A mediados del 2002, había un joven de 25 años llamado Ramón, recién graduado de Preparador Físico en la Universidad de Cundinamarca. Vivía en Soacha y tenía un sueño claro: algún día quería trabajar en la Alcaldía de su municipio, pero no sabía cómo llegar hasta ahí. Mientras tanto, dedicaba su tiempo y pasión a entrenar un grupo de jóvenes de entre 12 y 16 años en un sendero agreste, alejado del tráfico de la ciudad. El terreno, ideal para correr y entrenar, se convirtió en su lugar de trabajo. Ramón no solo les enseñaba a correr, sino que también les inculcaba valores como la disciplina, el esfuerzo, y la constancia. Entendía que el deporte es una herramienta poderosa para formar carácter.
Con una metodología innovadora y empática, Ramón hacía que los entrenamientos fueran más que una rutina física. Cada semana, organizaba juegos y actividades que mantenían el interés de los jóvenes, siempre reservando dos días específicos para correr, que era su verdadera pasión. Ramón no solo buscaba entrenar a estos chicos, también tenía un ojo clínico para descubrir talento. Él sabía que en esos muchachos y chicas estaba el futuro del deporte, y que su tarea no era solo entrenar atletas, sino guiar a personas hacia una vida más activa y saludable.
Pronto, los esfuerzos de Ramón comenzaron a ser notados. Los vecinos que pasaban trotando o paseando a sus mascotas por el sendero, se detenían a observar cómo el joven preparador físico motivaba a su grupo. Algunos padres comenzaron a acercarse a Ramón, agradecidos por su influencia positiva en sus hijos, y le pedían consejo sobre cómo mantenerlos alejados del sedentarismo. Sin darse cuenta, Ramón empezó a formar un grupo más grande, sumando nuevos integrantes hasta llegar a 30 personas, y el rango de edad se amplió a adultos de hasta 40 años que también se unieron a sus entrenamientos.
Entre ellos estaba Pedro, un hombre de 39 años que, por casualidad, pasaba a menudo por el sendero. Siempre saludaba a Ramón y admiraba su dedicación, hasta que un día decidió acercarse a él y preguntarle cuánto cobraba por entrenarlo. Para sorpresa de Pedro, Ramón le explicó que no cobraba nada. Su trabajo con los jóvenes formaba parte de la tesis que debía presentar en la Universidad de Cundinamarca, y su único objetivo era aportar al bienestar de su comunidad sin ningún interés económico.
Intrigado y motivado por la actitud desinteresada de Ramón, Pedro decidió unirse al grupo. Con el tiempo, demostró ser un atleta de alto rendimiento y, al igual que muchos de los chicos del grupo, comenzó a participar en competencias locales, logrando podios y ganando medallas. Ramón los acompañaba a cada carrera, celebrando cada triunfo y viendo cómo su grupo se transformaba en una verdadera comunidad de atletas destacados.
Después de seis meses de entrenamiento, Pedro, agradecido por todo lo que Ramón había hecho por él y por los demás, decidió ayudarlo. Pedro tenía un amigo que planeaba postularse como concejal en las próximas elecciones del municipio, y vio en Ramón a alguien que podía beneficiarse de su contacto. Le habló de él a su amigo y le recomendó que lo considerara para un puesto relacionado con el deporte. Ramón, sin dudarlo, aceptó la oportunidad de sumarse a la campaña del concejal, quien resultó electo poco tiempo después.
Gracias a la recomendación de Pedro y al interés del concejal en apoyar el deporte, Ramón fue nombrado preparador físico en el Instituto de Deportes y Recreación (IDR) del municipio, con un buen salario. Su principal responsabilidad era descubrir nuevos talentos que representaran a Soacha a nivel nacional e internacional. Y lo logró. Muchos de los jóvenes que entrenaba alcanzaron medallas de oro, plata y bronce en los Juegos Nacionales de 2004, llevando el nombre del municipio a lo más alto. Los resultados fueron tan sobresalientes que, al año siguiente, Ramón vio su salario duplicarse como reconocimiento a su labor.
Los años pasaron y el concejal que le había dado la primera oportunidad fue elegido alcalde. Como muestra de confianza y agradecimiento, nombró a Ramón como Director del IDR, un cargo que lo consolidó como uno de los líderes más respetados en el ámbito deportivo del municipio. Bajo su dirección, se crearon nuevos escenarios deportivos que transformaron la vida de muchos jóvenes. La violencia en la zona comenzó a disminuir, ya que cada vez más jóvenes se alejaban de las calles y encontraban en el deporte una salida constructiva.
Ramón no solo dejó su huella en el deporte local, sino que también supo pensar en su futuro financiero. A medida que su vida profesional avanzaba, ahorraba cuidadosamente su salario y comenzó a invertir en bienes raíces. Compraba apartamentos y casas a bajo costo, los reformaba y luego los vendía a precios más altos. Este enfoque inteligente lo llevó a construir una vida próspera y abundante.
Todo esto fue posible gracias a su esfuerzo, su pasión, y la oportunidad que Pedro, sin querer, le brindó. Esa recomendación fue el puente que lo llevó a hacer realidad su sueño de trabajar en la Alcaldía. Ramón no solo aprovechó esa oportunidad, sino que también devolvió el favor a la comunidad, fomentando la salud, el bienestar y el deporte entre los jóvenes de su municipio.
Lección de vida:
Esta historia nos enseña que nunca debemos dejar de soñar. En algún momento, la vida nos pone en el camino a las personas adecuadas, aquellas que nos abren nuevas puertas. Pero también nos recuerda que debemos estar siempre preparados para aprovechar las oportunidades cuando se presenten. Ramón es el ejemplo perfecto de alguien que visualizó su objetivo, trabajó duro y, cuando la oportunidad llegó, supo tomarla. Pedro, por su parte, nos enseña la importancia de ser agradecidos y solidarios con quienes nos rodean, porque nunca sabemos el impacto que un pequeño gesto puede tener en la vida de otra persona.
1 comentario:
Fenomenal historia de vida, una profesión muy bonita, me identifico por el gusto hacia la misma. Cuando egrese de bachiller pedagógico intenté realizar una licenciatura en Educación física, en la Universidad Pedagógica, pero no se me dieron las cosas o más bien no hice lo posible por lograr ese paso de ingreso a la Facultad." Me alegra por quienes perseveran y esfuerzan por lograr sus sueños".
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