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jueves, 7 de agosto de 2025

#"El Lunes en que la Montaña Susurró su Secreto" (Crónica de un día donde la fe y la magia se encontraron en el mismo camino)


 

Erase un lunes 4 de agosto cuando el amanecer, caprichoso, decidió dormirse un poco más sobre los cerros de un rincón oculto de Colombia: Villa de las Bendiciones.
Aquel lugar donde la neblina no solo cubre los cafetales, sino que parece guardar secretos antiguos en sus pliegues; donde las quebradas conversan con las piedras, las cigarras cantan como si no conocieran el silencio, y los perros ladran a presencias que solo ellos pueden ver.
Aunque la autopista Panamericana ha partido la montaña en dos, todavía en el alma del pueblo se siente un pulso invisible: el misterio de lo ancestral, la magia de lo simple.

Eran las 3:33 de la madrugada —hora que algunos llaman portal y otros casualidad— cuando Kike abrió los ojos. Se encomendó a Dios y agradeció por sus 35 años de casado con su amada Linda. Envió un pensamiento de amor a ella, a su hijo Juanpis, y a todos aquellos que, sin saberlo, eran parte de su bendición diaria: los que compraban sus tintos, los que algún día tendrían su libro Historias que Inspiran la Imaginación, los que le regalaban una sonrisa en la calle.
A todos les deseó lo mismo: que hoy les fuera un 1% mejor que ayer y mañana un 1% mejor que hoy.

Linda y Juanpis estaban lejos, en Bogotá. A Kike le correspondía aquel día enfrentar el frío, la llovizna y la soledad, armado solo con su carrito —su “carrito mágico”— y la certeza de que todo lo que ocurre tiene un propósito.
A las 5:31 am comenzó a rodar por el camino de placa huella, mientras recordaba que el domingo había leído tres horas continuas y escrito dos nuevos blogs. La montaña lo recibía con su aliento fresco, como si lo empujara suavemente hacia adelante.

Llegó al hospital a las 5:58 am. La fila era larga, unas cincuenta personas. Se colocó el tapabocas y, como si fuera parte de su misión, convenció a varios de usarlo también. Algunos, agradecidos, le compraron tintos, aromáticas y pericos para espantar el frío.
Ese día, las ventas parecían tener un compás propio, como si una mano invisible guiara cada moneda hacia él.
"El que resiste, persiste", se repetía, mientras sentía que algo extraordinario se estaba gestando.

A las 8:15 am, agradeció a la Divina Providencia por el récord alcanzado y se dirigió a la plaza para reunirse con su socio, don Wilson. Cargaron termos, cuadraron cuentas, y Kike continuó su recorrido hasta regresar a Villa de las Bendiciones a las 11:52 am. Preparó su desayuno —una sopa de pasta con pechuga criolla— y descansó exactamente 27 minutos. 


La tarde trajo la segunda parte de la historia. A las 3:33 pm, volvió a salir. Al pasar frente a la alcaldía, la coincidencia —o el destino— lo puso frente a la concejal Diana Triana, quien cumplió su promesa de comprar su libro. En ese instante apareció el presidente del concejo, Dr. Jairo Alberto Leal.
Kike, con la serenidad que solo da la fe, le habló de su obra. El doctor, como si ya lo hubiera estado esperando, percibió su humildad y ordenó a la secretaria, Laura Contreras, agendarlo para el día miércoles.

Por dentro, Kike sintió que la montaña misma le sonreía. Esa era su oportunidad de oro. Al contárselo a don Wilson y a la ingeniera Martha, lo felicitaron y le dieron consejos para presentarse impecable.

La noche llegó con cansancio y gratitud. Ese aniversario número 35 con Linda había sido un desfile de sorpresas invisibles: un récord de ventas, un nuevo libro vendido, y la invitación para presentarlo ante el concejo. Solo le faltó el abrazo de su esposa para completar la escena.

