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domingo, 3 de agosto de 2025

# "Kike, el Vendedor de Café"

La vida a veces nos habla en silencio, pero otras veces... lo hace a gritos desde los sueños.”

Era un sábado 2 de agosto en una región apartada de Colombia, donde el tiempo parece quedarse dormido entre las montañas verdes y húmedas de Silvania, un rincón del mundo donde la realidad convive con lo invisible, y lo cotidiano se llena de magia. Allí, en una casita enclavada entre árboles frutales y pájaros madrugadores, Kike despertó a las 4:14 a. m., alterado por un sueño que le dejó el alma sacudida.

En su visión onírica, Kike caminaba por una calle de su pueblo, empujando su fiel carro de tintos, como cada mañana. Todo parecía normal hasta que al pasar frente a una construcción, observó varios andamios inestables. Algo lo impulsó a detenerse, sacar su termo de tinto, colocarlo sobre una silla... y seguir caminando unos pasos.

Pero en ese instante, el viento cambió.

Kike miró hacia atrás y, con el corazón encogido, recordó que había dejado el termo. Se dio la vuelta para recogerlo, pero antes de poder regresar, los andamios comenzaron a derrumbarse. El tiempo se detuvo. Todo cayó en cámara lenta, como si el universo le estuviera dando una segunda oportunidad. Vio el termo estallar en mil pedazos justo donde había estado segundos antes… Y en ese momento, se despertó.

Jadeando, sudando, con el corazón galopando en su pecho. Pero estaba bien. Vivo.

Se quedó unos minutos en silencio, mirando el techo, sintiendo una mezcla de frustración, gratitud y claridad. “Se rompió el termo… pero yo estoy vivo”, se dijo en voz baja. Y entonces lo entendió: la vida vale más que mil termos.

Respiró hondo. Se levantó. Dijo su oración a la Divina Providencia, envió pensamientos de amor a Linda, a Juanpis —que celebraban un cumpleaños en Bogotá— y a los clientes que, sin saberlo, serían parte de su jornada.

Kike encendió el fogón, comenzó a preparar tintos, aromáticas, sus nuevos productos: carajillo, perico, milo, chocolate, cacao… Todo con la dedicación de un alquimista del café. Hizo sus ejercicios, escribió sus oraciones, y a las 9:00 a. m., salió a recorrer Silvania con el alma ligera.


En la plaza, don Wilson —un cliente fiel y mentor literario— le renovó su apoyo para el nuevo libro y hasta le recargó el termo con café fresco. Kike siguió su recorrido, ofreciendo sonrisas y bebida caliente. A eso de la 1:08 p. m., regresó a Villa de las Bendiciones para alistarse para la segunda jornada. Ese día, el desayuno fue tardío pero sabroso.sonrisas, 

En la tarde, una coincidencia hermosa: se encontró con una compañera del club de lectura de Silvania, quien le presentó a su hija Ángela. Entre sorbos de carajillo, hablaron sobre su próximo libro, sobre sueños y sobre lo real que puede llegar a ser lo que imaginamos.

Cayó la noche. A las 7:02 p. m., la jornada terminó con ventas que superaron las expectativas. Sobre las 8:00 p. m., ya estaba de vuelta en casa. Preparó su almuerzo, lo terminó casi a las 9:00 p. m., comió, reposó con un tinto doble… y se fue a dormir, dándole gracias a Dios por la vida, por los aprendizajes ocultos y por un sueño que, aunque inquietante, le salvó el alma.

Antes de dormir, pensó en su siguiente reto: leer durante tres horas seguidas y escribir la historia de su amigo Richi: “Richi y el Balón que Susurraba Sueños”.

Se preguntó si lo lograría…

La historia continúa.


🎇 Enseñanza final:

“No todo lo que se rompe es una pérdida. A veces, los pedazos que se salvan son los que más valen.”
Jaime Humberto Sanabria

 

#“Richi y el Balón que Susurraba Sueños”


 Desde el instante en que Ricardo —mejor conocido como Richi— llegó al mundo aquel 29 de junio del 2010 en Bogotá, el destino parecía tenerle escrita una historia entre gambetas, madrugadas frías y sueños dorados. Su padre, sin saberlo, selló un pacto invisible al regalarle una pequeña camiseta de fútbol el mismo día de su nacimiento. No era una prenda cualquiera; parecía tener el alma de un sueño, el murmullo de una pasión.

Desde que tuvo conciencia, Richi nunca vio el balón como un objeto inerte. Para él, el balón era un amigo. Un confidente silencioso con el que hablaba, reía, lloraba y soñaba. Correr por los parques o entre las calles bogotanas con un balón en los pies era como entrar en otro mundo donde solo existían él y su compañero de cuero. En ese universo, el tiempo se detenía y el corazón latía al ritmo del regate.

A los cuatro años, ingresó a su primera escuela de formación. No tardó en saber que no era solo un pasatiempo: el fútbol era su lenguaje, su elemento, su propósito. Los torneos crecían en intensidad, y él crecía con ellos. Pronto entendió que para volar más alto tenía que cambiar de nido. Así llegó a Fortaleza CEIF, en Cota, un club que desafiaría su cuerpo y su alma.


El nuevo camino trajo consigo el rigor de la disciplina, los viajes al amanecer, los partidos bajo la lluvia, los entrenamientos que dolían en las piernas pero templaban el espíritu. Cada partido era una prueba. Y Richi comprendió que en el fútbol, el talento abre puertas, pero lo que te sostiene es la disciplina, la humildad, la fuerza mental y sobre todo, la capacidad de levantarse después de cada caída.

Y entonces, un día cualquiera que parecía como los otros, llegó la final. No era solo un partido más, era el partido. Al sonar el pitazo final, una ola de emociones lo envolvió: calma, alegría, gratitud. Lloró, pero no de tristeza. Lloró porque en ese instante supo que cada madrugada, cada golpe, cada gota de sudor, había valido la pena.

Pero Richi no se sintió solo. Al mirar a la tribuna, vio a sus papás, Dora y Ricardo, sus eternos cómplices. Ellos habían estado siempre, con sus sacrificios silenciosos, con sus voces firmes diciendo “no te rindas”, con sus brazos dispuestos a abrazarlo en la derrota y en la gloria. Ese título no era solo suyo. Era de ellos. Era una victoria tejida en familia, con amor, entrega y fe.

Ese día, Richi entendió que el fútbol era su sueño, pero sus papás eran la fuerza que lo impulsaba. En sus ojos vio el mismo brillo que sentía en el corazón. Supo que el camino apenas comenzaba, que vendrían días duros, que el futuro no siempre sería color de rosa. Pero también supo que mientras el balón siguiera a sus pies y sus padres estuvieran ahí, su sueño de vestir la camiseta de la Selección Colombia seguía vivo, latiendo con más fuerza que nunca.

Porque hay niños que nacen con un balón, pero pocos tienen el alma para escucharlo susurrar sueños.

lunes, 28 de abril de 2025

#"Kike y el Encuentro con la Magia de las Letras"

 

Érase una mañana lluviosa en un rincón remoto, rodeado de naturaleza exuberante, donde el tiempo parecía detenerse. El canto de los pájaros y las cigarras tejía una melodía invisible que abrazaba a Villa de las Bendiciones, un lugar donde los misterios susurraban entre las hojas. Era sábado 26 de abril, y el reloj marcaba las 6:48 a.m.

