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domingo, 29 de junio de 2025

✨#"El Abrazo del Tiempo: Un Encuentro que Ilumina el Alma"


 Era un 3 de junio, y el amanecer en Villa de las Bendiciones se desplegaba como un lienzo celestial. El sol, aún tímido tras las montañas, parecía querer contar un secreto ancestral. En ese rincón encantado de Silvania, donde el tiempo parece detenerse, las aves multicolores y diminutos insectos danzaban como gotas de Dios, entonando un canto sagrado a las 3:40 de la mañana.

Kike despertó de un sueño profundo con el presentimiento de que aquel día traería algo especial. Se levantó sereno, realizó su rutina sagrada: ejercicios, meditación y yoga. Luego preparó sus tintos y aromáticas, los elixires mágicos que lo acompañaban a diario. Se hidrató con gratitud y partió a las 5:04 am hacia el Hospital Ismael Silva de Silvania, donde cada mañana compartía no solo productos como tapabocas, tintos y aromáticas, sino también palabras de ánimo a quienes esperaban una cita médica o un examen de laboratorio.

Hasta las 8:10 am cumplió su misión matutina. Luego pasó donde don Wilson a cuadrar cuentas del día anterior. A las 9:36 am comenzó su recorrido por las arterias comerciales de Silvania: talleres de motos, carnicerías, supermercados, almacenes... Allí lo esperaban sus clientes habituales, quienes reconocían el toque especial de sus tintos y el alma sanadora de sus aromáticas, preparadas por Linda en Villa de las Bendiciones, con una fusión sagrada de yerbabuena, albahaca y homero.

A las 11:34 am, tras culminar su ruta en el punto de encuentro con los muchachos de las motos, regresó a casa, dejó sus termos mágicos, se despidió de Linda y partió rumbo a Bogotá en un Expreso Bolivariano al mediodía.

Durante el trayecto, Kike cerró los ojos y meditó. En ese instante, como un destello de intuición, recordó llamar a Don Octavio Botero, un viejo amigo y gran emprendedor de la cacharrería en el corazón de Bogotá.

—¡Hola Don Octavio! Le hablo para contarle que voy rumbo a Bogotá —dijo Kike con voz vibrante.

—¡Kike! ¡Qué alegría saber de ti! ¿Cuántos libros llevas? —respondió Don Octavio con sorpresa.

—Llevo tres ejemplares —contestó Kike.

—Perfecto, te apoyo con dos. Te espero en el almacén a las 2:30 pm —dijo con decisión.

—Gracias Don Octavio, le haré una dedicatoria muy especial —prometió Kike, con el alma encendida.

Al llegar a Soacha, Kike visitó a doña Yorly, una fiel lectora que ya había adquirido su obra meses atrás. Luego pasó a comprar productos de Omnilife y se dirigió en Transmilenio hasta la estación San José, desde donde caminaría a su destino: la mítica cacharrería El Rayo, un templo del emprendimiento en Bogotá, fundado hace 33 años.

Allí, en medio de cajas, estanterías y memorias, lo recibió William, antiguo empleado y testigo del legado de Don Octavio. Conversaron sobre el libro, sobre los días pasados y las esperanzas renovadas. De pronto, bajó por las escaleras Don Octavio, quien interrumpió una importante junta directiva para abrazar al viejo amigo que no veía desde 1997.

El tiempo pareció detenerse mientras se fundían en un abrazo que borró décadas. Kike recordaba los días en que le había colaborado con trámites notariales y asesorías, y Don Octavio evocaba su confianza en aquel joven honesto que hoy llegaba como escritor.

Kike lo felicitó por su evolución: más de tres almacenes, más de 30 empleados, y una reputación impecable. Luego le entregó una dedicatoria escrita desde el alma:


Dedicatoria especial para Don Octavio Botero, su esposa e hijos

Con profundo aprecio y admiración, dedico estas palabras a usted, Don Octavio, entrañable amigo y destacado comerciante del mundo de la cacharrería y papelería; fundador visionario de la tradicional Cacharrería El Rayo, que desde hace 33 años ha iluminado con su servicio y compromiso el corazón de su comunidad.

Gracias por su valioso apoyo al adquirir dos ejemplares de mi primera obra, Historias que Inspiran la Imaginación. Su gesto no solo impulsa mi camino como escritor, sino que también me confirma que la amistad sincera y el respaldo genuino siguen siendo pilares fundamentales para crecer.

Que este libro sea una chispa más que alimente su luz interior y la de su hermosa familia, y que siga cosechando éxitos, como lo ha hecho durante toda una vida de esfuerzo y dedicación.

Gracias por creer en mí y por valorar este humilde emprendimiento literario.

Con bendiciones, respeto y aprecio sincero,
Jaime Humberto Sanabria
Villa de las Bendiciones, Silvania – Colombia
Junio 03 de 2025


No hubo tiempo para largas charlas. Don Octavio debía regresar a su reunión con empresarios y directivos. Pero para Kike, ese breve reencuentro fue un destello de eternidad, una lección viva: el tiempo no borra los lazos verdaderos, los fortalece.

Con algunas compras bajo el brazo, emprendió el regreso a Villa de las Bendiciones. Llegó sobre las 7:02 pm. Allí lo esperaba Linda con su sonrisa cálida y una aromática humeante.

Esa noche, al cerrar los ojos, Kike agradeció por el día vivido, por la amistad revivida y por la magia del reencuentro. Sintió que ese día era un susurro de la vida, recordándole que revivir momentos felices no solo nutre el alma, sino que también le da sentido al presente.

Porque cada encuentro verdadero es una chispa que enciende el corazón.


🌟 Esta historia continuará...

La siguiente aventura llevará a Kike al encuentro con una gran emprendedora y profesional de la salud en Silvania.
¿Qué otros misterios y enseñanzas le deparará la vida cotidiana?

sábado, 17 de mayo de 2025

☕📘"El Termo Mágico y los Dados de Dios" (Una historia de encuentros, libros y destinos escritos en el alma)


Érase un sábado 10 de mayo, en un rincón apartado de Colombia llamado Silvania, donde las madrugadas despiertan los sentidos y acarician el alma. En Villa de las Bendiciones, el tiempo parecía detenerse, envuelto en una naturaleza exuberante que respiraba vida.

