viernes, 28 de febrero de 2025

#El Sendero del Destino: Un 27 de Febrero Inolvidable


 El amanecer del 27 de febrero se desplegaba con un velo de serenidad, mientras el reloj marcaba las 5:58 a. m. Kike despertó con la determinación de un guerrero, con la meta clara de vender al menos dos o tres libros en el día. Su jornada comenzó con su ritual habitual: meditación, oración, yoga y la escritura de una carta de automotivación. A las 10:00 a. m., tras completar su rutina de ejercicios —flexiones, abdominales y movimientos articulares—, apagó la estufa donde preparaba el desayuno y se dispuso a salir con paso firme, con la determinación palpitando en su pecho. Vestía su pantaloneta, camiseta y zapatillas minimalistas, como un corredor preparado para un desafío más grande que él mismo.

Con un cronómetro en cero, Kike arrancó con potencia. A pocos metros, unos vecinos caminaban por el sendero y, al escuchar su paso decidido, voltearon a verlo y se hicieron a un lado. —¡Buenos días, vecinos! ¡Les deseo un excelente día! ¡Bendiciones! —exclamó Kike con voz enérgica. Ellos lo observaron con asombro, viendo cómo se alejaba como una sombra veloz entre la brisa matinal.

Al doblar a la derecha, inició un ascenso imponente, una prueba exigente que para muchos sería un obstáculo, pero para Kike era un reto más en su camino. Subió sin titubear, superando cada metro con un ritmo fuerte y constante. Los vecinos que lo veían pasar lo saludaban con admiración, como si presenciaran el ascenso de un héroe anónimo. Finalmente, tras una escalada desafiante, coronó la cima, alcanzando la Carretera Central en un tiempo de 12:18.



Sin perder el ritmo, descendió vertiginosamente dos kilómetros hasta el parador Choriloco. A su paso, los trabajadores de la ampliación de la vía lo saludaban con respeto, reconociendo en él una fuerza de voluntad inquebrantable. La bajada fue un juego de movimientos entre zigzags y pendientes pronunciadas, hasta llegar a Villa de las Bendiciones en 36:18. Allí, realizó sus estiramientos, se hidrató y comió un banano, listo para el siguiente desafío del día.

Luego, Kike tomó su teléfono y se conectó con viejos amigos del atletismo en Bogotá. Llamó a Carlos Rodríguez, un atleta legendario del Bosque de San Carlos, quien, pese a los años, mantenía su disciplina y espíritu guerrero intactos. Luego contactó a Estanislao, un fondista comprometido con la formación de nuevas generaciones de corredores. Siguió con Humberto Palacios, que entrenaba incansablemente 100 kilómetros a la semana con la mira puesta en la maratón de Cali. También conversó con Mercedes, una corredora inquebrantable, y con Felisa, una atleta de alto rendimiento que acumulaba podios como un alquimista recolectando oro.

—Tú te fuiste de Bogotá y el grupo se dispersó —le confesó Felisa con nostalgia. —¡Cuando el gato se va, los ratones hacen fiesta! —respondió Kike con una carcajada, provocando la risa de su amiga.

Finalmente, llamó a doña Guillermina, una antigua vecina que ahora vivía en Viotá con su esposo, don José, quien, para alivio de Kike, se encontraba mejor de salud. Antes de colgar, envió un mensaje de cumpleaños a su amiga Carmencita Moreno y compartió con todos ellos el enlace de su libro Historias que Inspiran la Imaginación, disponible en varios formatos e idiomas. Todos prometieron apoyarlo, emocionados de ver cómo su amigo se abría camino en el mundo de la literatura. Uno de ellos incluso le dijo: —Tú serás el mejor escritor de todos los tiempos. Esa frase resonó en su mente como una profecía. ¿Podría ser cierto?

Más tarde, Kike recalentó el almuerzo del día anterior: frijoles con cebollas cabezonas enteras y un toque de zucchini amarillo, rico en minerales y vitaminas. Lo acompañó con arroz integral con verduras, papa salada, carne de cerdo frita y jugo de zanahoria. Cada bocado le pareció un banquete celestial. En ese instante, comprendió que la magia no solo estaba en los grandes logros, sino en la capacidad de apreciar los pequeños placeres de la vida.

La noche cayó sobre el 27 de febrero, y Kike, envuelto en gratitud, miró al cielo y agradeció a la Divina Providencia por un día incierto pero maravilloso. Se acostó con el corazón liviano, sabiendo que nuevas aventuras lo esperarían al día siguiente.

Esta historia… continuará.

jueves, 27 de febrero de 2025

#Kike y el Secreto del 26 de Febrero


 El amanecer del 26 de febrero despertó envuelto en un velo de misterio. El reloj marcaba las 5:40 a.m. cuando Kike abrió los ojos tras un sueño profundo. Desde su ventana, observó el horizonte teñido de sombras y neblina, como si la mañana escondiera un secreto. El canto de las aves de colores anunciaba el inicio de un día incierto, pero prometedor. Inspirado por la atmósfera mística, Kike meditó, oró y escribió sus afirmaciones diarias, rituales que eran su brújula en cada jornada.

Tras su sesión matutina, realizó su rutina de ejercicios y preparó un desayuno con los frutos de su huerta: banano, naranja, chocolate caliente, huevos cocidos y pan con mermelada de guayaba casera. Con el aroma de la mañana impregnando la cocina, Kike se sentó a escribir en su blog. Mientras revisaba sus fotos en Google, un recuerdo lo atrapó: tres años atrás, exactamente un 26 de febrero de 2022, había compartido un día inolvidable con sus compañeros del grupo San Cristóbal en Bogotá.



Aquel sábado, Kike había salido trotando desde su casa en el barrio Olaya hasta la entrada del ascenso a Monserrate, recorriendo más de seis kilómetros antes de encontrarse con sus amigos a las 5:30 a.m. Mientras ellos temblaban de frío, Kike irradiaba energía y los animaba con su espíritu indomable. La profesora Jenny, sorprendida por su resistencia, le preguntó:

—Kike, ¿tú no te cansas ni te lesionas? ¡Eres una proeza viviente!

Sonriendo, Kike respondió:

—Gracias por tus palabras, Profe. Me inspiran a convertirme en el mejor atleta máster de todos los tiempos.

Ese día, con la convicción tatuada en su alma, Kike ascendió Monserrate sintiéndose invencible. No era vanidad, sino el poder de la mente manifestando su grandeza. Sus camisetas llevaban la frase: "Kike, el mejor", y aunque el mundo dudara, él sabía que la verdadera fortaleza nacía en el pensamiento.


La nostalgia se disipó cuando el reloj marcó las 2:00 p.m. Kike tenía una cita literaria en la biblioteca de Silvania. Cargó su mochila con ejemplares de su libro "Historias que inspiran la imaginación" y emprendió el camino. Antes de salir, su amigo Víctor le envió una foto: estaba en su sala, leyendo su libro. Un escalofrío de emoción recorrió a Kike. Su historia, su esencia, estaba tocando almas.

Al llegar a la biblioteca, Liliana lo recibió con un cálido abrazo y lo presentó a un selecto grupo de lectores apasionados: Don Jorge Valdirí y Edilberto Silva, críticos de poesía; José Carvajal, joven escritor; y Damaris Mendoza y Rubén Lopera, ávidos lectores. La sesión fue intensa. Se debatió sobre versos que llamaban al corazón "una maldita máquina", y Kike defendió que el corazón era la voz del alma. Luego, al hablar del tiempo y el sufrimiento, recordó una enseñanza de Eckhart Tolle:

—"El final del sufrimiento surge cuando la mente deja de aferrarse al pasado y al futuro. Solo el presente es real".

Los asistentes quedaron absortos. De repente, el tiempo pareció esfumarse y, sin darse cuenta, eran las 4:30 p.m. Habían estado tan inmersos en la conversación que la realidad parecía haber perdido su curso. Se despidieron con la promesa de reunirse en 18 días. Don Jorge, con un brillo en los ojos, le dijo a Kike:

—No todo el mundo escribe un libro. Felicidades, muchacho.

De regreso a Villa de las Bendiciones, Kike preparó un almuerzo especial: frijoles con cebolla entera y zucchini amarillo, arroz integral con verduras, papa salada, carne de cerdo frita y jugo de zanahoria. Saboreó cada bocado con gratitud, reflexionando sobre lo vivido.

Esa noche, al acostarse, una certeza lo envolvió: el 26 de febrero tenía un poder especial en su vida. Un portal que conectaba su pasado, su presente y su destino. Al cerrar los ojos, se preguntó: ¿Qué aventuras me deparará el mañana?