Kike se levantó con poco sueño. La noche anterior había intentado perfeccionar su blog "De la infancia brota la tinta del alma", pero el amanecer lo sorprendió con tareas pendientes y tres retos en su agenda: asistir a un encuentro literario virtual, recibir la visita de Carolina, sus tres hijos menores y su padre, y terminar el video definitivo de su libreto.

Desde las 8:00 a.m., Kike se sumergió en una limpieza general de su hogar. Sin embargo, a las 9:00 a.m., detuvo su labor: era la hora del tan esperado encuentro literario.
El evento virtual, liderado por la escritora Lucía Estrada —poeta colombiana exploradora de sueños, misterios y símbolos—, comenzó cerca de las 9:30 a.m. tras algunos ajustes de video y sonido.

Kike, siempre preparado, traía consigo la tarea asignada: leer una página de un libro a su elección. Recordó entonces El olor de la guayaba de Gabriel García Márquez, ese testimonio vivo donde Gabo revivía la memoria de su abuela.
Sintiendo un eco en el alma, Kike compartió con los asistentes sus propias raíces literarias:


"Hoy quiero compartirles un fragmento del libro El olor de la guayaba, donde Gabriel García Márquez revive la memoria de su abuela y nos revela, con una ternura infinita, cómo los recuerdos más íntimos pueden transformarse en literatura inmortal.
Al leer esa página, sentí un eco en mi alma. Aunque nunca conocí a mi abuela, su figura siempre tuvo un encanto casi místico en los relatos de mi infancia.
Pero fueron mi abuelo Ángel María Sanabria y mi tío Manuel Lucrecio Sanabria quienes moldearon mi manera de ver el mundo.
Cada noche, cuando ellos hablaban, yo navegaba en esos relatos como si fueran velas encendidas que iluminaban mis sueños.
Hoy, más de 56 años después, me descubro escribiendo, evocando aquellos días mágicos y dándole forma a mi propio libro: Historias que Inspiran la Imaginación.
Así como Gabo encontró en su abuelo una fuente inagotable de inspiración, yo encontré en mi familia la esencia para narrar. La niñez, después de todo, es un manantial que nunca se seca. Basta una sola página para regresar al lugar donde todo comenzó: la chispa del alma."

Los seis integrantes del encuentro escuchaban atentos. Milena, una chica de apellido Portugal,  Omar su amigo quién lo había invitado, el profesor Javier, y los demás asistentes no ocultaron su admiración.
Lucía Estrada, la gran moderadora del portal, reconocida en todo el reino de la poesía por su intuición casi mística. con voz serena y profunda, elogió la naturalidad de Kike para evocar la infancia como fuente literaria, esa infancia donde todo es posible.

Kike aprovechó el espacio para hablar también de su primer libro, recibiendo palabras de aliento. Sin embargo, a las 10:30 a.m. debió despedirse: su hogar lo reclamaba.

Continuó con sus quehaceres y, pasada la 1:00 p.m., logró dejar Villa de las Bendiciones lista para recibir a Carolina, sus tres hijos menores y su padre Arnulfo.
Compartieron un delicioso tinto preparado por Kike, mientras conversaban animadamente sobre la vida, la familia y, por supuesto, sobre los sueños que laten entre las páginas de un libro.
Carolina y su familia quedaron fascinados con el proyecto literario de Kike.

No obstante, el cansancio le ganó. Decidió cancelar su asistencia al Mirador Artístico. A las 3:00 p.m., despidió a sus visitantes, quienes partieron hacia Bogotá en su camioneta blanca, llevándose consigo el eco de historias aún por escribir.

Esa tarde, Kike se refugió en la música relajante. Entre acordes y pensamientos, recordó que su amigo Víctor, locutor de Radio Sur, le había dedicado una transmisión especial a las 2:00 p.m.
Absorbido por la visita familiar, no escuchó ni atendió la llamada de Víctor. Sin embargo, su amigo, previendo imprevistos, le había dejado la opción de recibir la grabación.

A las 4:00 p.m., compartió un almuerzo casero con su hijo Juanpis: frijoles con auyama, cebolla cabezona, arroz, plátano artón, lomo de cerdo, papa y maíz pira, acompañados de un fresco jugo de tomate de árbol. Un banquete propio de los mágicos campos de su tierra.

Cuando la noche envolvió Villa de las Bendiciones, Kike terminó de escribir su nueva historia: "Un Encuentro con la Magia de las Letras", evocando la mística biblioteca de Fusa y aquellos relatos de infancia donde, más que palabras, se sembraban sueños.

Antes de dormir, mientras el viento acariciaba los techos como si fueran susurros de antiguas leyendas, Kike cerró los ojos recordando a su abuelo Ángel y a su tío Manuel Lucrecio, esos guardianes de la imaginación. y, escuchó al viento narrarle una última historia:

"Cada palabra que siembras hoy, florecerá en los sueños de mañana."


🌟 Cierre poético:

Hay días en que el alma escribe en el viento.
Días donde un relato basta para encender una vida entera.
¿Qué página estás escribiendo tú hoy?
Comparte tu historia, porque alguien la está esperando.


viernes, 25 de abril de 2025

#Un Encuentro con la Magia de las Letras


 Érase un amanecer de miércoles, 23 de abril, Día del Idioma y del Libro. El sol despertaba con entusiasmo sobre un rincón encantado llamado Villa de las Bendiciones, donde el tiempo parecía detenerse. El canto de los gallos, el trinar del pájaro carpintero sobre un poste de guadua y el susurro del viento entre los árboles componían una sinfonía natural que elevaba el espíritu. A las 6:03 a.m., el viejo reloj marcaba el inicio de un día inolvidable.

Kike se despertó de un sueño apacible. Tenía el presentimiento de que algo especial lo esperaba. Sin embargo, había un reto por delante: su hijo Juanpis, quien solía levantarse a las dos o tres de la tarde. Para que pudieran asistir juntos al Encuentro Literario en Fusagasugá, Kike llevaba días ayudándolo a regular su horario. Le leía cuentos hasta el amanecer, cada noche un poco más temprano, hasta que por fin ese día, logró que se levantara al mediodía.

Con ilusión, Kike dejó lista su camisa azul, su pantalón favorito, y repasó mentalmente lo que diría si le daban la palabra para presentar su libro. También preparó la ropa de Juanpis y un desayuno lleno de amor. Su amiga Karen, cómplice de tantos momentos, ya había cocinado el almuerzo, pero Kike le respondió con ternura:

—Gracias, Karen, tan linda… pero almorzamos con Juanpis cuando regresemos del encuentro.

A las 12:15 en punto, despertó a Juanpis. Para sorpresa de Kike, el niño se levantó con buena disposición, se bañó y desayunó con entusiasmo. El día anterior, Karen y Omar habían planeado regresar a Bogotá, pero tras conversar con Kike, Omar aceptó acompañarlos al evento, y juntos lograron convencer a Karen de quedarse un día más. Ella, no obstante, puso una condición: apenas termine el evento, volvemos a Bogotá.

