lunes, 26 de mayo de 2025

🌄 "El Celular Perdido y el Milagro del Taller de Ángeles" 🌟

Érase un jueves 22 de mayo, en un rincón del mundo donde el tiempo se esconde entre la neblina y los suspiros de la tierra. Un lugar remoto y misterioso, llamado Villa de las Bendiciones en Silvania, donde los amaneceres parecen cuadros pintados por la mano de Dios, y el canto de las cigarras rasga la noche como si fueran heraldos de un secreto ancestral.

A las 3:42 am, Kike abrió los ojos con la certeza de que aquel no sería un día cualquiera. Había aceptado la pérdida de su celular, una herramienta vital, pero también un cofre de memorias y trabajo. Sin embargo, la vida le había enseñado que a veces, perder es solo el primer acto de una gran enseñanza.

Kike se levantó, como cada día, con disciplina y fe. Preparó su ritual matutino: tinto, aromática, vasos, panela molida, y mezcladores. A las 5:22 am, partió de la Villa rumbo al hospital, donde cada mañana vendía tintos y tapabocas con una sonrisa que muchos agradecían en silencio.

A las 5:40 am, la jefe de enfermeras, Sandra, lo llamó para que llevara tinto a sus compañeras. Kike trabajó con alegría hasta las 8:30 am. Luego pasó por la plaza donde don Wilson le dio la noticia: aún no había podido localizar al que encontró el celular, su moto seguía en el taller. Kike, con serenidad, cerró ese capítulo en su mente. Lo perdido, perdido estaba.

“Hoy después del recorrido subo a Fusa a reponer la SIM para el celular viejo,” dijo con decisión.

Apresuró su ruta para ahorrar tiempo. Y entonces, en el último punto del recorrido, llegó al taller de motos. Allí se encontró con un muchacho que acababa de regresar de Bogotá, cargado de repuestos y algo más... cargado de destino.

—¿Cómo te fue en Bogotá? —preguntó Kike.

—Bien, gracias a Dios —respondió el joven, con una expresión que ocultaba algo más profundo.

El muchacho lo miró con un brillo extraño en los ojos y le dijo:

—Te tengo dos noticias... una buena y una mala. ¿Por cuál empezamos?

Kike sonrió, ya curtido por la vida:

—Por la mala, la buena siempre amortigua.

El joven respiró hondo:

—La mala es que el rescate cuesta $100.000...

Kike abrió grande los ojos, pero no de preocupación, sino de esperanza:

—¡No importa, mi hermano! Vendí un libro y con la venta de los tintos lo completo.

—¿Y la buena? —preguntó, como quien espera un regalo del universo.

El muchacho abrió lentamente una vitrina, como si revelara un tesoro sagrado. Sacó un celular y se lo mostró:

—La buena es que aquí tienes tu celular... revisa si es el tuyo.

Kike lo tomó entre las manos temblorosas. Era su celular. Era SU celular. Sentía que las lágrimas le querían brotar, pero el alma se le desbordó primero.

—¡Sí, es mío! Gracias, de verdad... dime cuánto más te debo.

—Nada, Kike. El celular es tuyo, como debe ser. El rescate lo asumo yo. En esta empresa nada ajeno se pierde. La persona que lo encontró no actuó bien, y por eso ya no hace parte de nuestro equipo.

—Pues hoy no te cobro los tintos —dijo Kike, conmovido.

—No, hermano —respondió el muchacho—. Ese es tu trabajo, y merece respeto. Te los pago con gusto.

Kike lo abrazó como si abrazara al destino. No era un simple mecánico. Era un ángel con grasa en las manos y luz en el corazón.

Salió del taller rumbo a la Villa de las Bendiciones. Miró al cielo con gratitud. Sentía que Dios le había devuelto más que un celular: le había devuelto la fe en la gente, en los gestos nobles, en los milagros cotidianos.

Aquel día, no hubo viaje a Fusa. Desayunó con Linda, quien se sorprendió al verlo entrar con el celular en la mano. Más tarde, en la plaza, don Wilson y la ingeniera Martha lo felicitaron por su milagro. Le tenían sopa de verdura, ensalada y limonada. Una comida sencilla, pero con sabor a celebración celestial.

Al regresar en la noche, Linda le tenía listo un almuerzo de lenteja, arroz, papa y pollo, acompañado de Kola y Pola. Ese jueves no era uno más. Era el jueves en que lo perdido regresó como un regalo divino.

Kike, con el alma rebosante, se propuso escribirlo todo. Que esta historia no quedara en el olvido, sino que sirviera como prueba de que los milagros existen... y a veces llevan buzos manchados de aceite.

Y al día siguiente, en el Café Zeratema, un nuevo capítulo se escribiría con la llegada de un enigmático profesor.

¿Quién sería ese hombre que el destino le traía?

Esta historia… continuará.

 

domingo, 25 de mayo de 2025

🌧️✨ Crónica de un Encuentro Literario en Villa de las Bendiciones Una Siembra de Palabras y un Misterio Sin Resolver – Parte 2

Un miércoles que huele a sancocho, libros y destino

Érase un miércoles 21 de mayo, en un rincón apartado del mundo donde el tiempo se estira y se encoge a voluntad de la naturaleza. Allí, entre montañas que susurran secretos y un coro incesante de cigarras que entonan al alba y al anochecer, se encontraba Villa de las Bendiciones, un paraíso escondido en Silvania.

Marcaban exactamente las 3:33 de la madrugada cuando Kike despertó de un sueño profundo. Como si una fuerza superior le susurrara al oído, comenzó a proyectar mentalmente una película: la visita de sus compañeros literatos, pactada para las 11:00 a.m., en su humilde pero acogedor refugio.

Cumplió con su rutina de cada día, y a las 5:05 a.m. ya iba rumbo al hospital para su labor de vender tintos, armado únicamente con su termo mágico... y sin celular. Aquella ausencia, en una era donde todo se conecta por pantallas, lo desconectaba del mundo y sus compinches de letras. Fue entonces cuando Linda, su compañera fiel, le prestó su teléfono para coordinar la llegada de los invitados.

A las 8:00 a.m., después de su jornada matinal, pasó donde don Wilson a entregar el reporte del día anterior y luego hizo un recorrido veloz, casi como un viento que sabe a dónde va. En ese torbellino de diligencias, llegó al taller de motos, donde mostró un video del misterioso hallazgo de su celular perdido. El joven mecánico le dio un rayo de esperanza: pasara en la tarde, quizá habría buenas noticias. Kike sintió que el universo aún no cerraba del todo ese capítulo.

