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domingo, 30 de marzo de 2025

#Villa de las Bendiciones: Donde la Fantasía y la Realidad Se Entrecruzan

 





El amanecer en Villa de las Bendiciones era un espectáculo celestial. La brisa fresca danzaba entre los árboles, llevando consigo el canto armonioso de los pájaros de mil colores. Era un rincón donde el tiempo parecía suspenderse y la realidad se entrelazaba con la fantasía.

A las 5:13 a.m., Kike despertó de un profundo sueño, aún sintiendo el eco de las palabras que había plasmado la noche anterior en su blog número 172: "El Ritmo del Límite". Aquel escrito lo transportaba a un tiempo de resistencia y pasión, cuando adquirió una trotadora en plena pandemia para calmar la necesidad incesante de movimiento de su cuerpo.

Pero ese día, su llamado era otro. Su piel hormigueaba con la urgencia de sentir la carretera bajo sus pies, de desafiar el alba con cada zancada. Se sentó en la orilla de su cama, respiró hondo y trató de despejar su mente con la meditación. Sin embargo, los pensamientos insistentes se enredaban en su mente como maleza indomable.

Recordó su cita en el Mirador Artístico con don Germán y doña Ligia para grabar el video en el que hablaría de su libro "Historias que Inspiran la Imaginación", pero algo en su interior le decía que no era el momento. La intuición, ese susurro misterioso del alma, le advertía que no debía forzar la jornada. Con respeto y gratitud, escribió un mensaje a doña Ligia:

"Lamento no poder asistir hoy, pero estaré disponible mañana. ¿Podría indicarme a qué hora les conviene? Si no es posible, podemos posponerlo para el próximo fin de semana."

La respuesta llegó con la calidez de una persona que entiende el ritmo del destino:

"Entonces dejémoslo para el sábado a las 4:00 p.m."

Kike sintió alivio. Ese margen de tiempo le permitiría pulir aún más su discurso.

El llamado del camino

Con la mente despejada, inició su rutina: meditación, oración, ejercicios de fortalecimiento y flexibilidad. A las 9:27 a.m., se colocó su camiseta azul, aquella que evocaba una carrera en Bogotá, su pantaloneta cómoda y sus zapatillas minimalistas, ya desgastadas por tantas batallas en el asfalto. Tomó su morral con un libro dentro—por si alguien en el camino lo compraba—y salió con determinación.

Marcó su reloj en cero y emprendió la marcha. El aire matutino llevaba consigo promesas de aventura. A 180 metros de su hogar, giró a la izquierda y se enfrentó a la empinada cuesta de 1.200 metros, un ascenso desafiante que ponía a prueba su resistencia. Con cada paso, sus músculos respondían con fuerza renovada, evocando sus entrenamientos en la legendaria Pared de Bogotá.


El sendero, con su terreno agreste de placas de concreto, zonas verdes y piedras dispersas, le recordaba lo viva que estaba la tierra bajo sus pies. A los 13 minutos, llegó a la cumbre. Desde allí, observó la carretera que ahora se extendía con una amplitud majestuosa, tres carriles por sentido, abrazados por la vegetación exuberante que parecía salida de un cuento de hadas.




Descendió a un ritmo frenético, dejándose llevar por la adrenalina y el bullicio de los vehículos. Un trabajador de ANI captó en video su carrera, inmortalizando la determinación en cada una de sus zancadas.

Entonces, como un susurro venido del viento, surgió en su mente una frase:

"La Abundancia y la Prosperidad me acompañan donde quiera que vaya."

Se la repitió como un mantra, con la certeza de que, a pesar de los desafíos económicos, la vida siempre encontraba maneras de sorprender.

Al llegar a Silvania, compró algunos víveres para el desayuno y el almuerzo. Regresó a casa con una sonrisa, preparado para el siguiente ritual: un delicioso jugo de naranja fresco de su huerto, un desayuno de huevo cocido, chocolate espumoso con leche, pan con mermelada de guayaba—hecha por sus propias manos—y arepa asada.

Aún con el aroma del chocolate en el aire, se sentó frente a la pantalla para ver la misa virtual del Santuario del Divino Niño Jesús de Bogotá. Entre oraciones, pidió a Dios que le otorgara la sabiduría para seguir escribiendo historias que tocaran almas, que transformaran vidas.

El hogar, un templo sagrado

Por la tarde, con el sol bañando de oro las montañas, Kike tomó la escoba y la fregona con la misma pasión con la que empuñaba la pluma. Su hogar, Villa de las Bendiciones, debía estar impecable, pues era más que un refugio: era un templo donde la fantasía y la realidad se abrazaban en un mismo soplo de vida.

¿Y qué le deparaba la próxima semana? Marzo agonizaba, dando paso a un incierto y maravilloso abril. La historia de Kike aún tenía muchos capítulos por escribirse…

Querido lector, sé parte de esta historia

Si alguna vez has sentido que necesitas un impulso para seguir adelante, este libro es para ti. A través de relatos llenos de aventura, magia y reflexión, te recordaré que cada día es una oportunidad para crecer y evolucionar.

