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jueves, 1 de mayo de 2025

#El Secreto de Gabo y la Feria de los Sueños


Crónica de un Padre, un Hijo y un Destino Literario

Érase un lunes 28 de abril de 2025. En una región apartada de Colombia, rodeada de exuberante vegetación y amaneceres que parecían pintados por los dioses, marcaban exactamente las 3:33 a.m. cuando Kike despertó. Como dictado por un misterioso reloj cósmico, abrió los ojos y se incorporó con serenidad. Lo primero fue lo más sagrado: oró en silencio, se encomendó a la Divina Providencia y envió impulsos de amor a su amada Dalida y a su pequeño hijo Juanpis, que dormía profundo, envuelto en los brazos de Morfeo.

Aún en la penumbra, Kike sintió la energía de la montaña. Saludó espiritualmente a la naturaleza que lo rodeaba y se sentó frente al computador a dar los últimos toques a su entrada de blog:
"Kike y el Encuentro con la Magia de las Letras",
un abrebocas de su tercer libro, donde narraría con detalle su viaje épico al encuentro literario en Fusa el jueves 23 de abril, dónde tuvo la oportunidad de presentar su primer libro con el grupo "Club de lectura Gabo".

Terminó de escribir hacia las 5:04 a.m., preparó el desayuno: chocolate con leche espumosa, galletas dulces, tostadas crujientes y huevo cocinado al punto. Se vistió con su traje azul de gala, aquel que según Juanpis lo hacía ver como un caballero de leyenda. Al compás del canto de pájaros multicolores y el zumbido ancestral de las cigarras, despertó suavemente a su hijo.

Aunque Juanpis había dormido poco, irradiaba una energía que parecía bajada del cielo. A las 6:35 a.m. ya estaban rumbo al Parador de Choriloco. A las 7:11, la flota proveniente de Fusagasugá, cortesía de la alcaldía y la biblioteca local, los recogió. Viajaban hacia Bogotá, a la FILBo 2025.

Durante el camino, mientras Kike tomaba notas en su libreta mágica —esa donde decía que las ideas se convertían en realidad—, Juanpis se asomaba a la ventana, sorprendido por cómo aquella vieja carretera se había convertido en una autopista que parecía sacada de una película futurista.

Llegaron a Corferias a las 9:09 a.m. Juliana, coordinadora del grupo de lectores de la biblioteca de Fusa, les indicó que el regreso sería a las 3:45 p.m. Kike se inquietó: la multitud era inmensa y no podía despegarse ni un segundo de Juanpis. Su misión de promocionar los libros que llevaba se esfumaba ante la prioridad más grande: proteger a su hijo.

Pero el destino tenía otros planes.


Padre e hijo ingresaron a la feria tomados de la mano, como si atravesaran el umbral hacia otro mundo. En el pabellón infantil, Juanpis —a pesar de su condición de autismo— se mostraba totalmente conectado con los colores, los libros, los sonidos. Sus ojos brillaban como luciérnagas en una noche mágica. Kike, emocionado, lo miraba con amor. Sentía que ese instante era eterno.

De repente, Kike se detuvo ante un estante. Un libro lo llamó con fuerza invisible:
“El Secreto de Gabo”, de Diego Reyes Prieto, comentado por el mítico escritor J.J. Benítez.
Al sostenerlo, un escalofrío recorrió su columna. Algo en ese título despertaba recuerdos dormidos.

Volvió en el tiempo. Era 1986, en Bogotá. Kike cruzaba la avenida 15 con calle 85. Un automóvil europeo con timón a la izquierda se detuvo en el semáforo. Kike lo observó con curiosidad. Adentro, un rostro que jamás olvidaría: Gabriel García Márquez. Sus miradas se cruzaron por un segundo eterno. Kike sintió que algo le era transmitido en silencio. ¿Un mensaje? ¿Una profecía? El auto arrancó y la vida siguió… pero esa mirada nunca se fue.

Ahora, parado en la FILBo, con Juanpis jugando con un libro ilustrado, Kike comprendió algo: aquel encuentro no había sido casual. Estaba destinado a vivir esta travesía literaria junto a su hijo, y tal vez, solo tal vez, aquel “secreto de Gabo” lo estaba llamando desde el otro lado del tiempo.



"Juanpis y Kike, unidos por la fuerza del amor, el conocimiento y el destino. Esta imagen fue tomada justo frente al cuadro de “El Secreto”, en la Feria del Libro de Bogotá, el 28 de abril de 2025. Un instante donde el pasado, el presente y el futuro se fundieron para siempre".

Recorrieron varios pabellones. Tomaron fotos. Disfrutaron sin apuro. Aunque lamentó que su editora no pudiera acompañarlo, Kike sentía que estaba sembrando la semilla de algo inmenso. A las 3:45 p.m. se reencontraron con el grupo de lectores de Fusa. En el camino de regreso, el cansancio se mezclaba con la satisfacción. Bajaron en Silvania y caminaron hasta la Villa de las Bendiciones.

Cenaron un plato tradicional: arroz, pollo, papa y plátano maduro con jugo de tomate de árbol. Después, Kike sacó sus hojas de block blanco. Con tinta negra comenzó a esbozar lo que sería uno de los capítulos más enigmáticos y reveladores de su próximo libro.

Antes de dormir, el libro de Gabo reposaba en su mesa de noche como un portal hacia el misterio.

Al día siguiente, Kike debía asistir a una capacitación llamada
“Diseña tu Marca”
en la Cámara de Comercio de Bogotá. No lo sabía aún, pero aquella jornada sembraría la idea de una revolución literaria. Una corriente narrativa que lo posicionaría, en un futuro no muy lejano, como uno de los autores más visionarios del continente.