A las 10:45 a.m. llegó a casa para alistar los últimos detalles junto a Linda. A las 11:15, una llamada al celular de Linda anunció la llegada de sus ilustres invitados. Kike salió a recibirlos, con una sonrisa amplia a pesar de la lluvia que truncó la caminata planeada. A su lado, doña Liliana, jefa de la biblioteca municipal; el reconocido escritor Dr. Ramiro Aguilar; el poeta Josué Carvajal; don Jorge Valdiri, doña Damaris Mendoza y tres docentes amantes de las letras: Aura, Myriam y Estella, junto a otros amigos de corazón noble y espíritu lector.


Traían consigo presas de pollo criollo, papa, arroz y verduras. Tras leer en voz alta pasajes del libro Mitos y Leyendas de Colombia, intercambiar ideas y revivir tradiciones, se dio paso al sagrado acto de compartir el sancocho de pollo, preparado con amor por las invitadas. Kike se conmovió cuando vio a doña Liliana sirviendo primero a su hijo Juanpis, un gesto de cariño que jamás olvidará. 


Al finalizar el encuentro literario, cuando ya los abrazos y las sonrisas marcaban el cierre de una jornada inolvidable, ocurrió un gesto que dejó una huella profunda en el corazón de Kike: las profesoras Aura, Myriam y Estella Sánchez adquirieron un ejemplar de su libro. No fue simplemente una compra, sino un acto de reconocimiento y aprecio por su trabajo silencioso y constante como escritor. Verlas sostener su obra fue, para Kike, como contemplar el florecimiento de una semilla sembrada con amor, paciencia y fe en el poder de las palabras. Mientras tanto, el misterio del celular perdido seguía rondando como una sombra discreta entre las páginas de aquel día mágico, dejando al lector con una pregunta inevitable: ¿aparecerá?

El encuentro fue un éxito total, de esos que se graban en la memoria como los buenos libros.

Ya en la tarde, Kike regresó a su recorrido con el termo mágico lleno de esperanza… y café. Al pasar por el taller, el joven le confesó que entre los nueve clientes del día anterior no parecía estar el culpable de haber tomado el celular. Solo quedaba una última esperanza: un amigo del otro almacén, que se encontraba en Bogotá comprando repuestos. Kike, resignado, aceptó que el destino le pedía soltar. “Capítulo cerrado”, pensó.

Esa noche, al llegar a casa, Linda preguntó por el celular. Kike, con serenidad, respondió que no había noticias. Y al mirar el cielo oscuro, lleno de luciérnagas que titilaban como señales del más allá, comprendió que lo mejor era desprenderse. Quizá más adelante llegaría un celular que realmente mereciera. Mientras tanto, dejaba todo en manos de la Divina Providencia.

¿Y al día siguiente?

Tenía pensado trabajar hasta el mediodía y luego ir a Fusa a reponer la SIM para un viejo celular. Pero en su interior, una pregunta latía como un tambor de esperanza:

¿Aparecería su celular? ¿Le daría el muchacho del otro almacén alguna pista, algún milagro en forma de mensaje inesperado?

Esta historia continuará...

 

📖 El día que se perdió el celular… y se activó la magia de Villa de las Bendiciones

Era lunes 19 de mayo, en un rincón apartado del mundo donde el tiempo se estira y se encoge a voluntad de la naturaleza. Allí, en medio de un coro incesante de cigarras que cantaban al amanecer y al anochecer, se encontraba Villa de las Bendiciones, un paraíso escondido en Silvania. Eran las 3:42 a.m. cuando Kike, aún somnoliento, despertó. El llamado del deber y la esperanza eran más fuertes que el sueño.


En diez minutos de meditación, recordó un gesto inolvidable: el pasado miércoles 14, Esteban Gaitán había comprado su primer libro y, junto a su socio don Wilson, le habían regalado tres mudas de ropa nueva, unas botas de seguridad y una bata blanca para realzar su imagen mientras vendía tintos. Con gratitud en el alma, Kike se encomendó a Dios, envió pensamientos de amor a su amada Juanpis y a toda la naturaleza que lo rodeaba, y comenzó su rutina de ejercicios, yoga y respiración.

A las 5:04 a.m., partió hacia el Hospital Ismael Silva con sus termos mágicos, cargados de tinto y aromática, y en su mochila llevaba tres ejemplares de su libro “Historias que inspiran la imaginación”. Llegó sobre las 5:30 a.m. y encontró nueve personas en la entrada, incluido su vecino David. Mientras ofrecía tapabocas y tinto, aprovechó para hablar de su libro. En apenas un minuto con diez segundos, dejó sembrado el mensaje. Aunque nadie compró, varios le tomaron fotos al ejemplar. Para Kike, sembrar inspiración era ya una victoria.

Hacia las 8:00 a.m., se encontró en la plaza con don Wilson para cuadrar cuentas. De la nada, apareció un exconcejal de Tibacuy, viejo amigo de don Wilson, quien recibió de regalo un libro firmado por Kike con una dedicatoria que sellaba el encuentro con palabras de esperanza. En ese mismo momento llegó el ingeniero agrónomo Duvan Vargas quién también adquirió otro ejemplar de: "historias que inspiran la imaginación"


Kike continuó su jornada, volvió a casa donde su amada Linda le tenía preparado un desayuno de campeones: huevos revueltos con cebolla y tomate, chocolate caliente y arepas de peto asadas. Luego de un breve descanso, volvió a Silvania con los termos recargados por Linda. En la plaza, don Wilson le ofreció un almuerzo generoso: sopa de verduras, fríjol con arroz, carne, plátano maduro y limonada fresca. Después de una jornada intensa, Kike terminó vendiendo sus últimas bebidas en un taller de motos.

Y fue allí… donde todo cambió.

Recibió una llamada de Claro ofreciendo un equipo nuevo. Kike rechazó amablemente la oferta. Pero sin saberlo, al guardar el celular, lo dejó mal puesto... y desapareció. Más tarde, en casa, mientras esperaba a su amiga Diana Estella y su esposo Jhon que venían a guadañar el jardín, notó que su celular no respondía. Marcó desde el teléfono de Linda… y tras unos timbres, alguien apagó el teléfono. Su corazón dio un vuelco.