En casa, bajo el agua fría de la montaña, pensó en lo curioso de las horas: 3:33 am, 11:52 am, 3:33 pm… como si fueran marcas en un mapa secreto que él aún no entendía.
Cenó, compartió sus blogs y leyó comentarios de desconocidos: uno lo felicitaba por el cierre de Richi y el Balón que Susurraba Sueños; otro, quizá poeta o escritor, lo aplaudía por la tensión y el ritmo de Kike, el Vendedor de Café.

Kike se acostó. El sueño lo venció rápido, como si la montaña, satisfecha, lo acunara.
Pero la pregunta quedó flotando en la neblina de Villa de las Bendiciones:
¿Repetiría la hazaña en ventas?
¿Conquistarían sus palabras al honorable concejo?

…Esta historia continuará.

domingo, 3 de agosto de 2025

# "Kike, el Vendedor de Café"

La vida a veces nos habla en silencio, pero otras veces... lo hace a gritos desde los sueños.”

Era un sábado 2 de agosto en una región apartada de Colombia, donde el tiempo parece quedarse dormido entre las montañas verdes y húmedas de Silvania, un rincón del mundo donde la realidad convive con lo invisible, y lo cotidiano se llena de magia. Allí, en una casita enclavada entre árboles frutales y pájaros madrugadores, Kike despertó a las 4:14 a. m., alterado por un sueño que le dejó el alma sacudida.

En su visión onírica, Kike caminaba por una calle de su pueblo, empujando su fiel carro de tintos, como cada mañana. Todo parecía normal hasta que al pasar frente a una construcción, observó varios andamios inestables. Algo lo impulsó a detenerse, sacar su termo de tinto, colocarlo sobre una silla... y seguir caminando unos pasos.

Pero en ese instante, el viento cambió.

Kike miró hacia atrás y, con el corazón encogido, recordó que había dejado el termo. Se dio la vuelta para recogerlo, pero antes de poder regresar, los andamios comenzaron a derrumbarse. El tiempo se detuvo. Todo cayó en cámara lenta, como si el universo le estuviera dando una segunda oportunidad. Vio el termo estallar en mil pedazos justo donde había estado segundos antes… Y en ese momento, se despertó.

Jadeando, sudando, con el corazón galopando en su pecho. Pero estaba bien. Vivo.

Se quedó unos minutos en silencio, mirando el techo, sintiendo una mezcla de frustración, gratitud y claridad. “Se rompió el termo… pero yo estoy vivo”, se dijo en voz baja. Y entonces lo entendió: la vida vale más que mil termos.

Respiró hondo. Se levantó. Dijo su oración a la Divina Providencia, envió pensamientos de amor a Linda, a Juanpis —que celebraban un cumpleaños en Bogotá— y a los clientes que, sin saberlo, serían parte de su jornada.

Kike encendió el fogón, comenzó a preparar tintos, aromáticas, sus nuevos productos: carajillo, perico, milo, chocolate, cacao… Todo con la dedicación de un alquimista del café. Hizo sus ejercicios, escribió sus oraciones, y a las 9:00 a. m., salió a recorrer Silvania con el alma ligera.


En la plaza, don Wilson —un cliente fiel y mentor literario— le renovó su apoyo para el nuevo libro y hasta le recargó el termo con café fresco. Kike siguió su recorrido, ofreciendo sonrisas y bebida caliente. A eso de la 1:08 p. m., regresó a Villa de las Bendiciones para alistarse para la segunda jornada. Ese día, el desayuno fue tardío pero sabroso.sonrisas, 

En la tarde, una coincidencia hermosa: se encontró con una compañera del club de lectura de Silvania, quien le presentó a su hija Ángela. Entre sorbos de carajillo, hablaron sobre su próximo libro, sobre sueños y sobre lo real que puede llegar a ser lo que imaginamos.

Cayó la noche. A las 7:02 p. m., la jornada terminó con ventas que superaron las expectativas. Sobre las 8:00 p. m., ya estaba de vuelta en casa. Preparó su almuerzo, lo terminó casi a las 9:00 p. m., comió, reposó con un tinto doble… y se fue a dormir, dándole gracias a Dios por la vida, por los aprendizajes ocultos y por un sueño que, aunque inquietante, le salvó el alma.

