En una fresca madrugada del 3 de noviembre, a las 3:42 am, Kike despertó después de un sueño profundo y reparador de cinco horas en su acogedora casa de campo. En la penumbra, buscó su celular para verificar la hora, sabiendo que ese día sería especial. Con los primeros rayos del sol asomando por el horizonte, se sentó a meditar en silencio, agradeciendo a todas las personas y situaciones que le habían marcado positivamente. Recordó con gratitud a quienes le habían extendido una mano en sus momentos difíciles, a las experiencias que le enseñaron lecciones valiosas, y a su familia y amigos que enriquecían su vida. Cerró su meditación agradeciendo a la Divina Providencia por un nuevo día y se dispuso a comenzar su jornada.
Después de sus prácticas habituales de oración y lectura matutina, Kike se dedicó a limpiar y ordenar la casa con esmero, como si esperara la visita de un rey. Hacia las 10:00 am, desayunó y se preparó un café con panela, luego aprovechó la última hora antes de las 11 para entrenar en su bicicleta frente a casa. Pedaleó vigorosamente, ascendiendo y descendiendo por las colinas durante 40 minutos, completando así su rutina diaria. Justo al terminar, recibió una llamada de Jhony, su amigo, quien le informó que su compañera de viaje, Yineth, había tenido un percance en su bicicleta. Afortunadamente, la caída no fue grave, pero necesitaban hacerle un ajuste a la bici antes de continuar su viaje hacia Silvania.
Un rato después, Kike subió al balcón y divisó a Jhony y Yineth acercándose. Bajó con entusiasmo y recibió a Jhony con un fuerte abrazo, presentándose luego a Yineth, quien resultó ser una talentosa artista con un don innato para crear paisajes de ensueño. Mientras compartían un delicioso café con galletas de mora que Kike había preparado, Yineth mostró algunas de sus obras desde su celular, generando una conversación fascinante sobre el arte. Más tarde, Jhony y Yineth fueron al pueblo para comprar provisiones mientras Kike cocinaba un delicioso arroz con vegetales, cebolla y su toque especial de sabor, preparando la comida para el día siguiente, en el que sus amigos participarían en una competencia ciclista desde Silvania hasta Subia.
A las 5:00 pm, regresaron con un abundante mercado, y entre los tres terminaron de preparar el almuerzo. Disfrutaron de una comida deliciosa, y Kike sirvió jugo de fresas al punto, que acompañaron con un segundo café. La tarde transcurrió entre charlas profundas: Yineth relató los pormenores de su caída en la bicicleta; también narró su vida artística, y su inesperado descubrimiento por el renombrado artista David Manzur. También compartió cómo su trabajo en Confenalco la conectaba con el mundo cultural, y Kike no podía creer que estaba en presencia de una artista tan influyente. Por su parte, Jhony habló de sus proyectos laborales y de su plan de ahorrar para comprar la empresa donde trabaja, además de dar útiles consejos sobre cómo adquirir una bicicleta de alta gama sin endeudarse. Kike, emocionado, les contó sobre su primer libro, ya casi listo para publicarse, y los retos que enfrentó para cumplir su sueño.
La noche llegó con una tormenta eléctrica que iluminaba el cielo y un aguacero que sonaba como una sinfonía natural. Los tres se despidieron y se fueron a descansar, sabiendo que al día siguiente madrugarían.
A las 3:51 am, Kike fue el primero en levantarse. Preparó un desayuno especial para sus amigos: huevos pericos con mazorca, cebolla, tomate, y sal marina, acompañados de chocolisto en agua, una comida ligera y energizante para el día de competencia de Jhony y Yineth. Salieron juntos a las 7:00 am mientras Kike los despedía, y luego él se dirigió a la feria en Silvania, donde vendería artesanías, fotos editadas y golosinas.
En la concha acústica de Silvania, Kike tuvo un encuentro inesperado con Jairo Melo, el organizador del evento turístico, con quien rápidamente entabló una conexión. Aprovechó para presentarle a Yineth, y ambos conversaron sobre su trabajo en Confenalco y la posibilidad de colaborar en futuros proyectos para apoyar a pequeños empresarios de la región. Este encuentro fortuito dejó a Kike inspirado sobre el potencial que tienen los encuentros casuales para abrir puertas y fortalecer redes.
La mañana avanzaba, y Kike, que esperaba noticias de sus amigos, empezó a preocuparse. Al mediodía, recibió una llamada de Yineth, quien, algo desorientada, no encontraba la meta. Sin pensarlo dos veces, Kike y Jairo le brindaron las instrucciones necesarias para guiarla. Más tarde, Jhony se comunicó para informar que estaban en el pueblo ajustando la cadena de la bicicleta. Al reencontrarse, Kike los recibió con un delicioso almuerzo y una conversación amena que se extendió hasta las 9:00 pm, disfrutando del fresco aire nocturno y el paisaje de su balcón.
Al día siguiente, la despedida fue emotiva. Después de un desayuno temprano, Kike acompañó a sus amigos en sus bicicletas mientras Kike trotaba juntos un tramo de 6 km, hasta que la lluvia le indicó a Kike que era momento de regresar y Kike filmo melancólico un video desde su celular de como sus dos amigos guerreros Yineth y Jhony se alejaban en su bicicletas rumbo a Bogotá.
Este encuentro se convirtió en una de esas raras y valiosas conexiones donde tres mentes brillantes comparten sus visiones de vida, sus valores de resiliencia, honestidad y amistad. Fue un recordatorio de cómo el destino puede unir personas que, aunque distintas, comparten la determinación de alcanzar sus sueños, demostrando que con gratitud y perseverancia, cualquier desafío se puede convertir en una oportunidad.
1 comentario:
Excelente narración. El reencuentro y compartir. Así mismo, la vida en su diario transcurrir permite la interacción con personas nuevas afines a la cultura y desarrollo comunal. Preparación esmerada y gustosa de los diferentes alimentos, la boca se me hizo agua. Me recordó de cierta manera a una producción Mexicana, la novela "Como agua para el chocolate"
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