A la 1:15 p.m. partieron rumbo a la biblioteca pública de Silvania, con las maletas listas. Allí los esperaba la van que los llevaría a Fusagasugá. A las 1:35 p.m., Doña Liliana, jefa de la biblioteca, los recibió con un caluroso abrazo. En el segundo piso dejaron guardadas las maletas, y se reunieron con otros soñadores: el poeta Josué, don Jorge Valdriri, don Gilberto, Damaris Mendoza y Helen Torres. 

A las 2:07 p.m. partieron en la van. Durante el trayecto compartieron emociones, lecturas, anécdotas… y Omar evocaba sus antiguos encuentros literarios en Bogotá. A las 2:30 p.m., llegaron a la imponente biblioteca de Fusagasugá: tres pisos repletos de sabiduría, arte y cultura. Había un salón para niños, esculturas, murales… y lo más llamativo: una rockola cultural.


Juanpis quedó fascinado con los cuentos infantiles y juegos de destreza. En el jardín exterior, frondosas palmas datileras ofrecían sombra y belleza. Kike recordó las tres palmas que había sembrado días atrás en su querido terruño.


Y entonces, la sorpresa del día: una presentación al aire libre de “Cien Años de Soledad”, con más de 40 artistas, entre bailarines y músicos, que dieron vida a Macondo. Aunque sus audífonos estaban dañados, Kike se dejó llevar por la atmósfera. Cada escena, cada tambor, era poesía en movimiento.


A las 3:45 p.m., subieron al tercer piso para un encuentro íntimo con el Club de Lectura de Fusa. Recibieron con cariño a los visitantes de Silvania con pan curazao, bocadillo, manzana y jugo néctar. Comenzaron a leer por párrafos el libro Los Nombres de Felisa, de Juan Gabriel Vásquez. Kike, fascinado, escuchaba atento, sintiendo la magia de cada voz.

Cuando le tocó leer, se desconectó del mundo. Cada palabra salía de su alma. Más tarde, durante la ronda de comentarios, se armó de valor. Recordó a doña Ligia Madagascar y su consejo: “Habla desde el alma”. Tomó aire tres veces, se puso de pie y dijo:


—Soy Jaime Humberto Sanabria, autor de Historias que Inspiran, un libro nacido de mi pasión por la escritura, la reflexión y la vida misma...

Sus palabras fluían como un río claro, espontáneas y profundas. Habló de sus vivencias, de sus sueños, del poder de la inspiración. El público lo escuchaba en silencio reverente… y al terminar, estallaron los aplausos. Luego, compartió una breve reseña de su vida, desde su infancia hasta su llegada a Silvania. Su testimonio tocó corazones. Sintió cómo la energía positiva de sus palabras se esparcía como una ola.

Muchos asistentes pidieron su contacto para adquirir su libro. Kike, emocionado, cerró los ojos y agradeció a la Divina Providencia por aquel instante. A las 6:00 p.m. terminó el encuentro, con fotos, abrazos y promesas de volver.

En el regreso, Omar propuso quedarse una noche más en Villa de las Bendiciones. Kike aceptó con alegría. Sentían que ese lugar tenía un embrujo sereno, una paz envolvente que los retenía dulcemente.

Ya en casa, reforzaron el almuerzo, charlaron hasta medianoche y se desearon una feliz noche. A la mañana siguiente, Kike acompañó a Karen y Omar a tomar la flota rumbo a Bogotá. Los despidió con nostalgia, mientras la neblina cubría las montañas.

Antes de partir, Omar le dejó un papel doblado que decía:

Gracias, Kike, por mencionarme en tus historias, que en verdad llenan el alma de esperanza y optimismo. Hoy, siendo el último día de esta travesía en Silvania, me voy satisfecho por haberme encontrado con seres como tú: un artista fiel a sus ideales, cuyas palabras expresan de manera auténtica su luz interior…

Kike guardó el papel junto a su corazón, sabiendo que aquella jornada quedaría para siempre grabada en su alma… y también en su próximo blog.

jueves, 17 de abril de 2025

#Del Café Zeratema al Afiche que lo Hizo Real


Érase un lunes, 14 de abril, a las 5:04 p.m.
Una tarde hermosa y despejada abrazaba a Silvania, como si el invierno hubiera decidido, por fin, darle una tregua al pueblo desde el día anterior. El cielo lucía un azul profundo, manchado de pinceladas blancas que flotaban suaves, sin prisa, como testigos silenciosos de un día que ya se perfilaba especial
.



Por primera vez en años, se respiraba una calma desconocida. El corredor  Vía 40 Express Bogotá-Girardot, después de cuatro años de estrés, trancones y plantones pacíficos, finalmente había sido habilitado con tres carriles por sentido. El bullicio había cedido paso al alivio, y esa paz se extendía como un manto invisible sobre los rostros de los habitantes.

En Villa de las Bendiciones, donde el tiempo parece detenerse a 600 metros de la carretera  Vía 40 Express Bogotá-Girardot, se divisaba a lo lejos aquella imponente vía que ahora respiraba tranquila. Allí, Kike terminaba de hacer llamadas a amigos, buscando aliados que creyeran en su sueño: su primer libro.

Fue entonces cuando ocurrió algo que le erizó la piel.
Un mensaje de Laura Baquero, su amiga y dueña del Café Taller Zeratema, apareció en su WhatsApp.
No era cualquier mensaje. Era el afiche promocional del lanzamiento de su libro.

Lo impactante no fue solo verlo — con sus letras elegantes y el logo de aquel rincón mágico de Silvania — sino saber que Laura ya lo había compartido en redes sociales y en grupos locales, dándole vida pública a un evento que, hasta hacía poco, no era más que un susurro en la cabeza de Kike.

Hay personas que con un simple gesto pueden convertir sueños en realidades.
Así fue Laura.
En ese instante, todo cobró sentido: las caminatas, los relatos escritos de madrugada, las conversaciones en cafés, los días de incertidumbre…
El proyecto cobraba forma.
Pero más que el afiche en sí, fue el gesto de lealtad, cariño y apoyo incondicional lo que dejó a Kike conmovido.

Y lo más emocionante:
El afiche anunciaba oficialmente el lanzamiento de su libro “Historias que Inspiran la Imaginación” para este sábado 19 de abril a las 3:00 de la tarde en ese mismo lugar cargado de magia: el Café Taller Zeratema.

Como si eso fuera poco, corría el rumor de que un periodista de Bogotá podría llegar a cubrir el evento.
La posibilidad de que alguien de la capital, con libreta en mano y mirada curiosa, recogiera esa historia nacida en un rincón de Silvania, sumaba misterio, expectativa y emoción al momento.

De repente, Kike evocó un recuerdo muy especial…
El 31 de diciembre de 2024, una tarde en la que la lluvia había cedido, él llegó sonriente y lleno de energía a Zeratema, ese café donde las palabras no solo se dicen, sino que se sienten.
Allí lo esperaba su entrañable amiga Nelo, con su energía generosa y su alma servicial.
Ese día, entre sorbos de café y recuerdos que se arremolinaban como el viento en la plaza, exploraron juntos anécdotas, fotografías y trozos de vida.

Al final de esa tarde, Nelo le presentó a dos amigas: Laura y Stefany.
Ellas escucharon a Kike con atención, cautivadas por su pasión, su sencillez y esa chispa que tiene quien habla desde el alma. Rieron, compartieron ideas y, entre planes literarios y sueños colectivos, Nelo propuso algo que cambiaría el destino de Kike:



Que Laura y Stefany apoyaran su proyecto, exhibieran su libro y le abrieran un espacio en sus vidas y en su café.

