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jueves, 7 de agosto de 2025

#"El Lunes en que la Montaña Susurró su Secreto" (Crónica de un día donde la fe y la magia se encontraron en el mismo camino)


 

Erase un lunes 4 de agosto cuando el amanecer, caprichoso, decidió dormirse un poco más sobre los cerros de un rincón oculto de Colombia: Villa de las Bendiciones.
Aquel lugar donde la neblina no solo cubre los cafetales, sino que parece guardar secretos antiguos en sus pliegues; donde las quebradas conversan con las piedras, las cigarras cantan como si no conocieran el silencio, y los perros ladran a presencias que solo ellos pueden ver.
Aunque la autopista Panamericana ha partido la montaña en dos, todavía en el alma del pueblo se siente un pulso invisible: el misterio de lo ancestral, la magia de lo simple.

Eran las 3:33 de la madrugada —hora que algunos llaman portal y otros casualidad— cuando Kike abrió los ojos. Se encomendó a Dios y agradeció por sus 35 años de casado con su amada Linda. Envió un pensamiento de amor a ella, a su hijo Juanpis, y a todos aquellos que, sin saberlo, eran parte de su bendición diaria: los que compraban sus tintos, los que algún día tendrían su libro Historias que Inspiran la Imaginación, los que le regalaban una sonrisa en la calle.
A todos les deseó lo mismo: que hoy les fuera un 1% mejor que ayer y mañana un 1% mejor que hoy.

Linda y Juanpis estaban lejos, en Bogotá. A Kike le correspondía aquel día enfrentar el frío, la llovizna y la soledad, armado solo con su carrito —su “carrito mágico”— y la certeza de que todo lo que ocurre tiene un propósito.
A las 5:31 am comenzó a rodar por el camino de placa huella, mientras recordaba que el domingo había leído tres horas continuas y escrito dos nuevos blogs. La montaña lo recibía con su aliento fresco, como si lo empujara suavemente hacia adelante.

Llegó al hospital a las 5:58 am. La fila era larga, unas cincuenta personas. Se colocó el tapabocas y, como si fuera parte de su misión, convenció a varios de usarlo también. Algunos, agradecidos, le compraron tintos, aromáticas y pericos para espantar el frío.
Ese día, las ventas parecían tener un compás propio, como si una mano invisible guiara cada moneda hacia él.
"El que resiste, persiste", se repetía, mientras sentía que algo extraordinario se estaba gestando.

A las 8:15 am, agradeció a la Divina Providencia por el récord alcanzado y se dirigió a la plaza para reunirse con su socio, don Wilson. Cargaron termos, cuadraron cuentas, y Kike continuó su recorrido hasta regresar a Villa de las Bendiciones a las 11:52 am. Preparó su desayuno —una sopa de pasta con pechuga criolla— y descansó exactamente 27 minutos. 


La tarde trajo la segunda parte de la historia. A las 3:33 pm, volvió a salir. Al pasar frente a la alcaldía, la coincidencia —o el destino— lo puso frente a la concejal Diana Triana, quien cumplió su promesa de comprar su libro. En ese instante apareció el presidente del concejo, Dr. Jairo Alberto Leal.
Kike, con la serenidad que solo da la fe, le habló de su obra. El doctor, como si ya lo hubiera estado esperando, percibió su humildad y ordenó a la secretaria, Laura Contreras, agendarlo para el día miércoles.

Por dentro, Kike sintió que la montaña misma le sonreía. Esa era su oportunidad de oro. Al contárselo a don Wilson y a la ingeniera Martha, lo felicitaron y le dieron consejos para presentarse impecable.

La noche llegó con cansancio y gratitud. Ese aniversario número 35 con Linda había sido un desfile de sorpresas invisibles: un récord de ventas, un nuevo libro vendido, y la invitación para presentarlo ante el concejo. Solo le faltó el abrazo de su esposa para completar la escena.