📖 "Historias que Inspiran la Imaginación" está disponible en ebook, físico, bajo demanda y audiolibro, en todos los idiomas y a nivel mundial.


Aquí te comparto la carátula y el enlace donde puedes elegir la plataforma que prefieras: https://www.google.com/search?q=Historias+que+inspiran+la+imaginación+Jaime+Humberto+Sanabria

Gracias, gracias, gracias. 🙏✨📚


jueves, 13 de febrero de 2025

#✨ El Susurro del Destino: Kike y la Promesa del Nuevo Amanecer ✨


 Historia:

El reloj marcaba las 4:41 a.m. en una madrugada aún envuelta en penumbras. En Silvania, donde el viento tibio susurraba secretos a las hojas, Kike despertó con una sensación especial en el pecho. No era un día cualquiera. Había algo en el aire, una certeza inexplicable que lo llenaba de energía.

Se sentó en la orilla de su cama, cerró los ojos y meditó. Durante veinte minutos, dejó que la calma se instalara en su ser. Después, con la fe de un peregrino, elevó una oración:

—Dios, dame sabiduría e inteligencia para escribir historias que inspiren al mundo.

Y al abrir los ojos, lo sintió: algo poderoso estaba en marcha.

Como si el tiempo se estirara para concederle un respiro más amplio, aprovechó su hora extra de vigilia. A las 8:00 a.m., Kike se sumergió en la calidez de las palabras, escribiendo con el corazón dos dedicatorias, una para su entrañable amigo Óscar Rico en Bogotá y otra para su querido sobrino Alfonsito Barrantes en Cajicá.

Cada línea que trazaba era un reflejo de su alma, un eco de gratitud por los lazos que el destino había tejido a su alrededor.

Con los libros dedicados y listos para viajar a sus destinatarios, Kike emprendió camino hacia Interrapidísimo. El sol, ya instalado en el cielo, parecía sonreírle. Sin embargo, su jornada apenas comenzaba.

Se dirigió a la Alcaldía de Silvania, donde una oportunidad inesperada aguardaba. Yaneth Rivera, su amiga y aliada en proyectos educativos, le había confiado una misión: presentar una propuesta de cursos gratuitos del SENA para el municipio.

Pero el destino, siempre juguetón, lo desvió momentáneamente.

—El alcalde está en una reunión con la comunidad de Molino Rojo —le informaron.

Sin dudarlo, Kike se dirigió al sector, donde una tensa reunión tenía lugar. Líderes comunitarios, ingenieros del Consorcio La 40, interventores, la CAR, la Gobernación, la Personería, concejales y el propio alcalde, Dr. Ricardo Pulido, escuchaban con seriedad las denuncias de los habitantes.

Las casas cercanas al proyecto del tercer carril habían comenzado a agrietarse peligrosamente. La comunidad, desesperada, había organizado un plantón para exigir respuestas. La indignación flotaba en el aire como un fuego latente, listo para estallar.

Kike observó en silencio, capturando cada emoción, cada frase, cada gesto. El realismo mágico de la vida misma se desplegaba ante sus ojos: el drama de familias al borde de perder su hogar, el choque entre progreso e historia, el pulso firme de quienes luchaban por justicia; recalcando que seguirían indefinidamente con el plantón.

El alcalde, con voz firme, respaldó a la comunidad y exigió al concesionario asumir la responsabilidad. Las miradas se cruzaron, los murmullos se disiparon y, por un instante, Kike sintió que las páginas de su próximo libro ya estaban escribiéndose solas.

Al finalizar la reunión, se acercó a Yaneth, quien le sonrió con complicidad.

Dame un momento, Kike. El alcalde te atenderá pronto.

Y así fue. Con la brevedad de quien tiene mil asuntos en la mente, el Dr. Pulido escuchó su propuesta y respondió con entusiasmo:

Excelente iniciativa. Te espero el viernes de la próxima semana en mi oficina. Hablaremos a fondo. Y tráeme un ejemplar de tu libro, quiero comprártelo.

Kike salió con una sonrisa en los labios y una certeza en el alma: el destino le había reservado ese día para abrirle nuevas puertas.

Al llegar a casa, listo para plasmar en su blog las historias que el día le había regalado, se encontró con un desafío inesperado: no había luz.

Miró la pantalla en negro. Sus dedos ansiosos quedaron en suspenso. Sus pensamientos, atrapados en el silencio de la espera.

No se resistió. Aceptó el mensaje del universo: ese día no era para escribir, era para reflexionar, para asimilar.

Se acostó más temprano, arropado por la gratitud, y cerró los ojos con la serenidad de quien confía en el mañana. Durmió profundo, como nunca antes, sintiendo que el destino le susurraba un secreto al oído:

Descansa, Kike. Mañana escribirás dos veces más fuerte.

FIN

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