El cielo, aún oscuro, comenzaba a desvelarse con un lienzo de tonos índigo que se diluía en suaves pinceladas anaranjadas y rosadas. Copos blancos de nubes flotaban perezosos, como suspiros del amanecer. Una brisa fresca susurraba entre los árboles, llevando consigo el aroma húmedo de la tierra y el dulce perfume de las flores silvestres.

La orquesta de la naturaleza despertaba: pájaros de colores entonaban sus trinos vibrantes componiendo una sinfonía que resonaba en el valle. Insectos exóticos zumbaban como si fueran gotas de rocío tocadas por la mano de Dios. El canto de un gallo lejano se mezclaba con el murmullo de un riachuelo, tejiendo un tapiz sonoro que envolvía cada rincón. Las hojas danzaban al compás del viento y el primer rayo de sol iluminaba el rocío, haciendo brillar pequeños diamantes sobre la tierra.

Aquella madrugada era más que un instante: era un abrazo de la creación, donde el corazón latía al ritmo de la tierra.

Marcaban las 5:58 a. m. cuando Kike despertó después de un sueño profundo. La noche anterior había agradecido por la primera venta de su libro en Brasil. Oraba por esa persona que, sin conocerlo, se había dado la oportunidad de adquirir su obra virtualmente. Agradecía a la Divina Providencia y soñaba con que más personas, incluso sus amigos en el exterior como Consuelo en Nueva York —quien ya difundía sus blogs—, adquirieran su libro en su debido momento.

Ese primer lector brasileño simbolizaba para Kike el inicio de un viaje sin fronteras, donde sus palabras transformarían, sanarían e inspirarían a corazones del mundo entero.

Como cada día, Kike realizó su rutina de yoga y meditación. Mientras tanto, Linda, su esposa, le preparaba el desayuno: changua con papa y huevo, chocolate caliente con leche y arepas rellenas de queso. También alistaba los termos mágicos: uno con tinto exótico de canela, clavos y anís; otro con aromáticas de yerbabuena, hojas de limón y manzanilla fresca de su huerta.

Ese sábado tenía un reto: lograr que sus ventas igualaran a las de un día entre semana. Partió rumbo a Silvania a las 9:09 a. m. y, como señal del destino, sus primeros tres clientes habituales le compraron sin titubear.

A las 9:54 a. m., Kike llegó a una carnicería famosa entre los campesinos de las veredas. Allí, como cliente, se encontraba su amiga Damaris Mendoza, del club de lectura de Silvania, acompañada de su hija Paola López, una destacada contadora pública. Mientras esperaban ser atendidas, Damaris le decía emocionada a su hija:

—Mira, Paola, este es mi amigo Kike, un compañero de tertulia que escribió su primer libro. Es realismo mágico de lo cotidiano, una nueva corriente. Con su hijo Juanpis, sin miedo al qué dirán, recorre Silvania vendiendo tintos con un termo mágico y llevando ejemplares de su obra: Historias que Inspiran la Imaginación. Lo admiro profundamente por su valentía y espíritu emprendedor.

—¡Mamá! ¿Cómo hago para adquirir ese libro? —preguntó Paola, con los ojos iluminados por la curiosidad.

Y justo en ese instante, como si el universo respondiera a su deseo, apareció Kike bajando la calle con su termo mágico y su mochila. Damaris, sorprendida, lo saludó con un abrazo fraterno y le presentó a su hija.

—¡Qué sincronía! —exclamó Damaris—. ¡Estábamos hablando de ti!

—¡Quiero un ejemplar de tu libro ya! —le dijo Paola a Kike, con una sonrisa encantada.

—Llevo tres en la mochila —respondió él, y comenzó a buscar.

Kike abrió su mochila con el gesto solemne de quien abre un cofre de tesoros. Paola observaba con asombro: la portada del libro mostraba a un joven cruzando la puerta que separa el sueño de la realidad. Al recibirlo, sintió un hechizo en el alma.

—¿Me lo puedes firmar? —le pidió emocionada.

Kike escribió con dedicación:

Para Paola López, destacada contadora.
Paola, con gratitud, te entrego este libro, recordándote que en lo sencillo de cada día habita una fuente infinita de inspiración.
Que estas páginas despierten en ti la magia de ver lo cotidiano como un tesoro lleno de aprendizajes, sueños y nuevas posibilidades.
Gracias por darle vida a esta obra con tu lectura.



Damaris capturó el momento con dos fotos: una de la dedicatoria y otra de Kike entregando el libro. El aire se impregnó de algo mágico, como si Dios hubiese orquestado aquel encuentro.

Después del emotivo instante, Kike siguió su recorrido repartiendo tintos que despertaban el alma. Recordaba con alegría el momento vivido, aunque cayó en cuenta de que olvidó tomarle una foto a Damaris con el libro. Le enviaría las imágenes en la tarde con un mensaje cariñoso y disculpas sinceras.

Ese sábado fue exitoso: las ventas superaron las de un día laboral. A las 2:16 p. m. llegó a casa, donde Linda lo esperaba con un almuerzo criollo: arroz, pasta, papa, pollo guisado y jugo de tomate de árbol, típico de la región.

A las 3:30 p. m., Kike partió hacia el Café Zeratema, donde su amiga Estefanny le había ofrecido un espacio para exhibir sus libros. Colocó ejemplares en seis mesas, y en tres de ellas hubo interés inmediato.

Sembraba semillas de palabras, confiando en que el tiempo se encargaría de dar frutos.

Ese día, Kike reafirmó su fe: la Divina Providencia caminaba con él. El secreto era confiar en que cada día podía ser un 1 % mejor que el anterior… y que en los momentos difíciles jamás debía dejarse vencer por los miedos, las dudas o los demonios invisibles.

¿Qué nuevas aventuras le esperaban a Kike, Linda y Juanpis la próxima semana? ¿Cómo iría la entrevista desde España el miércoles?

Esta historia…
continuará.

jueves, 17 de abril de 2025

#Del Café Zeratema al Afiche que lo Hizo Real


Érase un lunes, 14 de abril, a las 5:04 p.m.
Una tarde hermosa y despejada abrazaba a Silvania, como si el invierno hubiera decidido, por fin, darle una tregua al pueblo desde el día anterior. El cielo lucía un azul profundo, manchado de pinceladas blancas que flotaban suaves, sin prisa, como testigos silenciosos de un día que ya se perfilaba especial
.