En casa, bajo el agua fría de la montaña, pensó en lo curioso de las horas: 3:33 am, 11:52 am, 3:33 pm… como si fueran marcas en un mapa secreto que él aún no entendía.
Cenó, compartió sus blogs y leyó comentarios de desconocidos: uno lo felicitaba por el cierre de Richi y el Balón que Susurraba Sueños; otro, quizá poeta o escritor, lo aplaudía por la tensión y el ritmo de Kike, el Vendedor de Café.

Kike se acostó. El sueño lo venció rápido, como si la montaña, satisfecha, lo acunara.
Pero la pregunta quedó flotando en la neblina de Villa de las Bendiciones:
¿Repetiría la hazaña en ventas?
¿Conquistarían sus palabras al honorable concejo?

…Esta historia continuará.

lunes, 24 de marzo de 2025

#"El Misterio de la Bendición Invisible"


 En la serena y tibia mañana del viernes 21 de marzo, en Villa de las Bendiciones, dónde el tiempo parecía detenerse. La naturaleza danzaba al compás del canto celestial de los pájaros de colores, mientras Kike despertaba exactamente a las 6:21 a. m. Aún resonaban en su mente las palabras que había escrito cinco horas atrás en su blog: Martes de Encuentros y Despedidas: Un Viaje de Voluntad y Destino.

Kike se levantó, meditó y dejó que los recuerdos del día anterior lo envolvieran. El jueves había trotado hasta Silvania para hacer unas compras. Como era su costumbre, entró en la iglesia a orar y encomendarse a Dios. Recordó a un actor norteamericano que solía experimentar una paz profunda al ingresar a un templo. Kike se ubicó frente a la imagen de María Auxiliadora y cerró los ojos. La iglesia estaba vacía; era el momento perfecto para sumergirse en el silencio infinito.


Tras nueve minutos de introspección, el sonido de unos pasos irrumpió la quietud. Un leve escalofrío recorrió su espalda cuando vio al padre Argelino aparecer de la nada. Con respeto, se acercó y le pidió su bendición. Al recibirla, una oleada de paz lo envolvió. El padre lo miró con curiosidad y Kike sintió el impulso de contarle sobre su libro. El sacerdote lo escuchó con atención y lo felicitó por su valentía. Kike, entusiasmado, compartió con él una oración nacida de su inspiración:

"Gracias, Dios mío, por darme sabiduría e inteligencia para escribir con acierto historias que inspiran al mundo; donde expreso la verdad de mi alma con claridad y convicción, inspirando a los demás".

El padre, conmovido, le aseguró: "Vas a llegar muy lejos, Kike. Conserva esa humildad y fe inquebrantable. Dios está a tu lado".

Kike salió de la iglesia lleno de energía, pero al recordar que no se había tomado una foto con el sacerdote, volvió sobre sus pasos. Al entrar de nuevo, sintió un nudo en la garganta: el padre Argelino había desaparecido. Como si nunca hubiese estado allí. Aturdido, decidió tomar una foto junto a la imagen de María Auxiliadora. Algo en su corazón le decía que esa bendición misteriosa lo acompañaría siempre.

La mañana continuó con buenas noticias. Llamó a su hermano para coordinar el envío de su libro, y sorprendentemente, varios amigos se comunicaron con él para felicitarlo por su nueva publicación. Su amigo de Medellín incluso le envió un audio informándole que ya había recibido los cuatro ejemplares. Todo fluía de manera inexplicable. A pesar de los momentos difíciles, sintió con certeza que Dios estaba con él.

Aquella tarde, Kike recibió cinco colinos de parte de doña Nelly, presidenta de la junta, enviados por don Wilson. Tres de ellos los plantaría en su casa y dos en la huerta comunal, como muestra de gratitud hacia sus vecinos que lo apoyaban en su travesía literaria.

