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viernes, 3 de enero de 2025

#El Milagro de Año Nuevo en Villa de las Bendiciones


 Eran las 9:17 de la mañana de un 31 de diciembre radiante, con un sol dorado acariciando los campos que rodeaban Silvania. Un cielo azul pincelado con nubes naranja en varias tonalidades parecía anunciar que ese día tendría algo especial. Kike, inspirado por la serenidad del entorno, escribía en su blog mientras los pájaros ofrecían un concierto matutino. El aroma del café recién hecho impregnaba el aire, cuando su celular interrumpió el momento.

Era doña Yosmary, una vieja amiga desde Bogotá.
—¡Buenos días, doña Yosmary! Qué milagro escucharla. ¿En qué le puedo ayudar?
—Voy camino a Fusagasugá con mis hijos y mi nieta, y me encantaría pasar a saludarlo y conocer su casa. También necesito un hotel cercano, ¿puede recomendarme alguno?

Kike prometió investigar y llamó a varios amigos dueños de hoteles. Todos le dieron la misma respuesta: "Estamos copados por la temporada". Al comentarlo con su esposa Linda, ella, con su serenidad característica, le aconsejó esperar. "Deja que todo fluya", dijo mientras ofrecía una sonrisa que parecía contener un secreto que aún ni Kike comprendía.

Pasaron las horas hasta que, a las 3:06, Yosmary volvió a llamar:
—Kike, estamos a punto de llegar a Silvania.

Kike salió al encuentro con entusiasmo. A pocos metros, los vio por primera vez en mucho tiempo: Yosmary, sus hijos Daniel y Andrea, y la pequeña Valeria. Sin embargo, algo en ellos parecía diferente. Había un aire crepuscular en su semblante, como si cargaran un peso invisible.

Cuando llegaron a la casa, Linda los recibió con su calidez habitual, sirviéndoles un tinto aromático de la región acompañado de arepas. Pero el silencio persistía, un silencio que no era incómodo, sino lleno de misterio. Algo se gestaba en el aire, como si el universo tuviera un mensaje oculto para todos.

Finalmente, Kike rompió el hielo:
—¿Están bien? ¿Pasa algo?

Fue entonces cuando Yosmary confesó la verdad: habían sido víctimas de una estafa. Habían reservado un hotel inexistente en Chinauta, pagando una suma considerable por adelantado. Cuando Andrea intentó confirmar los detalles esa mañana, el supuesto encargado había desactivado su celular, dejándolos a la deriva.

—No sabíamos qué hacer —dijo Andrea con voz quebrada—. Pensamos que esta noche la pasaríamos quién sabe donde.

Sin pensarlo dos veces, Kike y Linda les ofrecieron quedarse en su casa. En ese instante, los ojos de los invitados recuperaron un brillo perdido, como si una luz divina les hubiera devuelto la esperanza.

Esa noche, alrededor de la mesa, compartieron historias y reflexiones. Andrea narró cómo había planeado viajar a la Feria de Cali, pero una enfermedad repentina lo impidió, y ahora, de forma inesperada, se encontraba en Villa de las Bendiciones.

Kike también reflexionó en silencio: un año atrás, jamás habría imaginado vivir en esa casa paradisíaca, rodeado de naturaleza y escribiendo su primer libro. Todo parecía responder a un orden divino, a un plan mayor que ellos apenas comenzaban a comprender.

A la medianoche, mientras los fuegos artificiales iluminaban el cielo, Kike observó a su familia y amigos reunidos. Sintió que ese momento encapsulaba una enseñanza profunda: la vida siempre tiene giros inesperados, y lo que parece un contratiempo puede convertirse en una bendición.

Al día siguiente, después de explorar los encantos de Silvania, sus invitados partieron rumbo a Bogotá, agradecidos y llenos de nuevas energías. Antes de partir, doña Yosmary le compró a Kike un ejemplar de Historias que inspiran la imaginación, donde Kike le plasmó una dedicatoria a ella, sus hijos y su nieta. Justo cuando se despidieron, llegaron Carmencita y Jhonny, dos amigos entrañables, como si el universo tuviera más sorpresas reservadas para ese mágico comienzo de año 2025.

Esta historia continuara.........


Reflexión:

Esta historia nos recuerda que la vida está llena de giros inesperados y sincronías perfectas. A veces, lo que parece un contratiempo es en realidad una bendición disfrazada. Nos enseña la importancia de la resiliencia, la generosidad y la fe en que todo ocurre en el momento preciso, según el orden divino que Dios y el cosmos han dispuesto para nosotros.

