moreno, María Nina y Mireya, Luz Dary y Mireya habían experimentado correr descalzas en algunas ocasiones y quedaron fascinadas con la sensación de libertad que ofrecía.

Los años pasaron, y un inesperado giro del destino los volvió a reunir. Era el 5 y 6 de junio del 2025. Kike, convertido ahora en escritor, se reencontró con ellos simbólicamente a través de su libro: Historias que inspiran la imaginación. Sus amigos, aquellos que compartieron madrugadas de entrenamiento, fueron los primeros en apoyarlo comprando su obra. Él, con gratitud, les entregó sus ejemplares con dedicatorias personalizadas:


Para Diego Rincón, Lina Morales y Valeria Rincón:

Queridos Diego, Lina y Valeria,

La vida es una carrera llena de desafíos, sueños y momentos mágicos. Ustedes, con su disciplina y pasión por el deporte, son un ejemplo de constancia y amor por lo que hacen. Que estas historias inspiren aún más su camino y los impulsen a seguir alcanzando nuevas metas.

Con gratitud y admiración, Jaime Humberto Sanabria


Para Juan Carlos Blanco y Amanda Meneses:

Queridos Juan Carlos y Amanda,

La constancia es el secreto de los grandes triunfadores, y en ustedes veo ese espíritu inquebrantable. Que este libro sea un reflejo de la magia de creer en los sueños y de la fortaleza de nunca rendirse. ¡Sigan conquistando metas y disfrutando el hermoso camino de la vida!

Con cariño y admiración, Jaime Humberto Sanabria


Para mis grandes amigos Nelson Aguilera y Luz Dary Contreras:

Porque en el camino de la vida y del atletismo, no solo se necesitan fuerzas en las piernas, sino también en el alma. Ustedes fueron ese impulso en los momentos en que más lo necesité, recordándome que la verdadera grandeza está en el corazón de quienes ayudan sin esperar nada a cambio.

Este libro es un tributo a la inspiración, la perseverancia y la amistad inquebrantable. ¡Gracias por ser luz en mi camino!

Con gratitud y aprecio, Jaime Humberto Sanabria


Aquella cancha sintética, testigo de sudor, esfuerzo y disciplina, se convirtió en el punto de encuentro de amistades inquebrantables. Kike no dejó nada al azar; su destino lo construyó con cada paso, con cada palabra escrita, con cada enseñanza compartida. La vida los reencontró, no por casualidad, sino por el poder de la escritura y la magia de los sueños cumplidos.

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