Por primera vez en años, se respiraba una calma desconocida. El corredor  Vía 40 Express Bogotá-Girardot, después de cuatro años de estrés, trancones y plantones pacíficos, finalmente había sido habilitado con tres carriles por sentido. El bullicio había cedido paso al alivio, y esa paz se extendía como un manto invisible sobre los rostros de los habitantes.

En Villa de las Bendiciones, donde el tiempo parece detenerse a 600 metros de la carretera  Vía 40 Express Bogotá-Girardot, se divisaba a lo lejos aquella imponente vía que ahora respiraba tranquila. Allí, Kike terminaba de hacer llamadas a amigos, buscando aliados que creyeran en su sueño: su primer libro.

Fue entonces cuando ocurrió algo que le erizó la piel.
Un mensaje de Laura Baquero, su amiga y dueña del Café Taller Zeratema, apareció en su WhatsApp.
No era cualquier mensaje. Era el afiche promocional del lanzamiento de su libro.

Lo impactante no fue solo verlo — con sus letras elegantes y el logo de aquel rincón mágico de Silvania — sino saber que Laura ya lo había compartido en redes sociales y en grupos locales, dándole vida pública a un evento que, hasta hacía poco, no era más que un susurro en la cabeza de Kike.

Hay personas que con un simple gesto pueden convertir sueños en realidades.
Así fue Laura.
En ese instante, todo cobró sentido: las caminatas, los relatos escritos de madrugada, las conversaciones en cafés, los días de incertidumbre…
El proyecto cobraba forma.
Pero más que el afiche en sí, fue el gesto de lealtad, cariño y apoyo incondicional lo que dejó a Kike conmovido.

Y lo más emocionante:
El afiche anunciaba oficialmente el lanzamiento de su libro “Historias que Inspiran la Imaginación” para este sábado 19 de abril a las 3:00 de la tarde en ese mismo lugar cargado de magia: el Café Taller Zeratema.

Como si eso fuera poco, corría el rumor de que un periodista de Bogotá podría llegar a cubrir el evento.
La posibilidad de que alguien de la capital, con libreta en mano y mirada curiosa, recogiera esa historia nacida en un rincón de Silvania, sumaba misterio, expectativa y emoción al momento.

De repente, Kike evocó un recuerdo muy especial…
El 31 de diciembre de 2024, una tarde en la que la lluvia había cedido, él llegó sonriente y lleno de energía a Zeratema, ese café donde las palabras no solo se dicen, sino que se sienten.
Allí lo esperaba su entrañable amiga Nelo, con su energía generosa y su alma servicial.
Ese día, entre sorbos de café y recuerdos que se arremolinaban como el viento en la plaza, exploraron juntos anécdotas, fotografías y trozos de vida.

Al final de esa tarde, Nelo le presentó a dos amigas: Laura y Stefany.
Ellas escucharon a Kike con atención, cautivadas por su pasión, su sencillez y esa chispa que tiene quien habla desde el alma. Rieron, compartieron ideas y, entre planes literarios y sueños colectivos, Nelo propuso algo que cambiaría el destino de Kike:



Que Laura y Stefany apoyaran su proyecto, exhibieran su libro y le abrieran un espacio en sus vidas y en su café.

Nelo cerró ese encuentro con una reflexión que se quedó tatuada en la memoria de Kike:

“La verdadera riqueza no está en lo que posees, sino en lo que compartes. Las palabras, las historias y el tiempo son tesoros que multiplican su valor cuando los das a otros.”

Hoy, ese pequeño gesto de entonces se había transformado en un afiche, un evento y un sueño compartido.


Cierre Emotivo

Hoy, quiero darle las gracias públicamente a Laura Baquero y a Café Taller Zeratema, ese rincón mágico donde los sueños se vuelven escenario, donde la literatura se respira en cada rincón y donde las palabras tienen vida propia.

Gracias por ser parte esencial de este primer vuelo de mi libro "Historias que Inspiran la Imaginación".

Este sábado 19 de abril, a las 3:00 de la tarde, estaremos viviendo este sueño juntos en Zeratema.
Y quién sabe… tal vez entre los asistentes, un periodista de Bogotá lleve esta historia más allá de nuestras montañas.

Porque cuando los sueños se comparten…

dejan de ser imposibles. 

sábado, 29 de marzo de 2025

#El Ritmo del Límite


Era una mañana gélida, un domingo 28 de marzo de 2021, cuando el alba apenas se asomaba en el horizonte del barrio Olaya. La penumbra danzaba entre los rincones del pequeño gimnasio de su casa, mientras el aire cargado de esfuerzo y metal se filtraba en sus pulmones. Afuera, el mundo despertaba con una lluvia tenue que golpeaba el vidrio de la ventana, acompañada por el trino melancólico de un par de pájaros ocultos entre los árboles.

Kike, con su camiseta azul marino empapada de sueños y su short negro gastado por incontables batallas, se detuvo ante la trotadora. Era una bestia de acero y circuitos, aguardando con impaciencia, como un viejo amigo que desafía en silencio. El panel digital brilló como un ojo omnisciente y susurró en su mente: “¿Hasta dónde llegarás hoy?”

Un pitido agudo rasgó la quietud cuando Kike encendió la máquina. Inició con un trote de 8 km/h, un ritmo acompasado, casi hipnótico. Tap-tap-tap. Sus pies descalzos golpeaban la cinta con una cadencia precisa, despertando cada fibra de su ser. Su respiración se sincronizaba con el murmullo de la lluvia, mientras su corazón marcaba el tempo de un ritual ancestral.

Pasados cinco minutos, la ambición se encendió en su pecho. Presionó el botón y la trotadora rugió en respuesta: 11 km/h. Sus piernas se alargaron en un ritmo decidido, los músculos vibraban con cada impacto. Tap-tap-tap. La realidad comenzaba a desvanecerse, convirtiéndose en un torbellino de velocidad y sensaciones. En su mente, la lluvia ya no caía afuera, sino dentro de él, purificándolo, fundiéndose con su sudor, transformándolo en algo más que un simple corredor.