Antes de dormir, pensó en su siguiente reto: leer durante tres horas seguidas y escribir la historia de su amigo Richi: “Richi y el Balón que Susurraba Sueños”.

Se preguntó si lo lograría…

La historia continúa.


🎇 Enseñanza final:

“No todo lo que se rompe es una pérdida. A veces, los pedazos que se salvan son los que más valen.”
Jaime Humberto Sanabria

 

lunes, 2 de junio de 2025

# “El Tinto del Destino y la Providencia”


 Era un viernes 23 de mayo, en un rincón encantado del mundo donde el tiempo se esconde entre la neblina de los suspiros de la tierra: Villa de las Bendiciones, Silvania, un lugar donde los amaneceres parecen cuadros pintados por la mano de Dios, y el canto de las cigarras rompe la noche como un eco de secretos antiguos.

A las 3:42 de la madrugada, Kike abrió los ojos con una certeza extraña: ese no sería un día cualquiera. A pesar de no saber qué le esperaba, confiaba. La vida le había enseñado, con pruebas tan duras como la pérdida de su celular, que todo lo que se suelta con fe, regresa con bendición. Desde entonces, había forjado dentro de sí una fe inquebrantable, esa que nace de tocar fondo y descubrir que siempre hay una mano invisible sosteniéndote.

Se levantó como de costumbre, con la disciplina de un alma guerrera: oración, meditación, ejercicios de fortalecimiento mientras cargaba el celular de Juanpis, todo acompañado del aroma del tinto y una aromática que preparaba con amor para su jornada de ventas. A las 5:10 a.m., vestido con su mejor presentación, salió rumbo al Hospital Ismael Silva. Ese día, sus tintos volaron como bendiciones líquidas: fue una mañana de ventas exitosas y de espíritus conectados.

A las ocho, en la plaza central, se reunió con su socio Wilson García y la ingeniera Marta Poveda. Don Wilson le ofreció unos huevos cocidos y un tinto con sabor a hermandad. Conversaron sobre metas, sueños y caminos por recorrer. Inspirado, Kike continuó su recorrido: famas, veterinarias, supermercados... su nombre empezaba a sonar entre los comerciantes como el del hombre del tinto que llevaba esperanza en cada sorbo.

A las 11:35 a.m., volvió a su hogar en Villa de las Bendiciones, donde Linda, su compañera y guardiana del amor, lo esperaba con un desayuno celestial: changua con huevo, arepa cocida, chocolate espumoso. Tras descansar un poco, ella le preparó de nuevo los termos con ese elixir que solo él sabía convertir en caricia para el alma.


A las 2:30 p.m., retomó su ruta. Pensaba ir a Fusa, pero una voz interior lo hizo quedarse. El universo tenía otros planes. Su recorrido fue más sereno, como si algo estuviera por revelarse. A las 4:23 p.m., cuando subía con sus termos casi vacíos, se cruzó con el profesor Robinson, quien bajaba en mototaxi conversando precisamente... ¡sobre él y su libro!

—¡Sorpresas te da la vida! —pensó Kike al escuchar su nombre desde el mototaxi.

El profesor lo llamó:

¡Kike! Véndeme dos tintos... y dime, ¿llevas ejemplares de tu libro “Historias que Inspiran la Imaginación”?

Con una sonrisa de asombro y gratitud, Kike respondió:

¡Claro que sí, profe! Aquí los tengo.

Véndeme uno, por favor, y hazme una dedicatoria mientras saboreo este tinto.

Kike, sentado en el andén, escribió de corazón unas palabras al maestro mientras este y su conductor disfrutaban la infusión aromática. Tan delicioso les pareció el tinto, que el profesor pidió otro.

—Este tinto está hecho con amor, profe —dijo Kike—. Lleva canela, clavo, anís… y una pizca de fe.

Compartieron un pasabocas, una conversación y una foto con el libro. El conductor, emocionado, le dijo:

Este es el tinto que Silvania merece. Te felicito, Kike. ¡Siempre que te vea, te compro!

