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sábado, 17 de mayo de 2025

☕📘"El Termo Mágico y los Dados de Dios" (Una historia de encuentros, libros y destinos escritos en el alma)


Érase un sábado 10 de mayo, en un rincón apartado de Colombia llamado Silvania, donde las madrugadas despiertan los sentidos y acarician el alma. En Villa de las Bendiciones, el tiempo parecía detenerse, envuelto en una naturaleza exuberante que respiraba vida.

El cielo, aún oscuro, comenzaba a desvelarse con un lienzo de tonos índigo que se diluía en suaves pinceladas anaranjadas y rosadas. Copos blancos de nubes flotaban perezosos, como suspiros del amanecer. Una brisa fresca susurraba entre los árboles, llevando consigo el aroma húmedo de la tierra y el dulce perfume de las flores silvestres.

La orquesta de la naturaleza despertaba: pájaros de colores entonaban sus trinos vibrantes componiendo una sinfonía que resonaba en el valle. Insectos exóticos zumbaban como si fueran gotas de rocío tocadas por la mano de Dios. El canto de un gallo lejano se mezclaba con el murmullo de un riachuelo, tejiendo un tapiz sonoro que envolvía cada rincón. Las hojas danzaban al compás del viento y el primer rayo de sol iluminaba el rocío, haciendo brillar pequeños diamantes sobre la tierra.

Aquella madrugada era más que un instante: era un abrazo de la creación, donde el corazón latía al ritmo de la tierra.

Marcaban las 5:58 a. m. cuando Kike despertó después de un sueño profundo. La noche anterior había agradecido por la primera venta de su libro en Brasil. Oraba por esa persona que, sin conocerlo, se había dado la oportunidad de adquirir su obra virtualmente. Agradecía a la Divina Providencia y soñaba con que más personas, incluso sus amigos en el exterior como Consuelo en Nueva York —quien ya difundía sus blogs—, adquirieran su libro en su debido momento.

Ese primer lector brasileño simbolizaba para Kike el inicio de un viaje sin fronteras, donde sus palabras transformarían, sanarían e inspirarían a corazones del mundo entero.

Como cada día, Kike realizó su rutina de yoga y meditación. Mientras tanto, Linda, su esposa, le preparaba el desayuno: changua con papa y huevo, chocolate caliente con leche y arepas rellenas de queso. También alistaba los termos mágicos: uno con tinto exótico de canela, clavos y anís; otro con aromáticas de yerbabuena, hojas de limón y manzanilla fresca de su huerta.

Ese sábado tenía un reto: lograr que sus ventas igualaran a las de un día entre semana. Partió rumbo a Silvania a las 9:09 a. m. y, como señal del destino, sus primeros tres clientes habituales le compraron sin titubear.

A las 9:54 a. m., Kike llegó a una carnicería famosa entre los campesinos de las veredas. Allí, como cliente, se encontraba su amiga Damaris Mendoza, del club de lectura de Silvania, acompañada de su hija Paola López, una destacada contadora pública. Mientras esperaban ser atendidas, Damaris le decía emocionada a su hija:

—Mira, Paola, este es mi amigo Kike, un compañero de tertulia que escribió su primer libro. Es realismo mágico de lo cotidiano, una nueva corriente. Con su hijo Juanpis, sin miedo al qué dirán, recorre Silvania vendiendo tintos con un termo mágico y llevando ejemplares de su obra: Historias que Inspiran la Imaginación. Lo admiro profundamente por su valentía y espíritu emprendedor.

—¡Mamá! ¿Cómo hago para adquirir ese libro? —preguntó Paola, con los ojos iluminados por la curiosidad.

Y justo en ese instante, como si el universo respondiera a su deseo, apareció Kike bajando la calle con su termo mágico y su mochila. Damaris, sorprendida, lo saludó con un abrazo fraterno y le presentó a su hija.

—¡Qué sincronía! —exclamó Damaris—. ¡Estábamos hablando de ti!

—¡Quiero un ejemplar de tu libro ya! —le dijo Paola a Kike, con una sonrisa encantada.

—Llevo tres en la mochila —respondió él, y comenzó a buscar.

Kike abrió su mochila con el gesto solemne de quien abre un cofre de tesoros. Paola observaba con asombro: la portada del libro mostraba a un joven cruzando la puerta que separa el sueño de la realidad. Al recibirlo, sintió un hechizo en el alma.

