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lunes, 10 de marzo de 2025

#El Mensaje de la Providencia


 El sol brillaba con fuerza aquel domingo 9 de marzo, como si la vida misma le concediera una tregua después de una semana de intensas lluvias. Kike cerró los ojos y dejó que la cálida luz acariciara su rostro. Recordó las entregas de los últimos días: el viernes y el sábado, cuando la lluvia lo sorprendió en el camino. Pero él no le temía a la lluvia; al contrario, la disfrutaba. En su mente, cada gota era un mensaje del universo, una señal que lo guiaba en su travesía.

Había algo misterioso en la forma en que todo se alineaba. ¿Era simple casualidad o un mensaje divino? La conexión entre Kike, la Providencia y el universo se hacía cada vez más evidente. Mientras meditaba sobre aquellos días, recordó lo que lo había llenado de gratitud: a pesar del clima, había logrado vender tres libros diarios. Era como si una fuerza superior estuviera empujándolo suavemente hacia su destino.

Los Envíos del Viernes

El primer libro viajó a Soacha, donde su vieja amiga Toñita lo esperaba. Su amistad se remontaba a años atrás, una época de risas, aprendizaje y crecimiento personal junto a su esposo, a quien ella llamaba cariñosamente “El Sapito”. Kike, conmovido por su perseverancia, les dedicó unas palabras de gratitud.

El segundo ejemplar llegó a Medellín, a manos de Jesús Moreno, su antiguo compañero de la Inmobiliaria Real State. Diez años habían pasado desde aquellos días de aprendizajes y ventas, pero Jesús seguía siendo el mismo hombre generoso y visionario que siempre había admirado.

El tercer destino fue el hogar del ingeniero Helver Beltrán, un hombre de principios, experto en la instalación de equipos corporativos y cámaras de seguridad. Kike veía en él un ejemplo de integridad y compromiso, valores que lo motivaron a escribir una dedicatoria especial para él y sus hijos.

Las Ventas del Sábado

La racha continuó al día siguiente. El primer libro fue para William Vargas, su amigo de más de cincuenta años. Su lema, "¡Sí, señor!", reflejaba su espíritu positivo y su energía inquebrantable. Kike sonrió al escribir su dedicatoria, recordando tantas anécdotas juntos.

El segundo destino fue para Jairo Gómez y su esposa Rocío, una pareja de emprendedores que jamás se rendían. Kike admiraba su fortaleza y su capacidad para reinventarse a pesar de las circunstancias. Su libro llevaba un mensaje de perseverancia y fe en el futuro.

El último envío del día fue para José Dionisio Lozano, su colega en el mundo inmobiliario. Un maestro en el arte de manejar objeciones, José había sido una fuente de aprendizaje invaluable. Ahora, Kike le devolvía el favor con palabras de inspiración y gratitud.

El Domingo de Revelación

Mientras contemplaba aquel domingo soleado, Kike sintió que la Providencia le hablaba a través de cada uno de esos encuentros, a través de cada libro entregado, de cada historia compartida. Sabía que aquello no era una simple coincidencia. Algo más grande estaba en juego, una verdad oculta tras los detalles de su día a día. Un propósito, un sendero que apenas comenzaba a descubrir.

Se propuso continuar su hazaña desde el lunes, manteniendo la disciplina, la fe y la determinación. Sabía que la historia... continuaría.

viernes, 7 de febrero de 2025

#"Kike y la Carrera Mágica del Destino"


 Era una mañana gris de lunes festivo, el 10 de junio del 2024, en la cancha auxiliar del estadio del Olaya, en Bogotá. A las 6:00 a. m., la ciudad aún parecía dormida bajo un cielo encapotado, amenazante de lluvia. Pero Kike, con su férrea disciplina, ya estaba en movimiento desde las 4:00 a. m. Su rutina matutina estaba completa: meditación, oración, yoga y escritura. Como cada día, se dirigió a la cancha sintética del Olaya, a solo dos cuadras de su casa, para entregarse a su entrenamiento.

Pidió a la vigilancia que le habilitara la cancha y, tras el permiso, ingresó con la determinación de siempre. Comenzó con ejercicios de fuerza y movilidad articular. Luego, emprendió un fondo progresivo de una hora y media. Cada vuelta de la cancha medía 320 metros, y al final completaría 65 giros. Para muchos, era una locura. Para Kike, era su forma de vida.

