miércoles, 5 de marzo de 2025

# El pacto de los libros y los abuelos olvidados

 

Era una mañana fresca en Villa de las Bendiciones, donde el tiempo parecía detenerse. El amanecer pintaba el cielo de tonos dorados y anaranjados mientras los pájaros de colores revoloteaban alegres, picoteando la ventana de Kike. Eran las 5:58 a.m. del sábado 1 de marzo, y él se levantaba tras una noche de sueño entrecortado. Una molesta neuralgia en su espalda baja lo había acosado sin descanso. Se estiró con dificultad, contemplando la belleza del amanecer, y se dispuso a comenzar su ritual matutino: meditación, ejercicios de respiración, yoga y oración. Aunque el dolor lo limitaba, no permitió que lo venciera. Tenía un día importante por delante: presentar su libro en el Mirador Artístico de Silvania.

Antes de salir, escribió una dedicatoria especial para su padrino, a quien enviaría un ejemplar a Bogotá. La mañana pasó rápido, y a las 12:40 p.m., cargando una maleta con nueve libros y su persistente dolencia, Kike partió. Primero se dirigió a la oficina de envíos, donde apenas alcanzó a despachar el libro antes del cierre. Dada su dificultad para desplazarse, decidió no regresar a casa y avanzó directamente hacia el Mirador Turístico.

El camino de casi un kilómetro se le hizo eterno. El peso de los libros, sumado al dolor en su espalda, lo hacía avanzar con lentitud. Mientras caminaba, repasaba mentalmente su libreto, sintiendo una mezcla de emoción y nerviosismo. Al llegar, 35 minutos antes de lo previsto, se recostó en una pared para descansar y continuar ensayando.

A la 1:50 p.m., un bus de turismo llegó al Mirador, y varias personas descendieron para ingresar. Kike entró tras ellos y fue recibido con cálido afecto por doña Ligia Masmela y su esposo, Germán Pinzón, dueños del lugar. Le ofrecieron un jugo de guayaba fresco, mientras doña Ligia le explicaba que la reunión inicial era de la Fundación Levi, la cual velaba por el bienestar de adultos mayores en situación de vulnerabilidad.

A las 2:16 p.m., la reunión comenzó con una oración del pastor Jorge Mancilla. Luego, la señora Consuelo Céspedes, junto a sus asistentes Karen Panadero y Margarita Alvarado, expuso la crítica situación de la fundación: sin recursos suficientes para mantener a los abuelos, les era difícil ofrecerles atención digna. Conmovidos, los asistentes escuchaban la historia de un abuelo de 111 años, cuya mirada reflejaba toda una vida de sacrificios y soledad.

Kike, sintiéndose impotente ante la situación, se preguntaba cómo podría ayudar cuando apenas sobrevivía con la venta de sus libros. En ese momento, el señor Jairo Bahamón intervino y propuso difundir la causa en redes sociales. Kike, con humor, pensó: “Aquí todos buscan aportes, y yo tratando de vender mis libros. Tal vez vine al lugar equivocado”, y sonrió para sí mismo.

Las intervenciones continuaron, y Elenicer Ruiz, enfermera voluntaria, relató las dificultades de brindar atención a los abuelos sin los recursos adecuados. Fue en ese instante cuando Kike tuvo una revelación: podía ayudar donando el 10% de cada libro vendido a la fundación. La idea lo emocionó. Se levantó de su asiento y buscó a doña Ligia en la cocina, donde ella preparaba el almuerzo. Conmovido, le contó su plan y le pidió que lo anunciara en su nombre.

Doña Ligia regresó a la reunión y pidió la palabra. Con voz firme y emotiva, explicó la propuesta de Kike. Un murmullo de aprobación recorrió la sala antes de estallar en aplausos. La idea había sido recibida con entusiasmo. Kike, a pesar de su agotamiento, se sintió inspirado y finalmente presentó su libro, aunque su lectura fue algo entrecortada por los nervios y el cansancio.



Finalizada la reunión, doña Ligia y su esposo deleitaron a los asistentes con un recital de música colombiana, acompañados de sus guitarras. Kike capturó el momento en un video y transmitió en vivo por Facebook. Luego, se reunieron para compartir una comida: pasta con verduras al vapor, limonada y una exquisita torta de chocolate.

Cuando terminaban, Jairo Bahamón se acercó a Kike y le dijo con una sonrisa: “Te compro un libro”. Kike, sorprendido y agradecido, respondió: “Gracias, don Jairo”. Siguiendo su compromiso, pidió a la asistente de la fundación apartar el 10% como donación.

En ese instante, sintió un renovado propósito. No solo había vendido un libro, sino que también, sin planearlo, había contribuido a una causa noble. Entre risas, abrazos y despedidas, cada quien tomó su camino. Kike, sin embargo, al salir sintió cómo el dolor en su espalda arreciaba. Caminó con esfuerzo hasta Villa de las Bendiciones, donde se entregó al descanso con la confianza de que su cuerpo hallaría la manera de sanar.

El domingo sería un día de recuperación, pero el lunes lo esperaba otra emocionante aventura: la cobertura de la entrega de insumos por parte de la UMATA y la alcaldía. Además, ayudaría a don Wilson. ¿Se recuperaría del dolor sin necesidad de medicamentos?

Esta historia continuará...

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