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domingo, 9 de marzo de 2025

#El Misterio de los Sueños y la Providencia, primera parte


 Era un miércoles 5 de marzo. El reloj marcaba las 5:40 a. m. en una mañana tranquila y fresca, con un cielo pincelado de nubes grises y blancas. El canto de los gallos, el aleteo de las aves migratorias a lo lejos, el ladrido de los perros y la melodía incesante de los pájaros componían una sinfonía natural que anunciaba un nuevo día en Villa de las Bendiciones, un lugar donde el tiempo parecía detenerse.

Kike despertó de dos sueños. El primero, a medianoche, lo había dejado inquieto. Soñó que caminaba por un sendero con un niño de la mano derecha, mientras en la izquierda llevaba una camándula que siempre lo acompañaba, una herramienta poderosa de su fe. Pero de repente, el niño le dijo algo que lo ofendió. Sin pensarlo, Kike se dejó llevar por el impulso, se descontroló y le propinó un latigazo con la camándula en su pequeña mano derecha. El niño gritó de dolor.

Despertó sobresaltado. Un ardor intenso quemaba su propia mano derecha. Encendió la luz y la examinó. No había marca alguna, pero el dolor persistía. Miró hacia la mesita de noche y vio su camándula. Era la misma del sueño. Instintivamente, la tomó y la envolvió en su mano. En ese instante, el ardor desapareció.

Se quedó pensativo. ¿Había castigado a su niño interior? ¿Se habría liberado de alguna carga del pasado? Respiró hondo, meditó y volvió a dormirse.

El segundo sueño fue completamente distinto. Se vio caminando por un sendero infinito de nubes blancas. A medida que avanzaba, una paz inmensa lo envolvía y su cuerpo comenzaba a irradiar luz. Despertó sintiendo una energía desconocida. Se observó en el espejo, se saludó y notó un brillo especial en sus ojos. Se repitió en voz baja:

"Me remito a observar mis pensamientos sin identificarme con ellos."

Sin darse cuenta, empezó a recitar el libreto del video que haría para convencer al mundo de la importancia de leer su libro: "Historias que Inspiran la Imaginación". Lo repitió tres veces. Ya se lo sabía de memoria.

Siguió su rutina diaria: lectura, escritura, yoga, meditación. Preparó su desayuno con productos de su huerta: jugo de naranja, huevos cocidos, chocolate y arepas recién asadas. Luego, arregló su jardín, eliminó las hojas secas y lavó la ropa.

A las 11:42 a. m., llamó a Luz Marina, una antigua compañera de la inmobiliaria. Ella elogió sus blogs y le confesó que estaba intrigada por su libro.

Por la tarde, a las 4:43 p. m., conversó con Carlos Velásquez, un emprendedor del campo, defensor de la fumigación natural. Hablaron sobre la entrega de semillas y abono de la UMATA. Carlos le aseguró que pronto compraría su libro.

A las 4:59 p. m., Kike marcó el número de Celmira, una amiga que conoció en una feria artesanal, cultural y agropecuaria en Silvania. Para su sorpresa, Celmira ya seguía su blog y lo leía a diario. Cuando Kike le habló de su libro, ella lo felicitó con entusiasmo.

—Si quieres, te lo llevo mañana a Silvania —le propuso Kike.

—Ya no vivo en Silvania —respondió ella—. Me mudé a San José del Guaviare.

—No hay problema. Te lo envío mañana mismo. Confío en ti.

Celmira quedó encantada y le pidió una foto de la portada para compartirla en su estado de WhatsApp. Minutos después, Kike recibió una notificación: Celmira le había consignado el valor del libro sin que él se lo hubiera enviado aún.

Estupefacto, sintió una oleada de emoción. La Providencia actuaba de maneras misteriosas.

Le envió a Celmira un video y el enlace donde podía encontrar su libro en varios formatos. Había vendido su primer ejemplar de la semana. Su meta era vender tres libros diarios, y ya había logrado el primero.

Aquella noche, Kike se acostó con una sensación de gratitud. Sus sueños le habían liberado de algo profundo, y ahora la vida le estaba mostrando el poder de la fe y la confianza.

¿Lograría vender los otros dos libros al día siguiente?

Esta historia continuará…

sábado, 14 de diciembre de 2024

# "El Amanecer de los Sueños"


Eran las 1:35 a.m. de un sábado de diciembre, cuando el amanecer susurraba suavemente entre las sombras de la noche. Afuera, el cantar de los grillos componía una sinfonía que se entrelazaba con el silencio cálido de una madrugada iluminada por una luna llena, brillante como un faro perdido en la oscuridad. Dentro de su habitación, Kike terminaba de ajustar los últimos detalles de un blog y de subir unos videos que publicaría más tarde. Exhausto pero satisfecho, se preparaba para descansar cuando algo llamó su atención.

