Era la madrugada del 10 de enero, a las 5:40 a.m., cuando Kike despertó en Villa de las Bendiciones, un rincón paradisíaco rodeado por la majestuosa naturaleza de Silvania. El día prometía un calor abrasador, mientras las aves danzaban en el cielo al ritmo de un nuevo amanecer. Pero Kike no quería abandonar su sueño. Había sido un sueño distinto, tan vívido y lleno de simbolismo que aún resonaba en su alma como una melodía celestial.
En aquel mundo onírico, una mujer celestial de belleza indescriptible se presentó ante él. Su figura no era física, sino una entidad de luz que portaba un corazón de cristal azulado. Dentro de ese corazón se reflejaba un cielo propio, vibrante y sin límites. De él emanaba una energía de colores brillantes como un arco iris, que se derramaba sobre Villa de las Bendiciones, creando una burbuja de protección y armonía. En el aire flotaban cantos gregorianos, dulces e infinitos, que llenaban el espacio de una calma tan profunda que el tiempo y el espacio parecían haberse detenido.
Sin embargo, la magia se interrumpió. Kike despertó, aún con la sensación de aquel corazón resplandeciente y aquella mujer luminosa en su mente. El llamado del día era ineludible.
Tras su rutina de meditación, oración y ejercicios, Kike disfrutó de un desayuno preparado con amor por su esposa Linda: huevos revueltos, pan tostado, avena, y jugo de naranjas frescas de su huerto. Con el aroma del café aún presente, decidió leer "La Nostalgia de las Almendras Amargas" de Gabriel García Márquez, un préstamo reciente de la biblioteca pública.
Mientras estaba inmerso en el tercer capítulo, una tangara de colores vibrantes apareció en la ventana de la sala. Contra toda expectativa, el ave no huyó al sentir su presencia. Parecía observarlo con una curiosidad casi humana, como si tratara de transmitirle un mensaje. Fascinado, Kike tomó su celular y grabó un video. Durante un minuto, el ave permaneció ahí, inmóvil, como una mensajera de otros mundos. Luego, desplegó sus alas y desapareció en el horizonte.
La jornada continuó con una fluidez inesperada. Kike resolvió asuntos pendientes, avanzó en sus lecturas y enfrentó sus pensamientos con la confianza renovada de quien ha recibido un mensaje divino. Con fe y gratitud, dejó sus preocupaciones en manos de Dios y del universo, convencido de que la clave para superar los miedos y las dudas está en la meditación, la autoobservación y la fe inquebrantable.
Al final del día, Kike comprendió que aquella tangara, como el sueño que le precedió, le había recordado una verdad esencial: la fuerza para vencer los mayores obstáculos reside dentro de nosotros mismos. Cada amanecer es una oportunidad para comenzar de nuevo, para escuchar las melodías de la vida y para recordar que, así como la tangara, todos llevamos un mensaje de esperanza y transformación que espera ser descubierto. Nunca dejes de soñar ni de confiar en el poder que reside dentro de ti.
1 comentario:
Un sueño increíble. El ser interno en conexión espiritual.
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