…Esta historia continuará.

miércoles, 26 de febrero de 2025

#"El Camino del Escritor: Un Día en la Gobernación"

 

Era la madrugada del 25 de febrero, cuando el canto de los gallos rompió el silencio de la noche, anunciando el nacimiento de un nuevo día. A las 4:41 a.m., en medio de la brisa fresca y el resplandor de un amanecer dorado, Kike despertó sintiendo una energía vibrante recorrer su cuerpo. Hoy no era un día cualquiera: tenía una cita con el gobernador de Cundinamarca en Bogotá, un encuentro que prometía abrir nuevas puertas en su camino como escritor.

Tras una breve rutina de meditación y oración, Kike revisó su maleta con esmero. Llevaba consigo algunos ejemplares de su libro, dos esferos y su libreta de apuntes, listos para capturar cualquier anécdota. También guardó una bolsa con avena y un huevo cocido, por si el hambre lo sorprendía en el camino. Su atuendo estaba preparado desde la noche anterior: traje impecable, camisa bien planchada, corbata en su lugar y zapatos lustrados hasta brillar.


A las 5:49 a.m., partió de su casa en dirección a la residencia de la Dra. Olga Romero. El trayecto era de dos kilómetros por senderos, y al recorrer los primeros 800 metros, llegó a la orilla del río. El sonido del agua rugiendo con fuerza tras la lluvia del día anterior le evocó antiguas historias, como si el río susurrara secretos de tiempos pasados. Avanzó a paso firme, disfrutando del horizonte teñido de colores cálidos hasta llegar a su destino a las 6:12 a.m.

Pocos minutos después, partieron en la furgoneta de Don Jaime. Hicieron una breve parada en Soacha, donde el frío de la mañana se hacía sentir con intensidad. Para combatirlo, Don Jaime les invitó a unas arepas rellenas con huevo, un manjar que Kike saboreó con nostalgia. Mientras el calor del desayuno disipaba el frío, continuaron su camino recogiendo a más pasajeros. Entre ellos, Miguel González, un hombre de la Vereda Loma Alta que, al reconocer a Kike, exclamó con entusiasmo:

—¡Qué alegría conocerlo! En Silvania hablan de usted, dicen que sus historias inspiran y trascienden fronteras.

Kike, sorprendido y emocionado, le preguntó qué comentaba la gente. Miguel, con un brillo en los ojos, respondió:

—Que escribes con el alma y que tu libro es una joya. ¿Cómo puedo conseguirlo?

Sin dudarlo, Kike le compartió el enlace donde podía encontrar su libro y le envió el acceso a sus blogs. Así transcurrió el trayecto entre risas, anécdotas y sueños compartidos hasta que llegaron a la Gobernación de Cundinamarca a las 9:36 a.m.

Frente a la imponente edificación, se despidieron de Don Jaime y, al ingresar, fueron recibidos con sonrisas amables. Subieron a la oficina del gobernador, pero la secretaria les informó que el Dr. Jorge Emilio Rey Ángel había tenido que ausentarse por una reunión urgente. La noticia trajo un instante de desilusión, pero la secretaria les devolvió la esperanza con sus palabras:

—No se preocupen, el gobernador dejó instrucciones para que su delegado, su mano derecha, los atienda.

Uno a uno fueron recibidos. La Dra. Olga expuso su lucha por los derechos humanos y la ayuda a las familias vulnerables. Luego fue el turno de Kike, quien habló con pasión sobre su libro "Historias que inspiran la imaginación" y expresó su deseo de colaborar con el departamento a través de su talento como escritor y creador de contenido.

El delegado, con una energía contagiosa, respondió entusiasmado:

—¡Gente como usted es la que necesita Cundinamarca! Lo escalonaré para darle prioridad.

Tomó una foto del libro y prometió hacer todo lo posible para apoyarlo. Mientras los demás eran atendidos, Kike, la Dra. Olga y el Paisa recorrieron las oficinas de la Gobernación. A medida que avanzaban, los funcionarios los saludaban con sonrisas genuinas, como si el aire mismo de aquel lugar estuviera impregnado de calidez y bienvenida.

Al mediodía, la Dra. Olga los invitó a almorzar, pero Kike declinó con gratitud.

—Prefiero aprovechar el tiempo para visitar a mi hija Taly en el hospital.

Se despidieron entre abrazos y risas. Kike tomó el Transmilenio y luego un SITP para dirigirse a casa de sus suegros, donde recogió una estufa que había dejado el sábado. Allí lo recibieron con alegría y un almuerzo casero de espaguetis, verduras, papa y alitas fritas, acompañado de un refrescante jugo de maracuyá.

Mientras comía, recibió una llamada de su cuñada Luisa, quien le informó que no podía visitar a Taly porque no había agua en el hospital y se habían restringido las visitas. En su lugar, hicieron una videollamada. Al ver la mejoría en el rostro de su hija, Kike sintió un alivio profundo. Conversaron animadamente y, entre bromas y risas, su cuñado Tino logró arrancarle una carcajada a Taly.

A las 3:30 p.m., emprendió el regreso a Silvania. Durante el largo trayecto en Transmilenio y luego en una van, aprovechó para meditar. Finalmente, a las 7:02 p.m., llegó a su hogar en Villa de las Bendiciones. Al entrar, lo recibió el embriagador aroma del caballero de la noche que florecía en su jardín, como un símbolo de bienvenida.

Escribió en su diario, repasando los acontecimientos de aquel día incierto, pero lleno de aprendizajes y encuentros mágicos. Antes de dormir, recibió un mensaje de su amigo Víctor, quien le comunicó que ya tenía en sus manos su libro en Bogotá. Quedaron de hablar al día siguiente.

Kike cerró los ojos, agradeció a Dios por cada instante vivido y rogó por la pronta recuperación de su hija Taly. Mientras el sueño lo envolvía, sintió que la historia aún no terminaba...

Esta historia, continuará.

lunes, 24 de febrero de 2025

#24 Horas de Drama, Aventuras y Emociones en Bogotá: El Viaje de Kike, segunda parte



 

Kike llegó al barrio Olaya sobre las 10:17 a.m. con la misión de entregar un ejemplar de su libro a su entrañable amigo, el ingeniero Carlos Estrada, quien solía ser su cliente en el corresponsal años atrás. Sin embargo, Carlos no se encontraba, por lo que su hijo, con la misma amabilidad y carisma que su padre, recibió el libro con respeto y gratitud.

Más tarde, Kike visitó a su amiga Nohora, quien días atrás había comprado un ejemplar. Con emoción le compartió:

—Tu libro tiene magia, Kike. Cada capítulo me transporta a una nueva historia y me llena de inspiración. Lo recomendaré en el exterior a mis amigos y familiares para que lo adquieran en sus respectivos idiomas.

Ese cálido elogio llenó de orgullo a Kike, quien agradeció sinceramente antes de continuar su camino. Su siguiente parada fue el negocio de óptica de Mónica, una mujer emprendedora cuya sonrisa amable siempre recibía con calidez a sus clientes. Luego, visitó a Doris, administradora y vendedora en otra óptica, quien se mostró entusiasmada con la idea de leer su libro y le pidió a Kike compartirle más de sus blogs.

El recorrido continuó con Natalia, una administradora de óptica con gran don de escucha, quien recordó con nostalgia las visitas que solía hacer al corresponsal de Kike. Al enterarse de su libro, lo felicitó y prometió mantenerse en contacto para adquirir un ejemplar.

Más adelante, Kike se encontró con don Nelson, un emprendedor dueño de varias ópticas, quien había guardado la tarjeta de Kike desde hacía una semana. A pesar de no ser un lector frecuente, quedó intrigado con la trama del libro y prometió comprar un ejemplar en los próximos días.

En su camino, Kike pasó por la casa de su amigo de tertulias, Juan Carlos Murillo, cuya familia quedó fascinada al escucharlo narrar con emoción sus aventuras en Silvania. Sus ojos reflejaban asombro y admiración mientras Kike compartía sus historias. Convencidos por la pasión del autor, acordaron adquirir un ejemplar.

Siguiendo su trayecto por la carrera 19C rumbo a la avenida Primero de Mayo, Kike visitó a su antigua cliente y amiga Johana en su negocio, Artesanos del Colchón. Johana se alegró de verlo y, con un abrazo fraterno, lo felicitó por su transición de comerciante a escritor. Kike compartió sus blogs y Johana quedó en adquirir su libro muy pronto.

