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miércoles, 19 de febrero de 2025

#La Madrugada de los Milagros


 Era una madrugada misteriosa del 19 de febrero. El reloj marcaba exactamente las 3:33 a.m. cuando Kike despertó, sintiendo una energía distinta, casi sobrenatural. Un silencio infinito envolvía a Villa de las Bendiciones, un lugar donde el tiempo parecía detenerse y la realidad se fundía con el sueño. Se quedó inmóvil en su cama, con la certeza de que esa no era una noche cualquiera. Algo grande estaba por suceder.

Intentó volver a dormir, pero en su mente resonaban las enseñanzas del maestro Deepak Chopra: “Las primeras horas de la madrugada son sagradas. Lo que pienses y declares en esos minutos iniciales moldeará tu día y tu destino”. Sus palabras se materializaban en la penumbra de su habitación como un eco de conocimiento ancestral.

Kike había cambiado recientemente sus horarios de sueño, acostándose a la medianoche y despertando entre las 5 y 6 de la mañana. Sin embargo, esa noche había sido distinto. Había despertado antes, como si una fuerza invisible lo hubiera llamado a ese instante preciso. Sintiendo que era una oportunidad única, comenzó a recitar sus afirmaciones positivas, aquellas que llevaban un mes transformando su vida de maneras inexplicables. Había leído que la ciencia respaldaba estas prácticas: las palabras que decimos al amanecer influyen directamente en nuestra estructura neuronal y hasta en nuestro ADN.

Mientras meditaba y repetía sus decretos, recordó lo sucedido dos días atrás en Fusagasugá, cuando Luis, un antiguo conocido con quien había tenido diferencias, lo abordó inesperadamente. “Kike, quiero pedirte perdón”, le dijo Luis con voz sincera mientras le compraba su libro. Aquel episodio había sido un milagro en sí mismo, una prueba de cómo sus pensamientos positivos estaban manifestando una nueva realidad. Y no solo eso: su salud era inquebrantable, su fortaleza física y mental eran envidiables, y cada día sentía que su creatividad se expandía como nunca antes.

Recordó a su amiga Hilba Prada, quien trabajaba en una EPS en Bogotá y le había contado cómo llegaban pacientes con fortunas inmensas, dispuestos a darlo todo por un poco de salud. “Tienes un tesoro, Kike. Lo que tú tienes no se compra con dinero”, le había dicho con admiración.

Inspirado, se levantó y comenzó su rutina. Realizó ejercicios de yoga, se hidrató, y cuando menos lo pensó, algo asombroso ocurrió: mientras escribía sus metas y objetivos, sintió que su mano se movía sola, como guiada por una fuerza misteriosa. Las palabras fluían sin esfuerzo, como si alguien más estuviera dictándolas en el aire. Sentía cada célula de su cuerpo vibrar con una energía indescriptible.

Se sumergió en su escritura hasta las 10:00 a.m., completamente inmerso en el presente. Fue un lapso de horas donde el pasado y el futuro dejaron de existir. Entendió que al abandonar el ahora, se generaba una brecha de confusión, temor y ansiedad. Pero en ese momento, Kike era uno con el instante.

Al final de la mañana, con una sensación de plenitud absoluta, se comunicó con seis amigos en Bogotá: Isabel, don Darío, Marcela, Carlos Mayorga, Mery y don Manuel Ríos. Todos lo felicitaron y confirmaron su apoyo para la compra de su primer libro: Historias que Inspiran la Imaginación.

Esa madrugada había sido una revelación. Había descubierto el poder oculto en las horas mágicas y en las palabras sembradas al amanecer. Su meta para el siguiente día estaba clara: expandir el tiempo de presencia y dejar que la magia siguiera fluyendo. Quizás, sólo quizás, la vida le tenía reservados más milagros por descubrir.

.....Esta historia continuará

miércoles, 15 de enero de 2025

#La Nostalgia de las Historias que Inspiran


 Era una tibia mañana despejada en Villa de las Bendiciones, en Silvania. A las 5:40 a. m., el cielo azul con nubes teñidas de naranja anunciaba un día espléndido. Las aves multicolores cantaban con un tono celestial, y el tiempo parecía detenerse. Kike despertó de un sueño armonioso, cargado de serenidad. Meditó durante unos minutos, como lo hacía cada mañana, antes de recordar las últimas cien páginas que había devorado la noche anterior de La nostalgia de las almendras amargas. Este libro, una compilación de textos de Gabriel García Márquez, le había permitido descubrir una conexión profunda con el autor.

Kike se había identificado especialmente con los momentos de penurias que Gabo vivió al terminar Cien años de soledad. La historia de cómo García Márquez y Mercedes, su esposa, habían tenido que dividir el manuscrito en dos paquetes para enviarlo a Buenos Aires debido a la falta de dinero, resonó con él. “¡Quién iba a imaginar que esa novela sería un éxito mundial!” pensó Kike, mientras recordaba los propios obstáculos que había enfrentado para publicar su primer libro, Historias que inspiran la imaginación.

La espera de las primeras regalías le llenaba de expectativas. Aunque las librerías no habían reportado a tiempo las ventas por el cierre de fin de año, Kike se sentía optimista. Sabía que cada capítulo de su libro contenía historias cargadas de motivación y esperanza, y esperaba que resonaran en los lectores como el eco de un susurro universal. Su segunda versión, más cautivadora y rica en historias silvanenses, estaba casi lista, y él tenía fe en que dejaría una huella duradera.

Aquella tarde, Kike tenía una cita con el alcalde Ricardo Pulido. Quería presentar una propuesta para integrarse al equipo de la alcaldía y usar sus relatos para resaltar el esfuerzo de los labriegos silvanenses. Recordó cómo había acompañado a don Wilson de la UMATA en clausuras por las veredas. En esos recorridos, había descubierto la calidez y la resiliencia de la gente del campo, quienes, con sus manos laboriosas, proveen la alimentación diaria de todos.

Sin embargo, la reunión no se concretó. Kike sintió frustración, pero también determinación. Sabía que su amor por Silvania y su compromiso con las historias de su tierra eran más fuertes que cualquier obstáculo. Visualizó un futuro donde sus relatos no solo motivaran a los lectores, sino que también inspiraran a la comunidad a valorar su propia historia y tradiciones.

Al volver a casa, se sentó frente a su escritorio y comenzó a escribir un nuevo capítulo para su próximo libro. La brisa de la tarde acariciaba las páginas en blanco mientras Kike pensaba en las palabras de Mercedes a Gabo: “Lo único que falta es que la novela sea mala”. Pero Kike sonrió, porque en su corazón sabía que sus historias eran un tributo a la humanidad, un canto a la esperanza y un puente entre generaciones.

El sol se ocultaba, tiñendo el cielo de tonos cálidos, y con él, Kike escribió la frase que marcaría el rumbo de su siguiente capítulo: “Desde la pequeñez de un pueblo, se puede inspirar al mundo entero”. En ese instante, la magia de Silvania cobró vida en su pluma, y su sueño de trascender quedó sellado en las páginas de la historia.

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