—¿Me lo puedes firmar? —le pidió emocionada.

Kike escribió con dedicación:

Para Paola López, destacada contadora.
Paola, con gratitud, te entrego este libro, recordándote que en lo sencillo de cada día habita una fuente infinita de inspiración.
Que estas páginas despierten en ti la magia de ver lo cotidiano como un tesoro lleno de aprendizajes, sueños y nuevas posibilidades.
Gracias por darle vida a esta obra con tu lectura.



Damaris capturó el momento con dos fotos: una de la dedicatoria y otra de Kike entregando el libro. El aire se impregnó de algo mágico, como si Dios hubiese orquestado aquel encuentro.

Después del emotivo instante, Kike siguió su recorrido repartiendo tintos que despertaban el alma. Recordaba con alegría el momento vivido, aunque cayó en cuenta de que olvidó tomarle una foto a Damaris con el libro. Le enviaría las imágenes en la tarde con un mensaje cariñoso y disculpas sinceras.

Ese sábado fue exitoso: las ventas superaron las de un día laboral. A las 2:16 p. m. llegó a casa, donde Linda lo esperaba con un almuerzo criollo: arroz, pasta, papa, pollo guisado y jugo de tomate de árbol, típico de la región.

A las 3:30 p. m., Kike partió hacia el Café Zeratema, donde su amiga Estefanny le había ofrecido un espacio para exhibir sus libros. Colocó ejemplares en seis mesas, y en tres de ellas hubo interés inmediato.

Sembraba semillas de palabras, confiando en que el tiempo se encargaría de dar frutos.

Ese día, Kike reafirmó su fe: la Divina Providencia caminaba con él. El secreto era confiar en que cada día podía ser un 1 % mejor que el anterior… y que en los momentos difíciles jamás debía dejarse vencer por los miedos, las dudas o los demonios invisibles.

¿Qué nuevas aventuras le esperaban a Kike, Linda y Juanpis la próxima semana? ¿Cómo iría la entrevista desde España el miércoles?

Esta historia…
continuará.

viernes, 28 de marzo de 2025

#El Libro Que Despertó Al Mundo

Era un viernes 28 de marzo en Villa de las Bendiciones, una mañana fresca y tibia, donde el tiempo parecía detenerse. El sol, disfrazado de esplendor, se ocultaba tras nubes preñadas de lluvia. El canto de las aves coloreaba el aire con melodías celestiales, mientras Kike despertaba de un sueño profundo. Eran las 5:40 a.m. Desde su lecho observó el cielo infinito, que se debatía entre la luz y la tormenta. Cerró los ojos unos instantes más, permitiendo que su subconsciente terminara de descargar los resquicios de la noche, renovando su energía.

Revisó su celular, no tanto para ver la hora, sino para reafirmar la afirmación que había repetido por veinte días al despertar: una frase que cerraba con un "gracias" y un "sí" definitivo, como si estuviera reprogramando su destino. Agradeció a Dios por su salud inquebrantable, por su fortaleza física y mental, y por cada persona que había comprado su libro. Sonrió al recordar su reto del martes: vender tres ejemplares el miércoles. Superó la meta con cuatro ventas y, más aún, sembró nuevas oportunidades para la semana siguiente.

Cada lector era una historia en sí mismo, y Kike las revivió en su mente. Su entrañable amigo Edgar Beltrán, compañero de incontables entrenamientos y carreras, recibía su ejemplar con una dedicatoria que exaltaba su disciplina. María, antigua socia en Omnilife, compró el libro para su hijo José Yamid, estudiante de la Universidad Nacional y aspirante a escritor. Nicolás, seguidor fiel de sus blogs, adquirió su ejemplar con la promesa de compartirlo con Sharon Dayana, una emprendedora admirable. Y Wilfer, quien emergió de las cenizas del desplazamiento para construir un emporio de arepas, también se sumó a la lista de lectores.

El jueves, el destino le sonrió nuevamente. Jairo, un lector selecto, no dudó en comprar su ejemplar. Kike lo sorprendió con una dedicatoria especial, consciente de que su amigo apreciaba la literatura de Vargas Llosa y García Márquez. Era un honor que un lector tan exigente se adentrara en sus relatos.

