Había una vez, en una tarde de noviembre, en el corazón de Silvania, una lluviosa jornada se desplegaba sobre un paraje tropical. En una casa de ensueño, donde la paz flotaba en el aire y la naturaleza respiraba en sus muros, la lluvia caía como un susurro entre la vasta vegetación. Árboles centenarios se mecían al compás del viento, y las aves nativas, de plumajes vivos y cantos celestiales, parecían unirse en un concierto natural. Cada gota de agua parecía dar vida a las hojas y flores, las cuales brillaban como joyas bajo el rocío.
Dentro de la casa, Kike contemplaba la tormenta desde una ventana, y en sus ojos danzaba una mezcla de tristeza y nostalgia. Sentía, sin embargo, una urgencia ardiendo en su brazo derecho, una especie de fuego que lo empujaba a escribir, como si el mismo universo estuviera susurrándole historias al oído, esperando que él las transformara en palabras mágicas. Esperaba con ansias las narraciones de sus amigos, deseando entrelazarlas con su propio toque de fantasía, pero la inspiración brotaba en él, casi como un volcán a punto de estallar.
Respiró hondo y, al tiempo que la tormenta amainaba y la tarde brillaba como un nuevo amanecer, Kike se sintió renacer. Conectado con la paz de su alma y los chakras que alimentaban su espíritu, fue a la cocina para disfrutar de un plato que había preparado con esmero: garbanzos, cocidos con ajo, cebolla, zanahoria, ahuyama, y un toque especial de cerdo que les daba ese sabor único, de un sabor tan auténtico que parecía parte de la misma tierra de Silvania. Acompañado de plátano maduro, arroz con verduras y un jugo de zanahoria hecho con agua fresca de montaña, disfrutó cada bocado como si fuera un niño descubriendo un juego nuevo.
Después de aquel banquete para el alma, Kike tomó su diario y escribió afirmaciones positivas, impulsando su espíritu y preparándose para liberar la inspiración que lo atravesaba. Con cada palabra que brotaba de su mente, sentía que una energía volcánica, incontrolable y hermosa, fluía en su escritura, dando vida a historias que nacían de las profundidades de su ser, como ríos subterráneos surgen tras una tormenta. Era como si el lenguaje mismo danzara en él, dispuesto a salir al mundo y tocar a otros con su fuerza y su belleza.
Aquel día, Kike hizo una promesa: dedicaría sus ratos libres, desde ese momento y para siempre, a leer y escribir. Su alma le susurraba historias de héroes de carne y hueso, seres comunes que enfrentaban batallas invisibles, personajes que, en cada rincón del planeta, inspiraban con su valentía, sus logros y sus derrotas. Y aunque en ese instante su vida misma era un pequeño torbellino de dudas y sombras, comprendió que, al igual que en la naturaleza, siempre llega la calma después de la tormenta.
Ese día, la lección fue clara: en medio de la tempestad de la vida, la paz surge desde adentro, como un faro que guía en la oscuridad. Todos, ricos o pobres, sabios o inexpertos, enfrentamos momentos de prueba, y es en esos instantes cuando florece la oportunidad de vencer a nuestros propios demonios. No son enemigos ajenos; son el miedo y la incertidumbre que a menudo se alojan en el alma. Pero Kike comprendió que al observarnos con amor y disciplina, permitimos que el universo fluya sin esfuerzo, y que la magia de la vida se manifieste en cada palabra, en cada gesto, y en cada inspiración.
La historia de Kike nos deja una enseñanza profunda: solo a través de la perseverancia y la autodisciplina del espíritu podemos vencer nuestros miedos y alcanzar lo que verdaderamente deseamos. Nos inspira a ser mejores cada día, a dejar que nuestras almas se expresen libremente y a recordar que, al final de la tormenta, siempre llega el renacer.
3 comentarios:
Excelente promesa, a cumplirla!!!
Los seres humanos experimentamos diversos estados emocionales, muchos de ellos derivados por nuestras vivencias personales, donde el ambiente exterior no tiene mucho que ver, por ejemplo, puede haber un día esplendoroso disfrutando del compartir familiar o social y nuestro estado de ánimo puede estar bajo, desanimado por x o y motivo, algo lo aqueja que no le deja disfrutar del momento presente, y en el caso contrario y circunstancial, un día de clima lluvioso de tempestad y frío, a muchos no le afectaría, hasta les agrada, y su estado emocional está alto, ese ambiente exterior no influyó en su acontecer personal de disfrutar del presente con alegría y entusiasmo.
Es bueno ender los contextos de la vida para darle forma a los escritos, los lectores seamos una inspiración que conecta con lo cotidiano, lo poético que puede llegar cada palabra que se refleja en lo hermoso de la lectura cuando estamos leyendo
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