Quien escuche esta historia quizá piense que es la locura de un soñador…
Pero los soñadores, cuando escriben con el alma, terminan por cambiar el mundo.

Y esta historia… apenas comienza. 

domingo, 6 de abril de 2025

#"El Despertar de Kike y la Profecía del Poeta Josué": Donde los sueños vencen al sueño, y la poesía guía los pasos del alma


 Era un miércoles 2 de abril, en una tibia mañana de invierno en la Villa de las Bendiciones, donde el tiempo parece estirarse como si jugara a esconderse entre los suspiros del viento. El canto de los pájaros de colores, el eco de unos perros en la distancia, y el anuncio solemne de los gallos componían una sinfonía natural que sólo puede escucharse en Silvania, cuando el alma está atenta.

Kike, tras una noche breve e intensa, abría lentamente los ojos. Juanpis, su pequeño cómplice nocturno, había desbordado energía hasta las 2:45 a.m., y fue tanto el ímpetu del niño que contagió al padre. En un intento por domar el insomnio, Kike comenzó a leerle cuentos de fábula. Pero el destino le jugó una travesura poética: fue Kike quien cayó dormido primero, vencido por el encanto de sus propias palabras.

A las 5:04 a.m., despertó en la mecedora, los sueños aún revoloteando en sus pestañas. Juanpis dormía apenas, como si hubiese ganado la batalla de la vigilia. Kike se arrastró hasta la habitación, maltratado por el desvelo, y se tumbó boca arriba para meditar. Sin querer, Morfeo lo arrulló una vez más.

A las 6:48 a.m., Kike se debatía entre el dulce calor de las cobijas y el llamado del presente. Respiró hondo, como si con cada exhalación pudiera atrapar el instante. Tenía un compromiso literario esa tarde: un encuentro con lectores voraces y un poeta de nombre Josué, en la biblioteca municipal, bajo la sabia dirección de doña Liliana.

Como en un ritual sagrado, Kike inició su rutina diaria: meditación, oración, escritura, lectura. Leyó un fragmento de El olor de la guayaba, de Gabo, y con ello sintió que algo en su interior se activaba. Luego, hizo ejercicio, preparó el desayuno de Juanpis, dejó adelantado el almuerzo, y realizó llamadas para ofrecer su libro. La mayoría aceptó encantada, pidiendo más información y detalles para recibirlo pronto.

Partió a las 2:16 p.m. rumbo a la biblioteca. Llegó puntual, como lo hacen los que tienen un propósito claro.

Doña Liliana abrió la sesión con unas diapositivas llenas de frases luminosas:

  • “La poesía es un arma cargada de futuro” —Gabriel Celaya

  • “La poesía no quiere adeptos, quiere amantes” —Federico García Lorca

  • “La poesía es siempre un acto de paz” —Pablo Neruda

  • “La poesía está más allá de la inteligencia” —Jorge Luis Borges

Fueron diez frases en total, como diez puertas hacia mundos paralelos.

Luego entregó a cada asistente una ficha bibliográfica, con un marco fosforescente, como si brillara con una misión secreta. Debían escribir una frase desde su propia esencia, alusiva a la poesía. Kike recordó que tenía muchas en su diario, pero quiso dejar que la inspiración eligiera por él.

Al notar cierto murmullo incómodo, doña Liliana propuso cambiar de salón. El nuevo espacio era más sereno, lejos del rugido de los carros. Allí, Josué recitó dos poemas que estremecieron las paredes:

“Los Heraldos Negros” de César Vallejo,
y un poema profundo de Porfirio Barba Jacob.

Las palabras golpeaban como presagios. Cada asistente compartió su interpretación, pero fue Kike quien dejó a todos en silencio, cuando habló de los mundos paralelos que había experimentado y cómo había tocado, aunque fuese con los dedos del alma, otros planos de la existencia. Contó tres experiencias personales que generaron tanto admiración como desconcierto.

Al finalizar el encuentro, cuando los participantes se tomaban fotos para el recuerdo, Kike propuso un reto audaz: les pidió a sus compañeros que hicieran un borrador del video respondiendo a una sola pregunta:
¿Por qué es importante leer su libro “Historias que inspiran la imaginación”?


La idea fue acogida con entusiasmo. Esa misma noche, Kike subió el video a su canal de YouTube:
🎥https://www.youtube.com/@jaimelescritor2025


El encuentro cerró con fotos y abrazos. La poesía había sembrado semillas invisibles.

Ya en casa, Juanpis lo esperaba con hambre y ternura. Kike, ya todo un alquimista de la cocina, le sirvió una sopa de pasta con pollo, arroz con verduras, papa salada, carne de cerdo asada, lentejas, maíz pira y un jugo de tomate de árbol, fresco del árbol materno de Silvania.

Esa noche, Kike redactó el libreto para el video de su libro Historias que Inspiran la Imaginación. A las 7:00 p.m., se sentó a meditar. El mantra brotó con fuerza:

“Gracias Dios mío, por darme sabiduría e inteligencia para escribir con acierto historias que inspiran al mundo.”

El sueño lo venció como un regalo divino. A las 11:00 p.m., despertó. Juanpis aún veía videos en YouTube, riendo a carcajadas. Y Kike, entre la vigilia y la inspiración, escribió su blog hasta las 4:32 a.m.

Durmió tres horas más, pues al amanecer tenía una cita con el Alcalde.
Y el sábado lo esperaba una misión aún más grande: grabar el video de su libro en el Mirador Artístico, desde donde —dicen— las ideas pueden volar hasta tocar las estrellas.

¿Qué le dirá el Alcalde a Kike?
¿Qué revelación traerá el Mirador?

Esta historia… apenas comienza.

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