A las 12:06 p.m., Kike abordó un SITP con destino al barrio Sosiego Sur. Su primera parada fue en el restaurante La Pasión, donde entregó un ejemplar de su libro a su amigo Leo, velocista y chef. Leo, ocupado con la creciente clientela, recibió el obsequio con gratitud mientras los comensales hojeaban el menú del día. Kike le dedicó unas palabras a él y a su hijo Mateo:

Para Leo y Mateo Pineda
"A dos velocistas de élite, Leo y Mateo Pineda, cuyo esfuerzo y constancia los han llevado a conquistar podios y triunfos. Su disciplina es prueba de que el éxito se construye día a día. Que este libro sea un impulso para seguir desafiando sus propios límites y alcanzar nuevas metas."

Más tarde, Kike visitó la oficina de su amigo fondista y batallador, Alex Durán. Sin dudarlo, Alex adquirió un ejemplar, y Kike le dedicó estas palabras:

Para Alex Durán
"A mi gran amigo y fiel seguidor de mis blogs, un verdadero soldado en el campo de batalla del asfalto, los senderos y la montaña. Tu espíritu de fondista es digno de admiración, y tu lema resuena como un grito de guerra: 'No los quiero ver caminando en las carreras'. Que este libro te motive a soñar, reflexionar y seguir creciendo sin límites."

Posteriormente, en La Victoria, Kike se encontró con su amigo y rival en carreras, Óscar Herrera, quien le hizo un inesperado regalo: una estufa eléctrica de dos puestos que tenía guardada y sin usar. Entre charla y risas, Kike lo invitó a visitar Silvania junto a sus amigos Alfonso y Nancy, otros apasionados del atletismo.

Más tarde, Kike llegó a casa de sus suegros, donde fue recibido con alegría. Sin embargo, la preocupación por la salud de su nieta Taly era evidente. A través de una audiollamada, la animaron con palabras de aliento. Taly, aunque aún recuperándose, se sintió fortalecida por el apoyo de su familia. Su querida suegra, con el cariño de siempre, le ofreció un almuerzo delicioso: caldo de papa con carne, arroz, vegetales y una refrescante Coca-Cola. Antes de partir, sus suegros, con generosidad, le obsequiaron un mercado y golosinas para sus nietos Juanpis y Daniel Santiago.

A las 5:04 p.m., Kike partió rumbo a Soacha, haciendo transbordos en Transmilenio hasta llegar a su destino. Allí, entregó parte del mercado y dulces a su hijo Juanpis y a su nieto Daniel Santiago. En un emotivo encuentro, intentó animar a su yerno Henry, quien atravesaba un momento difícil.

—No te desanimes ante esta prueba que Dios te ha puesto. Sigue adelante, tú puedes —le dijo Kike con firmeza.

Henry, con la voz quebrada por la emoción, respondió:

—Pero qué prueba tan difícil, querido suegro...

Con un fuerte abrazo, Kike se despidió de su esposa Linda, su hijo y sus nietos mellizos. A las 6:21 p.m., abordó una flota rumbo a Silvania, llegando a Villa de las Bendiciones a las 7:47 p.m. Algo cansado, pero con la satisfacción de una jornada productiva, escribió una parte del blog antes de sumirse en un sueño profundo a las 9:36 p.m.

Así culminaban 24 horas de emociones, encuentros y momentos inolvidables. Una auténtica epopeya de un héroe moderno, real, de carne y hueso, cuya historia aún tiene muchas páginas por escribir. ¿Qué nuevas aventuras le esperarán a Kike en Villa de las Bendiciones, donde el tiempo parece detenerse?

Esta historia continuará...

 

 



 

domingo, 23 de febrero de 2025

#24 Horas de Drama, Aventuras y Emociones en Bogotá: El Viaje de Kike, Primera Parte


 Era un viernes 21 de febrero. El reloj marcaba las 7:20 p.m. desde el mirador del segundo piso en Villa de las Bendiciones, "donde el tiempo parece detenerse". Kike contemplaba el cielo, buscando inspiración. Sabía que aquella noche sería especial: conocería a sus nietos mellizos en Soacha y entregaría unos libros en Bogotá.

El aire estaba impregnado de la fragancia del caballero de la noche, una esencia que siempre lo acompañaba en sus momentos de reflexión. "Extrañaré este aroma", pensó, inhalando profundamente, mientras la brisa nocturna le acariciaba el rostro.

Al salir rumbo al parador Los Carreteros y Choriloco, un expreso Bolivariano se detuvo unos instantes, como si el destino lo estuviera esperando. Subió a bordo a las 7:38 p.m., preguntándose qué nuevas aventuras le depararía el camino. El trayecto fue sorprendentemente rápido, sin trancones, permitiéndole sumirse en una meditación profunda.

A las 8:35 p.m., llegó a Soacha y se dirigió a la casa de su hija Taly. Linda, quien lo recibió, le dio una noticia inquietante: Taly y su esposo Henry habían salido de urgencia a la clínica San Rafael. Ella había sufrido un sangrado tras la cesárea realizada el 13 de febrero, cuando nacieron los mellizos.

Kike sintió su corazón latir con fuerza. Conoció a sus nietos, sintiéndose bendecido por ese regalo de la vida, pero la preocupación empañaba su felicidad. Poco después, Henry llamó para informar que Taly se había desmayado justo al ingresar a urgencias. Kike y Linda se miraron con angustia. Mientras Linda y Yadira, la hermana de Henry, se quedaban a cuidar a los mellizos, él intentó descansar. Meditó, rogando a la Divina Providencia por la salud de su hija.

La noche transcurrió entre incertidumbre y oración. A las 4:59 a.m., tras apenas dos horas y media de sueño, despertó con la actitud de un gladiador dispuesto a enfrentar el día. Se arregló sin la intención de entrenar, pues el agotamiento pesaba sobre él. Linda le preparó el desayuno y, justo cuando se disponía a salir rumbo a Bogotá, el teléfono sonó: era Henry. Con alivio, le comunicó que Taly estaba estable y en observación.

Con el alma un poco más ligera, Kike se despidió de Linda, sus nietos y Yadira. Partió hacia Bogotá con renovada energía. Al llegar, tomó el TransMilenio desde la estación San Mateo hasta la Gran Estación, y luego un SITP hasta el Parque Simón Bolívar. Sus compañeros del Club ADES ya habían terminado de entrenar y se encontraban estirando. Lamentó no haber podido acompañarlos, pero el cariño con el que lo recibieron disipó cualquier pesar.

Yaneth Rivera, presidenta del club, les recordó que el Campeonato Distrital estaba cerca y aprovechó la ocasión para presentar el libro de Kike, "Historias que Inspiran la Imaginación". Con entusiasmo, recomendó su lectura, destacando su encanto y emoción.


Kike compartió su historia con cada integrante. German Arévalo y Maribel adquirieron el libro sin dudarlo, y él les dedicó unas palabras antes de inmortalizar el momento con una fotografía. Luego, Yaneth lo conectó con Luis Aponte, antiguo miembro del club. Juntos, acordaron escribir un libro sobre la historia del Club ADES, un legado de más de 50 años. Para ello, Luis se encargaría de enviar fragmentos sobre su evolución, mientras que Yaneth pediría a los integrantes que compartieran sus relatos para completar la trilogía que Kike tenía en mente.

Entre abrazos, risas y fotografías, la reunión llegó a su fin. Kike se despidió con una energía renovada y partió hacia el barrio Olaya.

¿Qué nuevas aventuras lo esperarían en ese incierto día 22 de febrero?

Esta historia, continuará...



jueves, 20 de febrero de 2025

#El Misterio de los Diez Minutos Perdidos


 Era una mañana cálida en Villa de las Bendiciones, donde el tiempo parecía detenerse. Marcaban las 5:58 a.m. y el sonido celestial de la naturaleza despertaba a Kike. Los pájaros de colores revoloteaban y picoteaban su ventana mientras los primeros rayos del sol se filtraban por las cortinas. Había dormido poco, apenas cuatro horas, pero sentía una energía especial. Hoy era un día importante: tenía una cita con el alcalde Ricardo Pulido para discutir unos cursos del SENA y algunos asuntos personales.


A las 7:32 a.m., bien presentado con pantalón café y camisa de rayas, Kike salió rumbo a la alcaldía. Caminó despacio, absorbiendo cada instante del paisaje matutino. Al llegar a las 7:40 a.m., se encontró con su amigo Wilson, quien lo recibió con alegría. Se dirigieron a la oficina de Wilson, donde compartieron un tinto bien cargado, propio de la región. Entre sorbos y risas, hablaron sobre las entregas de insumos, semillas y plantas que se realizarían a las familias capacitadas a final de año.