El desafío le susurró al oído. “Más rápido.” Kike obedeció. Subió a 13 km/h. La trotadora tembló bajo su dominio, mientras sus zancadas se convertían en latidos de un corazón mecánico. ¡Tac-tac-tac! El aire se espesó a su alrededor. Su respiración era un vendaval, su mirada, un filo cortando la bruma. El universo se redujo a la cinta en movimiento y al eco de su propio esfuerzo.

Pero Kike no quería detenerse. Se atrevió a cruzar el umbral. 15 km/h. La trotadora rugió como una fiera despierta. Sus piernas se volvieron alas, desafiando la gravedad, desafiando los límites humanos. ¡Tac-tac-tac! Cada paso era un salto al abismo, una apuesta ciega a la resistencia del alma. El sudor ardía en sus ojos, distorsionando la realidad, fundiéndola con su delirio.

De pronto, una sombra cruzó su mente. Un presentimiento, una advertencia. Su corazón golpeaba su pecho como un tambor de guerra. “Solo un minuto más”, se prometió. Pero el tiempo se dilató, convirtiéndose en una eternidad comprimida en el estruendo de sus pasos. La trotadora vibraba al límite del colapso, como si también luchara por seguir en pie.

Y entonces, el fin llegó.

Con una exhalación temblorosa, Kike bajó la velocidad. 10 km/h. 5 km/h. 3 km/h. El mundo regresó poco a poco, deslizándose de la nebulosa de velocidad. Sus piernas temblaban, su pecho subía y bajaba con furia domada. La trotadora emitió un último pitido, como un adios solemne.

Kike se dobló sobre sus rodillas. El sudor caía al suelo, formando pequeñas constelaciones de esfuerzo. Cerró los ojos y sonrió. Había cruzado el umbral. Había tocado el límite y regresado con vida. Afuera, la lluvia seguía cayendo, pero dentro de él, un sol incandescente iluminaba su ser.

Se irguió, tomando un sorbo del elíxir de su victoria: agua Blu con Biocros, Optimus y Ego Life. Sintiendo el renacer de cada célula en su cuerpo, susurró al universo:

“Gracias, gracias, gracias... Muchísimas gracias, Dios, por otra jornada más de entrenamiento”. 

El Libro Que Despertó Al mundo Kike no se le pasaba en sus pensamientos ni en su imaginación que cuatro años después sería escritor de "Historias que inspiran la imaginación" y estuviera contando este relato. ¿Cuestión del destino? La vida encierra misterios, que a veces se mezclan con la realidad.

 

viernes, 31 de enero de 2025

#Nueve Días en la Piel del Quijote: Un Viaje Entre la Locura y la Inspiración



 Érase un 31 de enero a las 6:12 a.m., cuando la luz dorada del amanecer comenzaba a dibujar un nuevo día sobre Villa de las Bendiciones. Allí, en medio de frondosos árboles y el canto melódico de los pájaros, el tiempo parecía detenerse. Kike despertó con el cuerpo algo fatigado pero con el alma encendida. La jornada anterior había sido titánica: transportar 200 libros en una zorra no era una tarea menor. Sin embargo, esa carga no era solo de papel y tinta; cada volumen contenía un universo de ideas, historias y sueños esperando ser descubiertos.

Como cada mañana, meditó en silencio, hizo sus oraciones y pidió inspiración para escribir historias que despertaran almas. Miró el horizonte con ojos de explorador, como si esperara recibir un susurro del viento o un guiño del destino. Ese día, el reto era colosal: culminar la lectura de Don Quijote de la Mancha, una obra de 1016 páginas. Restaban 139 páginas y el desafío no era solo físico, sino también mental y espiritual.

A las 8:30 a.m., con la disciplina de un caballero en su última batalla, cronometró su tiempo. Desayunó, se hidrató y tomó tinto en pequeñas pausas estratégicas. Cada capítulo era un duelo entre la razón y la locura, un viaje por la geografía de la imaginación. La fatiga mental comenzó a asediarlo en el último tramo. Las palabras se volvían pesadas, el cansancio lo embargaba como si atravesara un desierto sin oasis a la vista. Pero Kike no se rindió. A paso lento, con la tenacidad de quien persigue una quimera, terminó su travesía en tres horas y media. Exhausto, se recostó sintiendo la mezcla de victoria y extenuación.

Al final de la tarde, con la mente más serena, desplegó el mapa incluido en el libro. Siguiendo el rastro del ingenioso hidalgo, revivió cada aventura como si las hubiera cabalgado en persona. Luego, se sumergió en la biografía de Cervantes y en la cronología de su época, comprendiendo que su lucha, como la del Quijote, no fue en vano.

El Reto de Leer Don Quijote en 9 Días

La idea de leer el Quijote en nueve días había nacido en diciembre. Kike sabía que las festividades y otros compromisos lo harían posponerlo hasta el momento adecuado. Cuando enero le dio la bienvenida, tomó la decisión de sumergirse en la lectura como un caballero que emprende su misión sagrada. Distribuyó las páginas estratégicamente: 100 páginas diarias los primeros cinco días, 125 páginas desde el sexto y, en el último día, el remate con 139 páginas. Sabía que sería la prueba más exigente.

El lenguaje complejo del siglo XVII fue un obstáculo al inicio, pero su visión estaba clara. Había preparado su mente como un atleta que visualiza la meta antes de la carrera. No se permitió distracciones. Se concentró con tal profundidad que, en ciertos momentos, sintió que entraba en la mente de Cervantes, conectando con el autor más allá del tiempo y el espacio.

Cada página era un peldaño en una escalera invisible hacia un conocimiento mayor. No había tregua, solo el placer de avanzar, de sentir la historia vibrando en sus venas. Y cuando terminó, entendió que no solo había leído un libro: había vivido una experiencia transformadora.

Las Enseñanzas del Quijote en la Vida de Kike

Don Quijote de la Mancha le dejó algo más que palabras. Fue una revelación, una brújula para la vida. Aprendió que:

  • La libertad es un valor irrenunciable.

  • La virtud y la humildad son escudos contra la adversidad.

  • Luchar por lo que uno cree es la esencia de una vida con propósito.

  • La pasión es la fuerza que mueve al mundo.

  • Nunca hay que subestimarse ni rendirse.

  • Es vital mantener los pies en la tierra sin dejar de soñar.

  • La sabiduría no solo se encuentra en los libros, sino en la honestidad y la experiencia.