Nelo cerró ese encuentro con una reflexión que se quedó tatuada en la memoria de Kike:

“La verdadera riqueza no está en lo que posees, sino en lo que compartes. Las palabras, las historias y el tiempo son tesoros que multiplican su valor cuando los das a otros.”

Hoy, ese pequeño gesto de entonces se había transformado en un afiche, un evento y un sueño compartido.


Cierre Emotivo

Hoy, quiero darle las gracias públicamente a Laura Baquero y a Café Taller Zeratema, ese rincón mágico donde los sueños se vuelven escenario, donde la literatura se respira en cada rincón y donde las palabras tienen vida propia.

Gracias por ser parte esencial de este primer vuelo de mi libro "Historias que Inspiran la Imaginación".

Este sábado 19 de abril, a las 3:00 de la tarde, estaremos viviendo este sueño juntos en Zeratema.
Y quién sabe… tal vez entre los asistentes, un periodista de Bogotá lleve esta historia más allá de nuestras montañas.

Porque cuando los sueños se comparten…

dejan de ser imposibles. 

domingo, 13 de abril de 2025

#“La Villa de las Palabras Invisibles: Crónicas de un Escritor y su Soledad”





  Mi vieja máquina de escribir Brother 750 Deluxe, compañera incansable, junto a mi primer libro publicado. Inspiración que vive y respira en cada palabra que comparto con ustedes.

En Villa de las Bendiciones, entre amaneceres dorados y atardeceres de leyenda, descansa mi vieja máquina Brother. Fue ella la que, con su sonido nostálgico, me susurró la idea de este blog.

Cada tecla presionada era un latido. Cada palabra escrita, un susurro al viento. Así nació Historias que Inspiran la Imaginación, ese primer libro que hoy ves rodeándola como testigo fiel de mis sueños hechos papel.

Esta imagen, que aquí comparto, no es solo una foto. Es un símbolo. La prueba de que las ideas no mueren si alguien las teclea, aunque sea en una máquina antigua… porque las palabras bien escritas viajan en el tiempo.

Aquí comenzó todo.

Aquí empieza cada historia que lees.  

Érase una madrugada encantada, un domingo 13 de abril, en un rincón escondido de Colombia llamado Villa de las Bendiciones, donde el tiempo parece detenerse y las estrellas vigilan desde su trono invisible. El viento traía consigo un susurro antiguo, como si la tierra misma narrara secretos a quien supiera escuchar. Eran exactamente las 12:33 am cuando Kike, escritor de alma vieja y soñador de ojos brillantes, enfocó desde su ventana una escena peculiar: su hijo Juanpis, como sonámbulo, bajaba a la cocina, guiado por un apetito misterioso. Allí, como quien sigue un mapa invisible, encontró unas galletas que su abuela le había enviado días atrás.

Se sentó junto a una reliquia de otra época: la vieja máquina de escribir de Kike, testigo fiel de historias tejidas en los años 80, cuando él llenaba papeles con promesas y escrituras que la gente bien le pagaba en la Notaría. Hoy, 35 años después, Kike renacía como narrador de amaneceres, tallando relatos que pretendían inspirar al mundo entero desde ese rincón de promisión.

La noche anterior, tras cuatro horas de incesante escritura, había terminado un blog titulado “Una Historia de Sueños, Señales y Destinos Cruzados en Silvania, Tierra de Promisión”, donde narraba cómo, después de ocho días de peripecias y una cita esquiva, logró entrevistarse y tomarse una foto con el alcalde Dr. Ricardo Pulido. Pero aquel encuentro iba más allá de una simple imagen; era para Kike una declaración de su propósito: demostrarle al alcalde —y al mundo— su don de desentrañar los misterios y encantos ocultos de Silvania, Colombia… y más allá.

Kike había sentido en carne propia, con cada historia, que Silvania estaba envuelta en un embrujo antiguo, un secreto guardado bajo la tierra y entre los árboles, que solo alguien con su sensibilidad podría descifrar. Por eso soñaba con ser parte de la alcaldía, no solo por un ingreso extra, sino para completar su misión: matar la tristeza de vivir alcanzado y, al mismo tiempo, exorcizar sus demonios escribiendo.

En Villa de las Bendiciones, donde amaneceres despiertan sueños y atardeceres guardan secretos, Kike invitaba a lectores invisibles a navegar mundos donde la realidad se mezcla con la fantasía, y cada narración abría portales a otras dimensiones. Fue entonces cuando comprendió que sus relatos no eran sólo historias, sino una autobiografía en clave.

Nadie, salvo él, podía enfrentar la página en blanco, ese abismo que devora palabras y escupe verdades. Descubrió la delgada línea entre la cordura y la demencia, donde las ideas se reproducen como conejos bajo la luna llena, y la soledad y el frío de la noche se vuelven compañía fiel. Así, como los escritores de todos los tiempos, Kike caminaba ese límite brumoso entre lo normal y lo mágico, entre la vigilia y el delirio.

En esos desvelos, su primer libro, “Historias que Inspiran la Imaginación”, le recordaba que las hazañas más grandes no nacen de los momentos épicos, sino de los pequeños actos valientes de cada día. Personajes anónimos, resilientes y soñadores, que enfrentan la vida con bondad, constancia y amor, lo acompañaban como viejos amigos imaginarios. A través de esas páginas, descubría el poder de las decisiones pequeñas que, como semillas invisibles, cambian destinos.


(Mi vieja máquina de escribir Brother 750 Deluxe, compañera incansable, junto a mi primer libro publicado. Inspiración que vive y respira en cada palabra que comparto con ustedes.)

Cada noche, al ver su antigua máquina de escribir, Kike encontraba la metáfora perfecta de su oficio solitario. Sus blogs viajaban como mensajes embotellados lanzados al mar de internet. La mayoría se hundían en el olvido silencioso, sin una palabra de regreso. Pero como todo buen hechicero de las letras, sabía que en algún rincón, alguien los encontraría, y tal vez, con suerte, cambiaría su mundo un poco.

Así continuaba Kike, cronista de almas anónimas y paisajes embrujados, escribiendo para vencer la soledad, para domar sus demonios, y para recordarnos que incluso en los rincones olvidados de un país pequeño, existen historias capaces de despertar gigantes dormidos.

viernes, 14 de marzo de 2025

#El vuelo de los sueños y los libros


 El amanecer del 12 de marzo en Villa de las Bendiciones tenía un aire mágico. Allí, donde el tiempo parecía detenerse, la brisa matutina acariciaba los árboles frondosos y un jardín en flor se estremecía con el canto celestial de los pájaros de colores. Era un lugar donde la naturaleza danzaba con el silencio del alba, preparando el escenario para un día inolvidable.

A las 5:40 a. m., Kike despertó de un sueño profundo. Consciente de que la pereza quería envolverlo, meditó en voz alta, repitiendo afirmaciones que llenaban su corazón de determinación. Dio gracias por un nuevo día, recorrió con la mente cada rincón de su cuerpo y se levantó con renovada energía. Se asomó por la ventana y miró al cielo como quien busca respuestas en el infinito. Pidió inspiración divina para escribir con acierto y tocar corazones con su pluma. Después, se sumergió en su rutina diaria de escritura y lectura, como quien afila su espada antes de la batalla.