La soledad reinaba en la Villa de las Bendiciones, pues su vecino Carlos Vera y su familia habían partido de viaje. Sin embargo, la calma pronto sería interrumpida. En los siguientes dos días, el destino le tenía preparadas grandes sorpresas a Kike.

¿Qué misterios lo aguardarían el sábado y el domingo?...

Esta historia continuará.

Tras nueve minutos de introspección, el sonido de unos pasos irrumpió la quietud. Un leve escalofrío recorrió su espalda cuando vio al padre Argelino aparecer de la nada. Con respeto, se acercó y le pidió su bendición. Al recibirla, una oleada de paz lo envolvió. El padre lo miró con curiosidad y Kike sintió el impulso de contarle sobre su libro. El sacerdote lo escuchó con atención y lo felicitó por su valentía. Kike, entusiasmado, compartió con él una oración nacida de su inspiración:

"Gracias, Dios mío, por darme sabiduría e inteligencia para escribir con acierto historias que inspiran al mundo; donde expreso la verdad de mi alma con claridad y convicción, inspirando a los demás".

El padre, conmovido, le aseguró: "Vas a llegar muy lejos, Kike. Conserva esa humildad y fe inquebrantable. Dios está a tu lado".

Kike salió de la iglesia lleno de energía, pero al recordar que no se había tomado una foto con el sacerdote, volvió sobre sus pasos. Al entrar de nuevo, sintió un nudo en la garganta: el padre Argelino había desaparecido. Como si nunca hubiese estado allí. Aturdido, decidió tomar una foto junto a la imagen de María Auxiliadora. Algo en su corazón le decía que esa bendición misteriosa lo acompañaría siempre.

La mañana continuó con buenas noticias. Llamó a su hermano para coordinar el envío de su libro, y sorprendentemente, varios amigos se comunicaron con él para felicitarlo por su nueva publicación. Su amigo de Medellín incluso le envió un audio informándole que ya había recibido los cuatro ejemplares. Todo fluía de manera inexplicable. A pesar de los momentos difíciles, sintió con certeza que Dios estaba con él.

Aquella tarde, Kike recibió cinco colinos de parte de doña Nelly, presidenta de la junta, enviados por don Wilson. Tres de ellos los plantaría en su casa y dos en la huerta comunal, como muestra de gratitud hacia sus vecinos que lo apoyaban en su travesía literaria.

La soledad reinaba en la Villa de las Bendiciones, pues su vecino Carlos Vera y su familia habían partido de viaje. Sin embargo, la calma pronto sería interrumpida. En los siguientes dos días, el destino le tenía preparadas grandes sorpresas a Kike.

¿Qué misterios lo aguardarían el sábado y el domingo?...

Esta historia continuará.

domingo, 9 de febrero de 2025

#Bendición en la Cima: Un Mensaje del Cielo


 Era un domingo 9 de febrero, a las 6:00 p.m., cuando la noche comenzaba a envolver Villa de las Bendiciones en su manto estrellado. Kike, tras un día sumergido en la lectura de "Gabo periodista" y en la escritura de algunas reflexiones, sintió una extraña presencia. Desde la mañana, una energía invisible lo rodeaba, observándolo en silencio, como si un mensaje celestial estuviera a punto de revelarse. De pronto, un recuerdo lo golpeó con la fuerza de un relámpago: había sentido esa misma presencia un domingo 14 de enero de 2018, en una mañana nublada y fría en la Plaza de Bolívar, en Bogotá.

Aquel día, a las 7:00 a.m., Kike se encontraba puntual en un desafío con sus amigos del Club ADES. Hilba Prada, Luz Marina Fresno, Gladys Luna, Belén Cagua, Campo Elías, Olga, Humberto Palacios y su eterno rival y amigo de infancia, Julio César Trejos, estaban listos para una prueba de resistencia: escalar el Cerro de Guadalupe desde la Plaza de Bolívar. El recorrido sería desafiante, un ascenso implacable que los llevaría por la calle 9 hasta el barrio Egipto, luego por la carretera vía a Choachí, y finalmente, por un sendero empinado de casi dos kilómetros hasta las puertas del santuario.