Mientras esperaba a la Dra. Olga Romero, Kike intentó agendar su cita con el alcalde, pero la secretaria le informó que no estaría en la oficina hoy. Estaba organizando la celebración de los 90 años de Silvania. Kike lo comprendió de inmediato; habría que esperar unos días más.

Cuando finalmente llegó la Dra. Olga, junto con "el Paisita", discutieron el itinerario de la celebración y el reinado. Kike, sin embargo, no podría asistir; sus compromisos en Villa de las Bendiciones lo reclamaban. Al salir de la alcaldía, Wilson lo presentó con entusiasmo: "Paisa, este es Kike, el escritor y poeta de Silvania". Compartieron otro tinto en un puesto de jugos, riendo y conversando sobre la entrega de insumos el lunes, cuando Kike escribiría un blog sobre el evento.

Terminada la charla, Kike se dirigió a hacer unas compras para su almuerzo. En su recorrido, observaba todo a su alrededor, concentrado en el presente, hasta que se topó con la iglesia. Sintiendo un llamado interno, entró. En el silencio del templo, una única persona oraba en un rincón. Se arrodilló frente a la imagen de María Auxiliadora y cerró los ojos. Con toda su alma, le pidió a Dios que pusiera el momento adecuado para su entrevista con el alcalde y le agradeció por la sabiduría e inspiración para escribir historias que transformaban vidas.


Unos minutos después, el hombre que estaba orando se acercó y Kike le pidió que le tomara una foto junto a la imagen de la Virgen. Se la tomó, se despidieron y Kike quedó solo en la iglesia. Miró su reloj: 10:32 a.m. Cerró los ojos y, de repente, una luz lo envolvió. No pensaba en nada, solo sentía una paz indescriptible. Cuando abrió los ojos, miró nuevamente su reloj: 10:42 a.m. ¡Habían pasado diez minutos que parecieron apenas unos segundos! Durante ese tiempo, nadie había entrado ni salido. Se encomendó una vez más y salió del templo con el corazón acelerado.

Recordó entonces la historia de un famoso actor norteamericano que tuvo una experiencia similar en una iglesia y que, a partir de ese momento, su vida cambió para siempre. Kike sintió que algo grande estaba por sucederle.

Al regresar a Villa de las Bendiciones, revisó su celular. Un mensaje de su amiga Luz Dary lo esperaba:

"Hola, don Jaime. Escribo para felicitarlo por descubrir ese don de la escritura y para agradecerle por permitirnos disfrutar de una buena lectura. En la sencillez está la elegancia de la vida. Historias sencillas, pero transformadoras. Solo me resta agradecer por tan hermoso libro".

Kike sintió un nudo en la garganta. No podía creer el impacto que su libro estaba teniendo en los demás. Sentía que su sueño de inspirar y transformar corazones en el mundo estaba tomando forma. Su libro sería pronto un best seller, lo presentía en cada mensaje de gratitud que recibía.

Con el alma llena de gratitud, preparó su almuerzo: arroz con verduras, alverja sudada con pollo y jugo de guatila cruda con cáscara, hielo, azúcar y medio limón. Le sorprendió que el sabor se asemejara al kiwi. Y, como si fuera poco, logró hacer una mermelada de guayaba natural con frutas casi maduras que tenía en la nevera.

Después, investigó sobre el silencio en las iglesias y encontró algo revelador:

"Experimentar el silencio en una iglesia católica puede ser una forma de acercarse a Dios y encontrar una unión con Él. El silencio ayuda a concentrar la mente y a orar. Es una condición necesaria para escuchar la voz de Dios y encontrar una nueva energía".

Kike comprendió que esos diez minutos en la iglesia no fueron casualidad. Había vivido un instante sagrado, un mensaje divino que aún no terminaba de descifrar. Su historia, apenas comenzaba...

Esta historia continuará...

miércoles, 19 de febrero de 2025

#La Madrugada de los Milagros


 Era una madrugada misteriosa del 19 de febrero. El reloj marcaba exactamente las 3:33 a.m. cuando Kike despertó, sintiendo una energía distinta, casi sobrenatural. Un silencio infinito envolvía a Villa de las Bendiciones, un lugar donde el tiempo parecía detenerse y la realidad se fundía con el sueño. Se quedó inmóvil en su cama, con la certeza de que esa no era una noche cualquiera. Algo grande estaba por suceder.

Intentó volver a dormir, pero en su mente resonaban las enseñanzas del maestro Deepak Chopra: “Las primeras horas de la madrugada son sagradas. Lo que pienses y declares en esos minutos iniciales moldeará tu día y tu destino”. Sus palabras se materializaban en la penumbra de su habitación como un eco de conocimiento ancestral.

Kike había cambiado recientemente sus horarios de sueño, acostándose a la medianoche y despertando entre las 5 y 6 de la mañana. Sin embargo, esa noche había sido distinto. Había despertado antes, como si una fuerza invisible lo hubiera llamado a ese instante preciso. Sintiendo que era una oportunidad única, comenzó a recitar sus afirmaciones positivas, aquellas que llevaban un mes transformando su vida de maneras inexplicables. Había leído que la ciencia respaldaba estas prácticas: las palabras que decimos al amanecer influyen directamente en nuestra estructura neuronal y hasta en nuestro ADN.

Mientras meditaba y repetía sus decretos, recordó lo sucedido dos días atrás en Fusagasugá, cuando Luis, un antiguo conocido con quien había tenido diferencias, lo abordó inesperadamente. “Kike, quiero pedirte perdón”, le dijo Luis con voz sincera mientras le compraba su libro. Aquel episodio había sido un milagro en sí mismo, una prueba de cómo sus pensamientos positivos estaban manifestando una nueva realidad. Y no solo eso: su salud era inquebrantable, su fortaleza física y mental eran envidiables, y cada día sentía que su creatividad se expandía como nunca antes.

Recordó a su amiga Hilba Prada, quien trabajaba en una EPS en Bogotá y le había contado cómo llegaban pacientes con fortunas inmensas, dispuestos a darlo todo por un poco de salud. “Tienes un tesoro, Kike. Lo que tú tienes no se compra con dinero”, le había dicho con admiración.

Inspirado, se levantó y comenzó su rutina. Realizó ejercicios de yoga, se hidrató, y cuando menos lo pensó, algo asombroso ocurrió: mientras escribía sus metas y objetivos, sintió que su mano se movía sola, como guiada por una fuerza misteriosa. Las palabras fluían sin esfuerzo, como si alguien más estuviera dictándolas en el aire. Sentía cada célula de su cuerpo vibrar con una energía indescriptible.

Se sumergió en su escritura hasta las 10:00 a.m., completamente inmerso en el presente. Fue un lapso de horas donde el pasado y el futuro dejaron de existir. Entendió que al abandonar el ahora, se generaba una brecha de confusión, temor y ansiedad. Pero en ese momento, Kike era uno con el instante.

Al final de la mañana, con una sensación de plenitud absoluta, se comunicó con seis amigos en Bogotá: Isabel, don Darío, Marcela, Carlos Mayorga, Mery y don Manuel Ríos. Todos lo felicitaron y confirmaron su apoyo para la compra de su primer libro: Historias que Inspiran la Imaginación.

Esa madrugada había sido una revelación. Había descubierto el poder oculto en las horas mágicas y en las palabras sembradas al amanecer. Su meta para el siguiente día estaba clara: expandir el tiempo de presencia y dejar que la magia siguiera fluyendo. Quizás, sólo quizás, la vida le tenía reservados más milagros por descubrir.

.....Esta historia continuará

martes, 18 de febrero de 2025

#Érase un 17 de febrero en Villa de las Bendiciones: Dónde el tiempo parece detenerse


  La mañana despertó con un velo de misterio. Un resplandor tenue se filtraba entre la bruma matutina, y en el horizonte, aves migratorias trazaban su destino en el cielo. Eran las 5:49 a.m. cuando Kike se levantó con la certeza de que aquel día le deparaba dos retos importantes. Su rutina de yoga, meditación, escritura y ejercicios transcurrió con disciplina, dejando pendiente la lectura. Con energía renovada, se alistó con su pantaloneta bermuda, camiseta, zapatillas minimalistas y su mochila, donde llevaba una botella con agua de la montaña, bananos para hidratarse en el camino y dos ejemplares de su libro, por si encontraba a un buen samaritano dispuesto a comprar uno.