Así, Kike sumó un nuevo cliente y una nueva historia. Luego, pasó por el taller de sus amigos Andrés y Juan, quienes, como por arte de magia, le habían recuperado su celular perdido. ¡Todo estaba regresando a su lugar!

Regresó a su hogar al caer la noche. Linda lo esperaba con un almuerzo digno de reyes: fríjoles, plátano maduro, papa salada, carne de cerdo asada y un jugo de tomate de árbol que sabía a cielo. Mientras comían, compartieron las anécdotas de la semana y celebraron los pequeños milagros que la vida, y la fe, les seguían regalando.

Kike descansó un rato. Cuando abrió los ojos, ya era medianoche. Se acostó tranquilo, con una sonrisa de gratitud. En su corazón, la Divina Providencia había vuelto a tocar su puerta: había recuperado su celular… y vendido un libro que, quizás, cambiaría más vidas de las que él imaginaba.

Y aún más le esperaba…

Tenía una cita con el alcalde el jueves 29 de mayo, para presentarle una propuesta que llevaba meses preparando.

Y el viernes siguiente, una llamada sorpresiva desde Soacha cambiaría su rumbo.

¿Quién lo llamaría?
¿Qué propuesta llevaría al alcalde?
¿Qué nuevas bendiciones tejería el destino para Kike?

…Esta historia continuará…

viernes, 16 de mayo de 2025

🌄 "El regreso de Linda y el emprendimiento del tinto que despierta los sentidos"


 Érase un miércoles 7 de mayo de 2025, en un rincón mágico y escondido de Colombia donde los amaneceres parecen recién pintados por ángeles y los atardeceres se deslizan como poemas sobre la piel del alma. Ese lugar lleva por nombre Villa de las Bendiciones, un pedacito de Silvania donde el tiempo se detiene, la tierra susurra secretos antiguos y el viento tiene memoria.

A las 6:40 a.m., Kike despertó como quien vuelve de un sueño largo y sabio. Había sido una semana incierta, pero luminosa, y ese miércoles traía consigo un sabor a esperanza. Mientras el aroma de la mañana le acariciaba los sentidos, meditó sobre los milagros del día anterior: Juanpis, su joven aprendiz, había ingresado con alegría al Instituto Sensoriales, y lo más esperado de todo, Linda —su compañera de vida y travesía— regresaba tras 90 días de ausencia.

Durante esos tres meses, Linda había acompañado con amor maternal a Taly, su hija, en la recuperación del parto de los mellizos, sus nuevos nietos. Aunque la distancia había sido larga, sus corazones permanecieron entrelazados por la esperanza, los mensajes y los sueños compartidos. Eran abuelos, sí, pero de espíritu inquieto y alma joven.

Esa mañana, Kike y Juanpis salieron temprano a recorrer las calles del pueblo con su emprendimiento de venta de tintos en su termo mágico. El aire fresco les hablaba de nuevos comienzos. Trabajaron con disciplina hasta las 11:00 a.m., justo cuando las nubes empezaban a tejer la promesa de lluvia. Regresaron a casa, y Kike, entre escobas, trapos y fragancias cálidas, preparó todo para recibir a su reina.

A las 11:57 a.m., sonó el teléfono.

¡Amor, voy en camino! —dijo la voz de Linda, vibrante como un tambor de fiesta.

El corazón de Kike latió con fuerza. Como un niño esperando Navidad, se apresuró a embellecer cada rincón. A las 12:40 p.m., Linda llegó en una flota que iba con destino a Armenia. Su encuentro fue un abrazo de almas, un cruce de miradas que lo decía todo sin palabras.

Dejaron las maletas con el muchacho del supermercado y caminaron tomados de la mano hasta la plaza central, donde los esperaban don Wilson —el sabio del pueblo— y la ingeniera Martha Poveda, una mujer de mirada serena y mente despierta. Allí, entre mesas de madera y flores frescas, hicieron el balance del trabajo de Kike vendiendo tintos en los negocios.