Corría descalzo, sintiendo cada milímetro del césped sintético en la planta de sus pies. Mientras avanzaba, repetía afirmaciones positivas, una diferente en cada vuelta. Su mente iba más allá de la monotonía, convirtiendo cada paso en una meditación en movimiento. Sin embargo, un pensamiento lo golpeó: pronto partiría a Silvania. En menos de un mes, su vida daría un giro de 360 grados. La incertidumbre lo invadió por un instante, pero se aferró a su fe. Le entregó sus temores a Dios y al universo y siguió corriendo.

En su mente desfilaban rostros familiares. Extrañaría a sus amigos de entrenamiento, aquellos que admiraban su disciplina. Recordó a don Juan Carlos Blanco, el taxista amable que trotaba a un ritmo suave y siempre se asombraba de la resistencia de Kike. También a Diego Rincón, su esposa Lina Morales y su cuñada, quienes con esfuerzo combinaban su vida laboral con el atletismo. Ellos admiraban su estilo de correr descalzo, aunque con escepticismo. Kike siempre les recomendaba probarlo, convencido de sus beneficios para la salud y la conexión con la tierra.

También recordaba a Luz Dary Contreras, don Nelson Aguilera, Wilfredo Castro, Myriam Moreno, María Nina y Mireya, Luz Dary y Mireya habían experimentado correr descalzas en algunas ocasiones y quedaron fascinadas con la sensación de libertad que ofrecía.

Los años pasaron, y un inesperado giro del destino los volvió a reunir. Era el 5 y 6 de junio del 2025. Kike, convertido ahora en escritor, se reencontró con ellos simbólicamente a través de su libro: Historias que inspiran la imaginación. Sus amigos, aquellos que compartieron madrugadas de entrenamiento, fueron los primeros en apoyarlo comprando su obra. Él, con gratitud, les entregó sus ejemplares con dedicatorias personalizadas:


Para Diego Rincón, Lina Morales y Valeria Rincón:

Queridos Diego, Lina y Valeria,

La vida es una carrera llena de desafíos, sueños y momentos mágicos. Ustedes, con su disciplina y pasión por el deporte, son un ejemplo de constancia y amor por lo que hacen. Que estas historias inspiren aún más su camino y los impulsen a seguir alcanzando nuevas metas.

Con gratitud y admiración, Jaime Humberto Sanabria


Para Juan Carlos Blanco y Amanda Meneses:

Queridos Juan Carlos y Amanda,

La constancia es el secreto de los grandes triunfadores, y en ustedes veo ese espíritu inquebrantable. Que este libro sea un reflejo de la magia de creer en los sueños y de la fortaleza de nunca rendirse. ¡Sigan conquistando metas y disfrutando el hermoso camino de la vida!

Con cariño y admiración, Jaime Humberto Sanabria


Para mis grandes amigos Nelson Aguilera y Luz Dary Contreras:

Porque en el camino de la vida y del atletismo, no solo se necesitan fuerzas en las piernas, sino también en el alma. Ustedes fueron ese impulso en los momentos en que más lo necesité, recordándome que la verdadera grandeza está en el corazón de quienes ayudan sin esperar nada a cambio.

Este libro es un tributo a la inspiración, la perseverancia y la amistad inquebrantable. ¡Gracias por ser luz en mi camino!

Con gratitud y aprecio, Jaime Humberto Sanabria


Aquella cancha sintética, testigo de sudor, esfuerzo y disciplina, se convirtió en el punto de encuentro de amistades inquebrantables. Kike no dejó nada al azar; su destino lo construyó con cada paso, con cada palabra escrita, con cada enseñanza compartida. La vida los reencontró, no por casualidad, sino por el poder de la escritura y la magia de los sueños cumplidos.

martes, 28 de enero de 2025

#"El Destino de los Corredores"


 El sol de la tarde caía como un incendio dorado sobre Villa de las Bendiciones aquel domingo 22 de diciembre. El aire ardiente cargaba el murmullo de los árboles y el canto de las chicharras, como si el tiempo se resistiera a avanzar. Eran las 3:00 p.m. y Kike aguardaba con ansias la visita de su viejo amigo Ferchito y su esposa Rocío. Había despertado con la sensación extraña de haber estado en un mundo paralelo, soñando con un amanecer místico, tal como lo había contado en su blog: #"El Secreto del Amanecer: Cuando los Sueños Tocan el Alma"