Corrió al taller de motos, pero nadie había visto nada. Volvió a casa, inquieto. Más que el aparato, le preocupaba su información personal, contactos, fotos, cuentas bancarias… Esa noche, oró con el alma abierta: “Señor, acepto la pérdida del celular, pero por favor, que nadie use la información que guarda mi alma digital.”

Al día siguiente, martes 20, despertó a las 2:34 a.m.. Inició su rutina con el corazón encogido. Al revisar desde su computador, encontró algo inesperado: un video nuevo en su cuenta de Google Fotos. ¡Quien tenía su celular se había grabado sin saber que estaba conectado a su nube! Kike tomó capturas con el teléfono de Linda. El rostro del que se encontró su celular quedó sellado en su memoria.

Esa mañana, llegó tarde al hospital. La vigilante le pidió que se ubicara al frente, cruzando la calle. El nuevo sitio olía a orines. Kike lo notó justo cuando un cliente se le acercaba. Sintió una mezcla de vergüenza y dignidad. Así son las pruebas: te retan hasta en lo invisible.

A las 8:00 a.m., se reunió nuevamente con don Wilson y le mostró el video. Don Wilson, sorprendido, lo miró a los ojos y dijo con firmeza:

—A este tipo yo lo conozco, dame un tiempo… voy a hacer que te devuelvan ese celular.

Ese día, la esperanza volvió a florecer en el alma de Kike. Don Wilson le recomendó reportar el número cuanto antes para proteger su información.

Al día siguiente, se llevaría a cabo el encuentro literario del “Club de Lectura de Silvania”… pero esta vez, en la misma Villa de las Bendiciones.

¿Recuperará Kike su celular antes del encuentro?
¿Será que el rostro grabado será la clave para resolver este pequeño gran misterio?

🌀 La historia continúa... y la magia apenas comienza.

 

sábado, 17 de mayo de 2025

☕📘"El Termo Mágico y los Dados de Dios" (Una historia de encuentros, libros y destinos escritos en el alma)


Érase un sábado 10 de mayo, en un rincón apartado de Colombia llamado Silvania, donde las madrugadas despiertan los sentidos y acarician el alma. En Villa de las Bendiciones, el tiempo parecía detenerse, envuelto en una naturaleza exuberante que respiraba vida.

El cielo, aún oscuro, comenzaba a desvelarse con un lienzo de tonos índigo que se diluía en suaves pinceladas anaranjadas y rosadas. Copos blancos de nubes flotaban perezosos, como suspiros del amanecer. Una brisa fresca susurraba entre los árboles, llevando consigo el aroma húmedo de la tierra y el dulce perfume de las flores silvestres.

La orquesta de la naturaleza despertaba: pájaros de colores entonaban sus trinos vibrantes componiendo una sinfonía que resonaba en el valle. Insectos exóticos zumbaban como si fueran gotas de rocío tocadas por la mano de Dios. El canto de un gallo lejano se mezclaba con el murmullo de un riachuelo, tejiendo un tapiz sonoro que envolvía cada rincón. Las hojas danzaban al compás del viento y el primer rayo de sol iluminaba el rocío, haciendo brillar pequeños diamantes sobre la tierra.

Aquella madrugada era más que un instante: era un abrazo de la creación, donde el corazón latía al ritmo de la tierra.

Marcaban las 5:58 a. m. cuando Kike despertó después de un sueño profundo. La noche anterior había agradecido por la primera venta de su libro en Brasil. Oraba por esa persona que, sin conocerlo, se había dado la oportunidad de adquirir su obra virtualmente. Agradecía a la Divina Providencia y soñaba con que más personas, incluso sus amigos en el exterior como Consuelo en Nueva York —quien ya difundía sus blogs—, adquirieran su libro en su debido momento.

Ese primer lector brasileño simbolizaba para Kike el inicio de un viaje sin fronteras, donde sus palabras transformarían, sanarían e inspirarían a corazones del mundo entero.

Como cada día, Kike realizó su rutina de yoga y meditación. Mientras tanto, Linda, su esposa, le preparaba el desayuno: changua con papa y huevo, chocolate caliente con leche y arepas rellenas de queso. También alistaba los termos mágicos: uno con tinto exótico de canela, clavos y anís; otro con aromáticas de yerbabuena, hojas de limón y manzanilla fresca de su huerta.

Ese sábado tenía un reto: lograr que sus ventas igualaran a las de un día entre semana. Partió rumbo a Silvania a las 9:09 a. m. y, como señal del destino, sus primeros tres clientes habituales le compraron sin titubear.

A las 9:54 a. m., Kike llegó a una carnicería famosa entre los campesinos de las veredas. Allí, como cliente, se encontraba su amiga Damaris Mendoza, del club de lectura de Silvania, acompañada de su hija Paola López, una destacada contadora pública. Mientras esperaban ser atendidas, Damaris le decía emocionada a su hija:

—Mira, Paola, este es mi amigo Kike, un compañero de tertulia que escribió su primer libro. Es realismo mágico de lo cotidiano, una nueva corriente. Con su hijo Juanpis, sin miedo al qué dirán, recorre Silvania vendiendo tintos con un termo mágico y llevando ejemplares de su obra: Historias que Inspiran la Imaginación. Lo admiro profundamente por su valentía y espíritu emprendedor.

—¡Mamá! ¿Cómo hago para adquirir ese libro? —preguntó Paola, con los ojos iluminados por la curiosidad.

Y justo en ese instante, como si el universo respondiera a su deseo, apareció Kike bajando la calle con su termo mágico y su mochila. Damaris, sorprendida, lo saludó con un abrazo fraterno y le presentó a su hija.

—¡Qué sincronía! —exclamó Damaris—. ¡Estábamos hablando de ti!

—¡Quiero un ejemplar de tu libro ya! —le dijo Paola a Kike, con una sonrisa encantada.

—Llevo tres en la mochila —respondió él, y comenzó a buscar.

Kike abrió su mochila con el gesto solemne de quien abre un cofre de tesoros. Paola observaba con asombro: la portada del libro mostraba a un joven cruzando la puerta que separa el sueño de la realidad. Al recibirlo, sintió un hechizo en el alma.

—¿Me lo puedes firmar? —le pidió emocionada.

Kike escribió con dedicación:

Para Paola López, destacada contadora.
Paola, con gratitud, te entrego este libro, recordándote que en lo sencillo de cada día habita una fuente infinita de inspiración.
Que estas páginas despierten en ti la magia de ver lo cotidiano como un tesoro lleno de aprendizajes, sueños y nuevas posibilidades.
Gracias por darle vida a esta obra con tu lectura.