El aire frío mordía la piel, y cada zancada era un reto contra la gravedad. El sudor caía como lluvia en los rostros de los corredores, pero Kike, sintiendo la fuerza de algo más grande que él mismo, se sobrepuso al cansancio. Con un tiempo de 1:19:54 y una distancia exacta de 12 km, fue el primero en coronar la cima. En ese instante, se sintió como un ciclista conquistando una etapa del Tour de Francia. Su corazón latía con la intensidad de un tambor de guerra.

Mientras recuperaba el aliento, un grupo de monjas descendía sonriente desde el santuario. Sus hábitos blancos brillaban con una luz etérea, y Kike, sintiéndose envuelto en una sensación de paz inexplicable, les pidió la bendición. Una idea lo asaltó de repente: debía tomarse una foto con ellas. En aquel instante, una emoción electrizante lo recorrió de pies a cabeza. Sentía que esos seres de blancas vestiduras eran ángeles disfrazados de monjas, mensajeras de algo divino. Un escalofrío le recorrió la espalda. ¿Acaso ese encuentro tenía un significado oculto?

Hoy, 9 de febrero, esa misma presencia lo observaba de nuevo. Algún mensaje se cernía sobre él, invisible pero palpable. Mientras escribía este blog, su amigo Deiby le envió un video de la remodelación de su antigua casa. La alegría invadió a Kike al ver cómo Deiby la había modernizado tal como él mismo hubiera querido hacerlo. Con el corazón latiendo de emoción, le escribió un mensaje:

Hola Deiby,

Quiero expresarte mis más sinceras felicitaciones. Has logrado hacer brillar esa casa de una manera admirable. Tu esfuerzo y dedicación son verdaderamente inspiradores. Dios siga bendiciéndote y guiando cada paso de tu camino. Eres un ejemplo a seguir y mereces todo el éxito del mundo.

Un afectuoso abrazo y mis mejores bendiciones para ti y tu linda familia.

De vuelta a sus recuerdos, Kike revivió aquel momento en Guadalupe. Después de la foto con las monjas, sus amigos del Club ADES llegaron a la cima. Julio César, su eterno rival y compañero de carreras, lo felicitó con una sonrisa cómplice. Entraron a la iglesia, oraron en silencio y, tras inmortalizar la hazaña en fotografías, descendieron en colectivo hasta el centro de la ciudad.

Aquella fue una aventura inolvidable, un encuentro con lo divino que Kike nunca olvidaría. Hoy, al sentir de nuevo aquella presencia mística, comprendió que todo estaba conectado. El pasado y el presente se entrelazaban en un susurro celestial, recordándole que la voz del alma es el puente hacia lo divino. En el silencio de la noche, con la pluma en la mano y el calor de su brazo escribiendo, Kike supo que vivía en el aquí y el ahora. Y que, escuchando con atención, podía descifrar los mensajes del cielo.

viernes, 3 de enero de 2025

#El Milagro de Año Nuevo en Villa de las Bendiciones


 Eran las 9:17 de la mañana de un 31 de diciembre radiante, con un sol dorado acariciando los campos que rodeaban Silvania. Un cielo azul pincelado con nubes naranja en varias tonalidades parecía anunciar que ese día tendría algo especial. Kike, inspirado por la serenidad del entorno, escribía en su blog mientras los pájaros ofrecían un concierto matutino. El aroma del café recién hecho impregnaba el aire, cuando su celular interrumpió el momento.

Era doña Yosmary, una vieja amiga desde Bogotá.
—¡Buenos días, doña Yosmary! Qué milagro escucharla. ¿En qué le puedo ayudar?
—Voy camino a Fusagasugá con mis hijos y mi nieta, y me encantaría pasar a saludarlo y conocer su casa. También necesito un hotel cercano, ¿puede recomendarme alguno?

