domingo, 10 de noviembre de 2024

#Los Susurros del Silencio: La Magia de un Amanecer en Silvania


 Era un amanecer tibio en Silvania. A las 4:30 am, la temperatura de 19 grados abrazaba suavemente la piel, mientras las montañas se desdibujaban bajo la capa de neblina que las cubría, como si fueran secretos escondidos en el aire. Kike se despertó de un sueño profundo, en el que había navegado por mundos imposibles, lugares donde la realidad y la fantasía se entrelazaban como las aguas de un río serpenteante. Despertó con un sentimiento de paz infinita, casi sobrenatural, como si aún estuviera en ese universo onírico donde todo era posible.

La llovizna caía con un ritmo suave, envolviendo todo en un manto de melancolía. A pesar de la tentación de quedarse en la calidez de las cobijas, Kike sintió un llamado interior, casi como un susurro que le instaba a levantarse y conectar con la esencia del amanecer. Mientras se preparaba para su rutina, sintió la lluvia como una sinfonía celestial, un canto sutil que parecía provenir de las montañas mismas.

Kike comenzó sus dos horas de meditación y oración, encomendándose a la Divina Providencia. En la quietud, bebió un vaso de agua pura y contempló el parpadeo de la lluvia. Fue en ese momento cuando experimentó una revelación: un silencio absoluto lo envolvió, como si todos sus pensamientos se desvanecieran. Sentía una luz penetrante que le recorría el alma, inundando su ser con una claridad intensa y cálida, como si cada célula fuera iluminada desde dentro. Ese instante de paz eterna se convirtió en un susurro en su corazón.

Afuera, la llovizna continuaba, pero Kike, lleno de esa luz interior, decidió salir a entrenar. Realizó unos minutos de fortalecimiento y, justo cuando terminó, la lluvia comenzó a disiparse. El día se despejaba, y él empezó a correr, cada zancada se sentía como un eco de su mantra personal: "Gracias."

Mientras corría, se dejó llevar por el fluir de la naturaleza. Pasó cerca de un río crecido por las lluvias y escuchó su rugir, una melodía natural que llenaba el aire de energía y vitalidad. Para Kike, aquel río era más que agua en movimiento; era un reflejo de la fuerza de la vida misma, de la magia que existe en lo cotidiano. En ese momento, Kike comprendió que estaba inmerso en un lienzo pintado por la naturaleza, donde cada sonido era un verso y cada brisa, una caricia.

El silencio mágico se rompió con el ladrido de perros a lo lejos y el canto de los gallos anunciando el amanecer. Al pasar por el pueblo, Kike decidió comprar víveres para el almuerzo y se dirigió a una reunión con los líderes del sector. Entre conversaciones y propuestas, sugirió enviar una carta a la alcaldía para proponer soluciones al impacto del invierno. Su idea fue bien recibida, y con satisfacción regresó a casa.

De vuelta en su cocina, Kike preparó un desayuno digno de la mañana mágica que acababa de vivir. Vertió leche caliente en una taza y sumergió en ella una pastilla de chocolate oscuro, dejando que el aroma inundara el espacio. Acompañó su bebida con pan crujiente relleno de guayaba y queso, y huevos revueltos con cebolla, tomate y mazorca desgranada. El último toque fue un tinto endulzado con panela, un regalo aromático que elevó sus sentidos.

Aquella mañana en Silvania, Kike sintió que cada momento llevaba consigo una lección, que el universo le hablaba a través de las pequeñas maravillas cotidianas. Su corazón palpitaba en gratitud, y comprendió que, más allá de las palabras, la verdadera magia estaba en la conexión con uno mismo y con la naturaleza. Así, el día continuó en armonía, y Kike, con la esencia del amanecer impregnada en su ser, sintió que ese era el verdadero susurro del silencio.

2 comentarios:

Unknown dijo...

Experimentar eso debe ser impresionante, me alegra que esté disfrutando tanto ese maravilloso lugar!!

Manuel Céspedes P dijo...

Narración con párrafos casi poéticos. Escritura inspirada en el acontecer diario, sus palabras nos llevan a imaginar, disfrutar y degustar cada momento, enfatizando siempre el agradecimiento por todo.

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