A las 10:17 a. m., el teléfono sonó. Al otro lado de la línea, la voz de Jorge Iván, su buen amigo de Medellín, vibraba de emoción:

—¡Hombre, Kike, te felicito! ¡Eres grande! Envié anoche la descripción de tu libro a algunos amigos y me inspiraste. Quiero cuatro ejemplares de "Historias que inspiran la imaginación", uno para mí y tres para regalar. Más adelante pediré más.

El corazón de Kike latió acelerado. No solo por la venta, sino porque en aquel instante sintió que su sueño tomaba vuelo. Con voz entrecortada por la emoción, respondió:

—Gracias, don Jorge Iván. Hoy mismo te los despacho. Y, por cierto, en un capítulo del libro escribí una historia en honor a tu hermano William. Recuerdo que gracias a él cumplí un sueño de niño: volar en avión.

Los recuerdos invadieron la mente de Kike como un torrente imparable. Aquel día, hace 34 años, cuando subió al avión con destino a Cali, todo se sintió irreal. La aeronave, majestuosa y poderosa, se preparaba para despegar. Sus motores rugieron, liberando una energía contenida. Lentamente, el avión cobró velocidad hasta elevarse, dejando atrás la ciudad que se volvía pequeña bajo sus pies. Las nubes, como algodones flotantes, se extendían ante sus ojos. Era como si estuviera dentro de uno de sus sueños infantiles, donde volaba libre en un cielo sin límites. Las lágrimas rodaron por su rostro. Aquella media hora de vuelo fue una eternidad llena de asombro.

—Sí, hombre Kike —dijo Jorge Iván con un dejo de nostalgia—. William te quería mucho, hablaba siempre de ti.

Esa tarde, Kike envió los cuatro libros a Medellín. En uno de ellos, dedicó unas palabras en honor a William:

Don Jorge Iván, tu apoyo y amistad son invaluables. En estas páginas guardo también un recuerdo especial para tu hermano William, quien confió en mí y me dio alas para cumplir un sueño. Que este libro sea un faro de inspiración, recordándonos que los sueños se logran con perseverancia y fe.

Además, envió ejemplares a otros grandes amigos. A Luz Marina y su esposo, atletas de alma inquebrantable, les dedicó palabras de admiración. A Matilde, cariñosamente llamada "Maticas", le expresó gratitud por su fortaleza y amor por el deporte. Y a don José Baudilio, líder del Club CHASQUIS, le reconoció su incansable labor en el atletismo.

Aquella noche, desde las 7:00 p. m. hasta la medianoche, Kike escribió su blog titulado El Martes de las Coincidencias. A las 12:12 a. m., la primera persona en recibirlo fue Linda. Al día siguiente, lo compartiría con sus amigos.

Se acostó con el alma llena de gratitud. Había vendido siete libros en un solo día, pero más allá del número, sentía que cada ejemplar llevaba un pedazo de su historia, de sus sueños y de su esencia. Recordó a Gabriel García Márquez, quien narraba que escribió Cien años de soledad con las uñas, y se vio reflejado en él. Kike persistiría, porque la vida le estaba demostrando que, cuando los sueños se escriben con pasión, tarde o temprano, encuentran alas para volar.

domingo, 9 de marzo de 2025

#El Misterio de los Sueños y la Providencia, primera parte


 Era un miércoles 5 de marzo. El reloj marcaba las 5:40 a. m. en una mañana tranquila y fresca, con un cielo pincelado de nubes grises y blancas. El canto de los gallos, el aleteo de las aves migratorias a lo lejos, el ladrido de los perros y la melodía incesante de los pájaros componían una sinfonía natural que anunciaba un nuevo día en Villa de las Bendiciones, un lugar donde el tiempo parecía detenerse.

Kike despertó de dos sueños. El primero, a medianoche, lo había dejado inquieto. Soñó que caminaba por un sendero con un niño de la mano derecha, mientras en la izquierda llevaba una camándula que siempre lo acompañaba, una herramienta poderosa de su fe. Pero de repente, el niño le dijo algo que lo ofendió. Sin pensarlo, Kike se dejó llevar por el impulso, se descontroló y le propinó un latigazo con la camándula en su pequeña mano derecha. El niño gritó de dolor.

Despertó sobresaltado. Un ardor intenso quemaba su propia mano derecha. Encendió la luz y la examinó. No había marca alguna, pero el dolor persistía. Miró hacia la mesita de noche y vio su camándula. Era la misma del sueño. Instintivamente, la tomó y la envolvió en su mano. En ese instante, el ardor desapareció.

Se quedó pensativo. ¿Había castigado a su niño interior? ¿Se habría liberado de alguna carga del pasado? Respiró hondo, meditó y volvió a dormirse.

El segundo sueño fue completamente distinto. Se vio caminando por un sendero infinito de nubes blancas. A medida que avanzaba, una paz inmensa lo envolvía y su cuerpo comenzaba a irradiar luz. Despertó sintiendo una energía desconocida. Se observó en el espejo, se saludó y notó un brillo especial en sus ojos. Se repitió en voz baja:

"Me remito a observar mis pensamientos sin identificarme con ellos."

Sin darse cuenta, empezó a recitar el libreto del video que haría para convencer al mundo de la importancia de leer su libro: "Historias que Inspiran la Imaginación". Lo repitió tres veces. Ya se lo sabía de memoria.

Siguió su rutina diaria: lectura, escritura, yoga, meditación. Preparó su desayuno con productos de su huerta: jugo de naranja, huevos cocidos, chocolate y arepas recién asadas. Luego, arregló su jardín, eliminó las hojas secas y lavó la ropa.

A las 11:42 a. m., llamó a Luz Marina, una antigua compañera de la inmobiliaria. Ella elogió sus blogs y le confesó que estaba intrigada por su libro.

Por la tarde, a las 4:43 p. m., conversó con Carlos Velásquez, un emprendedor del campo, defensor de la fumigación natural. Hablaron sobre la entrega de semillas y abono de la UMATA. Carlos le aseguró que pronto compraría su libro.

A las 4:59 p. m., Kike marcó el número de Celmira, una amiga que conoció en una feria artesanal, cultural y agropecuaria en Silvania. Para su sorpresa, Celmira ya seguía su blog y lo leía a diario. Cuando Kike le habló de su libro, ella lo felicitó con entusiasmo.

—Si quieres, te lo llevo mañana a Silvania —le propuso Kike.

—Ya no vivo en Silvania —respondió ella—. Me mudé a San José del Guaviare.

—No hay problema. Te lo envío mañana mismo. Confío en ti.

Celmira quedó encantada y le pidió una foto de la portada para compartirla en su estado de WhatsApp. Minutos después, Kike recibió una notificación: Celmira le había consignado el valor del libro sin que él se lo hubiera enviado aún.

Estupefacto, sintió una oleada de emoción. La Providencia actuaba de maneras misteriosas.

Le envió a Celmira un video y el enlace donde podía encontrar su libro en varios formatos. Había vendido su primer ejemplar de la semana. Su meta era vender tres libros diarios, y ya había logrado el primero.