Sobre su escritorio descansaba un ejemplar de su primer libro: Historias que inspiran la imaginación, enviado desde España tres días atrás. La portada, ligeramente desgastada, brillaba con la luz plateada que entraba por la ventana. Sin pensarlo mucho, Kike lo tomó entre sus manos y comenzó a hojearlo. A medida que sus ojos recorrían las páginas, una sensación indescriptible lo envolvió. Al principio era incredulidad, preguntándose si él mismo había escrito aquellas palabras que ahora parecían cobrar vida propia.

Entonces, una oleada de luz suave y cálida surgió desde su interior, llenándolo de una paz profunda. Las palabras del libro parecían brillar en el papel, y de pronto Kike sintió como si fuera transportado a otra dimensión. Las letras se transformaban en caminos luminosos, y cada párrafo se convertía en una nube blanca y satinada que flotaba en un cielo azul infinito. La realidad parecía desvanecerse mientras navegaba por paisajes oníricos, donde la fantasía y la magia lo envolvían. Su corazón latía con fuerza, no de miedo, sino de una emoción que apenas podía comprender.

Cuando regresó a sí mismo, miró el reloj: eran las 2:34 a.m. El sueño había desaparecido por completo, pero su alma estaba serena. Cerró el libro con cuidado y lo contempló, como quien observa la belleza de un amanecer por primera vez. Fue una experiencia mágica que supo que nunca olvidaría. Decidió subir al balcón para despejar su mente. El cielo estrellado se desplegaba ante él como un tapiz de misterios infinitos. Levantó los brazos al cielo, orando y dando gracias a Dios por los milagros inesperados de la vida.

Recordó entonces a su amigo, aquel que había aparecido unas horas antes con un gesto que le había salvado en un momento complicado. Para Kike, esa persona era un enviado, un ángel disfrazado de ser humano. Las coincidencias de la noche parecían tener un propósito divino, una conexión invisible que entretejía los hilos de la vida.

Volvió a su habitación para descansar, aunque el sueño se resistía a venir. Cerró los ojos y comenzó a repetir su mantra: gracias, gracias, gracias. Poco a poco, su mente se calmó, pero justo cuando empezaba a sumergirse en el mundo de los sueños, algo extraordinario ocurrió.

Una luz brillante llenó la habitación. Era tan intensa que Kike tuvo que entreabrir los ojos. Frente a él, dos figuras luminosas emergieron del aire, rodeadas por un resplandor que pulsaba como el latido de un corazón. Antes de que pudiera reaccionar, sintió que una fuerza invisible lo envolvía y lo arrastraba hacia un portal que había aparecido en medio de la habitación. Kike se vio transportado a un lugar donde el tiempo y el espacio parecían haber desaparecido.

Había un silencio absoluto, una quietud que llenaba cada rincón de su ser. Los paisajes que lo rodeaban eran de una belleza indescriptible: campos dorados que parecían hechos de luz líquida, ríos que fluían hacia un horizonte interminable, y cielos que cambiaban de color como un arcoíris eterno. La paz que sentía en su interior era infinita, como si hubiera encontrado el verdadero hogar de su alma.

Mientras exploraba este mundo mágico, se encontró con una voz que parecía provenir de todas partes y de ninguna al mismo tiempo. "Kike", dijo suavemente, "todo lo que necesitas para alcanzar tus sueños está dentro de ti. Confía en el poder de tu imaginación y en la fuerza de tu gratitud". Estas palabras resonaron profundamente en su ser, y Kike sintió como si una chispa divina encendiera una llama en su interior.

Cuando finalmente despertó, eran las 5:40 a.m. Sus párpados se abrieron lentamente para recibir la luz tenue del amanecer. El cielo estaba pintado de naranjas y rosados, anunciando un día lleno de promesas y esperanza. Kike permaneció acostado por unos momentos, reflexionando sobre lo vivido. Sabía que aquello había sido mucho más que un sueño; había sido una experiencia que lo transformaría para siempre.

Esta historia nos deja dos grandes enseñanzas. Primero, que la gratitud es una fuerza poderosa que conecta nuestras almas con los milagros cotidianos de la vida. Y segundo, que la felicidad que buscamos fuera siempre ha estado dentro de nosotros, como una llama incandescente de paz y quietud que solo espera ser descubierta.

Así como Kike, todos tenemos el poder de trascender nuestros límites y encontrar la magia en lo cotidiano. Al hacerlo, descubrimos que somos parte de algo más grande, un todo lleno de propósito y significado. La clave está en confiar, agradecer y permitirnos soñar en grande, porque en esos sueños yace la esencia de quienes realmente somos.

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