Don Wilson, con su sonrisa de servicio eterno, se conmovió.

Kike, tus pasos dejan huella, y no de café… sino de futuro —dijo, mientras levantaba su pocillo.

Y en ese instante, sucedió la magia: acordaron formar una sociedad en la que Kike y Linda recibirían el 50% de las ganancias, y el otro 50% sería para don Wilson y doña Martha. Nacía así, oficialmente, un nuevo emprendimiento… pero no uno cualquiera.

Antes del brindis, don Wilson se puso de pie y declaró con solemnidad:


Este no es cualquier café. Es café 100% natural de Silvania, cultivado sin pesticidas, herbicidas ni fungicidas. Es salud líquida. Lo que se toma aquí no enferma, despierta.

La ingeniera Martha completó:

—Nuestro café es puro, limpio, lleno de alma. Es tierra hecha esencia.

Kike sintió que algo profundo se encendía en él. No era solo café, era un símbolo. Un acto de amor a la vida, a la salud, al planeta. Y así lo entendió Linda también.

Entonces este emprendimiento —dijo ella— será un despertar. Serviremos vida en cada taza.

Mientras tanto, Juanpis, ajeno a todo el revuelo, los esperaba feliz en casa, viendo videos de YouTube. Pero todos sabían que esa historia apenas comenzaba.

Por la tarde, Kike hizo su recorrido habitual. Regresó con un buen balance de ventas, y al caer el sol, los cuatro se reunieron nuevamente. Brindaron con un tinto oscuro, aromatizado con canela, anís y clavos, por ese nuevo comienzo. Una lluvia ligera bendecía desde el cielo aquella alianza naciente.

Antes de despedirse, acordaron que la semana siguiente definirían el nombre de la sociedad y el diseño del logo del emprendimiento.

Kike y Linda regresaron caminando, empapados de sueños, con el corazón danzando de alegría. Sabían que algo especial estaba naciendo… Y sabían también que ese tinto no solo despertaría sentidos, sino conciencias.

En su mente, Kike ya pensaba en el próximo paso: llevar sus libros a otro nivel. ¿Lecturas en la plaza con tinto? ¿Una colección de relatos mágicos junto a cada taza servida? ¿Un podcast donde cada episodio se escuche con aroma de Silvania?

Las ideas llovían como la tarde sobre los tejados.

La historia apenas comienza…

…y continuará. ☕✨

jueves, 20 de febrero de 2025

#El Misterio de los Diez Minutos Perdidos


 Era una mañana cálida en Villa de las Bendiciones, donde el tiempo parecía detenerse. Marcaban las 5:58 a.m. y el sonido celestial de la naturaleza despertaba a Kike. Los pájaros de colores revoloteaban y picoteaban su ventana mientras los primeros rayos del sol se filtraban por las cortinas. Había dormido poco, apenas cuatro horas, pero sentía una energía especial. Hoy era un día importante: tenía una cita con el alcalde Ricardo Pulido para discutir unos cursos del SENA y algunos asuntos personales.


A las 7:32 a.m., bien presentado con pantalón café y camisa de rayas, Kike salió rumbo a la alcaldía. Caminó despacio, absorbiendo cada instante del paisaje matutino. Al llegar a las 7:40 a.m., se encontró con su amigo Wilson, quien lo recibió con alegría. Se dirigieron a la oficina de Wilson, donde compartieron un tinto bien cargado, propio de la región. Entre sorbos y risas, hablaron sobre las entregas de insumos, semillas y plantas que se realizarían a las familias capacitadas a final de año.

Mientras esperaba a la Dra. Olga Romero, Kike intentó agendar su cita con el alcalde, pero la secretaria le informó que no estaría en la oficina hoy. Estaba organizando la celebración de los 90 años de Silvania. Kike lo comprendió de inmediato; habría que esperar unos días más.

