Érase un sábado 3 de mayo, en una mañana despejada, en un rincón escondido de Colombia donde el tiempo camina descalzo y los relojes se rinden ante la calma: la mística Villa de las Bendiciones, en Silvania. El canto de los pájaros rompía el silencio como si fuesen ángeles afinando sus voces. El reloj marcaba las 5:40 a.m. cuando Kike despertó con el corazón latiendo como tambor de esperanza.
No era un día cualquiera.
La noche anterior, una revelación había tocado su alma como un rayo suave de sabiduría: el éxito no está en vencer a los demás, sino en superarse uno mismo, confiar en Dios y alinear el propósito con el corazón. Esa enseñanza se le había grabado en los huesos. Se sentía nuevo. Renacido. Un guerrero de luz.
Con gratitud en el alma, Kike inició su rutina sagrada: meditó, equilibró sus siete chakras y visualizó con claridad mística su meta del día: grabar el video definitivo para su obra Historias que Inspiran la Imaginación, justo en el Mirador Artístico, ese altar natural donde el cielo abraza las montañas.
Se encomendó a Dios con una oración sincera. Enviaba ondas de amor invisible a su hijo Juanpis, a su amada lejana, a sus amigos, y hasta a cada rama, flor y brisa que acariciaban Villa de las Bendiciones. Bebió un vaso de agua cristalina, directo de las entrañas de la montaña, y luego, con la energía de los justos, llamó a la ingeniera Martha. Le dijo sí al trabajo que ella le había ofrecido con una mezcla de emoción y misterio. Al otro lado de la línea, la voz de la ingeniera le devolvió el sí con alegría:
—El lunes te espero en la oficina, 8:00 a.m. en punto, Kike.
El universo le estaba respondiendo.
Inspirado, escribió el Padre Nuestro y el Ave María con su mano izquierda —un ejercicio de humildad y presencia—, y luego se sumergió en las páginas del libro Milagros que se cumplen. Bajó al primer piso, hizo ejercicios de fortalecimiento, preparó un desayuno de campeón: chocolate con leche, avena y huevos cocidos. Luego, levantó a su hijo Juanpis, lo alimentó con ternura y, entre juegos y anécdotas, preparó el traje azul con el que interpretaría el libreto final.
Ensayó nueve veces frente al espejo, cada vez más convincente, hasta que ya no era Kike recitando… era su alma hablándole al mundo.
A las 4:30 p.m., impecable con su traje azul y Juanpis de sport, emprendieron la caminata al Mirador. El sol comenzaba a pintarlo todo de oro. Subieron por Choriloco, luego un kilómetro por la nueva autopista Girardot-Bogotá. Antes de continuar, Kike compró un detalle a doña Ligia —una mujer sabia que parecía conocer los secretos del viento—, y a las 5:04 p.m. llegaron.
El lugar parecía suspendido en otra dimensión. Aún no estaban doña Ligia ni don Germán, pero el asistente los recibió con una sonrisa de complicidad y un tinto humeante, tan sabroso que parecía elaborado por el mismísimo sol. A Juanpis, le entregó una caja de juguetes mágicos que lo entretuvieron como si contuvieran historias vivas.
A las 5:40, como si el tiempo se hubiese ajustado a un reloj divino, apareció doña Ligia. El abrazo que intercambió con Kike fue más que un saludo: fue un pacto silencioso entre almas que creen en los sueños.
—Hoy es el día, Kike, dijo ella, con ojos brillantes.
El asistente preparó el micrófono. El libreto se grabó primero en interior, luego en el exterior con el horizonte de Silvania y Fusa como fondo. Al primer intento, todo fluía... excepto un detalle: la vocalización.
—Kike, habla desde el alma, pero tu voz aún debe respirar mejor, le dijo doña Ligia.

Kike asintió. Cerró los ojos. Respiró. Se alineó con Dios. Y entonces, su voz se convirtió en instrumento de lo invisible. El video fue un éxito. Un mensaje claro, sentido, que emocionó hasta a los árboles que escuchaban en silencio.
Después, esperaron a Carolina, una psicóloga que quería un ejemplar del libro. Pero un inconveniente doméstico la retuvo. Mandó un mensaje que Kike leyó al día siguiente. Acordaron encontrarse otro día, también en el Mirador, para la dedicatoria y la foto.
Esa noche, Kike caminó de regreso con Juanpis bajo un cielo estrellado que parecía aplaudir en silencio. El video había quedado como él lo había soñado. Y lo más importante: nació desde su alma para inspirar a otros.
Pero mientras se preparaba para dormir, una pregunta recorría su mente como un susurro:
—¿Qué trabajo era ese que aceptó de la ingeniera Martha? ¿Por qué parecía tan misterioso? ¿Y qué pasó realmente con aquella oferta de la alcaldía que había llegado semanas antes?
El lunes se acercaba, y con él, un nuevo capítulo que pondría a prueba su fe, su propósito… y su destino.
Esta historia continuará…
1 comentario:
Asi es la competencia es conmigo mismo con mi yo del ayer ,estare atento al video de la presentacion del video y a la continuación de la historia
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