Aquella mañana de viernes, Kike se encomendó a Dios y se dispuso a desbrozar la maleza de su casa y la huerta comunal. Domingo, su vecino, le ofreció ayuda junto a un amigo, pero antes era necesario cambiar la cuchilla de la guadaña. Kike hizo dos viajes al pueblo para asegurarse de que todo estuviera en condiciones. Justo cuando iban a comenzar, la lluvia irrumpió sin previo aviso, postergando la tarea. Domingo partió a Bogotá con su compañero, prometiendo regresar el martes para ayudarle.

Kike no perdió el tiempo. Llamó a viejos amigos, ofreciéndoles su libro. Descubrió que su red de contactos era mucho más extensa de lo que imaginaba. Varios se mostraron interesados en adquirir un ejemplar en los próximos días.

Por la tarde, cocinó un almuerzo digno de un festín: sopa de pasta con pierna de pollo, papa y yuca, acompañado de arroz, plátano y un jugo refrescante de guatila. Compartir la comida con su hijo Juanpis le brindó un instante de paz y gratitud.

El reto del sábado era claro: comenzar a editar el video promocional de su libro en el Mirador Artístico, con la ayuda de Ligia y su esposo Germán. Kike sentía que era el momento de llevar su obra al mundo. Contaba con el apoyo incondicional de amigos que promovían su trabajo en redes sociales y en el extranjero: Celmira en San José del Guaviare, Consuelo en Nueva York, Ricardo Salamanca a través de su hija en Francia y Carlos Mayorga en Europa y Estados Unidos.

Sin embargo, Kike sabía que la tarea de hacer que su libro resonara en el mundo era suya y de nadie más. En un mercado saturado de historias, destacar era un desafío titánico. ¿Lo lograría?

...Esta historia, continuará.

Querido lector, te invito a sumergirte en relatos que te harán soñar, reflexionar y encontrar inspiración en lo cotidiano. Cada historia que comparto está impregnada de enseñanzas basadas en experiencias, sueños y momentos que han marcado mi camino. Si alguna vez has sentido que necesitas un impulso para seguir adelante, este libro es para ti.


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Te llevaré a través de relatos emocionantes que te ayudarán a ver la vida desde una nueva perspectiva, recordándote que cada día es una oportunidad para crecer y evolucionar.

Te comparto la carátula del libro y el enlace de Google donde encontrarás las plataformas en las que puedes adquirirlo en cualquiera de sus cuatro formatos. Agradezco tu apoyo, pues esta es mi única fuente de ingreso y mi misión en el mundo: escribir con sabiduría e inteligencia, inspirando a través de mis palabras.

¡Gracias por ser parte de esta aventura literaria!



 

viernes, 21 de marzo de 2025

#Martes de Encuentros y Despedidas: Un Viaje de Voluntad y Destino


 El martes 18 de marzo amaneció con un velo gris sobre Santa María del Rincón en Soacha. Eran las 6:21 a. m., y el aire estaba impregnado de una tensión palpable. La nación entera parecía sumida en un murmullo de incertidumbre debido al día cívico nacional. Las noticias alimentaban el temor colectivo, convirtiéndolo en un monstruo insaciable. Pero Kike no estaba dispuesto a ser devorado por ese pánico inducido. Con la determinación de un gladiador, erguía su escudo de fortaleza interior y se aferraba a la certeza de que Dios caminaba a su lado.

Desde hacía meses, Kike había dejado de consumir noticias. Solo leía los titulares una vez al día y luego apagaba el televisor. Se negaba a ser una marioneta del miedo. Aquella mañana, sus retos eran claros: visitar a doña Yorly, comprar materiales para su escritura en el centro de Bogotá y, finalmente, viajar con Juanpis a Silvania.

Después de su rutina matutina, Linda le sirvió un desayuno preparado con amor: chocolate caliente, huevos revueltos, calentado, pan y un tinto bien cargado. La energía estaba lista para enfrentar la jornada. Sin embargo, a las 9:00 a. m., su plan de ir al centro de Bogotá se desmoronó. Las marchas pacíficas y un accidente en Bosa colapsaron la movilidad en Transmilenio. Kike, sin inmutarse, reajustó su itinerario y salió a visitar a doña Yorly.

En el Éxito, agradeció el apoyo financiero que había recibido durante los últimos cuatro años, sintiendo la satisfacción de estar a pocos meses de liquidar su préstamo. Luego, pasó por Interrapidísimo para enviar un Biocros a Yaneth Rivera, su aliada en el camino del bienestar.