  • Vivir auténticamente, sin miedo al qué dirán, es la verdadera locura lúcida.

Al cerrar el libro, Kike sonrió. Se dio cuenta de que, al igual que Don Quijote, él también era un soñador que creaba historias nacidas de la inspiración. Y sus lectores, al igual que Sancho Panza, lo acompañaban en su travesía, creyendo en su visión, riendo y reflexionando con él.

Así terminó su viaje de nueve días con el Quijote, pero al mismo tiempo, fue el comienzo de muchas otras aventuras donde la imaginación seguiría cabalgando libre por los campos de la literatura y la vida.

jueves, 16 de enero de 2025

#53.40 Kms por 200 libros


 Era la mañana de un radiante miércoles 15 de enero. El sol, como un diamante en el cielo, iluminaba Villa de las Bendiciones, un lugar donde el tiempo parecía detenerse y la naturaleza cantaba su coro celestial. Kike, de pie junto al umbral de su casa, se preparaba para un desafío monumental. El aroma de las flores silvestres lo rodeaba, mientras Linda, su esposa, le daba un beso de despedida y la bendición, mientras los primeros rayos del sol pintaban el cielo con tonalidades doradas.


Con su reloj marcando cero y una mochila ligera en la espalda, Kike salió trotando hacia Fusagasugá, donde lo esperaba un destino prometedor. Al avanzar por la carretera, se encontró con el espectáculo de las palmeras que bordeaban la autopista. Altas, majestuosas, sus hojas danzaban con el viento, y Kike, mirando hacia lo alto, buscaba inspiración en su grandeza. En ese momento, imaginó tres palmeras similares adornando su hogar, como símbolos de fortaleza, sueños y esperanza.

Los kilómetros transcurrieron entre el canto de las aves, los murmullos de los trabajadores ampliando la vía y los suspiros de un hombre decidido. Al llegar al Banco W, su amiga Eliana le ofreció una oportunidad que iluminó su corazón: un subsidio, para comprar 200 libros subsidiados desde España, ejemplares que llevarían su obra "Historias que Inspiran la Imaginación" a las manos de sus lectores.

Aunque el desembolso se haría al día siguiente, Kike regresó a casa confiado en la Divina Providencia y completó 26.22 kilómetros en total. Pero el desafío no terminaba ahí. Al amanecer del día siguiente, con un cielo nublado que parecía envolver el mundo en un abrazo tranquilo, Kike volvió a emprender el recorrido. Recordó a su viejo entrenador, que siempre le decía: "Lo mejor para el cansancio es entrenar más."

En cada paso, Kike sentía la adrenalina impulsarlo. Su mente se llenaba de pensamientos sobre las personas que creían en él: amigos, familiares y los fieles lectores de sus blogs. Recordó a aquellas amigas que, en momentos de tristeza o frustración, le confesaron que leer sus blogs actuaba como un bálsamo para el alma. "Es como un hechizo," le decían, "tus palabras nos dan fuerzas para seguir adelante." Kike sonrió al pensar en el poder de sus relatos y en cómo su libro podría amplificar esa magia, llevando esperanza y motivación a más personas.

De vuelta en el banco, Eliana lo recibió con una cálida sonrisa. Tras diligenciar los formularios, el gerente quedó cautivado por la noble causa de Kike y la fuerza de sus palabras, prometiendo apoyar el proyecto. Algunos compañeros de Eliana se comprometieron a comprar el libro en cuanto llegara. Kike sintió que su misión no solo era posible, sino que ya estaba comenzando a cambiar vidas.

El recorrido de regreso fue un tributo a la victoria. Hizo una pausa en Silvania para beber agua de la montaña y comer un banano del huerto comunal, mientras contemplaba la belleza de los paisajes que lo rodeaban. Cada paso era una afirmación de su fe y una celebración de la vida.

Al llegar a Villa de las Bendiciones, Linda lo recibió con un abrazo y un jugo de guayaba frío. Esa tarde, Kike reflexionó sobre su hazaña: 53.40 kilómetros en dos días, impulsados por un sueño y sostenidos por un ejército de personas que creían en él.

Ese día comprendió que su libro no sería solo un logro personal, sino una herramienta para transformar vidas. Sus relatos, como lo hacían en sus blogs, serían un refugio para quienes buscaban inspiración, un recordatorio de que dentro de cada uno hay un guerrero capaz de enfrentar las mayores adversidades.

"Historias que Inspiran la Imaginación" no sería solo un libro, sino un puente hacia el cambio, una chispa para encender corazones y una guía para aquellos que sueñan con un mundo mejor.

Y así, Kike reafirmó una verdad simple pero poderosa: los sueños más grandes no se recorren en soledad; son los corazones unidos los que construyen los caminos hacia ellos.

sábado, 11 de enero de 2025

#El último vuelo de Oreo


 En los albores de un diciembre en Armenia, entre risas y caricias, Oreo había encontrado un hogar. Su pequeña presencia iluminaba cada rincón de la casa, una perrita que, desde el primer momento, se integró a la familia como si el destino la hubiese guiado allí. Incluso la gata, que hasta entonces había sido la reina solitaria del hogar, compartía con ella juegos y aventuras. La noche del 24 de diciembre, bajo el resplandor de las luces navideñas, las dos eran inseparables, como si un lazo mágico las uniera.

Sin embargo, la alegría no siempre permanece impasible frente al paso del tiempo. La mañana del 26, Oreo comenzó a mostrarse extraña, más tranquila de lo habitual, con una mirada que parecía perderse en algún rincón del universo. Su falta de apetito y su quietud comenzaron a preocuparnos, aunque intentamos justificarlo como un día de pereza tras las fiestas.

Cuando la situación empeoró, el día siguiente trajo consigo un peso en el aire. Oreo apenas bebía agua y su pequeño cuerpo se debilitaba. Fue entonces cuando los días se tiñeron de angustia. Cada momento junto a ella se volvió un acto de fe. Maryi no se separaba de su lado, observándola con tristeza y una mezcla de impotencia y esperanza. "Debes resistir", pensaba, mientras intentaba alimentarla, pero Oreo, cada vez más frágil, solo buscaba rincones oscuros, lugares donde el mundo no pudiera alcanzarla.