Aquella noche, Kike se acostó con una sensación de gratitud. Sus sueños le habían liberado de algo profundo, y ahora la vida le estaba mostrando el poder de la fe y la confianza.

¿Lograría vender los otros dos libros al día siguiente?

Esta historia continuará…

lunes, 3 de marzo de 2025

El Umbral de los Sueños: El Nacimiento de 'Historias que Inspiran la Imaginación'


 Era un viernes 16 de agosto de 2024 en Villa de las Bendiciones, un lugar donde el tiempo parecía detenerse. A las 3:30 a. m., Kike despertó de un sueño que trascendía su manera de ver la vida. Durante varias noches había visto a un amigo en un mundo paralelo, un lugar donde todo era posible. En sus sueños, aquel amigo lo guiaba hacia una puerta misteriosa. Al mirar atrás, Kike veía nubes blancas flotando en un cielo infinito; al abrir la puerta, un paisaje de ensueño aparecía ante él: una playa de arena dorada con palmeras danzantes y un amanecer que iluminaba el horizonte con colores imposibles.

Sin embargo, esa noche el sueño fue distinto. Su amigo estaba atrapado en un laberinto impenetrable, una prisión custodiada por fuerzas invisibles de la que nadie había escapado jamás. Kike, sintiendo en su corazón que debía ayudarlo, ideó una estrategia ingeniosa y logró liberarlo. Su amigo lo abrazó con gratitud infinita, pero pronto el miedo se apoderó de Kike: las cámaras de seguridad habían registrado su acto. El peligro de ser descubierto lo hizo sentir el latido acelerado de su corazón.

Entonces, sucedió lo inesperado. Una mujer que monitoreaba las cámaras decidió borrar la evidencia. Kike se preguntó quién era esa extraña aliada y por qué lo había ayudado. Antes de que pudiera obtener respuestas, despertó. Su amigo había desaparecido, pero la sensación de que ese ser no pertenecía a este mundo persistía en su mente.

Aún intrigado, Kike salió a entrenar por los senderos de Villa de las Bendiciones. El canto de las aves acompañaba sus zancadas, y mientras corría, se observaba a sí mismo en cada movimiento. Hizo un circuito de siete kilómetros, pero su mente no podía despegarse del sueño. Al regresar a casa, decidió escribirlo para encontrarle sentido. Investigando su significado, encontró una interpretación reveladora: "Soñar con abrir una puerta a otra dimensión podría significar que estás a punto de tener nuevas oportunidades, culminar etapas o despedirte de personas importantes."

Aquello resonó en su interior. Recordó que en noches anteriores había soñado con una puerta grisácea resplandeciente que lo conducía a una playa al amanecer. Decidió plasmarlo todo en un documento y lo guardó, sin saber que aquel gesto marcaría el inicio de algo grande.

En la tarde, mientras organizaba unas cajas que le había traído don Ricardo desde Bogotá, encontró viejos diarios. Entre esas páginas estaban sus memorias, sus metas, sus pensamientos y reflexiones. Fue en ese instante cuando una chispa se encendió en su interior. ¡Podía convertir todo eso en un libro!

Sin pensarlo demasiado, escribió una carta de motivación para sí mismo, comprometiéndose a transcribir sus recuerdos en documentos. Así nació su pasión por la escritura. Desde aquel día, Kike fue constante, escribiendo sin descanso. A finales de septiembre, al revisar su trabajo, descubrió que ya tenía más de treinta historias. Fue entonces cuando se le ocurrió estructurarlas en un blog y, posteriormente, en un libro. Publicó su primer blog y, poco a poco, fue extendiéndolos en capítulos numerados.

El destino le envió una señal. Al navegar por Facebook, comenzó a recibir anuncios de editoriales. Uno de ellos, LETRAME, llamó especialmente su atención por su enfoque en apoyar a los autores. Movido por la intuición, envió un manuscrito de dieciocho capítulos. Días después, recibió la respuesta que cambiaría su vida:


INFORME DE VALORACIÓN: "Historias que Inspiran la Imaginación"

Buena obra y apta para editar, con estructura sólida y redacción cuidada. Lenguaje evocador y poético, con una narrativa que sumerge al lector en un mundo de sueños y realidades entrelazadas. El tono inspirador y reflexivo invita a la introspección, mientras que la riqueza en la descripción de valores humanos otorga profundidad a la obra.

Recomendamos su publicación.


Kike no podía creerlo. Aquel 16 de agosto marcó el inicio de un sueño, y a finales de septiembre su libro ya había sido aprobado por la editora. Su esfuerzo y dedicación habían dado frutos, convirtiendo su inspiración en una obra que pronto vería la luz.

Pero ¿qué sucedería en los meses siguientes con la edición y publicación de su primer libro? Esa es una historia que continuará...


Reflexión: A veces, los sueños no son solo imágenes fugaces de la mente dormida, sino mensajes que nos guían hacia nuestro destino. Kike descubrió que la clave no estaba en buscar respuestas fuera, sino en escribir su propia historia. Y así, sin buscarlo, encontró su pasión y su propósito.

¡El inicio de un sueño siempre comienza con una pluma y un corazón dispuesto a escribirlo!

jueves, 16 de enero de 2025

#53.40 Kms por 200 libros


 Era la mañana de un radiante miércoles 15 de enero. El sol, como un diamante en el cielo, iluminaba Villa de las Bendiciones, un lugar donde el tiempo parecía detenerse y la naturaleza cantaba su coro celestial. Kike, de pie junto al umbral de su casa, se preparaba para un desafío monumental. El aroma de las flores silvestres lo rodeaba, mientras Linda, su esposa, le daba un beso de despedida y la bendición, mientras los primeros rayos del sol pintaban el cielo con tonalidades doradas.


Con su reloj marcando cero y una mochila ligera en la espalda, Kike salió trotando hacia Fusagasugá, donde lo esperaba un destino prometedor. Al avanzar por la carretera, se encontró con el espectáculo de las palmeras que bordeaban la autopista. Altas, majestuosas, sus hojas danzaban con el viento, y Kike, mirando hacia lo alto, buscaba inspiración en su grandeza. En ese momento, imaginó tres palmeras similares adornando su hogar, como símbolos de fortaleza, sueños y esperanza.

Los kilómetros transcurrieron entre el canto de las aves, los murmullos de los trabajadores ampliando la vía y los suspiros de un hombre decidido. Al llegar al Banco W, su amiga Eliana le ofreció una oportunidad que iluminó su corazón: un subsidio, para comprar 200 libros subsidiados desde España, ejemplares que llevarían su obra "Historias que Inspiran la Imaginación" a las manos de sus lectores.

Aunque el desembolso se haría al día siguiente, Kike regresó a casa confiado en la Divina Providencia y completó 26.22 kilómetros en total. Pero el desafío no terminaba ahí. Al amanecer del día siguiente, con un cielo nublado que parecía envolver el mundo en un abrazo tranquilo, Kike volvió a emprender el recorrido. Recordó a su viejo entrenador, que siempre le decía: "Lo mejor para el cansancio es entrenar más."