Al llegar a la panadería de doña Yorly, Anita, su hija, lo recibió con sorpresa y un abrazo cálido. Le ofreció un tinto con pandebono mientras hablaban de su hija Taly y los mellizos. La nostalgia los envolvió al recordar los tiempos en que Anita y Taly eran inseparables, como uña y mugre. Pero el verdadero giro del encuentro ocurrió cuando Kike reveló su nuevo libro. Don Luis y doña Yorly quedaron maravillados, y sin dudarlo, adquirieron un ejemplar. Kike, conmovido, les escribió una dedicatoria:

"Queridos amigos, su dedicación y esfuerzo de 38 años en la panadería son un verdadero ejemplo de constancia y pasión. Admiro profundamente su emprendimiento, construido con trabajo honesto y amor por lo que hacen. Que este libro los inspire a seguir creciendo y dejando huella con su labor."

La tarde avanzó entre risas, anécdotas y la invitación de Kike a Villa de las Bendiciones. Un torrencial aguacero los sorprendió, como si el cielo quisiera bendecir aquel instante con su danza líquida. A la 1:00 p. m., Kike se despidió con otro abrazo sincero y regresó a casa, donde su esposa Linda y su hija Taly lo esperaban con un festín casero: sopa de menudencias, arroz, carne asada, papas, verduras y jugo de piña.

Antes de sentarse a comer, recordó que su cuñada Yadira le había pedido un ejemplar del libro. Se lo entregó con otra dedicatoria:


"Yadira, gran emprendedora en el transporte de carga, tu determinación y esfuerzo son un ejemplo a seguir. Has demostrado que con valentía y visión se pueden conquistar grandes caminos. Que este libro te inspire a seguir creciendo y alcanzando nuevas metas. Con admiración, Kike."

Para su sorpresa, poco después llegaron Edward, Natalia y su hija, quienes, al enterarse de su libro, adquirieron un ejemplar también. Kike les escribió con la misma emoción:


"Edward, Natalia e hija, grandes emprendedores en el transporte de carga, su determinación y esfuerzo son un ejemplo a seguir. Han demostrado que con valentía y visión se pueden conquistar grandes caminos. Que este libro los inspire a seguir creciendo y alcanzando nuevas metas."

Entre charlas y fotos, hicieron un simulacro de presentación del libro, una especie de ensayo de lo que Kike soñaba hacer a gran escala: llevar su obra al mundo. Su meta era vender al menos un libro ese día, y había vendido tres. Una señal inequívoca de que estaba en el camino correcto.

A las 4:14 p. m., con la maleta lista y Juanpis a su lado, Kike se despidió de Linda, Taly, sus mellizos, Yadira, Edwin, Natalia e hija. Salieron a la autopista y abordaron una flota con destino a Armenia, con la intención de bajarse en Silvania. Pero el destino aún tenía más pruebas para él. Las manifestaciones en Bogotá ralentizaron el tráfico, atrapándolos en un trancón. Kike aprovechó el tiempo para meditar. A pesar del cansancio, encontró en la demora un momento de conexión consigo mismo.

Finalmente, llegaron a Silvania a las 7:00 p. m., bajo una llovizna fina que Kike interpretó como una bendición de bienvenida. Juanpis sonreía al volver a casa, mientras Kike sentía en su cuerpo el peso de la jornada. Pero su espíritu vibraba con la satisfacción del deber cumplido.

Aquella noche, antes de dormir, escribió el blog y lo publicó a la 1:00 a. m. Agradeció a Dios por el día y pidió fuerza para afrontar un nuevo reto: cuidar de Juanpis mientras Linda permanecía en Bogotá con Taly y los mellizos. Al día siguiente, su desafío sería trotar hasta Fusagasugá para asistir a una capacitación con la UMATA.

¿Qué nuevas aventuras le esperaban a Kike en Villa de las Bendiciones? ¿Cómo sería la experiencia de cuidar a Juanpis en solitario?