Cuando finalmente llegó la Dra. Olga, junto con "el Paisita", discutieron el itinerario de la celebración y el reinado. Kike, sin embargo, no podría asistir; sus compromisos en Villa de las Bendiciones lo reclamaban. Al salir de la alcaldía, Wilson lo presentó con entusiasmo: "Paisa, este es Kike, el escritor y poeta de Silvania". Compartieron otro tinto en un puesto de jugos, riendo y conversando sobre la entrega de insumos el lunes, cuando Kike escribiría un blog sobre el evento.

Terminada la charla, Kike se dirigió a hacer unas compras para su almuerzo. En su recorrido, observaba todo a su alrededor, concentrado en el presente, hasta que se topó con la iglesia. Sintiendo un llamado interno, entró. En el silencio del templo, una única persona oraba en un rincón. Se arrodilló frente a la imagen de María Auxiliadora y cerró los ojos. Con toda su alma, le pidió a Dios que pusiera el momento adecuado para su entrevista con el alcalde y le agradeció por la sabiduría e inspiración para escribir historias que transformaban vidas.


Unos minutos después, el hombre que estaba orando se acercó y Kike le pidió que le tomara una foto junto a la imagen de la Virgen. Se la tomó, se despidieron y Kike quedó solo en la iglesia. Miró su reloj: 10:32 a.m. Cerró los ojos y, de repente, una luz lo envolvió. No pensaba en nada, solo sentía una paz indescriptible. Cuando abrió los ojos, miró nuevamente su reloj: 10:42 a.m. ¡Habían pasado diez minutos que parecieron apenas unos segundos! Durante ese tiempo, nadie había entrado ni salido. Se encomendó una vez más y salió del templo con el corazón acelerado.

Recordó entonces la historia de un famoso actor norteamericano que tuvo una experiencia similar en una iglesia y que, a partir de ese momento, su vida cambió para siempre. Kike sintió que algo grande estaba por sucederle.

Al regresar a Villa de las Bendiciones, revisó su celular. Un mensaje de su amiga Luz Dary lo esperaba:

"Hola, don Jaime. Escribo para felicitarlo por descubrir ese don de la escritura y para agradecerle por permitirnos disfrutar de una buena lectura. En la sencillez está la elegancia de la vida. Historias sencillas, pero transformadoras. Solo me resta agradecer por tan hermoso libro".

Kike sintió un nudo en la garganta. No podía creer el impacto que su libro estaba teniendo en los demás. Sentía que su sueño de inspirar y transformar corazones en el mundo estaba tomando forma. Su libro sería pronto un best seller, lo presentía en cada mensaje de gratitud que recibía.

Con el alma llena de gratitud, preparó su almuerzo: arroz con verduras, alverja sudada con pollo y jugo de guatila cruda con cáscara, hielo, azúcar y medio limón. Le sorprendió que el sabor se asemejara al kiwi. Y, como si fuera poco, logró hacer una mermelada de guayaba natural con frutas casi maduras que tenía en la nevera.

Después, investigó sobre el silencio en las iglesias y encontró algo revelador:

"Experimentar el silencio en una iglesia católica puede ser una forma de acercarse a Dios y encontrar una unión con Él. El silencio ayuda a concentrar la mente y a orar. Es una condición necesaria para escuchar la voz de Dios y encontrar una nueva energía".

Kike comprendió que esos diez minutos en la iglesia no fueron casualidad. Había vivido un instante sagrado, un mensaje divino que aún no terminaba de descifrar. Su historia, apenas comenzaba...

Esta historia continuará...

domingo, 29 de diciembre de 2024

#"El Aroma de un Nuevo Comienzo: La Última Clausura en las Montañas de Silvania"


 En una fresca y apacible mañana de viernes 27 de diciembre, la finca El Arroyo, ubicada en Yayata Bajo, sector Las Palmas, se despertaba entre susurros de naturaleza. A las 5:30 a. m., don Wilson, el guardián de aquella casa rodeada de una exuberante vegetación, se levantaba como cada día. Antes de que el sol rompiera del todo su indecisión entre la lluvia y el amanecer, don Wilson ofrecía una plegaria al cielo, agradeciendo por los encuentros y las amistades que enriquecerían su jornada.