El 28 de diciembre amaneció con una extraña calma, esa que precede a las despedidas más dolorosas. En la penumbra de la sala, Maryi se sentó junto a Oreo, acariciando su pequeño cuerpo que apenas tenía fuerzas para responder. A media mañana, Oreo levantó la cabeza y, con unos ojos que reflejaban una profunda melancolía, la miró directamente. Fue una mirada que llevaba consigo todas las palabras que nunca podrían ser dichas, como un colibrí que se despide antes de emprender su último vuelo. Cerró sus ojos y partió, dejando tras de sí un silencio pesado, interrumpido solo por el eco de los recuerdos.

Mientras los niños preguntaban por ella, decidimos contarles que Oreo había volado a un lugar donde los campos son infinitos y el sol nunca deja de brillar. Un lugar donde ella correría y jugaría con otros perritos, libre como un colibrí que se eleva hacia el cielo, dejando una estela de amor y dulzura en su vuelo final.

Maryi, con los ojos llenos de lágrimas, supo que Oreo había venido para enseñarles algo profundo: el amor incondicional, la fragilidad de la vida, y la importancia de valorar cada instante compartido. Así quedó su recuerdo, como un pequeño ser que, aunque breve, dejó una huella imborrable. Una historia que, aunque envuelta en lágrimas, continuará en cada rincón de sus corazones.

Oreo, con su pequeño y efímero vuelo, dejó un legado de amor, resiliencia y gratitud. Su historia es una invitación a vivir cada día con propósito y a abrazar cada momento como si fuera único.

domingo, 5 de enero de 2025

#Travesías y Susurros en Villa de las Bendiciones

Era un radiante 2 de enero en Villa de las Bendiciones. A las 5:15 a.m., Jhonny despertó con entusiasmo, sabiendo que aquel día estaría lleno de momentos memorables. Tenía planeado un entrenamiento especial junto a su mamá, Carmencita, como la llamaban cariñosamente Kike y Linda, los amables anfitriones de la casa.

Desde el balcón, Jhonny contempló una mañana de ensueño. El cielo, con tonos azules y naranjas, parecía una obra de arte celestial, mientras los pájaros, con plumajes de infinitos colores, se posaban en el jardín, picoteando con alegría. Inspirado por la belleza de aquel amanecer, despertó a Carmencita, y juntos se prepararon para la jornada.

A las 5:45 a.m., salieron con dirección a Silvania, el primer destino de una travesía cunditolimense que Jhonny había planeado durante meses. Era la única época del año en la que podía dar rienda suelta a su pasión por coleccionar anécdotas, fotografías y recuerdos de los pintorescos pueblos de la región. Este año, su madre lo acompañaba en la primera etapa, lo que hacía la experiencia aún más especial.

El recorrido de 14 kilómetros estuvo lleno de paisajes deslumbrantes, esfuerzo compartido y la complicidad única entre madre e hijo. Carmencita, con su espíritu incansable, enfrentaba las pendientes de las montañas con determinación, mientras Jhonny admiraba su fortaleza. Cada paso era una historia, y cada respiro, una lección de vida.

Al regresar a Villa de las Bendiciones, Linda ya tenía listo un desayuno delicioso: huevos revueltos con mazorca, chocolate caliente y arepas recién hechas. La casa irradiaba calidez, y más tarde, alrededor de un almuerzo suculento que incluía arroz, pasta, papa salada, carne, ensalada y un jugo de guayaba, la tarde se convirtió en un festín de recuerdos.

Linda, Carmencita, Jhonny y Kike compartieron anécdotas y rememoraron los momentos más entrañables del 2024. Las risas llenaron la sala mientras cada relato traía consigo un destello de nostalgia y alegría. Era evidente que los lazos de amistad y cariño que los unían eran tan fuertes como las montañas que los rodeaban.

A medida que la tarde se despedía y las estrellas comenzaban a brillar, Jhonny se preparaba para la segunda etapa de su travesía. Al día siguiente lo esperaban retos desafiantes: recorrer Silvania, Fusagasugá y la famosa "Nariz del Diablo", hasta llegar a Melgar, Girardot y finalmente Flandes.

En el aire, entre el susurro del viento y el eco de las montañas, parecía resonar una invitación: "Sigue adelante". Como si la propia Villa de las Bendiciones tuviera secretos esperando ser descubiertos.

Esta historia continuará... 

miércoles, 18 de diciembre de 2024

#"El Regreso del Colibrí"


Cuando Maryi llegó a Armenia, lo hizo con una mezcla de esperanza y temor. El apartamento en el cuarto piso, ubicado a 20 minutos del centro, era un espacio nuevo para construir su vida. Su madre, siempre su apoyo incondicional, la acompañó durante el primer fin de semana. Al ver que Maryi parecía adaptarse, se despidió tranquila, confiando en que todo iría bien.

Los días iniciales fueron prometedores, pero la rutina pronto empezó a desgastar a Maryi. Cada jornada comenzaba a las 4 de la mañana, preparando desayuno y almuerzo antes de que él partiera al trabajo. Después, volvía a acostarse, cuidaba de los niños, hacía los oficios, y aguardaba su regreso como única fuente de compañía. Su vida se había convertido en un ciclo interminable de tareas, silencio y soledad.

La tristeza por no poder aportar económicamente se volvió una sombra constante. Maryi veía cómo él cargaba con toda la responsabilidad, y la impotencia se transformó en un estrés que los llevó a frecuentes discusiones. La relación, antes fuerte, parecía desmoronarse lentamente. Finalmente, un día, tras una discusión particularmente dolorosa, Maryi tomó a los niños y volvió a la casa de su madre.

Cuando él llegó al apartamento y lo encontró vacío, el impacto fue devastador. Comenzó a llamarla insistentemente, rogándole que reconsiderara. También buscó ayuda de su suegra y padrastro, pero Maryi se había cerrado en sus emociones. Todo lo que deseaba era empezar de nuevo, lejos de los problemas que la asfixiaban.

Sin embargo, mientras pasaban los días, algo comenzó a cambiar. Una mañana, desde el balcón de la casa de su madre, Maryi observó un colibrí que revoloteaba frente a ella. El pequeño pájaro, con plumas que parecían tejidas con los colores del arcoíris, la miró fijamente. En su mirada, Maryi sintió un mensaje profundo, como si aquel colibrí trajera una respuesta que su corazón necesitaba.