Damaris capturó el momento con dos fotos: una de la dedicatoria y otra de Kike entregando el libro. El aire se impregnó de algo mágico, como si Dios hubiese orquestado aquel encuentro.

Después del emotivo instante, Kike siguió su recorrido repartiendo tintos que despertaban el alma. Recordaba con alegría el momento vivido, aunque cayó en cuenta de que olvidó tomarle una foto a Damaris con el libro. Le enviaría las imágenes en la tarde con un mensaje cariñoso y disculpas sinceras.

Ese sábado fue exitoso: las ventas superaron las de un día laboral. A las 2:16 p. m. llegó a casa, donde Linda lo esperaba con un almuerzo criollo: arroz, pasta, papa, pollo guisado y jugo de tomate de árbol, típico de la región.

A las 3:30 p. m., Kike partió hacia el Café Zeratema, donde su amiga Estefanny le había ofrecido un espacio para exhibir sus libros. Colocó ejemplares en seis mesas, y en tres de ellas hubo interés inmediato.

Sembraba semillas de palabras, confiando en que el tiempo se encargaría de dar frutos.

Ese día, Kike reafirmó su fe: la Divina Providencia caminaba con él. El secreto era confiar en que cada día podía ser un 1 % mejor que el anterior… y que en los momentos difíciles jamás debía dejarse vencer por los miedos, las dudas o los demonios invisibles.

¿Qué nuevas aventuras le esperaban a Kike, Linda y Juanpis la próxima semana? ¿Cómo iría la entrevista desde España el miércoles?

Esta historia…
continuará.

viernes, 16 de mayo de 2025

🌄 "El regreso de Linda y el emprendimiento del tinto que despierta los sentidos"


 Érase un miércoles 7 de mayo de 2025, en un rincón mágico y escondido de Colombia donde los amaneceres parecen recién pintados por ángeles y los atardeceres se deslizan como poemas sobre la piel del alma. Ese lugar lleva por nombre Villa de las Bendiciones, un pedacito de Silvania donde el tiempo se detiene, la tierra susurra secretos antiguos y el viento tiene memoria.

A las 6:40 a.m., Kike despertó como quien vuelve de un sueño largo y sabio. Había sido una semana incierta, pero luminosa, y ese miércoles traía consigo un sabor a esperanza. Mientras el aroma de la mañana le acariciaba los sentidos, meditó sobre los milagros del día anterior: Juanpis, su joven aprendiz, había ingresado con alegría al Instituto Sensoriales, y lo más esperado de todo, Linda —su compañera de vida y travesía— regresaba tras 90 días de ausencia.

Durante esos tres meses, Linda había acompañado con amor maternal a Taly, su hija, en la recuperación del parto de los mellizos, sus nuevos nietos. Aunque la distancia había sido larga, sus corazones permanecieron entrelazados por la esperanza, los mensajes y los sueños compartidos. Eran abuelos, sí, pero de espíritu inquieto y alma joven.

Esa mañana, Kike y Juanpis salieron temprano a recorrer las calles del pueblo con su emprendimiento de venta de tintos en su termo mágico. El aire fresco les hablaba de nuevos comienzos. Trabajaron con disciplina hasta las 11:00 a.m., justo cuando las nubes empezaban a tejer la promesa de lluvia. Regresaron a casa, y Kike, entre escobas, trapos y fragancias cálidas, preparó todo para recibir a su reina.

A las 11:57 a.m., sonó el teléfono.

¡Amor, voy en camino! —dijo la voz de Linda, vibrante como un tambor de fiesta.

El corazón de Kike latió con fuerza. Como un niño esperando Navidad, se apresuró a embellecer cada rincón. A las 12:40 p.m., Linda llegó en una flota que iba con destino a Armenia. Su encuentro fue un abrazo de almas, un cruce de miradas que lo decía todo sin palabras.

Dejaron las maletas con el muchacho del supermercado y caminaron tomados de la mano hasta la plaza central, donde los esperaban don Wilson —el sabio del pueblo— y la ingeniera Martha Poveda, una mujer de mirada serena y mente despierta. Allí, entre mesas de madera y flores frescas, hicieron el balance del trabajo de Kike vendiendo tintos en los negocios.

Don Wilson, con su sonrisa de servicio eterno, se conmovió.

Kike, tus pasos dejan huella, y no de café… sino de futuro —dijo, mientras levantaba su pocillo.

Y en ese instante, sucedió la magia: acordaron formar una sociedad en la que Kike y Linda recibirían el 50% de las ganancias, y el otro 50% sería para don Wilson y doña Martha. Nacía así, oficialmente, un nuevo emprendimiento… pero no uno cualquiera.

Antes del brindis, don Wilson se puso de pie y declaró con solemnidad:


Este no es cualquier café. Es café 100% natural de Silvania, cultivado sin pesticidas, herbicidas ni fungicidas. Es salud líquida. Lo que se toma aquí no enferma, despierta.

La ingeniera Martha completó:

—Nuestro café es puro, limpio, lleno de alma. Es tierra hecha esencia.

Kike sintió que algo profundo se encendía en él. No era solo café, era un símbolo. Un acto de amor a la vida, a la salud, al planeta. Y así lo entendió Linda también.

Entonces este emprendimiento —dijo ella— será un despertar. Serviremos vida en cada taza.

Mientras tanto, Juanpis, ajeno a todo el revuelo, los esperaba feliz en casa, viendo videos de YouTube. Pero todos sabían que esa historia apenas comenzaba.

Por la tarde, Kike hizo su recorrido habitual. Regresó con un buen balance de ventas, y al caer el sol, los cuatro se reunieron nuevamente. Brindaron con un tinto oscuro, aromatizado con canela, anís y clavos, por ese nuevo comienzo. Una lluvia ligera bendecía desde el cielo aquella alianza naciente.

Antes de despedirse, acordaron que la semana siguiente definirían el nombre de la sociedad y el diseño del logo del emprendimiento.

Kike y Linda regresaron caminando, empapados de sueños, con el corazón danzando de alegría. Sabían que algo especial estaba naciendo… Y sabían también que ese tinto no solo despertaría sentidos, sino conciencias.

