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viernes, 10 de enero de 2025

#"Sueños de Colores: La Tangara Mensajera"


 Era la madrugada del 10 de enero, a las 5:40 a.m., cuando Kike despertó en Villa de las Bendiciones, un rincón paradisíaco rodeado por la majestuosa naturaleza de Silvania. El día prometía un calor abrasador, mientras las aves danzaban en el cielo al ritmo de un nuevo amanecer. Pero Kike no quería abandonar su sueño. Había sido un sueño distinto, tan vívido y lleno de simbolismo que aún resonaba en su alma como una melodía celestial.

En aquel mundo onírico, una mujer celestial de belleza indescriptible se presentó ante él. Su figura no era física, sino una entidad de luz que portaba un corazón de cristal azulado. Dentro de ese corazón se reflejaba un cielo propio, vibrante y sin límites. De él emanaba una energía de colores brillantes como un arco iris, que se derramaba sobre Villa de las Bendiciones, creando una burbuja de protección y armonía. En el aire flotaban cantos gregorianos, dulces e infinitos, que llenaban el espacio de una calma tan profunda que el tiempo y el espacio parecían haberse detenido.

Sin embargo, la magia se interrumpió. Kike despertó, aún con la sensación de aquel corazón resplandeciente y aquella mujer luminosa en su mente. El llamado del día era ineludible.

Tras su rutina de meditación, oración y ejercicios, Kike disfrutó de un desayuno preparado con amor por su esposa Linda: huevos revueltos, pan tostado, avena, y jugo de naranjas frescas de su huerto. Con el aroma del café aún presente, decidió leer "La Nostalgia de las Almendras Amargas" de Gabriel García Márquez, un préstamo reciente de la biblioteca pública.

Mientras estaba inmerso en el tercer capítulo, una tangara de colores vibrantes apareció en la ventana de la sala. Contra toda expectativa, el ave no huyó al sentir su presencia. Parecía observarlo con una curiosidad casi humana, como si tratara de transmitirle un mensaje. Fascinado, Kike tomó su celular y grabó un video. Durante un minuto, el ave permaneció ahí, inmóvil, como una mensajera de otros mundos. Luego, desplegó sus alas y desapareció en el horizonte.


Fue entonces cuando el recuerdo del sueño regresó. La tangara, con sus plumas que parecían reflejar un arco iris, había despertado algo en su interior. ¿Qué quería comunicarle? Aunque no lograba descifrar el mensaje, una profunda paz lo invadió. Sintió que, a pesar de los retos que se avecinaban, algo bueno estaba por suceder.


La jornada continuó con una fluidez inesperada. Kike resolvió asuntos pendientes, avanzó en sus lecturas y enfrentó sus pensamientos con la confianza renovada de quien ha recibido un mensaje divino. Con fe y gratitud, dejó sus preocupaciones en manos de Dios y del universo, convencido de que la clave para superar los miedos y las dudas está en la meditación, la autoobservación y la fe inquebrantable.

Al final del día, Kike comprendió que aquella tangara, como el sueño que le precedió, le había recordado una verdad esencial: la fuerza para vencer los mayores obstáculos reside dentro de nosotros mismos. Cada amanecer es una oportunidad para comenzar de nuevo, para escuchar las melodías de la vida y para recordar que, así como la tangara, todos llevamos un mensaje de esperanza y transformación que espera ser descubierto. Nunca dejes de soñar ni de confiar en el poder que reside dentro de ti.

domingo, 5 de enero de 2025

#Noche de Ensueño de Nelo


 Era un viernes 3 de enero, cuando el reloj marcaba las 6:00 a.m. en la finca: Semillas de Amor, sector La Guaca, en la vereda Panamá Alto, en Silvania. Nelo, una mujer cuya mirada reflejaba calma y profundidad, despertó con el suave murmullo de la naturaleza. El rocío de la mañana decoraba las hojas y un delicioso aroma a café recién preparado llenaba el aire. Desde la ventana de su habitación, contemplaba un amanecer celestial. El cielo, pintado en tonos de azul y naranja, parecía un lienzo divino que le susurraba al alma.

Mientras sostenía su taza de tinto, Nelo recordó un sueño que la había envuelto durante la noche. Cerró los ojos por un momento, y su mente la transportó de nuevo a aquel mundo etéreo que aún palpitaba en su corazón.

En el sueño, Nelo estaba recostada sobre una colina cubierta de hierba suave, bajo un cielo que comenzaba a vestirse con los colores de un atardecer de su amada Silvania. Los rayos del sol se filtraban entre los árboles, proyectando luces doradas sobre el paisaje. Fue entonces cuando un joven apareció a lo lejos. Su andar era pausado, casi como si flotara, y sus ojos tenían una intensidad que hipnotizaba.

El joven, de cabellos ondulados y rostro sereno, llevaba puesta una túnica blanca que parecía reflejar la luz del crepúsculo. Al llegar a un altar improvisado bajo un viejo árbol, inclinó la cabeza y, con las manos juntas, murmuró una oración. Nelo, que lo observaba escondida tras un mechón de su cabello, sintió cómo el corazón le latía con fuerza. Su presencia irradiaba paz y, al mismo tiempo, despertaba una emoción inexplicable en su interior.

Cuando el joven la miró directamente, fue como si el tiempo se detuviera. Sus ojos, llenos de amor y misterio, le hablaban sin palabras. Él colocó una mano sobre su corazón y, con una sonrisa que parecía contener siglos de sabiduría, comenzó a desvanecerse, dejando tras de sí un destello fugaz, como una estrella atravesando el firmamento.