Su rutina comenzaba con un vaso de agua cristalina, nacida de las entrañas de la montaña. Luego, un baño frío lo despertaba por completo, pero el verdadero ritual era la preparación de su mágico tinto. En la cocina, don Wilson mezclaba café recién molido con un toque de cannabis, ortiga y un dulzor natural de miel de abejas y jarabe de propóleo. El primer sorbo siempre era una celebración. Mientras lo saboreaba, miraba el horizonte, impregnado de los cantos alegres de las aves y el susurro de los árboles danzando al compás del viento.

A las 7:00 a. m., don Wilson partió hacia la oficina central de la UMATA, donde entregó su informe al Dr. Leonardo Carrillo, su jefe inmediato. Juntos repasaron los logros del año y delinearon las últimas estrategias para fortalecer la autosuficiencia de los campesinos de la región. Entre los temas, destacaron la importancia del respaldo que el alcalde de Silvania, el Dr. Ricardo Pulido, había ofrecido al proyecto y cómo sería clave para el año próximo.

A las 9:30 a. m., llegó Kike, el joven entusiasta y narrador del grupo, quien también probó el mágico tinto antes de aceptar un reto: trotar 11 kilómetros hasta la vereda San José Alto. Partió con la determinación de un guerrero a las 9:50 a. m., dejando a don Wilson con la tarea de alcanzarlo más tarde en su motocicleta.




El sendero hacia San José Alto era una sinfonía de vida. Flores de colores intensos bordeaban los caminos, y el aire olía a tierra húmeda y esperanza. Kike llegó a las 10:52 a. m., justo antes de que don Wilson apareciera, sonriente, a los pocos minutos. Ambos fueron recibidos en la finca de Jorge Ávila y María Eugenia Vargas, cuyos tintos tenían un calor especial que hablaba de hospitalidad.



Poco a poco, llegaron los demás integrantes. Cada rostro traía una historia. Flor Beltrán, de la finca El Vergel, y don Hermes Rodríguez, el coordinador del grupo, cautivaron a Kike con relatos llenos de superación. Don Hermes, con voz firme pero serena, habló del derrumbe que destruyó su hogar años atrás y cómo su fe inquebrantable le permitió reconstruir su vida. Hoy sus tierras florecían con cultivos de café, lulo y pastos para su ganado.

Finalmente, llegaron: Flor Priciero, los hermanos Pedro y Jesús Martínez, y así fueron llegando más integrantes, y todos coincidieron en el apoyo incondicional de don Wilson en sus huertas y lombricultivos y en la asesoría en sus siembras de café, plátano, yuca, cilantro y otros cultivos. 

Don Wilson, incansable en su labor, era el centro de aquellas vidas, guiándolos en sus huertas, lombricultivos y siembras. La reunión no era solo para cerrar una CLAUSURA, sino para celebrar un año de aprendizajes y unión. Mientras los miembros del grupo VELTIVERT compartían anécdotas y Kike grababa cada palabra para su canal de YouTube: ZONA DEL EXITO, el ambiente se llenaba de risas, gratitud y sueños compartidos.

Canal: ZONA DEL EXITO

El banquete final fue una verdadera fiesta. Empanadas, masato casero, carne asada, yuca y guacamole se servían como símbolo de esfuerzo colectivo. La tarde se cerró con abrazos sinceros y promesas de un futuro mejor.

Aquella última CLAUSURA no solo marcó el fin de un ciclo, sino el inicio de una revolución silenciosa en la alimentación y la autosuficiencia en las montañas de Silvania. Porque, como enseñó esta historia, la verdadera riqueza está en la unión, el trabajo compartido y la creencia inquebrantable de que juntos podemos construir un mundo mejor.

Esta historia de integración y superación nos invita a reflexionar sobre la fuerza del trabajo colectivo y la importancia de creer en nuestros sueños. Como don Hermes, que reconstruyó su vida desde las cenizas, y como don Wilson, que se dedica a guiar y capacitar a los labriegos, todos tenemos la capacidad de transformar nuestras circunstancias cuando trabajamos con pasión y determinación.

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