sábado, 28 de septiembre de 2024

Samuel, el obsesionado lector que encontró su voz entre libros y soledad

 

La historia de Samuel se remonta al bullicioso año de 1972, en el corazón de una gran metrópoli. En su hogar, los ecos de las discusiones constantes entre sus padres eran el telón de fondo de su infancia. Aquellas peleas diarias esculpieron su carácter, convirtiéndolo en un niño de temperamento difícil, pero también en alguien perfeccionista y extremadamente creativo. Samuel, con tan solo ocho años y cursando el segundo año de primaria, ya mostraba rasgos de ser diferente. No era sociable, sus compañeros solían burlarse de él, y aunque era callado, en su interior albergaba una sensación de no pertenecer a ese mundo.

Su refugio, lejos del caos y de las risas burlonas de la escuela, fue la lectura. Se devoraba cualquier cosa que llegara a sus manos: desde la cartilla de "Coquito" hasta las enciclopedias de su casa. Cada nueva palabra que descubría era para él un universo por explorar. El poder del lenguaje, su vastedad y belleza, lo maravillaba. Poco a poco, fue consciente de que ese léxico en constante expansión se convertiría en su mejor herramienta.

Mientras otros niños gastaban sus onces en golosinas, Samuel prefería alquilar mini-libros del Oeste, escritos por Silver Kane y otros autores de vaqueros. Aquellas historias de tierras lejanas, héroes solitarios y enfrentamientos épicos lo fascinaban. Así, la lectura se convirtió en su ritual. Se acostaba con un libro entre las manos y, cada mañana, madrugaba para continuar su aventura literaria. Este hábito perduró hasta su bachillerato, donde sobresalió en Historia y Español. Los nombres de Cervantes y otros grandes escritores dejaron una huella profunda en su joven mente.

Al terminar el colegio, la vida le trajo nuevas oportunidades. Consiguió un trabajo y, simultáneamente, se matriculó en la Universidad Santo Tomás para estudiar lenguas modernas. Sin embargo, las exigencias del trabajo lo llevaron a abandonar la carrera. No obstante, el destino tenía otros planes para él. Entró a trabajar en una imprenta, y allí, su patrón pronto notó algo especial en Samuel. Su creatividad para generar ideas innovadoras en los proyectos empresariales lo destacaba entre los demás. Aunque su temperamento fuerte le generó roces con todos los departamentos, al final, siempre le daban la razón. Samuel poseía un carisma magnético, una mirada penetrante que obligaba a quienes lo escuchaban a reflexionar más allá de lo evidente. Esa misma mirada fija y sin pestañear, como si viera a través de las personas, lo hizo ganarse la admiración de muchos, quienes veían en él un líder nato.

Con el paso de los años, Samuel tuvo algunas relaciones amorosas, pero su carácter difícil y su obsesión por la lectura alejaban a las mujeres. Fue entonces cuando conoció a Brenda, una mujer con la capacidad de equilibrar su personalidad dominante. Se conocieron en una reunión del barrio, y tras pocos meses de noviazgo, se casaron. Brenda era el ancla emocional que Samuel necesitaba. Juntos, tuvieron dos hijos y parecían estar construyendo una vida estable. Sin embargo, el carácter de Samuel no era fácil de manejar. Su obsesión por la lectura y su tendencia a perderse en su mundo de letras lo hacían olvidar fechas importantes y momentos cruciales para su familia.

Eventualmente, esta dinámica desgastó a Brenda, quien decidió separarse de él. En ese tiempo de soledad, Samuel encontró una nueva vía de escape: escribir. Empezó a volcar sus pensamientos en libretas, escribiendo un diario que se convertiría en su terapia personal. En esas páginas confesó que la soledad, aunque dolorosa, le ayudaba a reflexionar. A través de sus escritos, entendió que Brenda había sido increíblemente valiente al soportarlo durante tanto tiempo. Reconoció que la vida con él no había sido un camino de rosas.

Decidido a no perderla, la buscó y, tras mucho rogar, logró una reconciliación. A pesar de sus esfuerzos por cambiar, su carácter seguía siendo un desafío. Sin embargo, el amor que los unía les permitió seguir adelante. La gran ciudad, con su ritmo frenético y su atmósfera sofocante, comenzaba a pesar en su espíritu creativo. Entonces, surgió la oportunidad de mudarse a una casa de campo, lejos del bullicio de la metrópoli.

El cambio fue una bendición para Samuel. Rodeado de naturaleza, el canto de las aves y los amaneceres llenos de paz, encontró la inspiración que tanto anhelaba. Allí, en la quietud del campo, su mente floreció y sus ideas cobraron vida. Samuel empezó a escribir prosa cargada de sensibilidad, profundidad y originalidad. Sus escritos, llenos de un mensaje poético y evocador, comenzaron a resonar entre miles de lectores, quienes se sintieron tocados por su estilo único y su visión del mundo.

La historia de Samuel nos enseña que cada ser humano lleva consigo un potencial creativo que solo puede ser liberado si nos atrevemos a pensar de manera diferente. Samuel, a pesar de las dificultades y su carácter complicado, creyó en sí mismo y alcanzó grandes logros. Brenda, por su parte, con su paciencia y sabiduría, fue el equilibrio que Samuel necesitaba para florecer. Juntos, demostraron que incluso en las tormentas más oscuras, se puede encontrar calma si se tiene la voluntad de cambiar.

1 comentario:

Manuel Céspedes P dijo...

Nosotros como humanos, nos convertimos en seres de constumbres, a veces se vuelve tan rutinario, que nos lleva a realizar alguna actividad sencilla o compleja, pero igualmente repetitiva y de escape pasajero, muchas benéficas, otras no tanto, y algunas evidentemente perjudiciales.

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