En cada paso, Kike sentía la adrenalina impulsarlo. Su mente se llenaba de pensamientos sobre las personas que creían en él: amigos, familiares y los fieles lectores de sus blogs. Recordó a aquellas amigas que, en momentos de tristeza o frustración, le confesaron que leer sus blogs actuaba como un bálsamo para el alma. "Es como un hechizo," le decían, "tus palabras nos dan fuerzas para seguir adelante." Kike sonrió al pensar en el poder de sus relatos y en cómo su libro podría amplificar esa magia, llevando esperanza y motivación a más personas.

De vuelta en el banco, Eliana lo recibió con una cálida sonrisa. Tras diligenciar los formularios, el gerente quedó cautivado por la noble causa de Kike y la fuerza de sus palabras, prometiendo apoyar el proyecto. Algunos compañeros de Eliana se comprometieron a comprar el libro en cuanto llegara. Kike sintió que su misión no solo era posible, sino que ya estaba comenzando a cambiar vidas.

El recorrido de regreso fue un tributo a la victoria. Hizo una pausa en Silvania para beber agua de la montaña y comer un banano del huerto comunal, mientras contemplaba la belleza de los paisajes que lo rodeaban. Cada paso era una afirmación de su fe y una celebración de la vida.

Al llegar a Villa de las Bendiciones, Linda lo recibió con un abrazo y un jugo de guayaba frío. Esa tarde, Kike reflexionó sobre su hazaña: 53.40 kilómetros en dos días, impulsados por un sueño y sostenidos por un ejército de personas que creían en él.

Ese día comprendió que su libro no sería solo un logro personal, sino una herramienta para transformar vidas. Sus relatos, como lo hacían en sus blogs, serían un refugio para quienes buscaban inspiración, un recordatorio de que dentro de cada uno hay un guerrero capaz de enfrentar las mayores adversidades.

"Historias que Inspiran la Imaginación" no sería solo un libro, sino un puente hacia el cambio, una chispa para encender corazones y una guía para aquellos que sueñan con un mundo mejor.

Y así, Kike reafirmó una verdad simple pero poderosa: los sueños más grandes no se recorren en soledad; son los corazones unidos los que construyen los caminos hacia ellos.

domingo, 29 de diciembre de 2024

#"El Aroma de un Nuevo Comienzo: La Última Clausura en las Montañas de Silvania"


 En una fresca y apacible mañana de viernes 27 de diciembre, la finca El Arroyo, ubicada en Yayata Bajo, sector Las Palmas, se despertaba entre susurros de naturaleza. A las 5:30 a. m., don Wilson, el guardián de aquella casa rodeada de una exuberante vegetación, se levantaba como cada día. Antes de que el sol rompiera del todo su indecisión entre la lluvia y el amanecer, don Wilson ofrecía una plegaria al cielo, agradeciendo por los encuentros y las amistades que enriquecerían su jornada.

Su rutina comenzaba con un vaso de agua cristalina, nacida de las entrañas de la montaña. Luego, un baño frío lo despertaba por completo, pero el verdadero ritual era la preparación de su mágico tinto. En la cocina, don Wilson mezclaba café recién molido con un toque de cannabis, ortiga y un dulzor natural de miel de abejas y jarabe de propóleo. El primer sorbo siempre era una celebración. Mientras lo saboreaba, miraba el horizonte, impregnado de los cantos alegres de las aves y el susurro de los árboles danzando al compás del viento.

A las 7:00 a. m., don Wilson partió hacia la oficina central de la UMATA, donde entregó su informe al Dr. Leonardo Carrillo, su jefe inmediato. Juntos repasaron los logros del año y delinearon las últimas estrategias para fortalecer la autosuficiencia de los campesinos de la región. Entre los temas, destacaron la importancia del respaldo que el alcalde de Silvania, el Dr. Ricardo Pulido, había ofrecido al proyecto y cómo sería clave para el año próximo.

A las 9:30 a. m., llegó Kike, el joven entusiasta y narrador del grupo, quien también probó el mágico tinto antes de aceptar un reto: trotar 11 kilómetros hasta la vereda San José Alto. Partió con la determinación de un guerrero a las 9:50 a. m., dejando a don Wilson con la tarea de alcanzarlo más tarde en su motocicleta.




El sendero hacia San José Alto era una sinfonía de vida. Flores de colores intensos bordeaban los caminos, y el aire olía a tierra húmeda y esperanza. Kike llegó a las 10:52 a. m., justo antes de que don Wilson apareciera, sonriente, a los pocos minutos. Ambos fueron recibidos en la finca de Jorge Ávila y María Eugenia Vargas, cuyos tintos tenían un calor especial que hablaba de hospitalidad.



Poco a poco, llegaron los demás integrantes. Cada rostro traía una historia. Flor Beltrán, de la finca El Vergel, y don Hermes Rodríguez, el coordinador del grupo, cautivaron a Kike con relatos llenos de superación. Don Hermes, con voz firme pero serena, habló del derrumbe que destruyó su hogar años atrás y cómo su fe inquebrantable le permitió reconstruir su vida. Hoy sus tierras florecían con cultivos de café, lulo y pastos para su ganado.

Finalmente, llegaron: Flor Priciero, los hermanos Pedro y Jesús Martínez, y así fueron llegando más integrantes, y todos coincidieron en el apoyo incondicional de don Wilson en sus huertas y lombricultivos y en la asesoría en sus siembras de café, plátano, yuca, cilantro y otros cultivos. 

Don Wilson, incansable en su labor, era el centro de aquellas vidas, guiándolos en sus huertas, lombricultivos y siembras. La reunión no era solo para cerrar una CLAUSURA, sino para celebrar un año de aprendizajes y unión. Mientras los miembros del grupo VELTIVERT compartían anécdotas y Kike grababa cada palabra para su canal de YouTube: ZONA DEL EXITO, el ambiente se llenaba de risas, gratitud y sueños compartidos.

Canal: ZONA DEL EXITO

El banquete final fue una verdadera fiesta. Empanadas, masato casero, carne asada, yuca y guacamole se servían como símbolo de esfuerzo colectivo. La tarde se cerró con abrazos sinceros y promesas de un futuro mejor.

Aquella última CLAUSURA no solo marcó el fin de un ciclo, sino el inicio de una revolución silenciosa en la alimentación y la autosuficiencia en las montañas de Silvania. Porque, como enseñó esta historia, la verdadera riqueza está en la unión, el trabajo compartido y la creencia inquebrantable de que juntos podemos construir un mundo mejor.

Esta historia de integración y superación nos invita a reflexionar sobre la fuerza del trabajo colectivo y la importancia de creer en nuestros sueños. Como don Hermes, que reconstruyó su vida desde las cenizas, y como don Wilson, que se dedica a guiar y capacitar a los labriegos, todos tenemos la capacidad de transformar nuestras circunstancias cuando trabajamos con pasión y determinación.

miércoles, 25 de diciembre de 2024

#El Mantra de la Gratitud: La Transformación de Kike

 

Era el 25 de diciembre, exactamente a las 12:24 a.m., cuando el eco de los últimos estallidos de pólvora se apagó, dando paso a un amanecer sereno en Villa de las Bendiciones, Silvania. El aire estaba impregnado de una paz casi mágica, como si la noche misma se inclinara en gratitud por la llegada de la Navidad.

Kike, un soñador empedernido, se encontraba en su rincón favorito, reflexionando. Durante el mes de diciembre, su vida había cambiado drásticamente. Había conocido a personas extraordinarias, almas que parecían haberse cruzado en su camino como piezas predestinadas de un gran rompecabezas. Estas conexiones no eran casualidad; Kike lo sabía, y en su corazón rebosaba gratitud.

