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sábado, 15 de marzo de 2025

#El Amanecer de un Jueves 13 en Villa de las Bendiciones


 El sol apenas asomaba sus primeros destellos tras un cielo nublado cuando Kike despertó con la sensación de haber viajado a un mundo paralelo. Eran las 6:03 a.m., y la brisa templada de 22 grados abrazaba con suavidad el paisaje de Villa de las Bendiciones. Aún con los vestigios de su sueño flotando en su mente, Kike se incorporó con energía, consciente de que el día le deparaba retos y misterios por descubrir. Realizó, su acostumbrada rutina diaria de meditación, lectura y escritura durante tres horas y media.

Su primera misión del día fue dedicarse a su gran pasión: comercializar sus libros. Dedicó parte de la mañana a preparar un envío especial para su amigo William Lozano, quien le había solicitado un ejemplar para regalárselo a su esposa. Con esmero, Kike escribió una dedicatoria con tinta negra sobre una página de papel de algúdon:

"*Para Sonia Milena, gran lectora,

En nombre de tu esposo William, quien te obsequia este libro con el aprecio y amistad que nos une desde hace años. William me ha expresado con emoción su pasión por la lectura y su deseo de apoyarme en la difusión de esta obra.

A través de estas páginas, te invito a sumergirte en relatos que harán soñar, reflexionar y encontrar la inspiración en lo cotidiano. Que cada historia te acompañe y te motive, así como la lectura ha sido una fuente inagotable de conocimiento y disfrute para ti.*"

Kike cerró el sobre con la satisfacción de quien deposita un tesoro en las manos correctas. Pasado el mediodía, salió a realizar el envío y, en el trayecto, su mente vagó hacia un pensamiento recurrente: hace un mes había sido bendecido con la llegada de sus nietos mellizos. Pronto, los visitaría.

Pero el día aún guardaba una prueba para él. A las 3:00 p.m., Kike se propuso encontrar la fundación LEVI, un lugar dedicado al cuidado de ancianos. En un intento previo, la dirección se había convertido en un acertijo sin respuesta. Sin embargo, esta vez, trotó con determinación hasta dar con una vieja casona de muros desgastados y un jardín de girasoles mustios. Golpeó la puerta, y fue recibido por una mirada anciana y profunda. Segundos después, aparecieron don Marcos y el pastor Jorge Mancipe, quienes le abrieron el paso al recinto.

Allí, el aire pesaba con los suspiros de las almas que aguardaban recuerdos. Los ancianos, con miradas extraviadas en el tiempo, se aferraban a la presencia de Kike, como si con ello pudieran evitar desvanecerse en el olvido. Mientras la directora, doña Consuelo, atendía a un representante de la alcaldía para gestionar más alimentos, Kike observaba con el corazón encogido aquella comunidad de soledades compartidas. Al poco tiempo, fue invitado a una merienda de tinto y arroz de leche, mientras exponía su propuesta: organizar un "Banquete del Millón" para recaudar fondos, prometiendo donar el 10% de las ventas de su libro a la fundación.

El entusiasmo encendió las pupilas de doña Consuelo y don Marcos. Al despedirse, Kike sintió que cada apretón de manos era un ruego silencioso por no ser olvidado.

De vuelta en casa, la luna ya se alzaba sobre Villa de las Bendiciones. Preparó su cena: lentejas con arroz, papa salada, carne de cerdo asada y jugo de guatila con azúcar y gotas de limón, un sabor cercano al kiwi. A las 7:30 p.m., con energía renovada, comenzó a escribir en su blog: "Salomé y el Secreto de la Tierra Viva", la historia de una niña prodigio que amaba la naturaleza y cuyo padre defendía el uso de abonos orgánicos para proteger el suelo.

Cuando la 1:00 a.m. marcó el final de su jornada, Kike cerró los ojos con una satisfacción inexplicable. En su mente aún danzaban las miradas de los abuelos de la fundación, acompañadas por un pensamiento: mañana seré un 1% mejor.

miércoles, 5 de marzo de 2025

# El pacto de los libros y los abuelos olvidados

 

Era una mañana fresca en Villa de las Bendiciones, donde el tiempo parecía detenerse. El amanecer pintaba el cielo de tonos dorados y anaranjados mientras los pájaros de colores revoloteaban alegres, picoteando la ventana de Kike. Eran las 5:58 a.m. del sábado 1 de marzo, y él se levantaba tras una noche de sueño entrecortado. Una molesta neuralgia en su espalda baja lo había acosado sin descanso. Se estiró con dificultad, contemplando la belleza del amanecer, y se dispuso a comenzar su ritual matutino: meditación, ejercicios de respiración, yoga y oración. Aunque el dolor lo limitaba, no permitió que lo venciera. Tenía un día importante por delante: presentar su libro en el Mirador Artístico de Silvania.