A las 9:00 a.m., listo para partir, puso su cronómetro en cero y comenzó a trotar con un ritmo moderado por la carretera del Sumapaz, vía 40 o autopista Bogotá-Girardot. Mientras avanzaba, llevaba consigo el guion para el video promocional que la editora LETRAME en España le había solicitado. La idea de grabar un video de un minuto y medio le erizaba la piel, pero se propuso aprenderse la mayor parte del texto mientras corría. Protegido por un acetato transparente en caso de lluvia, iba repitiendo frases hasta memorizarlas. Cuando llegó a Fusa, después de 13 kilómetros, ya había aprendido dos de los cinco párrafos.

El tiempo apremiaba. Tras completar su primera diligencia, notó que la segunda oficina cerraba a las 12:00 p.m. y el reloj marcaba las 11:53 a.m. El cielo se tornó amenazante, y Kike, sin impermeable, se preocupó. Un hombre que notó su inquietud le cedió el turno con amabilidad. Kike agradeció en silencio y, con una oración, esperó pacientemente. Lo atendieron justo a tiempo, permitiéndole correr apresurado hacia su próxima parada. En la carrera, su mochila se soltó, pero no podía detenerse a ajustarla. Finalmente, llegó a la oficina con dos minutos de sobra.

Allí lo esperaba una sorpresa. Entre las personas en la sala de espera, reconoció a Luis, un viejo conocido con quien había tenido diferencias en el pasado. Con un gesto de respeto, Kike lo saludó. Luis, tras un breve silencio, preguntó por su ocupación. Al enterarse de que Kike era escritor, le compró uno de sus libros sin dudarlo. Kike, conmovido, le ofreció una dedicatoria, pero Luis declinó, pues pensaba regalárselo a alguien que amaba la lectura. Luego, mirándolo a los ojos, le dijo con sinceridad:

—Eres un gran ser humano y mereces lo mejor de este mundo. Muy pronto sabrás de mí y te compensaré. Me conmueve tu nobleza. Desde hoy, rogaré por ti para que te vaya bien en todo lo que te propongas. Gracias, millones de gracias.

Kike se despidió sin poder procesar completamente lo ocurrido. ¡Qué extraño era el destino! En cuestión de minutos, alguien con quien había tenido un conflicto en el pasado ahora le pedía perdón y le ofrecía palabras de bendición. Intentó escribir sobre ello, pero Luis le pidió que esperara: “Cuando haya sanado mi herida, te avisaré para que me hagas un blog. Por ahora, deja así…”

Kike regresó trotando a Silvania. Durante el camino, la lluvia lo sorprendía por momentos, pero no le molestaba. Seguía repasando los párrafos del guion, avanzando con cada kilómetro. Llegó a casa cerca de las 3:00 p.m., justo veinte minutos antes de que una tormenta se desatara con fuerza. Tras estirar, preparó un almuerzo nutritivo: ensalada roja de remolacha con zanahoria, arroz integral, papa, carne frita de cerdo y un jugo de remolacha cruda con cáscara, que, para su sorpresa, sabía a zanahoria.

La jornada terminó con tres horas dedicadas a su blog y una hora de lectura de Gabo antes de dormir. A medianoche, mientras daba gracias por aquel día, no podía dejar de pensar en el misterioso reencuentro con Luis. ¿Era simple casualidad, o Villa de las Bendiciones ocultaba secretos aún por descubrir? Tal vez, el destino tenía más historias que contar…

Esta historia continuará...

lunes, 17 de febrero de 2025

#El Sendero de la Riqueza Interior


 Era un domingo 16 de febrero, 5:40 a.m., en Villa de las Bendiciones, "donde el tiempo parece no detenerse". El alba se anunciaba con la danza de los pajaritos de colores, su canto armonioso y el leve picoteo en las ventanas, como un himno celestial.

Kike despertó con una energía inusual, como si una fuerza invisible lo impulsara a transformar lo vivido el día anterior. Se sumergió en su rutina de tres horas de meditación, oración, yoga y escritura, reflexionando sobre un pensamiento que lo intrigaba. Al abrir nuevamente "Tónico para el alma" de Osho, encontró un pasaje revelador:

"Nos da ambos mundos. Nos da el otro mundo (el de la divinidad) y nos da este mundo también. Entonces, uno es pobre. Uno también tiene riqueza, pero no material. Hay muchas formas de riqueza, y el hombre que es rico porque tiene dinero es el más bajo en cuanto a categoría de riqueza."

Inspirado, Kike anotó en su diario:

La riqueza no se limita solo al dinero. Hay muchas formas de ser rico, y la riqueza material es solo una de ellas. El hombre que solo posee dinero es el más pobre de los ricos. La verdadera riqueza radica en la creatividad, la pasión y la conexión con nuestro ser interior. La meditación nos enriquece al revelarnos nuestro yo más profundo y libera nuestros talentos. Cada persona nace con un don único, y si no lo desarrolla, siempre sentirá que algo falta en su vida.

Con esa reflexión, se sintió el hombre más rico del mundo. Sus pensamientos coincidían con las enseñanzas de Jesús: "Todo lo que pidan en oración les será concedido". Y entendía que la verdadera oración es el silencio de la meditación.

Después, dedicó dos horas a la lectura de Gabo y tomó notas de una crónica sobre la Convención de Ginebra en julio de 1955. Mientras tanto, el día transcurría. Realizó sus ejercicios de fortalecimiento y estiramiento, sintiéndose un poco adolorido por el trote de 26 km del día anterior en la vía del Sumapaz. Estaba terminando de escribir su blog cuando su teléfono sonó. Era la Dra. Olga, una fiel admiradora de sus escritos, quien lo invitó a un asado en su finca para celebrar el cumpleaños de su hija, Paula Daniela Salamanca Romero, una joven ejemplar y apasionada por el marketing.


Linda no estaba en Silvania, así que Kike fue solo. A las 4:00 p.m., llegó a la finca y quedó admirado por la energía emprendedora de la Dra. Olga. Mientras esperaban a los invitados, ella lo llevó a la cocina y conversaron. Sin batería en sus audífonos, Kike tuvo que acercarse para entenderla mejor. Luego, la Dra. Olga le mostró su caballo de paso, que bañaron con esmero junto a su empleado.


Poco después, llegó "El Paisita", un personaje con una historia fascinante que Kike no pudo evitar querer plasmar en un blog. Tras la entrevista improvisada, disfrutaron del asado en un ambiente de risas y camaradería. A las 7:00 p.m., Kike se despidió y tomó el sendero oscuro de regreso. Mientras caminaba los 2 km que lo separaban de Villa de las Bendiciones, se detuvo a ratos para dejar pasar los carros y motos, iluminando su camino con la luz intermitente de su celular.

Al llegar a casa, se dedicó a ampliar un guion que quería memorizar para el día siguiente. Duraba un minuto y treinta segundos, y se propuso un desafío doble: repetir la hazaña del sábado, recorriendo los 26 km hasta Fusa, pero esta vez memorizando su guion mientras corría.

¿Lo lograría?

Esta historia continuará...

domingo, 16 de febrero de 2025

#"El Desafío de Kike y los Ecos del Tiempo"


 Era un amanecer de 16 de febrero en Villa de las Bendiciones, un lugar donde el tiempo parecía detenerse. La oscuridad aún cubría el cielo cuando los gallos entonaban su canto y el ladrido insistente de una perrita cercana rompía el silencio de la madrugada, como si estuviera anunciando el inicio de una nueva aventura.

Kike despertó con una energía inusual, como si una fuerza invisible lo impulsara a transformar lo vivido el día anterior. La jornada del 15 de febrero había sido intensa: había trotado 13 kilómetros hasta Fusa con determinación, pero también con inquietudes en su mente. La noche anterior estuvo llena de pensamientos, y ahora, con un nuevo amanecer, decidió enfocarse en el presente y darle un giro positivo a todo.

El 15 de febrero, apenas había avanzado 200 metros en su recorrido cuando su celular vibró. Era un mensajero desde Bogotá con un encargo inesperado: la entrega de su tarjeta débito actualizada. Kike explicó que ya no vivía en la dirección indicada, y el mensajero le sugirió dejarla con un vecino. Sin embargo, al no hallar a nadie disponible, el mensajero tomó una decisión propia y dejó la tarjeta en una óptica con una persona desconocida para Kike.