En su mente, Kike ya pensaba en el próximo paso: llevar sus libros a otro nivel. ¿Lecturas en la plaza con tinto? ¿Una colección de relatos mágicos junto a cada taza servida? ¿Un podcast donde cada episodio se escuche con aroma de Silvania?

Las ideas llovían como la tarde sobre los tejados.

La historia apenas comienza…

…y continuará. ☕✨

domingo, 11 de mayo de 2025

✨"El Termo Mágico y la Lluvia de las Bendiciones"✨


 

Una historia que apenas comienza...

Era un lunes 5 de mayo, con un cielo grisáceo cubriendo el horizonte. En un rincón oculto entre montañas y árboles, donde el canto de los pájaros multicolores se mezclaba con los gallos madrugadores y los ladridos de los perros, comenzaba un nuevo día en la Villa de las Bendiciones, en Silvania.

Marcaban las 5:40 a.m. cuando Kike despertó de un sueño que parecía venir de otra dimensión. En él, un alcalde —idéntico al de Silvania— lo citaba en su despacho. En una gran sala de juntas, rodeado por su equipo de gobierno, lo recibían con aplausos. Celebraban sus escritos: blogs que sanaban, inspiraban y transformaban corazones. El alcalde, con voz solemne, lo nombraba presidente del fútbol municipal, destacando su capacidad de encender la luz en quienes lo leían.

Kike abrió los ojos con una mezcla de alegría y nostalgia. Aún no era su realidad. Solo quedaba la esperanza de que el 29 de mayo, día en que se reuniría con el verdadero alcalde, algo mágico ocurriera.

Sin embargo, el presente exigía acción. Las oportunidades laborales eran escasas, y su mayor anhelo era asegurarle un mejor futuro a Juanpis, su hijo. El viernes anterior, Kike había abierto su corazón ante la ingeniera Martha, confiándole su preocupación por no tener nada estable para ofrecerle a su hijo… ni para responderle a Linda, quien regresaría el miércoles a la Villa.

La ingeniera, con una sonrisa solidaria, le dijo:
—Ahí tienes dos termos... si quieres, te esperamos el lunes a las 8:00 a.m. No te preocupes por Juanpis, tráelo. Hablaré con Wilson. Tal vez puedas comenzar vendiendo tintos.

Kike se quedó pensativo.
—¿Un escritor vendiendo tintos? —se preguntó.
Pero luego, con humildad y valentía, decidió intentarlo. Esa noche le respondió a la ingeniera:
—Gracias. Mañana te daré la razón. Pase lo que pase.

El lunes, tras una breve meditación, escribir sus oraciones con la mano izquierda —como en los rituales mágicos de su abuela— y practicar algo de yoga, logró levantar a Juanpis temprano. A las 7:45 a.m., emprendieron su caminata de 2 kilómetros hacia la plaza, bajo un cielo que presagiaba tormenta.


Y entonces… comenzó a llover. Primero suavemente, como si el cielo los estuviera midiendo. Luego, con más fuerza, como si una fuerza invisible quisiera detenerlos. Pero Kike, con su alma de guerrero, apretó el paso. Nada lo detendría.

Llegaron. Allí estaba don Wilson, pero la ingeniera no. La lluvia seguía, implacable. A las 8:46 a.m., empapada pero sonriente, llegó Martha. Después de saludarlos, conversó con don Wilson sobre la decisión de Kike. Wilson, con una mezcla de sorpresa y admiración, lo felicitó.

—Aquí tienes, hermano —le dijo, entregándole un termo nuevo lleno de tinto caliente, junto con panela molida y vasos con dibujos alusivos al café—. ¡Buena suerte!

La lluvia no cesó hasta las 11:00 a.m. Juanpis se quedó con ellos, y Kike, como un explorador en tierras desconocidas, salió a las calles con su termo. A tan solo una cuadra y media, vendió su primer tinto en una droguería. ¡Qué alegría! Era su primer paso. Continuó hasta la 1:00 p.m., regresó a la plaza, y allí lo esperaba otra bendición: Juanpis había almorzado y merendado, y le habían guardado a Kike una frijolada deliciosa, con carne, yuca, plátano y limonada.

—Gracias —dijo Kike, con el alma llena.

A las 2:00 p.m., emprendieron el regreso. En el camino, Kike siguió vendiendo tintos. Pensaba:
"Estas son pruebas que me pone la Divina Providencia... Pero sé que todo llega en su momento justo."

Al llegar a la Villa, revisó la página de su libro... ¡y allí estaba! La primera venta internacional: Brasil. Kike se quedó mudo por un instante, sonriendo. Tal vez sus palabras ya estaban cruzando fronteras.

Al día siguiente, el reto era llevar a Juanpis al Centro Sensorial de Silvania. Y más allá, en su corazón, ya visualizaba el sueño más grande: algún día, viajar con Linda y Juanpis a un centro especial para el autismo en Miami, Florida.

Nada es imposible cuando se supera el miedo y se camina con fe.


Enseñanza Final

Esta historia nos recuerda que no hay sueño pequeño, ni prueba eterna. Kike no se rindió. Por su hijo, por su vocación, y por su deseo de transformar vidas, aceptó el reto que la vida le puso en el camino.

¿Llegará Linda el miércoles a la Villa?
¿Seguirá Kike vendiendo tintos, o será llamado por el alcalde?
¿Qué nuevas aventuras esperan a Kike y a Juanpis?

Esta historia… apenas comienza.

miércoles, 7 de mayo de 2025

#"El Video que Nació del Alma"


 Érase un sábado 3 de mayo, en una mañana despejada, en un rincón escondido de Colombia donde el tiempo camina descalzo y los relojes se rinden ante la calma: la mística Villa de las Bendiciones, en Silvania. El canto de los pájaros rompía el silencio como si fuesen ángeles afinando sus voces. El reloj marcaba las 5:40 a.m. cuando Kike despertó con el corazón latiendo como tambor de esperanza.

No era un día cualquiera.

La noche anterior, una revelación había tocado su alma como un rayo suave de sabiduría: el éxito no está en vencer a los demás, sino en superarse uno mismo, confiar en Dios y alinear el propósito con el corazón. Esa enseñanza se le había grabado en los huesos. Se sentía nuevo. Renacido. Un guerrero de luz.

Con gratitud en el alma, Kike inició su rutina sagrada: meditó, equilibró sus siete chakras y visualizó con claridad mística su meta del día: grabar el video definitivo para su obra Historias que Inspiran la Imaginación, justo en el Mirador Artístico, ese altar natural donde el cielo abraza las montañas.