Esta historia continuará…

martes, 18 de marzo de 2025

#Domingo de Encuentros y Despedidas


 Era un domingo 16 de marzo, con el alba teñida de un azul profundo salpicado de nubes como pinceladas divinas en el cielo de Santa María del Rincón, en Soacha. La brisa matutina llevaba consigo susurros de historias olvidadas, y el aire tenía un aroma a lluvia lejana, presagio de un día inolvidable. El reloj marcaba las 6:30 a. m. cuando Kike despertó de una noche en vela. Un extraño sueño había rondado su mente: una bicicleta que volaba sobre las calles de Soacha, dejando un rastro de luz dorada. La imagen de su bicicleta playera, que su amigo Deiby le había dejado frente a la urbanización la noche anterior a las 10:44 p. m., flotaba en su mente como una premonición.

En vez de rendirse al sueño, se sumergió en su rutina matutina: meditó hasta escuchar su propia respiración como un eco en la eternidad, hizo yoga hasta sentir que flotaba, escribió hasta que la tinta se convirtió en fuego, y ejercitó su cuerpo con la convicción de un guerrero preparándose para la batalla. Sus tres misiones del día eran claras: visitar a sus amigos don Julio, su esposa Beatriz y sus hijos; luego pasar donde don Luis Hernández; y finalmente, entregar la bicicleta a su nueva dueña, Tatiana. Todo esto antes de reunirse con Linda y Juanes en casa de sus suegros.

Linda, con su amor habitual, le preparó un desayuno digno de un semidiós: chocolate caliente, huevos revueltos con un toque de magia y pan recién horneado que despedía un aroma celestial. Con energía renovada, Kike se vistió con su indumentaria de atleta y salió a trotar por la ciclovía de Soacha, decidido a cumplir su agenda. En su trayecto, se encontró con doña Elvira, una mujer de ojos centenarios y voz de brisa nocturna. Al hablarle de su libro, sintió que algo en su mirada cambiaba, como si recordara algo que nunca había leído. Prometió comprar un ejemplar, y Kike sintió que el destino se había alineado.

Al llegar a la casa de don Julio, se encontró con Henry, su hijo, quien venía de entrenar. El reencuentro fue emotivo; se abrazaron con la fuerza de quienes saben que el tiempo es solo un capricho del universo. Don Julio y Beatriz lo recibieron con la calidez de siempre y, entre onces y charlas, Kike les narró con pasión cómo llegó a escribir su primer libro. Firo, la mascota de la familia, se acercó a él con una familiaridad inusual, como si Kike trajera consigo un secreto que solo los animales pueden percibir. Beatriz, sorprendida, comentó que el perro solía ladrar a los desconocidos. Aquella conexión instantánea confirmó que Kike ya era parte de la familia. Antes de irse, les entregó un libro con una dedicatoria especial para don Julio, resaltando su disciplina como árbitro de fútbol y su ejemplo de integridad.

El reloj avanzaba implacable. Kike miró su pulsera digital: 1:30 p. m. Tendría que posponer su visita a don Luis para el día siguiente. A las 2:25 p. m. salió rumbo al barrio Teusaquillo, recorriendo casi 18 kilómetros en bicicleta. En el camino, cruzó puentes y peatonales, deslizándose con la agilidad de un alquimista sobre su escoba encantada. Había algo poético en aquella despedida con su bicicleta, como si se despidiera de un viejo amigo que guardaba mil secretos en su estructura de metal y caucho. A las 4:05 p. m., llegó al punto de encuentro y llamó a Tatiana. Al ver a la mujer que la acompañaba, Kike pensó que era su madre, pero algo en su mirada le hizo dudar. Había un misterio en su expresión, un enigma que no estaba dispuesto a resolver en ese momento.

La transacción transcurrió con una mezcla de nostalgia y alegría. Tatiana, encantada con la bicicleta, sugirió grabar un video de la entrega. Kike aprovechó para ensayar un guion de un minuto sobre su libro. Tras algunas tomas y fotos, la conexión entre ellos se fortaleció, y Tatiana prometió contactarlo para adquirir un ejemplar.

Eran las 5:15 p. m. cuando Kike se despidió. Subió a un bus del SITP hasta el centro y luego tomó un Transmilenio rumbo al 20 de Julio, desde donde abordó un alimentador que lo llevó a casa de sus suegros. Linda y Juanes lo esperaban con sonrisas cómplices. Agotado pero satisfecho, Kike se dirigió directamente a la cocina. Su estómago rugía tras la maratónica jornada de trote y ciclismo. Una generosa picada de carne, rellena, ensalada y maíz pira con gaseosa fría lo aguardaba, como un festín de reyes después de una épica batalla.