A las 3:19 p.m., un mensaje de WhatsApp iluminó su teléfono. Era Ferchito, anunciando que venía en camino, pero solo. Una leve sombra de tristeza cubrió el corazón de Kike; esperaba a ambos para compartir la tarde y cantar la novena, pero comprendió que la vida a veces tomaba rumbos inesperados. Hacia las 4:00 p.m., otro mensaje llegó: "Estoy en el parador Choriloco". Poco después, el sonido de un motor y unas pisadas firmes sobre la tierra seca anunciaron su llegada. Linda y Kike lo recibieron con un abrazo cargado de historias no dichas y el aroma inconfundible del tinto recién preparado con arepa de queso.

El verdadero motivo de la visita se reveló en cuanto Ferchito sacó de su mochila un billete y lo extendió hacia Kike. Quedía claro: quería comprar su libro, "Historias que Inspiran la Imaginación". Lo que no esperaba era encontrarse a sí mismo en sus páginas. Sus ojos recorrieron el prólogo y se detuvieron en un capítulo dedicado a él, donde su historia como atleta era narrada con la intensidad de las zancadas en una carrera sin fin.

Las horas se desvanecieron entre anécdotas y recuerdos. Hablaron del Club Correcaminos, donde se conocieron en la Media Maratón de Bogotá y de cómo el destino los reunió nuevamente en el Club Master ADES. Sus conversaciones evocaron nombres grabados en su corazón: Rodolfo, Humberto, Carmencita, Jhonny, Hilba, Yaneth, Wilson, Julio César, Daissy, Víctor, Miguel, el Zancudo, Olga, Campo Elías... un ejército de almas afines, unidos por la pasión por correr.

La memoria los transportó a un 4 de agosto reciente, cuando juntos se enfrentaron a una carrera ecológica en Fusa. Aquel día, el viento y la tierra fueron testigos de su victoria. Ferchito y Kike subieron al podio como campeones en sus categorías, mientras Rocío, con lágrimas en los ojos, inmortalizaba el momento con su cámara y su corazón. La alegría del triunfo tenía un sabor agridulce: más allá de las medallas y los aplausos, lo que verdaderamente importaba era la hermandad que los unía.

Ferchito, con la pasión de un amigo leal, había estado pendiente del libro de Kike desde sus primeras palabras hasta su edición final. Cuando finalmente el sueño se materializó y Kike regresó a Silvania el 22 de junio, Ferchito fue el primero en felicitarlo. La distancia entre sus ciudades se había acortado, pero sus almas nunca estuvieron separadas.

La tarde avanzó entre el aroma del jugo de guayaba y las galletas con mermelada que Linda había preparado con amor. A las 5:30 p.m., llegó la hora de despedirse. Ferchito sujetó el libro firmado con una dedicatoria especial, lo abrazó con fuerza y se perdió en el horizonte camino a Fusa, dejando atrás una estela de amistad imborrable.

Desde el umbral, Kike y Linda lo vieron alejarse, sintiendo cómo el atardecer pintaba de tonos anaranjados la memoria de un día irrepetible. En ese instante, supieron que la vida es una carrera donde la nobleza, la lealtad y la resiliencia son el verdadero premio. Y que las amistades genuinas son como los buenos corredores: siempre regresan, siempre están ahí, corriendo a tu lado en cada kilómetro de la vida.

sábado, 4 de enero de 2025

#Bajo el sol mágico del primer día

 

Era el amanecer del 1 de enero, y Bogotá parecía haber caído bajo un hechizo. La ciudad, usualmente bulliciosa, amanecía tranquila, cubierta por un aire frío de 8 grados que cortaba las mejillas, pero con un cielo despejado que prometía aventuras. Desde la ventana, en Suba, Jhonny Alberto Moreno observaba la luz dorada que comenzaba a pintar los tejados. El viaje que tenía por delante vibraba en su mente como una melodía emocionante. Su bicicleta, recién ajustada en el taller, esperaba ansiosa por enfrentar las pendientes y descensos que lo llevarían a Silvania, al corazón de Villa de las Bendiciones, donde Kike y Linda, sus entrañables amigos, lo recibirían.