Entre estas personas estaba don Wilson García, un hombre cuya generosidad y nobleza parecían sacadas de un cuento. Kike lo había conocido en una feria artesanal en julio, donde Linda, su esposa, había inscrito su pequeño emprendimiento. Aquella feria, con su bullicio y colores, marcó el inicio de una amistad peculiar y profunda.

Don Wilson recorría los puestos, haciendo pequeñas compras en cada uno como si quisiera inyectar esperanza en los corazones de los emprendedores. Cuando llegó al puesto de Kike y Linda, su sonrisa cálida bastó para crear un puente de empatía. Fue entonces cuando Kike, con su curiosidad característica, le preguntó:

—¿Y usted por qué es así?

Desconcertado, don Wilson respondió:

—¿Así cómo?

—Tan generoso. Apoya a los emprendedores como si fueran su familia. Eso es algo único en este mundo.

La conversación sembró la semilla de una amistad que se fortalecería con el tiempo. Días después, en una reunión agropecuaria, don Wilson presentó a los vecinos el concepto del rescate de semillas ancestrales. Kike, que siempre había sido un hombre de ciudad, descubrió en esas palabras un amor inesperado por el campo. Fue un momento de epifanía, como si las raíces de la tierra lo llamaran a ser parte de algo más grande.

Con el paso de los meses, la relación entre ambos se transformó en un intercambio de aprendizajes. Kike comenzó a escribir blogs inspirados en su entorno y en las historias de la gente que lo rodeaba. Aunque don Wilson dudó al principio del potencial de Kike como escritor, pronto quedó cautivado por la profundidad de sus relatos.

Lo que don Wilson no sabía era que Kike había encontrado su brújula espiritual en la lectura diaria de la Biblia y en los libros de autores como Deepak Chopra, Lain Garcia Calvo, Eckhar Tolle, Pablo Arango y varios escritores. Estas obras no solo le enseñaron la importancia de la gratitud, sino que también encendieron en su corazón un sueño: si la humanidad practicara la gratitud, el mundo podría transformarse en un lugar más pacífico y compasivo. 

El 2 de octubre, Kike alcanzó un hito que parecía imposible: terminó de escribir su primer libro. Don Wilson, conmovido por la pasión y dedicación de su amigo, lo integró al equipo de la UTAMA, donde Kike ofrecía sus escritos sin pedir nada a cambio. Aunque enfrentaba dificultades financieras, Kike nunca cobró por su trabajo. Para él, escribir era un acto de gratitud y un puente hacia sus sueños.

Esa noche, mientras las estrellas iluminaban el cielo de Villa de las Bendiciones, Kike cerró los ojos y pronunció su mantra:

—Gracias.

Agradeció por las personas que habían llegado a su vida, por las lecciones aprendidas, y por el don de escribir historias que inspiran. Sabía que la Divina Providencia siempre recompensa a quienes actúan con amor y fe.

Esta historia nos enseña que la gratitud no solo transforma nuestras vidas, sino que también tiene el poder de tocar los corazones de quienes nos rodean y, tal vez, cambiar el destino del mundo.

miércoles, 11 de diciembre de 2024

# El Camino del Escritor: La Caja de los Sueños

Eran las 18:09 cuando el cielo de Silvania se encendía con un atardecer de fuego. Kike, en su acogedora casa de campo, escribía con esmero sus afirmaciones positivas bajo la luz dorada que se filtraba por las cortinas. Afuera, el aire olía a tierra fresca tras una jornada en el huerto, donde había cavado tres huecos para sembrar plantas de plátano.

De repente, el celular interrumpió la calma. Al otro lado de la línea, una voz cortés le anunció que un paquete aguardaba por él. "¿Será posible?" pensó Kike. Recordaba que la editora Letrame en España le habían prometido enviar 15 libros, los primeros ejemplares de su obra publicada: Historias que Inspiran la Imaginación: Relatos mágicos que conectan sueños y realidad.

La emoción lo invadió. Se calzó apresurado unas zapatillas, un bluyín y una camiseta. Con el corazón latiendo al compás de sus pasos, salió corriendo hacia la Virgen, un punto de encuentro a 600 metros de su casa. Pero el destino tenía otros planes: a 200 metros de su destino, el celular volvió a sonar. Entre el nerviosismo y el movimiento, Kike perdió la llamada.

Devolvió el llamado y escuchó la voz del mensajero impaciente:
—Estoy esperándolo.
—¡Estoy cerca! ¡Espéreme! —respondió Kike, acelerando el paso.

El puente peatonal estaba en demolición, bloqueando el camino. Con determinación, Kike improvisó una ruta: subió por una pendiente rocosa, esquivó un camión y cruzó la carretera con precisión milimétrica para evitar una moto que rugía a toda velocidad. Finalmente, dobló por un atajo y allí, en una esquina, divisó al mensajero con la caja en sus manos.

Al recibirla, su corazón latía como tambor. Firmó el comprobante y, con manos temblorosas, abrió la caja justo allí, bajo el cielo que comenzaba a teñirse de azul profundo. Los libros estaban ahí. Sus libros. La emoción lo desbordó, y al mostrar uno al mensajero, dijo con lágrimas en los ojos:
—Hoy soy el hombre más feliz del mundo. Este es mi primer libro: Historias que Inspiran la Imaginación.

El mensajero sonrió con sinceridad.
—Lo felicito de corazón. Estoy seguro de que este es solo el comienzo de algo grande.

De regreso a casa, Kike encontró a un vecino curioso, don Gabriel, quien no pudo evitar preguntar por su felicidad evidente.
—Escribí mi primer libro, ¡y aquí está! —le respondió, mostrando uno de los ejemplares con orgullo.

Gabriel lo felicitó y prometió visitarlo para saber más sobre la obra. Luego, un paisita conocido le ofreció llevarlo en su campero. Durante el trayecto, Kike compartió brevemente de qué trataba su libro, despertando el interés del conductor, quien prometió buscarlo pronto.

Ya en casa, Kike entró sigilosamente para sorprender a Linda, su compañera de vida. Dejó la caja en un rincón, sacó un ejemplar y, al verla bajar las escaleras, le pidió que cerrara los ojos.
—Ahora ábrelos.

Linda contempló el libro y sonrió con los ojos iluminados. Kike, aún sobrecogido, intentó compartir la noticia con su amigo Wilson, pero algo lo detuvo. Necesitaba procesar este momento en silencio. Hizo yoga, meditó y escribió en su diario, dejando que las emociones fluyeran. Luego, alzó una taza de café junto a Linda, brindando por el futuro.

Esa noche, Kike reafirmó un propósito que había rondado su mente: escribir sería su misión, su forma de transformar el mundo y de agradecerle a Dios y al Universo por haber orquestado sus sueños.

En la soledad de Silvania, rodeado de naturaleza y de personas sencillas, Kike había descubierto su genio literario. Había vivido momentos difíciles, pero con fe en Dios y en sí mismo, logró lo imposible. Ahora, con su segundo sueño cumplido, dejó el tercero en manos del destino, confiado en que el Universo conspiraría a su favor una vez más.

 

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