Érase un domingo 26 de enero, cuando el reloj marcaba las 6:03 a.m. La mañana despertaba envuelta en una bruma mística, mientras el coro celestial de los pájaros entonaba su canto evocador. En Villa de las Bendiciones, donde el tiempo parece detenerse, los gallos anunciaban la llegada de un nuevo día con una melodía acompasada entre los árboles.
Kike se desperezó suavemente, sintiendo el frescor de la mañana acariciar su piel. Como ritual sagrado, se bañó en la luz tenue del alba y dedicó sus primeros instantes a la meditación y la oración. Su corazón latía con una meta clara en mente:
Comenzar a escribir su tercer libro, para lo cual sabía que debía pulirse interiormente.
Leer más de 100 páginas de "El Quijote de la Mancha" para completar más de 400 páginas leídas en cuatro días. Un reto titánico para un libro que supera las 1.000 páginas.
Con un espíritu indomable, Kike se sumergió en las palabras de Cervantes. Durante siete horas, con breves pausas para el desayuno y el almuerzo, navegó por las aventuras del ingenioso hidalgo Alonso Quijano, quien de tanto leer novelas de caballería acabó enloqueciendo, transformándose en don Quijote de la Mancha. Mientras leía, Kike sentía cómo la realidad y la ficción se entrelazaban en su mente, evocando en él una verdad irrefutable: la importancia de ser fiel a los ideales.
"Nada ni nadie debería cambiar nuestros valores," pensó Kike, "porque sin sueños, la vida pierde su magia."
Recordó su propio camino, aquel en el que se propuso ser el mejor en cada área de su vida, como cuando inició en el atletismo. Más de 20 años entrenando casi a diario le enseñaron que la disciplina es el cimiento de los sueños. Ahora, con su primer libro "Historias que inspiran la imaginación" publicado, se entregaba por completo a su pasión: escribir.
Al caer la tarde, su mente viajó al recuerdo de un video que había visto años atrás del maestro Deepak Chopra, "El poder del pensamiento". Inspirado por la neuroplasticidad, decidió incorporar un nuevo hábito a su vida. Mañana, antes de levantarse, dedicaría 20 minutos a una meditación profunda, colocando su mano en el corazón y repitiendo afirmaciones poderosas:
"Hoy comienzo un día de abundancia y prosperidad sin límites."
"Estoy emocionado por este día."
"Estoy lleno de energía."
"Soy digno de grandeza."
"Soy capaz de cosas extraordinarias."
Cada palabra resonaba en cada célula de su cuerpo, creando una firma neuronal, un salto cuántico hacia una nueva versión de sí mismo. Kike sabía que la clave estaba en romper viejos patrones y abrirse camino hacia lo imposible: convertirse en el mejor escritor de todos los tiempos.
Lo demostraba con sus relatos fascinantes, capaces de tocar el corazón y transformar vidas. Al cerrar el día, sintió una profunda gratitud. Leer a diario, incluso más de 100 páginas, le brindaba incontables beneficios:
Mejor concentración y capacidad de enfoque.
Un vocabulario enriquecido y expresión clara.
Memoria fortalecida y toma de decisiones más efectiva.
Imaginación desbordante que alimentaba su creatividad.
Un escudo protector para su salud mental.
Una habilidad de comunicación cada vez más refinada.
Un pensamiento crítico afilado.
Kike comprendió que más allá de las enseñanzas convencionales, los libros le mostraban la importancia de cuestionar, de romper las normas establecidas y de explorar la frontera entre la verdad y la ficción. En cada página encontraba respuestas y, más aún, nuevas preguntas que lo impulsaban a seguir soñando.
Esa noche, antes de cerrar los ojos, sonrió con la certeza de que cada palabra escrita era un peldaño más hacia su grandeza. Porque soñar es el primer paso para transformar la realidad.