Se encomendó a Dios con una oración sincera. Enviaba ondas de amor invisible a su hijo Juanpis, a su amada lejana, a sus amigos, y hasta a cada rama, flor y brisa que acariciaban Villa de las Bendiciones. Bebió un vaso de agua cristalina, directo de las entrañas de la montaña, y luego, con la energía de los justos, llamó a la ingeniera Martha. Le dijo sí al trabajo que ella le había ofrecido con una mezcla de emoción y misterio. Al otro lado de la línea, la voz de la ingeniera le devolvió el sí con alegría:
El lunes te espero en la oficina, 8:00 a.m. en punto, Kike.

El universo le estaba respondiendo.

Inspirado, escribió el Padre Nuestro y el Ave María con su mano izquierda —un ejercicio de humildad y presencia—, y luego se sumergió en las páginas del libro Milagros que se cumplen. Bajó al primer piso, hizo ejercicios de fortalecimiento, preparó un desayuno de campeón: chocolate con leche, avena y huevos cocidos. Luego, levantó a su hijo Juanpis, lo alimentó con ternura y, entre juegos y anécdotas, preparó el traje azul con el que interpretaría el libreto final.

Ensayó nueve veces frente al espejo, cada vez más convincente, hasta que ya no era Kike recitando… era su alma hablándole al mundo.

A las 4:30 p.m., impecable con su traje azul y Juanpis de sport, emprendieron la caminata al Mirador. El sol comenzaba a pintarlo todo de oro. Subieron por Choriloco, luego un kilómetro por la nueva autopista Girardot-Bogotá. Antes de continuar, Kike compró un detalle a doña Ligia —una mujer sabia que parecía conocer los secretos del viento—, y a las 5:04 p.m. llegaron.

El lugar parecía suspendido en otra dimensión. Aún no estaban doña Ligia ni don Germán, pero el asistente los recibió con una sonrisa de complicidad y un tinto humeante, tan sabroso que parecía elaborado por el mismísimo sol. A Juanpis, le entregó una caja de juguetes mágicos que lo entretuvieron como si contuvieran historias vivas.

A las 5:40, como si el tiempo se hubiese ajustado a un reloj divino, apareció doña Ligia. El abrazo que intercambió con Kike fue más que un saludo: fue un pacto silencioso entre almas que creen en los sueños.

Hoy es el día, Kike, dijo ella, con ojos brillantes.

El asistente preparó el micrófono. El libreto se grabó primero en interior, luego en el exterior con el horizonte de Silvania y Fusa como fondo. Al primer intento, todo fluía... excepto un detalle: la vocalización.

Kike, habla desde el alma, pero tu voz aún debe respirar mejor, le dijo doña Ligia.




                               



Kike asintió. Cerró los ojos. Respiró. Se alineó con Dios. Y entonces, su voz se convirtió en instrumento de lo invisible. El video fue un éxito. Un mensaje claro, sentido, que emocionó hasta a los árboles que escuchaban en silencio.

Después, esperaron a Carolina, una psicóloga que quería un ejemplar del libro. Pero un inconveniente doméstico la retuvo. Mandó un mensaje que Kike leyó al día siguiente. Acordaron encontrarse otro día, también en el Mirador, para la dedicatoria y la foto.

Esa noche, Kike caminó de regreso con Juanpis bajo un cielo estrellado que parecía aplaudir en silencio. El video había quedado como él lo había soñado. Y lo más importante: nació desde su alma para inspirar a otros.

Pero mientras se preparaba para dormir, una pregunta recorría su mente como un susurro:

¿Qué trabajo era ese que aceptó de la ingeniera Martha? ¿Por qué parecía tan misterioso? ¿Y qué pasó realmente con aquella oferta de la alcaldía que había llegado semanas antes?

El lunes se acercaba, y con él, un nuevo capítulo que pondría a prueba su fe, su propósito… y su destino.

Esta historia continuará…

domingo, 4 de mayo de 2025

#“El Día en que Dios le Habló a Kike”

 

Erase un viernes 2 de mayo de 2025. El amanecer era radiante, como si el sol quisiera contar un secreto en aquel lugar apartado de Colombia donde el tiempo parece detenerse. Villa de las Bendiciones, en Silvania, es un rincón paradisíaco rodeado de naturaleza exuberante. Aves multicolores y diminutos insectos parecían gotas de Dios, entonando un canto celestial a las 5:40 a.m.

Kike despertó de un sueño profundo, miró al horizonte buscando inspiración. Sintió en el pecho un presentimiento revelador: algo debía cambiar de una vez por todas en su forma de ver la vida. Meditó unos minutos sobre las metas que había postergado, sabiendo que sus miedos lo arrastraban como una sombra. Intuía que ese día descubriría qué era lo que le hacía falta para arrancar de raíz esos temores.

Con disciplina, inició su rutina: oración, meditación, yoga, ejercicios de fortalecimiento y lectura en voz alta. Entre sus manos, un libro que había retomado el día anterior: Milagros que se cumplen, de William Thomas Tucker. Lo había leído años atrás, prestado por su amigo Henry Hernández, quien se lo devolvió cuando Kike publicó su primer libro.

El testimonio de Tucker lo atrapó de nuevo. Un hombre común, que en su infancia dejó de creer en Dios, pero que, tras una serie de eventos dolorosos, no sólo recuperó su fe, sino que encontró el camino para recibir milagros. El libro estaba lleno de ejemplos reales, esperanzadores. En él, Kike encontró un espejo de su vida. Comprendió que su pieza faltante era, justamente, la confianza plena en Dios. Él mismo lo decía con claridad: dudaba. Dudaba cuando más debía creer.

Recordó la cita bíblica que resonaba con fuerza esa mañana:

“Tened fe en Dios. Porque de cierto os digo que cualquiera que dijere a este monte: ‘Quítate y échate en el mar’, y no dudare en su corazón, sino creyere que será hecho lo que dice, lo que diga le será hecho.” (Marcos 11:22-25)

A las 10:08 a.m., Kike tomó una decisión: dejar de lado la duda, dejar fluir la vida, permitir que Dios actuara sin obstáculos. Lo más difícil era soltar. Ese era el verdadero milagro.

Juanpis, su pequeño acompañante, se despertó temprano. Kike dudó si salir solo a cobrar unos libros pendientes o llevarlo consigo. Finalmente, decidió no dejarlo solo. A las 10:30 a.m. salieron rumbo a la alcaldía.