La noche cayó, y tras compartir regalos y mercado para su hija Taly y sus nietos mellizos, emprendieron el regreso a Soacha. Mientras el autobús se deslizaba por la carretera iluminada por faroles intermitentes, Kike sintió que algo grande estaba por venir. Tal vez era el cansancio, tal vez el destino.

Esa noche, Kike durmió profundamente. Al día siguiente, un nuevo reto lo aguardaba: vender tres libros a sus antiguos vecinos y amigos.

¿Lo lograría?

...Esta historia continuará.

sábado, 8 de febrero de 2025

# "El Viaje de Kike: Un Día de Encuentros y Destinos"


 Era un jueves 6 de febrero, cuando el sol amaneció entonando su cántico de luz sobre Silvania, tierra de promisión e inspiración. En el parador Choriloco, el aire matinal olía a café fresco y a historias por escribirse. Kike se despidió de Linda con un abrazo cálido. Ella partió hacia la oficina de Interapidisimo de Silvania para enviar dos libros a sus amigos Yaneth Rivera y Gonzalo Jiménez, mientras él abordaba una van del Expreso Bolivariano rumbo a Bogotá.

Kike se sintió lleno de energía, como si la jornada le prometiera sorpresas y enseñanzas. Abrió su ejemplar de "Tónico para el Alma" de Osho y, entre sus páginas, encontró ejercicios de meditación que parecían escritos para él en ese preciso instante. El viaje transcurrió en un parpadeo, y cuando el reloj marcó las 9:40 a. m., ya había llegado a Soacha. En el centro comercial Gran Plaza, se hizo de unas gafas para lectura antes de continuar su travesía en Transmilenio hasta la estación Santander. Desde allí, un transbordo en SITP lo llevó al barrio Olaya, donde esperaba obtener respuestas sobre la presentación de su libro en las ferias de Bogotá. Sin embargo, la jefa de la biblioteca, atrapada en la bruma de la burocracia, no pudo darle información clara. Sabía que, si quería que su sueño se hiciera realidad, tendría que mover influencias y abrirse camino por su cuenta.

Confiando en los vínculos forjados en el tiempo, visitó primero a doña Nohorita, una amiga de años que lo recibió con un abrazo fraterno. Junto a su esposo, Jesús Rincón, le expresaron su alegría por su nuevo libro. Mientras atendía a sus clientes, doña Nohorita habló con orgullo de la magia de Kike para transformar historias en enseñanzas. No dudó en comprarle un ejemplar y Kike le dedicó unas líneas llenas de gratitud:

"A mi entrañable amiga Nohora Rodríguez y su esposo Jesús Rincón, Porque las verdaderas historias no solo se leen, sino que también se sienten, se viven y se comparten..."

Con el corazón ligero y el espíritu enérgico, se dirigió a la óptica de doña Yesni, quien junto a sus hijas Eliana, Catherine e Ivanna, lo recibieron con un cálido abrazo. Entre recuerdos y risas, recordaron los tiempos en que ellas frecuentaban el corresponsal bancario de Kike. Conmovida por la pasión del escritor, Yesni adquirió otro libro, y Kike le dejó una dedicatoria impregnada de inspiración:

"Para mi querida amiga Yesni y sus maravillosas hijas... Que cada historia en este libro encienda en ustedes la chispa de la imaginación y les recuerde que los sueños siempre están al alcance de quien se atreve a creer en ellos..."

Más tarde, en el bullicioso mercado del barrio, saludó a su amiga Ingrid, una emprendedora incansable, quien prometió llamarlo pronto para adquirir su obra. Luego, visitó a Luz Dary Contreras y su esposo Nelson, amigos que, en los momentos difíciles, le habían tendido una mano. Sin dudarlo, ellos también compraron su libro, y Kike les escribió:

"A mis grandes amigos Nelson Aguilera y Luz Dary Contreras, Porque en el camino de la vida y del atletismo, no solo se necesitan fuerzas en las piernas, sino también en el alma..."

Con la satisfacción de haber compartido su mensaje con tres familias más, Kike visitó a sus suegros, donde su cuñada Edith lo sorprendía con un delicioso almuerzo. Entre anécdotas y afecto, le hicieron sentir que su viaje había valido la pena. Su sobrino Miller, en un gesto desinteresado, lo acercó a la estación Centenario, donde abordó un Transmilenio de regreso a Soacha. Desde allí, una flota lo llevó de vuelta a Silvania.