Carmenza Moreno, su madre y compañera de aventuras, también se preparaba para el trayecto. Ambos sabían que este no era un simple viaje; era una conexión con algo más grande, un ritual que parecía abrirse paso entre el tiempo y el espacio.

Mientras Jhonny recorría las vacías calles de Bogotá, sentía el latido de la ciudad bajo sus ruedas. Había algo místico en esa paz inusual del Año Nuevo: el aire fresco, las avenidas despejadas, los primeros rayos de sol abrazando los edificios. En el terminal, Carmenza subió a un bus casi vacío, una escena extraña para ser temporada alta. Jhonny, decidido a no dejarse vencer, partió con su bicicleta, persiguiendo el horizonte.

El camino estaba lleno de desafíos. La subida al Alto de Rosas probó su resistencia, mientras que el descenso, con sus vientos caprichosos y las sombras proyectadas por los conos en la carretera, le exigía una concentración absoluta. Cada curva parecía un susurro del viento, una advertencia, un desafío. En un momento, una ráfaga fuerte lo tambaleó, y por un instante, el tiempo pareció detenerse. ¿Qué habría pasado si perdía el equilibrio? Pero Jhonny, con el corazón latiendo como un tambor, retomó el control, una sonrisa de victoria dibujándose en su rostro.

Al llegar a Silvania, la magia del lugar lo envolvió. A 1,470 metros sobre el nivel del mar, este rincón escondido parecía un portal a otro mundo. Los cafetales y los frutales daban la bienvenida con un aroma dulce, y el calor abrazaba como un amigo perdido. Carmenza lo esperaba con una sonrisa que hablaba de orgullo y alivio. La conexión entre madre e hijo, reforzada por la aventura, brillaba como un faro en ese día especial.

Villa de las Bendiciones era un refugio perfecto. Kike y Linda los recibieron con calidez, y pronto el lugar se llenó de risas, anécdotas y desconexión del mundo. Fue entonces cuando Kike sorprendió a Jhonny y a su madre con un regalo especial: una dedicatoria en el libro "Historias que inspiran la imaginación".


—A Carmencita y su hijo, amigos que han inspirado mi imaginación y mi corazón —leyó Kike con voz solemne, arrancando sonrisas y lágrimas de emoción—. Este capítulo es un homenaje a su fuerza, su amistad y los momentos inolvidables que hemos compartido.

El día continuó con un festín preparado por Linda: arroz, carne, papa salada, plátano frito y un jugo de zanahoria que parecía haber capturado la esencia misma del sol. Entre juegos de parqués y conversaciones llenas de esperanza, la noche cayó suavemente sobre Silvania.

Antes de dormir, Jhonny tomó el libro de Kike y comenzó a leer. Cada página era un espejo, un recordatorio de que las verdaderas aventuras no están en los destinos, sino en los corazones que se conectan a lo largo del camino.

El día siguiente prometía más desafíos: correr con su madre entre los senderos mágicos de Silvania. Pero Jhonny sabía que cada paso, cada kilómetro recorrido, era más que una prueba física. Era un recordatorio de la fuerza del espíritu, del amor incondicional de su madre, y de la magia que habita en los pequeños momentos de la vida.

Esta historia nos recuerda que la vida es una serie de aventuras que se despliegan entre los desafíos del camino. No importa cuán empinado sea el sendero o cuán fuerte sople el viento; lo importante es avanzar con el corazón lleno de determinación y amor. Cada viaje, cada experiencia, se convierte en un capítulo de nuestra propia historia. Atrévete a vivirla al máximo, rodeado de las personas que amas, porque al final del día, son los momentos compartidos los que realmente nos llenan de vida y nos inspiran a seguir adelante.

Esta historia, continuará..........

jueves, 26 de diciembre de 2024

#Sancocho del Huerto a la Mesa

Era una mañana fresca y tibia en Silvania, donde las aves surcaban los cielos en un despliegue de acrobacias, danzando a un compás melódico bajo el azul claro del 26 de diciembre. En las oficinas de la UMATA, ubicadas en la Alcaldía Municipal, el reloj marcaba las 8:00 a.m. El Ingeniero Wilson García y el Dr. Leonardo, director de la UMATA, revisaban el balance de las visitas realizadas la semana anterior. Entre risas y reflexiones, destacaban la gratitud de las comunidades hacia la gestión del alcalde, el Dr. Ricardo Pulido, y su equipo.