Y tú, lector, ¿qué mensaje oculto crees que tiene este final de año para ti?

miércoles, 2 de octubre de 2024

Jim, el chico que soñó viajar a las estrellas



Había una vez un chico llamado Jim, que vivía con su abuelo en una pequeña casa en el campo, lejos de la bulliciosa ciudad. Desde que tenía seis años, Jim pasaba las noches observando el cielo estrellado. Le fascinaba el firmamento, y mientras contemplaba las luces titilantes en el oscuro cielo, se preguntaba: ¿Qué habrá más allá de las estrellas?

En las noches más claras, subía al altillo de su casa, el lugar donde se sentía más cerca del cielo. Acostado en su colchón, miraba a través de la ventana, perdiéndose en la inmensidad del universo. A veces, el sueño lo vencía mientras soñaba despierto, imaginando viajes a lugares lejanos e inexplorados. Otras noches, su imaginación iba aún más allá: soñaba que su espíritu se desprendía de su cuerpo y lo veía dormido, flotando por encima de sí mismo, en lo que él describía como un desdoblamiento. En esos sueños, Jim podía atravesar techos y paredes, volar con solo desearlo.

Una vez que se elevaba sobre el campo, observaba la ciudad iluminada en la distancia, con las luces de los postes y los autos que se deslizaban por las avenidas como ríos de luz. Pero su verdadero objetivo siempre era el cielo. Con la mente enfocada en las estrellas, Jim se elevaba cada vez más alto, atravesando las nubes, acercándose al infinito. Sin embargo, justo cuando sentía que iba a tocar el universo, despertaba abruptamente, impotente al no haber alcanzado las estrellas.

Pasaron los años y Jim continuó alimentando su fascinación por el cosmos. En la escuela, sus clases favoritas eran las de ciencias. Se sentía transportado cuando los maestros hablaban de los planetas, las estrellas y el universo. Cada descripción sobre Marte, Júpiter o Saturno era como un cuento de hadas para él, que llenaba su mente de sueños. Jim se preguntaba cómo sería estar allá arriba, no como un simple observador, sino como alguien que podía vivir y respirar entre las estrellas.

En la década de los 80, Jim descubrió algo que cambiaría su vida: un hombre llamado Carl Sagan, quien con sus documentales sobre el universo lo llevó aún más allá de su imaginación. No se perdía ni un solo episodio de la serie Cosmos, y cuando anunciaron el lanzamiento de los libros y videos en VHS en Colombia, Jim no dudó en comprarlos. A partir de ese momento, cualquier libro de Sagan que se publicara se convertía en un tesoro para él. Disfrutaba cada relato, cada teoría, y se sumergía en las enseñanzas del universo.

Una noche, tras un largo día de lectura, Jim volvió a soñar. Esta vez, su desdoblamiento lo llevó más lejos que nunca. Se desprendió de su cuerpo y, en cuestión de segundos, se encontraba navegando por el sistema solar. Pasó rozando Marte, observando su árido paisaje rojizo, y luego se acercó a Júpiter. Mientras ingresaba en su atmósfera, sintió la inmensidad del planeta. Podía ver las tormentas girando como remolinos gigantes. Era tan real que al despertar, su corazón latía con fuerza. Para Jim, ese sueño fue más que un simple vuelo imaginario; fue una visión. Y fue en ese momento que decidió dedicar su vida a la Astronomía.

Con el paso de los años, Jim trabajó duro para cumplir su sueño. Logró ingresar a la Universidad Nacional, donde se sumergió en sus estudios con pasión. No había día en que no pensara en las estrellas, en los planetas, y en lo vasto que era el universo. Luego de completar sus estudios en Colombia, se mudó a los Estados Unidos, donde continuó su formación en el Instituto de Astronomía UNAN, en Ensenada, México. Su esfuerzo, perseverancia y dedicación lo llevaron a lugares que antes solo podía soñar.

Eventualmente, Jim alcanzó su mayor meta: ser ingeniero en la NASA, la misma compañía que admiraba desde niño. Cada día en su trabajo se sentía como aquel niño en el altillo de su casa, observando las estrellas. Solo que esta vez, en lugar de soñar con tocar el cielo, estaba construyendo las naves que harían posible que otros viajaran a las estrellas.

La historia de Jim nos deja una lección invaluable: los sueños que tenemos desde niños son señales de lo que podemos lograr. Visualizarlos, creer en ellos, y trabajar incansablemente para hacerlos realidad es el camino hacia el éxito. Jim nos demuestra que todos tenemos dentro de nosotros talentos y habilidades únicos, y es nuestra responsabilidad desarrollarlos al máximo para servir a los demás y alcanzar las estrellas, en el sentido más literal y simbólico.

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