jueves, 31 de octubre de 2024

La casa de los sueños invencible de Kike

Era un 28 de octubre en el paradisíaco sector de Pomarroso, en Silvania. Una tierra de clima ideal de un paraíso, rodeada de una naturaleza vibrante y acogedora, donde el aire fresco invita a respirar profundamente la paz que se siente en cada rincón. En este lugar lleno de vida, Kike continuaba su jornada, cerrando otro mes lleno de enseñanzas. Había enfrentado pruebas y desafíos que parecían puestos por Dios mismo para probar su fe, pero Kike nunca se daba por vencido. Él confiaba en sí mismo y, sobre todo, creía en Dios.

Aquella mañana, Kike se levantó temprano, como siempre, para dedicarse a su meditación y lectura diaria. En esta ocasión, estaba sumergido en las páginas de Los funerales de la Mamá Grande de Gabriel García Márquez, un libro que le estaba enseñando nuevas palabras y maneras de expresar su narrativa. Después, salió de casa para asistir a un curso de internet en el punto digital de la alcaldía de Silvania. Regresó a casa satisfecho, sintiendo que el día avanzaba bien.

Sin embargo, al entrar en la alcoba principal, Kike se encontró con una sorpresa impactante: una parte del techo del segundo piso había caído al suelo. La madera fina, que antes formaba parte de la estructura de su amada casa, estaba ahora desparramada en el piso. Al principio, sintió un golpe de preocupación, pero de inmediato recordó algo que había visto esa mañana: una motociclista que había sido atropellada por una tractomula. Reflexionó sobre lo frágil que puede ser la vida y agradeció a Dios que en el momento del desplome su esposa e hijo no estuvieran en casa; el daño podría haber sido mucho mayor.

Kike respiró profundamente, entendiendo que esta era una de esas pruebas de la vida. Observó la madera caída y recordó que fue en esa misma casa, "la casa de sus sueños invencibles," donde había encontrado la inspiración para escribir su primer libro. ¿Por qué, entonces, iba a quejarse por la caída de una parte del techo? Al final, eran solo pedazos de madera. Diez minutos después, ya había dejado de lado la preocupación y volvió a enfocarse en sus sueños.

El 31 de octubre, al amanecer, recibió una noticia que lo llenó de alegría: desde España le confirmaban que su primer libro sería publicado y le pedían completar el formulario de autorización. Con una sonrisa, llenó el formato y se preparó para cumplir su cita con el alcalde, a quien quería presentar sus ideas para futuros proyectos literarios. La reunión fue un éxito, y el alcalde mostró interés en colaborar, agendando un segundo encuentro para el 6 de noviembre junto al delegado municipal.

Con una sonrisa en el rostro y el corazón lleno de esperanza, Kike salió de la alcaldía sabiendo que había dado otro paso firme hacia sus sueños. Al regresar a casa, sintió una renovada gratitud por todo lo que había vivido en esos últimos días. La "casa de sus sueños invencibles" no solo le había dado un hogar, sino que había sido el escenario de sus mayores aprendizajes y pruebas.

En la tarde, mientras realizaba su entrenamiento en el patio, un aguacero repentino comenzó a caer. Al principio, Kike se protegió bajo el alero, pero al observar la intensidad de la lluvia, sintió la necesidad de conectar con la fuerza de la naturaleza. Salió nuevamente y dejó que las gotas lo mojaran mientras corría bajo el cielo gris, sintiendo que cada gota lo limpiaba y le daba claridad.

En medio del aguacero, notó que una planta de caballero de la noche, una de las más hermosas de su jardín, se había inclinado peligrosamente, casi desprendiéndose de la tierra. En lugar de preocuparse, Kike vio en esto una señal más: la vida podía inclinarse, tambalear y hasta caer, pero siempre había una oportunidad de volver a levantarla. Al día siguiente, con delicadeza y paciencia, podó y enderezó la planta, tal como planeaba hacer con cada aspecto de su vida que necesitara un ajuste.

Aquel 31 de octubre, Kike se fue a dormir con una sensación profunda de gratitud y confianza. Su "casa de sueños invencibles" había resistido otra tormenta, y él, al igual que aquella planta, había encontrado fuerzas para mantenerse en pie. Sabía que aún había muchas pruebas por venir, pero también sabía que cada una de ellas traería un aprendizaje y una historia por contar.

La historia de Kike es un recordatorio de que, aunque el camino esté lleno de pruebas, nuestra fe y determinación nos permiten transformar cada obstáculo en una nueva oportunidad de crecimiento.

 

1 comentario:

Manuel Céspedes P dijo...

Linda historia sobre Kike en episodios de su diario vivir. Nos deja buenas enseñanzas. El estar agradecido, el afrontar las adversidades e irlas superando. Disfrutar de los diversos estados del clima, ese gesto de sentir la lluvia cuando se da la ocasion, me pareció fenomenal, también lo he experimentado y hace poco en esta ciudad, agradecí por ello sin renegar. Su observación sobre la planta a punto de caer y su ayuda por arreglarla. En la vida de campo cuando se ve un caso parecido, si la situación lo permite, suele colocarse un palo orqueta de apoyo a la planta débil.

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