Era una mañana vibrante de un 16 de diciembre. El reloj marcaba las 11:16 a.m. en la finca El Vergel, un rincón paradisíaco de la vereda Yayata. La vegetación espesa parecía tener vida propia, susurrando historias al viento mientras los frutales se mecían como si dieran la bienvenida a quienes estaban por llegar. En medio de este entorno mágico, don Cristóbal Hernández, nacido en Ráquira, ultimaba los detalles para la esperada reunión clausura del programa “Yayata Centro Agroecológico”, liderado por Wilson García, ingeniero de la UTAMA.
Don Cristóbal, con su característico entusiasmo, adobaba una deliciosa carne que sería el centro de un banquete acompañado de plátano, papa y yuca, cocidos en un horno de leña que parecía tener el poder de infundir amor en cada bocado. A su lado, don Wilson, el ingeniero Dubán y una vecina de la región aportaban sus manos y corazones al festín que sellaría un año de esfuerzo y aprendizajes.
Mientras los dueños de las fincas vecinas comenzaban a llegar, trayendo consigo relatos de cosechas y lecciones aprendidas, apareció Kike, el escritor de Silvania. Con su cuaderno en mano, Kike tenía un objetivo claro: capturar la esencia de cada historia narrada, porque sabía que cada palabra sería un eco para las generaciones futuras.
Don Cristóbal, mientras compartía su experiencia, recordó cómo llegó hace cinco años desde Bogotá, animado por un amigo a comprar un casalote. Lo transformó, con esfuerzo y dedicación, en la finca El Vergel, su refugio y orgullo. "No sabía nada del campo", confesó, "pero gracias a don Wilson aprendí sobre lombricultura y la siembra de colinos. Ahora la tierra me habla, y yo he aprendido a escucharla".
Doña Sandra, con su hija a su lado, también compartió su historia. Procedente de Bogotá, había llegado a Silvania cuatro años atrás. Desde el primer día se conectó profundamente con la naturaleza que la rodeaba. Su lema, “Cultivar con amor”, se convirtió en su norte, y con la guía de don Wilson transformó su forma de vivir, aprendiendo a convertir desechos orgánicos en nutrientes para la tierra. No solo cambió su vida, sino que también se convirtió en una profesora para la comunidad, enseñando a los niños sobre la importancia de reciclar y proteger el planeta.
La reunión tomó un cariz solemne cuando don Wilson se dirigió a los asistentes. Agradeció su compromiso durante el año y los animó a seguir creyendo en el poder del trabajo conjunto. “Pensar diferente y sembrar con amor es lo que nos hará recoger frutos que cambien nuestro futuro”, dijo, mientras hacía el lanzamiento oficial del libro “Historias que Inspiran la Imaginación” de Jaime Humberto Sanabria, una obra que al final de cada capítulo dejaba una enseñanza y huella de motivación al lector.
La ingeniera Martha Poveda tomó la palabra para felicitar a los asistentes. Luego, con la precisión de quien sabe que cada semilla cuenta, elaboró un listado para distribuir libras de semillas entre los presentes. El ingeniero Dubán, por su parte, habló de la importancia de la comida limpia y de sembrar lo que se consume, compartiendo cómo había creado su propio huerto gracias a las enseñanzas del Centro Agroecológico.
Cuando los invitados comenzaron a narrar sus propias experiencias, el aire se llenó de una magia indescriptible. Sus relatos, cargados de esperanza y transformación, parecían dar vida a la vereda Yayata. Era como si el suelo mismo, alimentado por el amor y el esfuerzo de aquellos campesinos, respirara agradecido por la nueva conciencia que germinaba en cada corazón.
El asado, preparado con esmero por don Cristóbal, se convirtió en el cierre perfecto para una jornada inolvidable. Entre risas, abrazos y el sonido del viento acariciando las copas de los árboles, la reunión llegó a su fin. Pero el mensaje quedó grabado en cada alma: el verdadero cambio comienza cuando decidimos cuidar lo que nos rodea, con constancia y pasión.
Así, en la vereda Yayata, se selló un pacto no solo con la tierra, sino con el futuro. Un mensaje que, sin duda, resonaría durante generaciones, recordando a todos que el que siembra con amor, recoge los frutos más dulces.
1 comentario:
Colombia es un país privilegiado con desplazamientos relativamente cortos podemos cambiar de clima, topografía y paisajes.Muy interesante y de valor ese trabajo por conservar la biodiversidad propia de Silvania más los proyectos de auto sostenibilidad. Muchas felicitaciones gran labor en busca del desarrollo integral comunitario.
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