Mientras el autobús surcaba la carretera, Kike meditaba y agradecía. Había sembrado semillas de esperanza y cambio, y sentía en su corazón que lo mejor estaba por llegar.

lunes, 16 de diciembre de 2024

#El Viaje Imaginado para un Libro Soñado

Aquella mañana del domingo 15 de diciembre de 2024, en el barrio Granda de Bogotá, el aire frío vestía las calles como un manto invernal, aunque el sol tímido anunciaba un verano resplandeciente. A las 8:30 a.m., don Manuel, un hombre de pasos firmes y alma inquieta, despertó con un zumbido especial: el mensaje de Kike, su viejo amigo y compañero de atletismo.

“El libro está listo. Un sueño materializado”, decía el texto, y con ello, una puerta invisible pareció abrirse en su mente, un portal hacia una aventura que aún no comprendía del todo.

Kike había trabajado con paciencia de orfebre durante años para cumplir un propósito: escribir un libro. “Historias que Inspiran la Imaginación” no era solo un título, era el eco de una promesa, el sueño de alguien que, a través de palabras, intentaba sembrar semillas de cambio en los corazones. Don Manuel, quien desde hacía meses deseaba ese ejemplar, sintió cómo su pecho se llenaba de una emoción tan poderosa como inexplicable.

Tras un par de llamadas y mensajes, acordaron que Linda, la esposa de Kike, traería el libro a Soacha. A las 11:30 a.m., con la impaciencia de un niño y la determinación de un explorador, don Manuel se calzó los zapatos y salió rumbo a la estación San Mateo, como si aquella jornada estuviera destinada a convertirse en leyenda.

Su trayecto comenzó con un andar apacible por las calles de la Primera de Mayo, donde el viento jugaba con hojas danzarinas. Subió a un bus del SITP, pero aquel domingo, Bogotá se había vuelto caprichosa; la ciclovía ralentizaba el mundo y cada semáforo parecía eterno.

“¡Debí caminar hasta la décima!”, murmuró don Manuel, aunque sus pensamientos tenían más de poesía que de queja.

A bordo del G47, sintió que el bus no solo atravesaba estaciones, sino que también lo conducía a través de un tiempo dilatado donde lo cotidiano y lo mágico se fundían. Pero aquel viaje, como todo gran relato, no sería sencillo. Por alguna travesura del destino o del TransMilenio, los transbordos se convirtieron en acertijos, y don Manuel comenzó a vivir su propia odisea urbana.

Primero fue en Centro Mayor donde descubrió que no había conexión; luego Madelena, después Perdomo... Cada parada lo hacía mascullar con sorna:

“¡Esto parece una broma del Chavo del Ocho!”.

Con cada intento fallido, su determinación crecía. Sacó su celular, estudió mapas como si fueran antiguos pergaminos y encontró la respuesta: debía regresar a la estación Venecia. Don Manuel no estaba frustrado, no. En su corazón había una certeza: los sueños siempre ponen pruebas para ver quién está dispuesto a alcanzarlos.

Finalmente, tomó el G43, que avanzó velozmente hasta San Mateo, como si aquel bus también conociera la urgencia de su misión. A las puertas del Centro Comercial Mercurio, Linda lo esperaba con una sonrisa serena, como una guardiana de tesoros.

“Aquí tienes, don Manuel. Un pedacito del alma de Kike”, dijo Linda, mientras extendía el libro.




Él lo tomó con reverencia, como quien recibe un amuleto ancestral. Fueron a un rincón del centro comercial para inmortalizar el momento en fotos, pero no sin antes lavarse las manos con el cuidado ritual que solo él conocía.

El libro, con su portada brillante y su título vibrante, parecía latir entre sus dedos. No era solo un conjunto de páginas; era una promesa cumplida, un sueño impreso que ahora era suyo también. Mientras observaba las letras doradas de “Historias que Inspiran la Imaginación”, don Manuel sintió que, de alguna manera, aquella travesía había sido tan importante como el destino mismo.

Y como todo cuento que enseña algo, él sonrió para sus adentros y concluyó:

“Nunca dejes al azar las cosas que parecen sencillas. Hasta los caminos más cotidianos tienen su propia aventura”.

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