Era un 20 de diciembre, y Silvania amanecía envuelta en una brisa refrescante, con el sol filtrándose tímidamente entre las nubes. La temperatura era ideal, 25 grados, y las calles bulliciosas vibraban con la energía de la época navideña. A las 10:05 de la mañana, Kike avanzaba por una concurrida calle, a cuadra y media de la alcaldía, cuando el timbre de su celular interrumpió sus pensamientos.
—Ya le envío la ubicación por Google Maps —dijo la voz familiar de don Wilson al otro lado de la línea.
Sin dudarlo, Kike cambió de rumbo y se dirigió hacia la carretera Sumapaz, vía 40. El camino lo llevó hasta el Mirador Artístico, desde donde comenzó a ascender por senderos bordeados de frondosos árboles frutales, con mariposas danzando en un caleidoscopio de colores. Cada paso le hacía sentir una conexión indescriptible con la naturaleza. A medida que subía, el paisaje se desplegaba como un lienzo vivo, revelando vistas panorámicas de Fusa, Chinauta e Icononzo.
Después de casi seis kilómetros de una caminata exigente pero gratificante al final y gracias a la aplicación de Google Maps, Kike llegó donde don Wilson lo había citado en Villa Rosita, una finca encantadora donde don Eduardo Gaitán y su esposa Rosalba Cortés lo propietarios y anfitriones lo recibieron con un cálido saludo y un delicioso tinto típico de la región.
Allí, Kike conoció a un grupo de personajes extraordinarios, cuyas historias parecían sacadas de un libro mágico:
Juan Carlos Alvarado, un artista de 62 años, narró cómo descubrió su talento para el dibujo hace 35 años y cómo, en abril de 2024, las capacitaciones de don Wilson lo inspiraron a plasmar la vida del campo en su arte.
José Huertas, un agricultor de 70 años con la vitalidad de un niño, contó cómo las enseñanzas de don Wilson le mostraron una nueva visión del campo, transformando su vida de raíz.
Álvaro Mendoza, ingeniero mecánico y escritor de 75 años, recordó cómo el amor por la tierra le devolvió un propósito, uniendo su conocimiento técnico con las labores del campo.
Gustavo Forero, evaluador y certificador del SENA, compartió cómo, tras perder su contrato laboral, encontró en el campo una oportunidad para reiniciar y cumplir sus sueños, guiado por las capacitaciones de don Wilson.
Finalmente, Eduardo Gaitán relató su transformación: de un citadino sin experiencia agrícola a un apasionado defensor de las semillas ancestrales, cuya finca ahora distribuye plantas y saberes a las veredas cercanas.
El almuerzo fue un festín de sabores: ajiaco con pollo campesino desmenuzado, arroz, y de postre, arroz con leche y uvas pasas. Mientras comían, la conversación fluía como un río, y todos se sintieron como una familia.
Tras el almuerzo, pasaron a un salón con una vista épica de Silvania, donde el sol y la lluvia se alternaban como en un ballet celestial. Don Wilson Gacía ingeniero de la UMATA (Unidad Municipal de Asistencia Técnica Agropecuaría) tomó la palabra para agradecer la solidaridad del grupo y resaltar la importancia de rescatar las semillas ancestrales. Luego intervino la Ingeniera Martha Poveda, felicitando al grupo por su solidaridad entre ellos mismos, luego el ingeniero Duvan, apoyando a los forjadores del campo en comprarles sus cosechas sin intermediarios de por medio y finalmente intervino don Gustavo Forero que hizo una gran inspiradora enseñanza de hacer abono natural y antibióticos de forma natural a partir de los desechos orgánicos de los hollejos, ceniza, cascara de huevo y otros elementos naturales.
El ingeniero Álvaro Mendoza destacó el noble proyecto de Kike, quien había culminado su primer libro: "Historias que inspiran la imaginación" inspirado en la región. Luego, Gustavo Forero compartió técnicas naturales para elaborar abonos y antibióticos, mostrando cómo la sostenibilidad podía transformar vidas.
"Historias que inspiran la imaginación" reseña
Al final, doña Rosalba ofreció un último tinto acompañado de otro postre, mientras don Eduardo, desde la abundancia de su corazón, regaló a cada invitado una planta de remolacha lista para sembrar.
La jornada concluyó en un ambiente de unión, aprendizaje y gratitud. Kike se marchó con el corazón lleno y una certeza en su interior: el campo no solo era un refugio, sino la clave para un futuro más próspero y sostenible.
1 comentario:
Inspirador su relato se siente mucha alegría la forma como relata nuestra tertulia educativa de la mano de Don Wilson, además de sembrar plantas se está sembrando la oportunidad de perdurar costumbres y recuerdos en el tiempo, gracias!
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