Con el corazón lleno de melancolía, Nelo regresó a su casa, caminando entre árboles que susurraban su nombre al viento. Cada hoja que caía parecía contar una historia, cada rama se mecía como si quisiera abrazarla. Al llegar, encontró los árboles frutales cubiertos de aves con plumajes tan vibrantes como el arco iris. Los pájaros trinaban en un concierto de melodías, cada uno aportando una nota única, pero en perfecta armonía.

Nelo contempló aquel espectáculo con lágrimas en los ojos. Recordó cómo había sembrado esas semillas años atrás, llenándolas de amor y esperanza. Ahora, esos árboles no solo daban frutos, sino que también eran un refugio de alegría y vida.

Mientras escuchaba las canciones de las aves, sintió que su tristeza por la partida del joven comenzaba a desvanecerse. Cada trino era un bálsamo para su corazón, cada danza de las aves un recordatorio de la belleza de la vida. Fue entonces cuando comprendió que la presencia del joven no había sido un adiós, sino un mensaje.

Los sueños continuaron. En ellos, personas desconocidas visitaban a Nelo, susurrándole palabras de gratitud y amor. Le recordaban su bondad, su generosidad y cómo su luz interior tocaba las vidas de quienes la rodeaban. Nelo se sintió transportada, como si flotara en un vaivén de melodías celestiales que resonaban en cada rincón de su ser.

Al despertar, con una sonrisa iluminando su rostro, Nelo llegó a una conclusión:

"El amor espiritual es la conexión más pura, una sinfonía que une almas y trasciende incluso los sueños, transformando la soledad en unidad y la tristeza en esperanza."

Ese día, bajo el mismo cielo que había contemplado en su sueño, Nelo decidió vivir con más intensidad, con más amor y gratitud. Y cada vez que el viento susurraba entre los árboles, sabía que aquel ángel seguía cerca, cuidándola y recordándole que los sueños tienen el poder de transformar realidades.

sábado, 28 de diciembre de 2024

#El arco iris que susurraba sueños


 Era un 28 de diciembre, una mañana peculiar en Silvania. Aunque el verano prometía días despejados, el cielo amaneció cubierto por una espesa nubosidad que parecía luchar por dominar el día. Pero la naturaleza, como siempre, tenía su propio plan: la vegetación brillaba con un verde intenso, las flores lucían radiantes, y el contraste entre la niebla y los colores creaba un espectáculo casi irreal.

A las 5:40 a.m., Kike despertó de un sueño que parecía haberse borrado de su memoria como el rocío al amanecer. Un calambre en los gemelos de su pierna izquierda lo sacó de su descanso. Recordó con una sonrisa que quizás la causa fue el desafío del día anterior: un ascenso de 11 kilómetros que completó en tiempo récord, mientras don Wilson, su amigo y compañero de aventuras, lo alcanzó 45 minutos después en su moto.

Kike se recostó de nuevo y, como era habitual, comenzó a escanear su cuerpo en busca de equilibrio. Cuando llegó a los gemelos, cerró los ojos y realizó su peculiar ritual. Con una caricia invisible, transmitió calor a la zona afectada hasta que el dolor desapareció. Al abrir los ojos, algo en su mente le susurró que ese día guardaba secretos.

Mientras meditaba, un recuerdo lo llevó dos días atrás, a la vereda Panamá. Allí, bajo un cielo que acababa de llorar, don Wilson clausuraba una reunión del grupo "Emprendedores de Seguridad Alimentaria". Kike, en su rincón favorito, tomaba notas en su libreta blanca. Fue entonces cuando un destello de luz lo llamó. Salió al patio, y frente a sus ojos apareció un arco iris tan majestuoso que parecía un puente entre mundos.

—Don Wilson —exclamó Kike emocionado—, tome una foto, ¡esto es una obra celestial!

Don Wilson asintió, pero antes de disparar la cámara, tuvo una idea: pidió a Kike que se colocara frente al arco iris, con su libreta en mano y la mirada perdida en el horizonte. La imagen capturó no solo el momento, sino algo más: una conexión inexplicable entre el cielo, la tierra y los sueños de Kike.

Aquella noche, mientras revisaba la foto que don Wilson le había enviado, Kike sintió un escalofrío, como si el arco iris le hablara.. La belleza de esos colores cruzando el horizonte recordó la portada de su primer libro, Historias que Inspiran la Imaginación. Esa puerta que lleva a un mundo mágico simboliza el viaje que inició hace tiempo, cuando decidió escribir para encontrarse consigo mismo y, al mismo tiempo, compartir esa magia con los demás.. En el silencio de la madrugada, tomó su pluma y escribió:

"Mientras contemplo el arco iris desde mi rincón de escritura, siento que cada color me susurra historias por contar, recordándome que los sueños y las palabras pueden iluminar hasta los días más grises."

Al leer esas palabras, algo mágico ocurrió. En la imagen del arco iris, Kike creyó ver figuras danzantes, como si el universo le revelara secretos que esperaban ser contados. Cerró los ojos y pidió a la Divina Providencia:

"Dame sabiduría e inteligencia, para escribir con acierto, historias que inspiren al mundo."

Cuando despertó, horas más tarde, su mente era un torbellino de ideas. Comprendió que cada historia que escribiera no solo sería un relato, sino una semilla de esperanza para quienes la leyeran.

Esta historia nos invita a recordar que la inspiración está en todas partes: en el cielo, en los colores, en los momentos que nos parecen insignificantes. Y que al escuchar nuestro yo interior, tenemos el poder de transformar el mundo. Solo hace falta la valentía de creer y el deseo de sembrar nuestras propias semillas de esperanza.

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