La charla derivó hacia la importancia de los blogs para conectar con los habitantes de Silvania, Colombia y el mundo. También discutieron las dos últimas actividades programadas para cerrar el año. Hacia las 9:00 a.m., llegó Kike a las oficinas. Con un tinto preparado por don Wilson en mano, planificaron el siguiente blog en la vereda Panamá Alta, rememorando anécdotas de visitas anteriores. A las 10:00 a.m., Kike partió adelante, y don Wilson salió en su moto a las 10:40 a.m. en un recorrido de 6.20 km. Durante el trayecto, los lugareños lo saludaban con aprecio, y él disfrutaba del paisaje: un cielo despejado, pincelado de azul, y una vista de ensueño hacia Fusagasugá.

A las 11:00 a.m., se encontraron en la finca La Y, en Panamá Alta, donde don Carlos Beltran y su esposa Sofía Ojeda los recibieron con vino de manzana y galletas. Poco a poco llegaron los vecinos, cada uno con un aporte: pollo criollo, yuca, papa, auyama, cilantro, ajo, arracacha, y más, listos para preparar un sancocho cocinado a la leña. Entre los asistentes estaban:

  • María Stella Beltrán de Las Palmas

  • Edith Gutiérrez, coordinadora del grupo

  • María Nevyn López Carvajal, del Alto de la Guaca

  • María Isleny Muñoz de Sánchez, integrante

  • Marcela Molina, de la Finca Diamante

  • Luis Alberto Beltrán Pérez, caficultor destacado

  • Adalguisa Mata, integrante

  • Alquímedes Chitiva, integrante

  • Gladys Fernández y su hija, de la Finca del Recuerdo

  • José Gentil Madrigales, del lote San Pedro

Todos coincidieron en su amor por el campo desde temprana edad. Don Wilson destacó la importancia de rescatar las semillas ancestrales y recuperar los suelos mediante la lombricultura, y reconoció el apoyo del alcalde Ricardo Pulido y su equipo. Con palabras de agradecimiento, Sofía y Carlos ofrecieron su hospitalidad. Destaco la noble labor de la coordinadora del grupo Edith Gutiérrez en este año. Luego, don Wilson alentó a los "Emprendedores de la Seguridad Alimentaria" a que 2025 fuera el año de la revolución productiva, recordándoles máximas como: “Produzco lo que consumo,” “Mi finca produce de todo,” y “El que siembra cosecha.”













Cada participante compartió testimonios breves sobre el año transcurrido, destacando logros y aprendizajes. Finalmente, Kike relató cómo nació su amistad con don Wilson y el homenaje que le dedicó en un blog navideño. Cuando el sancocho estuvo listo, los anfitriones sirvieron los platos, acompañándolos con cervezas heladas. La reunión terminó entre abrazos, risas y deseos de un feliz 2025, visualizando un año mejor que el 2024.

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Sancocho en leña que delicia!!!

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Sin embargo, algo más parecía flotar en el aire aquella tarde. Mientras el fuego de la leña crepitaba bajo la olla, una brisa inusual recorrió la finca, llevando consigo un suave aroma a flores silvestres y un murmullo que, según los más viejos del lugar, era la voz de los ancestros bendiciendo la reunión. Los más atentos afirmaron haber visto un destello entre las copas de los árboles, como si la naturaleza misma se uniera al festín en celebración de la armonía entre las manos humanas y la tierra.

La tarde avanzaba, y el cielo comenzó a teñirse de un rojo intenso. De pronto, un ave de plumaje dorado surcó el aire, dejando a todos los presentes perplejos. "Es un mensaje," murmuró una de las abuelas del grupo. "El espíritu del campo está con nosotros." Este hecho quedó grabado en la memoria colectiva como un presagio de abundancia y unidad para el año venidero.

Al concluir el día, don Wilson se levantó para dirigir unas palabras finales. “Hoy hemos demostrado que juntos podemos lograr grandes cosas. Este sancocho no solo es un alimento para el cuerpo, sino un símbolo de lo que somos capaces de construir cuando unimos esfuerzos y corazones. Recordemos que nuestra tierra nos da todo, y es nuestra responsabilidad cuidarla y respetarla. Sigamos trabajando con amor, y no olvidemos que la verdadera prosperidad comienza en el alma.”