Allí, el Dr. Leonardo, director de la Umata, estaba ocupado. Mientras esperaban, Kike subió al tercer piso, donde habló con Yaneth, secretaria del alcalde. Ella, con cariño, le sugirió que llevara a Juanpis al centro Sensoriales para que recibiera terapias, y le dio indicaciones. Bajaron de nuevo a buscar al doctor, pero ya no estaba. Kike sintió una punzada de frustración. ¿Otro obstáculo más?

Respiró profundo. Cerró los ojos. Recordó su compromiso de aceptar las cosas como vinieran.

En la plaza, buscaron a don Wilson para cobrar un producto. Solo encontraron a la ingeniera Martha, quien los recibió con un tinto. Don Wilson también había salido. Kike no lo podía creer. Pero se contuvo. Y entonces, ocurrió lo inesperado.

La ingeniera comenzó a hablarle sobre su hija. Su testimonio era desgarrador y profundamente espiritual. Mientras la escuchaba, los ojos de Kike se humedecieron. Lo que ella relataba parecía sacado del libro de Tucker. Era como si Dios le hablara una vez más. Al final del relato, la ingeniera le propuso un trabajo. Kike dudó. No lo descartó. Lo meditaría. Tal vez era otra señal.

A la 1:15 p.m. llegó don Wilson. Lo saludó con un abrazo cálido. Aunque no pudo entregarle todo el dinero, le adelantó una parte. Kike lo recibió con gratitud.

Apenas salieron de la plaza, se cruzaron con Yaneth nuevamente, quien venía acompañada por una mujer. —Kike, te presento a Paola, directora del Centro Sensoriales— dijo. Se conocieron, conversaron, y acordaron que el martes Juanpis ingresaría al centro. El segundo milagro del día. Inesperado. Perfecto. Fluido.

Luego fueron a comprar víveres, abonaron al banco, y regresaron a casa. Kike pensó en el libro que había enviado al Dr. José Bartolomé en Bogotá. Lo llamó, pero le dijo que no había llegado. Kike revisó el sistema de Servientrega: sí había sido entregado. Llamó a la empresa y le enviaron el soporte al correo. Todo coincidía.

Kike sonrió. Comprendió que la vida no se trata de forzar nada. Los milagros ocurren cuando uno se rinde con fe.

sábado, 3 de mayo de 2025

#Un Sueño Llamado Palabra




 El nacimiento de una marca literaria y una nueva corriente que desafía el tiempo

En una remota aldea llamada Villa de las Bendiciones, donde la naturaleza susurra secretos al oído del viento y los días parecen diluirse en un tiempo sin relojes, amaneció un martes 29 de abril con una frescura mágica. Eran las 5:15 a. m. cuando Kike despertó tras un breve sueño de tres horas. En otra habitación, Juanpis, su pequeño hijo y compañero de aventuras, aún irradiaba una energía sorprendente pese a haber pasado en vela la noche anterior.

Kike no recordaba su sueño, pero algo en el aire le decía que aquel día no sería uno más. Tenía 45 minutos para alistarse. Gracias a su previsión, ya todo estaba preparado desde la noche anterior. Bañó a Juanpis, se bañó él mismo, preparó el desayuno y, con dulzura, vistió a su hijo. A las 6:00 a. m., salieron rumbo a su cita con el destino.

A las 6:12 a. m. llegaron frente a la alcaldía de Silvania, justo a tiempo para encontrarse con Jheraldine, la coordinadora del grupo de emprendedores de la Casa de la Mujer. Poco a poco fueron llegando los demás participantes. A las 6:36 partió el mismo bus que los había llevado el día anterior a la Feria del Libro, esta vez rumbo a una capacitación muy especial.

Durante el recorrido recogieron más soñadores desde Subia, San Raimundo y Granada. Mientras el verde paisaje desfilaba por la ventana, Juanpis se quedó dormido en el regazo de su padre, quien lo contemplaba con ternura.

Kike creía que el destino era la Cámara de Comercio de Cazucá, y así lo pensaba también Linda, su esposa, que acompañaba a su hija Taly. Pero cuando el bus pasó de largo, Kike se alarmó. Se acercó a Jheraldine y esta le aclaró que la capacitación era en la sede Kennedy. De inmediato llamó a Linda, quien aunque algo contrariada, aceptó tomar otro transporte. Cuando llegó, Kike ya le tenía reservado un puesto junto a Juanpis, con silla y computador. Nada era casualidad.

Comenzó entonces la capacidad transformadora de un día mágico. La facilitadora Monik Yeps, mujer de sabiduría luminosa, los guiaba en un taller llamado “Diseña tu Marca”. Fue en ese instante, entre palabras que tejían futuros y sueños que tomaban forma, que nació oficialmente una idea poderosa:

“Jaime Humberto Sanabria – Historias que inspiran lo cotidiano”,
una marca literaria, pero también un movimiento de alma y palabra.



En el descanso, Kike, Linda y Juanpis se tomaron una foto que el corazón ya había capturado antes: los tres caminando juntos hacia un propósito mayor.

Como broche de oro, Kike presentó su libro ante más de 20 asistentes. El aplauso no fue solo por el texto, sino por la historia viva que lo acompañaba. Al final, agradeció como siempre a los facilitadores, y al misterio de la vida que ese día le había permitido compartir en familia lo que tanto soñaba.

Luego, todos vivieron una experiencia de realidad virtual. A Linda y a Kike les fascinó; a Juanpis, no tanto: prefería seguir explorando su propio universo a través del celular. A las 3:00 p. m., el bus partió de regreso a Silvania. Linda se despidió con amor para quedarse en Soacha, ayudando a su hija Taly, quien en febrero había dado a luz a mellizos.

El camino de vuelta fue sereno. Muchos dormían profundamente. Kike se despertó justo al llegar a Subia. Miró su reloj: 46 minutos desde Soacha. A las 5:04 p. m., padre e hijo llegaron nuevamente a Villa de las Bendiciones.

En casa, Kike calentó el almuerzo que había dejado listo: una sopa de conchitas con verduras y pollo, acompañada de arroz, papa, plátano maduro, maíz pira y pollo criollo frito, con un jugo de lulo que sabía a infancia.

Esa noche, Kike no solo se acostó a dormir. Se acostó a soñar despierto. La imagen vivida en la Cámara de Comercio germinaba dentro de él, como una semilla con fuego. Quería crear una nueva corriente literaria basada en su experiencia, en su verdad.