Esa noche, los niños comenzaron a hablar de cuánto extrañaban a su padre. Sus palabras, unidas a la imagen del colibrí, despertaron en Maryi una certeza: había amor, y donde había amor, había esperanza.

Decidió regresar, pero esta vez lo haría con un nuevo comienzo en mente. Su madre tenía una perra rottweiler que recientemente había tenido una camada de 11 cachorros. Uno de ellos, una pequeña perrita, capturó el corazón de Maryi y se convirtió en su nueva compañera de viaje. Cuando llegó de nuevo a Armenia, la familia la recibió con emoción, incluida la gatica que ya vivía en el apartamento.

La separación, aunque dolorosa, había servido para que ambos entendieran el valor de su relación. Aprendieron que, incluso en los momentos más difíciles, ceder un poco de orgullo y recordar lo que los une es esencial para seguir adelante.

Mientras decoraban la casa para la Navidad, Maryi vio al colibrí regresar al balcón. Esta vez no estaba solo; otro colibrí revoloteaba a su lado. Los observó con el corazón lleno de gratitud, comprendiendo que aquel pequeño mensajero había sido un símbolo de renovación y esperanza.

La historia de Maryi no terminaba allí. Ahora, con una familia más fuerte y la magia de los colibríes en su vida, sabía que cada día traería nuevas aventuras y lecciones. 

Esta historia, continuara....

martes, 10 de diciembre de 2024

#Semillas de Esperanza: Un Día de Aprendizaje y Propósito


 Era un martes 10 de diciembre cuando el pueblo de Silvania amaneció envuelto en una frescura peculiar. El sol brillaba con intensidad, y una brisa suave llevaba consigo el aroma de cafetales lejanos. El cielo, despejado y amplio, parecía prometer un día lleno de posibilidades. Con una temperatura perfecta de 25 grados, este día sería especial para don Jorge, Linda y Kike, quienes tenían una cita crucial en la Alcaldía Municipal con don Wilson, un hombre visionario que encarnaba la pasión por transformar vidas.

Don Wilson, un amante de los detalles y las pequeñas alegrías, llegó temprano a la alcaldía. Con su característica energía, preparó un tinto artesanal endulzado con azúcar morena y acompañado de unas empanadas recién hechas por una emprendedora local. Ese aroma familiar llenó el espacio, creando una atmósfera acogedora y cálida.

A las 8:30 a.m., llegaron sus invitados. Jorge, Linda y Kike mostraban en sus ojos un brillo que reflejaba la curiosidad y el entusiasmo por aprender. Al saborear el café y las empanadas, la conversación fluyó hacia los sueños y metas para cerrar el año. Don Wilson, con su voz pausada pero firme, los guió hacia una visión compartida de futuro mientras las ideas se entrelazaban como las hojas de un robusto árbol.

Posteriormente, los condujo al vivero de la Alcaldía, un rincón oculto lleno de vida. Al llegar, el director de la UMATA los recibió con entusiasmo y los guió entre las plantas, destacando una en particular: el vetiver. Con una mezcla de respeto y admiración, don Wilson explicó las maravillas de esta planta, cuya raíz podía penetrar profundamente en el suelo, simbolizando fortaleza y adaptabilidad.

El vetiver, dijo don Wilson, era más que una planta; era una aliada en la bioingeniería, la remediación de suelos y la producción de objetos únicos como tapices y aceites esenciales. Al tocar una de las hojas, Linda sintió una conexión inexplicable, como si la planta le susurrara secretos ancestrales.

La sorpresa más grande llegó cuando don Wilson anunció que las fincas de Linda y Kike serían designadas como puntos clave para la lombricultura. Con pasión, les habló sobre las bondades de criar lombrices de tierra y cómo esta práctica podría transformar su entorno. Explicó que el lombricompost no solo era un fertilizante de primera calidad, sino también una herramienta para devolver vida a los suelos agotados.

"El #Vetiver: "Un Tesoro Natural con propiedades Antiinflamatorias, Antisépticas, y Afrodisíacas"

#Cultiva tú propio fertilizante: Guía para principiantes en la #Lombricultura" parte 1!!!

#"Cultiva tú propio fertilizante: "Guía para principiantes en #Lombricultura" parte 2!!!

La energía del grupo aumentó cuando don Wilson compartió su lema: “Pensar diferente y actuar con innovación”. Inspirados por esa filosofía, los planes comenzaron a tomar forma. Linda lideraría el proyecto de lombricultura, mientras que Kike se encargaría del laboratorio de propagación de semillas nativas. Jorge, con su experiencia en Agua Bonita, se convirtió en un puente para conectar más comunidades rurales con esta iniciativa.

Al final de la jornada, regresaron a la oficina de don Wilson, donde los esperaba un antiguo amigo conocido como “El Paisa”. Entre risas y anécdotas, discutieron ideas para unirse en la clausura anual del grupo “Semillas de Esperanza”, que se celebraría en la finca de don Alfredo.

Al despedirse, cada uno llevó consigo no solo conocimientos, sino también la certeza de que las pequeñas acciones pueden generar grandes cambios. Mientras caminaban por las calles de Silvania, el sol comenzó a ocultarse tras las montañas, dejando un cielo pintado de colores cálidos. La brisa vespertina traía consigo el aroma de un futuro lleno de posibilidades.

Mensaje final: La verdadera transformación nace de la unión de voluntades y el deseo de aprender continuamente. Como el vetiver, nuestras raíces deben ser profundas para sostenernos en los momentos de adversidad. Y como las lombrices, nuestras pequeñas acciones cotidianas pueden regenerar lo que parece perdido. Recuerda: cada semilla que plantes hoy, por más pequeña que parezca, tiene el potencial de convertirse en un bosque de esperanza para el mañana.

domingo, 8 de diciembre de 2024

#El Camino a la Aguadita: Una Aventura entre Sueños y Realidades


Eran las 8:37 de la mañana, de un 8 de diciembre, cuando el sol tímido luchaba por abrirse paso entre las nubes que aún susurraban la melodía de las lluvias nocturnas. El aire, impregnado de frescura, envolvía los cerros cercanos a Silvania. Entre este paraíso natural, Kike, un hombre de espíritu inquieto y mirada soñadora, se preparaba para emprender un recorrido desconocido. La curiosidad que nació aquel viernes, mientras don Wilson lo llevaba en moto hacia la finca El Pedrero, lo había inquietado durante días. Algo en esa ruta le susurraba secretos que debía descubrir.