El resto del recorrido hasta Fusa estuvo marcado por la inquietud. Aquel detalle insignificante de la tarjeta, que en otro momento hubiera pasado desapercibido, ahora pesaba en su mente como un presagio de algo más grande. En su plan del día, tenía previsto aprenderse un libreto para un video, pero la concentración le eludía. Al llegar a Fusa, hizo algunos pagos, pero uno de ellos no pudo completarlo: el lugar cerraba a las 12 y él llegó siete minutos tarde. Con una mezcla de frustración y resignación, compró algunos víveres y los cargó en su mochila para el regreso.

Durante el trayecto de vuelta, un pensamiento cruzó su mente: todo en la vida sucede por algo. Aprovechó el viaje para enviar un libro a su amiga maratonista Adriana Mora y, al llegar nuevamente a Villa de las Bendiciones, la preocupación por su tarjeta lo asaltó de nuevo. Buscó respuestas llamando a sus amigos del barrio Olaya, pero ninguno contestó. Finalmente, con ayuda de Google Maps, encontró el número de una óptica donde su amigo Nelson le confirmó que la tarjeta estaba segura. Solo entonces pudo respirar aliviado.

Esa noche, el cansancio lo venció. Se dio un baño de agua fría y se sumergió en la lectura de Tónico para el alma de Osho. Antes de dormir, recordó una frase que había leído en la Biblia, en el libro de Oseas:

"Solo el enamorado comprende el desamor y solo el que ama entiende los caminos incomprensibles del amor. Nada tienen los hombres tan poderoso como este don, que lleva en sí la semilla de la inmortalidad y la capacidad de destruir la amargura y la soledad. A pesar de las traiciones, solo el amor basta."

Esas palabras resonaron en su interior con la fuerza de una revelación. No podía seguir atrapado en la incertidumbre del ayer; debía vivir el presente con plenitud. Se durmió con esa convicción.

Al día siguiente, 16 de febrero, el sol iluminó su ventana con una calidez especial. Despertó con una nueva actitud y decidió enfocarse en el aquí y el ahora. Recordó con nostalgia aquel sábado 15 de febrero de 2020, cuando entrenaba con su Club Atlético Máster ADES. Se vio a sí mismo junto a sus amigos Wilson Bermúdez y Yaneth Rivera, una pareja de atletas que representaban el verdadero espíritu de la disciplina. Lo que más lo impresionaba de ellos era su travesía por Colombia en una bicicleta tándem, una proeza única en el mundo. Esperaba con ansias que Yaneth le enviara su versión de la historia para compartirla e inspirar a otros.

Ese día, su entrenadora Diana los guió en una sesión intensa. Calentamiento con trote suave, ejercicios clave de técnica de carrera y, finalmente, el plato fuerte: tres vueltas a la pista del Parque Simón Bolívar, intercalando piques de 100 metros con trotes suaves. Durante el entrenamiento, Kike y Wilson fueron adelantándose del grupo, desafiándose mutuamente con miradas felinas, midiendo quién resistía más en cada pique. Fue un duelo entre hermanos, una batalla sin palabras donde la pasión por correr era el verdadero lenguaje. Al final, llegaron casi al mismo tiempo, agotados pero felices, y se abrazaron con la satisfacción de haber dado lo mejor de sí.

En ese instante, Kike entendió algo profundo: el pasado no es solo un baúl de recuerdos, sino un refugio al que recurrimos para encontrar fuerza en los momentos difíciles. Los recuerdos felices, como los de aquel entrenamiento, tienen el poder de revitalizar el alma y retardar el envejecimiento prematuro. Son anclas que nos sostienen cuando la mente se tambalea en la incertidumbre. Así, Kike reafirmó su decisión: la vida debe vivirse con intensidad, sin permitir que los pensamientos negativos lo arrastren. Porque, al final del día, cada experiencia es una historia, y cada historia es un paso más en la senda de la vida.

viernes, 14 de febrero de 2025

#✨ "El Libro que Susurró al Alma: El Mensaje de un Nuevo Amanecer" ✨


 La mañana del 13 de febrero amaneció nublada, envuelta en un aire de misterio y expectativa. Kike despertó después de un sueño profundo y apacible, con la sensación de haber viajado a un mundo desconocido mientras dormía. Miró la hora: 5:40 a.m. Aún con los ojos entrecerrados, recordó que a las 2:58 a.m. había despertado brevemente, sintiendo una energía envolvente, casi mística, que lo acompañaba en la quietud de la noche. En lugar de luchar contra el insomnio, cerró los ojos y dejó que la meditación lo guiara de vuelta al sueño.

Tenía muchas cosas en mente, pero una de ellas le preocupaba en especial: el arreglo de la luz. Para su fortuna, don José, un buen vecino, le había conseguido un electricista que solucionó el problema en menos de cinco minutos. Con esa tarea resuelta, Kike se sumergió en su rutina diaria de entrenamiento y disciplina. Dos horas de ejercicio, mente enfocada y un objetivo claro: escribir.

Desde el día anterior tenía dos blogs en mente y sabía que debía plasmarlos con la misma pasión con la que vivía cada instante. A las 11:00 a.m., tras cumplir con los quehaceres del hogar, se sentó a escribir el primero: "El Salto de Fe de Kike". A las 2:00 p.m. ya lo tenía listo y sintió una satisfacción serena al ver su historia cobrar vida.

Fue entonces cuando el destino comenzó a susurrarle al oído. Su teléfono sonó, y al contestar, escuchó la voz entusiasta de su tocayo Jaime Triana:

—Tocayito, quiero comprarte el libro. ¡Resérvame un ejemplar!

Kike sonrió.

—Tocayito, con gusto te lo separo. Si quieres, te hago la dedicatoria a ti y a tu compañera. Ni más faltaba, hermano. ¡Un abrazo y bendiciones!

Minutos después, otro mensaje llegó. Era de su amiga Mireya, atleta del Olaya en Bogotá, pasándole la dirección para que le enviara su ejemplar.

—Con gusto, mi campeona, mañana mismo te lo envío —respondió Kike, sintiendo que cada venta no era solo un libro más entregado, sino una semilla sembrada en el corazón de alguien que apreciaba su esencia.

La tarde avanzó, y Kike se dedicó a escribir su segundo blog: "El Susurro del Destino: Kike y la Promesa del Nuevo Amanecer". Mientras las palabras fluían, se tomó un descanso para preparar su almuerzo. Arroz con verduras, ensalada de remolacha y zanahoria, papas y una sardina bañada en salsa de tomate. Para acompañarlo, un jugo fresco de zanahoria recién sacada de su huerta. Todo tenía un sentido, todo se alineaba con su propósito de vida.

Cuando cayó la noche y estaba a punto de publicar su blog, un mensaje inesperado iluminó su pantalla. Era su gran amigo y cómplice literario, Óscar. Juntos habían compartido incontables tertulias en Bogotá, intercambiando libros de crecimiento personal y literatura clásica. Recordaba aquellas tardes en su negocio, donde conversaban sobre intelecto, sueños y los misterios del universo.

Pero esta vez, Óscar no solo escribía: también enviaba una foto. En ella, junto a su esposa e hijos, sostenía con orgullo el libro "Historias que Inspiran la Imaginación". La imagen transmitía una magia especial. Kike pudo ver el brillo en los ojos de la familia de Óscar, como si el libro les estuviera susurrando secretos, como si en sus páginas guardara un mensaje que solo ellos podían descifrar.

Junto a la foto, Óscar escribió:

"Mi maestro escritor, un cordial saludo de mi familia. Mil gracias por la mención."

Pero eso no fue todo. Óscar continuó con palabras que tocaron el alma de Kike:

"Mi gran amigo y literato de la más alta disciplina, hoy me llegó el libro de su autoría y es una joya invaluable.
Le daría un mensaje inspirador al mundo si se anima a lanzar su propio contenido por plataforma de podcast, le compartiría a la humanidad un contenido excelso de su conocimiento y riqueza literaria. Un gran abrazo."

Kike sintió un escalofrío recorrer su espalda. Era como si el universo le estuviera enviando señales, empujándolo hacia un nuevo camino que aún no había considerado. Respiró profundo y respondió con el corazón:

"Mi querido amigo Óscar, tus palabras son un verdadero tesoro para mí. Saber que el libro ha llegado a tus manos y que lo valoras de esa manera es un regalo invaluable.
Tu apoyo y confianza en mi trabajo me impulsan a seguir compartiendo mi pasión por la escritura. Me emociona la idea del podcast, y créeme que lo consideraré seriamente. Si algún día me animo, será un honor contar con un oyente y amigo como tú. Un fuerte abrazo y gracias por tu inspiración constante."

Óscar cerró la conversación con un mensaje que selló el momento:

"Hoy mismo comienzo a leerlo."