Kike prometió investigar y llamó a varios amigos dueños de hoteles. Todos le dieron la misma respuesta: "Estamos copados por la temporada". Al comentarlo con su esposa Linda, ella, con su serenidad característica, le aconsejó esperar. "Deja que todo fluya", dijo mientras ofrecía una sonrisa que parecía contener un secreto que aún ni Kike comprendía.

Pasaron las horas hasta que, a las 3:06, Yosmary volvió a llamar:
—Kike, estamos a punto de llegar a Silvania.

Kike salió al encuentro con entusiasmo. A pocos metros, los vio por primera vez en mucho tiempo: Yosmary, sus hijos Daniel y Andrea, y la pequeña Valeria. Sin embargo, algo en ellos parecía diferente. Había un aire crepuscular en su semblante, como si cargaran un peso invisible.

Cuando llegaron a la casa, Linda los recibió con su calidez habitual, sirviéndoles un tinto aromático de la región acompañado de arepas. Pero el silencio persistía, un silencio que no era incómodo, sino lleno de misterio. Algo se gestaba en el aire, como si el universo tuviera un mensaje oculto para todos.

Finalmente, Kike rompió el hielo:
—¿Están bien? ¿Pasa algo?

Fue entonces cuando Yosmary confesó la verdad: habían sido víctimas de una estafa. Habían reservado un hotel inexistente en Chinauta, pagando una suma considerable por adelantado. Cuando Andrea intentó confirmar los detalles esa mañana, el supuesto encargado había desactivado su celular, dejándolos a la deriva.

—No sabíamos qué hacer —dijo Andrea con voz quebrada—. Pensamos que esta noche la pasaríamos quién sabe donde.

Sin pensarlo dos veces, Kike y Linda les ofrecieron quedarse en su casa. En ese instante, los ojos de los invitados recuperaron un brillo perdido, como si una luz divina les hubiera devuelto la esperanza.

Esa noche, alrededor de la mesa, compartieron historias y reflexiones. Andrea narró cómo había planeado viajar a la Feria de Cali, pero una enfermedad repentina lo impidió, y ahora, de forma inesperada, se encontraba en Villa de las Bendiciones.

Kike también reflexionó en silencio: un año atrás, jamás habría imaginado vivir en esa casa paradisíaca, rodeado de naturaleza y escribiendo su primer libro. Todo parecía responder a un orden divino, a un plan mayor que ellos apenas comenzaban a comprender.

A la medianoche, mientras los fuegos artificiales iluminaban el cielo, Kike observó a su familia y amigos reunidos. Sintió que ese momento encapsulaba una enseñanza profunda: la vida siempre tiene giros inesperados, y lo que parece un contratiempo puede convertirse en una bendición.

Al día siguiente, después de explorar los encantos de Silvania, sus invitados partieron rumbo a Bogotá, agradecidos y llenos de nuevas energías. Antes de partir, doña Yosmary le compró a Kike un ejemplar de Historias que inspiran la imaginación, donde Kike le plasmó una dedicatoria a ella, sus hijos y su nieta. Justo cuando se despidieron, llegaron Carmencita y Jhonny, dos amigos entrañables, como si el universo tuviera más sorpresas reservadas para ese mágico comienzo de año 2025.

Esta historia continuara.........


Reflexión:

Esta historia nos recuerda que la vida está llena de giros inesperados y sincronías perfectas. A veces, lo que parece un contratiempo es en realidad una bendición disfrazada. Nos enseña la importancia de la resiliencia, la generosidad y la fe en que todo ocurre en el momento preciso, según el orden divino que Dios y el cosmos han dispuesto para nosotros.

Y tú, lector, ¿qué mensaje oculto crees que tiene este final de año para ti?

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