Con su fiel mochila al hombro y la aplicación de rutas encendida, Kike se despidió de Linda prometiéndole que, si la lluvia lo sorprendía, regresaría. Pero algo en su corazón le decía que ese día, un 8 de diciembre, sería diferente. Encomendándose a Dios, inició su camino.

El sendero estaba lleno de vida. Flores brillaban como joyas entre la vegetación húmeda, y el rugido de los ríos resonaba con una fuerza casi mística. Kike avanzaba, capturando con su celular cada momento mágico, como si quisiera eternizar la conexión entre su alma y la naturaleza.

En medio de su trayecto, un pensamiento lo asaltó: un sueño que había intentado interpretar desde las primeras horas de la madrugada. Aunque los detalles eran borrosos, había una idea clara que resonaba en su mente: "Todo tiene un porqué." Inspirado por la biografía de Steve Jobs que leyó meses atrás, Kike reflexionó sobre cómo la vida, en su aparente caos, tenía un orden perfecto.

Hace un año, ni siquiera imaginaba vivir en la casa de sus sueños en Silvania. Ahora, cada paso que daba por ese sendero desconocido simbolizaba los caminos que Dios y el universo le habían abierto. A lo largo del recorrido, se sorprendió recordando los mensajes de aliento que recibía de personas impactadas por sus escritos, tanto en redes sociales como en WhatsApp. Sus palabras resonaban, tocaban corazones y despertaban esperanzas.

La lluvia, que comenzó como una leve llovizna, lo acompañó como un susurro constante mientras se adentraba hacia lo desconocido. Al llegar a La Aguadita, el paisaje lo dejó sin aliento: colinas verdes, casas humildes llenas de calidez y una iglesia que parecía custodiar los secretos del lugar. Allí, Kike oró con gratitud, sintiendo que ese punto en su recorrido marcaba un antes y un después en su vida.

De regreso, una equivocación lo desvió del camino planeado, llevándolo a una quebrada escondida, donde aguas cristalinas danzaban bajo la luz que se filtraba entre los árboles. Grabó un video y, sonriendo, se dijo: "Si no me hubiera perdido, jamás habría descubierto este rincón mágico." Nuevamente, el mensaje del día se hizo presente: "Todo tiene un porqué."

Cuando llegó a casa, el reloj marcaba el final de una jornada inolvidable. Con 26.22 kilómetros recorridos, Kike no solo había conquistado un nuevo sendero, sino también su alma. Su corazón se llenó de gratitud por los dones que Dios le había otorgado, especialmente el de escribir con una prosa que transformaba vivencias simples en mensajes de esperanza para otros.

Esa aventura fue un recordatorio de que los sueños son como mapas que nos guían hacia destinos inesperados, y que confiar en Dios y en el universo siempre nos lleva al lugar donde debemos estar.

domingo, 1 de diciembre de 2024

#El Vuelo de Maryi: Una Historia de Resiliencia y Esperanza

El colibrí se detuvo frente a la ventana de Maryi esa mañana, sus alas vibrando con un ritmo casi hipnótico. Maryi sonrió, aunque su rostro cargaba el peso de días enteros llenos de incertidumbre. Quizá el colibrí era un presagio, un recordatorio de que incluso las alas más pequeñas pueden cruzar los cielos más amplios.

Maryi recordó el inicio de su travesía, aquella noche en la que recogió los pocos pedazos de su vida después de separarse del padre de sus hijos. Sin muchas opciones, tocó la puerta de su tía, quien la acogió con calidez, pero también con límites. Maryi, consciente de no querer ser una carga, decidió que era hora de buscar otro refugio. Su abuelo, un hombre amable que vivía en Villavicencio, la recibió con brazos abiertos. Sin embargo, allí también la incomodidad de depender de otros la llevó a dar el salto más audaz de su vida: partir hacia Bogotá.

Subió al bus con el corazón lleno de miedo, pero también de esperanza. No llevaba nada más que el pasaje y una pequeña maleta, donde la ropa de sus hijos compartía espacio con las pocas pertenencias que le quedaban. Cuando llegó a Bogotá, la gran ciudad parecía susurrarle desafíos al oído. Una noche en un hotel prestado se convirtió en semanas de incertidumbre, rebotando de un lugar a otro sin un hogar fijo. Cada noche cerraba los ojos deseando estabilidad, un rincón seguro para ella y sus pequeños.

Finalmente, después de un mes de incesante lucha, Maryi reunió lo suficiente para alquilar una pequeña pieza. Aquel espacio, aunque humilde, se convirtió en su santuario. Era su pequeño universo, donde sus hijos podían dormir tranquilos. Con esfuerzo logró inscribirlos en el jardín infantil. “Por lo menos allí tendrán comida,” pensaba Maryi mientras apretaba los dientes para ignorar el hambre que la acompañaba casi a diario. Su estómago vacío no importaba tanto como las sonrisas de sus hijos al salir del jardín, con sus mochilas llenas de dibujos y sueños.

Pasaron cuatro meses. Cuatro meses de lucha diaria, de sacrificios. Cada madrugada, cuando la ciudad apenas despertaba, Maryi salía a la calle con una nevera llena de yogurt que ella misma había preparado la noche anterior. Caminaba incansable, ofreciendo su producto con la dulzura que solo una madre desesperada podía proyectar. Algunos días las ventas eran buenas; otros, la tristeza la invadía al regresar con varios tarros sin vender.

Pero nunca flaqueó. Ni una sola vez. Sus hijos eran su fuerza, su motor, su razón para no rendirse. Cada pequeño logro, cada risa, cada abrazo de sus pequeños le recordaba que, aunque su camino estaba lleno de espinas, también había flores que recogía en el trayecto.

Maryi sabía que la lucha aún no terminaba. Cada día traía nuevos retos, pero también nuevas oportunidades. El colibrí volvió a aparecer en su ventana, como un símbolo de esperanza. Ella lo miró, dejando que su vuelo errático le inspirara. Porque, como el colibrí, Maryi había aprendido a mantenerse en el aire, incluso en las tormentas.

Continuará…


 

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