Antes de salir, escribió una dedicatoria especial para su padrino, a quien enviaría un ejemplar a Bogotá. La mañana pasó rápido, y a las 12:40 p.m., cargando una maleta con nueve libros y su persistente dolencia, Kike partió. Primero se dirigió a la oficina de envíos, donde apenas alcanzó a despachar el libro antes del cierre. Dada su dificultad para desplazarse, decidió no regresar a casa y avanzó directamente hacia el Mirador Turístico.

El camino de casi un kilómetro se le hizo eterno. El peso de los libros, sumado al dolor en su espalda, lo hacía avanzar con lentitud. Mientras caminaba, repasaba mentalmente su libreto, sintiendo una mezcla de emoción y nerviosismo. Al llegar, 35 minutos antes de lo previsto, se recostó en una pared para descansar y continuar ensayando.

A la 1:50 p.m., un bus de turismo llegó al Mirador, y varias personas descendieron para ingresar. Kike entró tras ellos y fue recibido con cálido afecto por doña Ligia Masmela y su esposo, Germán Pinzón, dueños del lugar. Le ofrecieron un jugo de guayaba fresco, mientras doña Ligia le explicaba que la reunión inicial era de la Fundación Levi, la cual velaba por el bienestar de adultos mayores en situación de vulnerabilidad.

A las 2:16 p.m., la reunión comenzó con una oración del pastor Jorge Mancilla. Luego, la señora Consuelo Céspedes, junto a sus asistentes Karen Panadero y Margarita Alvarado, expuso la crítica situación de la fundación: sin recursos suficientes para mantener a los abuelos, les era difícil ofrecerles atención digna. Conmovidos, los asistentes escuchaban la historia de un abuelo de 111 años, cuya mirada reflejaba toda una vida de sacrificios y soledad.

Kike, sintiéndose impotente ante la situación, se preguntaba cómo podría ayudar cuando apenas sobrevivía con la venta de sus libros. En ese momento, el señor Jairo Bahamón intervino y propuso difundir la causa en redes sociales. Kike, con humor, pensó: “Aquí todos buscan aportes, y yo tratando de vender mis libros. Tal vez vine al lugar equivocado”, y sonrió para sí mismo.

Las intervenciones continuaron, y Elenicer Ruiz, enfermera voluntaria, relató las dificultades de brindar atención a los abuelos sin los recursos adecuados. Fue en ese instante cuando Kike tuvo una revelación: podía ayudar donando el 10% de cada libro vendido a la fundación. La idea lo emocionó. Se levantó de su asiento y buscó a doña Ligia en la cocina, donde ella preparaba el almuerzo. Conmovido, le contó su plan y le pidió que lo anunciara en su nombre.

Doña Ligia regresó a la reunión y pidió la palabra. Con voz firme y emotiva, explicó la propuesta de Kike. Un murmullo de aprobación recorrió la sala antes de estallar en aplausos. La idea había sido recibida con entusiasmo. Kike, a pesar de su agotamiento, se sintió inspirado y finalmente presentó su libro, aunque su lectura fue algo entrecortada por los nervios y el cansancio.



Finalizada la reunión, doña Ligia y su esposo deleitaron a los asistentes con un recital de música colombiana, acompañados de sus guitarras. Kike capturó el momento en un video y transmitió en vivo por Facebook. Luego, se reunieron para compartir una comida: pasta con verduras al vapor, limonada y una exquisita torta de chocolate.

Cuando terminaban, Jairo Bahamón se acercó a Kike y le dijo con una sonrisa: “Te compro un libro”. Kike, sorprendido y agradecido, respondió: “Gracias, don Jairo”. Siguiendo su compromiso, pidió a la asistente de la fundación apartar el 10% como donación.

En ese instante, sintió un renovado propósito. No solo había vendido un libro, sino que también, sin planearlo, había contribuido a una causa noble. Entre risas, abrazos y despedidas, cada quien tomó su camino. Kike, sin embargo, al salir sintió cómo el dolor en su espalda arreciaba. Caminó con esfuerzo hasta Villa de las Bendiciones, donde se entregó al descanso con la confianza de que su cuerpo hallaría la manera de sanar.

El domingo sería un día de recuperación, pero el lunes lo esperaba otra emocionante aventura: la cobertura de la entrega de insumos por parte de la UMATA y la alcaldía. Además, ayudaría a don Wilson. ¿Se recuperaría del dolor sin necesidad de medicamentos?

Esta historia continuará...

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