Esa noche, Kike cerró los ojos con una sensación indescriptible. Había terminado de leer "Tónico para el Alma" de Osho, y sintió que, de alguna manera, el libro había hablado directamente a su espíritu. Desde hacía unos días, sentía una energía envolviéndolo, como si una presencia divina estuviera a su lado, disipando sus miedos y transformándolos en luz.

El destino tenía un plan para él, y él estaba listo para escucharlo.

jueves, 13 de febrero de 2025

#✨ El Susurro del Destino: Kike y la Promesa del Nuevo Amanecer ✨


 Historia:

El reloj marcaba las 4:41 a.m. en una madrugada aún envuelta en penumbras. En Silvania, donde el viento tibio susurraba secretos a las hojas, Kike despertó con una sensación especial en el pecho. No era un día cualquiera. Había algo en el aire, una certeza inexplicable que lo llenaba de energía.

Se sentó en la orilla de su cama, cerró los ojos y meditó. Durante veinte minutos, dejó que la calma se instalara en su ser. Después, con la fe de un peregrino, elevó una oración:

—Dios, dame sabiduría e inteligencia para escribir historias que inspiren al mundo.

Y al abrir los ojos, lo sintió: algo poderoso estaba en marcha.

Como si el tiempo se estirara para concederle un respiro más amplio, aprovechó su hora extra de vigilia. A las 8:00 a.m., Kike se sumergió en la calidez de las palabras, escribiendo con el corazón dos dedicatorias, una para su entrañable amigo Óscar Rico en Bogotá y otra para su querido sobrino Alfonsito Barrantes en Cajicá.

Cada línea que trazaba era un reflejo de su alma, un eco de gratitud por los lazos que el destino había tejido a su alrededor.

Con los libros dedicados y listos para viajar a sus destinatarios, Kike emprendió camino hacia Interrapidísimo. El sol, ya instalado en el cielo, parecía sonreírle. Sin embargo, su jornada apenas comenzaba.

Se dirigió a la Alcaldía de Silvania, donde una oportunidad inesperada aguardaba. Yaneth Rivera, su amiga y aliada en proyectos educativos, le había confiado una misión: presentar una propuesta de cursos gratuitos del SENA para el municipio.

Pero el destino, siempre juguetón, lo desvió momentáneamente.

—El alcalde está en una reunión con la comunidad de Molino Rojo —le informaron.

Sin dudarlo, Kike se dirigió al sector, donde una tensa reunión tenía lugar. Líderes comunitarios, ingenieros del Consorcio La 40, interventores, la CAR, la Gobernación, la Personería, concejales y el propio alcalde, Dr. Ricardo Pulido, escuchaban con seriedad las denuncias de los habitantes.

Las casas cercanas al proyecto del tercer carril habían comenzado a agrietarse peligrosamente. La comunidad, desesperada, había organizado un plantón para exigir respuestas. La indignación flotaba en el aire como un fuego latente, listo para estallar.

Kike observó en silencio, capturando cada emoción, cada frase, cada gesto. El realismo mágico de la vida misma se desplegaba ante sus ojos: el drama de familias al borde de perder su hogar, el choque entre progreso e historia, el pulso firme de quienes luchaban por justicia; recalcando que seguirían indefinidamente con el plantón.

El alcalde, con voz firme, respaldó a la comunidad y exigió al concesionario asumir la responsabilidad. Las miradas se cruzaron, los murmullos se disiparon y, por un instante, Kike sintió que las páginas de su próximo libro ya estaban escribiéndose solas.

Al finalizar la reunión, se acercó a Yaneth, quien le sonrió con complicidad.

Dame un momento, Kike. El alcalde te atenderá pronto.

Y así fue. Con la brevedad de quien tiene mil asuntos en la mente, el Dr. Pulido escuchó su propuesta y respondió con entusiasmo:

Excelente iniciativa. Te espero el viernes de la próxima semana en mi oficina. Hablaremos a fondo. Y tráeme un ejemplar de tu libro, quiero comprártelo.

Kike salió con una sonrisa en los labios y una certeza en el alma: el destino le había reservado ese día para abrirle nuevas puertas.

Al llegar a casa, listo para plasmar en su blog las historias que el día le había regalado, se encontró con un desafío inesperado: no había luz.

Miró la pantalla en negro. Sus dedos ansiosos quedaron en suspenso. Sus pensamientos, atrapados en el silencio de la espera.

No se resistió. Aceptó el mensaje del universo: ese día no era para escribir, era para reflexionar, para asimilar.

Se acostó más temprano, arropado por la gratitud, y cerró los ojos con la serenidad de quien confía en el mañana. Durmió profundo, como nunca antes, sintiendo que el destino le susurraba un secreto al oído:

Descansa, Kike. Mañana escribirás dos veces más fuerte.

FIN

#"El Salto de Fe de Kike"


 Era un 11 de febrero de 2025, a las 6:00 a. m., en Silvania. La mañana despertaba con un aire apacible y misterioso. Una nube gigante, teñida con pinceladas de color naranja, cubría la casa de Kike, mientras en el horizonte se divisaban nubes grises que presagiaban lluvias en la tarde. En "Villa de las Bendiciones", donde el tiempo parecía detenerse, Kike aguardaba con expectación un correo crucial: la respuesta de la agente literaria en España sobre la fase final de la comercialización de su libro a nivel mundial.

Había prometido no revisar su correo ni mensajes hasta completar su rutina matutina: ejercicios de meditación, oración y reflexiones escritas, además de la lectura continua de dos libros clave en su crecimiento personal: uno de Gabo, para enriquecer su léxico, y otro de Osho, para fortalecer su motivación. No fue sino hasta las 9:00 a. m. cuando finalmente abrió su bandeja de entrada. Ahí estaba el esperado mensaje de María del Mar, su agente literaria de LETRAME.

La noticia era un hito en su carrera: debía cambiar su perfil en Instagram acorde a su nueva vocación de escritor para que la editorial pudiera compartir su contenido con el mundo. Además, le concedían una entrevista... pero hasta mayo. Sin embargo, había una segunda opción: enviar un video de un minuto o minuto y medio para que ellos lo publicaran en sus reels.

La emoción inicial dio paso a una ola de incertidumbre. Por dos horas, Kike se sintió abrumado. Sabía que el éxito de su libro no dependía exclusivamente de la editorial, sino de su capacidad para convencer al mundo de la importancia de su obra. La idea de exponerse a través de un video lo inquietaba, pero finalmente, tras una hora de meditación, llegó a una conclusión ineludible:

—No hay de otra. Tendré que atreverme a dar ese salto cuántico hacia la fama. Pero no lo hago por la fama, lo hago porque quiero que mi mensaje llegue a millones de personas en el mundo.

Con renovada determinación, miró la cantidad de libros que se publicaban diariamente en todas las plataformas y, con el alma en vilo, pidió a la Divina Providencia la inspiración necesaria para crear un video que cautivara a su audiencia. Se sentó a escribir el libreto, ensayó múltiples veces frente a su celular, grabó y borró, perfeccionando cada toma. Se dio un plazo de una semana para tener el video listo.

Por la tarde, a las 3:30 p. m., su celular sonó. Era su entrañable amigo Óscar Rico, su cómplice literario desde sus días en Bogotá. Antes de que Kike pudiera contarle sobre el video, Óscar le lanzó una sugerencia inesperada:

—Hermano, ¿por qué no haces un handstand en el video? Es una forma única de hacerte notar. Tienes un don para escribir diferente a muchos escritores.

La propuesta lo tomó por sorpresa, pero al instante encajó con su objetivo.

—¡Qué coincidencia, mi hermano! Justo me pidieron un video para convencer al mundo de la importancia de mi primer libro. Ya que lo mencionas, mándame unos tips para hacer handstands. También he estado pensando en narrar mis blogs por audio para la gente que no gusta de leer.

Óscar, emocionado, le respondió:

—¡Esa es la actitud, Kike! Y, por cierto, necesito que me envíes un ejemplar con una dedicatoria para mí, mi esposa y mis hijas.

—¡Por supuesto, hermano! Envíame la dirección y los nombres para la dedicatoria. Mañana mismo te lo mando.

Más tarde, chateó con su amigo Manuel Céspedes, quien, con su sabiduría y generosidad de siempre, le sugirió cuidar la ambientación y el vestuario para que el video tuviera un impacto visual poderoso.