Y escribió una frase para su próximo libreto:

“Sigo soñando porque las palabras terminan por cambiar el mundo,
y jamás, jamás… jamás se apagan.”

Esa semana tenía una lectura pendiente:
“Milagros que se cumplen” de William Thomas Tucker.
Algo en su interior le susurraba que ese libro le revelaría un secreto aún oculto.

¿Qué misterio encerraba esa lectura que parecía estarle llamando en sueños?

…Esta historia, apenas comienza.

jueves, 1 de mayo de 2025

#El Secreto de Gabo y la Feria de los Sueños


Crónica de un Padre, un Hijo y un Destino Literario

Érase un lunes 28 de abril de 2025. En una región apartada de Colombia, rodeada de exuberante vegetación y amaneceres que parecían pintados por los dioses, marcaban exactamente las 3:33 a.m. cuando Kike despertó. Como dictado por un misterioso reloj cósmico, abrió los ojos y se incorporó con serenidad. Lo primero fue lo más sagrado: oró en silencio, se encomendó a la Divina Providencia y envió impulsos de amor a su amada Dalida y a su pequeño hijo Juanpis, que dormía profundo, envuelto en los brazos de Morfeo.

Aún en la penumbra, Kike sintió la energía de la montaña. Saludó espiritualmente a la naturaleza que lo rodeaba y se sentó frente al computador a dar los últimos toques a su entrada de blog:
"Kike y el Encuentro con la Magia de las Letras",
un abrebocas de su tercer libro, donde narraría con detalle su viaje épico al encuentro literario en Fusa el jueves 23 de abril, dónde tuvo la oportunidad de presentar su primer libro con el grupo "Club de lectura Gabo".

Terminó de escribir hacia las 5:04 a.m., preparó el desayuno: chocolate con leche espumosa, galletas dulces, tostadas crujientes y huevo cocinado al punto. Se vistió con su traje azul de gala, aquel que según Juanpis lo hacía ver como un caballero de leyenda. Al compás del canto de pájaros multicolores y el zumbido ancestral de las cigarras, despertó suavemente a su hijo.

Aunque Juanpis había dormido poco, irradiaba una energía que parecía bajada del cielo. A las 6:35 a.m. ya estaban rumbo al Parador de Choriloco. A las 7:11, la flota proveniente de Fusagasugá, cortesía de la alcaldía y la biblioteca local, los recogió. Viajaban hacia Bogotá, a la FILBo 2025.

Durante el camino, mientras Kike tomaba notas en su libreta mágica —esa donde decía que las ideas se convertían en realidad—, Juanpis se asomaba a la ventana, sorprendido por cómo aquella vieja carretera se había convertido en una autopista que parecía sacada de una película futurista.

Llegaron a Corferias a las 9:09 a.m. Juliana, coordinadora del grupo de lectores de la biblioteca de Fusa, les indicó que el regreso sería a las 3:45 p.m. Kike se inquietó: la multitud era inmensa y no podía despegarse ni un segundo de Juanpis. Su misión de promocionar los libros que llevaba se esfumaba ante la prioridad más grande: proteger a su hijo.

Pero el destino tenía otros planes.


Padre e hijo ingresaron a la feria tomados de la mano, como si atravesaran el umbral hacia otro mundo. En el pabellón infantil, Juanpis —a pesar de su condición de autismo— se mostraba totalmente conectado con los colores, los libros, los sonidos. Sus ojos brillaban como luciérnagas en una noche mágica. Kike, emocionado, lo miraba con amor. Sentía que ese instante era eterno.

De repente, Kike se detuvo ante un estante. Un libro lo llamó con fuerza invisible:
“El Secreto de Gabo”, de Diego Reyes Prieto, comentado por el mítico escritor J.J. Benítez.
Al sostenerlo, un escalofrío recorrió su columna. Algo en ese título despertaba recuerdos dormidos.

Volvió en el tiempo. Era 1986, en Bogotá. Kike cruzaba la avenida 15 con calle 85. Un automóvil europeo con timón a la izquierda se detuvo en el semáforo. Kike lo observó con curiosidad. Adentro, un rostro que jamás olvidaría: Gabriel García Márquez. Sus miradas se cruzaron por un segundo eterno. Kike sintió que algo le era transmitido en silencio. ¿Un mensaje? ¿Una profecía? El auto arrancó y la vida siguió… pero esa mirada nunca se fue.

Ahora, parado en la FILBo, con Juanpis jugando con un libro ilustrado, Kike comprendió algo: aquel encuentro no había sido casual. Estaba destinado a vivir esta travesía literaria junto a su hijo, y tal vez, solo tal vez, aquel “secreto de Gabo” lo estaba llamando desde el otro lado del tiempo.



"Juanpis y Kike, unidos por la fuerza del amor, el conocimiento y el destino. Esta imagen fue tomada justo frente al cuadro de “El Secreto”, en la Feria del Libro de Bogotá, el 28 de abril de 2025. Un instante donde el pasado, el presente y el futuro se fundieron para siempre".

Recorrieron varios pabellones. Tomaron fotos. Disfrutaron sin apuro. Aunque lamentó que su editora no pudiera acompañarlo, Kike sentía que estaba sembrando la semilla de algo inmenso. A las 3:45 p.m. se reencontraron con el grupo de lectores de Fusa. En el camino de regreso, el cansancio se mezclaba con la satisfacción. Bajaron en Silvania y caminaron hasta la Villa de las Bendiciones.

Cenaron un plato tradicional: arroz, pollo, papa y plátano maduro con jugo de tomate de árbol. Después, Kike sacó sus hojas de block blanco. Con tinta negra comenzó a esbozar lo que sería uno de los capítulos más enigmáticos y reveladores de su próximo libro.

Antes de dormir, el libro de Gabo reposaba en su mesa de noche como un portal hacia el misterio.

Al día siguiente, Kike debía asistir a una capacitación llamada
“Diseña tu Marca”
en la Cámara de Comercio de Bogotá. No lo sabía aún, pero aquella jornada sembraría la idea de una revolución literaria. Una corriente narrativa que lo posicionaría, en un futuro no muy lejano, como uno de los autores más visionarios del continente.

Quien escuche esta historia quizá piense que es la locura de un soñador…
Pero los soñadores, cuando escriben con el alma, terminan por cambiar el mundo.

Y esta historia… apenas comienza. 

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