Con esta reflexión, las estrellas comenzaron a aparecer en el cielo. La reunión en la vereda Panamá Alta no solo fue una celebración, sino el inicio de una leyenda que los lugareños contarían durante generaciones. Una historia de esperanza, unión y la magia del campo que, al igual que las semillas ancestrales, continuaría germinando en los corazones de quienes la escucharan.

miércoles, 25 de diciembre de 2024

#El Mantra de la Gratitud: La Transformación de Kike

 

Era el 25 de diciembre, exactamente a las 12:24 a.m., cuando el eco de los últimos estallidos de pólvora se apagó, dando paso a un amanecer sereno en Villa de las Bendiciones, Silvania. El aire estaba impregnado de una paz casi mágica, como si la noche misma se inclinara en gratitud por la llegada de la Navidad.

Kike, un soñador empedernido, se encontraba en su rincón favorito, reflexionando. Durante el mes de diciembre, su vida había cambiado drásticamente. Había conocido a personas extraordinarias, almas que parecían haberse cruzado en su camino como piezas predestinadas de un gran rompecabezas. Estas conexiones no eran casualidad; Kike lo sabía, y en su corazón rebosaba gratitud.

Entre estas personas estaba don Wilson García, un hombre cuya generosidad y nobleza parecían sacadas de un cuento. Kike lo había conocido en una feria artesanal en julio, donde Linda, su esposa, había inscrito su pequeño emprendimiento. Aquella feria, con su bullicio y colores, marcó el inicio de una amistad peculiar y profunda.

Don Wilson recorría los puestos, haciendo pequeñas compras en cada uno como si quisiera inyectar esperanza en los corazones de los emprendedores. Cuando llegó al puesto de Kike y Linda, su sonrisa cálida bastó para crear un puente de empatía. Fue entonces cuando Kike, con su curiosidad característica, le preguntó:

—¿Y usted por qué es así?

Desconcertado, don Wilson respondió:

—¿Así cómo?

—Tan generoso. Apoya a los emprendedores como si fueran su familia. Eso es algo único en este mundo.

La conversación sembró la semilla de una amistad que se fortalecería con el tiempo. Días después, en una reunión agropecuaria, don Wilson presentó a los vecinos el concepto del rescate de semillas ancestrales. Kike, que siempre había sido un hombre de ciudad, descubrió en esas palabras un amor inesperado por el campo. Fue un momento de epifanía, como si las raíces de la tierra lo llamaran a ser parte de algo más grande.

Con el paso de los meses, la relación entre ambos se transformó en un intercambio de aprendizajes. Kike comenzó a escribir blogs inspirados en su entorno y en las historias de la gente que lo rodeaba. Aunque don Wilson dudó al principio del potencial de Kike como escritor, pronto quedó cautivado por la profundidad de sus relatos.

Lo que don Wilson no sabía era que Kike había encontrado su brújula espiritual en la lectura diaria de la Biblia y en los libros de autores como Deepak Chopra, Lain Garcia Calvo, Eckhar Tolle, Pablo Arango y varios escritores. Estas obras no solo le enseñaron la importancia de la gratitud, sino que también encendieron en su corazón un sueño: si la humanidad practicara la gratitud, el mundo podría transformarse en un lugar más pacífico y compasivo. 

El 2 de octubre, Kike alcanzó un hito que parecía imposible: terminó de escribir su primer libro. Don Wilson, conmovido por la pasión y dedicación de su amigo, lo integró al equipo de la UTAMA, donde Kike ofrecía sus escritos sin pedir nada a cambio. Aunque enfrentaba dificultades financieras, Kike nunca cobró por su trabajo. Para él, escribir era un acto de gratitud y un puente hacia sus sueños.

Esa noche, mientras las estrellas iluminaban el cielo de Villa de las Bendiciones, Kike cerró los ojos y pronunció su mantra:

—Gracias.

Agradeció por las personas que habían llegado a su vida, por las lecciones aprendidas, y por el don de escribir historias que inspiran. Sabía que la Divina Providencia siempre recompensa a quienes actúan con amor y fe.

Esta historia nos enseña que la gratitud no solo transforma nuestras vidas, sino que también tiene el poder de tocar los corazones de quienes nos rodean y, tal vez, cambiar el destino del mundo.

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