Esa noche, en lugar de terminar su blog, se dedicó a cambiar su nombre de usuario en Instagram, alineándolo con su nueva identidad como escritor. A la 1:00 a. m., finalmente se acostó, visualizando el gran salto que estaba por dar: una presentación ante el mundo, con el objetivo de transformar corazones a través de sus escritos inspiradores.

lunes, 10 de febrero de 2025

# "El Guerrero del Asfalto: La Odisea de Kike y su Manada de Leones"

Era un domingo 15 de enero de 2017, en Bogotá. El reloj marcaba las 7:00 a.m., y la ciudad aún bostezaba bajo un manto gris y frío. Para muchos, era una mañana perfecta para seguir envueltos en las cobijas o para recuperarse de los estragos de alguna fiesta de comienzo de año. Pero para Kike y su intrépido grupo del Club ADES, aquella no era una excusa. Cada uno de los más de treinta integrantes era un león guerrero, un corredor con la llama del desafío en sus venas.



Fernando Prieto, Martha, Rosita, Campo Elías, Olga Campos, Martha Vanegas, el Mono Rojas, Jaime Triana, don Octavio, Wilson, Carmencita, Jhonny y muchos más conformaban la manada. Se reunían, como era costumbre, en el Edificio El Tiempo, en la avenida Jiménez con carrera Séptima. Desde allí, iniciaban su travesía dominical por la ciclovía, recorriendo la ciudad en una danza de zancadas y respiraciones profundas.

Entre ellos destacaba Julio César Trejos, amigo de infancia de Kike. El destino los había separado, pero los años los reencontraron en el Club Correcaminos y, posteriormente, en el Club ADES. Julio tenía el don de convocar y organizar entrenamientos que, cada domingo, reunían a decenas de corredores. Siempre con un punto de partida emblemático: la Plaza de Bolívar o el Edificio El Tiempo.

Kike, sin embargo, nunca hacía las cosas como los demás. Mientras sus compañeros llegaban en bus desde distintos rincones de la ciudad, él salía trotando desde su casa en el barrio Olaya antes de las 6:30 a.m. Cinco kilómetros de calentamiento que aumentaban de intensidad conforme avanzaba, para llegar al punto de encuentro sin un ápice de fatiga. Lo miraban con asombro y escepticismo.

—Son 18 kilómetros los que nos esperan —le advertían algunos.

Pero Kike solo sonreía. Para él, el cansancio era un viejo amigo que nunca le impedía ir más allá. Amaba los retos, y su espíritu indomable despertaba la admiración de sus compañeras, quienes no dudaban en tomarse fotos con él. Lo que para algunos eran excentricidades, para él eran rituales de disciplina, pequeños pasos en el camino que lo transformarían en un atleta de alto rendimiento y, con el tiempo, en un escritor que inmortalizaría cada uno de estos momentos.

A las 7:15 a.m., más de treinta corredores comenzaron la travesía, cada uno a su ritmo. Kike se mantuvo en el grupo hasta llegar a la calle 85 con Séptima, donde comenzaba el ascenso que para muchos era un muro infranqueable. Pero para él, era una invitación al éxtasis. Apenas escuchaba la palabra "ascenso", sentía un escalofrío de emoción. Era un escalador nato, un amante de las cumbres.

Mientras otros aminoraban el paso, él aceleraba. Su mirada felina escrutaba la pendiente. Miró hacia atrás, se aseguró de que no vinieran autos, y desató la tormenta. Sus piernas eran dos bólidos devorando la inclinación, adelantando ciclistas, dejando atrás a los que intentaban seguirle el paso. Cuando llegó a la cima, los pulmones le ardían, pero el alma le sonreía. Sus compañeros fueron alcanzándolo poco a poco, algunos jadeando, otros con la satisfacción de haber superado sus propios límites.



Al final, todos se hidrataron, se tomaron fotos y compartieron un desayuno en un restaurante en Patios. Las risas y abrazos sellaron la jornada, y Julio César los citó para la próxima aventura, otro domingo, otro destino, otra historia que contar.

Porque solo cuando nos atrevemos a ser y pensar diferente, logramos hazañas que otros ni siquiera imaginan.

Y tú, ¿qué estarías dispuesto a hacer diferente para marcar la diferencia en la vida de quienes te rodean?

 

domingo, 9 de febrero de 2025

#Bendición en la Cima: Un Mensaje del Cielo


 Era un domingo 9 de febrero, a las 6:00 p.m., cuando la noche comenzaba a envolver Villa de las Bendiciones en su manto estrellado. Kike, tras un día sumergido en la lectura de "Gabo periodista" y en la escritura de algunas reflexiones, sintió una extraña presencia. Desde la mañana, una energía invisible lo rodeaba, observándolo en silencio, como si un mensaje celestial estuviera a punto de revelarse. De pronto, un recuerdo lo golpeó con la fuerza de un relámpago: había sentido esa misma presencia un domingo 14 de enero de 2018, en una mañana nublada y fría en la Plaza de Bolívar, en Bogotá.

Aquel día, a las 7:00 a.m., Kike se encontraba puntual en un desafío con sus amigos del Club ADES. Hilba Prada, Luz Marina Fresno, Gladys Luna, Belén Cagua, Campo Elías, Olga, Humberto Palacios y su eterno rival y amigo de infancia, Julio César Trejos, estaban listos para una prueba de resistencia: escalar el Cerro de Guadalupe desde la Plaza de Bolívar. El recorrido sería desafiante, un ascenso implacable que los llevaría por la calle 9 hasta el barrio Egipto, luego por la carretera vía a Choachí, y finalmente, por un sendero empinado de casi dos kilómetros hasta las puertas del santuario.

El aire frío mordía la piel, y cada zancada era un reto contra la gravedad. El sudor caía como lluvia en los rostros de los corredores, pero Kike, sintiendo la fuerza de algo más grande que él mismo, se sobrepuso al cansancio. Con un tiempo de 1:19:54 y una distancia exacta de 12 km, fue el primero en coronar la cima. En ese instante, se sintió como un ciclista conquistando una etapa del Tour de Francia. Su corazón latía con la intensidad de un tambor de guerra.

Mientras recuperaba el aliento, un grupo de monjas descendía sonriente desde el santuario. Sus hábitos blancos brillaban con una luz etérea, y Kike, sintiéndose envuelto en una sensación de paz inexplicable, les pidió la bendición. Una idea lo asaltó de repente: debía tomarse una foto con ellas. En aquel instante, una emoción electrizante lo recorrió de pies a cabeza. Sentía que esos seres de blancas vestiduras eran ángeles disfrazados de monjas, mensajeras de algo divino. Un escalofrío le recorrió la espalda. ¿Acaso ese encuentro tenía un significado oculto?

Hoy, 9 de febrero, esa misma presencia lo observaba de nuevo. Algún mensaje se cernía sobre él, invisible pero palpable. Mientras escribía este blog, su amigo Deiby le envió un video de la remodelación de su antigua casa. La alegría invadió a Kike al ver cómo Deiby la había modernizado tal como él mismo hubiera querido hacerlo. Con el corazón latiendo de emoción, le escribió un mensaje:

Hola Deiby,

Quiero expresarte mis más sinceras felicitaciones. Has logrado hacer brillar esa casa de una manera admirable. Tu esfuerzo y dedicación son verdaderamente inspiradores. Dios siga bendiciéndote y guiando cada paso de tu camino. Eres un ejemplo a seguir y mereces todo el éxito del mundo.

Un afectuoso abrazo y mis mejores bendiciones para ti y tu linda familia.

De vuelta a sus recuerdos, Kike revivió aquel momento en Guadalupe. Después de la foto con las monjas, sus amigos del Club ADES llegaron a la cima. Julio César, su eterno rival y compañero de carreras, lo felicitó con una sonrisa cómplice. Entraron a la iglesia, oraron en silencio y, tras inmortalizar la hazaña en fotografías, descendieron en colectivo hasta el centro de la ciudad.

Aquella fue una aventura inolvidable, un encuentro con lo divino que Kike nunca olvidaría. Hoy, al sentir de nuevo aquella presencia mística, comprendió que todo estaba conectado. El pasado y el presente se entrelazaban en un susurro celestial, recordándole que la voz del alma es el puente hacia lo divino. En el silencio de la noche, con la pluma en la mano y el calor de su brazo escribiendo, Kike supo que vivía en el aquí y el ahora. Y que, escuchando con atención, podía descifrar los mensajes del cielo.

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🌙 El Misterio de los Tres Encuentros

  Érase un miércoles 27 de agosto, cuando el alba emergía sobre una tierra humedecida por el rocío. La alameda dorada, hacia la curva de sen...